20. Sonrisas falsas (Parte I)
—Ed, ¿puedo pasar...?
La dulce voz de Bernadette se extendió por toda la habitación, llegándole hasta él que estaba sentado al otro lado junto a la ventana. El cielo negro y sombrío le daba la espalda, y la luna creaba una fina pincelada blanca en el suelo que se arrastraba a los pies de ella y le iluminaba directamente la cara.
"Pero... aquí hay algo extraño".
La luz del astro menor la hacía resaltar de la oscuridad, resplandeciendo en conjunto con su innata belleza. Y aun así, en su fino rostro... había desesperación. Por alguna razón, esa vez Bernadette entró a su cuarto diferente, cambiada de humor y con la mirada perdida en el horizonte.
No fue una visión que se mantuviera por mucho tiempo. Cuando entró en el cuarto ya había vuelto a su humor habitual; a su exagerada sonrisa y sus llamativos movimientos. Casi... cómo si los estuviera actuando. Fingiendo. Y eso despertó algo extraño en Ed.
"No sé de donde... pero me suena haber visto ese rostro antes, mucho antes. ¿Por qué? ¿En qué momento podría...?"
No tuvo oportunidad de darle más vueltas. Bernadette desfiló hacia él, mostrando elegantemente su vestido, y se sentó en la esquina de la cama más cercana a su posición de forma delicada y sutil.
—Claro... no hay problema —Respondió, de forma tardía. A pesar de esa rarísima primera impresión, ella lucía fantástica esa noche. Demasiado, quizás.
Como alguien de ensueño. Alguien irreal.
—¡Perfecto! —Dijo ella, cruzando las piernas y acomodando el mentón en su brazo. Sonrió, luego siguió hablando—. Espero no molestarte, cariño.
"Antes me ha llamado por mi nombre..." pensó, con el ceño fruncido. "¿A qué se debe todo esto?"
—No... no te preocupes —Dijo él, girándose en la silla para tenerla de frente. Al verla de cerca, un curioso detalle captó su atención.
"Maquillaje. Además del vestido se ha aplicado maquillaje en el rostro... Y demasiado, además. Con razón brillaba tanto desde lejos... ¿Qué estás planeando, Bernadette?"
—¿Cómo te sientes? —Preguntó ella, moviendo la cabeza—. ¿Ya no te duelen tanto las heridas?
—Eh, un poco sí —Se sinceró—. Sobre todo al moverme. Pero estaré bien, supongo...
—¡Bien! Me alegra escuchar eso, cariño. ¡Necesitamos al Ed activo de vuelta!
"Si supieras..." pensó Ed, recordando el colapso mental que estaba teniendo apenas hace unos minutos. Seguía sintiéndose mal y, realmente, no tenía intenciones de hablar con nadie. La visita de Bernadette era extraña, sí, pero solo pensaba en la forma de quitársela de encima.
—Sí... Y bien, ¿Qué es lo que quieres? —Dijo, y al momento se dio cuenta de que había sonado muy pésimo. La reacción de Bernadette le confirmó que ella también sintió lo mismo.
—Ah... Nada, nada... —Ella retrocedió, dubitativa— Solo pensé que quizás querrías mi compañía. No sé, te noté triste en la reunión y vine a consolarte —Se acercó, reluciendo sus blanquecinos dientes—. Dime, cariño, ¿pasó algo?
Ed se lamentó internamente. Tampoco tenía intenciones de contarle nada ni a ella ni a nadie. No hasta que hubiera analizado mejor su situación.
—Ah... Nada, nada no te preocupes —Fingió, intentando sonar despreocupado—. Agradezco el detalle y todo, pero... Solo estaba cansado, ¿bien? Solo eso, no necesitas consolarme.
—Oh... —Ella bajó la cabeza. "¿Quería encontrarme triste de verdad?" pensó Ed— Bueno, entonces te dejaré dormir... Es una lástima, incluso me puse este vestido para la ocasión... —Palpó suavemente los bordes dorados de su falda.
—Es el vestido que encontramos en casa de Isabella, ¿no? —Preguntó, relacionando ideas.
—¡Sí! Algo sé con seguridad de esa mujer, tenía un buen sentido de la moda —Se detuvo por unos segundos, como pensando en algo más—. Dime, ¿Qué tal luzco con este vestido? ¿Me veo bonita?
La pregunta, tan simple como era, lo tomó por sorpresa.
—Ah... bueno... —Se llevó la mano a la cabeza, nervioso. No era muy desenvuelto en esos temas—. Sí... sí, me gusta. Te luce bien... bastante bien.
