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10. Novio ficticio

Capítulo 10

Novio ficticio

⭐⭐⭐

Ok, ok, tenÍa que tomarme un momento para procesar lo que acababa de escuchar.

Ian, alias el tuerto, acababa de decir que me quería.

Mis oídos no daban crédito a semejante mentira, miré con los ojos entrecerrados a Ian, quien no hacía nada más que sonreír como pendejo. El señor Carl también era otro que no dejaba de sonreír como si hubiese escuchado la mejor de las noticias. Me crucé de brazos y me dispuse a desmentir sus palabras, pero Ian me lo impidió.

—Estela, por qué no vas, no se a caminar por ahí —indicó, señalando fuera de la oficina—. Necesito hablar algunas cosas con Carl que son privadas —Su sonrisa se ensanchó aÚn más mientras yo solo lo miraba incrédula.

Cerré los ojos y me relajé un poco, para cuando los volví a abrir ese par me estaba mirando fijo, no les di importancia y aunque sabía que Ian solo estaba esperando que yo renegara, le mostré mi madurez y solo asentí.

Él quería que lo dejara solo con ese señor, bueno decidí seguirle la corriente e irme, aunque no niego que me hubiese gustado escuchar el montón de mentiras que le dijo aquel día.

—Ok, entonces te espero afuera —murmuré comprendiendo que Ian, solo quería ayudarme así que lo dejaría hacerlo a su modo. Y como a mí me faltaban algunos tornillos hice algo que lo tomó desprevenido.

Con mis manos sujeté el cuello de su camiseta que era la culpable de que el señor Carl pensara que nosotros éramos novios, y con un poco de fuerza lo jalé hacia mí logrando que él quedara un poco inclinado; seguido me puse de puntillas y dejé un beso en su mejilla, el cual lo paralizó. Lo solté y con una sonrisa traviesa me despedí de ellos. Salí como si nada de la oficina. Apenas cerré la puerta solté el aire que estaba reteniendo.

Mi pecho no dejaba de latir como si hubiese corrido una maratón, mis piernitas temblaron y mis manos sudaron al recordar lo que acababa de hacer. Para calmarme decidí echar un vistazo al lugar. Caminé por entre las mesas hasta que me volví a encontrar con la chica peli roja.

—Entonces eres la novia de Ian —murmuró ya estando cerca de mí, como no dije nada y solo me la quedé mirando con cara de mensa, ella prosiguió—. Lo digo porque vienen juntos y vestidos iguales —Señaló mi camiseta.

Era mi momento, igual fue él quien mintió primero.

—Sí, él es mi novio —afirmé y ella me dio una sonrisa de labios cerrados la cual interpreté como "celos" mi loca interior comenzó a reírse a carcajadas.

En eso el hombre que estaba en la barra le gritó algo e hizo una señal a la cual, ella reaccionó con rapidez.

—Nos vemos —Se despidió y luego se alejó para ir junto con el hombre a quien sabe a dónde. Seguí con mi recorrido hasta que me situé frente a una pequeña plataforma a la que llaman escenario, me imaginé que era donde nos tocaría cantar e hice lo que una loca como yo haría. Me subí y estando allí comencé a probar si ese escenario era adecuado para nuestras rutinas de baile. Ya sabes como toda una profesional.

Siguiendo la música electrónica que estaba sonando, me retorcí a tal punto que parecía lagartija moribunda. Incluso intenté hacer Twerking, no creo que eso era lo mío. Y ahí estaba yo moviendo mi traserito con sensualidad como toda una diosa hasta que un sonido me asustó horrible.

—¡Buuu! ¡Bájenla! —vociferó Ian, haciendo que yo pegara un brinco de sorpresa. Me volteé a verlo y lo encontré abucheando mi espectacular baile.

—Cállate —ordené y me acerqué a él, con la intención de que me contara si había conseguido convencer al dueño.

—Te sentiste muy feliz cuando dije que eras mi novia ¿Verdad? 

Lo miré seria desde arriba; ya que la plataforma era un poco más alta que todo el lugar y me crucé de brazos.

—Por favor Ian, ya quisieras que esta hermosura de mujer —Me señalé a mí misma—. Tan siquiera te diera la hora —murmuré con orgullo y él sonrió.

—Para que yo te pediría la hora, si para eso tengo mi propio reloj —Mostró el reloj que llevaba en su mano izquierda y yo solté un suspiro cansado.

—De verdad que estás bien pendejo —susurré negando y luego cuando me disponía a bajar del escenario, Ian me extendió su mano a lo que yo, inocentemente supuse era para ayudarme a bajar, así que se la di, no obstante, a unos centímetros de tocar su mano éste la apartó dejándome con el brazo extendido.

Me aguaté las ganas de insultarlo y solo me bajé de la plataforma. Él me siguió con la mirada y mantuvo una sonrisita divertida en sus labios la cual decidí solo ignorar porque lo que en realidad me interesaba era saber qué había conseguido. Digo no me había escapado de mi escuela esa mañana para nada ¿Verdad?

—Vámonos —indicó comenzando a caminar y un poco confundida, lo seguí. Atravesamos el bar en completo silencio hasta que salimos del mismo. Ya afuera siendo recibidos por el caluroso clima de Beaufort le pregunté:

—¿Qué dijo Carl?

—Dijo que no, porque no sabe si ustedes cantan bien y además bailes como robot dañado.

Mi sonrisa se esfumó. No sabía si era una broma, aunque en verdad deseé que sí, solo me lo quedé mirando con ganas de preguntarle si era cierto, pero al ver que en su rostro no hubo ninguna señal de burla, no pude evitar sentirme triste y muy decepcionada.

Bajé mi mirada y mordiendo mi labio traté de buscar una solución. Lo único que se me ocurrió fue ir a hablar yo misma con el señor Carl, así que decidida di pasos con la intención de volver a entrar al bar. Entonces Ian me detuvo sosteniéndome de mi mochila.

—Ian déjame —exigí intentando entrar y como él no soltaba mi mochila, fui yo quien la soltó, pero con una rapidez increíble, Ian aun detrás de mi cuerpo me sostuvo de la cintura.

—¿Qué piensa hacer? —cuestionó sin soltarme, mientras yo seguía con mis intentos de entrar.

—Quiero hablar con él para convencerlo de que no somos malas.

Él me cargó un poco y caminó lejos del bar.

—¡Ian si no quieres que te dé una patada, suéltame! —amenacé y luego lo escuché reírse.

—Era una broma —explicó divertido—. Él dijo que no tiene ningún problema con que ustedes canten aquí —Me quedé quieta y sentí como él me soltó. Me giré para mirarlo y ver su expresión de burla me enojó tanto que me dieron unas ganas de golpearlo.

—Eres un tonto —exclamé furiosa y con la punta de mi botín derecho le golpeé la pierna. Él soltó un quejido y yo comencé a caminar con la intención de regresar a la escuela. No me importó si Ian me seguía, solo quería regresar.

El trayecto a la escuela fue más tranquilo porque encontramos un autobús casi vacío y pudimos sentarnos, yo tomé asiento junto a la ventana y él a mi lado. Casi no hablamos ya que me concentré en mandarle mensajes a mis amigas contándoles las nuevas noticias. Era genial ya que gracias a Ian, ahora teníamos un lugar donde empezar con nuestros sueños de ser cantantes, la felicidad no me cabía en el pecho estaba tan emocionada que no me importó pensar en el regaño que me esperaba en casa.

Llegamos a la escuela y al bajar del autobús noté que Ian tenía un semblante serio. No, más bien preocupado.

—Gracias —dije caminando a su lado y él asintió acomodando su mochila—. Ian ¿Por qué me ayudaste? si en un principio dijiste que no lo harías —cuestioné con bastante curiosidad.

—No quería seguir escuchando tus reclamos y pensé que eres buena cantante —murmuró y vi como su antes cara de preocupación cambio a una de diversión. Con eso pensé varias cosas.

Primero: Ian era un hombre muy atractivo.

Segundo: Estaba pendejo.

Tercera: O algo le estaba pasando para que tuviera esa cara de preocupación o ya de plano estaba en sus días y por eso tenía cambios de humor.

Me guie más por lo primero ya que lo otro pues no tenía sentido. Así que algo le estaba pasando como para que estuviera así. Quise preguntarle qué le pasaba, pero no me atreví porque como él era rarito quizás y hasta se molestaba conmigo por preguntar cosas que no me incumbían.

Pasamos la entrada y caminamos un poco hasta ver la estructura de concreto, color blanco donde había una enorme puerta de cristal marcada con el nombre de la escuela y el águila en un color verde. Cruzando esa puerta algunos estudiantes que pasaron por ahí nos quedaron mirando, fue cuando recordé que aun llevaba la chaqueta de Ian cubriendo mi trasero.

—Ian espera —exclamé logrando que él se detuviera. Comencé a desamarrar la chaqueta—. Te la devuelvo, gracias por prestármela.

Él negó.

—Quédatela, ya todo el mundo nos vio y tú aún la necesitas —murmuró y se introdujo en los pasillos de la escuela perdiéndose entre miles de estudiantes.

