22. Ladrones
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Capítulo 22
Ladrones
⭐⭐⭐
Hay cosas que por más que quieras no podrás evitar, aunque busques mil maneras de tomar otro camino el destino está escrito. Lo que tiene que suceder, sucederá. El punto está en cómo lo enfrentarás.
Mi hermano amaneció resfriado después del pequeño incendio. Papá dijo que era porque Brandon tenía las defensas muy bajas y que, aunque fuera una lluviecita falsa como esa, igual se iba a enfermar.
Esa fue la razón por la que no fue a la escuela varios días, no niego que me preocupé ya que la fiebre no se iba, había pasado mucho tiempo y después de tantos medicamentos y cuidados ya tenía que mejorar, pero nada.
Solo podía acompañarlo y verlo dormir casi todo el día. Durante esos días Ian estuvo a mi lado, Los chicos fueron varias veces a visitarlo, incluso Jena quién aún estaba enamorada, solo que ella creía que su amor no era correspondido.
Tenía a todas las personas que lo querían junto a él, sin embargo, solo dormía. Una tarde papá muy preocupado tomó la decisión de internarlo, pero como si se tratara de un milagro Brandy despertó mejor, eso sí con un hambre que estoy segura que subió varios kilos con todo lo que se comió después.
Él que era pálido, después de enfermar parecía un papel, sus ojos tenían ojeras muy grandes a pesar de que se la pasó durmiendo y la piel de sus labios estaba agrietada.
Regresó a la escuela y también a las practicas con los chicos, pero jamás volvía a dirigirle la palabra Jena. Ella estaba triste y yo por petición de Brandon no podía intervenir.
Solo me dediqué a vivir mi romance adolescente. A vivirlo con tanta intensidad para que cada momento se quedara en mi memoria para siempre. Tuvimos muchas citas divertidas y un tanto locas, como esa donde nos convertimos en ladrones y fuimos a parar a una estación de policía. Esa era mi primera vida como humana, tenía que vivir todas las experiencias posibles.
Esa tarde habíamos ido al cine en grupo para ver una película animada, a todos se nos hizo genial ir, sin embargo, no contábamos con que Josh saldría de discusión con un niño como de diez años que estaba sentado unos cuantos puestos más abajo.
Josh era muy inmaduro y no le agradó que cuando estaba criticando una escena, un niño lo mandara a callar y de paso, le gritara ignorante. Intentamos calmarlo para poder ver en paz la película, pero cuando salió una escena parecida Josh se quejó y comenzó la discusión con ese niño de nuevo, yo no me quedé callada y también le respondí ya que ese niño era un machista en proceso.
En cuestión de segundos se armó un zambapalo entre un niño y dos adolescentes inmaduros. Todos los que estaban viendo la película comenzaron a gritarnos cosas, así que el encargado terminó sacándonos, pero solo a nosotros.
Ese mocoso se quedó allá dentro disfrutando y riéndose por haber ganado. En cambio, nosotros nos tocó salir del cine y además nos vetaron.
—Wow, jamás me habían vetado de ningún lugar —murmuró Max comiendo de mala gana las palomitas que sobraron—. Gracias, Estela.
Lo miré con los ojos entrecerrados, dispuesta a todo.
—Fue culpa de Josh —intervino Ian de inmediato, este me tuvo sujetada de la cintura todo el tiempo, quizás presentía que estaba dispuesta a enfrentarme con quién sea, después de que ese niño me hubiese dicho fea y mugrosa.
Max rodó los ojos y mejor siguió caminando junto al resto de los chicos los cuales se dirigían hacia el área de bolos. Ian y yo nos quedamos atrás porque él estaba atándose los cordones de los zapatos.
—Crees que soy fea —cuestioné triste.
—No, eres hermosa, con o sin maquillaje eres la chica más hermosa que he visto —Se puso de pie y colocó sus manos sobre mis mejillas mientras yo sonreía como tonta—. Pero cuando estás recién levantada te pareces a la llorona.
Mi cara tuvo un cambio drástico por su culpa, el muy tonto solo se burló de mi con su comentario así que comencé a golpearlo en el brazo para que dejara de reírse.
—¿Eres un tonto! —exclamé molesta y después comencé a caminar dando zancadas.
Ian sin dejar de reírse me siguió y se abalanzó sobre mí, impidiéndome caminar con normalidad.
—Pero soy tu tonto —Sentí como me abrazó y besó mi cuello—. Cárgame en tu espalda —pidió e intentó subirse sobre mí y como sabrás eso era algo imposible.
Las personas que iba a nuestro alrededor nos miraban.
—No creo que eso se pueda —murmuré comenzando a reírme por la forma tan graciosa en que nos veíamos, parecía que un gato quería subirse sobre un ratón.
De repente Lau salió de local de bolos y nos miró con desagrado.
—¡Hey, ustedes dos locos! ¡Cuando piensan venir! —gritó desde el lugar que estaba a cierta distancia.
A pesar de que Ian seguía intentado subirse y de que yo creyera que, si iba a poder cargarlo, logré entre risas responderle.
—Ya vamos, danos unos minutos.
Ella escuchó y de nuevo ingresó al lugar.
—Ian, mejor cárgame tu —expresé ya cansada de tanto reírme y él asintió. Se apartó de mí y enseguida me sentí liviana.
Él se agachó un poco delante de mí y rápido salté como rana sobre su espalda. Que suerte que llevaba unos jeans y no un vestido o falda porque con ese salto se me hubiese visto hasta la conciencia.
Ian corrió conmigo en su espalda a través del centro comercial y en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos con los demás chicos.
Cuando me bajé y le di un beso a Ian sentí una mirada fría sobre nosotros, asumí que se trataba de Leila, pero cuando la busqué no vi a nadie. Ignoré eso y comencé a jugar. La verdad era muy mala, no sumé muchos puntos, pero las risas no faltaron.
Me sorprendí cuando Ian dijo que era la primera vez que jugaba así que Ben tuvo que explicarle como lanzar la bola. Mientras él se preparaba para lanzar, yo como buena novia le hacía barras, aunque fuera del equipo contrario.
Ian me guiñó un ojo y seguido lanzó. La bola giró, y giró y me dio sustito cuando tomó una ligera inclinación hacia la izquierda, pero en contra de todo pronóstico la bola tumbó todos los pinos.
Grité como loca y me abalancé sobre él, este me sujetó con fuerza y comenzó a dar vueltas, pero los chicos y mis amigas nos separaron. Ellas me llevaron hasta nuestro lado y ellos se lo llevaron también.
—Estela, enfócate, esto es una competencia y gracias a Ian vamos perdiendo —expresó Lau con decisión.
Era cierto, íbamos empatadas, pero Ian les dio la delantera.
—Tranquila, le va a tocar Brandon y él es malísimo —aseguré mientras Jena se preparaba para lanzar.
La rubia que estaba decidida a ganar lanzó y para nuestra suerte tumbó nueve pinos. Era el turno de Brandy y como yo lo había dicho, era malo. La bola se fue por el canal.
La partida terminó con una victoria de chicas que fue de milagro, es que como se les ocurre dejarme el ultimo tiro a mí. Por suerte para ellas y sorpresa para mí, hice un strike.
Lo mejor de todo es que habíamos apostado que el grupo que perdiera pagaría la cena de todos. Ya entiendes porque las chicas querían ganar a toda costa, es que no teníamos ni un peso. Por eso salimos del centro comercial con varias cajas de pizza y una botella de Coca-Cola.
Ellos habían juntado todo su dinero y compraron eso, si les quedó, pero se lo dieron a Ben para que lo guardara.
Nos fuimos hasta el puente, nos sentamos en una orilla de este y comenzamos a comer, yo estuve todo el tiempo al lado de Ian, para mí solo existía él. Incluso mientras todos apreciaban las luces provenientes del puente y la ciudad, yo lo veía a él.
Quizás por eso no me di cuenta que alguien más nos estaba observando en silencio.
La Coca-Cola se terminó y aún estábamos enteros con la pizza así que decidimos guardar los restos en una de las cajas y meterlas en la mochila de Josh. Ya guardada buscamos un supermercado cerca y entramos para comprar otra bebida.
Fue ahí donde inició todo el problema. Se nos ocurrió tomar varios carritos de compras y jugar con ellos. Ian se subió al que yo conducía y Josh en otro que conducía Lau. El resto ayudaron a empujar.
Hicimos carreras dentro del establecimiento bajo la intensa mirada de los demás compradores y por supuesto de los trabajadores. Nos dimos cuenta de eso, así que dejamos el desorden y fuimos a la sección de bebidas.
—Chicos voy al baño, espérenme —informó Ben. Este corrió ya que se estaba reventando.
Pilar tomó de las neveras varias latas de gaseosa y de repente apareció un señor barbón y panzón con cara de pocos amigos. Detrás de él estaban tres tipos más, supimos por los uniformes que eran empleados de ahí.
El hombre que después nos enteramos era el dueño, nos miró con recelo mientras se cruzaba de brazos. La tensión e incomodad era evidente así que Brandon decidió romper el hielo.
—¿Sucede algo, Señor?
El hombre lo miró de pies a cabeza e hizo mala cara, como si algo de nosotros no le agradara.
—Sí, muchacho —Señaló las latas en las manos de Pilar—. Piensan pagar esas bebidas o simplemente van a seguir destrozando mi negocio.
Cada uno de nosotros se miró, no comprendíamos qué estaba pasando, solo que íbamos a tener problemas.
—Por supuesto que vamos a pagar —aclaró Brandon y el hombre se rio de lado.
—Bien entonces vamos a la caja para que paguen. Quiero que salgan de mi negocio de inmediato.
Este se acomodó la gorra que llevaba puesta y nos guio a la caja. Se posicionó detrás de esta y con una expresión de arrogancia nos extendió su mano cobrándonos.
Todos comenzamos revisarnos los bolsillos y entramos en pánico cuando ninguno tenía un solo peso.
Ninguna de nosotras había llevado dinero ese día y lo que sobró del dinero de los chicos lo tenía Ben. El hombre notó que no teníamos dinero y comenzó a mofarse.
—¿Qué pasa? No piensan pagar. ¿Acaso querían robarme?
—No, no somos ladrones —expresó Lau ofendida.
Ian intervino.
—Puede esperar un momento, el dinero lo tiene nuestro amigo. Y él está en el baño.
Mientras él intentaba negociar, de lo que parecía ser una oficina que estaba detrás del hombre apareció un niño, el cual reconocí. Era el mismo con el habíamos discutido en el cine.
El niño estaba comiendo un helado y tenía una expresión de satisfacción genuina.
—¿Ya los atrapaste, papi? —cuestionó el chiquillo sin dejar de mirarnos mientras se colocaba a un lado del dueño.
—Tenías razón, hijo. Estos chicos son unos delincuentes y pensaban robarme.
Mi boca cayó abierta al entender la situación. Se estaba vengando.
Josh se volvió loco e intentó pegarle a niño, pero como su padre estaba ahí lo evitó y se armó tremendo lio. El hombre llamó a la policía y nos acusó de ser ladrones. Pasó un buen rato y Ben nunca apareció como que tenía diarrea porque nadie dura tanto cagando. Y ese tipo panzón no nos dejó ir a buscarlo, según él no nos quería perder de vista porque seguro y nos escapábamos.
Dos autos policiales llegaron y sin preguntarnos nada a nosotros el oficial a cargo, nos metió a los autos. Mientras hablaba con el dueño del supermercado quién solo le dijo un montón de mentiras sobre nosotros.
Que destruimos su establecimiento, que dañamos los carritos, que íbamos a robarlo y que nuestra actitud vandálica asustó a toda su clientela y perdió ventas millonarias. Además, que queríamos golpearlo a él y a su hijo.
No pues, el robo del siglo.
En el primer auto estaban los chicos y en el segundo auto todas las chicas. Por supuesto nos esposaron y nos dijeron que iban a llevarnos a la estación de policía por el delito de vandalismo e intento de robo. Debiste ver nuestras caras, estábamos muertos de miedo.
El oficial terminó de hablar con ese horrible hombre y se disponía subirse al auto en donde yo iba. En eso vi como Ben apareció confundido y asustado. Al vernos esposados en el auto de la policía, pues más se puso nervioso así que le indiqué que se calmara.
—Ben. Rápido llama a nuestros padres y diles que nos están llevando injustamente a la estación de policía —exclamé y él se quedó pasmado—. ¡Muévete!
No pude decir nada más porque el oficial cerró las ventanillas y comenzó a conducir.
No pasó mucho tiempo cuando ya nos encontrábamos tras las rejas, tratados como lo peor. Por suerte nos dejaron en la misma celda.
Ben llamó a nuestros padres, pero entendí que a la abuela de Ian no, porque seguro la pobre le daba algo si se enteraba que al niño bueno y perfecto lo habían arrestado. Así que mis papis lo sacaron también a él.
En total pasamos como una hora y media detenidos, hasta que nuestros padres llegaron y resulta que las madres del tarado de Josh eran abogadas y por supuesto que hicieron que nos sacaron y hasta lograron que, tanto el dueño del negocio y el oficial nos pidieran disculpas.
¡Más mujeres así por favor!
Obvio que a la salida nos regañaron y jalaron de las orejas, incluso los prometidos, Pilar y Larry, tuvieron su primera pelea. Pero solo duró un minuto el enojo ya después se reconciliaron. Que lindos.
Mi primera vez como detenida había sido un éxito total hasta me quitaron el castigo que tenía. Claro porque me dieron otro nuevo.
Lo bueno es que mis papis eran bien blanditos y no soportaban verme triste así que después de dos días de no salir y ponerles cara de angelito me levantaron el castigo y finalmente pude salir, aunque no fue con Ian, más bien con Ben.
Resulta que él me había rogado que lo acompañara a un lugar.
Él me dijo que fuera vestida de incógnita, para pasar desapercibida entre la gente así que me puse una sudadera negra, un buzo del mismo color con capucha, una gorra que tomé del cuarto de mi hermano y unos lentes, aunque fuera de noche.
Y así, yo y todo mi flow nos fuimos al encuentro con Ben, quién para mi sorpresa solo estaba vestido como siempre. Unos jeans y un suéter.
Donde quedó lo de encubiertos.
Él quiso reírse de mi outfit, pero le advertí que si lo hacía se quedaba sin dientes.
—¿A quién se supone que vamos a seguir mi amigo, Watson? —dije fingiendo ser yo la detective y él mi ayudante.
Este se quedó perdido ante mis palabras.
—Nunca me habías llamado por mi apellido —Sonrió poniéndose rojo.
—¿Te apellidas Watson?
—Si.
Vaya, que hay casualidades en la vida.
—Yo dije Watson, porque estoy metida en el papel de Sherlock Holmes.
—Hmm. Pensé que... bueno, señorita Holmes. Esta noche vamos a seguir a mi papá.
Quise hacer miles de preguntas cuando escuché eso, pero solo me limité a seguir sus pasos. Este caminaba por el andén con dirección hacia el edificio donde trabajaba su padre.
El hombre era un empleado de un periódico importante en la ciudad, que tenía horarios pesados y muy poco tiempo para dedicarle a su familia. Aunque si tenía tiempo para divertirse y llegar ebrio de vez en cuando. Todo eso me lo contó Ben mientras esperábamos que su papá saliera.
Él tenía la sospecha de que su padre estaba enganchando a su mamá. Que tenía una amante y esa noche que no llegaría a casa por trabajo, supuestamente, él decido saber la verdad. El hombre por fin salió, Ben y yo nos escondidos y al ver como se subía a su auto, tomamos con rapidez un taxi y convencimos al chofer de que lo siguiera.
El recorrido se alargó más de lo esperado, el camino parecía no terminar hasta que de pronto se detuvo, justo en un motel. Ben no lo podía creer.
Al bajarse el señor llegó como si nada y saludó a los vigilantes con mucha familiaridad. Era obvio que había ido a ese lugar en varias ocasiones. Nosotros bajamos de taxi y cuando ya notamos que él había entrado, también lo hicimos. Me sorprendió que ni los vigilantes, ni los de recepción no nos pidieran documentos para saber nuestra edad, solo recibieron el dinero y ya. El lugar era horrendo y muy sucio, daba asco.
Ingresamos como si fuéramos pareja y rápido buscamos entre el pasillo al padre de Ben. Justo antes de que éste entrara a una habitación logramos verlo.
Pasaron unos segundos hasta que pudimos acercarnos a la habitación, la puerta de madera era color ojo y estaba marcada con el número veinte, me quedé aguardando mientras Ben pensaba que hacer.
La puerta tenía llave, así que Ben tocó la puerta y me dijo que fingiera ser una de las encargadas, según él porque su padre no iba reconocer mi voz.
—¿Quién es? —Escuchamos la voz del padre de Ben desde el otro lado.
—Servicio a la habitación —expresé nerviosa.
—¿Qué sucede?
—Le traigo una botella de vino —mentí con la oreja pegada a la puerta y el corazón en la mano.
—No pedí ningún vino, señorita.
Entré en pánico, no se me ocurría nada más.
Ben vocalizó "regalo" así que lo dije rápido.
—Es un regalo... de parte del motel para nuestros clientes.
—¿Regalo?... Espere un momento.
Creí que era una estupidez lo que había dicho, pero para nuestra sorpresa si nos creyó. La puerta se abrió y tanto Ben como su padre no reaccionaron.
Aún recuerdo esa imagen, del papá de Ben descamisado y en calzoncillos, en una habitación completamente roja, luces de neón parpadeantes, un olor extraño y una cama de terciopelo en donde reposaba una mujer castaña semidesnuda. Ella fumaba un cigarrillo mientras acariciaba sus muslos con lentitud. Ella también pareció sorprenderse al vernos.
Ben no soportó la decepción y salió corriendo. Su padre entró en pánico e intentó seguirlo, pero recordó que estaba desnudo.
Yo no quise quedarme más en ese lugar así que corrí detrás de Ben, este había salido del motel y luego se detuvo a llorar en medio de la calle.
Me acerqué y lo abracé ya que en realidad no sabía qué hacer.
—¡Esa mujer es la hermana de mi mamá! —exclamó en medio de su llanto dejándome perpleja—. ¡Está engañando a mi madre, con su propia hermana!
Lo abracé con más fuerza porque supe que lo necesitaba, ben había descubierto el secreto de su padre y había terminado lastimado. No quería que nadie más se enterara así que por eso, me pidió que jamás le dijera, absolutamente a nadie sobre lo que vimos esa noche.
Supongo que he roto esa promesa que le hice.
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