Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4. Acuarelas del pasado

El Hotel Poloneira, además de tener un nombre simple y directo, era bastante pequeño. La palabra "hotel" le servía más como fachada: Era apenas un edificio de ladrillos de dos plantas que se abría a lo largo de toda una cuadra.

Aun así, podía darse el lujo de tener un parking en una de sus esquinas, ocupado mayoritariamente por autos polvorientos, incompletos y abandonados.  Bernadette dejó su bicicleta tirada ahí de forma despreocupada.

—No te preocupes cariño, nadie vendrá a robarla—Sonrió, mientras se acomodaba su revoltoso cabello. Ed se había dedicado a ser un simple observador en cada lugar nuevo al que llegaba. Para él, era como visitar Poloneira por primera vez.

Y quizás lo fuera, de hecho. 

La entrada al hotel resaltaba por su simpleza. Adornada con un pequeño cartel de luces al estilo americano, en su puerta de vidrio oscuro (y sucio) habían varios avisos pegados aquí y allá. Cosas como anuncios del alcalde y algún evento a recordar, pero ninguno del propio hotel en sí. Ed pensó que quizás ya no estaba en funcionamiento, pero dejaban a Bernadette vivir ahí de buena fe.

Al entrar, esta teoría no hizo más que reforzarse.

La pequeña recepción estaba tan oscura y descuidada como todos los edificios de la ciudad. A pesar de tener un ambiente más cálido que el exterior, seguía transmitiendo esa inquietante sensación de vacío que no había dejado en paz a Ed desde que recobró la memoria.

Las lámparas que colgaban del techo iluminaban tenuemente la sala, donde llanamente habían un par de sillones acomodados en las esquinas de las paredes y algunas pinturas de lirios azules cómo decoración. 

A la izquierda de la recepción estaba el pasillo que conectaba a la primera tanda de habitaciones, y a la derecha las escaleras para llegar a la segunda. En el centro, un mostrador de madera donde aguardaba la única persona que parecía utilizar ese recinto.

—¡Hola! Bienvenido de vuelta, Ed.

Una anciana regordeta y bajita se acercó a saludarlo. Su cara arrugada aun podía expresar una inocente sonrisa, y el moño blanco que conformaban sus cabellos se movía levemente mientras caminaba. La madera rechinó bajo sus pies, en tanto ella se acercaba. 

—El gusto es mío, eh... —Ed dudó al tenerla de frente. La diferencia de estatura se notaba considerablemente.

—Vera, mi nombre es Vera—Y le dio un maternal abrazo—Entonces lo has olvidado todo, ¿no?

—Sí, tristemente—Ed lo recibió sorprendido. Ella realmente era una persona dulce, al menos en su primera impresión. 

—Bueno, tampoco te pierdes de mucho. Tu estadía con nosotras fue corta en comparación—Se giró hacia el mostrador de nuevo—Lo importante es que Ber te encontró sano y a salvo. Siempre se puede iniciar de nuevo.

—Sí, muchas gracias...—Ed frunció el ceño. Agradecía su amabilidad, pero no estaba ahí solo para eso—Eh, no sé si usted...

—Supongo que Ber me ha arruinado la sorpresa, ¿no?—Dijo, encaminándose al pasillo que se abría a la derecha—Más que preguntarte algo...hay una cosa que quiero mostrarte. Una cosa que recordé en tu ausencia. 

Ed y Bernadette la siguieron detrás, a un paso lento y continuo. 

—¿No es un amor de persona? —Le habló Bernadette, en susurros—Desde que tengo recuerdos ella me acogió en este hotel y me dio todo lo que pude necesitar. ¿Sabes, cariño? Antes sentía un gran vacío al pensar en mis padres, pero ahora es todo lo contrario. Teniéndola a ella de madre, ¿Cómo podría quejarme?

"Tus padres también desaparecieron de tu memoria y de este pueblo al completo, ¿no?" pensó Ed, mientras la miraba con cierta pena. Bueno, él estaba en la misma situación: No tenía ni un solo recuerdo de su familia, y ni siquiera sabía si ellos eran originarios de ese pueblo o del exterior.