Sin embargo, la respuesta le resultó decepcionante a ella. Simplemente asintió, apartando la mirada. "Bueno, eso no era lo que quería escuchar. ¿Soy tan inútil que ni con una mujer puedo hablar?"
Un silencio incómodo se apoderó de la habitación. Poloneira a esas horas se mantenía tan calmada que resultaba agobiante, y Ed ya había tenido suficientes agobios por un día. Se dispuso a decirle a Bernadette que necesitaba dormir, pero ella intervino antes:
—Oye, Ed. ¿Y si nos besamos? —Y eso fue lo que dijo, de forma espontánea y rápida.
—¿Eh? —La cara de Ed fue todo un poema. Aturdido, alcanzó a responder— Espera, ¿hablas en serio?
—¡Sí! —Se acercó maliciosamente— Aun no has dado tu primer beso, ¿no?
—Ah, bueno... eso creo... —No recordaba si lo había hecho o no, aunque conociendo su vida hasta ese momento no era muy probable.
—No te preocupes, yo tampoco. Por eso quiero probar que se siente. ¡Y quiero que sea contigo, cariño!
Ed se quedó sin respuesta. Tragó saliva, mirándola fijamente. Bernadette hablaba en serio, muy en serio.
A ver, no es que le molestara o quisiera negarse. De hecho, estaba feliz y hasta cierto punto emocionado. Alguien como ella mostraba ese tipo de interés en él... sus hormonas adolescentes le suplicaban que no dejara pasar la oportunidad.
Pero...
Todo estaba siendo demasiado repentino y extraño. Todo lo que tenía que ver con Bernadette lo era, para empezar.
Se habían vuelto novios en tres días antes de que Ed perdiera la memoria, y desde entonces ella parecía estar obsesionada con él. Aunque era bonito, pues ella era la única persona que parecía quererlo en todo el pueblo (ahora sabía que ni su familia), lo exagerado de las cosas le dejaba un extraño sabor en la boca.
Cómo si hubiera algo más detrás de todo. Algo más profundo, arraigado en ella. Y bueno, antes había sentido un ligero deja vú al verla en la puerta... Realmente, Bernadette era un completo misterio ante sus ojos.
No era el momento de pensar en eso. Bernadette tomó la iniciativa, soltándose al completo el cabello y acercándose paulatinamente hacia él. Sus miradas se encontraron, sus rostros se alinearon. Ed apretó los puños. La tenía tan cerca que sentía su respiración traspasar los poros de su rostro. Lucía igual de nerviosa que él.
Quizás por inercia, quizás para sentirse como un galán, Ed acercó su mano e intentó tranquilizarla acariciando su rostro. Tampoco es que sirviera de mucho, pues sus torpes movimientos no lograron crear la escena que tanto esperaba.
Llegó el momento. Ed cerró los ojos. Y entonces, por alguna extraña razón, pensó:
"Esto está mal, y sabes perfectamente por qué".
No tuvo tiempo de analizar ese intrusivo pensamiento. Ella tomó aire y se abalanzó sobre él, besándolo apasionadamente. Ed sintió el roce de sus labios y su aliento mezclarse con el suyo. "También se echó algo de labial. ¿En qué diablos estabas pensando...?".
Se dejó llevar, intentando sentir en sus venas el ambiente, la magia inolvidable del primer beso. Entonces...
Pasaron diez segundos y seguían besándose. A Ed le faltaba aire, pero no quería detenerla. Tampoco sabía muy bien cómo hacerlo. Quince segundos y seguían en lo mismo, Ed mirándola con los ojos medio abiertos. Veinte segundos. Veinticinco. ¿Qué se suponía que tenía que hacer en ese momento?
¿Qué era lo que tenía que sentir?
A los treinta segundos la situación se volvió insostenible para ambos. Ella paró, se levantó en silencio y se secó los labios.
—Lo siento... realmente lo siento... —Eso fue lo único que dijo, antes de irse al baño del cuarto y lavarse la cara.
Ed no reaccionó. Se quedó inmóvil en la silla, esforzándose por entender lo que había pasado. De lo que estaba seguro, su primer beso no había sido tan especial cómo soñaba.
Había sido extraño, insulso, incómodo. Ni siquiera entendía porque lo habían hecho en primer lugar.
Ni siquiera entendía que estaban haciendo para empezar.
Bernadette salió del baño, apenada. Lo miró, más fríamente que antes, y se dirigió a la puerta susurrando para sí misma. A lo lejos, parecía decir: "No debí hacer esto, no debí hacer esto..."
—Bernadette, yo... —Dijo él, levantándose lentamente de la silla.
