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6. La mujer de blanco

"Ah...otra vez la misma habitación. El mismo techo blanco y vacío. Las mismas luces parpadeantes y débiles. La misma cama dura y fría. Y, a la par mía...

Una sombra que no se mueve. Un borrón gris y triste. Los restos de lo que alguna vez fue. 

Bah...no quiero ver eso. No quiero recordarlo. 

Escucho voces. Lejanas, distantes. Pasos robóticos, frívolos. ¿Hay algún humano vivo en esta sala? La soledad es mi cobija, y el murmullo mi almohada. 

Oh, es cierto. Hoy tengo visita. 

Hoy estás tú.

¿Quién eres? ¿Qué buscas de mí? 

¿Qué buscaba yo de ti...?

¿Por qué no dejas de mirarme con esos ojos muertos y serenos?  

¿Qué es lo que quieres decirme? ¿Qué es lo que tengo que decir?

No te acerques. Por favor, no vuelvas aquí.

Aléjate. Sal de mi vista.

Por favor..."

—Vete de aquí... vete... ¡Vete! 

Cuando Ed comenzó a retomar el control de su mente y de su cuerpo, y despertó taciturno y hablando por inercia (como de costumbre), guardó por unos segundos la imagen de esa extraña habitación en su memoria. Y al fondo de su borrosa visión, mirándolo fijamente...

—¡Ah! ¡Ah! ¡AH! —No pudo contenerse. Se levantó agitado, con la respiración entrecortada y el corazón latiéndole a mil.

—¿¡Ed!? ¿Estás bien? —Y al otro lado del pasillo, una voz femenina le respondió.

Abriendo la puerta con fuerza, Bernadette entró de golpe a la habitación donde Ed se había desmayado la noche anterior. Y donde ahora reposaba, bajo el leve calor de la mañana en Poloneira.

—¿Qué te pasa, cariño? ¿Cómo te sientes?

—Ah... ah... esa mujer... la mujer de blanco... —Pero Ed seguía perdido. Mientras luchaba por mantener la cordura, el vívido recuerdo de la noche pasada había regresado con más fuerza que nunca.

No recordaba nada más. 

Solo que, a través de la ventana, había visto flotar a una angelical mujer a la altura de la luna. Luego de eso, todo se tornaba oscuro y confuso. 

—¿Mujer? ¿Qué dices, mi vida? —Se acercó hacia él con paso rápido y tocó su frente suavemente—Ah, al menos ya no tienes fiebre. Dios santo, anoche nos pegaste un susto y de los grandes. 

Ed exhaló profundamente.

—Ah... ¿Anoche...? ¿Qué pasó conmigo y con esa mujer...? —Su voz sonaba más débil y menos ronca que de costumbre.

—¿De qué mujer me hablas, cariño? —Bernadette hizo una mueca de sincera preocupación— Ayer, luego de regresar al cuarto, te pusiste a gritar como loco de la nada. Cuando yo entré ya estabas tendido en el piso, inconsciente, y con una fiebre altísima.  Dios mío, ¡Estaba aterrada! ¡Pensé que la maldición te vencería! 

—¿¡Pero y qué diablos pasó con la mujer!? —Ed le respondió alterado, e inmediatamente se sintió mal por hacerlo—Ah... ¿La que estaba flotando en la ventana? —Intentó recomponerse. Bernadette se alejó de él, dubitativa.

—Cariño, no sé de qué carajos me estás hablando, pero estoy segura que no había ninguna mujer en la ventana. Solo eran imaginaciones tuyas, quizás algún síntoma de la enfermedad de Poloneira. Tranquilízate, por favor.

La mirada directa y seria de Bernadette lo paró en seco. Se dio cuenta de que, por más que siguiera insistiendo, no lograría nada de esa forma. Socavar su imagen si acaso; imagen que ya estaba por los suelos al haber caído como un debilucho esa noche. 

"Imaginaciones mías, una mierda. Encima, ahora ya no luzco tan heroico como antes. Ah, ¡Maldita sea! ¡Solo a mí me suceden estas cosas!" se reprochó, con rabia.

—Sí... probablemente tengas razón. Pesadillas mías, nada más—Le dijo, en tono desganado. Se rascó la cabeza con movimientos rápidos, sintiendo sus uñas más allá del pelo. 

"¿Quién es esa mujer?" volvió a preguntarse, pero la sensación de tener un misterio más por resolver lo desanimó en gran manera.

—Sí, mi vida—Le respondió dulcemente—Lo bueno es que ya te sientes mejor. Le pediremos a Vera algunas pastillas para la enfermedad, es imposible saber si ya estás recuperado por completo—Ella le secaba el sudor de la cara con un trapo viejo y húmedo.

—Sí...—Dijo por inercia, para luego reaccionar—¿Y los otros? ¿Qué pasó con los demás?

—Ah, ¿te refieres a Leo y Ethan? Acabamos de desayunar y están abajo con Vera. Ya se tienen confianza, llevan un buen rato hablando. Son como una madre que se reencuentra con sus hijos luego de un largo tiempo, ja, ja, ja—Bernadette ayudó a Ed a levantarse, lentamente. "No soy un inútil, puedo hacer esto solo" pensaba, para sus adentros—Además, cuando se dieron cuenta de que ella era una artista se emocionaron. No tardaron ni un minuto en pedirle un dibujo, imagínate. 

"Sí, sí, lo que tú digas" pensó, mientras su cabeza seguía clavada en la imagen de esa enigmática mujer. "¿Es posible que solo yo sea capaz de verla, o algo por el estilo? Pero, si es así, ¿Cómo haré para recordarla? ¿Cuánto tiempo podré mantenerla en mi memoria?"

Y entonces tuvo una idea. 

—Vamos donde Vera—Dijo, con más entusiasmo—Necesito pedirle algo.

Ambos recorrieron de forma veloz el pasillo y bajaron por las escaleras para llegar al vestíbulo. Al fondo se escuchaban unas risas escandalosas que Ed no tardó en identificar. 

Ahora tendría que acostumbrarse a escucharlas, de todos modos.

La escena que presenció en el pequeño comedor del hotel le pareció cuanto menos curiosa: En una mesa circular, colocada en el centro de la habitación, Leonel y Ethan observaban los viejos retratos con infantil curiosidad. En la mesa de al lado, Vera dibujaba pasivamente. El lápiz le temblaba en la mano y sus trazos eran irregulares, pero aún se le notaba una pasión enervante por lo que hacía. 

Cuando Ed entró, a zancadas y descalzo, los tres se voltearon a verlo.

—Jovencito, ¡Por fin despiertas! ¿Cómo te sientes? —Vera inmediatamente se levantó a saludarlo.

—¡Está mejor, Vera! —Gritó Bernadette, que se había quedado atrás—Solo venimos a pedirte un poco de medicina.

—Y una cosa más—Añadió Ed—Necesito que me dibujes algo, por favor.

Se acercaron a una de las mesas, donde Leonel los interrumpió.

—¿Y los buenos días, Ed? ¿Cómo durmió nuestro pequeño héroe? —Dijo, sarcásticamente. Ed simplemente pasó de él, molesto—Uh, ¿esa es la manera de tratar a tus compañeros? ¡Vaya líder estás hecho! 

—Menos mal ya te encuentras mejor, Ed—Ethan, en cambio, lo recibió amablemente—Me preocupaba que la maldición pudiera vencerte.

—No te preocupes, no volverá a suceder—Respondió, seguro.

Aunque esa seguridad comenzaba a tambalearse en su interior, y él apenas se daba cuenta. 

—¿Qué quieres que dibuje, muchacho?

Tomando una de las hojas en blanco de la mesa, Vera se puso manos a la obra. Siguiendo con precisión las indicaciones de Ed, quien únicamente se basaba en los pocos segundos que recordaba haber observado a esa enigmática damisela (y ella lo había observado a él, con una mirada profunda y directa), fueron formando poco a poco el que quizás era el boceto más extraño que Vera había hecho jamás.

Cuando terminaron, el ambiente se llenó al unísono de pequeñas exclamaciones de sorpresa. Vera tomó el dibujo terminado, lo analizó unas cuantas veces, y resumió el pensamiento general de la sala:

—¿Y bien? ¿Qué significa esto?

Una mujer alta y delgada, con un largo y elegante velo, de un blanco finísimo, casi transparente, que solo dejaba al descubierto los pies; con un cabello rubio echado hacia atrás, una extraña diadema con incrustaciones de media luna en la frente (así como también aritos largos con la misma figura) y unos labios gruesos y rojos (aunque este detalle se perdía, al ser un dibujo completamente a lápiz), observaba al espectador de manera fija y frívola.

Vera la había clavado con los detalles, su talento era innegable.

—Cariño, no me digas que eso es...—Dijo Bernadette, sorprendida.

—Sí. Esta es la mujer de blanco de la que te hablaba, la mujer que vi anoche flotando en la ventana antes de perder la consciencia—Aseguró Ed, mirándola curiosamente.

Por más que lo intentara, seguía sin poder asociarla a algo que conociera. Pero al menos ahora tenía la certeza de que existía, al verla en el papel, y los demás también tenían el privilegio de verla. 

—Ed, estás mal de la cabeza—Se acercó Leonel, incrédulo—Incluso dices que la viste flotando en la ventana, como si nada. Deja de tomarnos el pelo.

—¿No decías que estábamos en la ciudad de los sueños, Leo? ¿Dónde cualquier cosa es posible? —Respondió Ed, picante.

—Sí, pero... ¡Pero esto incluso lo supera! Es la primera vez que oigo de una mujer voladora, ¡No esperes que creamos todas las tonterías que dices!—Dijo, haciendo una extraña mueca. 

—No es una tontería—Afirmó Ed—Entonces, ¿nadie de aquí la vio anoche, o la ha visto alguna vez? ¿Ni siquiera tú, Vera?

—Estoy segura que si hubiera visto algo como esto lo recordaría hasta el fin de mis días, incluso con la maldición—Respondió Vera, en tono solemne—Puedes revisar mis retratos, verás que tampoco hay nadie que se parezca a ella. 

—Uf...—Ed tomó el dibujo y lo mostró para sí—Como suponía, solo yo conozco de su existencia.

—¿No te has dado cuenta de lo que significa eso, Ed? Si solo tú puedes verla... ¡Es que ella no es más que un invento de tu cabeza! —Refutó Leonel.

—Tranquilo, hombre—Ethan tuvo que intervenir, una vez más—Aunque bien es cierto que parece difícil de creer, Ed. Hasta Bernadette piensa eso. 

"Claro, ¿y todas las demás locuras que ocurren en esta ciudad si las creen sin rechistar? Dejen de joder. ¿Qué clase de grupo no confía en su líder?" pensó Ed, entrecerrando los puños.

—No les estoy pidiendo que me crean. Solo quería mostrarles lo que vi anoche y la verdadera razón de mi desmayo. Si quieren creerme o no, allá ustedes—Concluyó Ed, quien guardó el dibujo en sus bolsillos, segurísimo de que algún día todos se tragarían sus palabras.

Leonel y Vera regresaron a sus sillas, como si nada hubiera pasado, y Bernadette se acercó a ver los retratos inconclusos que estaban esparcidos en la mesa. Entretanto Ethan preguntó:

—Bueno, entonces, ¿Cuál es el plan para salvar a Poloneira?

La sala entera quedó en silencio.

Aunque no fuera a admitirlo, lo cierto es que Ed no tenía una idea muy clara de qué hacer a continuación. Solo había pensado en pedirles ayuda, y a partir de ahí lo que saliera. 

—Hm, creo que es bastante obvio a donde debemos de apuntar—Dijo Ed, haciéndose el inteligente—Tenemos que ir al bosque, no hay otra opción. Seguro que en sus profundidades se esconden las respuestas a todo aquello que desconocemos. 

"Y, además, la vez que recordé el camino para salir de Poloneira fui directo al bosque. Esta más que claro: Si queremos salir de aquí, tendremos que cruzar sí o sí por ese lugar".

—Muy bien pensado, cerebrito—Respondió Leonel, en tono burlesco—Solo que te has olvidado de un pequeño detalle: ¿Cómo piensas explorar un bosque maldito?

—Creo que deberían de empezar investigando la biblioteca, muchachos—Dijo Vera, mientras dibujaba—Es el único lugar donde pueden encontrar algo de información útil en este pueblo, como en los viejos periódicos de la ciudad. Con suerte e incluso encuentran registros y notas de anteriores expediciones; no piensen que son los primeros en intentar explorar ese bosque. 

—Apoyo esa idea—Añadió Ethan—Además, he estado pensando en lo que nos contaste ayer sobre el héroe legendario. No sé que tan cierto sea que era inmune a la maldición, pero, de serlo, tiene que haber una explicación. Deberíamos de recolectar toda la información que podamos sobre él. Solo si encontramos la forma de contrarrestar la maldición podremos ganar—Afianzó, en tono dramático.

—Hablando de eso—Bernadette jugueteaba con un lápiz—¿Qué haremos cuando empecemos a olvidar? ¿Tienes alguna idea, cielo?

—Hm, creo que ese es nuestro principal problema ahora—"Y no lo había pensado" añadió, en su cabeza—¿Cuánto tiempo tarda la maldición en comenzar a hacer efecto?

—Un mes—Respondió Vera, de forma severa—En cada persona el ritmo es diferente, pero al mes se hace evidente para todos que las cosas comienzan a perderse.

—Entonces tenemos un mes—Ed se acercó al centro de la sala—Un mes para descubrir la verdad y salvar a Poloneira.

—¿Y si no lo logramos en un mes? ¿Tienes algún plan, señorito líder? —Cuestionó Leonel.

—No hará falta. Lo lograremos en un mes, estoy seguro—Sentenció Ed, con absoluta confianza, ante la mirada incrédula de los demás.

"Ni tú estás seguro de eso, pero ahí vas diciéndolo" Aunque la voz de su cabeza no estaba muy de acuerdo. Desde la última noche estaba más activa que nunca. 

—Bueno, ahora que hemos aclarado eso podemos comenzar—Dijo Ethan, reanudando la conversación.

—Solo esperemos que mi cielito desayune y se termine de arreglar—Refunfuñó Bernadette.

—Ya estuvimos esperando a que se despertara, Ber. Él mismo lo dijo, solo tenemos un mes—Se desquitó Leonel. 

—¡Tranquilo, hombre! El día apenas está empezando. Utilizando las bicicletas que tengo por ahí llegaremos a la biblioteca en un santiamén—Dijo ella, tranquilamente. 

—¿Tienes más bicicletas, uh? —Ethan movió la silla para acercarse a hablar con ellos.

—Una más, creo. Leo, Ethan, ¿Quién de ustedes pedalea más rápido? 

—¡Ni idea! ¿Quieres que vayamos a probarlo, hermano? 

Mientras la conversación entre ellos fluía de manera natural, Ed se alejó cabizbajo y pensativo.

—Ya vuelvo—Se despidió, llanamente, sin mirar hacia atrás.

"Lo recuerdas. No sabes que sucedió en realidad, pero si recuerdas las sensaciones que dejaron una marca en ti. ¿Qué opinas de esa pequeña visión, héroe?"

El cuarto del baño era bastante pequeño. Cada habitación del hotel tenía uno, escondido detrás de una puerta blanca ubicada en una de las esquinas. Apenas contenía un lavamanos con un espejo de medio cuerpo, un inodoro y una ducha que probablemente ya no funcionaba.

El agua comenzó a correr. Ed podía ver su reflejo distorsionado en la corriente que el lavamanos se tragaba, rápidamente y sin detenerse. Se miró en el espejo, y la visión de un hombre con el pelo alborotado y lleno de ojeras le pareció todo lo contrario al reflejo que había visto el día pasado, donde se sorprendió de su porte y buen parecer.

"Ah... ¿Qué diablos me pasa?"

Se lavó la cara. El agua goteó, con fuerza, hasta desbordarse y mojar el piso de madera. 

"¿Qué son todos estos sentimientos negativos? ¿De dónde salieron tantas inseguridades? ¿Por qué tiene que pasar por esto la persona que vino a convertirse en la leyenda de este pueblo?"

Posó rápidamente la mirada alrededor de su brazo, maltrecho por las cicatrices. Y, entonces, la sombra de su pasado se acrecentó tanto que sintió como si lo devorara, poco a poco. 

"¿Quién era yo antes?"

—¡Ah! ¡Joder! ¡Al carajo con eso, hombre! —Gritó. Mirándose fijamente en el espejo, y agarrando el lavamanos con fuerza, sentenció—No es algo que deba de importarte. Estás aquí a punto de cumplir tu sueño y eso es lo único que importa, ¿Entiendes? Te convertirás en alguien grande, ¿Comprendes?

Se golpeó las mejillas, una y otra vez, hasta que sintió las marcas de sus palmas. Tenía que  reaccionar. Tenía que terminar de despertar.

—¡Vamos, serás un aventurero legendario!—Tomando el control de sus pensamientos y emociones, se acomodó el cabello en forma de cola, buscando sentirse seguro de nuevo. 

"Eso, miéntete a ti mismo. Oculta tus inseguridades dentro de esa fachada de héroe. Ya conoces tu verdadero ser, ya no puedes huir de él."

—¡Nuestra aventura comienza ahora!—Concluyó, cerrando el chorro. 

"¿Y qué harás si al final de esta aventura lo único que encuentras es desesperación? ¿Cómo podrás levantarte luego de caer tan bajo...?"

Se arregló por completo, poniéndose una camiseta blanca y unos pantalones grises que encontró en el armario. Tomó, también, la chaqueta negra que le habían prestado. Y después de eso, Ed salió de la habitación decidido. Lo único que tenía que hacer era demostrarlo; demostrarle a los demás y a él mismo de lo que era capaz. 

Abajo, ya solo Vera quedaba en el comedor. Lo recibió cálidamente, entregándole un vaso de medicina similar al que le habían dado Leonel y Ethan con anterioridad. 

—¿No quieres desayunar antes, muchacho?

—No te preocupes—Respondió, mientras la tomaba de un trago—Por cierto, ¿Dónde están los demás?

—Ah, ya salieron. Están en el Parking, probando las bicicletas. Yo no iré con ustedes, ya no tengo la edad para moverme tan libremente y solo supondría una carga—Dijo ella, despreocupada. 

Ed dejó el vaso en la mesa y se encaminó a la salida.

—Buena suerte, muchacho. Será una larga y complicada aventura, pero yo estoy dispuesta a apostar por ti. Siempre lo estaré.

Y le regaló un cálido abrazo de despedida. 

Justo lo que Ed necesitaba.

Fue como si todos sus pensamientos negativos se esfumaran, uno tras otro. De pronto, la seguridad que poseía antes renació en su interior.

Y lo sintió de nuevo. La poderosa sensación de saber que alguien confía en ti.

—Lo lograré, Vera. Te lo prometo—Se alejó de ella, cerrando los puntos en señal victoriosa.

Al salir del hotel, el ambiente frío e inhóspito de Poloneira lo inundó. Y volcó completamente su vista hacia el fondo de la ciudad, hacia el majestuoso bosque se cubría a tempranas horas de la mañana con faldas blancas y densas. 

"Algún día, más pronto que tarde, tendré que regresar a ese bosque. Explorarlo como un aventurero digno, llegar a sus profundidades sin mirar atrás. Y cuando lo haga...estoy seguro que encontraré todas las respuestas que necesito. Algún día..."  

Y con ese pensamiento, Ed se enfiló directo a la aventura. 

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