C31
Penúltimo capítulo 😭
Seth:
Después de dejarla en su casa pasé el resto de la tarde metido en el gimnasio del edificio. Me gustaba entretenerme ejercitándome, no solo mejoraba en mi resistencia o el fortalecimiento de los músculos sino que también lo tomaba como una clase de terapia ocupacional en la que dejaba salir todo levantando pesas o haciendo unas cuantas abdominales.
En algún punto me concentré tanto que tardé en percatarme de la presencia de Noah dentro, no venía solo, lo acompañaba una chica muy linda con ropa deportiva.
—Hombre, Seth, que bueno verte por aquí, hace rato que no coincidíamos. Oh, te presento a Kenia, mi gym partner —sonrieron divertidos y este le dio un beso en la mejilla muy natural —, Kenia, te presento a Seth Harrow, mi vecino y mejor amigo.
—Un gusto Kenia, ahora veo lo fácil que soy para olvidar, antes me llamaba su gym bro.
—El gusto es mío, y que cabronazo eres Nuchis, debes ser fiel a tus acompañantes de deporte. Pero no te preocupes Seth, ahora puedes ser el gym bro de ambos, ya te adopto sin problemas —dijo sonriendo.
Kenia me habló del tiempo que llevaba entrenando. Era linda con el cabello negro lacio que le llegaba hasta los hombros, sus ojos eran cafés profundos y desprendía esa aura enamorada de mi amigo. Me alegraba por ellos la verdad, nunca había visto a Noah tan sonrojado como cuando volvió a llamarle Nuchis, un apodo bastante meloso e íntimo.
—Pues venga, a mover el culo que por algo estamos aquí, ¿no? —Dijo Noah dejando a un lado su botellín de agua.
Hicimos una rutina juntos, era la primera vez que hacía este tipo de entrenamiento en grupo y en secuencia, me parecía extraño y a la vez interactivo. Poder charlar mientras estábamos en posición de plancha era divertido. La chica era carismática, se asemejaba mucho a la personalidad de Noah, incluso les dije que eran parecidos solo que ella tenía pechos y combinaba bien el rosa con el gris.
Al finalizar nos sentamos en un círculo o más bien un triángulo al ser tres. Tras los movimientos de enfriamiento me hablaron de cómo fue que se conocieron: Noah fue a una tienda de snickers para comprarse un par de ellos versión especial, ahí nuestra amiga Kenia trabajaba por lo que le atendió, según ellos fue un flechazo instantáneo. Ella al parecer le hizo el descuento de empleada y él en total agradecimiento la invitó a cenar, lo cual pasó a segundo plano cuando en el auto de ella tuvieron su propia clase de teoría de la anatomía humana, como yo solía tenerla con June. Y bueno, ahora estaban aquí, juntitos como una pareja muy mona.
—Pues sí que me alegro por este cabrón, ya le hacía falta algo de responsabilidad afectiva devuelta, soy un buen amigo que se preocupa por sus sentimientos. Y que sepas que él es un estuche de ellos, es como tener a todos los ositos cariñositos en un solo hombre de metro ochenta con tatuajes por doquier.
—Pero que mierda, que soy un chico malo, de esos que golpean la pared cuando tienen arranques de ira —se burló.
—Me he ganado la lotería entonces, es un gran hombre, Dios sabe que sí —Kenia se abalanzó sobre de él quedando en su regazo, Noah le apretujó tomándole del culo y fue entonces que mi antenita se encendió para dar marcha a mi piso. No quería presenciar una peli porno aquí mismo, su coqueteo intensivo no estaba en mis pendientes.
Al llegar a mi piso me di una ducha, luego entré a la cocina para preparar unas tortitas de avena y plátano para cenar, June me había enviado un par de mensajes diciendo que intentaba divertirse, hasta me envió un video en el que Mario bailaba en un parquímetro, usándolo como un tubo de stripper. Andar con esos chicos era una cosa seria y de vergüenza, estaban borrachísimos.
Vi un documental acerca de cómo funciona el apareamiento de las ballenas, quien diría que los machos cargaban con tremendo pedazo de carne para las ballenas hembra y de seguro se la pasaban de puta madre. Y hablando de apareamiento, yo tenía semanas sin contacto de otra persona, o sea, mi hembra, la mano no se sentía de la misma manera, pero era mejor que nada.
Apagué el televisor para bajar mis pantalones junto con mi ropa interior, mi erección —que fue provocada por pensar en mi novia— rebotó contra mi mano, la cual manipulaba con destreza para liberar un poco la tensión. Cerré los ojos recordando la vez que June estaba sobre la encimera rogando por más, o la vez que estuvimos encerrados todo el fin de semana en mi cuarto, danzando bajo las sábanas y admirando nuestra desnudez.
Estaba por llegar al orgasmo cuando el timbre de la entrada me cortó la emoción del momento, con un gruñido alcé mis prendas y abrí la puerta, ahí no había ni una pobre alma. Me fijé que en el suelo había una pequeña caja de cartón sospechosa, dudé un segundo en si dejarla o meterla, sabía que si no lo hacía algún vecino podría tomarla o quejarse de que había material en el pasillo.
Después de observarla unos minutos la abrí, en ella había un trozo de tela color verde olivo sucio y con manchas de sangre, de inmediato recordé que era igual al vestido que June llevaba aquella noche. Además de eso venía acompañado de una nota:
Si no la alejas de ti, tendré que hacerlo yo. Si no es mía no será de nadie.
Pd. Que bien mueve su culo cuando no está rígida.
xo.
—¡Hijo de puta! —lancé la caja a la pared con colera.
Estaba harto de este juego, de amenazas y palabrerías. No podía arriesgarla de nuevo, no la pondría en peligro otra vez. Tal vez debía alejarla de mí como lo ponía en los mensajes del desconocido, ella podría comenzar de nuevo y tener una vida mejor, olvidar su pasado y recibir un futuro sin peligro.
El timbre interrumpió mis pensamientos y si era el jodido extorsionador debía salir y matarlo de una vez. Salí disparado a la puerta decidido en dar unos cuantos puñetazos.
—Escucha hijo de la gran p... June, amor eres tú —dejé de apretar los puños al ver la figura de Juni frente a mí completamente consternada por mis palabras, y es que no solía recibir constantemente de esa manera a las personas —. ¿Estás bien?
—Hum... sí, pero al parecer alguien no del todo.
—Ah no, yo estoy bien, pasa —ella entró tímidamente —. Creí que estarías con tus amigos esta noche.
—Y así era, pero en medio del bar sonó una canción que me recordó a ti, quería que también la escucharas; así que salí y tomé un taxi. Y bueno estoy aquí.
—¿Dejaste a tus amigos por venir hasta acá para escuchar una canción conmigo? —ella asintió sonriendo —. Dios, como te amo June.
La abracé con fuerza necesitando de ella, me atrajo más a su cuerpo felizmente y luego dejo un par de besos en mi cuello. Aquello me hizo reaccionar un poco.
—June, cariño, no hagas eso que mi cuerpo reacciona pidiendo otras cosas —le dije para que parara.
—El mío también lo pide —me tomó de la cara y unió su boca con la mía, fundiéndonos en un beso que al inicio era dulce y lento, luego se tornó apasionado y violento. Su lengua invadió la mía con brusquedad, ella y yo gemíamos por el duelo en el que se había convertido ese beso. Tuve que apartarla cuando tocó el bulto de mis pantalones, no quería forzarla o darle a entender algo que la ofendiera.
—Amor para, no quiero que te sientas forzada a darme esto, no hay prisa —acaricie su mejilla para calmar el ritmo de mi corazón —. Ahora mismo podemos hacer otra cosa, la sesión de hoy fue difícil para ti y es mejor que descanses.
—Estoy bien, Seth yo no quiero parar. Se que no me forzarías a hacer nada de lo que no quisiera hacer, solo te quiero a ti y recuperar un poco de la vida antes de todo, quiero relacionar el sexo con lo bueno, con la manera en la que tú me haces sentir, no con lo malo. Y esa sesión me sirvió para asimilarlo, mi padre y Cameron no están aquí, ya no podrán dañarme más de lo que ya lo hicieron, pero tú estás aquí y puedes ayudarme a borrar cada huella que dejaron en mí.
—June... —susurré al sentir de nuevo su boca en mi cuello y sus manos recorriendo mis brazos. Se sentía tan bien.
—Por favor... déjame hacerlo, te prometo que estoy lista.