—No te preocupes, ya no te molestaré más —Sonaba nerviosa y su voz ya no podía llegar al tono alegre y juguetón de siempre—. Discúlpame, en serio... Buenas noches.
Abrió la puerta con fuerza y la cerró, dejando un ruido seco y profundo que se debió escuchar por todo el hotel.
"Oh, vamos... Sabes que no puedo dejarte ir así... Ah, ¡diablos!"
Salió del cuarto, pero no pudo moverse a gusto debido a sus heridas. Al otro lado del pasillo ella ya estaba a unos pasos de su habitación, la última del corredor. De forma desesperada, vociferó:
—¡Bernadette, espera! —Alzó la mano—. Yo también lo siento, pero, ¿quieres explicarme que fue todo eso? ¡Bernadette!
Ella se giró, lo miró de pies a cabeza y soltó, muy alejada de su tono habitual.
—Yo... yo pensé que tú eras esa persona especial. Pero no, me he dado cuenta de que no es así. No hay nadie en este mundo que me vaya a prestar atención.
Y sin decir más, se encerró en su cuarto.
"Ah, tan fácil que es ignorarla e irme a dormir... Pero... No, no puedes hacer eso. También me gusta complicarme a veces".
Y Ed se dirigió hacia el final del pasillo, jadeando y haciendo muecas de dolor. Se arrastró de forma casi literal hasta su cuarto; cuarto que relucía en la oscuridad, cubierto de telarañas y manchas de moho en las paredes. Ed tocó la puerta de madera, que sonó hueca y desprendió varias finas alfombras de polvo, una y otra vez sin recibir respuesta.
—¡Bernadette! ¡Bernadette! —Decía, en vano.
"Sin embargo, no se ha ido a dormir o algo así. Está aquí, sentada justo al otro lado de la puerta. Puedo escuchar su respiración. Es cómo si estuviera esperando... esperando que haga algo".
Ed se resignó, recostándose en la puerta de espaldas. Las articulaciones de sus brazos gimieron, y sintió como pequeñas piezas de madera rallaban su camisa. Pero estaría más cómodo de esa forma, teniendo en cuenta que se venía una noche muy larga.
—Vale, está bien. Si no quieres hablar, está bien —Dijo, enderezando la espalda—. Pero no me moveré de aquí hasta que no hayamos hablado como se debe, ¿te parece?
No recibió respuesta. El sonido de la brisa murmullaba de fondo, y las nubes pesadas y grises pasaban como pinturas en la pequeña ventana al otro lado del corredor. Todo era tranquilidad y silencio en las tristes noches de Poloneira.
"Atención..." Ed meditó, no tenía prisa. "¿Y si todo este tiempo, eso es lo único que has buscado...? De mí, de todos..."
—Cariño, en serio... No te preocupes por mí, ve a dormir —Susurró ella, intentando recuperarse—. Yo estoy bien, no fue nada.
"Y ahí vas de nuevo... A pesar de todo, sigues insistiendo con ese tono tan vacío e irreal. ¿Esa es la verdadera Bernadette? ¿Qué es lo que piensas realmente?"
—Bueno... —Sin embargo, no sabía cómo conectar con ella—. Puedes llamarme por mi nombre, por cierto. No creo merecerme ese apodo... También lamento lo del primer beso, si eso era especial para ti.
—Tranquilo, no fue tu culpa... —Soltó un suspiro que traspasó la madera— Y no fue mi primer beso, de hecho... Ya nos habíamos dado uno, solo que no lo recuerdas.
—Ah, ¿sí? —Eso le tomó desprevenido. Se detuvo a analizarlo, luego asintió—. Oh, fue antes de que empezáramos con esto de la aventura, ¿no? Dijiste que me habías encontrado tres días antes, y en ese tiempo nos hicimos "novios".
—¡Sí! Luego te escapaste con la idea de que recordabas el camino para salir de Poloneira y, bueno, ya sabes... Volviste a perder la memoria, aunque de igual forma nos volvimos a encontrar ja, ja, ja —Se rio; mejor dicho, intentó reírse. Comenzaba a ver a través de sus mentiras.
"El camino para salir de Poloneira... " analizó, después. "Ahora que lo pienso, sonaba como un idiota. ¿Cómo iba a saber algo tan importante un inútil como yo?"
—Sabes... —Ella continuó hablando, apoyando la cabeza en la puerta—. A veces extraño ese Ed... comparándote con él, parecen dos personas totalmente distintas. Aunque, bueno, ese Ed era aun más inestable, ¡cómo si fuera posible!
—¿En serio? —Ese comentario le llamó la atención. Según entendía, ese Ed fue el que le pidió a la mujer de blanco que borrase todos sus recuerdos. ¿De verdad era tan diferente al actual? ¿De qué forma? —¿Qué fue lo que pasó entre nosotros?
—Hm, bueno, sonará gracioso porque solo fueron tres días, pero... Cuando te encontré por primera vez, la primerísima vez, eras muy extraño. Actuabas a la defensiva, te contradecías a cada rato y respondías nervioso a nuestras preguntas. Recuerdo que nos mirabas a mí y a Vera de forma inusual. Cómo si ya nos conocieras y al mismo tiempo no... Muy raro, lo sé.
Hacía frío a medianoche. Ed escuchaba a Bernadette hablar acurrucado contra la puerta, respirando aire helado y pesado. La voz de ella le hacía compañía, lo tranquilizaba aunque también le hacía dudar; ya no sonaba tan segura como de costumbre. Por mucho que se protegiera en la oscuridad, eso solo demostraba su lado más vulnerable.
—Pero, de la nada, al día siguiente cambiaste de actitud —Continuó ella, inmóvil—. En un abrir y cerrar de ojos, ¡te convertiste en alguien diferente! Eras más abierto con nosotras, bromeabas con Vera e, incluso, comenzaste a coquetear de forma muy directa conmigo...—Bernadette se detuvo, apenada.
—Oh, no tenía ni idea... —Ed también se sintió nervioso. ¿En serio había hecho eso? ¿Tenía su lado romántico y ni siquiera él lo sabía?
—¡Palabra! La verdad es que desde el principio me llamabas bastante la atención... No te creas, tampoco es que hubieran muchos chicos por aquí —Ed sintió una sonrisa natural colarse por la madera—. Pero, no sé. Tenías algo diferente a los demás. Y era la primera vez que alguien me trataba de esa forma... Fue una experiencia demasiado dulce para mí.
"Pero fue sólo un día, ¿no? ¿Cómo puedes sentir algo así en tan sólo un día?"
—Y bueno, lo demás ya lo conoces. Para que lo sepas, tú fuiste el que se animó a darme el primer beso, ¡y no fue solo uno! Pero, oh Dios santo, esos besos eran de lo mejor. Había pasión, sinceridad en ellos. Me sentía en otro planeta, viviendo algo que hasta ese momento creía imposible. ¡Y con una persona que recién acababa de conocer! Pero tú me tratabas cómo si nos conociéramos de toda la vida...
"En serio, esto me descoloca. ¿Qué diablos pasaba por mi mente en ese entonces? Ni siquiera pude dar un beso, ¿y fui capaz de hacer todo eso antes de perder la memoria...?"
—Creo que ahora entiendes mi decepción cuando sacaste la grandiosa idea de escapar. No fui capaz de detenerte y, cómo resultado, perdiste de nuevo los recuerdos y regresaste al día siguiente, cubierto de heridas y con una personalidad opuesta a la que yo conocí —Finalizó, resignada.
Viéndolo así, parecía como si él hubiera sido el causante de su actitud todo ese tiempo. De hecho...
—Bernadette, por casualidad, ¿de dónde sacaste lo de llamarme cariño? —Preguntó, buscando confirmar algo.
—¡Oh, eso! Fuiste tú él que me llamó así. Dijiste algo tipo, "puedes decirme cariño, así se dicen las personas que se aman". Y me pareció un detalle tan bonito que te hice caso, aun cuando ya no lo recordabas.
Ed agachó la cabeza. Comenzaba a sentir vergüenza de sí mismo.
"Joder... Todo este tiempo, he sido yo... Yo fui quién te ilusionó para empezar, quién te mostró un mundo que probablemente desconocías hasta ese momento. Está maldición dificulta crecer, dificulta madurar. Y yo prácticamente me aproveché de esa inocencia... Jugué contigo, ¿no? Solo te usé un día y luego cambié de parecer... Un maldito día, nada más... ¿Por qué hice eso?"
—Sabes, ya que estamos hablando de esto —La voz de Bernadette se comenzó a escuchar más difusa. Su teatro se caía a pedazos—. Creo que solo quise recuperar a ese antiguo Ed... al menos volver a sentir algo parecido. Perdón por eso...
"Y por eso quisiste llamar mi atención hoy con esos trucos. Quisiste parecer una mujer real, más madura de lo que realmente eres. Incluso desde antes, solo has buscado eso. Atención, atención que nadie más te ha dado".
—Supongo que es mi culpa, ¿sabes? No debí apegarme tanto a ti, y en tan poco tiempo. Me pasó algo parecido con Vera, ¿puedes creer? Si recuerdo donde está mi casa, pero me gustan tanto los cuidados de ella que le miento y le pido quedarme en este hotel. Y eso que la comida es sosa, ¡y las habitaciones están a nada de caerse!
"Claro, dependes de las personas porque has crecido sola. Tú familia también desapareció, y hasta hace poco no tenías amigos de tu edad, ¿Cómo no vas a querer aferrarte a los demás? Todos necesitamos aferrarnos a algo para continuar, a fin de cuentas..."
—Hay algo que me dijiste, bueno, el Ed antiguo me dijo, que no he podido olvidar...
—¿El qué? —Preguntó Ed, hablando serenamente. Ambos sonaban cansados, adormitados y en cierta forma nostálgicos. La noche había revelado parte de sus secretos, así cómo la luna se revela ante el sol para salir diariamente.
Y sin necesidad de verse las caras. Tan solo con sus palabras. Con eso, dos personas habían logrado finalmente entenderse.
—Me dijiste... Ya no lo recuerdo tan bien, que conste—Bernadette alzó la cabeza en silencio y dijo, imitando su voz—. Te he estado esperando por tanto tiempo. No volveré a dejarte ir ahora que te tengo de vuelta. Esta vez, te lo prometo, yo seré el que te salve.
Ed abrió los ojos.
"¿El que te salve? ¿Te he estado esperando por tanto tiempo? ¿Qué quise decir con eso?"
—Sigo creyendo en esas palabras. Por más que las olvides, yo sé que siguen dentro de ti, en lo profundo. Me lo demostraste aquella vez —Susurró, bostezando.
"Aquella vez... Ah, te refieres a la vez que prometí salvarlos a todos, al principio. La vez que les conté mi recuerdo del mundo exterior, y les pedí que se unieran a mi causa..."
Ahora que lo recordaba, esa vez Bernadette también había actuado de forma extraña. Fue justo antes de ver por primera vez a la mujer de blanco. Ella lo abrazó llena de sentimiento, dejando entrever su lado más oculto. En ese momento no entendió sus acciones.
"Pero viéndolo ahora... Lo hiciste porque te recordé al Ed antiguo, ¿no? Incluso me preguntaste si lo decía en serio. Probablemente te sentiste aliviada al pensar que ese Ed seguía aquí, en mi interior".
"Aunque realmente ha sido una mentira desde el principio. Al igual que tú, yo también solo he querido llamar la atención de los demás haciéndome el héroe. No tengo derecho de juzgarte ni de decirte nada, mucho menos después de lo que te hice".
—Y por eso... —Ella continuó, ladeando la cabeza— Yo sigo creyendo en ti, Ed. Sé que nos salvarás a todos y nos sacarás de aquí. Y aunque no lo logres, me has prometido que no me dejarás sola. Vas a mantener tu promesa, ¿verdad? ¿Verdad, Ed?
"Esta noche, cuando entraste a mi cuarto, simplemente estabas asustada. Asustada por mi actitud, asustada de que pudiera tirarlo todo a la borda..."
"Ahora... ¿Cómo te digo que eso es lo que pensaba hacer realmente? ¿Cómo te digo que ya no me veo capaz de terminar con esta aventura, ni de salvarlos a todos? ¿Qué debería hacer, Bernadette? ¿Qué debería decirte?"
—Yo... Yo aún no lo he olvidado, Bernadette. Aun pienso cumplir mi promesa.
Y Ed mintió.
Mintió para protegerla a ella y a los demás. Aunque esa mentira acabara con él, aunque esa farsa no pudiera sostenerse con el tiempo...
Ed estaba dispuesto a sobrellevar esa carga.
"Además, ¿no es muy extraña mi actitud antes de perder la memoria? ¿Qué me pasó para acabar así? Supongo que aun quedan muchas cosas por resolver... Y quizás entre ellas, esté la solución a todos nuestros problemas. Quizás... esté la esperanza que necesitamos".
—Hm, ¡entonces me estaba preocupando por nada! Sigues siendo el mismo Ed del que me enamoré —Se levantó rápidamente y abrió la puerta.
Al otro lado de la oscura habitación, ella sonreía.
Falsamente, pero sonreía.
"Durante todo este tiempo has ocultado tus problemas y tus miedos bajo esa sonrisa. Y parece que seguirás haciéndolo, eh. Joder, Bernadette, eres realmente terca..."
Ed sonrió de vuelta.
Otra sonrisa falsa.
De esas que son capaces de mantener la esperanza.
En la ciudad de los sueños, incluso las mentiras y las verdades se diluyen en la espesa niebla.
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