Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

X CAPÍTULO 26: Explosión X

Rhett se golpeaba la cabeza contra la pared compulsivamente, con la respiración agitada. Su rostro estaba ensangrentado, pero él parecía como ido. Enajenado.

Había reventado el espejo a puñetazos y varios cristales le habían hecho cortes en brazos y piernas. Incluso uno se le había incrustado en la mejilla derecha y se lo arrancó con brutalidad.

Axel fue el primero en reaccionar, pidiéndole a Dalia que se quedara con su madre para no alterar más al chico.

Estaba teniendo una crisis bastante fuerte. Y todavía sujetaba el cristal en su mano derecha. Todo su cuerpo temblaba violentamente.

Axel sabía que debía reducirlo cuando antes, porque en ese estado era extremadamente peligroso e impredecible.

No lo pensó antes de hacerle una llave que lo envió directo al suelo y trató de hacerlo soltar el arma, que cayó al suelo a pocos metros.

Mientras tanto, Rhett se las arregló para golpearse en la cabeza contra el suelo. Cada vez sangraba más profusamente. Axel no se explicaba cómo podía seguir consciente.

Le dio la vuelta para evitar que acabara abriéndose la cabeza y lo contuvo como pudo.

Desquiciado, empezó a forcejear con todo su cuerpo. Su cabeza se movía de adelante hacia atrás, en un ritmo frenético, guiado por la necesidad de autolesionarse.

Dalia corrió en su ayuda, mientras una histérica señora Cox gritaba y sollozaba, presa del pánico.

Los gruñidos que Rhett emitía ponían los pelos de punta. Los dos aguantaban el chaparrón como podían, pero era imposible que pudieran contenerlo mucho más si no se calmaba.

—Iré a por un sedante —resolvió la señora Cox, saliendo por fin del trance y echando a correr a toda prisa hacia su cuarto.

—¡Corra! — la apremió Axel.

No estaban para charlas.

Rhett agitaba las extremidades como un loco, poniéndoles muy difícil mantenerlo quieto.

Dalia sudaba por el esfuerzo.

Aquello era un ataque psicótico en toda regla.

Por suerte, la pobre mujer volvió en un santiamén esgrimiendo una inyección, ya cargada con los miligramos necesarios del potente suero.

—Nos lo recetó el psiquiatra porque suele autolesionarse cuando pierde el control, pero nunca se había puesto así — la pobre se enredaba con las palabras, presa del histerismo.

Dalia incluso intentó hablarle.

—Shh, tranquilo. Ya está. Cálmate, Rhett.

Pero ni siquiera los escuchaba.

Estaba fuera de sí por completo. Sus ojos estaban inyectados en sangre y se le salían de las órbitas. La sangre lo estaba empapando todo pero a él parecía darle igual.

Al percatarse de lo que pretendían hacer, el chico se alteró todavía más.

Arañó, mordió y dio patadas como un animal salvaje. La mujer estaba en shock y no podía encontrar una vena porque su hijo no dejaba de forcejear.

—Póngaselo en el cuello— la urgió Axel. No había tiempo.

—Cariño por favor tranquilízate — le suplicaba su madre, todavía entumecida.

Fue en vano.

Al final, Dalia se empleó a fondo para conseguir aguantarlo lo suficiente como para que pudiera inyectarle el sedante.

Todavía se resistió con las últimas fuerzas que le quedaban antes de que le hiciera efecto y perdiera la consciencia por completo.

...

Poco después de sedar a Rhett, llegó una ambulancia a la casa. Los había llamado Angela –ese era el nombre de pila de la señora Cox- para que acudieran a trasladarlo al hospital.

Lo ingresaron de urgencia. Estaba fuera de peligro, pero sus heridas eran considerables y lo que más preocupaba a los médicos era, naturalmente, su estado mental. Decidieron restringirlo para evitar que se lesionara o hiriera a otros cuando despertara.

Angela también tuvo que ser atendida por un ataque de ansiedad, pero ya se encontraba estable.

Axel y Dalia permanecieron a su lado. Habían transcurrido más de dos horas y estaban en la sala de espera, que se hallaba vacía debido a que el horario de visitas había finalizado.