—No quiero lastimarte, dime que estás segura de hacerlo.
—Cien por ciento. Quiero perderme entre las estrellas.
Y fue entonces que la besé de nuevo, dulcemente. La cargué esperando que enredara sus piernas alrededor de mi cadera, ejerciendo una leve presión entre nuestros sexos. Me encantaba la manera en la que era June, sus diferentes fases dentro de una relación, dulzura, timidez, pasión, todo aquello la describía y lo mejor de todo es que era mi novia... Y por Dios que iba a extrañarla.
La llevé al interior de mi cuarto recostándola sobre el mullido colchón, aquel que había sido testigo de las promesas que ambos nos hicimos en aquellas noches estrelladas. Seguí besando su cuello que olía a fragancia cítrica, sudor y un ligero y tenue olor a tequila, con cuidado me cerní sobre ella para desabrochar su camisa, al instante su torso quedó al desnudo, mostrándome un par de senos pequeños y preciosos. Entre cada beso que le daba me aseguraba de su bienestar y de saber si estaba bien, ella acariciaba mi cabello sin dejar de mirar cada acción mía.
Besé los alrededores de su pecho, mirando el morado tenue que seguía en su lateral, algo dentro de mí dolía. Sus manos jugueteaban con sus pezones rosados y erectos buscando el placer que no me negué a darle. Continué hasta que ambos llegamos al clímax, sus labios entreabiertos dibujaban una sonrisita, antes de quedarse dormida escuché como decía un: estaré bien.
June:
Desperté a mitad de la madrugada, Seth seguía durmiendo boca abajo con un caminillo de saliva en la almohada, la sábana apenas le cubría aquel pedazo de trasero firme, el tatuaje de la parte trasera de su cadera estaba a la vista y de verdad como me encantaba besarlo.
Cuando estaba todavía en la fiesta que habían organizado unos compañeros de Justin, me sentía capaz de volver a ser una chica normal que disfrutaba de las fiestas y beber un poco. La música estaba a tope y me gustó sentir esa pequeña sensación de vibraciones por mi cuerpo, bailé con Vic y Angie en un espacio seguro, agradecía que la mayor parte del tiempo se quedaron a mi lado, aunque tuve que darles su propio espacio porque había unos chicos con los que se liarían en plan rollito de una noche.
Y ahí fue cuando la incomodidad llegó como un fiel amigo que nunca te deja solo, aunque no fuese mucho de fiestas y locura extrema me las apañaba para encajar. Un tipo rubio bronceado se me acercó, me dio un shot de tequila desde la boquilla de la botella y bueno, al otro segundo intentó ligarme con esos ojazos verdes, obvio no le funcionó porque yo era más de perderme en un mar que en un bosque. Y la magia de la amistad se rompió cuando su boca se abrió para decir: "No puede ser, eres la chica del periódico, que bueno que te han dejado salir, te ves bien para haber estado cautiva."
En eso me había convertido, en la chica de periódico que habían secuestrado. A lo mejor físicamente mi apariencia mejoró, pero por dentro no lo sentía así, mi vida me fue arrebatada.
Salí de ese bar y pedí un taxi con destino a la casa de Seth para volver a refugiarme en sus brazos hasta quedarme dormida, pero mis planes cambiaron cuando abrió la puerta y la erección bajo sus pantalones removió las llamas de mi cuerpo y, fue entonces que entendí que él era el fuego que alimentaba mi infierno y que me daba igual si me quemaba.
Al hacer el amor fue lento y suave, tanto por decisión suya y mía, debido al desgarre no me permitía sentir sin algo de incomodidad o dolor, así que además del condón usamos algo de lubricante base agua para disminuir el esfuerzo de mis músculos. Cuando terminamos me sentí yo de nuevo, dejé de ser la apestada a la que violaron y tan solo era la novia de Seth, quien me miraba como la cosa más hermosa e imperfecta. Seth entre susurros me decía que me amaba, me pedía disculpas cada que veía alguna mueca en mi rostro al penetrarme. Eran tan lindo.
Me puse de pie vistiendo tan solo la playera de algodón de él, en la cocina preparé un poco de té de manzanilla para intentar volver a conciliar el sueño, encontré en algún sitio de internet que a veces el beber una taza de té ayudaba a la relajación mental.
Sentada en el sofá miré el exterior de la calle, la mista me encantaba desde aquí. Entre pensamientos imaginaba que haría para mi cumpleaños que se celebraba la próxima semana, a lo mejor irme a acampar a la playa en plan hippies fumando hierba o de plano esperar un día antes y ver que se me ocurre.
—
Días después.
Seth actuaba distante y a veces pensaba que me evitaba, además no me ha comentado nada sobre algún plan o salida, ni siquiera le he visto la cara en los últimos dos días. Mis amigos actuaban raro, se inventaron la excusa de tener mil proyectos escolares, lo curioso es que yo no estaba así de saturada. Y mi madre no dejaba de comer las migas de galletas que se encontraba por la cocina. Algo tramaban y me daba miedo. La punzada de dolor al verlos actuar de esa manera me calaba en mi alma, aunque quería pasar mi cumple con todos ellos en una reunión en casa o una cena en algún restaurante bonito.
En doce horas oficialmente cumplía los veintidós, he esperado este momento desde que Taylor lanzó su álbum Red, recuerdo que era una niña cuando cantaba a todo pulmón 22, y ahora podría cantarla en honor a mi cumpleaños.
—Mamá, ¿mañana iremos a cenar al italiano? —pregunté, dejando mi libreta al lado.
—No hija, lo siento, mañana tengo doble turno en la pastelería, Rebe me ha pedido el favor y no pude negarme.
—Oh bueno, entiendo. —Honestamente no lo hacía, era mi cumpleaños y, ¿lo pasaría sola? Al menos debería habérmelo dicho con tiempo, tendré que comer sobras del refrigerador —. Iré a mi cuarto para hacer tarea.
Ella me ignoró mirando su reloj de pulsera y a la vez su libreta. Vaya madrecita que tengo.
Por la madrugada escuché unos ruidillos que provenían de la sala, me daba miedo pensar que se estarían metiendo en casa a robar o... no, no vendrían por mí, él estaba muerto. Cegándome de miedo tomé el libro de fisiología que estaba en mi estantería, era de esos gordos tapa dura que pesaba lo que un bebé recién nacido, así que un librazo de esa magnitud en la cabeza seguro te dejaba noqueado por unas horas. De puntillas camine tras abrir mi puerta, logré ver las siluetas de unas personas entrando como si fuese su maldita casa, como un agente secreto me escabullí para estar atrás de uno y fue entonces que le di con el libro no una, sino tres veces en la cabeza y en el hombro.
—¡Toma esto maldito ladrón! —grité sin dejar de pegarle con mi mano —. Metete en la jodida casa de tu abuela y róbale sus jarrones, asqueroso.
—¡June, basta que me harás un agujero de alcancía! —Gritó en respuesta el ladrón que no era ladrón y parecía tener la misma vocecita chillona que Mario.
—¿Mario? —De inmediato solté el libro y le cayó al pobre en su pie, este soltó un gritito —. Hombre lo siento, pero ¿qué haces aquí? Te juro que pude matarte, espera, ¿qué hacen todos aquí a hurtadillas?
—Feliz cumpleaños, June —dijo Victoria doblándose de la risa —. Nosotros queríamos darte una sorpresita, pero la sorpresa se la ha llevado Mario con Silverthorn y sus más de novecientas páginas.
—Perdón M, pero también pónganse a pensar grupo de idiotas, nadie entra a una casa por la madrugada cuchicheando y a oscuras, juro que pude haberte matado.
—Sí, de seguro me matabas con las rutas metabólicas —mi amigo aún dolido se rascó la cabeza —. Bueno, ya da igual, ven acá que tengo que darte tu abrazo de cumpleaños.
—Gracias, te quiero y perdón de nuevo por los librazos.
Encendimos las luces para dejar de andar de incognito, me sorprendió verlos con mochilas y quien sabe cuántas cosas más.
—¿Qué hacen con esas mochilas colgadas en la espalda?
—Nos vamos a las montañas para acampar Ju, ¡Sorpresa!
—¿Eh?
No me dieron ni un segundo para articular algo más, ellos simplemente allanaron mi cuarto y comenzaron a meter montones de ropa en mi mochila rosada, ni siquiera me sorprendió ver a Justin abriendo mi cajón de ropa interior y tomar un puño de bragas de todo tipo y meterlas en el bolso.