Todo lo que Bernadette le había contado solo lo confundía: "¿Venía de afuera o era un simple habitante con amnesia? ¿Tenía alguna increíble historia detrás o solo había sido una mala pasada de su mente? ¿Cuál era su verdadera identidad?"

"¿Quién era el Ed real?" 

Al final del pasillo había una puerta de madera con un cartel de "Solo personal autorizado" a medio colgar. Vera sacó unas llaves de su suéter y la abrió con calma. Al entrar, una ráfaga de aire frío les dio la bienvenida.

El pequeño cuarto era, en esencia, un sótano. Sin embargo, parecía que ella le había encontrado otro uso al lugar. Había varios estantes de acero repletos de papeles y otros objetos en cada esquina, y en el centro una mesa y un par de sillas de madera.  En medio de uno de los estantes había una cocina de gas de dos quemadores, y también habían cubiertos e incluso una cafetera.

—Aquí es donde comemos, por si no lo recuerdas—Dijo ella, sacando unas tazas de porcelana—Gracias a las granjas y las reservas de la ciudad nos alcanza para lo básico: Como costumbre, solo tenemos dos comidas al día sin ningún refrigerio. En este caso haré una excepción por la ocasión. Y, además, si realmente saliste de la niebla debes sentirte agotado como mínimo, ¿no?

—Sí, aunque ya me siento mejor. Me encontré con dos tipos antes y ellos me ayudaron. Dos tipos de nuestra edad, por cierto. ¿No los conoces, Bernadette?

—Hum...—Se llevó la mano a la quijada—De nuestra edad solo nos recuerdo a nosotros, no a nadie más. Y aunque sean unos completos galanes, solo tengo ojos para ti, cielito. 

—Uh, quizás se conocieron en algún momento, quien sabe...—Respondió Ed, ignorando como un campeón el halago.

—Aunque el pueblo sea pequeño es difícil encontrar personas—Añadió Vera—Muchas han desaparecido a lo largo del tiempo y otras se han vuelto completamente ermitañas: Solo salen a buscar comida y nada más.

Vera sirvió una taza de café para cada uno. El humo delgado y finito acompañó al olor fuerte pero dulce de un café espeso en la mañana. Aunque, probablemente, ya era más o menos el mediodía.

Los tres tomaron y se mantuvieron por un rato en silencio. Ed estaba esperando el momento de retomar la conversación y sacarle información; la curiosidad superaba a su altruismo. 

—Bueno, ¿Qué es lo que querías mostrarnos, Vera? —Se adelantó Bernadette, pegando grandes sorbos a su taza.

—Igual de impaciente que siempre, ¿eh, Ber? —Aunque ese detalle parecía causarle gracia—Tampoco es que sea la gran cosa, hija mía...Solo los desvaríos de una anciana que ha tenido un pequeño momento de inspiración, nada más.

Diciendo eso, y finiquitando su taza de café, se levantó y se dirigió a uno de los estantes.

—Creo que esta historia tampoco se la he contado a Ber, y eso que hemos vivido juntas desde que me quedan memorias. Ni siquiera la recordaba, para empezar. Fue hasta tu aparición, hijo mío, que comencé a desenterrar poco a poco esos momentos—Dijo, mientras removía algunas cajas en el fondo.

Luego, jaló una de las cajas y ojeó su contenido por encima. Con un suspiro, asintió. Había encontrado lo que buscaba.

—Déjame ayudarte—Ed se acercó y entre los dos levantaron la caja, que dejó tras de sí una gran estela de polvo. Bernadette los miró atenta, mientras jugueteaba con su taza.

—¿Qué hay en esa caja, Vera? —Preguntó.

—Ya lo verás—Respondió, y luego miró fijamente a Ed—¿Cómo crees que era la Poloneira de antes, muchacho?

—Ah...—Ed ladeó la cabeza—Pues ni idea... ¿antes de la maldición, se refiere?

—Sí, antes de toda esta locura. Cuando Poloneira era un pueblito rural sin más, de los que te podías encontrar en cualquier lugar. Imagino que era un sitio pacífico y alegre donde vivir...—Miró hacia arriba y sus ojos se perdieron entre el brillo de la lámpara—Ah... ojalá pudiera recordar, aunque sea los buenos momentos... Bueno, esta caja contiene la respuesta a esas preguntas.

Y con un rápido movimiento, Vera la abrió. El característico aroma de los papeles viejos y mohosos inundo todo el cuarto.

Lo que ella guardaba en esa caja era su colección de dibujos.

Trazados suavemente con lápiz, o de forma salvaje pero creativa con acuarelas, Ed pudo contar al menos una docena de antiguos dibujos estilizados en esas páginas.

Desde la alegría de un grupo de niños jugando al fútbol, hasta la melancolía de un día lluvioso en el centro de la ciudad. Un hermoso y frondoso bosque, pero limpio, sin ningún rastro de niebla. En uno, incluso, se podía apreciar un río azul y cristalino al fondo.

—Esta era la Poloneira de antes. La Poloneira sin maldiciones ni conspiraciones de ningún tipo—Afirmó Vera, con cierta tristeza.

—¡Buenooo! Vera, ¿Por qué no me habías dicho que eras tan buena dibujando? —Bernadette estaba más impresionada por los dibujos que por la propia historia que narraban. Ciertamente, demostraban una técnica pulida y perfeccionada por los años.

—Las pinturas que están en la recepción del hotel las hice yo también, por cierto. Gracias a ellas recuerdo a las tanto que, en antaño, esta era mi pasión. No sé ni cuantas de mis obras se habrán perdido con el tiempo, pero al menos aún conservo estas—Vera no apartaba ni un segundo la vista de ellas, como si fuera la primera vez que las veía también.

—¿Las vendías, o algo así? —Preguntó Ed.

—Estoy casi segura que no. Creo que era mi pasatiempo, sin más. Desde antes incluso que la maldición comenzara ya era dueña de este hotel. Según los registros que tengo, mi padre lo construyó y su mando me fue entregado como herencia cuando apenas tenía treinta años.

"¿Cuántos años tienes ahora?" pensó Ed, pero se contuvo de preguntar. Probablemente ni ella lo sabía con certeza.

—¿Y desde que empezó la maldición has estado cuidándolo sola? —Interrogó Bernadette, sin soltar uno de los dibujos.

—No, no. Mi marido me acompañó durante varios años en esta travesía. Hasta que, un día, simplemente desapareció de esta ciudad y de mi memoria—Ed notó como su voz se entrecortaba al decirlo—Por suerte, luego llegaste tú, hija mía. No sé qué habría sido de mi sin tu compañía.

—¡Ay, Vera! —Bernadette se apegó a ella, visiblemente ruborizada—Tú también me has ayudado un montón y lo sabes. Y ahora hasta tenemos un nuevo inquilino en casa, ¿no es eso genial?

—Uh, ¿pero ese inquilino realmente estará de acuerdo con eso?—Vera levantó la mirada hacia él—Por lo visto no es de esos que se quedan quietos en un solo lugar. Mucho menos con lo que estoy a punto de mostrarle.

—¿A qué te refieres? —Dijo Ed, profundamente intrigado.

Vera siguió sacando dibujo tras dibujo hasta que llegó al fondo de la caja. Entonces, sacó un puñado de pequeñas hojas dobladas y rotas y las esparció por la mesa.

—Esto es lo que recordé ayer, cuando escapaste del hotel.

Eran retratos. A diferencia de los dibujos de antes, esos retratos estaban hechos enteramente de lápiz y en hojas mucho más pequeñas. Ed pudo distinguir perfectamente el rostro de al menos una treintena de personas, todas con diferentes expresiones y gestos.

