18. La obra
Capítulo 18
La obra
⭐⭐⭐
—Sabes que te quiero, no es un secreto que trate de ocultar. Sabes que me quieres así que no sigas diciendo que nuestras manos están atadas.
Dejé que la música continuara mientras me inclinaba para recoger una piedra en la arena. Me detuve de frente al mar para que el agua limpiara mis pies. Observé con asombro la hermosa vista y seguí cantando esa canción que se reproducía en mis audífonos.
—...Afirman que no está en las cartas y el destino te está alejando a kilómetros y fuera de mi alcance, pero estás aquí en mi corazón entonces, ¿quién puede detenerme si decido que eres mi destino?
Arrojé la piedra la cual se hundió de inmediato en el agua. Sonreí al ver que aún no sabía arrojar piedras y mejor decidí seguir caminando en la orilla de la playa, solo podía pensar en lo que había pasado la noche anterior, en cómo me sentí al besar por primera vez a mi chico.
Me di cuenta de que no estaba preparada para hablar con Ian, ya que como niña tonta me daba vergüenza solo pensar en verlo. Era la primera vez que me pasaba y ahora que lo pienso era estúpido, nosotros habíamos tenido muchas conversaciones y momentos cursis antes, entonces por qué ahora que ya ambos habíamos confesado que nos gustábamos ¿Por qué me sentía tan nerviosa?
Hay Estela de dieciocho años enamorada, das arto grinch.
En la distancia pude observar el lugar donde estaban mis amigos, todos se encontraban preparando el desayuno. Me escapé antes de que se dieran cuenta porque la verdad no tenía ganas de preparar el fuego y luego ponerme a cocinar, les dejé esa tarea a ellos o sino para que tenía siete amigos, ya me estaba sintiendo como blanca nieves.
De repente unas manos cubrieron mis ojos tomándome por sorpresa. Rápido intenté quitar esas manos, pero no pude ya que la persona que me cubrió los ojos no me lo permitía. Entendí que quería que adivinara quién era, así que lo hice. Llevé mis manos sobre las suyas, toqué su piel la cual era muy suave, sus dedos eran largos y tenía un anillo en el dedo índice de la mano izquierda.
No era Ian, lo supe desde el primer momento en que toqué esas manos y lo terminé de confirmar cuando no sentí aquel reloj antiguo que Ian siempre llevaba. Entonces ¿Quién era?
—Ben —susurré y aquellas manos se apartaron. Era Ben quiÉ0n estaba sonriéndome como si haberlo descubierto hubiese sido sorprendente.
Me quité mis audífonos y le sonreí.
—Buenos días, señorita Jones, esta mañana luce mucho más radiante —comentó con entusiasmo.
—Hola, Ben ¿Que no deberías estar allá? —Señalé la cocina improvisada de los chicos. La cual no era más que un pequeño fogón de piedra debajo de la sombra de un árbol.
—Creo que tengo la misma excusa que tú.
—No, no creo que sean las mismas, tú te escapaste porque de seguro hasta el agua se te quema y yo solo no tengo ánimos de hacerlo.
Ambos nos reímos.
—Wow, ¿qué tienes hoy que te vez muy sonriente?
—Creo que estas exagerando, yo siempre estoy alegre —contesté intentando evadir sus preguntas. Fijé mi mirada sobre los chicos y noté que Ian estaba mirándome mientras sostenía una bolsa con carbón.
No me dio tiempo de nada ya que en cuestión de segundos Ben se metió al agua y me arrojó un montón de agua con sus manos, mojándome la ropa.
—Ben, ¿te volviste loco? —exclamé sorprendida. Él se estaba burlando de mi expresión mientras que permanecía con las piernas dentro del agua.
—Quería quitarte toda esa arena del cuerpo y que mejor manera que arrojarte agua, ¿no?
Mi sorpresa se esfumó rápido y las ganas de vengarme aparecieron. Así que corrí hacia el interior del agua justo donde estaba él y le arrojé el agua de vuelta.
No sé por cuánto tiempo estuve jugando con Ben en el agua, pero sí que cuando regresé los chicos ya estaban desayunando así que con la ropa mojada tomé asiento y me dispuse a comer. Como Ben llegó al mismo tiempo que yo, le tocó sentarse a mi lado. Comí casi todo lo que prepararon y luego me fui descansar bajo un árbol.
Desde ahí podía tener una buena vista de la parejita que estaba sentada bajo un enorme paraguas conversando con tranquilidad. Solté una risita al recordar como mi hermano había estado jugando todo el día y ahora se lanzaba miraditas con Jena. Verlos ahí me hizo sentir tan feliz sobre todo porque Jena se sentía más segura de sí misma. Se veían muy bien juntos y era una vista muy agradable hasta que de repente a Brandon le empezó a salir sangre por la nariz, aunque me asusté y quise ir corriendo a ayudarlo dejé que Jena se hiciera cargo.
Debí haberlo notado en ese momento, si lo hubiese hecho quizás muchas cosas hubieran sido diferentes. Pero el destino es muy difícil de cambiarlo, todo está escrito.
Estuve ahí sentada en la arena bajo la sombra tanto tiempo que incluso me quedé dormida. Para cuando abrí los ojos vi frente a mí, al chico más bello del mundo.
Ian tomó asiento a mi lado y me ofreció un mango.
—¿Quieres?
—Por supuesto —Lo tomé y sin dudar comencé a comérmelo. Ian también tenía uno para él así que ambos nos encontrábamos comiendo mangos bajo un árbol mirando la hermosa vista frente a nosotros. Que romántico, incluso cuando mi rostro se manchó con esa deliciosa fruta.
Como no quería que mi cabello aún húmedo se llenara de fruta comencé a apartarlo y eso Ian lo notó. Él dejó su mango sobre mis piernas y se arrodilló detrás de mí para hacerme una trenza la cual me gustó mucho.
—No sabía que supieras hacer trenzas —comenté con una sonrisa en mis labios.
—Sí, aprendí a hacerlas a los diez años, siempre se las hago a mi abuela así que puedo decir que soy un profesional peinando y haciendo trenzas —habló con orgullo lo cual me causó risa.
—Eso es muy útil, seguro si tienes una hija podrás hacerle muchos peinados.
—Solo llevamos un día de novios y ya quieres tener hijos, eso es muy rápido pero bueno, acepto —Nuestras risas resonaron con fuerza. Él terminó la trenza y volvió a tomar asiento a mi lado.
—Quién ha dicho que somos novios —dije fingiendo seriedad y la cara que puso Ian fue como para mandarla a enmarcar.
—¿Qué? pero... yo pensé que... anoche nosotros —murmuró confundido y su bella carita era un caos total, me dio tanta ternura que casi muero por lo bello que era.
—De donde vengo yo, para que dos personas sean novios oficialmente, uno de ellos tiene que pedírselo al otro y tú nunca lo propusiste —aclaré mirándolo con seriedad y me crucé de brazos—. Tu solo me besaste y ahora pretendes que ya somos pareja, pues no mijo.
Ian no sabía ni que decir, el pobre estaba tan perdido que no sabía ni cómo actuar.
—Yo...—Trató de decir algo y no pudo ya que lo interrumpí.
—Déjame te explico, yo estaba muy ebria anoche y por eso quizás dije o hice cosas que pudieron confundirte...
—¿Qué?
Mi pesada broma terminó cuando vi un rastro de tristeza en los ojos de Ian. Así que me apresuré a explicarle.
—Ya que tú no lo hiciste, entonces seré yo quien lo haga —Me acerqué más a su rostro y lo miré con determinación—. Ian, ¿quieres ser mi novio? —pregunté y él sonrió con amplitud.
—Hay Estela, me asustaste —exclamó sonriendo—. Si, por supuesto que si —respondió con tranquilidad y luego me besó.
Cómo describir como me sentía cuando Ian me besaba, creo que no hay manera de hacerlo. Solo sé que cada vez que sus labios tocaban los míos era la sensación más extraordinaria del mundo, era como tocar el paraíso con mis manos.
Ian se separó y sus cristalinos ojos azules permanecieron sobre los míos.
—Creo que el mango es mi nuevo sabor favorito —soltó, provocando que yo explotara en una carcajada.
Muerta de risa me acosté en la arena y coloqué mi cabeza sobre sus piernas. Observé desde abajo como su cabello dorado hacia un buen contraste con el verde de las hojas del árbol y el azul claro del cielo.
—Ian, gracias por invitarme a venir aquí, creo que lo necesitaba —suspiré cansada—. Supongo que esto del grupo y lo de la obra, es demasiado para mí y necesitaba descansar mi mente.
—De nada, cuenta siempre conmigo para cuando quieras escapar de tanta presión, yo siempre estaré para ti.
Sonreí y volví a cerrar los ojos.
⭐
Toda la tarde nos divertimos jugando dentro y fuera del agua. Era el último día ya que al amanecer regresaríamos a casa y por eso decidimos que todo fuera diversión y risas.
Para cuando atardeció de nuevo hicimos una fogata y nos reunimos alrededor de esta.
—Vamos ahora que cante, Estela —sugirió Josh y yo lo miré con los ojos entrecerrados.
—Sí, ya deja de comer y de muéstranos por qué eres su líder —vociferó Max y yo negué.
—Ni creas que voy a cantar yo sola.
—¿Y eso que tiene? —Cuestionó Ben.
—Es que yo jamás he cantado sola, no al menos frente a varias personas —Me mordí el labio.
—No cantarás sola —expresó Ian, quién estaba a dos puestos de distancia—. Si quieres te puedo acompañar.
Sonreí con emoción al ver que él dejó su lugar y tomó asiento a mi lado mientras sostenía su guitarra morada.
—Ok, lo haré —suspiré—. Conoces Apollo de Timebelle.
Ian asintió sonriendo. Sin dejar de mirarlo comencé a cantar, Ian sabía a la perfección que yo solo estaba cantando para él, solo para mi chico.
"Como una bala en mi pecho
estás escrito, atado y grabado
por siempre en mi mente.
Nos estamos desvaneciendo en nuestras manos
perdidos en algún lugar en un páramo
sin saber si es arriba o abajo.
Llevo mi corazón en la mano
haces lo mismo por mi
cuando llega el otoño.
Mi voz combinó con su guitarra y no pude evitar sentir las tan conocidas mariposas, aunque yo creo que más bien era un dolor de barriga por haber comido tanto mango.
Pero cuando las paredes se estén cayendo
y el mundo siga girando
tenemos el amor, tenemos que amar.
Ahora nunca te dejaré ir
todas las palabras no me doblegarán
nunca es fácil
Te seguiré, Apolo.
Así que no tires de la alfombra debajo de nosotros
estamos en problemas, cariño, pero tenemos el amor.
No tires de la alfombra debajo de nosotros
Estrellándonos rápido, tan frágiles como el cristal.
Pero, ¿qué somos ahora si nunca lo intentamos?
¿Qué somos ahora?
Te seguiré, mi Apolo"
⭐⭐⭐
De regreso a casa todo me daba vueltas, era un remolino asqueroso. Creo que pasé la peor vergüenza de mi vida, lo recuerdo y me dan escalofríos. Estar en ese estado tan deplorable y que todos incluso Ian estuvieran mirándome como la mayor de las atracciones, no suena nada lindo.
—Estela, no debiste comer tanto —me reprendió mi hermano, mientras sostenía mi cabello para que no se ensuciara de vomito.
—No comí casi nada —balbuceé casi entre lágrimas antes de volver a hacer ahorcadas.
A Josh le dio un ataque de risa histérica.
—¡Casi nada! Te devoraste más de la mitad de todo lo que compramos y para el colmo, lo mezclaste con alcohol —se quejó Josh y volvió tumbarse sobre el camarote.
—Ya falta poco para llegar —informó Ian desde su asiento de conductor. La verdad di gracias al cielo de que Ian fuera el único de los chicos que, para ese entonces, tuviera licencia de conducir; ya que lo último que me faltaba era que mi amorcito me viera devolviendo hasta el alma.
—¡Qué bueno! porque estoy que vomito yo también —expresó Max un poco mareado.
—Tal vez si no hubieses tomado tanto, ahora no estuvieras así —reclamó Pilar dándose unos retoques de maquillaje mientras se observaba en un espejito, siempre diré esto, Pilar tenia aires de diva.
—¡Bueno ya! —intervino Jena—. Déjenla en paz, no ven que realmente está mal.
Después de eso Ian nos dejó en casa y debido a la vergüenza que tenía ni siquiera me despedí de él, solo corrí a mi cuarto a tratar de enterrar mi cabeza bajo un montón de almohadas.
Las horas pasaron corriendo y como mis papis no regresaron de su viaje me quedé todo lo que restó del día con mi hermano jugando video juegos. Ambos éramos muy buenos jugando, lástima que esa vez yo iba perdiendo, aunque al final dejamos de jugar porque Brandon no se sentía bien, tenía un poco de fiebre así que muy preocupada, lo obligué a descansar y le di medicamentos hasta quedarnos dormidos.
Al día siguiente él ya estaba mejor y al llegar a la escuela me encontré con la noticia de que Pilar no había asistido a clases y tampoco contestaba su celular, se nos hizo muy extraño su comportamiento ya que ella solía contarle todo a Lau y esa vez solo ignoró nuestras llamadas. Estábamos preocupadas por ella y fue así que, como líder tomé una no muy sensata decisión. Fugarnos de la escuela e ir a buscarla.
¿Por qué no era una buena idea? Dos razones: primera, teníamos examen ese día y la segunda, la zona donde vivía Pilar no era muy segura que digamos.
A pesar de eso las tres fuimos a su casa, la cual estaba al sur de la cuidad, en los suburbios de Beaufort. Camínanos entre calles muy concurridas en donde sus habitantes nos observaban como moscas mirando miel. Ignorando eso el vecindario de Pilar era muy lindo.
Llegamos a la casa y fue la hermanita de Pilar quien nos recibió, ella tenía creo que, entre nueve y diez años, le faltaban algunos dientes y llevaba dos trencitas que quedan un poco levantadas debido a su cabello afro. Era la versión más pequeña e inocente de Pilar. La niña nos dejó pasar y al entrar notamos que había un montón de latas de cerveza en el piso. También se escuchaban unos fuertes ronquidos. Asustadas Jena y yo, nos escondimos detrás de Lau.
En un pequeño sofá se encontraba durmiendo un señor moreno muy, muy grande. Antes de que pudiéramos decir algo apareció la madre de Pilar y con señas nos indicó que hiciéramos silencio. La mujer estaba prácticamente escondida en la cocina y nos comenzó a hacer señas para que fuéramos hacia ella.
Confundidas lo hicimos. La doña estaba muy inquieta y sudaba mucho quizás tenia calor.
—¿Que necesitan, niñas? —dijo, no, más bien susurró.
—Queremos saber ¿qué está pasando con Pilar? —comentó Lau también con voz bajita.
—Ella está bien —aseguró a lo que Jena y yo compartimos miradas de, si como no.
—¿Entonces por qué no fue a la escuela? —me atreví a cuestionar.
La mujer pareció confundida por un instante, su cansado rostro se contrajo y sus ojos esquivaron los nuestros. Eso nos comprobó que algo no estaba bien, era evidente que el hombre recostado en el sofá había hecho un desmadre y si ese era el caso ¿Qué sucedió con Pilar? ¿Le habían pegado? ¿Acaso la mataron y por eso la madre no nos decía nada? ¿Y si la habían matado y la enteraron en el patio? ¡Ah madre santa!
O quizás estaba exagerando, como siempre.
No le pudimos sacar mucha información a la señora porque el hombre se despertó y casi nos dio la tunda de nuestras vidas.
Que hombre tan agresivo.
Mientras caminábamos de regreso, vino a mí una idea que fue como una revelación, si Pilar no estaba con nosotras sus mejores amigas en una situación así, ¿con quién más estaría? Por supuesto, con su novio. Larry.
—Lau, creo que ella esta con tu hermano, deberías llamarlo —inquirí, lo cual ella rápido hizo.
Después de varias llamadas sin responder, Larry nos informó que efectivamente, estaban juntos. Aunque no nos quiso decir en donde así que tuvimos que esperar a que ella decidiera buscarnos.
Tenía sentido que se fuera con él. Después de todo era su novio y lo conocía desde antes que todas nosotras, por lo que supe, ella y Larry se conocieron cuando fue a hacerse un tatuaje al local de Larry. Donde se lo hizo no sé, pero creo que donde no le daba la luz del sol. Luego de conocerse, comenzaron a salir y un par de meses después fue que se enteró de que Lau era la hermana de Larry. Fue así que, tras las visitas a su novio, ella y Lau se hicieron amigas.
Regresamos a la escuela y los maestros nos castigaron con mucha tarea, aunque eso no nos importaba, solo queríamos ver a nuestra amiga.
A penas pisé la escuela la maestra de artes me llevó con ella hasta el teatro, y déjame decirte que estaba muy enojada. Casi que dio a luz ese día.
—Estela, ¿dónde estabas metida? —exclamó mientras me arrastraba consigo hasta arriba del escenario en donde estaban varios estudiantes ayudando a colocar la escenografía—. ¡Cómo es posible que olvidaras que hoy es la obra!
—Lo siento.
Ella soltó mi oreja cuando ya estábamos junto a los demás chicos. Todos se estaba riendo de mí y que más disfrutó que me jalaran la oreja fue Leila.
—Lo ve maestra, ella no se merecía que la dejara a cargo, es una irresponsable —expresó la arpía mayor, estaba vestida con un overol y gran parte de su ropa estaba manchada de pintura verde.
—Lo siento, tenía cosas que hacer, eran de vida o muerte.
—Así, y el fin de semana pasado, ¿dónde estabas?
Obvio no podía decirle que estaba en la playa.
—Lo olvidé —fue lo único que pude decir. La maestra resopló y ordenó que continuáramos con los preparativos.
El teatro era una cosa bárbara y como me desaparecí, ya los demás estudiantes y Leila tenían casi terminada toda la escenografía. Y para que lo niego, a pesar de que fue Leila la que se encargó de la estética le quedo muy bonito.
La víbora al menos era creativa.
Enseguida me puse un overol y comencé a pintar. Pasé muchas horas en eso y cuando terminamos quedo 10/10. La obra infantil fue al atardecer y solo duró una hora, piche obra tan mala, los niños tenían tanta madera de actores, como yo de líder.
Tras bambalinas me encontraba ayudando a levantar a niño gordito que tenía el papel de príncipe, más bien parecía un oso, es que estaba tan pesado que me costó mantenerlo en el aire para que hiciera acrobacias mientras luchaba con la bruja malvada. Por si no los has captado la obra era blanca nieves y los siete enanitos.
Yo no era la única que estaba sujetando los arneses de los niños actores, pues Leila sujetaba a la bruja. Es que ambas estábamos constantemente compitiendo por quien lo hacía mejor. Al final el príncipe rellenito ganó la batalla así que yo también gané.
Lau y Jena estaban sentadas entre el público muy cómodas, al igual que mi amorcito rico, también estaba presente mi hermano y los otros micos. La obra terminó y para mi mala suerte no pude irme, tenía que limpiar el escenario yo sola. Ese fue mi castigo por desaparecerme y quién lo decidió fue la engreída de Leila.
Les conté lo sucedido a mis amigas y que, por eso no podía ir al encuentro con Pilar. Tendría que verla después. Ellas querían quedarse ayudarme, pero la maestra influenciada por Leila las sacó, a ellas y a mi hermano a quien no le gustó para nada mi castigo.
Cuando ya todos se fueron y solo quedé yo arriba del escenario, me puse unos audífonos y comencé a limpiar. Lo primordial era barrer el montón de confeti que arrojaron al final de la obra y que cubría por completo el piso.
Mientras reproducía la canción que íbamos a cantar en nuestra primera presentación, barrí con todas mis fuerzas. Y también para que negarlo me emocioné mucho y comencé a mover el bote.
—Has mejorado —La voz de Ian me asustó así que casi le pego con la escoba.
—¡Santo Dios! Ian no me asustes así —exclamé con la respiración hecha un desastre.
Él solo se burló así que lo miré mal y con ayuda de la escoba le arrojé confeti.
—Ok, ok lo siento, no quería asustarte, pero enserio, se me hace muy difícil no querer molestarte cuando tu no cooperas.
—Créeme mi vida, el sentimiento es mutuo —dije rodando los ojos a lo que él sonrió.
Me fijé que tenía una escoba en sus manos así que asumí que venía a ayudarme. Mi noviecito bello no pudo soportar que yo estuviera sola limpiando y vino a ayudarme. Que hermoso.
Me mordí el labio inferior y llevé un mechón de mi cabello atrás de mi oreja.
—Qué lindo, viniste a ayudarme. Gracias —dije con timidez.
Él negó y colocó la escoba frente a mí.
—No, te traje esto porque es más pequeña y seguro estarás más cómoda.
Mi boca cayó abierta y me dio un coraje que recuerdo que amenacé con dejarlo calvo y lo perseguí por todo el escenario con la escoba en mis manos, mientras él muerto de la risa corría.
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