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X CAPÍTULO 8: JUEGOS MACABROS X

Los dos coches patrulla sortearon el tráfico de Nueva Orleans como un par de bólidos.

No había tiempo que perder.

Aunque sabían que era poco probable que el asesino (o asesinos) siguiera en la escena del crimen, tenían que peinar la zona al milímetro.

No tenían esperanzas de sorprender a nadie por las inmediaciones, pues era seguro que con todo el tiempo que había pasado el asesino ya habría huido. Igual que quien los había alertado con aquella llamada anónima, si es que no se trataba de la misma persona. Algo que Axel no descartaba, pues probablemente el perpetrador poseía una mente tan retorcida que no iba a dejar pasar la oportunidad de jugar con ellos.

O intentarlo. Porque tarde o temprano, iban a cazarlo como al animal que era.

Dalia estaba inquieta. Todo aquello le daba mala espina y no podía evitar sentirse culpable por el hecho de que otra vida había sido arrebatada en la ciudad sin que ellos hubieran podido evitarlo.

El sentimiento de impotencia era algo que no lograba dejar de lado en casos de aquella índole, por más que eso le afectara a título personal. Se sentía en deuda con los ciudadanos de Nueva Orleans, a quienes había jurado proteger.

Pero ella no era Dios y por desgracia había cosas que no se podían evitar.

Una mano cálida y masculina se posó sobre la suya, que reposaba sobre la funda de su arma reglamentaria y su expresión taciturna se suavizó al comprobar que se trataba de Axel, dándole ánimos con su presencia imponente como de costumbre.

Era sólido como una roca, tan controlado y seguro de sí mismo que le daba envidia...casi tanto como lo admiraba. Y lo amaba.

Formaban el dúo perfecto. Eran un equipo tanto a nivel profesional como personal, pues su relación se había ido afianzando de una manera increíble los últimos meses...a pesar del infierno que había pasado la joven inspectora tras la pérdida de su mejor amiga.

— Quiero que acordonéis la escena en cuanto lleguemos. Bastante habrá influido ya el entorno a contaminarla — comentó Axel, molesto.

— ¿Crees que lo ha hecho a conciencia? — Pidió su opinión Dalia, aunque para ella estaba claro.

— Por supuesto. Es meticuloso, no habría dejado algo como eso al azar. Quiere que bailemos al son que nos dicta, eso le hace sentir superior y poderoso — replicó, coincidiendo con ella como de costumbre. Ambos sonrieron con complicidad.

— ¿Una personalidad narcisista? — Intervino Michael, haciendo conjeturas.

— O alguien con delirios de grandeza. Se cree intocable, porque un ser superior guía sus acciones. Es un intermediario. Pero sí, el trastorno narcisista podría estar involucrado también.

Axel ya lo estaba perfilando. Algunos viejos hábitos nunca morían. 

— ¿Qué hay de Emma? ¿Está en casa, a salvo? — preguntó, esperando de corazón que así fuera.

Él no contestó de inmediato, confirmando las sospechas de Dalia.

— Eso creo. Salió hace rato con amigos, que ya era hora, y ojalá que se haya divertido. Pero no contesta a mis llamadas y eso no me gusta.

No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que – por mucho que se esforzara en hacerse el duro – aquello lo tenía preocupado. Y es que Emma era su debilidad. Había arriesgado su vida por él en incontables ocasiones y si le pasaba algo no podría perdonárselo.

Para ellos, era como una hija. Habían aprendido a quererla como tal.

— Seguro que ya ha vuelto y está durmiendo, pero de todas formas lo intentaré yo también — adujo Dalia, apelando a la sensatez como de costumbre. Axel era el impulsivo.

— Bien. Supongo que no has podido sacar nada en claro de la llamada, ¿verdad Kevin? — quiso asegurarse Axel, a pesar de que sabía cuál iba a ser la respuesta.

— Nada. Ha usado un distorsionador de voz y la duración ha sido demasiado corta como para rastrearla, aunque por lo que parece llamó desde el lugar de los hechos. Esperemos que no haya contaminado la escena demasiado — contestó el de la Tecnológica, con un suspiro de resignación.

— ¿Por qué alguien con un mínimo de sentido común iría al pantano en plena madrugada si no sabía lo que había sucedido? Es absurdo, debía estar en el ajo — reflexionó en voz alta Michael, expresando su opinión.

En aquel momento, todos echaron de menos a Ray, que sin duda habría dado uno de sus discursos acerca de lo loco que estaba el mundo.

Sin embargo, estaba disfrutando de una más que merecida jubilación. Y a veces, Michael lo envidiaba.

Otras, sin embargo, no imaginaba que sería de su vida sin su trabajo. Absorbía la mayor parte de su tiempo, pero también lo mantenía ocupado para no pensar en cosas que solo lo atormentaban.

Cuando trabaja, sus demonios dormían. Y se aferraba a ello.

— Sí, probablemente estaba organizado. Si no es el asesino, será algún cómplice. Y si tengo razón y se trata de la secta, podría ser cualquiera a quien estén utilizando. Son especialistas en captar a los adeptos más manipulables — aseguró, con un brillo sombrío en la mirada que no le pasó desapercibido a Dalia.

Los conocimientos que él poseía eran vitales para encuadrar el caso, ya que Axel se había especializado en el tema. Dalia todavía no había conseguido reunir el coraje para sacar el tema del caso que hizo que lo cesaran, porque intuía que era algo que le tocaba la fibra. Había perdido demasiado ese día y no solo en lo que a su carrera respectaba.

Por eso no tenía intención de presionarlo. Si él quería hablar de ello en algún momento, sabía que existía entre ambos la suficiente confianza como para que lo hiciera cuando se sintiera preparado.

Al igual que lo haría ella respecto a su propio y turbulento pasado. Algún día...

— Lo que más nos complica las cosas es que esa gentuza no solo les lava el cerebro a los chicos vulnerables, sino que también captan a gente de buena familia; personas felices sin ningún tipo de traumas. Solo encuentran un punto flaco y lo aprovechan a su favor — masculló Kevin, entre blasfemias.

— Es cierto que eso nos lo complica todo, pero si llegamos a sus líderes no hará falta identificarlos a todos. Bastará con tratar de erradicarla. Es muy difícil, pero no imposible — replicó Axel, con el semblante determinado.

— Tú ya lo hiciste una vez, ¿verdad? — inquirió su interlocutor, con tanta curiosidad como admiración.

Y ahí estaba.

Axel sabía que aquello pasaría tarde o temprano. Era natural que les intrigara el caso que más dio que hablar en el departamento de homicidios en su momento.

— Tuve un golpe de suerte, no soy el héroe que creéis. En marcha, hemos llegado — zanjó la cuestión antes de que nadie del equipo pudiera replicar. Solo Kevin pareció decepcionado, pero enseguida se repuso.

Tenían trabajo por hacer.

Se pusieron el equipo y Dalia tomó el mando.

— Vale chicos, quiero que nos dividamos en parejas. Michael, irás con Kevin por la zona oeste. Axel y yo iremos juntos por el este. Los de la científica que esperen nuestra señal, no sabemos cómo está el terreno — dio las instrucciones pertinentes y todos se pusieron manos a la obra.

— Id con cuidado — les pidió Michael, ajustando el seguro de su arma.

— Y vosotros — coincidió Dalia, con una media sonrisa.

Esperaba de aqueloperativo un trabajo impecable y sabía que no la decepcionarían.

Axel y ella avanzaron en silencio por los manglares, ojo avizor por si percibían el más mínimo movimiento sospechoso. Llevaban linternas colgadas al cuello para poder avanzar en la oscuridad umbría y malsana que se respiraba en el pleno corazón del pantano de Luisiana.

La humedad era tan fuerte que Dalia tuvo que reprimir una arcada. Hasta que se acostumbró.

Axel le tendió la mano para ayudarla a sortear un lodazal y le sonrió, agradecida.

— Menudo lugar ha escogido el asesino — comentó, arrugando la nariz. Axel curvó los labios.

— O asesina — puntualizó.

— Cierto — acotó ella, algo avergonzada por esos prejuicios internos. Las mujeres también mataban y lo hacían mucho más a menudo de lo que la gente pensaba.

— Quien sea es inteligente. Escoge un lugar apartado, pero está seguro de que vamos a localizar el cadáver. No se le escapa nada, busca espectáculo pero sin hacerlo demasiado evidente. No tiene prisa, es un estratega — apuntó Axel.

— Y está claro que este no es el primer asesinato que comete. O no se habría arriesgado tanto con el entorno — coincidió ella, intentado meterse en su piel...por mucho que la asqueara —. ¿Crees que es alguien que vive por la zona?

— Es posible. Si no, al menos está claro que la conoce bien. De lo contrario no la habría escogido como su escenario principal — aventuró él.

— Eso podría volverlo demasiado confiado. Cometerá errores y entonces lo cogeremos.

— De eso no tengo duda — dijo, porque lo harían juntos.

La sonrisa que había empezado a esgrimir flaqueó en sus labios al echar un vistazo de soslayo a las aguas turbias y atisbar algo que llamó su atención. Un vestido blanco de gasa flotando sobre una tabla y...una escena cargada de retorcido significado.

Le puso una mano en el hombro a Dalia para llamar su atención y cuando esta se giró para ver de qué se trataba, sus labios se entreabrieron en una mueca de impresión y espanto.

Se le secó la boca y apretó más fuerte la mano de Axel, quien tomó la iniciativa y se llevó el walkie a los labios para alertar al equipo.

— La hemos encontrado, te envío las coordenadas. Avisa a los de la científica para que vengan...ah, y Kevin, que traigan los equipos de inmersión. Hay que sacarla del agua.

X

La víctima se hallaba flotando sobre una tabla en las turbias aguas del pantano. Se había chocado con una piedra de gran tamaño, lo que les había permitido localizarla al cabo de un escaso tiempo de exploración.

Por suerte, la escena principal no había sido contaminada porque nadie en su sano juicio se habría arriesgado a quedar atrapado en las aguas traicioneras del pantano. Sin embargo, el barro del camino estaba removido y plagado de pisadas.

