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Semanas después

—Paul, ella es mi hermana pequeña, Callie.

Emma se había imaginado cientos de veces aquel momento desde que hablaron con la familia adoptiva de su hermana para concertar la visita.

Gracias a Axel y Dalia, iba a poder ir a verla todos los domingos y eso la hacía sentir plena.

Llevaba exactamente dos semanas y media siendo oficialmente una Wood y ya se sentía como si fuera toda una vida. Ellos eran sus padres; puede que no compartieran sangre pero sí los unía un vínculo más poderoso. Eran la familia que había elegido y ser su hija era un privilegio.

Estaba estudiando más duro que nunca para hacerlos sentir orgullosos y lo cierto era que le encantaba su carrera. Cada vez pasaba más tiempo con Francis y Nadia, que poco a poco se habían ido recuperando de lo sucedido, adaptándose a la nueva normalidad.

Y con Paul...todo iba viento en popa, a pesar del tremendo susto que había pasado hacía nueve días, cuando él consiguió salir de la banda, pero recibió una brutal paliza que casi le había costado la vida.

Él aseguraba que sus amigos habían mediado todo lo que habían podido para evitar males mayores y les estaría eternamente agradecida. Los visitó para despedirse, pues supo por Paul que pensaban volver a México en unos días, donde los dos hermanos ocuparían su lugar en el Cártel.

Emma terminó llorando abrazada a Isa, quien se había recuperado de sus heridas como una guerrera y la consoló. Los tres le prometieron que si algún día volvían a ver a Carlos, le dirían que ella estaba bien y que había seguido adelante. Algo en su fuero interno le decía que eso le daría paz y ella, por su parte, también lo necesitaba para cerrar ese capítulo de su vida.

Ahora estaba en paz.

—Encantado de conocerte, Callie. Emma me ha hablado mucho de ti y solo cosas buenas —le susurró Paul a su hermana, agachándose junto a ella, que pintaba en su cuaderno.

La niña de casi nueve años y mirada tan curiosa como la de Emma levantó la vista para posarla en el chico, con una pequeña sonrisa.

—Hola, Paul, ¿eres el novio de mi hermana? Eres muy guapo —soltó, con sinceridad infantil.

—Sí, gracias, pequeña.

Él le guiñó el ojo y Emma sonrió, divertida, al oírla suspirar, embelesada con su novio.

—¿Qué te ha pasado en la cara? —quiso saber al poco.

—Ah, esto...—Paul se interrumpió y le echó una mirada de auxilio, sin saber qué decir. Por lo que ella salió en su ayuda.

—Paul se peleó con unos hombres malos para salvarme la vida.

La expresión del chico se suavizó y sonrió, provocando que a ella le temblaran las piernas. Dios, lo quería tanto... y se alegraba de que hubiera conseguido dejar su turbulento pasado atrás para empezar una vida mejor.

Estaba buscando trabajo y Axel y Dalia lo iban a ayudar a intentar localizar a su familia. Solo esperaba que lo lograra, se lo merecía.

—¿En serio? ¡Qué pasada! Como un superhéroe —canturreó Callie, extasiada.

—Qué va, yo no soy tan guay. ¿Me enseñas tus juguetes?

Enseguida la niña accedió y mientras Emma los veía interactuar y se unía a ellos, dio gracias al destino por haberle sonreído después de tantos años de sufrimiento.

Por fin había conseguido formar una familia al completo.

...

—¿Entonces qué? ¿Os animáis a ser los siguientes? —le espetó Axel a Dylan, en cuanto hubieron salido del registro tras firmar los papeles que los convertían oficialmente en marido y mujer.

Ahora estaban en casa brindando con champán, entre amigos, y más adelante ya organizarían una ceremonia en condiciones, pero no habían querido esperar ni un minuto más.

—Solo llevamos saliendo unos meses, Axel, no corras tanto —lo frenó Meghan, no sin diversión.

—Ya, ya, es que no quiero ser el único que pase por el altar. Ya sabes lo que dicen de las penas compartidas... —Dalia le atizó en el hombro y levantó las manos, a modo de rendición. —Auch, vale, me lo merecía.

—No le hagas ni caso, Meghan, es un capullo sarcástico pero tiene el mejor corazón del mundo —apostilló ella, abrazándolo por la espalda.

—Yo también te quiero, señora Wood.

No tardaron en fundir sus labios en un beso apasionado.

—Lo sé, es igual que Dylan. Por eso son mejores amigos —coincidió Meghan, haciendo caso omiso de los pucheros que le estaba haciendo el aludido.

—Salud por eso —Axel alzó su copa para brindar, pero no pudieron hacerlo porque en ese preciso instante su teléfono sonó, lo que le valió una mirada asesina de su mujer.

—Axel, ¿qué hemos dicho del teléfono? —lo reprendió, a lo que él puso cara de cachorrito y al gesto de "dos minutos" descolgó. No tardó en levantarse e irse a la habitación contigua para tener más privacidad.

Reapareció al poco, con una sonrisa de oreja a oreja que la hizo enarcar las cejas.

—Lo siento, cariño, es importante. Era Seth y no te lo vas a creer —susurró, todavía con el móvil en la mano.

—¿Qué pasa? —inquirió ella, en voz baja.

—Tiene el diario. Lo ha tenido él todo este tiempo —la informó, con gesto triunfal. Y es que aquello había sido un alivio, pues ya pensaba que nunca iban a encontrarlo.

—Bueno, me cambio el vestido y nos vamos.

Hizo amago de irse, pero él la freno sujetándola por la cintura.

—De eso nada, con lo sexy que te está... que espere, ya nos pasamos mañana —zanjó, recorriéndola con la mirada de forma insinuante.

Dylan se aclaró la garganta mientras todos sus amigos reían y le tomaban el pelo.

—Todavía seguimos aquí —hizo notar.

—Entonces largaos, mi mujer y yo tenemos asuntos pendientes...y no estoy hablando del papeleo —espetó, cogiéndola en brazos y cerrando la puerta de la habitación en sus narices.

Dalia se rio, sonrojada. Pero la verdad era que también lo deseaba con la misma intensidad.

—Eres incorregible, ¿lo sabías? —terció, pegada a su boca.

—¿Y tú sabías que estás preciosa y que te quiero? —replicó él, con tanta rotundidad que el corazón de Dalia se llenó de calidez.

Jamás se cansaría de escuchar esas palabras.

—Mmm... ¿puedes repetirlo? —decidió provocarlo, a sabiendas de que le seguiría el juego.

—Voy a gritarlo una y otra vez mientras esté dentro de ti.

Pronto, la ropa salió volando por los aires y los gemidos de Dalia inundaron la acústica, mientras daban rienda suelta a la pasión contenida.

...

Al día siguiente se presentaron en la casa de Ryder, alias Seth y lo primero que hicieron en cuanto les hubo entregado el diario –del que ni siquiera sus padres tenían conocimiento- fue exigirle una explicación acerca de su silencio.

—Ella me lo confió a mí. No hablaba, nunca, así que pensó que era la opción más segura. Tenía razón.

Se refería a Marie.

—¿Pero por qué nunca lo entregaste a la policía, Seth? Eso habría sido clave para la investigación —quiso saber Dalia.

—Cuando se lo conté a Rhett y a Jackie, me pidieron que no lo hiciera, que esperara hasta que recabaran todas las pruebas necesarias porque, si no, no serviría de nada. Y eso hice —explicó, encogiéndose de hombros.

Lo estudiaron; parecía tranquilo y muy seguro de sus palabras. Era difícil saber si detrás de sus actos se escondía un amigo leal o algo más, pero lo cierto era que ojalá lo hubiera entregado antes.

—¿Alguien más tiene una copia de este diario? —inquirió Axel, que no quería dejar ningún cabo suelto. Ya no se fiaba de nadie.

—Creo que Rhett le entregó una a Carlos, para que conservara el recuerdo de Marie y supiera lo mucho que significó para ella —dijo, tras hacer memoria.

—Gracias, Seth.

Estaban a punto de marcharse cuando él los detuvo, con una declaración que los sorprendió.

—No eran los monstruos que todo el mundo cree; Rhett y Jackie. Cuidaron de mí. Era el más pequeño, el blanco fácil. Me llamaban el mudito. Fue un infierno, pero habría sido mucho peor sin ellos. Solo quería que lo supieran —aseguró, con un tono cargado de melancolía y emoción apenas contenida. Y ninguno de los dos se atrevió a rebatirlo, porque a pesar de lo que habían hecho, para ese chico habían sido un gran apoyo.

Y si algo habían aprendido era que no se cuestionaba el testimonio de una víctima.

Solo Ryder sabía todos los horrores de los que había sido testigo en aquel infame lugar y que callaría para siempre.

Por fin lo tenían en sus manos. Parecía mentira que una cosa tan pequeña y desgastada pudiera ser tan valiosa. Pero la información que contenía lo era.

Se trataba, ni más ni menos, que de la clave para muchos de esos interrogantes que habían quedado sin resolver en aquel misterioso caso.

El lugar donde todo comenzó.

Sabían que el daño estaba hecho y que no iba a ofrecer consuelo a las víctimas que quedaran con vida, a quienes le entregaron una copia (Ed fue el primero de la lista y se emocionó mucho cuando le dijeron lo que contenía), pero al menos sería una buena forma de poder cerrar el ciclo.

Eso era lo que todos necesitaban.

Con un poco de suerte, la maldición que pesaba sobre la ciudad y que la había castigado durante tantos años al fin desaparecería.

O quizá aquello todavía no hubiera terminado.

Solo el tiempo lo diría. 

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