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C32

Último capítulo 🥹

Noviembre 24.

Seth:

Al estar casi una semana en Londres, me había perdido del mundo exterior, no había vuelto a reunirme con Louisa a pesar de que ella me invitó el martes pasado a ver una obra de teatro, a veces me preguntaba que estaría haciendo June en la ciudad y siempre respondía mi mente: "Consternada por tu decisión tan estúpida."

La ciudad era una en las que más llovía, y lo supe desde que llegué el maldito sol no había salido y también, cuando caminaba al London Bridge no llegué seco, en cambio estaba empapado de pies a cabeza y las personas me miraban como un tonto que no llevaba un paraguas encima. Por lo menos aprendí la lección y compré uno, solo así podía evitarse que mi cabello quedara como un trapeador.

El moverse en taxi ha sido más costoso de lo que había pensado, así que cuando tenía que recorrer distancias cortas elegía ir a pie y ejercitarme a la vez. No he visitado muchos lugares emblemáticos ya que, siento que estoy en una etapa de luto, porque sí, soy un dramático de primera. Me era imposible no pensar en ella, cuando estuve bajo el Big Ben me he acordado de las palabras que utilizaba June para decirme que me amaba:

—Eres mi big bang, y no, no hablo del gigantesco reloj. —Lamió mi labio inferior mientras yo seguía estrujando su glúteo.

—Ese es el Big Ben. De nuevo te equivocaste.

—Hum... entonces deberás hacer algo hasta que lo memorice —ella ronroneó de una manera tan sensual que me encendió por toda la noche. Dejamos la cama hecha un desastre y también nuestros cuerpos.

¡Demonios! Como la extrañaba. Confirmé cuanto la necesitaba cuando desperté a mitad de la noche bañado en un sudor frío que helaba mi columna vertebral, tenía la respiración agitada debido al sueño tan horroroso que tuve, se trataba de mí. Me quedaba solo, todo había desaparecido. Busqué a June, pero no estaba.

Dato número ciento cincuenta y seis de Seth Harrow: Le aterra la soledad.

¿Irónico? ¿Tonto? Sí, pero verdaderamente me aterraba a pesar de que me gustaba estar la mayor tiempo solo.

June:

Mis conocimientos sobre Seth ahora mismo eran igualados a nada, él había estado poco activo en las redes, tan solo en esta semana había subido un par de historias en su Instagram personal, me alegraba saber que pasaba un buen rato en Londres, o al menos eso quería creer. Le había visto en un video sonriendo a las afueras del Palacio de Buckingham, burlándose de los hombres con el inmenso y ridículo sombrero.

—Parece que tienen un palo metido por el culo —me dijo cuando los soldaditos reales mostraron respeto a la reina.

El recuerdo me llevó a un sábado en el que hacíamos comida juntos en mi casa, él se encargaba de amasar la masa para pizza, las venas de sus brazos se pronunciaban cada que ejercía presión, yo meneaba la salsa de tomate casera para que todo se mezclara. La televisión pequeña empotrada al azulejo trasmitía YouTube, Seth no dejaba de mirar el relajo que se hacía por una pareja real y la cosa más interesante para los mundanos era ver como un príncipe de sangre rechazaba la corona por el amor que le tenía a su esposa.

—Si yo fuera Meghan, también hubiese sacado a mi príncipe de ese lugar, solo mira como los soldados al estilo March Simpson la miran, y esa familia es tan misteriosa —opinó Seth como todo un comentarista de espectáculos. Muy chismosillo.

—Pues si yo fuera Harry, desde hace mucho me hubiera largado del palacio y me acentuaría en África.

—¿África? —Por fin despegó la vista de la pantalla y la cambió a mí —. ¿Hay algo en África que te guste?

—Me gustan los animales, obviamente, pero amor, no hablo de mí. A lo que quiero llegar es que Harry y la princesa Diana tenían algo en común —Seth me observó como un niño esperando la explicación de como Santa baja por la chimenea con esa tremenda panza —: Ambos ayudaban a las personas sin esperar algo a cambio, se enfocaban en ayudar los niños y adultos de África. —Su boca formó una gran "o" sorprendido, me preguntó cómo es que yo sabía tanto y la respuesta era que mi madre veía programas cutres de chismes. Y, que la mayor parte de las personas solían saber esa historia, menos Seth, claro.

Volví a la realidad, dejándome de recuerdos que me llenaban de nostalgia, algo dentro de mí sabía que las cosas volverían a cambiar.

