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17. El niño que hablaba con las estrellas

Capítulo 17

El niño que hablaba con las estrellas

⭐⭐⭐


"Una lluviosa tarde, una pareja de esposos salió de su casa en auto para asistir a la primera obra de teatro que ofrecía una escuela primaria, en la cual su hijo seria el personaje principal. Esa tarde el niño dio su mejor actuación, pero nunca dejó de mirar aquellos dos lugares vacíos que se suponían era para sus amados padres.

El niño esperó y esperó, la función terminó sin embargo ellos nunca aparecieron entre la multitud, la única que estuvo presente fue su cariñosa abuela a la cual él vio desde arriba del escenario contestar una llamada la cual la hizo llorar.

Nadie le explicó que sucedía solo lo abrazaron y llevaron a su casa. Mientras la abuela lloraba en su habitación él les preguntaba a sus vecinos, la familia Bidel «¿Dónde están mis papis?» La adinerada pareja no supo que responderle y solo la abrazaron, susurrándole «Todo estará bien»

Las horas pasaron y por fin el niño supo dónde estaban sus padres, su abuela quién aún lloraba desconsolada entró a su cuarto y abrió la ventana dejando ver el hermoso cielo nocturno. Ella le dio un beso en la frente y acomodó su despeinado cabello.

—¿Dónde están mis papis? Volvió a preguntar y ella dejando caer lágrimas de dolor, señaló a través de la ventana. El niño observó la inmensidad del cielo con sus pequeños ojos azules.

Ellos están ahí susurró la mujer con la voz ahogada. El pequeño arrugó el entrecejo y cuestionó.

¿Donde?

Tus papis, están ahí... en el cielo.

¿Cuándo van a regresar?

La mujer tragó saliva y se le hizo imposible mirarlo a los ojos.

Ya no van a regresar, se han ido para siempre.

El niño miró a su abuela sin comprender aquellas palabras y luego volvió a mirar hacia al cielo, permaneciendo en silencio.

¿Se han convertido en estrellas? dijo, sorprendiendo a la mujer quién no paraba de llorar. Ella sonrió y apretó las manos del niño.

Sí, ahora son estrellas y te van acompañar siempre, todos los días estarán ahí para ti, brillando solo para ti Las palabras de la mujer estaban llenas de dolor, pero el niño no parecía entender por qué su abuela lloraba y estaba tan triste si después de todo a él le parecía fantástico que sus padres se habían convertido en estrellas.

Su corta edad y gran inocencia no le permitió comprenderlo, hasta que poco tiempo después, mientras vestía un elegante traje color negro, él y todos sus conocidos estaban frente a dos cajones decorados con flores y fotos de sus padres sonriendo.

El niño miró a su alrededor y todos estaban tristes incluso lloraban sobre aquellos cajones. Él no pudo evitar la curiosidad y corrió lejos del brazo de su abuela. Tomó una silla para subirse sobre ella y así poder ver la razón por la cual todos estaban tristes.

El mundo del niño dejó de girar cuando visualizó que dentro de esas enormes cajas estaban sus padres, él pensó que ellos dormían así que intentó despertarlos. Gritó y sacudió sus cuerpos, pero ellos no despertaron.

Entonces lo entendió, ellos jamás regresarían.

Después de eso los días del niño se volvieron tristes y solitarios. No quería jugar, no comía, no hablaba solo lloraba. El tiempo pasó y él recordando las palabras de su abuela se acostumbró a salir en las noches para mirar al cielo y hablar con sus amados padres.

Su dolor se calmó y aunque seguía ahí se sintió mejor al saber que, a veces por las noches él y su abuela mantenía conversaciones con sus padres, en las cuales solía contarles todo lo que hacía, sus logros en la escuela, sus peleas, sobre sus amigos o cualquier cosa que le pareciera interesante. Su abuela le permitía y alentaba a que lo hiciera, ya con el tiempo notó que, al niño cuando le preguntaban dónde estaban sus padres el señalaba el cielo y decía: «están ahí, son las estrellas más brillantes y siempre están conmigo»

Ella sonreía al ver lo feliz que él estaba cuando hablaba con las estrellas, pero un día ella enfermó gravemente, tanto que tuvieron que llevarla de emergencia al hospital y ahí permaneció semanas en riesgo de muerte.

El niño sintió que de nuevo todo su mundo se desvanecía, para él fue difícil la despedida de sus padres y pensar que tendría que despedirse de su abuela, le destrozó el alma.

Como explicarle a un niño de ocho años que la mujer que él quería como a su madre tenía cáncer de colon en etapa II, bueno, supongo que debió ser difícil para el doctor hacerlo y más cuando vio que el niño salió corriendo de la sala de emergencias sin escuchar sus llamados.

El niño lloraba mientras corría en busca de una salida donde pudiera ver el cielo y rogarles a sus padres que no se la llevaran, que no lo dejaran solo.

Sus lágrimas mojaron sus mejillas, rojas por correr y parar cuando encontró la salida y miró al cielo no supo que decir. Recordó que antes de que su abuela enfermara le había dicho que ella se lo imaginaba ya como un hombre y rezaba por que encontrara el amor verdadero. Él no le prestó atención esa mañana y salió a jugar, pero ahora después de todo entendió que ella lo decía para que él no estuviera solo nunca más, por eso decido pedirles dos deseos a sus padres.

Su primer deseo fue que su abuela no lo dejara solo y el segundo que lo hizo cuando una estrella fugaz pasó justo en ese momento.

"Tener el amor de una estrella"

Parecerá un ridículo deseo, sin embargo, para aquel niño eso tenía mucho sentido, su abuela quería que él no estuviera y él deseaba que su compañera de vida fuera alguien que lo amara, así como sus padres se amaban, con esa misma intensidad pidió ese deseo. Al abrir los ojos él vio un extraño resplandor descender del cielo y corrió en su dirección porque pensó que sus padres lo habían escuchado. Pero luego vio esa luz alejarse dejando caer algo, algo que se apresuró a atrapar y al mirar aquella pequeña luz en sus manitos comprendió que era evidencia de que no lo estaba imaginado, que esa noche fue real y que su deseo, su extraño deseo se cumpliría..."


Miré a Ian quien se encontraba perdido entre sus pensamientos observando aquel collar en sus manos, me quedé en silencio esperando a que el dijera algo más, ya que no sabía si esa historia había terminado. Él suspiró y con una risa ronca se sacudió el cabello dejándolo aún más enredado que antes.

Y... Yo no pude callar más tiempo.

—Wow, eso fue... —dudé—, una historia muy impresionante.

—Es real.

—¿Entonces tu eres...?

Él me miró aun sonriendo. Sus electrizantes ojos cristalinos provocaron miles de sensaciones en esta pobre alma.

—Me presento, soy el niño que hablaba con las estrellas.

Una sonrisa se escapó de mis labios, y no pude evitar suspirar, ese tonto chico rubio sabia como hacer que yo me olvidara del mundo entero. Ian Miller tuvo una infancia difícil, trágica, pero ahora estaba ahí sentado en un tronco de madera narrando la historia de su vida sin rastro de dolor alguno, al contrario, en esos ojitos tan bellos solo vi un brillo tan resplandeciente que por poco me dejó ciega.

El sonido de las pequeñas olas golpeando la orilla era el único sonido que se escuchaba, bueno, las olas y mis suspiros de niña perdidamente enamorada del niño más puro que jamás ha existido. Calmé mis suspiros y me dispuse a seguir con la conversación.

—De seguro, tus padres se sienten muy orgullosos del hombre que eres ahora.

—¿Eso crees?

—Estoy un 75% de que si —Ambos nos reímos por mi tonto comentario.

—Estela —Su voz se tornó un poquito más seria, pero su sonrisa jamás desapareció—. Sabes, creo que mi deseo se cumplió.

—¿Cómo sabes eso?

—Porque a mi lado hay alguien que es la causante de que mi corazón no pare de latir, de que mis manos suden cada vez que está cerca y ni pensar en cómo tiemblo cuando su piel roza la mía.

Había dicho a mi lado, era yo ¿Verdad? Tenía que ser porque no creo que hubiese sido el cangrejito que estaba caminando cerca de sus pies descalzos. Ok, tenía que concentrarme.

—Ian, no sé qué decir, yo no me esperaba...

Y entonces lo dijo.

—Me gustas, Estela —Mi corazón se detuvo—, no sabes cuánto tiempo estuve planeando esto y creo que está saliendo muy mal —Soltó una risita nerviosa y cubrió su rostro con sus manos mientras yo lo miraba perdidamente—. Ay, Estela... Estela, sabes me gusta mucho tu nombre.

No sé cómo, pero logré encontrar mi voz.

—¿Por qué?

—Bueno, Estela no es un nombre cualquiera, es especial, como la persona que lo porta. Tu nombre significa "estrella de la mañana" y quiere decir que un pequeño lucero llega a la vida de las personas y con su hermosa luz guía, les muestra el camino y, sobre todo, les da esperanzas. Eso hiciste conmigo y creo tus padres saben eso, saben lo intenso que es tu brillo y quizás por eso no podían ponerle un nombre normal a una persona tan extraordinaria como tú.

Decir que me quedé sin palabras es poca cosa, yo estaba en shock, creo que mi cerebro se desconectó por completo ya que en ese momento no pude pensar, o moverme siquiera. Cada palabra que salía de la boca de Ian era como poesía para mis oídos.

—Tengo que admitir que estoy loco por ti, Estela. No sé cómo pasó, pero últimamente lo único que hago es pensar en ti, en todo momento estas en mi cabeza, me gusta todo de ti, tu sonrisa, tus ojos, tu rostro, tu cabello y hasta tu diminuta estatura.

—Muy gracioso. 

No pude evitar reírme al tiempo que golpeé su hombro mientras él solo reía.

—Lo siento, es solo que es la primera vez que le confieso mis sentimientos a una chica y creo que estoy metiendo la pata y de seguro tu ni siquiera sientas lo mismo que...

—Tú también me gustas —Solté sin darme cuenta y ambos nos sorprendimos. 

Ian cambió la posición de nuestras manos dejándolas entrelazadas. Una corriente recorrió mi cuerpo y eso solo me puso más nerviosa. No sabía que decir o cómo actuar, solo tengo que confesar que me perdí mirando sus labios, en lo suaves que lucían, en su color rosado incluso creo que suspiré cuando él los humedeció con su lengua de una manera tan sensual.

Ian soltó lento mi mano y casi que me muero ante la falta de su calor corporal, sin embargo, jamás dejé de mirar sus labios, fue como si me estuvieran llamando o yo que sé.

—... pulguita, por favor cuídalo porque este collar es muy especial para mí —Reaccioné cayendo en cuenta que él estuvo todo este tiempo hablando y lo peor es que me lo perdí por andar viendo sus labios.

Quise decirle que repitiera lo que había dicho, pero eso no hubiese estado muy bien, ¿verdad?

Él colocó el collar en mi mano y luego me sonrió. Miré el colar y sin saber por qué sonreí con nostalgia. El silencio volvió a hacer acto de presencia haciendo que yo me sintiera aún más hechiza por él. Volví a mirar su rostro y aquella mirada que encontré me dejó sin aliento, sin saber por qué cerré los ojos, quizás estaba esperando a que él diera el primer paso, no lo sé, estaba tan ansiosa y mi estómago no dejaba de rugir, sentí muchas cosas: emoción, felicidad, deseo, temor y otro montón de sentimientos que no me ayudaban en nada así que puse mi mente en blanco y decidí esperar pacientemente, pero eso fue lo único que hice, esperar. Creo que pasaron varios segundos sin que sucediera algo así que abrí los ojos encontrándome completamente sola.

¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba Ian? ¿Acaso había sido un sueño? Todo ese tiempo había estado soñando con su confesión. Miles de interrogantes pasaron por mi cabeza al tiempo que me golpeó la decepción.

Miré a mi alrededor con la esperanza de encontrarlo, pero no había nada, se había esfumado. Él y su guitarra.

Me puse de pie y lo llamé, pero éste no apareció, supuse que se había marchado hacia las tiendas, pero eso no tenía sentido, no después de lo que me había dicho. Confundida observé el collar en mi mano en eso noté que en la arena había un par de huellas que comenzaban justo en el lugar donde Ian estaba sentado y continuaba un camino.

Guardé el collar en los bolsillos traseros de mis shorts y seguí aquellas huellas. El viento comenzó a soplar con más fuerza, además con cada paso que yo daba el lugar donde se encontraban mis amigas se estaba alejando. Seguí las huellas que en cierto punto pensé que era una estupidez ya que quizás esas huellas ni siquiera eran de él, sin embargo, ya que podía hacer, me había alejado demasiado.

A travesé gran parte de la playa y justo cuando me había decidido por devolverme vi algo que llamó mi atención, a unos cuantos metros estaba una torre de madera muy famosa en esta playa, era una pieza de arquitectura muy hermosa que ascendía en una escalera en forma de espiral y servía como mirador. En la cima vi una luz y como yo era una persona muy curiosa, caminé hacia ese lugar.

Subí la torre y a cada paso que avanzaba podía escuchar una melodía con más claridad. Era el sonido que provocan las cuerdas de una guitarra que estaba siendo tocada por los dedos de un ángel y cuando ese mismo ángel comenzó a cantar me sentí en las nubes.

Justo en la cima se encontraba el amor de mi vida, cantando una canción que me erizó por completo la piel y provocó que mis ojos se humedecieran. Él me estaba mostrando como es el sonido de los ángeles cantado para su amada.

No sabía si era la primera vez que Ian cantaba en un idioma que no era el suyo, pero la emoción de saber que él se aprendió una canción en español me llenó el corazón de alegría.

🎵"Regálame tu risa
Enséñame a soñar.
Con solo una caricia
me pierdo en este mar

Regálame tu estrella
la que ilumina esta noche
Llena de paz y de armonía
y te entregaré mi vida

Enseña tus heridas
Y así las curarás.
Que sepa el mundo entero
que tu voz guarda un secreto

No menciones tu nombre que en el firmamento
Se mueren de celos.
Tus ojos son destellos
tu garganta es un misterio

Haces que mi cielo vuelva a tener ese azul,
Pintas de colores mi mañana, solo tú
Navego entre las olas de tu voz y tú, y tú, y tú
Y solamente tú
Haces que mi alma se despierte con tu luz
Tú, y tú, y tú

Haces que mi cielo vuelva a tener ese azul
Pintas de colores mi mañana, solo tú
Navego entre las olas de tu voz y

Tú, y tú, y tú
Y solamente tú
Haces que mi alma se despierte con tu luz"🎶

Gracias por haber llegado a mi vida, Estela.

Ian terminó de cantar y yo le di un merecido aplauso; mientras observaba que el pequeño lugar estaba decorado con luces de colores, esas que se colocan en navidad y le daba un toque bien romántico.

—Espero no haya sonado tan mal  —susurró con timidez a lo que yo negué.

—Lo hiciste genial y me encantó ese acento de España que hizo que tu voz sonara más grave —Reí imitando el acento español.

Él se posicionó delante de mí, mientras acomodaba su guitarra detrás de su espalda.

—¿Cómo supiste que vendría siguiendo tus huellas? —cuestioné recostando mi espalda en el barandal de madera.

Él se encogió de hombres.

—Sabía que lo harías.

—¿Qué hubiese pasado si mejor me hubiera ido a dormir?

—Te habría mandado un mensaje o quizás habría hecho cualquier locura con tal de que vinieras.

Reí con nerviosismo al tenerlo muy cerca.

—¿Cuándo preparaste esto? —Señalé las luces.

—Mientras tu construías un castillo de arena en la playa —Ian rodeó mi cuerpo colocando sus brazos en el barandal y dejándome encerrada—. Solo quería que esta noche fuera perfecta —fijó sus ojos en mis labios y no pude evitar tragar saliva—: como tú.

Él levantó sus manos y con mucha delicadeza acarició mi cabello junto con la corona de flores.

Mi corazón latió como nunca lo había hecho. El día en que las palabras no fueron necesarias, el ocaso en que el silencio fue la melodía que nos acompañó y la noche junto con un cielo estrellado nuestros únicos testigos. Se podría decir que ese fue el momento más hermoso de mi vida.

Ese instante en el que sin decir nada, Ian acercó su rostro al mío con una lentitud estresante, rozó la punta de su nariz un par de beses con la mía y luego cuando creí que me iba a quedar sin respiración él se detuvo, a tan solo unos centímetros de mis labios, casi podía sentir su aliento, estaba tan ansiosa por hacerlo que entendí lo que él estaba haciendo; también se moría por besarme, pero tenía miedo ¿De qué? No sé, pero lo tenía; así que decidí tomar el control de la situación, esta vez no iba a dejar que se escapara.

Lo malo era que estaba muy nerviosa así que cuando se me ocurrió colocar mis manos a cada lado de su cintura y abrazarlo, él sonrió un poco ya que sintió como mis manos temblaban más que gelatina. Ignoré eso y me puse en puntillas a la vez que hice que él se inclinara un poco más y finalmente lo hice. Uní mis labios con los suyos.

Ufff. Virgen santa.

Ese era mi primer beso, pero déjame decirte que jamás, en mi vida había sentido lo que ese chico rubio me hizo sentir.

Estaba en el cielo.

Era la sensación más emociónate, se me olvidó todo a nuestro alrededor, todo, incluso mi familia, incluso mi nombre ¿Quién era estela? No lo sabía, pero lo único que si sabía era que, no quería parar.

Era un beso lento, suave, lleno de emociones perfecto para sellar lo que más tarde llamaríamos nuestro primer amor de verdad. Aquel beso que permanece a pesar de los años en lo más profundo de mi alma.

¡Dios, alguien que llame a la policía que me muero!

¡Me derrito! ¡Me derrito!

Literalmente me estaba derritiendo y creo que Ian lo sintió porque quitó sus manos de mi rostro y los colocó en mi cintura sujetándome con firmeza y subiéndome sobre el barandal lo que logró que la diferencia de altura no fuera más un problema, así fue nuestro primer beso. El primero de muchos, porque a partir de ese momento Ian, no podría deshacerse de esta pulga, la cual se le pegaría para siempre.

Fin.

Nap, mentira, solo nos despedimos y nos fuimos a dormir. Claro que yo casi tuve un paro cardiaco después de cerrar la puerta ya que no podía con la felicidad y solo pensaba en volver hacerlo, pero eso te lo contaré después ahora deja me gritar.

¡Me derrito! ¡Me derrito!   


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