Ya que todavía me faltaban algunas clases me apresuré a asistir y así se pasó el día; entre tareas, explicaciones aburridas, libros y mucho bla, bla de mis profesores. La peor parte vino después cuando tuve que ensayar con las chicas el resto de la tarde.

De nuevo mi cuerpo estaba molido: tenía hambre, sed, estaba sudada, olía a mico y no podía caminar. Que podría ser peor, nada ¿Verdad?

—Esto no es para mí —me quejé tirada en el piso tratando de recuperar mi alma que se fue apenas entré al salón de baile. Y eso que puse de excusa que no había llevado ropa adecuada para sudarla, pero ellas como buenas amigas que eran, fueron a quien sabe dónde y se robaron una pantaloneta de hombre y Pilar me prestó un suéter.

Las chicas estaban iguales que yo, aunque al menos ellas no tuvieron que pasar la mañana caminando bajo el sol abrazador.

—Chicas se nos hace tarde, vamos a bañarnos —informó la personificación de la rebeldía. Ese fue el apodo que se me ocurrió para Lau, lo sé no era un buen apodo, pero bien que le quedaba porque esa chica era bien traviesa y le gustaba llevarle la contraria a todo.

Pobre el hombre que se casara con esa mujer.

Levanté la cabeza del suelo y observé como ellas se colocaban de pie.

—¿Tarde para? —pregunté sin intención de salir a ningún lado o ponerme de pie.

—¿No me digas que no sabes?

—Pues si te digo.

—Hoy querida líder, es la primera presentación de Brandon con los chicos —chilló Jena emocionada y Pilar que estaba también acostada en el piso, comenzó a rodar su cuerpo hasta llegar a mi lado.

—Si notaste la emoción en su voz cuando pronunció, Brandon —murmuró y yo miré a Jena con malicia.

Irala —bufé y ella negó, pero no pudo evitar ponerse roja lo cual solo la delató aún más, y por obvias razones todas comenzamos molestarla usando a mi hermano.

—Ya, no estén inventando —exclamó Jena—. Mejor digan si van o no —dijo seria y comenzó a beber agua.

—Ya chica, está bien no te sonrojes así —bromeó Lau levantando las manos en señal de paz—. Por supuesto que vamos ¿o no Estela? —inquirió caminando hacia mí. Asentí y vi como Lau ayudaba Pilar a ponerse de pie con mucha dificultad.

Como yo no podía moverme al momento de ella extenderme su mano no pude tomarla y solo chillé. Ella siendo muy buena amiga me sujetó de los tobillos y comenzó a caminar hacia afuera conmigo lustrando el piso en el proceso.

Resulta y acontece que en la escuela debido a que, muchos estudiantes practicaban deportes y pues obvio que no los iban a dejar que anduvieran todos sudados por los salones, no verdad. En esa escuela como en cualquier otra escuela de los Estados Unidos había duchas que estudiantes nuevos y poco observadores como yo, jamás se hubieran dado cuenta.

La cosa pasó más o menos así; nos duchamos y luego de estar bien vestidas, peinarnos y maquillarnos fuimos a entregar la pantaloneta que resultó ser de uno de los chicos jugadores de baloncesto. Después de entrar a los vestidores y colocar la pantaloneta en su casillero me di cuenta que la mía no era la única pantaloneta robada, las de ellas también lo eran. Ellas me contaron que solían hacer eso casi siempre, ya que los jugadores tenían muchas pantalonetas las cuales siempre estaban limpias y sobre todo porque eran muy cómodas. 

Después de eso dejamos la escuela con rumbo hacia el bar donde mi hermanito iba a cantar, que por cierto no me había dicho nada respecto a eso. Solo hay dos cosas que me molestan en la vida: los niños llorones y las filas, las desesperantes y largas filas como en la que estuve esperando frente al dichoso bar. En el cual había varios afiches con la imagen de los chicos y anunciando por todo lo alto que mi hermanito era el nuevo integrante de la genial banda Deep Purple.

Luego de esperar siglos pudimos entrar y hubieras visto mi reacción cuando entré, estaba más que sorprendida, el lugar era grande, pero se veía pequeño gracias al montón de gente que había adentro de éste. Eran tantas que al tratar de encontrar un lugar donde sentarnos prácticamente tuvimos que caminar agarraditas de manos para no perdernos y con las manos que teníamos libres las usamos para apartar a varios lizos que se nos acercaban.

