16. Mano amiga, mano enemiga
A pesar de la situación, Ed se mantuvo tranquilo todo el tiempo.
Bueno, relativamente tranquilo... según él mismo.
Por dentro, es verdad, era un desastre: El corazón le latía tan fuerte que parecía estar a punto de estallar, y su cabeza daba vueltas y vueltas en los caóticos recuerdos de "esa" noche.
Por fuera, en cambio, lo sobrellevaba mejor. Sus manos y piernas temblaban, pero su temperamento de héroe orgulloso le hacía controlarlas a la fuerza. Sudaba frío, pero no se dio cuenta hasta mucho después.
En ese momento lo único que le importaba era aquello que tenía enfrente: Esa angelical mujer envuelta en un aura blanquecina, mágica, vistiendo un elegante y robusto traje blanco y una extravagante diadema en forma de media luna en el rostro.
Su mirada era penetrante, calaba hasta en los huesos inamovible y sin parpadear, flotando unos centímetros por encima del suelo, resguardando tras de sí la oxidada puerta del colegio abandonado. Simplemente flotaba, sin decir o hacer nada más.
Imponente al mismo tiempo que celestial. Mística al mismo tiempo que atemorizante. ¿Qué diablos era, y que buscaba de él?
"No puedo dejar pasar esta oportunidad. No sé nada de ella, y no parece estar relacionada con ningún suceso de la ciudad. Es como si solo yo conociera de su existencia..."
Alzó la cabeza. Inhalando una gran bocanada de aire, apretó los puños y se encaminó hacia la entrada en silencio, retándola. No le tendría más miedo. No se daría por vencido sin siquiera intentarlo. Si de verdad quería superar a su predecesor y no terminar como él, en esos momentos críticos era cuando tenía que demostrarlo.
"Seas lo que seas, busques lo que busques, no me vendré abajo tan fácilmente esta vez. Tengo que ser fuerte, muy fuerte".
"¡Fuerte, fuerte!"
"¡FUERTE, FUERTE!"
— ¡Alto!
Su voz se expandió como el sonido de una bomba, paralizándolo. Sonaba clara y perfecta, como muy pocas voces en esa ciudad.
— ¡De-déjame pasar! —La de él, en cambio, sonó menos espectacular de lo que se imaginaba.
— No. —Respondió ella, impasible. Levantó la mano de manera elegante y segura.
Una mano blanca, angelical. Y aun así atemorizante.
— ¿¡Por qué...!? ¡Déjame en paz!
Dio un paso más y la mujer desapareció. Un momento después ya estaba frente a Ed, mirándolo por encima. No hizo algún tipo de ruido al moverse, ni ningún movimiento que revelara sus intenciones. Simplemente apareció, en algo menos que una fracción de segundo.
—He dicho que no te dejaré pasar.
El impulso echó para atrás a Ed, que reaccionó instintivamente. "Sé fuerte, maldita sea" se dijo, encorvándose. "No huirás, no huirás, no huirás..."
—¡N-no lo entiendo...! ¿Por qué no puedo entrar al maldito colegio? — Gritó. De cerca la mujer no olía a nada. ¿Qué pasaría si la intentaba tocar?
—No puedo permitir que lo veas. —Respondió, llanamente.
—¿Qué...? Ya conozco la historia del héroe, no puedes...
—Te equivocas — Le interrumpió — Ya sé que conoces la historia del héroe, pero eso es solo una parte de la historia completa. Si entras en esa aula, tendrás ante tus ojos la pieza clave de todos los secretos de Poloneira.
— ¿Qué significa eso...? —Balbuceó — ¡Si eso es justamente lo que busco, joder!
—Mentira —Sus labios se movían con extrema sutileza —Tú mismo lo decidiste, la primera vez que nos encontramos. Decidiste no saber nada y olvidarlo todo.
Ed no respondió.
No supo que responder, ni como reaccionar.
¿Así que la causa de su amnesia total... era él mismo? ¿Él había querido olvidarlo todo al principio de su aventura?
—Yo... —Alcanzó a responder, sintiéndose anonadado.
¿¡Por qué diablos había hecho semejante tontería!? ¿Es que acaso no sabía que después lucharía por recobrar su memoria de nuevo?
—No debería contarte todo esto, y aun así lo estoy haciendo. He decidido que es lo mejor para ambos —Su largo vestido revoloteaba grácil al viento — Escucha, tus decisiones te han traído hasta acá y no me corresponde detenerte. Si logras recordarlo todo de nuevo con otros métodos, no lo impediré. Ni tampoco me entrometeré con tu aventura. Lo único que si puedo y debo hacer es evitar que pongas un pie en este lugar. Eso es todo.
—Ah... ah... —Atormentado por un insistente dolor de cabeza y sorprendido por todas las revelaciones, Ed se llevó la mano a la cabeza. Un recuerdo parecía querer despertar dentro de él. Pero algo se lo impedía. Algo lo bloqueaba.
Él mismo.
"Realmente... ¿realmente es lo mejor para mí que lo recuerde todo?"
—¿Y por qué debería de creerte...? ¡El alcalde dijo que no debía de confiar en ti! —Soltó, mirándola fijamente.
No, no podía ser cierto. Claro que no lo era. No tenía ningún sentido.
Lo mejor seguía siendo recordarlo todo. Absolutamente todo.
Recordar, recordar...
—El alcalde... — Por primera vez, su tono varió un poco más allá de su común serenidad —Él conoce otra parte de la historia también, pero sigue sin ser la historia completa. Ya no puedo controlar sus acciones.
Ed respingó. Necesitaba pensar con claridad.
—De-de todos modos... ¿Qué es lo que buscas? ¿Qué es lo quieren tanto tú como ese extraño alcalde? —Preguntó, en un intento desesperado por sacar más información.
—Tampoco puedo decírtelo. Lo único que debes saber es que no buscamos lo mismo. No te fíes de sus palabras, pues son tan impredecibles como su figura. —Comenzó a alejarse lentamente de él, flotando hacia atrás — Me iré, pero quedas advertido. Si vuelves a intentar entrar, te detendré. Por lo demás, espero que no nos volvamos a encontrar.
Y después de esas frívolas palabras la mujer de blanco desapareció, tan repentinamente como había aparecido. Una suave brisa fue el único remanente de su visita.
Ed levantó la cabeza hacia el cielo. Se estiró, abandonado esa postura rígida y a la defensiva con la que la había encarado.
Soltó sus puños y giró el cuello. Entonces, suspiró.
Un suspiro largo y profundo. Luego se dejó caer en el pasto.
Y gritó.
—¡AHHH! ¿¡QUÉ CARAJOS PASA EN ESTA MALDITA CIUDAD!?
La hierba alta y áspera le dio comezón. El viento dispersó su voz, y nadie más la escuchó. Su murmullo acabó, como una voz silenciosa perdida en medio del bosque.
Bueno, para que mentir. Al final no estaba muy tranquilo que digamos.
No tardó mucho en levantarse. Había aprovechado el rato a solas para liberar sus pensamientos comprimidos y sus pesares más profundos. Y para pensar. Pensar, y mucho.
La conclusión no cambió mucho luego de ese análisis. Tenía que llegar hasta el fondo, forzar la historia, conocer su pasado por más perturbador que fuera.
La mujer de blanco parecía estar al pendiente de sus acciones, de cierta forma incluso controlando sus pasos, pero no se entrometía demasiado en su camino. Lo único que le había prohibido era entrar a ese lugar, ya ni siquiera recordar.
Y pues eso es lo que haría, básicamente. Solo esperaba que esa innata curiosidad no le fuera a pasar factura.
Atravesó el cordón policial cabizbajo, sintiéndose derrotado. No tenía sentido volver a intentarlo, la mujer iba en serio. Y lo peor, seguía sin saber cuál era su objetivo... o que carajos era para empezar.
Tantas malditas preguntas que se amontonaban en su cabeza, pero él solo podía suspirar. Y continuar como lo había hecho hasta el momento, confiando en que en algún momento llegaría su respuesta.
Al salir otra sorpresa le esperaba. Al final de la carretera, pilotando a gran velocidad, un intrépido Ethan se acercaba al colegio. Cuando lo vio de lejos reaccionó, alzando la mano. Unos segundos después ya estaba en la entrada del lugar, dejando su bicicleta tirada en el alto pasto.
—¿Cómo me encontraste? —Preguntó Ed, sorprendido. Se limpió la cara de sudor y tierra.
—Supuse que estarías aquí —Respondió él, acercándose —Me imaginé que no te quedarías quieto conociendo el lugar donde murió el héroe.
—Sí... Bueno, me atrapaste —Le sonrió, buscando su propia bicicleta con la mirada.
—¿Y qué tal? ¿Pudiste verlo? —Preguntó Ethan, con los ojos encendidos —¿Es cierto lo que decía la periodista, que su cadáver no se descompone?
Ed vaciló.
—Ah... ni idea. Para serte sincero, el lugar estaba cerrado y ni siquiera pude entrar—Mintió, aun sabiendo que era una mentira débil. Peor sería contarle la verdad, y que él pensara que estaba obsesionado con esa mujer de blanco.
—Oh... Lástima —Había cierta decepción en sus palabras, pero no quiso escarbar más —Bueno, volvamos al hotel entonces. Los demás no tardarán en llegar.
—Cierto. —Asintió. De forma silenciosa, ambos tomaron sus bicicletas y se pusieron en marcha.
Había algo que no terminaba de encajar.
—Oye, Ethan — Preguntó, mientras inconscientemente se encargaba de equilibrarse y pedalear.
—¿Qué pasa?
El trayecto había estado tranquilo hasta ese momento. Ethan no era muy hablador, eso estaba claro, y Ed tampoco, por lo que ambos simplemente se habían encargado de conducir y conducir a través de las agrietadas calles y las vacías residencias, observando el panorama y sintiendo la brisa en un profundo e hipnótico silencio.
Sin embargo, Ed le había estado dando vueltas a un asunto sin importancia, quizás como medida de escape ante las agobiantes palabras de la mujer de blanco.
—¿No querías verlo? —Dijo, alzando la voz. Ambos avanzaban juntos, pedaleando a la misma velocidad.
—¿El qué? —Respondió él, curioso.
—El cadáver del héroe. Si ya sabías a donde iba, pensé que me habías seguido para verlo también.
—Oh, eso... —Ethan le restó importancia, despreocupado—En verdad no me interesa. Ósea sí, pero no es que quiera verlo. Me daría hasta algo de asco. Imagina ver una persona colgada, con el rostro morado y la cara retorcida... —Hizo una mueca de repudio —Lo siento, no es para mí.
"Hm, con que es eso. No eres morboso como los demás, eh..."
—¿Y por qué me has seguido entonces? —Reaccionó— Si no tenías intención de verlo, ¿para que venir hasta aquí?
Ethan dudó. Ambos cruzaron una intersección, dirigiéndose a la izquierda en un giro rápido y hábil. Unas cuadras más y habrían llegado hasta el redondel de la estatua.
—La verdad es que ni yo lo sé. Ya había terminado de preparar todas las cosas para la excursión a las minas, no tenía nada más que hacer y supongo que decidí seguirte... por alguna razón.
—Uh, bueno... no hay que buscarle mucha lógica, ¿no? —Ed suspiró, mirando hacia el frente.
—Supongo... —Ethan sonrió, vacilante— Siendo sinceros... creo que te seguí para vigilarte.
—¿Eh? ¿Vigilarme? —Ed lo miró extrañado.
—Sí, vigilarte. Vigilar que no te metas en problemas... — Respondió, apenado —Eres nuestro líder. Si algo te pasa, no sabremos que hacer.
—Bueno, tiene sentido... — Ed se rascó la cabeza, reflexivo —Eres bastante protector, ¿no, Ethan? Siempre cuidas de los demás.
—Al parecer. No es primera vez que me lo dicen —Ethan pareció perder la concentración por un momento, pues su bicicleta tambaleó— Desde que conocí a Leonel creo que he sido así, casi inconscientemente. ¿Recuerdas lo que te conté, que vivíamos en casa de mis padres?
Ed asintió.
—Pero tú no tienes recuerdos de ellos, ¿no? —Preguntó.
—No, y ese es el punto —Ethan se desperezó en la bicicleta, pedaleando lentamente —No es que lo recuerde muy bien, pero... Por mucho tiempo olvidé lo que es ser querido y querer a los demás. Mis padres desaparecieron de mi vida no sé ni cuándo, y lo último que recuerdo es a un Ethan solitario, llorando en una enorme casa que de pronto se había quedado vacía y él no entendía el por qué. No lo comprendía. Esa casa se convirtió en un doloroso recuerdo de lo que había perdido.
Ed dejó de pedalear para posicionarse a su lado, escuchándolo de forma serena.
—Mi papá fue quien me dejó el reproductor de VHS y una colección entera de películas. Las miraba una y otra vez, día y noche, tanto que incluso me quedé un poco ciego. Estos lentes son de mi papá, los había dejado guardados en un viejo cajón. Menos mal, pues sin ellos no vería un carajo — Se rio, acomodándose las gafas cuadradas y negras —Pero bueno, le agradezco enormemente ese regalo de despedida. Gracias a eso aprendí una cosa realmente importante.
—¿El qué?
—El valor de las personas — Sonrió —Sé que suena muy tonto, pero... Al ver como todas esas personas detrás de la pantalla interactuaban, hacían amigos, se enamoraban, peleaban pero siempre se reconciliaban... Todo eso se veía tan, tan bonito... Y luego estaba yo, más solo que nadie, atrapado en esas aburridas paredes y este apestoso pueblo. No tenía a nadie, ni a nadie le importaba. Que sensación más horrible —Su mirada se perdió en el amplio cielo.
—Me imagino —Respondió a secas.
—Hasta que un día me cansé de eso. Y salí. Sin ninguna razón ni motivo, solo para librarme de ese agobiante paisaje. Imagino que en una de esas salidas conocí a Leonel... Ya no lo recuerdo, y tampoco es que importe mucho la verdad. Había conseguido una persona en mi vida, y eso era todo lo que necesitaba.
Ed lo miró, insinuante.
—Oh, no me malentiendas — Ethan lo negó con la mano —Nuestra relación es más como de hermanos, por decirlo de alguna forma. Nos hacemos compañía mutua pues no tenemos a nadie más. O no teníamos, hasta que te conocimos a ti y a los demás.
—Así que se trata de eso... — Ed sonrió — Proteges a los demás pues no quieres volver a perder a nadie.
—Supongo que sí... Haría lo que fuera por no volver a sentirme solo otra vez — Ethan suspiró — Por eso, al principio estaba un poco reacio de ayudarte con tu plan.
—¿Por lo peligroso que es?
—Sí y porque, de lograrlo, no sé qué mundo nos espera allá afuera. Como te dije esa vez, yo estoy bien así. Me siento cómodo con esta vida. Podría estar mejor, sí... pero también podría estar peor. Enfrentarme a cambios radicales como esos solo me genera inseguridad, pues la mayoría de veces significan perder algo o alguien. ¿De qué me sirve escapar, si en el mundo exterior solo seré un infeliz más? Por eso, siento que actúe muy a la defensiva contigo al principio... Lo siento.
—Oh, no te preocupes —Ed lo palmeó, manteniendo el equilibrio con la otra mano. Aunque ese pensamiento le pareciera un poco extremista, creía comprender su punto. "Y además creo que me he ganado un poco su confianza... Es igual que Aurora, cuanta más confianza tenga más hablará".
—Bueno... — Ethan le devolvió la palma de forma amistosa, sonriendo —Pero si decidimos seguirte al final es porque confiamos que el riesgo vale la pena. Que el cambio solo será a mejor. Y que nos llevarás de excursión algún día a todos los lugares tan bonitos que mencionas.
—Y así será, puedes estar seguro de eso —La suave brisa traspasaba sus cuerpos de forma agradable y placentera. Por suerte, ya se sentía más tranquilo que antes.
Ambos retomaron velocidad y se enfilaron al amplio redondel de la estatua. Dieron la vuelta completa hasta el otro extremo para incorporarse a la calle hacia el sur que los llevaría directamente al hotel de Vera, punto de partida de la siguiente aventura.
Y mientras la bicicleta se inclinaba y ambos ganaban velocidad, y la extravagante estatua del legendario héroe se perdía de reojo en las pupilas de Ed, este pensaba.
"El héroe... Al final de todo, parece que aún no conozco todo de su historia. Ni siquiera pude averiguar bien quién o que era la mujer de blanco... Tantos detalles, tantas personas, y yo ya ni estoy seguro de si creer en mí mismo y en mi pasado... Todo esto es tan frustrante. Menos mal aún tengo personas como Ethan a mi lado, personas dispuestas a ayudarme y a protegerme. Una mano amiga, en medio de tantas manos enemigas".
En eso pensaba. Pero el momento analítico no le duró demasiado.
En medio del giro perdió la concentración y el equilibrio, y su bicicleta prácticamente derrapó a escasos centímetros del suelo, donde estuvo a punto de chocar. A duras penas se recuperó a tiempo, deteniéndose a la fuerza colocando el pie en la acera de la calle.
Ethan se acercó rápidamente.
—Oye, ¿estás bien? —Preguntó, pero su rostro en vez de estar preocupado parecía estar a punto de reírse. Ed lo notó sin falta.
—Si quieres reírte, hazlo. Yo estoy bien, solo siento que me raspé la rodilla —Le respondió, con las manos aún temblorosas.
—¡No...! No es eso, te lo juro... ja, ja, ja — No pudo resistirse, soltando una débil carcajada. Luego apartó la mirada, apenado —Oh, Dios... te hace falta práctica, ¿eh? Tienes que acostumbrarte, es el único medio de transporte que tenemos...
—Pues yo siento que no lo hago tan mal —Renegó, recuperando la compostura y enderezándose.
—¿Quieres probarlo? — Soltó Ethan, con los ojos emocionados —Una carrera. Desde aquí hasta el hotel de Vera. No estamos a muchas cuadras del lugar, y es todo recto. ¿Qué te parece la idea?
El primer pensamiento de Ed fue de absoluta extrañeza. "¿Qué te crees, que somos niños?", pero, por alguna razón terminó aceptando. Tenía que hacer algo para recuperar su imagen, ¿no?
—Bueno, está bien — Sonrió, despreocupado —Pero esta vez si no me contendré, te lo aseguro — Se perfiló, en modo retador.
—No necesitas hacerlo. Esto te enseñará a no subestimar a los demás —Afirmó Ethan, picante. "Pues si que ha ganado confianza en el rato, demasiada confianza..." se dijo Ed, para sus adentros.
—Pruébalo con palabras — Pero eso tampoco es que le molestara. En lo absoluto. — A la cuenta de tres. ¡Uno, dos, tres...!
Al final ni siquiera se fijaron en quien ganó.
Cuando los demás llegaron al hotel, se encontraron con un Ed y Ethan exhaustos, tendidos en los sillones del hotel sudando como nunca.
—¿Qué es lo que han hecho...? ¿No eran los más tranquilos del grupo? — Preguntó Aurora, esbozando una sonrisa. Traía en sus brazos un enorme manuscrito, enrollado y pálido.
El mapa de las minas de Poloneira.
El próximo destino del grupo. Y la primera aventura en serio que vivirían en la enigmática Ciudad de los Sueños.
Cuando Ed reparó en esto, fue como si el cansancio desapareciera y lo reemplazara una repentina energía. Estaba emocionado. Muy, muy emocionado.
Aunque, al igual que todos los presentes, en el fondo un extraño miedo lo inquietaba.
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