11. El bendito chicle
Capítulo 11
El bendito chicle
⭐⭐⭐
Tenía que calmarme, igual no sé por qué me enojaba si no éramos nada.
Mi cabeza era un lio mientras observaba como esa chica se le pegaba a Ian como sanguijuela y lo peor es que yo tenía entendido era él estaba soltero. Aja y entonces quien era esa chica.
Aparté mí vista de ellos dos y me separé un poco de Brandon quien no dejaba de sonreír, se veía tan sonriente que se parecía al gato de Alicia en el país de las maravillas.
—¿Quién eres y qué hiciste con el amargado de mi hermano? —bromeé.
—Lo secuestré y encerré en un sótano para que no lo vuelvas a ver.
—Ja, Ja tan chistoso como siempre —resoplé apartando un mechón de cabello de mi rostro—. Felicidades por tu primera presentación ¡Lo hiciste genial! —expresé sonriendo y noté que él se quedó mirando fijo mi camiseta y luego pareció recordar algo.
—De verdad que solo a ti, te pasa este tipo de cosas —mencionó señalándome por completo y como sabía a qué se estaba refiriendo añadí:
—Sí, pero la culpa no es mía, es solo una casualidad —Mis palabras se vieron interrumpidas por la llegada de un hombre delgado que usaba lentes y vestuario de hombre de negocios importante.
El hombre se reunió con todos los chicos incluyendo mi hermano y les dijo algo que no alcancé a escuchar, creo que era algo serio porque después de eso se los llevó a un lugar apartado y estuvieron conversando un rato.
Me quedé de pie junto a mis amigas esperando que mi hermano apareciera y la verdad fue bastante incomodo, ya que en la mesa solo estaba sentada aquella chica rubia que no paraba de mirarme con desprecio.
No entendí que hacia ella ahí con los chicos, como si fuera la dueña del lugar o de ellos. Estaba por decirles a las chicas que nos sentáramos, en eso la chica vio mis intenciones de quedarme y de inmediato se colocó de pie e hizo un movimiento con su mano para indicar que nos detuviéramos.
—Tal vez porque eres nueva aún no lo se, pero —habló con un tono de voz delicado mientras agitaba la copa de vino rosa en su mano izquierda—. Ni se te ocurra volver a acercarte a Ian —masculló esta vez con desprecio.
Sonreí.
—Y si no lo hago ¿Qué? —reté con suspicacia y ella me dio una sonrisa de labios cerrados.
—Si no tienes cuidado, podría aplastarte —sentenció y yo me crucé de brazos. Pero ¿Por qué siempre se metían con mi estatura? ni que ella fuera tan alta, si a duras penas se veía unos centímetros más alta que yo, además creo que eso se debía a los tremendos tacones de aguja que llevaba puestos esa noche y ni qué decir de su ropa; un vestido rojo cuello alto y ceñido a su cuerpo que solo le hacía lucir unas piernas largas.
—Enserio, no me digas —fingí miedo y moví mis piernas de una manera graciosa—. Mira como estoy temblando —La burla en mi voz no pasó desapercibida en las chicas, estas no se apartaron de mi lado y comenzaron a reírse.
En eso Lau añadió, aunque sonó como una amenaza.
—Sí, Leila ¿Tú y cuantas más? —La voz de Lau me dio escalofríos, pero como ella estaba de mi lado pues me relajé.
Entendí que esa chica se llamaba Leila y que mis amigas sabían quién era. En conclusión, la única perdida era yo.
Leila se acercó, visiblemente molesta queriendo imponerse sobre mí y como yo a lo único que le temía era a las arañas, no le demostré miedo. Solo seguí con mi actitud de me vale tres hectáreas de mierda lo que digas peli teñida.
—Escúchame muy bien, nadie se puede acercar a Deep Purple y mucho menos a Ian.
—Oh, disculpa no sabía que los chicos tienen dueña.