El bar tenía un segundo piso, aunque a ese no nos dejaron pasar ya que era zona VIP así que después de cruzar casi todo el bar, al fin encontramos un espacio vacío con dos sillones de cuero rojo y una mesita en el centro.

Las cuatro tomamos asiento, Lau cargó en sus piernas a Pilar y yo a Jena. El volumen de la música casi no se escuchaba debido a los gritos de muchas chicas y de inmediato supe que estaba pasando, la música se apagó por completo y una ola de gritos se hizo presente. Casi me quedé sorda gracias a eso y la gente empezó a tapar la vista así que nos tocó ponernos de pie.

Las luces se apagaron y una sola luz iluminó el escenario que estaba al otro lado, en ésta cinco siluetas aparecieron. Sonreí al reconocer la silueta de mi brandy y casi lloro, no pude ya que las chicas empezaron a gritar cerca a mis oídos.

La euforia se incrementó cuando una voz a capela comenzó a cantar unas notas altas bien majestuosas y luego de eso todas las luces se encendieron al mismo tiempo que sonó una pista la cuál te invitaban a mover el esqueleto sí o sí.

Esa pista la conocía, era la misma que le robé a mi hermano para mostrársela a los chicos y ahora estaban los cinco acompañándola con sus voces y movimientos de baile.

—¡Oye parece que el público aceptó a Brandon! —gritó Jena y yo grité aún más emocionada.

Mi hermano se veía tan genial sobre el escenario, vestido como todo un papucho divino. Lo más fabuloso era que la sonrisa que mostraba en su rostro era una que muy pocas veces había visto. Ese era su sueño, ser un cantante y con los chicos había dado el primer paso, subirse a un escenario y mostrar su talento ante un público.

Otra cosa que no pasó desapercibido para mí fue Ian, su voz era asombrosa, esas notas altas que lanzó al inicio me dejaron sin aire y la manera en cómo se desenvolvía sobre el escenario me hicieron un nudo en el estómago. Ian podía ser bueno en muchas cosas, pero esto era otro nivel, él había nacido para cantar y gracias a esa imagen ya no tenía ninguna duda, yo estaba más que babeando por él.

No tenía idea de que ese chico se convertiría en mi mundo.

Después de varias canciones los chicos bajaron del escenario y yo, no tuve que ver con que muchas chicas se quisieran acercar a ellos, solo encendí mi ultra instinto y sin darme cuenta ya estaba cerca de las escaleras que era la que llevaba a la zona VIP. Ellos estaban intentando subir en medio de chicas calenturientas que los manoseaban sin respeto alguno.

Logré escurrirme entre esas chicas. Cuando llegué al pie de las escaleras ellos ya habían subido y un enorme hombre de seguridad se interpuso en mi camino. No me había dado cuenta que mis amigas venían pegadas a mí hasta que sentí que hablaron a mi lado.

—¿Y ahora? —murmuró Pilar, luchando con una chica bastante alta que no nos quería dejar pasar.

—No sé —Sentí que me empujaron desde atrás por lo que grité—. ¡No empujen!

No sé ni para que dije eso ya que lo que más vinieron fueron empujones tanto que yo tenía mi cuerpo pegado al hombre de seguridad y mis amigas pegadas a mí. Yo no había ido a ese bar para estar siendo empujada en ese revoluto, me cansé de la situación así que se me ocurrió gritar el nombre de mi hermano para que viniera a salvarme y así lo hice, pero lo que salió de mi boca no fue lo que tenía planeado.

—¡Iaaan! —Mi grito resonó fuertemente por todo el lugar, el cual se había quedado en silencio por cosas del destino. El hombre de seguridad se apartó un poco y detrás de él apareció Ian quien le indicó que nos dejara pasar.

La sonrisa que les brindé tanto al hombre, como las chicas revoltosas era digna de un premio, y más lo era sus caras.

Junto a mis amigas subimos las escaleras, aunque debo de confesarte que casi que no lo logro; ya que mis piernitas dolían sin embargo subí esas condenadas escaleras y al llegar a la segunda planta vi un muy lujoso servicio.

Había personas que lucían muy adineradas sentadas en sillones de terciopelo rojo de todos los tamaños, con mesas de cristal y todo tipo de bebidas en estas. Encontré a los chicos sentados en una de esas mesas y corrí para abrazar a Brandon quien no dudó en recibirme con los brazos abiertos.

Mientras estaba en los brazos de mi hermano fijé mi mirada hacia Ian, quien estaba siendo abrazado por una chica rubia.

Era la misma chica rubia de la otra vez.

Y lo estaba abrazando.

¡Con qué derecho ella estaba abrazando a mi novio ficticio!


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