Seguí marcando la hoja del examen que tenía frente a mí, me costaba recordar los malditos microorganismo y las odiosas levaduras que se encontraban en los alimentos contaminados, me había costado regresar a la escuela después de todo lo sucedido. El derecho a examen era lo que más me preocupaba, había una política en la que decía que si no se cumplía con cierto número de horas, créditos y trabajos, el alumno no tendría el derecho a hacerlo. Aunque mi caso fue distinto, los maestros se alegraron de verme y hasta mostraron cierta disposición para ayudarme a recuperar el tiempo que me fue arrebatado. Un gesto verdaderamente lindo y a la vez agobiante por todo lo que tenía que hacer.

Vi de nuevo las decenas de huesos: En el brazo se encontraba el húmero que conectaba con el radio y el cubito; en manos estaban las falanges, falanginas y falangetas que eran los dedos. También tuve que quedarme horas extras para la clase de los hongos, bacterias y eso que nos hacía daño en nuestra barriga o piel, eran demasiadas, mi cabeza no daba para más.

—Mierda —susurré inconscientemente.

La profesora me vio de mala manera por la grosería, le di una pequeña sonrisita apenada. No tenía culpa de que mi inconsciente fuera tan idiota a veces como para dejar salir todo lo que se le cruzara. Unos quince minutos después —o tal vez una hora — salí del aula tranquila, aunque mis amigos seguían dentro con sus hojitas en sus manos y la mirada en el techo esperando a que San Pedro les enviase una señal.

Noviembre 28.

June:

—¡¡Junipeeeer!! —Miré extrañada a Parker quien venía dando saltitos, había ido al baño y regresó con una energía de locos. No sabía que orinar —o cagar— te daba ese tipo de recompensa.

—Mi nombre no es ese, es June. —Le recalqué malhumorada. No me gustaba ese apodito.

Vaaaaleeeee, Juni, es que no puedo creer que ya casi es navidad de nuevo. Necesito ir a buscar los obsequios que les daré a mis padres y a mi hermana. —Este me apretujó los hombros con emoción.

—Park, todavía falta como un mes, además, estoy muy cansada como para acompañarte ahora mismo, tan solo quiero marcharme a casa y dormir por horas.

—Son exactamente veintiséis días, nunca es demasiado temprano para comprar regalos. Por favor Ju, acompáñame y te compro un batido y un pretzel —interesante propuesta. Bien ahí amigo.

—Acepto, pero serán dos pretzel y del tamaño que quiera —le sonreí con una de mis sonrisas angelicales.

Al terminar el turno en la disquera nos fuimos al centro comercial, entre la charla salieron nuestros planes para las fiestas, la verdad era que yo no tenía algún plan para entonces. El año pasado Seth llegó de improvisto, esta vez se me había ocurrido proponerle una cena en la que ambas familias estén involucrada y de paso dar a todos ellos la increíble noticia que tenía.

Hace unos días había contactado una increíble clínica especializada en psicología y nutrición, ahí podría comenzar mis prácticas profesionales. La emoción no me cabía, era mi sueño estar en una clínica de renombre. Si todo salía bien, al terminar podría obtener un puesto fijo después de concluir con la universidad.

—¿Pretzel, batido o compras?

—Terminemos con la tortura primero y dejemos lo delicioso para el final.

—Bien dicho, nena. A gastar esos bonos. —Se burló Parker sacando su tarjeta dorada.

Al entrar al centro comercial me alivié de no ver demasiada gente, así podría estar tranquila de los ojos humanos que por razón alguna sentía que me miraban. La primera tienda que visitamos fue Sephora, este era el maldito paraíso del maquillaje, había todo tipo de marcas famosas, tamaños y colores. Era como entrar a la dulcería de las personas a los que les gusta gastar en productos para embellecerse.

Inicié mi excursión por el pasillo de labiales indelebles, había uno color rojo granate precioso que contrastaba muy bien con mi piel, ya anhelaba ver a mi chico para darle unos besos fogosos con este labial puesto. Parker metió a la canastilla dos iluminadores compactos y un juego de brochas de la marca Morphie. Era buen regalo para una hermana adolescente.

Seguimos entrando y saliendo de tiendas, las manos de Parker eran como un par de percheros para las bolsas de todos los tamaños que llevaba. Como había prometido me compró un batido de frutas y en vez de los pretzel, me compró una dona de maple que tanto me gustaba. Nos sentamos en una banca mirando las personas pasar.

¿Recuerdan el juego mental que hice con Seth el día que me lo topé en el vagón de tren? Pues justo eso hice ahora, miraba a la chica con el cabello morado y la nariz perforada, me preguntaba si le había dolido hacerse la perforación en un lugar tan sensible, o si tenía una historia que contar por el tipo de vestimenta que llevaba. Recordé lo que pensé al ver a Seth recargado en el tubo con la mirada perdida y misteriosa. Un verdadero enigma.

—Tengo que ir al baño y de paso iré a comprar tu obsequio, no creas que me he olvidado de ti mi preciosa duendecillo. Lamentablemente no puedes acompañarme porque es sorpresa.

—No necesito nada Park, estoy bien.

—Calla boba que no te lo estaba preguntado. Navidad no sería nada sin los regalos.

—¿Qué hay del amor y la amistad? Para mi suena suficiente.

—Todos sabemos que eso es un mierda, lo que nos importa como seres humanos son los objetos, cosas que podamos presumir, no veo a un niño pidiendo a Santa un abrazo de su madre que ve todos los días, en todo caso pide una chorrada de juguetes que sabe que solo ese día puede tomarse la modestia de pedir.

—Entiendo tu punto, en todo caso quiero una motocicleta dorada con estrellas purpuras —me miró con cada de: ¿qué mierda dices ahora? —. ¿No dijiste que es fecha para pedir lo que solo ese día puedo tener? Pues eso quiero. Dame. Dame. Dame.

—Si claro, y también te compro un boleto a Wakanda y de paso te tomas un mojito con las guacamayas.

—¿Guacamayas, en serio? —le pregunté, esperando algo más original.

—Fue lo único que se me ocurrió... el punto es que estoy que me meo. Ya vengo Rodolfo.

Primero era un duende y ahora soy un reno con la nariz roja. Genial.

Cuando se marchó sin soltar ninguna de sus chorrocientas bolsas se me ocurrió revisar mis compras. Me parecía cuestionable el haber gastado dieciocho dólares en un brillo labial y cuarenta en un iluminador en crema. Definitivamente perdí los estribos en ese lugar, no me creía que gasté esa cantidad en algo tan subjetivo y superficial como el maquillaje —lo necesitaba, me dije cuando pagué en el mostrador —.

Con la colita entre las patas me encaminé a la tienda de jabones, me encantaba esa explosión de olores exóticos del lugar cuando entrabas a la tienda, además de que te daban muestras gratis al comprar una sola cosa. Olfatee como un canino, toque y compré. La mejor compra fue un jabón en forma de patito de goma con olor a vainilla y una crema para afeitar color rosa pastel con olor a fresas con crema; un olor delicioso y empalagoso.

—¡Ahí estás! —Parker se acercó a mí sonriendo y meneando un bolsita de una marca que no reconocía —. ¿Lista para marcharnos?

—Sácame de aquí, estoy gastando mis ahorros en este lugar.

—Andando, compradora compulsiva.

Seth:

Hoy era mi última noche en Londres. La verdad sí que había disfrutado de mi aislamiento después de todo, terminé conectando conmigo, pero el nudo en las entrañas que sentía desde que desperté tan solo que provocaba pensar en que tenía que enfrentar a June y poner todos mis sentimientos en un baúl con candado. Estuve buscando varias opciones para evitar esto, la mayoría de ellas me llevaban a lo mismo, era dejarla ir, evitarle dolor y sobre todo ponerla a salvo.

La oscura y fría noche me acompañaba mientras me bebía la última cerveza de mi estadía, la terraza del hotel estaba despejada tan solo estaba el viento helado y yo. Que belleza. Miraba las luces de las casas lejanas, imaginado que en una de ellas había una chica bajita riendo con su novio que probablemente le contaba como había estado su día. Ambos se mirarían con esos ojos llenos de irrefutable amor y sus corazones latiendo en una melodía intima. Me gustaba imaginar que había personas que daban todo de ellos, dando su amor a las personas que amaban. Me gustaba pensar que...

—Hola.

La voz de una chica me hizo olvidar todo el rollo en el que pensaba. Giré el cuello en dirección a la puerta y ahí, en medio de ella estaba de pie una mujer pelinegra, alta, ojos azules muy llamativos y un aire relajado. Era guapa, no mentiré, pero me costaba dejar de comparar a todas las chicas con June, porque ella tenía todo lo que nadie más tendría.

—¿Hola? —le devolví el saludo.

—Lamento la interrupción, creí que estaría despejado. Siempre vengo por las noches, ya que no hay nadie —su voz titubeó por un segundo, con ese acento británico.

—¿Te hospedas aquí?

—No, yo soy ciudadana, pero el conceller es mi tío, así que me deja venir las veces que me apetezca.

—Oh, bueno pues te dejo. —Me enderecé y camine pasando por su lado.

—No, no te vayas —me detuvo de la muñeca, su tacto fue desconocido para mí, pero no la alejé —. Tal vez por esta vez me vendría bien algo de... compañía.

—¿Aceptas una cerveza? —le di una botella que me quedaba y que no tomaría yo.

—Gracias, nunca se rechaza una propuesta como esta —le dio un trago relamiéndose los labios rosados y rellenos.

Sonrió dejando a la vista su dentadura perfectamente brillante. Tomamos asiento, ella me hablaba de las cosas que había hecho estos días, su nombre era Tracy y era estudiante de cine, tenía que hacer trabajos de modelo para lograr pagar el resto de la matrícula que la beca no cubría. Era un chica interesante después de todo, me gustó como hablaba de la vida y su manera de verla tan realista, dejando a un lado las creencias que le habían inculcado en su casa.

—¿Quieres ir adentro? Está haciendo frío, de verdad no sé cómo ustedes soportan estas temperaturas.

—Claro, puedo pedirle a mi tío que nos deje meter a la cocina a robar algo que picar, muero de hambre.

—Buena idea.

Supongo que al final fue una buena noche a pesar de todo lo que se acercaba.

Noviembre 30.

Seth:

Debía tomar el vuelo de regreso a Los Ángeles al amanecer, así que estoy en el aeropuerto desde las once de la noche del día anterior, mi vuelo se había retrasado y me cambiaron a otro. No entendí el cambio tan tonto, llevo muchas horas con sueño y aburrimiento encima.

Una parte de mi ser se emociona de regresar y volver a ver ese brillo ámbar que tanto me gustaba admirar por horas, los ojos de June eran mi cosa favorita en el mundo, además de olfatear su cuello, besar sus labios y tomar su mano.

Ayer por la mañana me tomé el tiempo de salir a correr, me gustaba que despejase mi mente y oxigenaba mi cerebro. Recorrí doce kilómetros, llegué a mi habitación para darme un baño en la tina como merecía. El jabón del hotel olía a coco, sí, a maldito coco. Los ojos se me cristalizaron al olisquear mis manos en los que el producto se resbalaba. No me juzguen, los hombres también tenemos sentimientos y ese lado sensible que procuramos no mostrar para no parecer débiles.

Había terminado de documentar mis pertenencias y de guardar las otras en el compartimiento que estaba arriba de mi lugar; el avión estaba despegando así que me encargué de acomodarme en el asiento con los audífonos bien puestos y la melodía invadiendo mis pensamientos.

Hace poco más de un año había conocido a una chica, una que me sacaría de quicio las primeras semanas, nos odiaríamos a muerte y que incluso, el jodido destino nos haría compartir un viaje y una cama. Eso fue el inicio de algo, un cambio. Desde entonces mi corazón no solo bombeaba sangre, ahora también latía por y para ella. Esa noche en Milán fue la mejor de mi vida, era la primera vez en la que conectaba con la otra persona involucrada en el sexo y, fue entonces que supe que con June, todo parecería como si fuera la primera vez.

Solo ella era consciente de cómo hacerme enojar, solo ella conocía mis batallas internas, aquellas que solían atormentarme constantemente. Solo ella veía mi verdadero yo, mi personalidad y, a pesar de que yo fui quien dejé que me viera de tal manera, June logró traspasar cada barrera por su cuenta, sin miedo a perderse. Traspasó cada muro de hielo que yo mismo fui construyendo para evitar el dolor. A lo mejor ese fue un error de mi parte, hacer a un lado mi muro de protección.

"Al final te darás cuenta de que yo no seré tu error, el error serás tú mismo" fue lo que me dijo cuando estábamos abrazados en su cama. Y tenía razón, ella nunca fue el error, siempre fui yo.

Casi doce horas después, por fin aterrizaba en el aeropuerto internacional de Los Ángeles, el auto de mi padre ya esperaba así que no tuve que tomarme el tiempo de pedir un taxi. Regresar a mi ciudad natal me provocaba una punzada dentro del pecho, quién diría que al final terminaría deseando quedarme cuando antes odiaba vivir aquí. Ahora era tiempo de cumplir lo que ese Seth deseaba, marcharme y dejar todo atrás.

Al llegar a mi piso nada había cambiado, todo seguía igual. La plantita que June me había regalado estaba bien puesta al centro de la isla de granito, según ella era para darle un poco más de vida a la estancia; los escasos libros mal apilados continuaban acumulando polvo en la estantería; la fotografía de la carita de June colgaba de un hermoso marco lila en la pared. Este lugar seguía guardando el recuerdo de dos personas.

Cansado me di una ducha y luego me metí a la cama, esperaba que dormir me sirviera para aminorar el nerviosísimo, o en todo caso despertar en un año o mejor no hacerlo nunca. No estaba listo para verla y enfrentarla.

June:

Ponerme la máscara de "todo va bien en mi vida" no era una tarea tan sencilla, me pasaba el día fingiendo que llevaba de maravilla mis días, a pesar de que no sabía nada de mi novio en dos semanas, aunque si contamos como interacción que cuando subía historias en sus redes yo le respondía al privado esperando algo lindo de su parte, pero tan solo me decía "estoy de vacaciones y no tomo mucho el celular". Si como no, y yo soy estúpida.

Había sabido por el señor Harrow que su hijo llegaba esta tarde, traté de no parecer tan emocionada por la noticia. Ese día fui a casa de Victoria para hacer el último proyecto integrador, tan solo consistía en hacer una maqueta del sistema endocrino y sus hormonas correspondientes. Cosa fácil para alguien como Vic que tiene su lado creativo e inspirador.

Estaba pintando un bonito riñón mientras escuchábamos a Conan Gray, el mood dramáticas estudiosas y dolidas era parte del día, porque Victoria había terminado con su novio ayer, ambas intentábamos sobrellevar su ruptura. Terminar con una es como terminar con las dos, por lo que a ambas nos dolía. Eso era ser mejores amigas.

—I'm somebody you touch, but never hold... and you're somobody I'll never really know —gritó a modo en que la canción quedó eclipsada.

Así que como buena amiga no la dejé sola en canturrear la canción, me uní a ella utilizando como micrófono un pincel con pintura tinta:

—¡¡¡But I'm not yours!!! —grité bastante emocionada — ¡¡¡I'm not yours, I'm not yooooouuuursss!!!

—I want more, I want moreeee... —en eso último ambas terminamos llorando. Sí, llorando, ella por su ruptura y yo por el novio que todavía tenía pero que no me daba atención —. Tu no me dejes Ju, no quiero que las personas me dejen.

—No lo haré Vic, pero ahora tú tampoco me dejes. Sabes muy bien que no se lidiar con las separaciones.

—Jamás —estiró su dedo meñique para que la entrelazara con el mío.

—Jamás —entrelacé nuestros dedos, cerrando aquella promesa que nos llevaría a un camino diferente. Pero juntas.

Diciembre 1.

Seth:

Diciembre iniciaba y yo ya no podía seguir posponiendo lo inevitable. Hoy June estaría en la escuela, por lo que era mejor verla en su casa al anochecer con la idea de hablar. Mientras tanto trataba de mantenerme ocupado leyendo uno de esos libros polvorientos, no recordaba lo relajante que era leer, ese era un punto a favor a la lectura.

Tic tac.

Tic tac.

Tic tac.

—¡Ahg! —grité lleno de colera. Poniéndome de pie hasta llegar al maldito reloj empotrado a la pared, lo saqué de un tirón de su respectivo clavo y luego le quité las baterías. No soportaba que me estuviera juzgando y apresurando un jodido reloj de pared tan insignificante.

Lo bueno que la lectura te calmaba, eh.

Calla, no es momento.

Volví a retomar el lugar exacto en el que estaba antes, la página estaba perdida y eso me enfureció más, pero cuando mi mente me hizo la pregunta para saber en qué parte estaba de la lectura, me di cuenta de que realmente no había puesto atención en nada. Bien, mi mente ganaba esta vez.

Salí al balcón de la sala, miré la ruidosa ciudad, al estar en un punto medio del edificio, el oxígeno entraba con mayor facilidad y de igual manera desde aquí se veían locaciones interesantes. Exhalé con pereza, soltando el aire que guardaba en mis pulmones. Miré mi reloj de pulsera deduciendo los minutos que faltaban para que el sol comenzara a esconderse, lo que significaba que cada vez estaba más cerca del final.

June:

El tiempo era intenso, hacía un calor de locos al grado en que mi cuerpo sudaba de una forma anormal. Estaba todavía en el salón de clases mirando atenta como mis compañeros exponían sus maquetas bien elaboradas.

Fue el turno de Mario, pasó al frente con tal elegancia que daban ganas de hacer una reverencia. Llevaba un pantalón de vestir azul oscuro entallado, marcando esos músculos que parecían una estatua hecha por Miguel Ángel, a veces creo que los dioses fueron bondadosos al darle algo físico de ellos. Era un maldito hombre bueno en todos los sentido.

—¿Ya dejarás de violarme con la mirada? —Mario apareció frente a mí con la ceja alzada, claramente con su ego bien elevado.

Cara de tomate en tres, dos, uno...

—¿Yo? Puf, yo no hago eso, tan solo observaba el tipo de tela que está hecha tu bata, ¿qué tipo será? Se ve muy bien —mentira absurda, momento absurdo. Genial.

—La misma que la tuya, burrita. Y tú ni te preocupes que para eso voy al gimnasio, tu date que la vista no cuesta. —Dijo riendo y sentándose a mi lado. Ni siquiera me había dado cuenta de que ya había expuesto mientras yo estaba ensimismada en su figura.

—Que humilde — dejé caer mi cabeza en su hombro sin dejar de reír.

—¿Cómo te siente? —me preguntó tomando dulcemente mi mano —. ¿Lo viste?

—No, ni siquiera me ha dicho que llegó. Mario, te juro que no hice nada...

—Te creo June, a veces los hombres necesitamos un poco de espacio.

—¿Por?

—Por cobardes, June —me miró con tanta intensidad que creí que me derretiría ahí mismo, aunque vi una chispa de tristeza. Se volvió al pizarrón, no sin antes dejar un beso en mi frente, como un hermano mayor a su hermanita.

Salimos de clases para festejar que nuestras exposiciones fueron a tope, nos acercamos a un pub cerca de la playa para comer y beber, todo lo que vendían era delicioso, como su especialidad eran las hamburguesas con extra de queso y pepinillos, me dejaron ser la primera en dar el primer mordisco a una, era el verdadero paraíso.

Justin pasó cerca de veinte minutos quejándose de lo que la profesora le había dicho, a pesar de que todos teníamos claro que tipo de maestra era, él era el único que no se conformaba con sus miradas y comentarios demandantes. La mayoría de mis compañeros también se quejaban de su forma de ser, pero para mí era la mejor maestra de todos. Su manera de enseñar era increíble, cuando ella se paraba al frente, era como ver a una reina con tanta seguridad que no le temía a nada ni nadie.

Una parte de mi estaba enferma porque me gustara que fuera mandona y gruñona. Desde que nos dio clases en segundo semestre no he parado de obtener buenas notas en sus materias, trataba de dedicarle más tiempo a sus clases y trabajos, hasta me enorgullece decir que una exposición saqué un punto más de lo establecido, fue una verdadera pasada.

—¿Ya saben a qué clínica o lugar se irán para las prácticas en el siguiente semestre? —Angie dejó su elegante copa azucarada para hablar con emoción.

Ella había obtenido un puesto en la clínica de su madre, la cual era la directora y dueña de un humilde lugar privado y exclusivo, casi te salía lo mismo parir que ir a suturas por un pequeño corte en la ceja. Era verdaderamente carísimo ese hospital para los mortales como yo y barato para los seres adinerados. Aunque la señora Lorena era una hermosura —dejando a un lado su cuerpo moldeado a base de cirugías plásticas que podía hacerse cuantas quisiera —, una vez me ayudó a tramitar un pase a su área de laboratorios para que me hicieran una prueba PCR. Y todo a cuenta de ella.

—Yo sí que tengo ya —sorbí de mi pajita antes de volver a hablar —, iré a la clínica especializada en trastornos alimentarios y mentales. Me han llamado hace unos días aceptando mi solicitud.

—¡Dios mío June, esa clínica es impresionante! —exclamó mi amiga.

—¿Verdad? Quiero formar parte de un lugar en el que pueda ayudar a chicos con problemas en su salud, es la principal razón por la que me metí a estudiar.

—Felicitaciones cari, ¿ya se lo dijiste a tu madre y a Seth?

Seth...

—Hum... noup, pero pronto lo haré —Vic me miró con lastima, ella sabía lo mismo que yo respecto a ese hombre —. Ahora tiene mucho en mente, mejor denme un trago de esa cosa azul.

Y así de fácil era cambiar el tema con mis amigos.

El sol ya se había ocultado cuando recibí un mensaje de texto de Seth, diciéndome que vendría a casa. Me emocionaba muchísimo verle y hacerle preguntas sobre su viaje, además de las ganas inmensas de esos labios que tanto me descontrolaban.

Me di una ducha, usé la nueva crema para afeitar pasando el rastrillo por todos lados, incluso me tomé el tiempo de pasar la navaja por mi intimidad, dejando esa zona suave y sin rastro de vellos. Quería que nuestro reencuentro después de días sin vernos terminara en un final feliz bajo las sábanas de mi cama.

Al terminar me miré al espejo que reflejaba mi desnudez, me veía bien después de todo, digo, era solo piel adornada de imperfecciones que me hacían única. La barriga me había crecido por tanta comida chatarra en estos últimos días, y claro, las celulitis en mis piernas habían decidido traer a más de sus amigas. Yupi.

Me puse un tanga de encaje color azul celeste que dejaba poco a la imaginación, me sentía un poco ridícula en ella aunque también sexi. Encima me vestí con una falda de mezclilla y un top negro. El timbre sonó y salí corriendo con los zapatos sin anudar.

Al abrir la puerta me encontré con mi hombre, con su cabello claro alborotado, algunas ojeras adornando sus ojos celestes y aquellos labios carmesí al natural. Lo amaba. ¿Acaso había algo que tuviera perfecto mi hombre?

Sí, muchas cosas.

Y por eso que me parecía perfecto, era solo para mí.

—Hola —dijo con una sonrisa de lado —. Luces muy linda Juni.

Uy no, mejillas rojitas activadas.

—Tú te ves guapísimo, Sethi.

Ambos reímos y fue entonces que me dio igual el supuesto autocontrol, me lancé a sus brazos rodeando su cuello, él tardó un poco para retribuir el abrazo. Aspiró mi cuello profundamente, sentí el ritmo de su corazón acelerar.

—Te he extrañado, amor —dije besando sus labios con delicadeza —. Tienes que contarme sobre tu viaje, ¿viste a la reina Isabel?

—No, pero vi a los cara culo de sus guardias. De verdad que tienen algo ensartado en su trasero, es raro mirarlos tan estáticos todo el tiempo.

—Seguro que sí, pero pobres hombres, deben de cansarse al estar tanto tiempo de pie. ¿Tomaste té como todo un inglés?

—Sí, y estoy seguro de que te encantaría el té inglés —sonrió, pero esa sonrisa no llegó a sus ojos. Nada parecía genuino.

—¿Sucede algo? —cuando lancé la pregunta él se tensó de pies a cabeza —. Es que pareces algo distante.

—De hecho sí, tengo que hablar contigo, Khuê.

Oh no. El que me llamase Khuê no significaba nada bueno, había comenzado a llamarme de esa manera cuando se trataba de algo serio.

—¿Me pusiste el cuerno? —escupí sin más.

—¿Qué? —frunció el ceño dudoso.

—¿Mientras estuviste en Londres te acostaste con alguna tipa guapa, con piernas largas que parecería una carretera y con grandes atributos en su pecho y es por eso que vienes así?

—No, no June, tranquila que no te he sido infiel, nunca haría algo así.

Uff... Dios mío que sus Seth, bueno pues suéltalo —suspiré dejando entrar de nuevo el oxígeno a mis pulmones.

—Tenemos que dejar esto, June —dijo tajante y frío.

Lo miré con completa confusión, me reí como una estúpida creyendo que se trataba de una simple broma de su parte —que por cierto de mal gusto —. A lo mejor había amanecido chistoso y me hacía una de esas jugarretas en las que de repente salía una cámara escondida y me decían que sonriera porque había tenido una cara de estúpida.

Porque se trataba de eso, ¿no? Era una broma.

No. Pero sí que tienes cara de estúpida ahora mismo.

Pero... Entonces volví a recorrer su cara y sus facciones, no había ni una pizca de juego, solo enigma y seriedad. De verdad quería terminar con lo nuestro. Les puedo decir que lo que pasó a continuación me rompió por dentro, les aseguro que si hubieran estado en la misma habitación que yo hubieran logrado escuchar el crack que mi corazón hizo.

Seth no dijo algo más y se levantó del sillón, luego abrió la puerta de casa para después salir con las manos sobre su cabeza, parecía desesperado.

—¡Seth, espera! —avancé con pasos largo por la acera de la calle —. Estás de broma, eso que dices es basura. No podemos terminar, Seth... todo está bien entre nosotros —o al menos eso parecía antes de que se marchara. Me acerqué a él con los ojos llenos de lágrimas.

—June... tú y yo deberíamos de estar separados, es por tu bien. Créeme.

Dejó caer sus brazos a los costados, realmente derrotado. Luchaba contra mis emociones que estaban a flor de piel, quería llorar como una niña pequeña. Pero ya no era una niña, ahora era una mujer. Además, qué demonios iba a saber él de que es lo mejor para mí.

—¿Crees que deberíamos alejarnos? —le devolví la pregunta sintiendo un gran nudo en la garganta.

Di que no Sethi. Di que me amas.

Solo di que no, por favor...

Solo di que n...

—Sí.

Otro crack. Y este dolió más que el primero.

¿Y ahora que debía decir o hacer? Era humillarme o dejarlo ir. No quería hacer nada, tan solo retroceder el tiempo atrás. Pero hice lo que debía.

—Entonces supongo que este es el adiós —sorbí la nariz —. Adiós, Seth... recuerda que siempre fuist... serás el amor de mi vida.

—Cuídate, bonita.

Lo vi alejarse. Lo vi irse. Esperé a que tan solo a un par de pasos diera la vuelta regresando a mi lado, diciéndome que todo era un mal chiste, que no me dejaría ir tan fácil y que nuestro amor era más fuerte.

Cinco pasos.

Diez pasos.

Una cuadra.

Él no lo haría, pero yo podía dar tantos pasos como fuera por los dos. Corrí lo más veloz que pude hasta llegar a su lado, me enfrenté a él, interceptando su camino.

—June, por favor —lo vi cerrar los ojos y tocar el puente de su nariz —, déjame ir.

—No, no te dejaré ir así. Tú me amas y yo también te amo, no podemos cortarlo así, porque sabes bien que no se puede cortar este lazo de diamante que tenemos, ¿lo recuerdas? Nuestro amor es tan fuerte como un diamante —cité sus palabras.

—No June, nuestro amor ya no existe, creo que nunca lo hubo. Ya no hay amor —su mirada dejó de ver la mía, estaba mintiendo —: Yo no te amo, lo que sentí por ti no fue eso, solo era un chico enojado con la vida, buscando atención que viniera de una chica. Y bueno, aquí estás tú.