—Sí, entérate, no voy a permitir que estés merodeándolos porque a leguas se te ve que estás interesada en ellos —La mirada tan fría que me dio creo que, sería capaz de congelar un rio.
Qué se creía, acaso los chicos eran objetos para que ella se apropiara, así como si nada. Era una ridícula.
Solté una risa en complicidad con mis amigas después de escuchar tanta estupidez en una solo oración ¡¿Quién en esta vida, es dueña de otra persona!?
—Solo te lo estoy advirtiendo, en estos días que estuve fuera de la escuela, sé que estuviste muy cercana a ellos y sobre todo a Ian, pero créeme que ahora que regresé, no pienso dejar que esa cercanía llegue a algo más, él es mío. Ellos son míos.
—Bueno pero que egoísta eres, dices «Ian es mío, ellos también son míos» Por lo menos deja algo para el pueblo.
—Estás advertida.
—Uy, eso sí que va a estar difícil porque resulta que mi hermano es también miembro de Deep Purple y por obvias razones no pienso separarme de él.
—Entonces, te tengo una solución, que tal si saco a tu hermanito del grupo —propuso y en mi cabeza eso sonó como una clara amenaza, que por supuesto yo no iba a permitir
—Atrévete a meterte con mi hermano y te juro, que no habrá lugar en la tierra donde puedas esconderte —Mis palabras salieron con frialdad, estaba tan enojada porque ella amenazó con meterse con los sueños de mi hermano.
Y con eso no se juega.
Ella sonrió de lado y en eso aparecieron los chicos, quienes estaban bromeando entre ellos sobre un comentario que hizo Brandon quejándose de que los chicos lo habían obligado a peinarse.
Fue así como las aguas se calmaron y ella se apartó de nosotras.
—Pero que se cree ésta chica, solo le faltó decir la típica frase "tú no sabes quién soy yo" —murmuré entre dientes y fue Pilar quien aclaró un poco mis dudas.
—Su nombre es Leila Bidel y es hija de un importante político que se cree el presidente y por lo tanto ella se cree la reina de nuestra escuela.
—¿Ella estudia con nosotras?
—Sí, aunque casi no asiste ya que su papi le fabricó una carrera como modelo y alguien tan famosa como ella, no puede asistir a una escuela pública.
—No entendí —musité perdida y Jena tuvo que intervenir.
—Su papá no quiere que ella estudie en nuestra escuela, sin embargo como ella está más que flechada por Ian, ni muerta se separa de él. Ellos no son nada porque él no le da chance por más de que ella le ha rogado, creo que desde que usaban pañales.
Comprendí que ambos se conocían desde niños.
—Es bien sabido por todos en la escuela que Leila, le besa los pies a Ian, pero él le vive pateando el culo; ya que él sabe perfectamente que ella es más falsa que las bubis de Pilar —añadió Lau con su típico tono de malicia.
—¡Oye! mis bubis son naturales —se quejó Pilar y luego todas nos reímos.
Vaya chismecito el de Ian y esa chica.
La tal Leila tomó asiento de nuevo esperando que los chicos también se sentaran a su lado, con una expresión de arrogancia más grande que ella. Sin embargo, ellos se ubicaron en los sillones que estaban a mi lado y tomaron asiento lo más lejos posible de ella.
Te juro que su cara fue icónica. Mis amigas y yo explotamos en carcajadas sin importarnos si nos escuchaban.
—Disculpen señoritas —Una voz masculina interrumpió nuestras risas. Me fijé que frente a nosotras estaban cuatro chicos muy buenos, pero que digo buenos, riquísimos.
—Les gustaría ir a bailar —Uno de ellos habló dirigiendo su mirada picara hacia mí. Intercambié miradas con las chicas y todas estuvimos de acuerdo que ese tipo de oportunidades no se ven todos los días. Así que cada una tomó a su pareja de la mano y comenzamos a caminar para llegar a la pista de baile.
Antes de irme, le dediqué unas palabras a la tal Leila.
—¡Puedes quedártelos por esta noche, te doy permiso! —Sin esperar alguna reacción me alejé junto a un chico moreno que parecía salido de una revista de chicos sexys.
Después de eso, bailé no sé por cuanto tiempo con ese chico que no recuerdo muy bien, creo que su nombre era Carlos, o algo así. Decidí salir a tomar un poco de aire fresco, es que adentro estaba muy asfixiante.
Logré salir y después me arrepentí ya que la puerta por donde salí no llevaba a la calle, más bien llevaba a la parte de atrás del bar que era un callejón. Me asusté un poquito ya que estaba solitario y oscuro.
Iba a regresar adentro, pero escuché un ruido y como buena chismosa me asomé. Detrás de unas gigantescas cajas y sobre un contenedor de basura verde estaba sentado el chico rubio. Ian Tenía su espalda y cabeza recostadas a la pared, sus ojos estaban cerrados mientras agitaba sus pies en el aire.
—¿Me estas espiando? —murmuró de repente y luego abrió sus ojos, que se veían tan brillantes como una noche estrellada.
Di unos pasos hasta quedar a su lado y coloqué mis manos sobre la tapa del contenedor para cerrarla; ya que el contenedor era de esos que cuentan con dos tapas y solo la parte donde él estaba sentado se encontraba cerrada. También me fijé que el contenedor estaba vacío creo que ya habían recogido la basura.
—Sí, fíjate que quería saber por qué siempre hueles tan mal y ya descubrí la razón —dije y lo escuché reír.
Yo por mi parte me encontraba tratando de subir al bendito contenedor y como buena debilucha que era se me hizo imposible. Ian de un salto se bajó y sorpresivamente me sujetó por la cintura, provocando que yo me girara hacia él para quedar de frente. Con mucha facilidad me alzó como si yo pesara menos que una pluma porque ni siquiera lo vi esforzarse y como a una niña pequeña me colocó sobre el contenedor en el cual quedé sentada y luego él se subió a mi lado.
Mordí mi labio debatiéndome entre si mencionar lo de Leila o no.
Mejor se lo decía.
—Tu amiga Leila, es toda una joyita —murmuré rompiendo el silencio que nos rodeaba. Mantuve mí mirada fija en la pared de enfrente que por cierto noté que había un grafiti en color rojo que decía "A la persona que más amé". Aun así, pude sentir el peso de la mirada de Ian sobre mí.
—Qué pasó con ella ¿Te dijo algo? —preguntó interesado.
—Más bien, qué no me dijo —Desvié mi vista hasta mis zapatos y agité mis pies en el aire—. Ella me ordenó que me alejara de los chicos y de ti.
—¿Vas a hacerlo? —dijo en un tono suave casi inaudible y yo negué.
—No, por supuesto que no, primero porque ustedes me caen bien y además no puedo ignorar el hecho de que mi hermano está casi todo el tiempo con ustedes —expresé y luego enfoqué mi vista en él. Sus ojos azul celeste se centraron en los míos con una intensidad que me desarmó por completo—. Y también porque estoy demasiado interesada en conocer cosas sobre ti.
—Cosas ¿Qué cosas?
—No sé. Me gustaría saber por ejemplo ¿Qué marca de shampoo usas? ya que tu cabello es como los de esas modelos que salen en la televisión —Mi comentario para nada serio, le sacó una carcajada sonora—. No, ya en serio, tengo que confesarte que estoy muy interesada en conocer el secreto que ocultas detrás de esos bellos ojos azules.
Él dejó de reír, aunque la sonrisa seguía presente en sus rosados labios.
—Estela, nunca me respondiste la pregunta que te hice.
—¿Cuál? es que soy muy olvidadiza.
—¿Por qué estabas tan interesada en que Brandon entrara al grupo? ¿Qué ganabas? —me recordó y yo miré hacia el frente, pensativa.
—Bueno, él es mi hermano, lo amo y haré cualquier cosa por él, pero... —Me quedé en silencio perdida en mis pensamientos y un nudo se formó en mi garganta. Lo necesitaba, necesitaba desahogarme.
Ian solo esperó.
—Me sentía culpable —murmuré en un suspiro—. ¿Recuerdas a ese tipo que estaba peleando con Brandon el otro día? —Él asintió y yo continué—. Bueno, su nombre es John, y estudió con nosotros hace un tiempo. Él siempre le tuvo envidia a Brandon ya que por más que se esforzaba, nunca pudo componer canciones tan buenas como las de Brandon. Como yo no sabía nada sobre su rivalidad, él se acercó a mí, aunque solo fueron coqueteos y ya. Eso solo duró una semana ya que un día estábamos viendo una película en mi casa y aprovechando que nadie de mi familia estaba, subió al cuarto de mi hermano mientras yo estaba en el baño y robó todas las canciones que Brandon había compuesto para participar en un concurso muy importante.
» Después de ese día no lo volví a ver y luego me enteré de lo que hizo, él había ganado el concurso gracias a las canciones de mi hermano. Brandon lo confrontó, pero no pudo hacer nada, por mi culpa había perdido todo en lo que había trabajado durante meses. Brandon nunca me reclamó o mencionó algo al respecto, lo único que dijo cuándo papá le preguntó fue «No es su culpa» yo me sentí tan culpable. Le pedí muchas veces perdón y él solo dijo «No es tu culpa, olvídalo que yo estoy bien»
Mis ojos se humedecieron al recordar lo triste y decepcionado que Brandon estaba aquel día, que entró a su cuarto y descubrió que le habían robado su trabajo. Solté una larga respiración y continué:
—Esa es la razón por la que quería ayudarlo con esto de cantar, ya que yo nunca lo superé y lo mantuve en mi mente.
—¿Es por eso que insististe tanto? —murmuró Ian, mirando a la misma dirección que yo.
—Y porque había dinero de por medio —Reí y él rodó los ojos.
—Brandon es un muy buen hermano, él siempre ha sido así, nunca me ha reclamado o se ha enojado conmigo y eso que yo soy un poco traviesa —Me estiré un poco para apartar los malos recuerdos—. Y esa es toda la historia, a John lo expulsaron de la escuela unos días después y nunca más lo volví a ver, hasta ya sabes —dije con desinterés al tiempo que apretaba el amarre de la chaqueta en mi cintura. Eso llamó la atención de Ian.
—Aún estás usando la chaqueta —Sus ojos estaban posados en la chaqueta mientras sonreía.
—Sí, me gusta mucho —Sonreí ampliamente—. Gracias por regalármela.
Ian se bajó del contenedor y se posicionó frente a mí con una sonrisa traviesa, gracias a su metro ochenta quedó casi a mí misma altura.
—Yo nunca dije que te la regalaba.
—¿Que? Tú esta mañana dijiste que podía quedármela —recalqué confundida, pero él solo se encogió de hombros.
—Si te gusta tanto, te la vendo.
—Ian, ponte serio —expresé con seriedad y él extendió la palma de su mano hacia mí.
—Págame, me pareció que tu hermano te dio una buena cantidad de dinero la otra vez.
—No tengo, me lo acabé todo.
—No te creo —Acercó más su mano—. Vamos no seas tacaña y paga.
—Ah, está bien cuanto pides —Saqué derrotada mi celular que ya sabes que es mi billetera.
—Diez dólares.
—¡Estarás pendejo! —exasperé—. Ni creas que voy a darte diez dólares por una chaqueta usada, desgastada y que además tiene un bolsillo roto.
—Ok —Sonrió con diversión y se acercó tanto que quedó atrapado entre mis piernas—. Dame tres.
—Ahora si —mascullé y le di el dinero el cual, él sin separarse en ningún momento de mí, guardó en los bolsillos de su pantalón. Mientras lo hacía yo podía sentir con la piel de mis muslos, su cuerpo y pues la verdad me puse un poco nerviosa, incluso tragué saliva como dos veces.
Luego él se apartó y con una reverencia lo más de absurda se alejó hasta que lo vi adentrase al bar. Muy tarde caí en cuenta de que el muy odioso me había abandonado encima del contenedor, era claro que se me iba a dificultar bajarme de ahí y él lo sabía es por eso que me abandonó.
—¡Ojalá y te quedes calvo!...
⭐⭐⭐
—Cálmate chica —me reprendió Lau y yo le lancé una mirada de, déjame vivir.
—¡Vamos chicos! —El grito de Jena casi me dejó sorda y luego Pilar hizo lo mismo en mi otro oído. Las cuatro estábamos en las gradas de la cancha de futbol, apoyando a los chicos que en ese momento disputaban un partido amistoso.
Todas teníamos carteles con el nombre del equipo y el águila que estaba metida en todos lados. Gritábamos como si no hubiera un mañana y yo lo hacía con más entusiasmo porque mi hermoso y precioso hermano por primera vez en sus diecisiete años estaba participando en actividades deportivas.
Si los chicos, más bien Ian lo convenció de que se les uniera. Él al principio no quería porque jamás en su apática vida había jugado. Ian le dijo que no importaba ya que era un amistoso y ellos ya tenían muchos puntos acumulados. Por eso daba igual si perdían lo importante era que se divirtiera.
Y ahí estaba jugando con sus amigos, claro que él escogió el lugar de portero y me dio la impresión de que era para no desgastarse la vida corriendo detrás del balón, aun así, estaba Jugando. Y para mi sorpresa no era malo al contrario era bueno atrapando balones.
Quién lo diría.
Ver a mi hermano sudando y tomando el sol me daba la mejor de las alegrías, pero sobre todo ver a Ian corriendo y anotando todos los goles posibles me tenía en las nubes.
—Estela ¿Qué eso que tienes en el cabello? —preguntó Jena, señalando un mechón de la parte de atrás de mi larga cabellera. Curiosa pero confundida recogí todo mi cabello y lo llevé hasta mi lado derecho. Apenas vi de que se trataba casi me dio un infarto.
Alguna alma rastrera me había pegado un chicle en el cabello. Un chicle ¡Un bendito chicle! Jena les informó a las demás y comenzamos -en medio de gritos y ruido por parte de casi todos los estudiantes de la escuela- a tratar de quitar el chicle.
El chicle nada que se quitaba solo empeoraba, y como había tanto ruido y tampoco ayudaba mucho que nos estuvieran empujando a cada rato, me desesperé y decidí dejarlo así.
—¡Basta chicas! Por ahora dejémoslo así y luego en casa me lo quito —exclamé irritada.
—Pero ¿cómo te lo vas a quitar si está bien pegado? —cuestionó Jena.
—Mamá dice que si le pongo aceite el chicle se resbalará —murmuré y ellas asintieron. Cuando me dispuse a volver a apoyar a los chicos sentí que jalaron mi cabello y luego escuché el sonido de una tijera cortando.
Me paralicé, y mi pulso cardiaco se aumentó tanto que de seguro me puse roja. Me giré y vi a una chica bronceada, de cabello negro esconder unas tijeras detrás de su espalda. Revisé rápido mi cabello y noté dos cosas 1: Aún estaba el chicle y 2: Me faltaba un trozo bastante grande de cabello. Casi me desmayé de la impresión, pero en vez de eso grité:
— ¡Agárrenmela, que la mato! —Mis amigas se sorprendieron al captar la situación y en menos de dos segundos se formó un alboroto en las gradas.
La cosa fue más o menos así; la chica intentó huir y Lau en modo viuda negra, la sujetó por la pierna y yo me le fui encima pero como había un montón de gente, golpeé a varios que no tenían nada que ver y pronto todo se volvió un caos de golpes, gritos, jalones e insultos.
Era un verdadero ring de boxeo y el partido de futbol dejó de ser el centro de atención gracias a un bendito chicle.
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