19. La mala influencia
Capítulo 19
La mala influencia
⭐⭐⭐
Ese cálido sentimiento de felicidad que tienes cuando estás junto a una persona importante para ti, en ocasiones ni siquiera hay palabras, solo basta con mirarse y saber ambos sienten los mismo. Cada momento es maravillosos así que valora esos pequeños momentos porque jamás volverán, se quedarán en tu cabeza y permanecerán por siempre en tu alma hasta que des tu último suspiro. En mí siempre permanecerá aquellos instantes que tuve con Ian, eran mágicos, y un poco vergonzosos, pero eso era lo que nos hacía únicos.
Ian tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos. Ambos estábamos acostados en el piso mirando el techo. Cansados después de haber limpiado y quitado algunas cosas del escenario. Que suerte que Ian se había quedado ese día conmigo porque había objetos muy pesados.
—No te vi en la mañana, ¿a dónde fuiste? —preguntó el chico de los ojos bonitos aún acostado a mi lado.
—A buscar una muerte segura —Mis palabras para nada serias provocaron que él me mirara asustado, así que solté una risa—. No, solo que Pilar está teniendo problemas con su familia y queríamos ayudar.
—¿Y qué hicieron?
—No mucho, ella está con su novio y cuando fuimos a su casa, sus papás nos echaron a patadas —Dejé escapar un suspiro y apreté nuestras manos—. Solo deseo que esté bien.
—Lo estará.
Dirigí mi vista hacia él quién continuaba mirándome con intensidad.
—Ian, ¿eres celoso? —dije lo primero que se me ocurrió.
—Un poco, en algunas ocasiones cuando te vi bailar con otros hombres me molesté, no contigo si no conmigo por no ser capaz de aceptar lo que sentía por ti.
—¿Y qué es lo que sientes?
—Estoy enamorado, Estela. Loca e intensamente enamorado.
Sonreí como pendeja mientras trataba de controlar mi corazón, que solo quería salirse de mi pecho y saltar sobre Ian.
—Te tengo atrapado bajo un hechizo —bufé.
—Y tú, ¿eres celosa?
—Sí, y mucho. Así que más te vale que tengas cuidado porque yo no soy muy pacifista que digamos, no yo en esos casos recurro a la violencia —exclamé fingiendo seriedad, levanté un poco mi cabeza y lo miré muy amenazadora—. Estás advertido.
Él puso cara de WTF y asintió lento.
—Ok, seré cuidadoso.
—Bien, ahora vámonos que es muy tarde y tengo hambre —Me puse de pie, pero noté que Ian no lo hizo así que me puse las manos en las caderas—. ¡Ian, vámonos!
Estaba dispuesta a hacer un berrinche bien grande pero la verdad me estaba empezando a creer el cuento de que estaba madurando así que no lo hice. En vez de eso sujeté a Ian por el brazo e intenté arrastrarlo para que se pusiera de pie, y por supuesto eso no tuvo ningún efecto.
—Si me puedes arrastrar tan si quiera dos metros, nos vamos —propuso con una expresión de burla muy típica de él.
Para este punto de la historia ya debes saber cómo era yo en ese entonces. Bien pendeja.
Junté todas las poquitas fuerzas que tenía y tiré, según yo lo estaba logrando, aunque la realidad era que no había podido moverlo ni siquiera un poco.
—¡Ay, porque eres tan grande y pesado! —exclamé sin dejar de tirar, mientras él se carcajeaba.
—No, es que yo sea grande, es que tú eres muy pequeña —Se burló y eso me molestó así que solté su brazo.
—No soy pequeña, es que soy de bolsillo para su conveniencia —Me crucé de brazos. Ian por su parte se levantó del piso.
—Entonces te puedo guardar en mis bolsillos cuando yo quiera.
—Supongo que sí.
—No, mejor te guardo en mi corazón.
Me quedé muda y sin objeciones ante tan llamativa propuesta. Él con paso lento se fue acercando a mí. Mi respiración era tan acelerada y estaba tan ansiosa que pensé que me iba a dar algo.
Poco a poco logré tenerlo frente a mí, con esos ojos mirándome tan intenso que me ponía más nerviosa. No pude evitar morderme el labio al ver como su mirada se fijaba en mi boca, por unos segundos permanecieron ahí hasta que bajó un poco más, para ser exacta en mi pecho y seguido, vi como arrugaba el entre cejo.
Lo observé confundida hasta que él decidió hablar.
—¿Todavía no te has puesto el collar?
Lo recordé.
—Oh, si es que se me había olvidado... y además también quería que fueras tu quién me lo pusiera.
Él asintió y yo corrí hasta la orilla del escenario, tomé mi mochila en donde guardaba el collar, mientras lo buscaba Ian tomó asiento a mi lado quedando sus piernas extendidas en el aire. Cuando encontré el collar dejé mi mochila a un lado y tomé asiento igual que él.
Ya estando sentados nuestras estaturas no eran tan distantes así que le di el collar y aparté mi cabello. Fue así como mi amorcito bello me colocó con mucha delicadeza aquel collar que para ambos tenía mucho significado, aunque para ese entonces aún no lo sabíamos.
Él terminó de ponerlo así que se fue acercando a mi rostro y mientras lo hacía, con sus manos acariciaba mis mejillas. Todo sucedió como si fuera en cámara lenta, Ian unió sus labios con los míos y mientras nos besábamos empecé a ver todos mis recuerdos. Todo lo que había sucedido antes de tomar la decisión de cumplir el deseo de Ian. Toda mi profunda tristeza y soledad antes y mis deseos de conocer el amor que veía desde el cielo cada noche.
La imagen de aquel niño triste pidiendo con todas sus fuerzas aquel deseo, el recuerdo de que Brandon también pidió un deseo y por eso mis hermanas decidieron que, como castigo me enviarían con una familia y crecería lejos de Ian.
Sin poder evitarlo mientras continúe el beso, lagrimas salieron de mis ojos y un fuerte dolor de cabeza me invadió. Ya podía recordarlo, recordaba quién era y lo que había venía a hacer a la tierra.
Yo había llegado al mundo con el propósito de curar el alma de Ian.
Yo era una estrella.
Una estrella que se enamoró de un niño.
De repente mi cuerpo empezó a moverse con brusquedad y eso provocó que me separara de Ian, quién se asustó al verme así. En mi vista las luces del escenario daban vueltas mientras convulsionaba en el piso de madera de aquel escenario, pude escuchar la voz de Ian gritando mi nombre una y otra vez.
Mis convulsiones fueron tan agresivas que lastimé mi cuerpo y lo único que podía hacer Ian era verme mientras lo hacía.
No recuerdo que más pasó, solo que de un momento a otro mi vista se puso negra y dejé de sentir todo a mi alrededor, para cuando desperté estaba en mi cuarto. Ya había amanecido y me encontraba cambiada con mi pijama.
Me levanté de la cama algo desorientada y sintiéndome un tanto extraña. Ahora podía recordar todos mis largos años de vida como estrella y también mi vida como adolescente humana.
Un agradable y delicioso olor muy conocido se apoderó de mi cuerpo, así que salí de mi cuarto y me dirigí a toda prisa hasta el comedor en donde vi a mi hermano sentado comiendo una gigantesca porción de lasaña.
Éste se dio cuenta de mi presencia.
—¡Viste mamá, yo tenía razón, el olor haría que se despertara! —vociferó con alegría y mucho orgullo.
No le di importancia y rápido me acerqué hasta la mesa en donde vi ya varios platos servidos, y uno de ellos tenía la mejor porción. Asumí que era para mí ya que yo era la consentida pero cuando intenté tomarlo apareció mi mamá que rápido me detuvo.
—¿Qué pasa mamá? —me quejé y ella me sonrió.
—Mi hermosa hija, que bueno que ya despertaste, nos diste un gran susto —dijo con un tono de voz suave. Mientras con su mano libre acarició mis mejillas.
Recordé lo que me había pasado, tuve convulsiones cundo me puse el collar. Debieron estar muy preocupados, aunque esa era la segunda vez que me pasaba, le primera fue después de que perdí el collar, al llegar a casa tuve algo parecido a esto.
—Sí, pero ya estoy mejor —Volví a intentar tomar el plato, y de nuevo ella me lo impidió, esta vez abofeteó mi mano.
—No puedes comerte esto —sentenció con firmeza y yo sentí hasta ganas de llorar.
Bajé mi cabeza triste y mi hermano comenzó a reírse.
—Hay Estela, bajaste tan rápido que ni siquiera te miraste en un espejo —comentó mientras comía—. Estás hecha un desastre, yo que tú me iba a cambiar.
—Brandon, nadie pidió tu opinión ¡Así que cállate el hocico!
Él levanto las manos en el aire en señal de rendición.
—Tranquila, yo nada más decía.
Dejé de mirarlo y de nuevo centré mi atención en mamá, ésta estaba colocando la mesa. Noté que puso un plato de más.
—Mami, ¿tienes un invitado?
Ella asintió. Mi hermano por su parte dibujó en sus labios una sonrisa de satisfacción pura.
—Esto va a ser épico —comentó y seguido vi como frente a mi apareció Ian.
Casi me dio algo cuando lo vi, me paralicé mientras él solo sonreía tierno.
—Hola, que bueno que ya estás mejor, llorona —dijo Ian con expresión de alivio. El mismo que yo había perdido en cuanto lo vi y recordé lo que Brandon había insinuado sobre mi aspecto.
Mi reacción fue gritar y correr de nuevo mi cuarto. Subí las escaleras como un relámpago y me encerré en mi cuarto avergonzada. Rápido me miré en el espejo y de nuevo volvía a gritar. Estoy segura que ellos me escucharon.
Estaba horrible, en pijama de bebé con la cara hinchada, un poco de baba en mis labios y para el remate, mi cabello como estaba corto me hacía lucir en las mañanas como un león.
Por qué la vida estaba tan ensañada conmigo.
Tomé asiento bajo la atenta mirada de todos en la mesa, era claro que me estaban esperando porque empezaron a comer apenas mis nalguitas tocaron la silla.
Ya me había vestido y maquillado lo suficiente como para que mi horrenda imagen de recién despertada se esfumara de sus cabezas. Sobre todo, la de Ian. Éste no dejaba de mirarme y más porque estaba sentado frente mí. Ignorando eso me dispuse a comer, recuerdo que era medio día, había estado durmiendo toda la noche y la mañana.
Era confuso para mí lo que me había sucedido, aún ni siquiera lo entiendo solo sé que a pesar de ser humana una parte de mí, seguía siendo una estrella.
—Hija, sabías que ya conocía a tu novio —soltó papá de repente haciendo que yo casi me atragantara con mi primer bocado.
La verdad por suerte no me ahogué ya que eso me tomó por sorpresa.
—¡¿Cómo sabes que Ian es mi novio?! —me atreví a cuestionar. Entrando en pánico.
Y fue mamá quien aclaró:
—El mismo nos lo dijo, fue tan lindo y encantador —Ella me miró sonriendo—. Después de que te trajo inconsciente, nos pidió permiso para ser tu novio.
Miré sorprendida a Ian quién se notaba muy emocionado, ante las palabras de mi mamá.
—¿Y cómo es que lo conoces, papi? —decidí volver a intentar comer así que llevé a mi boca otra cucharada.
—Oh, eso fue en el hospital, por todos los pasillos se escuchó el rumor de que había llegado un paciente con un golpe en uno de sus ojos, y la historia que contó era muy divertida. Resulta que una pulga gruñona le arrojó un limón y luego escapó dando gritos.
Al escuchar esa peculiar y muy conocida historia, volví a atragantarme y esa vez hasta mi papá tuvo que ayudarme porque casi me muero, quedé tosiendo como perro viejo y ellos como siempre riéndose de mí.
Lo bueno fue que mis papás no sabían que la persona que arronjó ese limón fui yo, o sino.
Ok, pasemos de ese penoso momento a uno muy importante, Pilar. Tuve que ir a la casa de Lau bien temprano para hablar con ella.
Casi me caí de espaldas cuando escuché lo que salió de su boca.
—Larry y yo, hemos tomado la decisión de vivir juntos.
Me quedé en modo tieso por un rato mientras Lau felicitaba a Pilar con mucho entusiasmo. Me fije en que las maletas de Pilar estaban situadas en un rincón de la sala.
—Que bien —soltó Jena sin saber si era verdad lo que acaba decirnos nuestra amiga.
Ella y Larry estaban sentados frente a nosotras tres, tomados de las manos y lo que más me llamó la atención es que ella tenía un moretón en el pómulo izquierdo y otros en los brazos. Lo único que se me vino a la mente fue el hombre que estaba en su casa.
—¿Qué fue lo que pasó para que tomaran esta decisión? —Traté de sonar calmada.
Ella bajó la cabeza y tragó grueso.
—Es algo que deseábamos desde hace un tiempo —murmuró Pilar y como eso no me lo tragué, me dirigí a Larry.
—Tiene que ver con ese moretón —mencioné y ella me miró sorprendida—. Larry, me quieres explicar ¿Qué carajos está pasando?
Él le dio una mirada rápida a ella quién solo evitaba mirarme.
—Su padrastro la golpeó y como no quiero que regrese a esa casa, decidimos vivir juntos —dijo serio y un tanto molesto, a pesar de que ella intentó impedírselo—. Pero creo que eso es algo que deben hablar ustedes, a solas.
Le dio un beso en la frente y nos dejó para que pudiéramos tener más comodidad.
—Por qué no nos dijiste nada, somos tus amigas —dije poniéndome de pie molesta, no porque ella no nos hubiera dicho nada al respecto si no que mi coraje era porque ese hombre se atrevió a tocarla.
—No sabía que hacer —dijo y noté que sus ojos se humedecieron—. Ese hombre es un borracho que se la pasa maltratando a mi mamá y como traté de defenderla, él me golpeó y ella no hizo nada, al contrario, me echó la culpa.
Me acerqué hasta ella, tomé asiento a su lado y la abracé. Las chicas corrieron a hacer lo mismo y finalmente ella soltó todo lo que sentía.
—Pilar míranos —Se pronunció Jena—. Somos tus amigas, pudiste decirnos lo que estaba pasando en tu casa.
—Lo sé... lo siento chicas —Siguió llorando.
—¿Piensas hacer algo en contra de ese hombre? —preguntó Lau apartando algunos mechones de cabello del rostro de pilar.
—No, solo no quiero olvidar lo que pasó.
—¿Y qué hay de tu hermanita?
—Estará bien, ese hombre la adora, ella si es su hija, yo no así que supongo que no se atreverá a lastimarla.
—¿Y porque decidiste eso de vivir con Larry? —cuestioné recordando que aún es muy joven.
Jena añadió:
—Sí, pudiste quedarte en mi casa, sabes que mi mamá te adora.
Pilar suspiró sin dejar de llorar.
—Créeme que lo pensé, pero en serio amo a Larry y quiero quedarme con él. Después de graduarnos conseguiré un trabajo... y ambos sacaremos adelante a Lau.
La mencionada arrugó la cara de inmediato.
—Eres mi cuñada, no mi madrastra —renegó haciéndonos reír.
De nuevo nos fundimos en un fuerte abrazo. Verla llorar me hizo derramar algunas lágrimas y quién lo diría la cara dura de Lau resultó ser la más sensible de las cuatro porque se volvió un mar y casi nos ahoga en sus lágrimas negras por todo el delineador de ojos que solía usar.
Después de eso ayudamos a organizar las cosas en el cuarto de Larry para que Pilar pudiera acomodarse. El cuarto de Larry era más grande que el de Lau, pero con todas esas baterías, instrumentos, consolas de video juegos y mucha ropa tirada por todos lados, pues la hacía lucir muy pequeña.
Me pregunté si todos los chicos solteros eran así, pero recordé la vez que estuve en el cuarto de mí amorcito y él era muy ordenado.
Me resultó difícil imaginarme a Pilar casada tan joven, pero al menos Larry se le notaba que derramaba la baba por ella y que estaba dispuesto apoyarla en todo. Ahora tenía que trabajar con más ganas porque además de cubrir los gastos y alimentación de su hermana también lo haría con Pilar, hasta la graduación. Algo que me preocupó es que no vi en sus planes asistir a la universidad, sin embargo, quise dejar las cosas así, ella ya tenía mucho en que pensar.
Ya con todas las cosas acomodadas para la pareja, tuve que irme porque se supone que aún estaba débil ya sabes por lo de las convulsiones, así que debía estar en casa antes que mamá regresara.
Brandon sabía que estaba con las chicas así que solo tuve que regresar a casa. Mientras tomaba el autobús le mandaba mensajitos a Ian y quedamos de tener una cita. ¡Una cita con el amor de mi vida! Era perfecto.
El problema fue cuando llegué a casa y me encontré a mis papás sentados en sala esperándome. Se enojaron mucho porque salí estando "enferma" pero que podía hacer necesitaba ir a ver a Pilar.
Me senté frente a ellos a esperar el regaño.
—Estela, cariño ¿Dónde estabas? —Papá fue el primero en pronunciarse—. Nos preocuparnos por ti, anoche tuviste un ataque y aunque en los análisis no se reflejó nada.
—Tenemos miedo de que te suceda algo —añadió mamá sonando angustiada—. No nos vuelvas a hacer eso.
—Perdón, les aseguro que todo está bien, lo de anoche fue solo algo que no pude controlar, pero estoy bien. Créame.
Les sonreí para que em creyeran y ellos se miraron entre sí.
—Bien, si estás tan segura de que estás bien. Entonces estás castigada —dijo mamá muy seria.
—¿Qué?
—Sí, nada de salidas y celular por una semana —concluyó papá.
—Pero papá.
—Si reniegas, aumento otra semana —amenazó extendiendo su mano para que le entregara mi celular.
Me obligué a quedarme callada, aunque estaba que explotaba por dentro mientras le entregaba mi celular. Acababa de acordar una cita con Ian a las siete de la noche. Era nuestra primera cita así que no podía faltar además ni siquiera pude cancelarle.
Triste por lo sucedido me mantuve callada lo que restó de la tarde, ayudé a mamá con la cena y después subí a mi cuarto en el cual me encerré. Rápido me puse manos a la obra.
Me arreglé lo más bonita posible con un conjunto de cuadros azul con rayitas blancas, el top era de tirantes y la falda tenía una muy pequeña abertura en la pierna, y unos tenis blancos con un peinado sencillo al igual que el maquillaje.
Apenas se hizo a la hora me asomé por mi ventana y esperé que Ian apareciera, eso no tardó mucho así que saqué la mitad de mi cuerpo y cuando él estuvo a punto de llegar a la puerta comencé a arrojarle las piedras de una planta que había en mi cuarto. Un cactus más muerto que vivo.
Ian sintió las piedras así que se dio cuenta de que yo las estaba arrojando desde el segundo piso. Le hice señas de que no tocara la puerta y mejor se acercara a mí. Él lo hizo y ya cuando lo tuve cerca casi me derretí al ver que tenía una rosa roja en sus manos acompañada de una sonrisa hermosa.
—¿Qué haces ahí? —cuestionó confundido, sin dejar de sonreír.
—Mis papás me castigaron —dije en un suspiro, si antes estaba botando la baba por Ian ahora que podía recordar todo, imagínate—. Pero no te preocupes. Tengo todo fríamente calculado.
—¿Y qué planeas hacer?
—Ya verás —Sonreí como tonta y puse un pie sobre el marco de la ventana. Ian al ver esto se asustó.
—¡Estela que haces!
Coloqué el otro pie fuera del marco. Mi casa era antigua así que era fácil escalarla, el problema era que los matorrales pegados a la pared podían ensuciarme. Saqué todo mi cuerpo y con cuidado fui bajando.
—¡Te vas a matar! —escuché a Ian gritar desesperado mientras yo iba bajando. Eso se veía mucho más fácil y cool en las películas.
—Tranquillo. Ya lo hecho una vez.
—Sí, ¿cuándo?
—Una vez, en un sueño.
—Y en ese sueño también se te veían las bragas.
Solté un quejido al escuchar eso, y por poco me suelto de donde estaba sujetada. No había caído en cuenta que mi ropa no era la adecuada para lo que estaba haciendo.
—Mentiroso, tengo una licra por debajo —exclamé aferrándome con miedo.
Lo escuché reír.
—Sabes, creo que eres una mala influencia para mí.
—Si no me digas, pues es mejor que te acostumbres a mis locuras —Ambos reímos en eso Brandon apareció en mi cuarto y se asomó por la ventana formando un escándalo.
—¡Estela te volviste loca! —Su grito casi provocó que me cayera del susto.
—Ya, Brandy cállate —ordené retomando mi camino hacia abajo. Ya me faltaba poco para llegar.
Él dibujó en su rostro la sonrisa más maquiavélica posible y relajando su cuerpo dijo:
—Sí, sabes que nuestros papás salieron, ¿verdad? —Escuchar eso fue una tremenda sorpresa, por eso me distraje y pisé mal. En resumen, me caí.
Santa madre.
Como era costumbre me caí frente a mi hermano y al amor de mi vida. Aunque por suerte ya no estaba tan alto y pude caer sobre los brazos de mi amado...
El suelo.
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