Fue eso lo que obligó a Axel y Dalia a quedarse a una distancia mucho más prudente de lo que les habría gustado. El resto, competía a la científica por ser los encargados de recolectar las pruebas.

Lo que más les llamó la atención fue la colocación del cuerpo, con las extremidades extendidas en cruz y los ojos cerrados, como si estuviera dormida. Rodeada por cientos de pétalos de flores y al lado...los huesos de un pequeño carnero completaban la truculenta escena.

La piel del pobre animal había sido arrancada y cubría a la víctima cual abrigo macabro. Y en una de sus manos sostenía el corazón del carnero. El asesino había cuidado cada macabro detalle.

Todo tenía un simbolismo, en su mente trastornada. Solo debían desentrañarlo.

Axel ya estaba haciendo sus propias teorías. Dalia, en cambio, se había quedado traspuesta. No había que ser un genio para darse cuenta de que todo aquello le traía recuerdos del asesinato de su amiga, Dayanne.

Por más que ella juraba y perjuraba que estaba lista para volver al trabajo, encontrarse con algo tan brutal la había afectado más de lo que estaba dispuesta a admitir.

— Eh, ¿te encuentras bien? Ven, toma un descanso — le recordó, besándole la frente con ternura.

— Lo sé — dijo ella y se lo demostró con un suave beso en los labios.

Se quedaron contemplando cómo los buzos extraían de forma segura la tabla con el cadáver de la víctima. Bajaron con cuidado para examinar la escena ya desde tierra firme, pues al parecer habían hallado algo más.

— Hacedle fotos a todo — ordenó Dalia, agachándose para poder hacer su trabajo. Tuvo que taparse la nariz, porque el hedor era insoportable.

— Todo indica que lleva muerta por lo menos veinticuatro horas — apuntó el forense, revisándola a conciencia.

— Tiene grabada una fecha en el vientre...se lo han hecho con un cuchillo, los trazos son impecables. Sabe lo que hace.

Eso confirmaba las sospechas de Axel de que no estaban tratando con ningún aficionado, sino con alguien metódico y sin escrúpulos.

— Peinad toda la zona, no quiero que se nos escape ninguna prueba — los conminó Dalia, antes de volver a centrarse en la fecha que le habían grabado a la víctima en la piel.

¿Cuál sería su propósito?

— 9 de agosto de 1990 — leyó en voz alta Michael, mientras Kevin hacía las fotos pertinentes —. ¿A alguno de vosotros le dice algo esa frase?

Dalia centró toda su atención en Axel, cuyo semblante se hallaba visiblemente descompuesto. Y aquello, teniendo en cuenta la entereza que mostraba siempre, bastó para que se percatara de que algo iba terriblemente mal.

— ¿Axel? — indagó, al ver que él seguía como ido. Los papeles se habían invertido y ahora era ella quien se preocupaba por él.

Con su toque, él volvió en sí de los aciagos recuerdos que emergieron de las profundidades más sórdidas de sus recuerdos al caer en la cuenta.

Nunca podría haber olvidado aquel día. Por eso lo reconoció enseguida. Y asintió, todavía descompuesto.

— Sí, es un mensaje para mí.

Otro más, pensó, recordando al pobre sacerdote.

Dalia frunció el ceño. Michael y Kevin se quedaron mudos.

— ¿Cómo lo sabes? — aventuró el segundo.

Axel evadió la pregunta, pero su réplica fue todavía más extraña.

— Tengo un sospechoso, bastante sólido. Pero debe haber contado con ayuda, es imposible que lo haya hecho él...— divagó, ido como no lo habían visto nunca.

Dalia dio un paso hacia él pero se abstuvo de tocarlo en el último minuto, sin querer agobiarlo.

— ¿Por qué no?

Casi le daba reparo preguntar, pero tenían que armar aquel rompecabezas. Estaba claro que quien la grabara, sabía perfectamente el impacto que tendría esa fecha en el subinspector.

— Porque está encerrado en un sanatorio mental, desde hace cinco años. Yo lo metí allí — concluyó, con un tono frío como el hielo.

Dalia empezó a atar cabos.

— ¿Estás hablando de Siloh Sorensen?

Los ojos de Axel dijeron más que mil palabras y completó el apodo que ella no se había atrevido a pronunciar.

— Mejor conocido como El íncubo de Nueva Orleans.

El único de los tres líderes de la secta conocida como El círculo de la noche que pudieron capturar con vida.

El pasado de Axel acababa de resurgir de una forma totalmente inesperada. Y si ese lunático estaba involucrado, el infierno se les vendría encima pronto si no lograban encontrar a su cómplice.

Por eso, aunque habría preferido comer gusanos larvarios, Axel resumió lo que todos estaban pensando.

— Tendremos que hacerle una visita. Y os puedo asegurar que no será agradable.

X

íncubo: Es un demonio que en la creencia y mitología popular europea de la Edad Media se supone que se posa encima de la víctima durmiente, para tener relaciones sexuales con quien duerme. Su contraparte femenina se llama súcubo. 

¿Qué tal el cap? Espero que os haya gustando, la historia se pone cada vez más turbia jejej 

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