La mujer estaba pasando un calvario y realmente odiaban tener que hacer aquello, pero dado que Rhett no estaba en condiciones de responder a sus preguntas y no tenían nada –habían cotejado las huellas del presunto asesino en la escena, pero no pertenecían a nadie que estuviera fichado- no les quedaba de otra.

—Señora Cox... Angela —se corrigió Axel, llamándola por su nombre como ella les había pedido—, sentimos muchísimo su pérdida y créame que lamentamos molestarla en estas circunstancias, pero realmente necesitamos tomarle declaración. ¿Cree que podría concedernos unos minutos? Si se siente mal en algún momento solo díganoslo y le dejaremos espacio —le aseguró.

Ella lo miró con ojos idos e inquirió.

—¿Podría ayudar a atrapar al salvaje que le ha hecho esto a mi niña?

Axel midió muy bien sus palabras.

—Bueno, toda la información que podamos recabar será útil y no le quepa duda de que haremos todo cuanto esté en nuestra mano.

—Está bien —cedió, agotada.

Les indicaron que podían pasar a la sala de personal médico para que tuvieran más privacidad y cierta comodidad y allí, tras beber un poco de agua, Angela les dijo que podían empezar.

—¿Qué recuerda del día de la adopción de los mellizos? ¿Por qué los eligieron a ellos? —empezó a indagar Axel.

La expresión de la mujer se llenó de nostalgia y se limpió las lágrimas con el pañuelo que sostenía en la mano derecha, antes de empezar a rememorar con vívido detalle aquel momento que quedaba ya tan lejos en el tiempo; pero que jamás olvidaría.

—Recuerdo que ese día llovía mucho. Mi marido y yo salimos de casa muy ilusionados. Pasamos muchos años tratando de tener hijos hasta que supimos que yo no podía quedar embarazada y entonces decidimos adoptar. La verdad es que lo habíamos hablado muchas veces y queríamos a una niña.

"Nos dijeron que en la fundación solo había una y nos pareció muy extraño, hasta que nos contaron la historia. Oír lo que esas pobres criaturas tuvieron que pasar a una edad tan temprana... nos conmovió mucho. Así que le pedimos a la Madre Superiora que nos dejara conocerlos a los dos. Y cuando vimos a Rhett, cuando fuimos testigos de la manera en que protegía a su hermana, supimos que los queríamos a los dos —resumió, con una simpleza que estaba teñida de la emoción más pura: el amor de una madre.

—Eso fue un gran gesto, señora Cox. ¿Y cómo se adaptaron ellos? —quiso saber Dalia.

El semblante de Angela se tornó algo alicaído.

—Bueno, al principio les costó, naturalmente. Tenían muchos traumas por culpa de todo lo sucedido y se asustaban por cualquier cosa. Apenas hablaban; eran tímidos y retraídos. Además, tenían miedo de mi marido... —confesó e inmediatamente, al percatarse de lo mal que había sonado aquello, se apresuró a aclararlo —: De cualquier hombre, en realidad. Lo cual, claro, dificultó mucho las cosas. Pero al final, con mucha paciencia y cariño conseguimos ganarnos su confianza y su afecto para darles la familia que tanto necesitaban.

Fue Axel quien se encargó de abordar el tema espinoso que les atañía.

—Disculpe que sea indiscreto, pero tenemos entendido que está usted divorciada... ¿Fue un proceso amistoso? Necesitamos estar al corriente de todo —añadió, a modo de disculpa por el carácter invasivo de la pregunta.

Angela suspiró y asintió, con resignación.

—Lo entiendo y la verdad es que no sé bien qué responderles. Seguimos en contacto, hablamos de vez en cuando y me pasa religiosamente la manutención de los chicos, pero...no quiere verlos. Un día decidió que la situación lo sobrepasaba y que tenía que irse —se le quebró ligeramente la voz y necesitó unos minutos para sobreponerse. —Llevábamos meses mal, en realidad. Me dijo que no estaba hecho para ser padre, que no sabía cómo educar a los mellizos, tal vez porque no eran sus hijos biológicos. Aquello me dolió muchísimo, ese mismo día se marchó de casa y nunca ha vuelto —relató, visiblemente afectada. Estaba claro que aquello todavía le dolía como una herida fresca.

