C6
N/A: Ayer (9 de enero 23) dije que si ganaban los LA Kings 🏒 subiría capítulo hoy, así que aquí lo tienen. Agradezcamos a mi bebé Fiala por esos dos goles que metió.
June:
El sol mañanero se colaba por las largas ventanas del cuarto, la noche anterior habíamos olvidado cerrar las persianas y ahora me encontraba con un dolor de cabeza punzante. Me levanté con pereza y me dirigí al baño, me miré al espejo, estaba desnuda con algunas partes de mi cuerpo enrojecidas. Mi cuello y senos estaban marcados por la boca de Seth, estaba hecha un desastre andante.
Me di una ducha rápida o al menos hice el intento de no demorar mucho bajo la lluvia calentita que cubría mi cuerpo, por el rabillo del ojo logré visualizar la figura de Seth, tan solo llevaba unos bóxer entallados que le marcaban perfectamente su culo definido y tonificado.
¿Eso fue mío la noche anterior?
Sonreí como una chiquilla, abrí la puerta de cristal para dejarle en claro que podría entrar a ducharse conmigo sin ningún problema, aquí yo estaría feliz de evitar que resbale con el champú. La ducha era inmensa a comparación de la mía, en este amplio espacio estaríamos muy a gusto los dos.
—¿Entras? —Mordí mi labio cuando me miró de pies a cabeza. Estaba muy consciente de que no había nada cubriéndome a excepción de la ligera capa de espuma del jabón que acababa de usar —. El agua está deliciosa.
—Prefiero hacerlo más tarde —sus palabras fueron directas y frías. De nuevo.
Desilusionada cerré la puerta ya que mi piel se había erizado, solo que no sabía distinguir si había sido por la corriente inexistente de aire o por la gélida actitud de él. No tardé mucho cuando salí al cuarto donde habíamos dormido, me vestí con unos pantalones de algodón y una sudadera gris a juego. Seth no estaba aquí, camine a la sala y lo encontré sentado en el taburete de la isleta, estaba concentrado en un libro que tenía el título en italiano, por lo que no lo entendí.
Me acerqué dudosa, la verdad temía que lo de anoche no significara nada entre nosotros o al menos para él, ya que para mí significo todo. Este chico fue el primero en conocer mi cuerpo, se adentró a recorrer cada extremo de piel, cada imperfección y ahora actuaba de una manera distante.
—Buen día —le dije dándole un beso en la mejilla, de inmediato él se alejó al momento en que sintió el tacto de mis labios —. Perdona no quería invadir tu espacio personal, pero ¿te gustaría ir a desayunar? He visto en Google que hay un restaurante que sirve un risotto muy bueno.
—No tengo hambre, deberías ir tú.
Volvió a su lectura ignorando mi presencia y que claramente estaba a su lado mirándolo. Dejé salir el aire que no sabía que había estado guardando, me di la vuelta y tomé la tarjeta de la habitación.
—Oh, June —di inmediatamente la vuelta esperanzada en verlo caminar a mí y abrazarme —, procura no demorar más de lo necesario, debemos dejar el hotel a las doce en punto.
—Bien —dije, cabizbaja.
Idiota. Idiota era la palabra que podría describirme sin ningún problema. Y es que de verdad era demasiado ingenua y estúpida para creer que por una noche de sexo, él podría ser conmigo como una persona civilizada y pacífica, pero no, supongo que he cometido errores y dos de ellos son los que me hacen catalogarme como idiota: Perder mi virginidad con un tipo el cual no paraba de denigrarme como mujer desde el segundo uno. Y el otro, era creer en Seth; pensar que esa noche habíamos creado algo entre los dos.
Solo tenía unas horas antes de marcharme de Milán, por lo que debía disfrutarlo a pesar de ser un tiempo limitado. Caminé como buena turista, tomando fotografías cada dos pasos que daba, capturaba a las palomas, bancas desoladas y bancas con personas disfrutando del día, el cielo despejado y por supuesto, la arquitectura que me parecía demasiado emblemática de Italia.
Desayuné en un lugar precioso con vista a la ciudad, mientras bebía una tisana de frutos rojos no podía dejar de pensar en mí. Jamás me visualice en Italia, sentada en una terraza al aire libre y mirando a personas charlar con fluidez. Era irreal. Sin embargo, de la misma manera que pensaba en mí, también lo hacía con Seth, él estaba en la habitación del hotel cuando debería estar conmigo, tal vez mientras el gruñía sobre lo ruidosa que eran los milaneses, yo podría reírme de su nariz arrugada y las cejas desalineadas. Ya, era más bonito imaginar algo así en mi cabeza que ver la realidad.
Mirando lo bello del cielo azul, me adentré a mi mente, ojalá hubiese bebido más para no recordar nada, no recordar el cómo se sentía sus labios sobre mi piel o su tacto en mi interior, su cabello despeinado cubriendo sus ojos, jamás había apreciado a alguien de tal manera que solo anhelaba que si tuviera la oportunidad de pulsar un botón y ese detuviera el tiempo, elegiría ese momento.
—
El aeropuerto estaba más transitado de lo que imaginaba, el vuelo estaba programado en media hora, ya anhelaba regresar a casa y así tener la oportunidad de llorar en mi total privacidad. Quisiera contárselo a mi madre, lamentablemente este tema lo veía poco probable de tratar con ella, no me gustaría que supiera como es que fui tan tonta para entregar mi cuerpo a un chico que no era nada mío.
Estaba demasiado aburrida, no había mucho que hacer aquí. La ansiedad me carcomía y para dejar de morder mi labio tuve que comprar golosinas, ya había devorado los tres paquetines de gomitas. El castaño me evitaba a toda costa, no estaba segura al cien por ciento de que recordara todo lo sucedido la noche anterior, no había mencionado ni una sola oración relacionada al tema.
Tras subir al avión supe que efectivamente no habría ninguna conversación con Seth y lo deduje cuando se colocó el par de auriculares y cerró los ojos. Tomé la píldora para dormir ya que sería lo único que me mantendría calmada las horas siguientes.
Llegamos por fin al aeropuerto, seguía distante. Cada minuto que pasaba me hacía sentir terrible conmigo misma, tanto que tuve que parar al baño para llorar.
—Pides un Uber, ¿no? —Dijo apenas mirándome —. Yo tengo que ir a otro lugar, no puedo acompañarte.
—Descuida, no hay problema —iba a sacar mi celular cuando vi un par de billetes frente a mí —. ¿Eso qué?
—Para que lo pagues.
—Yo tengo dinero, gracias. —Me miró, no los guardo. Acaso él... oh no, que hijo de puta —. Eres un imbécil.
—¿Por querer darte el dinero para que pagues un maldito taxi y te lleve a tu casa? Vaya, si soy un gran imbécil, soy el número uno —se mofó.
—¿Sabes cómo se ve eso? —negó —. Curiosamente hace menos de veinticuatro horas estaba en una cama contigo y ahora me das unos billetes como si fuera un zorra que terminó con sus servicios —espeté con furia.
—Estás diciendo tonterías June, solo toma el maldito dinero y lárgate.
Lárgate. Lo mismo me decía, ¿por qué seguía aquí?
Saque del camino la lágrima que se deslizaba por mi mejilla y me fui de ese lugar, ignoré a Seth que me llamaba. Pedí un taxi que me llevó hasta mi casa. En el camino el hombre me preguntaba que si había algún problema a lo que solamente conteste con un:
—Son las hormonas del periodo, ignóreme.
No iba a contar el cómo me sentía a un hombre extraño. El captó la indirecta y dejo de cuestionarme. Ya en la intimidad de mi casa pude desahogarme como se debía, me tumbé en mi cama hasta que cerré los ojos cansada. Sentí como unas manos me tocaban, por lo que abrí los ojos y vi el rostro de mi madre, ella me dio un largo abrazo que lleno de nuevo mi batería emocional.
Preparó un pastel de chocolate, luego sirvió un gran vaso de leche y ambas nos sentamos en la mesa del comedor para hablar del viaje. Le platique de todo lo que bello que vi en Milán, las enormes estructuras, las personas tan felices y por supuesto la comida tan deliciosa. Tuve que admitir ciertos detalles del viaje que se relacionaban con cierto chico, por obvias razones mejor no dije los besos que me di en esa ciudad tan bonita.
—
Las semanas se habían cumplido, desde que llegué de Milán, no he dejado de sentirme ansiosa y, de Seth no había ni siquiera un maldito rastro de migajas. Tal vez se encontraría en su pen house descansando, bebiendo mimosas a las nueve de la mañana y tronando los dedos para que la servidumbre le fuera a limpiar el culo.
¿Me sentía triste? Pues sí, un poco. Aunque a la vez, no sentía más que rabia por ese infeliz, no merece nada más. Una noche es lindo, diría que el chico más maravilloso del universo y esas tonterías y, al día siguiente me pasa por alto y desaparece por semanas, maldito infeliz cobarde.
Lo divertido —irónicamente— de todo el meollo, es que nadie te cuenta acerca de la ansiedad que tienes que pasar después del sexo. Estaba tan preocupada por el hecho de que no utilizó un condón para cubrir a su amigo, y sí, termino afuera, pero toda persona inteligente sabe que el líquido preseminal contiene espermas.
El miércoles desde temprano, me encontraba en el baño de la oficina, con las bragas en los tobillos y la prueba de embarazo en mano. El labio ya comenzaba a sangrarme justo en el momento que mordí tan fuerte por el nerviosismo que me consumía. Tener un hijo no está dentro de mis planes a corto y mediano plazo. La verdad es que no me veo con una cría en brazos.
Un minuto más tarde se había pintado un signo negativo, lo que significaba que no había un feto creciendo dentro de mí. Tiré la prueba enrollada en papel higiénico y di saltitos de alegría. Dos pruebas de embarazo, dos, pero bueno, ¿qué se puede esperar de una primeriza asustadiza?
Un par de días después mi periodo había llegado, dejándome en claro que no había ningún cambio en mi interior, bueno, solo el hecho de que mi virginidad había sido pisoteada.
En otras noticias, he mejorado en mi trabajo, ahora hago las cosas con mayor agilidad y el señor Harrow me felicitó por mantener en alto su nombre y el de la disquera. Parker, estaba celoso de mí, ahora yo por fin sobresalía en un lugar.
Hoy tocaba ir a cenar con mis amigos de la universidad, sería un cena tranquila con algunos tragos de por medio. Me vestí con una minifalda color azul con manchas negras y una playera blanca. Al ser sábado, las calles estaban atestadas de personas en grupos, todos sabían que los sábados eran noche para divertirse entre amigos y dejar atrás los puestos de trabajo y la fachada aburrida.
Me acerqué a la entrada del pub en el que acordamos encontrarnos, las miradas se enfocaron en mi cuando crucé la puerta de cristal. Vale, tal vez la falda si estaba demasiado corta.
—¡Amiga estás aquí! —Una achispada Victoria se acercó a darme un abrazo estrangulador —. Creí que no vendrías por el trabajo del tonto de cálculo.
—Lo he terminado en clase, así que nada me impedía venir a tomar una cerveza —arrugué la nariz al recordar el amargo sabor de aquella bebida —. No, mejor será un mojito.
—Te invito el trago que quieras, si me pasas la tabla de porcentajes —esta vez fue turno de Mario, me abrazó con un amor fraternal.
—Pues será el más caro, querido.
Sonreí y me senté al lado de Justin, que solo bebía del botellín de la cerveza oscura. Entre los cinco contamos un poco del chisme que no nos había dado tiempo de hablar entre clases, la semana había estado de locos, entre el trabajo y la escuela, no había mucho tiempo libre.
—¿Qué hay de ti, June, algo nuevo?
Llevaban días e incluso semanas cuestionándome sobre Milán, el tiempo que estuve postergando aquella charla, se había terminado.
—Bien, ustedes ganan. —Bebí el resto del líquido opaco de mi vaso para tomar valor. Los chicos abrieron los ojos de par en par, suponiendo la bomba que se avecinaba —. Me acosté con Seth y fueron al menos tres orgasmos los que tuve.
Ya. Lo había dicho.
—¿Tres? —Asentí a la pregunta de Angie, al parecer no me creía capaz de aquello —. Que envidia te tengo en este momento Ju, en mi primera vez ni siquiera pude correrme porque al idiota no le duró más que veinte segundos.
—Oh, vaya. ¿Es bueno lo que me sucedió? —Dudaba de que me sucediera algo tan increíble.
—Pues por supuesto que si tonta, debe ser un experto sexual como para saber que teclas tocar y que suene música.
—Eso no fue todo, ¿qué sucedió después? —Justin alzó la ceja, él me conocía bastante.
Como decirles que después se comportó como si no hubiese pasado nada entre nosotros, que me ha ignorado e intentó darme billetes como si fuera un ramera. Que por cierto, respeto la profesión.
—Pues nada, que regresamos a California y él tenía cosas que hacer, al igual que yo, que no espere que lo busque —resoplé —. Solo fue sexo. Un polvo. Un revolcón. Cogi...
—Ya pues, fingiremos que te creemos para que no llores Ju, te pediré un Manhattan y bailaremos toda la discografía de Taylor, ¿de acuerdo?
Justin de verdad sabía cómo hacerme sentir de nuevo sobre la línea, olvidamos el tema de Seth y el trío de orgasmos que me regaló. La cosa fue que no solo tomé un Manhattan, también fue un sex on the beach y no sé cuántos shots de tequila. La música resonaba en mis tímpanos al igual que mis caderas danzando de un lado a otro.
Probablemente me arrepentiría de esto al día siguiente, pero al demonio. Hoy no quería seguir siendo la June que todos pueden pisotear tan fácilmente, hoy era June, la chica que podía beber hasta el amanecer y correr una maratón.
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