Hombres y mujeres. Jóvenes y ancianos. Altos y pequeños. Delgados hasta los huesos y algo regordetes. Con barba o rapados. Con el cabello largo o en cola. Sonriendo despreocupadamente o serios hasta la muerte. En esa colección había para todos los gustos y colores.

—¿Quiénes son ellos? —Preguntó Bernadette rápidamente.

—Son todos los habitantes de Poloneira que recuerdo—Respondió Vera, de forma segura—Cuando esto de la maldición empezó, mucha gente utilizó varios métodos para no olvidar ni a sus seres queridos. Yo lo que hice fue dibujarlos. No solo a mi esposo, que es ese barbudo con lentes—Lo señaló con un dedo—Dibujé a cualquier habitante que se me cruzara por la calle o viniera a este hotel, intentando ser lo más realista posible incluso con sus expresiones.

Ed se quedó asombrado. Hasta fue capaz de encontrar dos retratos que se parecían muchísimo a Leonel y Ethan, pero de niños. Probablemente, de muchas de esas personas ese era el único registro que quedaba.

—Todo esto es asombroso, Vera. Pero, ¿Por qué lo recordaste gracias a mí? —Ed sostenía un retrato de una mujer con un largo cabello lacio y anteojos, mirándola con curiosidad.

—Oh, eso debe estar por aquí—Dijo Vera, mientras hurgaba en el fondo de la caja con su mano derecha—Dime Ed, ¿ya te contaron la historia de nuestro héroe?

—¿Eh? ¿Te refieres al de la estatua? —Preguntó Ed, mirándola fijamente. Había olvidado por completo la existencia de ese extravagante personaje.

—Sí. Es una historia bastante popular por aquí, en gran medida gracias a la iglesia.

Como el rostro de Ed hizo una extraña mueca, preguntándose que tenía que ver lo uno con lo otro, Vera le explicó:

—No sé si ya los habrás visto, pero la iglesia de la ciudad está controlada por esos extraños sacerdotes con capuchas negras. No es que prediquen una religión como tal; se basan mayoritariamente en palabras de esperanza. Y el centro de su adoración es justamente ese legendario aventurero, del que cuentan todo tipo de hazañas para que la población nunca se olvide de ellas. Sean ciertas o no, funcionan bastante bien. Para muchos es una forma de vivir en paz en un ambiente tan inhóspito como este.

Vera miró la caja con atención y sus ojos brillaron, como diciendo "Lo tengo".

—¿Te sabes las hazañas que cuentan, Vera? —Preguntó Bernadette.

—No al detalle—Respondió, ocultando para si una pequeña y desgastada hoja de papel—Se cuenta de todo ahí: Dicen que salvó a cientos de personas en las minas él solito; que es el único hombre que ha vencido a la bestia del bosque y, además, es resistente a la niebla y a la maldición del olvido. Dicen que actualmente él aun está luchando en el bosque para liberarnos, y que algún día regresará a la ciudad a salvarnos. De ahí su extraño mantra: "¡1, 2, 3...eh, regresa o algo así, héroe!"

—1, 2, 3, ¡ven aquí, héroe! —Añadió Ed, en tono bajo.

—Eso. No estoy criticándolos a ellos por creer en tal cosa. La verdad es que, habiendo perdido la esperanza luego de tanto tiempo, el héroe es lo único que les queda a muchos. Sin él, no hay otra luz que nos ilumine a seguir avanzando en esta vida tan oscura que llevamos.

—Aunque probablemente sea solo un mito, ¿no? —Dijo Ed, confiado en sus palabras.

—No lo es. Realmente hubo un héroe caminando entre nosotros, al menos cuando la maldición comenzó—Le respondió Vera, sosteniendo con firmeza esa enigmática página—Nadie puede asegurar con certeza si realmente realizó todas esas hazañas, pero los antiguos habitantes de Poloneira podemos dar fe de que existió. Incluso hay fotos y registros de él en los periódicos más antiguos de la ciudad. Y, si eso no te basta, aquí está lo que es para mí la prueba definitiva.

Y con cierta elegancia, dejó caer la página en el centro de la mesa. Ed y Bernadette la miraron con inocente curiosidad.

Era otro de sus retratos. Pero esta vez Ed ya conocía a la persona retratada en él. La había visto una vez, inmortalizada en hierro.

Era ese tal héroe legendario. Sus facciones cuadradas y robustas, y ese enorme sombrero cubriéndole la mayor parte del rostro no dejaba lugar a dudas. Y, sin embargo, parecía todo menos grandioso.

La expresión de su boca, arrugada y en un arco hacia abajo, denotaba miedo.

Un profundo miedo.

—Esta es la única vez que recuerdo haber visto al héroe en mi vida. Fue antes de una de sus incursiones al bosque. Pasó por delante de este hotel y, como despedida, me regaló por unos segundos esa innegable expresión de desasosiego. Fueron suficientes para que se me quedara en la memoria y pudiera dibujarla con lujo de detalle.

Vera no apartó la mirada ni un minuto del dibujo, que ya tenía los bordes rotos y algunas partes borrosas. Bernadette también lo observaba con suma curiosidad, acaparando casi toda la vista.

—Pero todo esto lo recordé gracias a ti—Continuó Vera—Ayer, cuando decías que habías recordado el camino para salir de Poloneira, te fuiste corriendo del hotel. Y mientras corrías ibas con esa mismísima expresión: Una expresión de cansancio y un terrible pavor. Fue entonces que mi mente se iluminó y volví a recordar esta vieja historia abandonada en el polvo. 

Ed sintió un escalofrió. Tomó la hoja entre sus manos y la miró, totalmente hipnotizado. Un héroe que realmente existió, estaba ahí frente a él.

—¿Qué le sucedió a este héroe? —Preguntó Bernadette, rápidamente.

—Nadie lo sabe. También desapareció en la inmensidad del bosque y del tiempo—Vera tomó asiento, de nueva cuenta—El punto es que realmente existió alguien como él, de carne y hueso. Con sus propios temores y preocupaciones. Quizás no tuviera ninguno de esos poderes, pero su heroísmo es incuestionable. Aun a día de hoy, y a pesar de su desaparición, sigue manteniendo viva la llama de la esperanza entre los habitantes de esta desdichada ciudad. ¿Eso no te parece algo increíble?

—Sí...ciertamente lo es—Respondió Ed, absorto en su sorpresa—Pero... ¿a qué viene contarme esto?

Vera sonrió.

—Desde el momento en que Bernadette te encontró sentí que tenías una vibra diferente. No recordabas nada de Poloneira, y tus respuestas eran extrañas y cambiantes. Luego incluso escapaste de aquí siguiendo una pequeña pista que salió de tu subconsciente, y quien sabe que te sucedió después. Pero si fuiste capaz de recordarlo una vez, puedes hacerlo dos veces, ¿no?

Ed se acercó a ella lentamente. Comenzaba a entender el punto de toda esa conversación.

—Escucha, Ed. Esta ciudad necesita esperanza. No para mí, que ya me queda muy poco tiempo en este mundo. Para todos los demás, que aún tienen la oportunidad de llevar una vida tranquila y normal como la que nos merecemos. Necesitamos un nuevo símbolo. Una nueva luz. Y tú, muchacho, tienes algo especial en ti. No eres como nosotros. Estoy segura que la llave de nuestra libertad se oculta en ese enorme bosque, pero solo un aventurero sagaz podría conseguirla. Un aventurero como tú, por ejemplo.

Y tomando sus manos con firmeza, ella declaró:

—Dime, Ed. ¿Podrías convertirte en el nuevo aventurero de Poloneira? ¿En nuestro nuevo héroe?

Y entonces sucedió.

El muro blanco en su cabeza fue derribado, por primera vez. 

Y fue manchado por una acuarela de recuerdos y memorias débiles y distantes, de colores cálidos y radiantes. 

"Puedes convertirte en un aventurero extraordinario, como soñabas de niño".

Ed recordó algo de su vida pasada.

Ed recordó su sueño. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro