Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9. Ella es mi novia

Capítulo 9

Ella es mi novia

⭐⭐⭐

—¡¡Ah!! Ya por favor, detente me está doliendo ¡Ah! ¡Siento que me voy a morir!

Mis gritos resonaban por toda la habitación, no podía detenerme mi cuerpo dolía demasiado. Sentía que cada musculo me dolía al tacto de sus manos, era horrendo.

—Ya deja de gritar que solo te estoy dando un masaje —espetó mamá sentada a mi lado y masajeando mis piernas; las cuales estaban extendidas sobre la cama—. Ya deja de moverte, Estela —sentenció dándome una nalgada y yo volví a gritar.

Ella no entendía mi dolor; mis quejidos eran porque cada centímetro de mi existencia quemaba y no podía quejarme porque eso era el resultado de toda una tarde ensayando baile. Yo, un ser que no servía para nada más que para dormir, pasé toda la tarde "bailando" con las chicas y aunque ellas dijeron que no lo hacía mal debíamos tener disciplina para sí lograr nuestros objetivos.

Seriamos un grupo de chicas que además de cantar, bailaba súper Cool.

Eso me tenía muy entusiasmada, no obstante, toda esa adrenalina que tenía acabó apenas llegué a casa y me di cuenta que no podía caminar, mis piernas simplemente dejaron de funcionar así que por eso ahora nos encontrábamos en mi cuarto, yo acostada boca abajo sobre mi cama y mamá tratando de aliviar mi dolor con sus masajes.

—Mami, me muero —lloriqueé exagerada y escuché la risa ronca, medio perezosa de mi querido hermanito.

—Vamos Estela, no seas llorona —dijo sentándose en la cabecera de la cama—. Mi primer día de práctica también llegué tieso, pero no fui tan llorón.

—Tu eres tú y yo, soy yo. No somos iguales —dije volviendo a gritar porque mamá hizo presión en mi espada baja.

—Chicos no empiecen —advirtió mamá y yo mejor enterré mi cabeza en mi almohada—. Y si te duele tanto, Estela ¿Cómo fue que caminaste hasta aquí al salir de la escuela? —cuestionó ella. 

No le pude responder porque volví a gritar.

—No lo hizo —contestó Brandon—. Yo tuve que cargarla en mi espalda todo el camino hasta aquí.

Y fue verdad, al final me sentí tan débil para moverme, pero fingí frente a mis amigas que estaba bien y les ordené como la líder que era, que se marcharan a sus casas ya que era tarde y ellas también estaban cansadas. Cuando me quedé sola en el salón de baile me derrumbé, caí al suelo y se me hizo imposible volver a levantarme así que me vi obligada a arrástrame por el piso hasta salir del salón, y me quedé frente a la puerta del otro salón que era donde estaban los chicos también practicando. Ahí me quedé unos minutos hasta que ellos terminaron y cuando salieron fue mucho el susto que se llevaron al verme tirada en el piso. También fue vergonzoso, aunque, me daba igual, solo quería que mi cansado hermano me salvara.

—Y tu bebé ¿Estás mejor? —le preguntó a Brandon y al escuchar eso levanté la cabeza y lo miré, este hizo una mueca de desagrado.

—Sí, solo me duele la espalda porque cargué un costal de papas llorón —bufó y traté de moverme para golpearlo o algo, aunque no pude porque me dolía el cuello así que volví a gritar.

—Estela, quieres que yo te dé un masaje de esos que matan gente —inquirió y comenzó a mover sus manos de una forma maliciosa. Cogí la almohada y se la arrojé al rostro para detenerlo, éste solo comenzó a reírse.

—Por qué no mejor me ayudas con el canto —propuse y éste me miró con confusión.

—Para que quieres que te ayude si ya tú sabes lo básico, o se te olvida que cuando éramos niños mamá nos inscribió en unos cursos de canto —recordó al tiempo que mamá se levantó de la cama y salió de mi cuarto tras haber escuchado la voz de papá avisando que llegó.

—Si lo sé, pero eso fue hace tiempo y yo solo retengo en mi memoria lo que me conviene y lo que no sirve lo desecho —dije dándome vuelta con sumo cuidado, para así quedar boca arriba.

—Sí, así como desechaste todo mi dinero.

Tomó asiento sobre la cama.

—Dos cosas Brandon: primero, no era tu dinero y segundo tampoco era mucho, que crees que no sé qué vendes tus canciones y que por eso tienes un fajo de billetes escondido debajo de tu cama —confesé y éste me miró con recelo—. Tranquilo, no pienso decirle a mamá, pero para qué estás guardando ese dinero.

—No sé, quizás para nuestro futuro, no podemos dejarle todo a nuestros padres.

—Hmm comprendo —susurré colocando mi cabeza sobre su pierna y usándola como almohada—. Entonces yo también debería hacerlo, debería conseguir un trabajo y así podemos ayudarlos los dos, como los gemelos falsos que somos —Me reí al recordar que para el gobierno y las demás personas somos gemelos, lo que no sabían era que yo era adoptada.

Mis padres también tenían sus secretitos.

—Ni lo pienses, Estela —exclamó con seriedad—. No vas a buscar trabajo, por lo menos aún no, eres menor de edad y si mamá se entera te mata y de paso a mí por meterte ideas.

Nos quedamos en silencio mirando hacia el techo en el cual tengo pintada una constelación de estrellas y una inmensa luna donde está la imagen de mi familia, esa fue la primera foto que nos tomamos todos juntos. Yo tenía ocho años cuando nos tomamos la foto en la playa.

Unos toques en la puerta captaron nuestra atención y visualicé a mi papá recostado en el marco de la puerta y observando con nostalgia a sus bebés.

—Su mamá, me contó que ambos están integrando grupos de canto y que están así de adoloridos porque también tienen que bailar —dijo con una sonrisa en sus labios y noté como varias arrugas aparecieron alrededor de sus ojos.

—Sí y Estela no ha parado de quejarse —añadió Brandon y papá se rio.

—Sería muy extraño si no lo hiciera, hijo —bromeó a lo que mi hermano asintió. Papá se acercó hasta nosotros y vi que puso sobre la cama una bolsita platica color rosa.

—¿Qué es eso, doctor Jacob? —murmuré tratando de levantar un poco mi cuerpo.

—Es para ti, Estela —Tomé con entusiasmo la bolsita, la abrí y me alegré mucho cuando vi una camiseta blanca que tenía un estampado muy chulo, decía: "Él me robó un beso" en letras grandes y en unas letras pequeñas añadía "y luego otro y otro más" junto con unos labios color rojo.

—Gracias, papi —chillé alegre y traté de abrazarlo, pero no lo logré ya que el dolor fue tan fuerte que sentí que se me tensó el cuello; mientras mi padre y hermano se burlaban de mí.

—Y esto es para ti —Papá le extendió a Brandon una caja que dejaba ver muy claro lo que contenía en su interior—. Me dijiste que tus audífonos no funcionaban, así que te compré estos —aclaró y mi hermano le agradeció con una sonrisa.

—Estela ya regresé —informó mamá, acercándose a mi cama con la intención de seguir torturándome. De inmediato traté de huir y mi cuerpo se encalambró a tal punto que me quedé tiesa y solo pude gritar por ayuda.

Las risas se escucharon de nuevo junto a un comentario de mi padre.

—¡Esa es mi hermosa estrellita!

Esa noche fue muy dolorosa para éste pobre ser de hidrógeno y carbono, aunque gracias al cansancio me quedé fácilmente dormida.

⭐⭐⭐

A la mañana siguiente, ya me pude levantar de la cama y caminar, aunque con mucha dificultad. Me puse la camiseta que papá me regaló junto con una falda negra y unos botines de tacón también negros. Bajé las escaleras y no alcancé a llegar cuando el metiche de mi hermano me hizo uno de sus comentarios.

—Vaya, vaya, parece que hoy alguien se arregló mucho ¿No crees mamá? —expresó caminando hacia el comedor en el cual, se encontraba mamá colocando unos platos con comida.

Ella me escaneó de pies a cabeza.

—Sí, hasta se maquilló tierna —añadió ella con una sonrisa divertida y yo me encogí de hombros dando una vueltica para lucir mejor mi outfit. Brandon quiso colocar su mano en mi cabeza, pero se lo impedí con un manotazo ya que lo conocía y no iba a permitir que me despeinara. Me había esforzado mucho arreglándome esa mañana como para que ese ser parecido a un remitente oscuro, me dañara tanto esfuerzo.

Al contrario de mi hermano quien siempre llevaba una pinta despreocupada, con colores oscuros y sin peinarse, yo era demasiado compleja a la hora de vestirme.

—Claro que me arreglé, no ven que me puse el regalito del doctor Jacob —aclaré con orgullo de mi linda camiseta y Brandon intervino.

—No, chama no me refiero a eso —Negó con la cabeza y luego señaló la parte de abajo de mi cuerpo—. Estás usando falda —Miré mi falda con mucha confusión y luego lo escuché añadir—. Tu no sueles usar faldas, solo las usas cundo vas a salir con un chico.

Me quedé pasmada, ese metiche tenía razón, yo no usaba faldas porque me resultaban incomodas, pero tenía la costumbre de ponérmelas para salir con alguien. Brandon se burló victorioso y caminó hacia el comedor. Reaccioné recordando que inconscientemente me vestí como si estuviera emocionada por salir con Ian, como si fuéramos a tener una cita amorosa.

En que estaba pensando, nosotros solo íbamos en plan de negocios, solo eso.

Caminaba entre unos cuantos estudiantes y a mi lado iba mi hermano quien luego de un rato desapareció apenas pisamos la entrada de la escuela. Me quedé de pie en la entrada esperando a que el señorito Ian llegara, esperé y esperé, sentí que esperé una eternidad tanto que creía que me volvería una loca de tanta desesperación.

Justo cuando pensé que ese tonto me había jugado una broma y que no iba a llegar nunca, fue cuando el rubio, piernas largas apareció corriendo hasta llegar cerca de mí. Coloqué las manos en mi cintura como señora regañona y lo miré molesta, éste estaba tan agitado debido a los kilómetros que corrió que no le dio importancia a mi intimidante postura.

Él solo se recargó sobre la pared y trató de normalizar su respiración, relajé mi postura un poco porque me entró la curiosidad de saber por qué rayos había llegado a la escuela corriendo.

—¿Por qué viniste corriendo?

Él tomó una fuerte bocanada de aire y luego habló con la mirada fijada hacia el frente.

—Me retrasé un poco llevando a mi abuela a sus clases de danza y por eso perdí la ruta del autobús —explicó y luego dirigió su mirada azul hacia mí. De inmediato su entrecejo se arrugó y sus labios se curvaron hacia abajo.

—Ian ¿Por qué me miras así? Acaso tengo algo en el rostro —cuestioné con seriedad y él negó deslizando sus manos entre su cabello logrando que éste se despeinara aún más.

—Por qué tengo tan mala suerte —se quejó sonando exhausto y yo me crucé de brazos a la par que le daba una mirada de indignación—. Estela, por qué de todos los días justo hoy tenías que ponerte esa camiseta —dijo con fastidio.

Otro que me molestaba por mi ropa.

Miré ceñuda a Ian y no pude evitar enojarme. Esa camiseta me la había regalado mi papi y yo estaba usándola con mucho orgullo.

—Qué tiene de malo mi camis... —corté mis palabras ya que observé que Ian tenia puesta una camiseta blanca que decía: "Ella me robó el sueño" y en unas letricas pequeñas añadía, "y ahora solo sueño con ella" con la misma tipografía y frases que se asemejaban a la mía.

¡Santa virgen de la papaya!

Mi boca cayó abierta al darme cuenta de que mi linda camiseta era un conjunto de pareja. Ya que Ian y yo estábamos usándolas.

—¿Y eso qué? —Exclamé recuperando mi postura—. No le veo ningún problema a que tengamos la misma ropa.

—Ningún problema —Se rio con sorna—. Déjame recordarte que hoy vamos a ir a un lugar juntos y estamos vestidos como si fuéramos pareja —aclaró resaltando lo último.

—Eso no importa ¿Quién en su sano juicio pensaría que tú y yo somos novios? Ni que yo tuviera tan mal gusto.

Yo y mi gran boca.

—Estela tú de verdad eres un... pequeño fastidio.

Una risa nerviosa salió de mí y vi como Ian, comenzó a buscar algo dentro de su mochila, luego de rebuscar sacó de su interior una chaqueta de jean y se la colocó. Su intento de ocultar la camiseta funcionó a medias ya que la chaqueta tenía la cremallera dañada y por lo tanto la parte delantera de la camiseta y su hermoso estampado se podía ver con claridad.

—Ya no importa, vámonos.

Él acomodó su mochila sobre su espalda de nuevo y sin decir nada más comenzó a caminar alejándose de la escuela. Rodé los ojos y lo seguí, se me hizo un poco difícil de seguir el paso.

—¿A dónde se supone que vamos?

—Solo camina, pulguita.

—Ya te dije que no me llames así, a ti no te gustaría que te llamara tuerto a cada rato —exclamé caminando detrás de él y observando su trasero. Ian introdujo sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta y se giró un poco para verme.

—Me gustaría que me llamaras de otro modo —dijo con una sonrisa divertida y volvió a ver hacia el frente caminado de una manera despreocupada.

—¿Qué modo? —cuestioné haciendo mi mejor esfuerzo por alcanzarlo—. Prefieres que te llame tonto —De repente se detuvo en seco haciéndome chocar contra su espalda. Me aparté sobándome la nariz y lo miré.

Él estaba de pie, intercalando su mirada entre el reloj en su muñeca izquierda y la carretera, Ignorando por completo mis comentarios. Esa mañana era bastante fresca y con mucho viento así que mi cabello se volvió uno mismo con el aire.

Pasamos unos cuantos minutos esperando en completo silencio a que el autobús pasara, no era un silencio incomodo era solo silencio de no tener nada más que decir. El autobús llegó y ambos subimos, este estaba repleto de gente con todos los asientos ocupados, no quedaba espacio para un alma más en aquel autobús. Tuvimos que ir de pie y cada uno se centró en algo; él se colocó unos audífonos y comenzó a escuchar música y yo por mi parte navegué en mis redes sociales.

Luego de un tiempo miré de reojo a Ian y noté que estaba observando a alguien con cara de toro enojado. Me dio tanta intriga saber qué pasaba que, cuando me giré para ver bien, lo encontré sacándose la chaqueta, y luego sin dar ninguna explicación, rodeó mi cintura con sus brazos dejándome congelada.

Mi cuerpo se erizó y sentí un revolcón en mi estómago, que hizo que mis manos sudaran.
Él amarró la chaqueta en mis caderas y luego se alejó.

Reaccioné y mi cerebro comenzó a procesar la información. Ian estaba mirando mal a un hombre como de unos treinta años; que estaba sentado atrás de mí y luego cubrió mi traserito con su chaqueta.

Sospechoso.

Sentí que mi sangre comenzó a hervir y exploté. ¿Cómo era posible que ese estúpido se atrevió a mirarme tan descaradamente y nadie le decía nada?

—¡Pervertido! —grité y como loca comencé a vociferar que ese hombre asqueroso me estaba mirando.

Hubo un desmadre dentro de ese autobús, las personas comenzaron a reclamar y yo estaba como una desquiciada tratando de aniquilar a ese morboso arrojando puños y patadas, pero casi no logré hacerle nada ya que Ian me sostenía de la cintura con fuerza; según él para evitar que saliera lastimada, eso me importó un comino. Seguí así hasta que el conductor del autobús nos bajó según él porque éramos unos adolescentes buscapleitos. Eso me enojó aún más, se suponía que debía bajar a ese hombre y lo que hizo fue acusarme de vestirme de manera provocativa.

Ahí a un lado de la carretera principal, con autos pasando a toda velocidad estaba yo hecha una fiera y reclamando a los transeúntes ¿Por qué la sociedad es así? Como es posible que una chica de diecisiete años no se pueda vestir como le gusta ya que, si sale a la calle y alguien se sobrepasa, pide ayuda a los adultos y estos solo le echan la culpa y la juzgan por su manera de vestir.

¡Ugh! Bendita sociedad, por eso es que no prosperan.

Por culpa de personas tan cerradas como esas, es que las mujeres tienen miedo de salir a la calle ya que viven con el temor de salir lastimadas, cuando no debería ser así.

Sentí la mano de Ian sobre mi hombro y me giré para ver.

—¿Estas bien? —preguntó con cara de preocupación. Respiré profundo e intenté calmarme.

—Físicamente sí, pero mental no —expresé aun molesta—. En mi cabeza hay un fuerte lio así que mejor llévame donde sea que vamos, antes de que me convierta en un zombi come gente y te coma a ti —murmuré comenzando a caminar.

—Oye —Lo escuché llamarme y me giré para encararlo—. Esa no es la dirección —Señaló con su cabeza mi lado contrario así que me vi obligada regresar.

Él balbuceó algo entre dientes y lo miré con los ojos entrecerrados, pero él sola me evadió.

—¿Que dijiste?

—Nada —dijo mirando hacia a todos lodos menos a mí—. El lugar no está muy lejos, no te importa caminar —inquirió regresando su mirada a mis ojos.

—No —Negué cansada—, prefiero caminar que volver a subirme a un autobús, con esa gente tan desagradable —murmuré y ambos comenzamos a caminar.

Varios kilómetros después una Estela despeinada, sudada y con todo el maquillaje corrido suplicaba que el lugar donde Ian se detuvo por décima vez fuera el dichoso bar que se suponía era nuestro destino.

Cansada me detuve junto a él y vi que este sin esperarme entró al establecimiento. Antes de entrar observé mi reflejo en la puerta para así tratar de arreglarme un poco. Ya con una imagen más presentable ingresé y me sorprendió lo grande que era en su interior. Estaba vacío por supuesto y solo había una chica como de veinte años limpiando las mesas.

El bar tenía una iluminación violeta que contrastaba con el color de las mesas que eran de vidrio y las sillas eran de un color morado. En una esquina había una gran barra y detrás estaba una estantería repleta con miles de bebidas que desconocía su existencia.

En ella había un hombre de barba cerrada no muy alto y de contextura musculosa, estaba lavando unos vasos y frascos donde supuse, mezclaba los líquidos con los que se hacen los cocteles.

Miré alrededor y encontré a Ian conversando muy alegre con esa chica así que me acerqué para hacerles compañía. Al llegar la conversación que les provocaba risitas se acabó y en cambio me gané una mirada muy extraña de la chica pecosa y peli roja frente a mí.

—Ian, a lo que vinimos —espeté cruzándome de brazos y él solo re rio.

—Mari, me estaba informando que el gerente está en su oficina y que podemos pasar —explicó Ian de una manera calmada y yo me emocioné.

—Vamos —chillé y escuché una risita burlona de la chica frente a mí, lo que casi me arruina el momento, pero no le di importancia y jalé a Ian por el brazo logrando llevármelo. 

Atravesamos el lugar y llegamos hasta una puerta que tenía un letrerito que decía "Oficina Gerente". Ian tocó y se escuchó una voz ronca y gruesa decir "Adelante".

Ambos ingresamos juntos y en el interior de esta; estaba un señor como de cuarenta años sentado en un sillón de cuero, el hombre era rubio, casi calvo y un poco subido de peso. Frente a él estaba un escritorio lleno de documentos y un ordenador de color negro. La iluminación no era muy buena ya que la oficina no contaba con ventanas o algo parecido solo tenía una lámpara de techo. Lo bueno era que si tenía aire acondicionado.

El hombre a penas nos divisó se colocó de pie y corrió para abrazar a Ian de una manera muy efusiva. Después de un caluroso abrazo el hombre se apartó un poco de Ian y con una sonrisa en su rostro habló:

—Muchacho, cada vez que te veo estás un poco más alto. ¿Con qué te alimenta Sonia que hace que crezcas tanto? —bufó con emoción—. ¿Hace cuánto que no me visitas? Desde me traicionaste y te fuiste con ese inepto de Saúl ya nunca vienes a mi bar —se quejó y luego tanto él como Ian se carcajearon.

—No, Carl. Sabes que yo nunca te traicioné —expresó Ian sonriendo.

—¿Que no lo hiciste? Entonces por qué tú y tus amigos están cantando en su bar y no en el mío ¿Eh?

—Fácil, la ubicación del de Saúl está más cerca de mi casa.

—Aún sigues prefiriendo caminar para no desperdiciar dinero —concluyó el hombre. Yo ya estaba aburrida, de que ellos conversaran y yo estuviera ahí parada como estatua siendo ignorada por ellos. Es por eso que tosí un poco para llamar su atención y vi como el hombre se sorprendió ante mi presencia.

—Hola, mucho gusto señor, soy Estela —extendí mi mano la cual el hombre estrechó de inmediato.

—Oh, es un placer conocer a tan hermosa niña —Sonrió y le dio una mirada de complicidad a Ian—. Parece que andas con muy buenas compañías, Ian —comentó entre risas.

—Gracias, sabe estamos aquí porque necesito su ayuda —Tomé la iniciativa. El hombre asintió y comenzó a arreglar un poco el cuello de la camisa azul turquesa que llevaba puesta.

—Claro, lo que sea para la novia de mi amigo, Ian —exclamó de repente dejándome sorprendida—. Siempre he querido que salga con chicas, se enamore y disfrute de un amor juvenil, pero éste niño siempre ha estado reacio a conocer el amor. Es por eso que me alegra mucho que tú seas su novia y solo por eso te ayudaré en lo que sea; no importa de que se trate, estoy seguro de que eres una chica fantástica, si el accedió a estar contigo es por eso y porque te quiere —dijo y luego miró serio y un tanto expectante a Ian—. Por qué la quieres ¿Verdad?

Silencio...

Fue el momento más incómodo de mi vida, sentí que mi estómago se me revolvió a tal punto de que sentí mis manos sudar por la presión del momento y prácticamente me quedé muda, no podía hablar o pestañar. Ahora si parecía una estatua.

Ian reaccionó y con una sonrisa afirmó.

—Si, por supuesto que la quiero, es por eso que... ella es mi novia.

¿Espera que? ¿Si escuché bien? él dijo que me quería, que yo era su novia.

¡Que era su novia!


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro