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23. El campamento

Capítulo 23

El campamento

⭐⭐⭐

Otro día soleado en Beaufort, viernes para descansar de las clases y divertirte con tus amigas, pero no, como era costumbre en mi vida, debido a los exámenes finales estuve varios días estudiando como loca para salvar todas las asignaturas. Creo que eso de estar pendiente a la banda me volvió menos inteligente, ya que no entendía nada, nadita.

Solo quería salir de esa biblioteca, dejar esa pila de libros y salir corriendo a divertirme con las chicas, no sé, escaparme con Ian a algún lado o simplemente molestar a Brandon.

Pero mis papás me lo habían dejado bien claro, querían que si o si, pasara los exámenes. Así que me aguanté esas interminables horas de estudio.

Estaba tan concentrada que cuando sentí que algo me pinchó las costillas pegué un grito que resonó por todo el lugar y todos los presentes se voltearon a mirarme molestos. La encargada de la biblioteca casi me asesinó con su mirada y me indicó que hiciera silencio o me iba a echar. Me giré molesta hacia un lado y detallé que la persona que me pichó las costillas había sido Jena.

—¿Qué te ocurre? Casi me matas del susto —susurré mientras ella trataba de reprimir la risa.

—Lo siento, es que necesito a mi amiga.

—Para qué soy buena.

Ella se acercó más para que nadie nos escuchara.

—Recuerdas al chico que conocí por internet, mañana me reuniré con él.

—Sabes que eso no es buena idea, ¿verdad?

—Lo sé, pero no pienso ir, solo quiero que se la hagas saber a Brandon.

Sonreí de lado.

—Amiga mía, eres brillante —La abracé con fuerza provocando que ella se quejara e hiciera un escándalo. Y fue así como por tercera vez esa semana Jena me había sacado de la biblioteca.

Caminé con Jena a través de los pasillos planeado lo que le diría a Brandon para que se pusiera celoso. Ella aún no perdía las esperanzas y yo le hice la promesa de que la ayudaría en lo que pudiera, claro, sin que él se enterara.

Llegamos al salón en donde tendríamos nuestro último examen, gracias al cielo.

Brandon estaba sentado al final del salón escuchando música con sus audífonos y escribiendo rimas en su libreta. Estaba muy sumergido en eso que no se dio cuenta en que momento quité al chico que se sentaba junto a él.

Me senté junto a mi hermano y con sutileza comencé a escribir algo en una hoja de papel.

Terminé y se lo puse sobre la libreta. Este lo ojeo sin mostrar alguna expresión de celos, se tomó su tiempo para escribir algo y luego me devolvió la hoja.

Arrugué la hoja y se la iba hacer tragar, pero en eso un maestro entró, disponiendo de toda mi atención. Como era el último examen tenía que estar muy concentrada así que solo ignoré el hecho de que mi hermano se estaba comportando como un idiota.

Hice el examen y creo que me gasté todas mis neuronas. Después de eso volví a insistir con Brandon sobre la supuesta cita de Jena, pero él solo se hacia el indiferente así que dejé de molestarlo. Y más porque esa noche yo tenía que cantar en el bar, aunque no como lo esperado si estaba avanzando en ese tema. La banda estaba siendo aceptada por la gente y con Leila todo estaba calmado, ya que ella se la pasaba de viaje así que no tenía mucho tiempo para molestarme.

Cansada, me arrojé en el sofá y como estaba muy sudada mamá me regañó. Mis piernas estaban muertas así que le supliqué a mi hermanito que me cargara hasta mi cuarto, su respuesta negativa y fría me dejó confundida. Él jamás se había negado a cargarme o a participar en algunos de mis berrinches. Esa noche muy confundida me levanté del sofá y subí las escaleras mientras en mi cabeza miles de preguntas se formaban.

Yo sabía que algo andaba mal, aunque lo averiguaría más adelante y sería muy doloroso.


⭐⭐⭐

Los resultados de los exámenes fueron publicados y gracias al cielo pasé. Todos de hecho habíamos pasado. Ian obtuvo las mejores calificaciones de los de ultimo año. No sé cómo le hacía para ser tan bueno. Me sentí muy orgullosa y como él no pudo asistir ese día a clase lo fui a visitar a su casa.

Su abuelita tuvo una cita médica así que él la acompañó y por ese motivo no fue a la escuela. Cuando llegué a su casa fue su abuela quien me abrió, la saludé con alegría, demasiada supongo ya que ella de seguro pensó que yo me había vuelto loca.

Ella me llevó hasta el cuarto de Ian y cuando abrí la puerta no vi a nadie. Escuché el sonido de la regadera en el baño, entendí que estaba bañándose. Decidí esperarlo y de paso, le daba un vistazo a sus cosas.

El cuarto de Ian era muy ordenado y limpio. Cada libro, decoración, libreta, juguetes e incluso las fotos familiares estaban puestas en orden. Me acerqué a ver esas fotos y me reí cuando vi una de él chiquito, bastante delgado y amarillo, sosteniendo un gran pez, en lo que parecía un día de pesca con su padre.

Había otra foto donde estaban solo sus padres, el día de su boda. Ella era hermosa y él muy atractivo y alto como Ian. Ambos sonreían y se veían felices.

Ian, se veía feliz en las fotos junto a sus padres.

Dejé de verlas y me acosté sobre la cama, apenas toqué la suave tela mi nariz se deleitó con la fragancia de Ian. Cerré mis ojos y me permití sentir ese olor que tanto me gustaba. Creo que me dejé llevar demasiado porque comencé a abrazar la almohada y a expirar muy fuerte.

—Pervertida —La voz de Ian me asustó por lo que abrí los ojos y di un brinco—. Eres una pervertida, Estela.

Me senté con el corazón acelerado y nerviosa porque además descubrí que Ian estaba desnudo, y solo llevaba una toalla enroscada en sus caderas. Su cabello rubio estaba empapado y desordenado.

—Ian, yo no... —No supe ni que decir solo estaba hecha una bola de nervios.

—No me mires así, tengo miedo —bromeó cubriendo con sus brazos su torso de una forma graciosa.

—¡Yo no te estoy mirando! —me defendí.

—¿No? —Se burló—. Entonces voltéate que quiero cambiarme.

Lo hice, me enfoqué en la pared mientras él comenzaba a vestirse. Estaba roja y sentí mis mejillas muy calientes así que las cubrí con mis manos.

—Vine... vine a contarte que pasaste los exámenes, en el puesto número uno.

—Y qué hay de ti, ¿lo lograste?

Me hice la ofendida y me volteé para lanzarle una almohada, aunque no lo pude hacer porque él aún se estaba vistiendo y para ese punto solo se había puesto la ropa interior.

—¡Estela! —exclamó para que dejara de verlo. Rápido me giré sin parar de reírme.

—Perdón, perdón —murmuré levantando las manos al aire—. Por supuesto que lo logré.

Escuché una risita de su parte.

—Qué bueno que lo hiciste, porque hubiese sido muy aburrido ir al campamento sin ti.

Me giré abruptamente apenas escuché campamento, Ian se sorprendió y por suerte ya se había puesto los pantalones.

—¿A qué campamento?

—A los de último año, siempre los llevan a un campamento después de finalizar los exámenes, los que pasan van —dijo encogiéndose de hombros.

—¿En serio? —No pude ocultar la emoción, acampar era una de las cosas que más me gustaba hacer cuando era niña. Y esta vez iba a ir con Ian.

Me quedé recordando una ocasión en donde fui a acampar con mi familia y Brandon se perdió, un oso lo atacó y lo picaron un montón de avispas. Desde ese día no fuimos nunca más y Brandon quedó traumado.

—¿En qué piensas? —La voz de Ian a mi lado me sorprendió, él ya estaba vestido y se había sentado a mi lado sobre la cama.

—No sé si Brandon quiera ir.

—Hmm ¿Sabes que le está pasando? Ha estado actuando muy extraño.

Negué más preocupada, si hasta Ian se dio cuenta de que a mi falso gemelito le estaba pasando algo.

—Bueno —suspiré y mejor cambié el tema—. Al menos correr hasta aquí si sirvió de algo.

—¿Para qué?

—Para saber por fin, que si te bañas —Me reí con fuerza y él se hizo el indignado.

—Yo me baño todos los días —aclaró comenzado a hacerme cosquillas—. Pero a mi quién me asegura que tu si te bañas.

Comencé a retorcerme como gusano mientras él seguía haciéndome cosquillas.


⭐⭐⭐

El día había llegado, iríamos al campamento organizado por la escuela.

Era bien temprano y acabábamos de llegar a la entrada, justo donde nos reuniríamos todos los estudiantes a punto de graduarse. Pensé que Brandon no iría, pero extrañamente si lo hizo.

Ambos estábamos sentados en una banca, él tenía mucho sueño así que le dije que durmiera mientras esperábamos, es por eso que tenía su cabeza recostada en mis piernas y el resto de su cuerpo sobre la banca.

Estuvimos así por un buen rato hasta que dos autobuses llegaron y tuvimos que subirnos, allí dentro ya se encontraba Ian, pero decidí sentarme junto a Brandon porque él iba muy cansado y se la pasó durmiendo, yo solo quería asegurarme de cuidarlo en todo el viaje.

Por supuesto que Ian comprendió, por lo que tomó asiento junto a Josh.

El recorrido duró poco, y por suerte, ya que una media hora más y me mareaba. El autobús nos dejó en medio de una carretera solitaria y a nuestro alrededor un montón de árboles.

—¡Bien, chicos! —vociferó la maestra encargada, ella y un guía turístico se harían cargo de nosotros—. ¡No están emocionados! —exclamó con entusiasmo.

—Sí y no sabe cuánto —contestó con pereza un chico en el fondo del grupo.

La maestra que se veía bien positiva, sonrió.

—¡Vamos, quiero oír su emoción! —Hubo unos cuantos gritos para nada emocionados—. ¡Chicos, nos los escucho! —Esta vez todos gritamos, pero sin ganas—. Bien, con eso me conformo. Como sabrán falta poco para las graduaciones así que, como cada año, la escuela secundaria de Beaufort los ha traído a este parque nacional para que en medio de lo que es la maravillosa madre naturaleza, ustedes pueden compartir y crear recuerdos hasta que den el segundo paso más importante de sus vidas. La universidad...

Después de eso vinieron muchas palabras motivacionales que, para serte sincera, no recuerdo así que mejor continuo con la larga caminata que tuvimos que hacer entre el bosque rocoso y húmedo, para finalmente, llegar a un sitio despejado en la cima en donde por más de varias horas estuvimos intentando poner las tiendas de campaña.

Yo sabía armarlas así que no me tomó mucho tiempo, y la maestra me envió a buscar leña, aunque en el camino me encontré con Ben quién me contó que tenía miedo de decirle a su mamá lo que descubrió, porque ese día apenas llegó a su casa su padre lo amenazó con enviarlo a una escuela militar si decía algo y por eso llevaba muchos días guardando el secreto.

Vaya padre que tenía el pobre. Él no sabía qué hacer y yo menos. Solo pude escucharlo en silencio. Creía que yo era la persona menos indicada para darle algún consejo, lo que si le dije fue que buscara ayuda de un profesional.

La búsqueda de leña terminó y regresamos al campamento, la noche estaba por llegar así que rápido hicimos una fogata y los que sabían cocinar empezaron preparar la cena. Brandon se veía muy calmado sentado frente a la fogata, quizás había superado su trauma y ahora se dedicaba a disfrutar del aire que proporcionaba ese bosque.

Me acerqué a él y le di un abrazo por detrás, éste sonrió.

—¿Ya no te asustan los osos?

—No, ahora tengo más cosas que me asustan.

Dejé de abrazarlo y tomé asiento a su lado.

—¿Cómo cuáles? —pregunté con mucha curiosidad.

Él me miró con una cara neutra, pero después sonrió y me apretó las mejillas.

—Que tú te vuelvas más alta que yo, por ejemplo —Se burló y aparté su mano de mi cara—. Eso sí que me da miedo.

—Ja, ja, fastidioso —Me puse de pie molesta.

—Enana —bufó como siempre.

Me fui a ponerle las quejas a Ian quien apenas me vio me dijo pulga, otro que le gustaba ponerme apodos. Qué necesidad tenían de hacerme enojar con esos apodos horrendos.

Terminamos de comer y luego la maestra nos mandó a dormir. El orden en que dormimos fue este: las tiendas habían sido organizadas en dos filas, las chicas dormimos en el lado izquierdo y los chicos en el derecho. Quedaba rotundamente prohibido salirse a media noche y más si era con un chico.

A mí me había tocado dormir con Jena quién ya estaba dormida para cuando se me ocurrió la descabellada idea de salirme de la tienda.

En silencio me escabullí hacia el lado de los chicos y llegué a la tienda de Ian.

—Ian, abre —dije muy bajito que casi no me escuché yo misma. Este abrió y casi me dio algo cuando vi a Brandon mirándome fijo. Ambos ya se encontraban acostados y apunto de dormirse.

—¿Estela, qué carajos haces aquí? —cuestionó intercalando la mirada entre Ian y yo.

—Brandy, tranquilo, no te esponjes —Me encogí de hombros—. Solo que necesito decirle algo muy, muy urgente a Ian.

—Pues díselo.

—Cómo crees, es privado.

Este hizo mala cara y después cedió. Con cuidado salió de la tienda y como no podían verlo afuera o si no, nos iban a descubrir estuvo mirando a todas partes.

—¿Te vas a tardar?

—Sí, así que ve a mi tienda y espérame —Le señalé la dirección y él me miró con recelo—. Tranquilo que mi compañera es Pilar y ya está en los brazos de Morfeo.

Él rodó los ojos y salió corriendo hasta mi tienda.

Vaya sorpresita que se llevó al entrar.

Yo por mi parte entré a la tienda y la cerré. Ian tomó asiento y se cruzó de brazos con una mirada de que no me creía nada de lo que dije.

—Y bien, ¿qué es eso tan urgente que tenías que decirme?

Me senté frente a él.

—En realidad no es nada, solo quería verte —Sonreí y quise acomodarme el cabello, pero recordé que llevaba el cabello recogido así que disimulé tocándome la oreja.

Creo que él se dio cuenta y por eso sonrió.

—Sabes, yo también quería verte, creo que de tanto pensarte pude desarrollar mis poderes psíquicos porque al final si viniste.

Me reí al recordar esa ocasión en donde intentó comunicarse con una mantis.

—Sí, tienes razón —Suspiré mientras mi mirada divagaba en el interior de la tienda—. Podrías, cantarme una canción —pedí ya que amaba escuchar la voz de Ian.

Él asintió de inmediato y empezó a cantar:

Te conocí en la oscuridad, me iluminaste. Me hiciste sentir como si yo fuera suficiente. Bailamos toda la noche Bebimos demasiado, Sujeté tu cabello hacia atrás cuando estabas vomitando.

Entonces sonreíste por encima de tu hombro. Por un minuto, estaba completamente sobrio. Te puse más cerca de mi pecho Entonces me preguntaste si me quedaría Yo te dije, ya te lo he dicho.  Creo que deberías descansar un poco.

En ese momento, yo sabía que te amaba pero tú nunca lo supiste porque yo actué con calma. Cuando tenía miedo de dejarme llevar, sabía que te necesitaba pero nunca lo demostré. Pero quiero quedarme contigo hasta que estemos canosos y viejosSolo di que no me dejarás ir.

Te despertaré con el desayuno en la cama, te llevaré café acompañado con un beso sobre tu cabeza. Llevaré a los niños a la escuela. Me despediré de ellos. Agradeceré a mi estrella de la suerte por esa noche.

Estoy tan enamorado de ti y espero que lo sepas cariño, tu amor vale más que el oro. Hemos llegado tan lejos, amor mío. Mira cómo hemos crecido y quiero quedarme contigo hasta que estemos canosos y viejos. Solo di que no me dejarás ir.


Terminó de cantar y como su hermosa interpretación me llegó hasta el alma, sentí mis ojos llenarse de lágrimas. Mientras él cantaba recordé lo que sentí cuando lo vi pidiendo ese deseo. Ian creció bien a pesar de lo triste que fue su infancia, creció y ahora estaba frente a mí, cantando solo para mí. La promesa que el destino nos hizo se había cumplido. Después de tanta espera.

—¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? —Ian se acercó y acunó mi rostro con sus manos.

Intenté limpiarme las lágrimas, pero él no me lo permitió, en cambio, con sus dedos acarició mi piel y limpió aquellas lágrimas que salieron sin permiso.

—Es que se me metió un recuerdo al ojo —murmuré riéndome.

—Te entiendo, a veces yo también lloro con un recuerdo en específico.

—¿Cuál?

—Cuando me arrojaste ese limón, en serio me dolió —dijo para hacerme reír, mientras apartaba sus manos de mi rostro—. Aunque, te debo confesar algo que no te había querido decir para que no me molestaras.

—¿Que? Ahora me tienes que decir, ya me dio curiosidad.

Él se rascó la nuca y sonrió con timidez.

—Desde ese día me gustas. Creo que, en vez de tirar una flecha para enamorarme, el limón fue más efectivo.

Sus ojos lucían tan brillantes y la forma en que se mordió el labio despertó algo en mí. Me acerqué a su rostro y lo besé con intensidad, sin darme cuenta en que momento pasó, él y yo nos encontrábamos acostados. Muy pegados, Ian sostenía mi pierna que estaba enroscada a sus caderas mientras nos besábamos con demasiadas ganas. Yo ya no tenía mi blusa, él estaba descamisado y sin pantalones. 

Me separé un poco de él y fue cuando reaccioné, caí en cuenta de lo que estaba pasando. La calentura nos había invadido. Qué suerte que ese día tenia puesto el sostén rojo de encaje porque por lo general no solía usar nada.

Desvié mi mirada de sus labios y con la respiración agitada acomodé mi cuerpo para quedar mirando hacia arriba, y él continuó acostado de lado, mirándome. Nos quedamos un rato en silencio hasta que Ian decidió romperlo.

—Si no quieres que pase hoy, no pasará. Jamás te obligaría a hacer algo que no quieres.

Y si, si quería.

Me mordí el labio mientras pensaba que decir.

—No es que no quiera —Giré mi cabeza para verlo a los ojos—. Es que tengo miedo.

Ian llevó su mano hasta mi rostro y con sus dedos acarició mis labios con suavidad.

—Entonces lo haremos cuando ya no tengas miedo, puedo esperar. Puedo amarte sin necesidad de tocarte, por el tiempo que sea necesario —Me dio un besito y rápido se alejó de mi—. Lo ves, no te tocaré.

Eso me hizo molestarme.

—Pero tan poco seas tan radical, señor perfecto —reclamé y él solo se rio, la palabra perfecto, me hizo pensar en algo que quería decirle hace tiempo—. Sabes, siempre he pensado como le haces para ser tan bueno en todo, eres bueno cantando, bailando, componiendo, eres un excelente atleta, eres atractivo, alto, tienes buenas notas en la escuela, eres amable y honesto, cuidas a tu abuelita y todos te quieren. ¿Cómo es posible que existas?

Después de decir cada una de sus virtudes, Ian suspiró y también se acomodó para quedar mirando hacia arriba.

—Creo que es porque me esfuerzo más que las demás personas cuando se trata de conseguir algo. Cuando era pequeño quería que mi abuela y mis padres estuvieran siempre orgullos de mi así que me juré que trabajaría más duro que el resto, gastaría todas mis fuerzas, para que ellos estuvieran orgullos de mí, siempre y cuando, no lastimara alguien... Y el resto es que también tengo habilidades y por eso aprendo rápido.

—Si presumido. Entonces eres un 50 % esfuerzo y 50% talento.

—Eso creo —Me miró con una sonrisa victoriosa.

—Solo te falta un tatuaje para ser un cliché andante —balbuceé riéndome, a lo que él me miró.

—No le digas a nadie, pero también tengo un tatuaje.

Mi boca cayó abierta. Eso tenía que ser una broma. No era posible que además de todo tuviera un tatuaje. No, mi novio no podía ser tan irreal.

—¡En serio! ¿Donde?

Él se acercó a mi oído y me susurró:

—En la nalga.

Apenas escuché eso, lo aparté de mala gana y lo miré con desconfianza. Asumí que se trataba de una de sus bromas.

—Que pesado eres, yo empezaba a creerte y me sales con eso —Me crucé de brazos indignada. Él estaba muerto de la risa.

—No te miento, si tengo un tatuaje en el trasero. Fue una apuesta que perdí con los chicos hace un año.

—Déjame verlo —exigí con decisión a lo que él rápido se negó.

—Nunca, es horrendo —Siguió riéndose así que decidí abalanzarme sobre su cuerpo para ver el tatuaje, entre jaloneos y una lucha intenté ver el tatuaje, pero él no se dejó. Como se estaba riendo muy fuerte mientras yo trataba de encuerarlo y verle el culo, escuchamos unos pasos y la voz de la maestra muy cerca.

—¡¿Qué es ese ruido?!

Rápido Ian me sujetó las manos y me indicó que hiciera silencio. Asustados vimos como la luz de una linterna alumbró nuestra tienda así que nos acostamos y cubrimos con las sabanas. Esperamos un rato en completo silencio hasta que la luz desapareció y después ya no escuchamos nada más. Asumimos que se había ido.

Ian me abrazó por detrás mientras yo trataba de no reírme. Así nos quedamos, abrazados y riéndonos. Me gustó mucho sentir el calor corporal de Ian, su olor, sus caricias, sus besos.

Él siguió cantando en mi oído esa noche, esa bella y mágica noche.

Quiero vivir contigo Incluso cuando seamos fantasmas porque tú siempre estuviste ahí para mí cuando más te necesitaba.

Te voy a amar hasta que mis pulmones no puedan más. Lo prometo hasta que la muerte nos separe, como en nuestros votos de matrimonio así que escribí esta canción para ti. Ahora todo el mundo lo sabe. Que seremos tú y yo hasta que estemos canosos y viejos. 

Solo di que no me dejarás ir.

Solo di que no me dejarás ir.

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