Solo soy una chica.

No, no es verdad. El mentía.

Tenía que ser mentira.

—Mentiroso —le reproché con las manos hechas puños.

—Es la verdad.

—¡¡NO ES CIERTO!! —las lágrimas nublaron mi campo de visión, el corazón me latía desenfrenado —. Seth, te conozco, eres el chico que me permitió entrar a su corazón. Eres tú Seth, tú me mostraste que podíamos sanar a pesar de todo el daño que teníamos internamente. Eres... eres mi Pitufo gruñón y yo, yo soy tu Tontín. —Reí ante los apodos, me parecía una mala escena de película.

—Lo siento June, tal vez fui demasiado lejos contigo. No creí que te ilusionarías tan fácil, pero bueno, supongo que esta sería una lección para ambos: No creer en nadie ya que tan solo son palabras al aire.

Tres pasos.

Cinco pasos.

Diez pasos.

Dobló la esquina.

Esta vez no lo seguí, mis piernas ya habían flaqueado cayendo al suelo de rodillas. El corazón me dolía, sentía una horrenda opresión en el pecho, como si me faltara algo.

Algo que me enseñaron en clase de bioquímica, es que cuando te rompen el corazón, el cerebro tiene una reacción química un tanto dramática que va produciendo emociones dolorosas.

La psicología dice que el dolor emocional duele de la misma manera que el dolor físico, que la única diferencia es que mientras el físico puede desaparecer con el tiempo o con medicamento de por medio, el dolor emocional suele permanecer en nosotros más tiempo de lo estimando. A veces nunca se va. Para esto no hay medicamento alguno que lo haga desaparecer, no hay fármaco que te ayude a dejar de sentir ese pesar. El dolor pude quedarse días, semanas, meses y años, e incluso hay dolores emocionales que se quedan para toda la vida. Marcando un antes y un después. Pero nunca un final.

Dicen que el corazón roto puede ir más allá de ser una simple metáfora, ahora yo puedo confirmar que sí, el corazón roto existe y duele más que una herida. De rodillas en la calle solitaria bajo la escasa luz de la luna, soy consciente del dolor que siento en el pecho, siento un hoyo negro que será imposible de cerrar.

Las lágrimas caen sin un fin cercano y mis sollozos cada vez son más ahogados. Si algo de mi yo del pasado intentaba florecer, con esto estaba claro que no sucedería en un futuro cercano. Me sentía igual que una flor pisoteada sin ganas de sanar.

Lo que viví con Seth será algo que nadie más logrará entender, porque él fue mi salvavidas en un mar de dudas y miedo; él fue mi amante con el que me descubría cada vez que nos besábamos bajo las sábanas; él fue mi mundo en una galaxia llena de estrellas. Lo más gracioso era que me enamoré hasta la medula ósea de la persona que aborrecía cuando todo inicio, después se convirtió en la persona que más amaba. ¿Y ahora?

Yo podía ser ingenua algunas veces, pero sabía que todo lo que vivimos fue real, nunca hubo ni una sola pizca de mentira en esa relación. Nos prometimos ser felices juntos, tomados de la mano, riendo y llorando, pero juntos. Nos visualizamos siendo padres de algún bebé, fruto del amor que sentíamos el uno por el otro. Con él viví todo lo que deseaba vivir, desde una primera vez en la que no existiera nada de miedo, hasta ver una cielo en paz.

—Daría lo que fuera por verte de blanco en el altar, tomando mi mano y aceptando la unión que nos formalizaría por el resto de nuestras vidas.

Supongo que ahora todo eso ya no sería posible.

¿De verdad tenía que seguir con mi vida a pesar de lo mucho que me costaba respirar?

Sí. Esa era la respuesta que escuchaba en mi mente, tenía que seguir. Tal vez bajo observación de un terapeuta, porque todavía no había terminaba mi proceso para salir de aquel episodio de mi vida que me gustaría borrar; la violación no solo fue hacía mi cuerpo, sino también afectó mi libertad y mi seguridad. Ahora tendría que aprender a vivir sin Seth, sin la paz mental de salir sola y también, sin la seguridad que me daba mi novio.

Seguir adelante sería complicado.

Pero estamos juntas.

Pero tengo miedo.

Yo también. Pero no es difícil.

Me reí de hablar conmigo misma. Me senté en la banqueta, abrazando mis piernas. Miraba las estrellas, aceptando que ya me había perdido desde hace tiempo. Ya no era June, ni Tontín, ni Juni... tan solo era: La chica que se perdió en las estrellas. ¿La encontrarán de nuevo? O mejor aún, ¿ella querrá encontrarse a sí misma?

Fin...




¿O no?

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