—Vaya, lo siento mucho. Debió de ser duro tener que criarlos usted sola.

Dalia le mostró aquella maravillosa empatía tan característica suya, lo cual pareció confortar a la otra mujer.

—Sí, por aquel entonces acababan de cumplir los quince. Es cierto que Kurt trabajaba mucho y apenas estaba en casa, los mellizos siempre fueron más apegados a mí por esa razón, pero de ahí a marcharse y abandonarnos de ese modo...jamás me lo habría esperado, ese no es el hombre del que yo me enamoré —negó con la cabeza sin cesar, sucumbiendo nuevamente al llanto.

—¿No han vuelto a tener contacto con él? —le preguntó Axel, para asegurarse. No podían descartar nada, por lo que sabían hasta ahora, el padre era sospechoso.

—Nunca —afirmó, tajante. Entonces vio pasar a un grupo de enfermeras y las abordó, desesperada. —Oigan, ¿qué va a pasar con mi hijo? ¿Cuándo podré llevármelo a casa?

—Me temo que va a tener que permanecer ingresado unos días, señora. Es por su seguridad. Si sufre otra crisis, aquí podremos ayudarlo a evitar que se haga daño, a sí mismo o a los demás —le dijo una de ellas, antes de ofrecerle un asentimiento cargado de pesar y seguir su camino.

—Dios mío... ¿Por qué nos está pasando esto? —clamó, al borde de la histeria.

Con tacto, Dalia la asió del brazo y la condujo de nuevo hacia los asientos mientras Axel le servía un poco de agua del dispensador más cercano.

Cuando se hubo recompuesto un poco, Dalia retomó la conversación.

Solo les quedaban un par de preguntas y podrían dejarla en paz para que asimilara su duelo.

—Lo lamento mucho. ¿Tiene idea de si Jacqueline tenía un novio? ¿O algún amigo especial a quien estuviera conociendo? —abordó, andándose con pies de plomo.

Angela, que tenía el rostro entre las manos, se incorporó con el ceño fruncido.

—No, no que yo sepa. Jackie era muy tímida. Se relacionaba más con la gente a través del móvil que en persona, siempre estaba pegada a esos aparatos. De todos modos, ella siempre se quejaba de que Rhett asustaba a sus pretendientes. Era como una broma entre ellos —emitió una risa temblorosa, casi histérica, que los hizo tragar saliva.

Aquella mujer realmente los quería como si hubieran salido de sus entrañas. Iba a resultarle duro sobreponerse.

Dalia se recordó proporcionarle el número de un terapeuta amigo suyo para cuando estuviera preparada para afrontar la pérdida. De momento, todavía se hallaba en fase de negación.

—Entiendo. ¿Él también pasaba mucho tiempo con el ordenador y el móvil? —aventuró Axel, quien ya sabía la respuesta. Solo necesitaba confirmación.

—Sí, los dos lo hacían. No importa cuánto los regañara, no había manera...estaban enganchados —comentó. La inocencia de su tono indicaba que no tenía ni idea de a lo que se dedicaban ambos en su tiempo libre.

—Cosas de jóvenes, nuestra hija es igual —mintió Axel, aprovechando la ocasión para apelar a la simpatía de la mujer y que no recelara de nada. Ya bastante tenía. —¿Y sabe por casualidad la contraseña del ordenador? Necesitamos llevárnoslo, para la investigación.

—Me temo que no —replicó—, pero Rhett sí. Cuando se despierte podrán pedírsela. Tal vez le den el alta mañana, ¿no creen? —arguyó, esperanzada. Estaba claro que no se quedaría tranquila hasta que su hijo volviera a casa, con ella.

Lamentablemente, ellos no querían darle falsas esperanzas y prefirieron ser muy cautos.

—Es pronto para saberlo, pero esperemos que sí —Dalia le dedicó una sonrisa de aliento.

—Claro, gracias —contestó esta, con la mirada perdida.

Y ellos solo esperaban estar equivocados, pero todo parecía indicar que había perdido a ambos... porque recordaban la expresión de Rhett antes de que el sedante terminara de hacerle efecto y... no había nada de vida en él. Estaba tan muerto como su hermana.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro