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15. 🎵Yo quiero un héroe🎵

Capítulo 15
🎶Yo quiero un héroe🎶

⭐⭐⭐

Respira Estela, respira.

No entres en pánico.

Cálmate.

Respira...

A la mierda todo.

¡Ahh ¡Santa empanada, te ruego por mi alma Y santa arepa con queso, líbrame de este pendejo!

Grité con tanta fuerza que estoy segura que dejé sordo a John, aunque bien que se lo merecía ya que se estaba comportando como un maniático. Luché con todo mi ser, pero era muy complicado batallar contra una bestia grande y musculosa, cuando tienes el cuerpo de una lagartija enferma.

De seguro te estarás preguntando ¿Estela y dónde está tu celular para que llames a tu hermano?  Pues déjame contarte que estaba muy bien, allá adentro del bar divirtiéndose con los demás. ¿Cómo se me pudo olvidar mi celular?

Entré forcejeos John consiguió inmovilizarme, con mucha rapidez me alzó y cargó sobre su hombro. Traté de hacer que me bajara golpeándolo con mis codos en su espalda, pero parecía como si mis golpes revotaran contra sus músculos.

Con la cabeza abajo miré como nos alejábamos más y más del bar. Él empezó a caminar y aunque pedir ayuda fue en vano porque no había ni un alma en ese callejón, decidí intentarlo.

—¡Brandon! ¡Ian!¡Lau! ¡Quien sea, pero vengan a ayudarme! —grité y lo escuché burlarse—.  John, bájame si no quieres que... —Él detuvo mis palabras con una carcajada.

—¿Qué? Vamos Estela si tu no matas ni a una mosca, así que deja de amenazarme y mejor ponte a pensar en lo mucho que se va a molestar tu hermano cuando se entere que te fuiste conmigo.

Atrevido.

—Yo no me estoy yendo contigo ¡Tú me estas raptando, pedazo de idiota! —exasperé, y sentí que el mundo se me detuvo cuando John estampó con fuerza la palma de su mano en mis nalguitas.

Hasta aquí. Ahora si me iba a conocer.

Enojada y con la adrenalina al 100% me retorcí en todas las direcciones posibles, hasta que logré clavar mis uñas en su atlético trasero razón por la cual él soltó un grito y se vio obligado a bajarme. Como yo no me quedaba con nada antes de que pudiera bajarme por completo, hundí mis dientes en su hombro izquierdo y lo mordí con tanta fuerza que estoy segura que le saqué sangre.

Él gritaba adolorido mientras intentaba despegarme, y como no lo conseguía utilizó su otra mano para jalarme el caballo. Me dolió mucho y solo consiguió que lo mordiera con más fuerza. Para desquitarme aproveché que él tenía el cabello un poco largo y también tiré de su cabello a lo desquiciado. Entre jaloneos y tirones John consiguió separarme de su cuerpo y cuando lo solté, sin más me dejó caer.

¡Piche hijo de tu... —Me quejé al sentir como mi cuerpo cayó al suelo y lo peor es que pisé mal.

Genial, era la oportunidad perfecta para correr y me había torcido el tobillo. Chillé al intentar con desesperación levantarme del suelo y mi tobillo no colaboró. John por su parte estaba soltando maldiciones mientras intentaba mirarse la zona mordida.

—¿Estela, que mierda te pasa? Te has convertido en una salvaje—exasperó con enojo.

—Lo hice para que aprendas a no tocar a nadie sin su permiso —espeté desde el suelo y él muy enojado se abalanzó sobre mí. Observé en cámara lenta como su mano se dirigía hacia mí con la clara intención de abofetearme, pero otra muy oportuna mano se lo impidió.

El dios de las notas altas y todo señorito perfecto, apareció ante nosotros para salvarme el pellejo. Mi hermoso Ian, detuvo a John y eso no fue lo único que hizo; no, lo siguiente que pasó fue como ver a esos luchadores profesionales darse en la madre.

Ian mientras sostenía el puño de John con su otra mano lanzó un fuerte golpe directo al rostro del John, el cual retrocedió unos cuantos pasos debido al impacto, pero éste enseguida se repuso y atacó con todo.

El greñudo se abalanzó hacia Ian, lanzándole un derechazo que me dolió más a mí que Ian, aunque éste no se quedó quieto apenas recibió el golpe se lo devolvió acompañado de una patada voladora que me dejó con la boca abierta.

A lo bruce Lee.

John cayó al suelo pues fue su pecho quien recibió la patada, se levantó quejándose un poco. Ian no le dio tiempo de nada ya que le plantó otro golpe y otra patada que dio esta vez en el rostro de John y te juro que se me erizó la piel al escuchar el sonido de su mandíbula quebrarse.

Ahí sentada en el piso como la espectadora número uno, observé la pelea, luego recordé mi tobillo y me concentré en intentar ponerme de pie, eso fue doloroso. Solo me distraje unos segundos y para cuando volví a mirarlos me sorprendí.

John estaba en el suelo, débil e Ian estaba sobre él dándole puño tras puño en la cara. Sonaba horrible y había mucha sangre. Como yo era una chica llena de paz que no le gustaba la violencia me propuse detener a Ian. Solo que como John era un idiota le di tres segundos a Ian para que le partiera todo lo que se llama cara. Después de todo se lo merecía.

Mental y lentamente conté.

Uno, dos, dos y medio y... tres. Listo.

—¡Ian! —grité sin muchas ganas, el nombrado me ignoró—. ¡Ian, ya déjalo y ven a ayudarme! —Volvió a ignorarme y solo se escuchaban los golpes secos en el rostro de John. 

Cansada de ser ignorada, observé a mi alrededor y como solo había muchos edificios solitarios busqué la manera de detener a Ian, recordé que yo tenía botas así que me las quité lo más rápido que pude y se las lancé a Ian, estas cayeron sobre su espalda logrando que él se detuviera y me mirara.

—Ya déjalo y ayúdame, por favor —dije y él pareció confundido por unos segundos. Su respiración era agitada, sobre su pómulo y labio inferior caían pequeñas gotas de sangre.

Ian reaccionó y se puso de pie algo desorientado; sin embargo, caminó hacia mí con paso firme y una expresión preocupada. Llevé mi mirada a John el cual estaba consiente, pero muy mal como para siquiera ponerse de pie.

—¿Estás herida? —preguntó ya junto a mí y arrodillándose para quedar a mi altura.

—Solo me torcí el tobillo —respondí, observando sus heridas y con mi mano acaricié su rostro, sin darme cuenta uno de mis dedos rozó sus labios provocando que inconsciente humedeciera mis labios—. Pero tú no.

Él asintió y con mucha delicadeza revisó mi tobillo dándose cuenta que estaba rojo e hinchado. Se puso de pie, caminó hacia John mirándolo con atención y luego tomó mi bota para así regresar hasta mí. Me ayudó a ponerme la bota y luego me brindó su espalda, que miré por unos segundos confusa.

—¿Qué? —dije sin entender.

—Súbete —Se preparó para cargarme.

—Estás loco.

—Vamos o prefieres caminar —inquirió mirándome por sobre su hombro y yo negué. 

Resoplé rendida y con torpeza me subí a su espalda. Ya arriba, él se colocó de pie y comenzó caminar como si yo no pesara absolutamente nada.

Caminaba en completo silencio y yo solo estaba intentando que él no pudiera sentir lo fuerte que mi corazón estaba latiendo por esa situación.

—Ian, gracias por ayudarme, pero ¿cómo lo supiste? —cuestioné con curiosidad.

—Cuando entré pensé que ibas detrás de mí, pero luego de un rato me di cuenta que no aparecías así que regresé a la parte trasera del bar y cuando no te vi me asusté. Empecé a buscarte por todos lados y cuando me alejé escuché tus gritos y... ya sabes el resto.

—Eso quiere decir que te preocupaste por mí —inquirí.

—Por supuesto —Lo sentí sonreír—. Lo hice y mucho, perdón por dejarte sola.

—Está bien, te perdono, pero no lo vuelvas a hacer —Ambos reímos por mi comentario y luego nos quedamos en silencio. Desde mi posición solo podía ver su cabello, el cual estaba despeinado a tal punto que solo lo hizo lucir más tierno.

Levanté mi mano e introduje mis dedos entre su sedoso cabello y comencé a acariciarlo, en eso se me vinieron unas ganas de oler su cabello y así conocer su aroma, sin pensarlo mucho aproveché la situación y lo hice. Acerqué mi rostro hasta esos mechones dorados y aspiré.

Melocotón y chocolate, el cabello de Ian olía súper delicioso, daban ganas de comérselo.

Hundí más mi rostro en su cabello sumergida en aquel delicioso aroma hasta que lo escuché reírse.

—Estela, yo sabía que eres diferente, pero con esto me doy cuenta que estás loca —bufó y yo alejé mi rostro de su cabeza con vergüenza. Él siguió riéndose mientras tomaba un camino diferente.

—¿A dónde vamos? —murmuré casi inaudible.

—Hacia la parte delantera del bar, ya que no pienso dejarte de nuevo en ese callejón —Asentí y me quedé en silencio recordando que hace tan solo unos minutos atrás, Ian y yo estamos sentados en el contenedor escuchando una de sus canciones.

Llegamos a la entrada donde aún había muchas personas queriendo entrar, pero lo que más sobresalía era un grupito de gente que daban vueltas en el mismo lugar desesperados y entre esos se destacaba mi hermano, mis amigas y los chicos.

Ian se detuvo frente a ellos los cuales se asustaron al vernos y se apresuraron a preguntar qué pasó. Ian me bajó con cuidado mientras todos nos invadían con miles de preguntas. Brandon se abalanzó hacia mi asegurándose que estuviera bien.

Tocó mi rostro y observó todo mi cuerpo buscando heridas, así que lo detuve.

—Tranquilo, estoy bien —dije y él respiró aliviado—. El que está lastimado es Ian —Todos lo miraron sorprendidos.

—Solo son unos golpes, pero Estela se torció el tobillo —aclaró agitando sus manos y Brandon preguntó:

—Que les pasó ¿Por qué están heridos?

—Fue John —murmuré a Brandon el cual, pareció entender la situación de inmediato.

—Él se estaba llevando a Estela, también quiso pegarle, luego él y yo terminamos peleando —añadió Ian.

Brandon bajó la cabeza, pensativo y yo preocupada lo abracé. Sus puños estaban apretados con ira así que puse mis manos sobre las suyas y él se relajó.

—Gracias, Ian por ayudar a Estela —expresó con agradecimiento e Ian le sonrió.

El tobillo me dolía mucho así que le dije Brandon que nos fuéramos a casa y él aceptó, no hubo problema en ocultar mi tobillo de mis padres ya que estaban tan ocupados y cansados que solo tuve que encerrarme en mi cuarto toda la noche y ya.

Brandon me ayudó con una pomada para el dolor y para el día siguiente ya no estaba tan inflamada, el problema vino después cuando intenté practicar baile con mis amigas y solo empeoré las cosas.

Solo faltaban pocos días para hacer nuestra primera presentación y justo me torcí tobillo. Fingí que estaba bien delante las chicas, pero la verdad era que me sentía mal al verlas practicar con tanta dedicación mientras yo las apoyaba sentada en una silla. Me preocupó que el día llegara y yo no estuviera en condiciones parar bailar, y solo pudiera cantar sentada en un rincón del escenario.

Quisiera decirte que no me dejé llevar por la situación y que busqué una manera positiva de presentarme, pero no, ese día me encerré en el baño a llorar un ratico, me desahogué de la impotencia que me estaba consumiendo, me calmé y luego salí como si nada.

Para colmo, apenas salí del baño me encontré con la maestra de teatro que me llevó con ella a planificar todo sobre la siguiente obra que prestaríamos para una escuela primaria. Esa donde solo nos encargaríamos de la decoración y por supuesto la limpieza.

Aún faltaba tiempo, el problema era que la maestra estaba embarazada de siete meses y por obvias razones no asistiría muy seguido a la escuela. Ella era una mujer de piel trigueña y cabello oscuro con ondas. Su esencia de latina estaba muy marcada en su acento.

—Estarás a cargo, Estela —ordenó sentada en su escritorio. Esa era como una mini reunión ya que todas las implicadas estábamos presentes: Mis amigas, la odiosa de Leila y yo, quien no podía creer lo que escaba de escuchar.

—Espera, ¿qué? —renegué con incredulidad—. ¿Cómo que me va a dejar a cargo?

—Sí, es parte de tu castigo —dijo despreocupada y a mí se me reinició el Windows. Leila por su parte se encontraba histérica.

—¿Y por qué a ella? Si ella fue quien me agredió y dañó mi vestido —Los aullidos de Leila resonaron por toda oficina.

—Basta Leila, la decisión está tomada. Estela estará a cargo y punto, tendrás que obedecerla en todo —espetó la maestra con seriedad y Leila tragó grueso. 

La maestra continuó jugando con su lápiz mientras reclinaba un poco más la espalda de su silla hacia atrás, para poder entrar con todo y barriga al escritorio.

Abrumada por todo lo que me estaba pasando salí de la oficina sin ganas de nada. Cumplir los dieciocho me estaba cambiando la vida, antes yo solía ser mi imperativa y tomaba muchas actividades para hacer en un solo día y ahora mientras caminaba por los pasillos de la escuela trataba de idear un plan para huir de esa cuidad por lo menos dos días.

Estuve caminando por los pasillos fundida en mis pensamientos sin darle importancia a nada a mi alrededor.

—¿En qué piensas? —La voz juguetona de Ben a mi lado, me asustó y casi pegué un grito. Con una mano en mi pecho le dediqué una mirada de pocos amigos y él solo me sonrió con diversión. Noté enseguida que estaba usando unos lentes con aumento.

—¿Usas lentes? —cuestioné y él asintió.

—Sí, desde pequeño tengo que usar lentes para leer.

—Que mal que a tus dieciocho años ya estas ciego.

—No estoy ciego, solo que tengo dificultades para leer.

—¿De eso vienes?

—Sí, estaba en la biblioteca con Ian, pero él se quedó dormido así que lo dejé ahí —La mención de Ian me cambió el humor.

Ben se adelantó un poco y caminó de espaldas mientras mantenía su mirada fija en mí y me mostraba su mano cerrada. Lo observé con una sonrisa ya que se podía caer en cualquier momento.

—Si sabes que si te tropiezas me voy a burlar de ti ¿Verdad?

—Estoy seguro que no me voy a estrellar con nadie, ya que tu estas para protegerme.

Sonreí por sus ocurrencias y miré con mucha curiosidad lo que había en su mano. Él abrió su mano y dejó ver con claridad una pulserita dorada con dijes muy bonita.

—¿Te gusta? —cuestionó levantando sus cejas y yo me mordí los labios.

—Si —dije alegre y levanté mi mano para tomar la pulsera, pero Ben apartó su mano y se burló de mi cara.

—Si puedes quitármela, es tuya —dijo alzando su mano tan alto que de seguro me hubiese tardado una eternidad en quitársela. Sin embargo, como a mí nadie me ganaba me las arreglé para obtener la pulsera.

Me abalancé hacia él tomándolo por sorpresa, y le hice cosquillas a tal punto que el pobre se retorció con los ojos llenos de lágrimas mientras intentaba evitar que continuara con mi ataque hasta que se rindió.

—Ok, ok toma —exclamó sujetándome de las muñecas mientras yo solo me reía. Él me soltó y enseguida me dio la pulsera, la cual tomé con una sonrisa victoriosa. 

Me la puse, en eso escuché un grupito de fans de Ben acercarse como moscas al popo, incluso traían unos carteles y fotos de él y los demás chicos, me di cuenta que no eran de nuestra escuela así que le avisé.

—¡Corre por tu vida! —Grité señalando la turbia y él sorprendido salió corriendo. Ese fue una escenita digna de una película de comedia; mientras Ben iba adelante corriendo lo más rápido posible, sus fans atrás tratando de alcanzarlo.

Ya fuera de mi campo de visión dejé de reírme y recordé algo.

Ian.

Él estaba en la biblioteca durmiendo así que, era el mejor momento para molestarlo. Mi expresión y risa de bruja malvada eran merecedores de un óscar, carajo.

Caminé con decisión hacia la biblioteca y luego de un rato llegué. No sabes lo hermosa que era estar en ese lugar tan lleno de letras. Incluso podías sentir el aroma de las paginas al pasar por los interminables estantes. Cada uno contenía miles de palabras que podían transportar a un lector a otra dimensión. A mí, por ejemplo, me transportaba a la tierra de los sueños y creo que a Ian también ya que lo encontré con la cabeza sobre sus manos y recostado sobre una mesa.

Su cara estaba hacia un lado así que podía observar muy bien su rostro mientras dormía. Me acerqué con cuidado y tomé asiento a su lado embobada por lo lindo que se veía al dormir. Su cabello dorado caía cubriendo parte de su frente y su rostro relajado a tal punto que sus mejillas estaban infladas y tenía su boca como un patito.

Sonreí mirando fijo sus labios con ganas de no sé, quizás saber si eran tan suaves como lucían. Humedecí mis labios en un acto inconsciente.

Mi corazón bombeaba con fuerza y mi estómago revoloteó como si tuviera estreñimiento. Lento levanté mi mano y la acerqué hasta su rostro, pero no me atreví a tocarlo, solo mantuve mi mano a centímetros de su piel.

Tragué saliva mientas me debatía en si tocarlo o no. Me moría por hacerlo pero que iba a pensar él. Recordé lo que planeaba hacer y desperté de ese estado de embelesamiento en que me puso ese hombre. Quité mi mano y miré que sobre la mesa además de unos libros había unos marcadores así que tomé uno.

Con sumo cuidado acerqué la punta del marcador hasta su barbilla con la intensión de dibujar algo, en eso Ian despertó y me miró. Asustada solté el marcador el cual voló en el aire y luego golpeó a unos chicos que estaban sentados detrás de nosotros. Casi me dio un infarto así que tuve que respirar profundo para no morir ese día.

Para hacer el disimulo deslicé mis manos por mi cabello mientras trataba de mirar a mi alrededor. Ian levantó su cabeza y mientras frotaba sus ojos, preguntó:

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