Mi madre salió con su bata sonriendo, ella era parte de su plan y lo deduje por la sonrisilla malvada que tenía en su cara. Me dio un gran abrazo con un sobre, en él había doscientos dólares, eso significaba que podría comprar lo que quisiera sin tener que pensar en cuanto me sobraría para final de mes.
—Felices veintidós mi niña, asegúrate de pasar un buen rato.
—
Partimos en el auto de J, al parecer querían llegar al amanecer para verlo desde el Joshua Tree, en auto se hacían aproximadamente dos horas y cada que teníamos oportunidad íbamos de campamento porque era nuestro lugar favorito. En el trayecto paramos en un par de tiendas de autoservicio que gracias al cielo estaban abiertas las veinticuatro horas del día, me di el lujo de comprar papas fritas de diversos sabores y algunas latas de soda de limón.
—¿Emocionada? —Preguntó Justin a mi lado mientras pagábamos en la caja.
—Como no tienes idea, oye por cierto, ¿sabes algo de Seth?
—No, no logramos contactarlo, nos dijo la novia de su padre que no estaba en la ciudad.
—Fuera de la ciudad —repetí —, no estaba al tanto de eso.
—A lo mejor tuvo que hacerlo de repente Ju, mira, por el momento enfócate en disfrutar porque hoy es tu día, cuando lleguemos podemos meternos al río y nos olvidaremos de nuestras parejas por dos días.
Reí porque la idea no sonaba mal.
Al llegar al parque nacional Joshua Tree, el sol apenas estaba saliendo de su sueño, el desierto siempre me parecía bello como fuera que estuviera, los cactus solitarios eran firmes, las grandes rocas no se negaban para dejarnos descansar sobre ellas y los tonos terracota eran lindísimos.
De la cajuela sacamos dos casas de acampar, en la más pequeña dormirían Angie y Mario, y en la más grande Justin, Vic y yo. Mario se la pasó reprochando porque prefería estar conmigo y con Justin, que con Angie que roncaba como un viejo barbón y panzón, ella se enojó ante la estúpida comparación y fue entonces que nos quedamos sorprendidos por la manzana que le lanzó a la cabeza.
En resumen, amaba a mi amigos sin duda alguna. Eran como un grupo de niños pequeños en el kínder.
—Justin, se supone que tienes el doble de fuerza que yo, no es posible que no puedas clavar esta cosa en la tierra —Victoria ya estaba estresada, no era algo nuevo, ella solía estresarse con facilidad y más si conllevaba tener que hacer cosas fuera de lo común. Golpeó con su zapatilla el clavo de plástico que sostendría la tienda —. ¡Joder con la idea de venir de nuevo al desierto y no a un maldito hotel cinco estrellas para beber vino!
—Calma tus vibras, amiga —dije, terminando de anudar el techo permeable —, deberías de comerte uno de esos cuarzos que tanto usas, te aseguro que disminuirán tus niveles de estrés.
—Ja ja, muy graciosa.
Reí dejando que siguiera enfurruñada con Justin, mientras tanto yo seguí acomodando las cosas dentro del auto para saber que suministros tendríamos para el finde. Había utensilios reutilizables, leche chocolatada, cereal, algunas frutas ya lavadas, mermelada de fresa, crema de cacahuate y frituras. Todo un paquete anti-nutriólogos.
Unas horas después todo estaba ordenado, nos sentamos sobre una manta que tendimos sobre el suelo terroso a comer papitas y jugar cartas, otro de nuestras cosas favoritas, solíamos apostar con dinero o con prendas y vaya que Angie era la que tenía en su mochila prendas de diseñador que iba perdiendo poco a poco. Ya había ganado una bonita blusa de tirantes color azul e iba a por los aretes de perlas. Que puedo decir, soy una jugadora ambiciosa que va por las apuestas grandes.
—No es justo June, llevas ganando tres partidas seguidas, tu no deberías de barajarlas —Mario se quejó haciendo un puchero, él no sabía perder y esa era su red flag.
—Te dejaré ganar la próxima, mientras tanto dame mis veinte dólares que me los he ganado justamente.
—Chicos ya no quiero jugar, mejor pongámonos los trajes de baño y tostémonos bajo el sol como iguanas.
La vocecilla chillona de Angie me hizo reír, se sacó la playera mostrando uno de sus tantos bikinis coloridos y caros que tenía, debo admitir que me encantaba su cuerpo, era precioso. Los demás le siguieron tumbándose para que el sol los bañara de su vitamina D.
—Suerte con sus bronceados, yo me meteré a la tienda porque ciertos humanoides osaron a interrumpir mi sueño creyéndose malditos espías.
—Fue por una buena causa, así que deja de reprocharnos eso —farfulló Justin.
Le saqué la lengua como toda una adulta y luego me mentí a la tienda. El calor era intenso así que me saque la ropa y solo me dejé la ropa interior y un short de algodón. Aproveche la señal y le envié un par de mensajes a Seth, se me hacía extraño que siendo ya medio día no me enviara mensaje ni siquiera por mi cumpleaños.
June [12:12pm]: Hola Pitufo gruñón, ¿cómo estás?
Ni siquiera le llegó el mensaje, así que dejé el móvil a un lado y me acosté para intentar conciliar el sueño. Nada mejor que pasar mi cumpleaños dormida como la chica que soy, una fanática de hibernar.
—
Desperté alterada, les diré porque. No sé si han tenido uno de esos sueños en los que estás profundamente dormido, descansando como Dios lo manda y de repente algo o alguien te despierta y aquel descanso se va a la mierda. Pues justo así me pasó, estaba en un sueño profundo y luego unos gritos tan escandalosos me despertaron con el corazón desembocando, creí que les estaban torturando y ya habían perdido un dedo.
Pero no, tan solo jugaban con las pistolas de agua que habían metido en la maletera, tuve que contar hasta cien para no levantarme y jalar de sus cabellos. Pero bueno, preferí optar la opción de unirme a ellos y ser parte de la guerrilla de agua, yo conseguí el arma sorpresa así que les di con todo como parte de venganza.
—¡Tomen esto! —grité sin dejar de reír —. ¡El casi mejor cumpleaños del mundo!
Seguimos corriendo por los alrededores gritando como unos locos sin causa, agradecía que estuviéramos solos porque seguro nos mirarían mal. Un rato después nos cambiamos y nos sentamos para comenzar a montar la fogata y es que queríamos hacerla antes de que anocheciera y el frío nocturno se colara por nuestras pieles.
Preparé algunos sándwiches de crema de cacahuate y otros de mermelada, los corté en triángulos repartiendo dos para cada uno. Victoria sirvió en los vasitos de papel leche chocolatada, los cinco nos cerramos en un círculo mirando las chispitas del fuego. Contamos historias de terror, anécdotas divertidas, rememoramos los días de fiesta, algunas palabras de aliento y mi momento favorito fue el karaoke sagrado. Este se trataba de que cada uno elegia una canción para cantar a capella, yo elegí una de mis favoritas que fue The lakes, de Taylor Swift.
—Is it romantics how all my elegies eulogize me?... I'm not cut out for all these cynical clones, these hunters with cell phones... —seguí cantando, dejando salir todo lo que sentía en el momento a traves de mi voz. Mis amigos tan solo miraban y escuchaban, no inmutaban ni un solo ruido.
—Eres su hija perdida en versión morena —rompió el silencio Jus.
—Guau, jamás me habían hecho una comparación tan... bonita, así que gracias, pero no seas un exagerado. Tay es algo con lo que nadie podría asemejarse.
—¡Mi turno! —Aplaudió con felicidad y emoción Angie, que ya estaba lista para deleitarnos con su voz angelical —. Esta va para la cumpleañera y su hermoso trasero.
Oh sí, justo lo que más deseaba, una canción en honor a mi trasero y que fuese una canción de Nicky Minaj era un honor triplicado, nótese el sarcasmo.
La pelirroja cantó hasta el último estribillo y luego me abrazo deseándome un feliz cumpleaños por doceava vez en el día. Cada uno tomó un palito de madera ensartándole bombones de colores, el mío dejé que se rostizara hasta que una llamita se formó, le sople como si se tratara de una vela pidiendo un deseo. Ese deseo sería un secreto para todos.
—Que inicie la verdadera fiesta —Mario y Justin sacaron de la hielera un par de botellas.
Nunca fue de las que les emocionaba beber y mucho menos ahora, dejé que ellos bebieran y luego me marché para revisar mi celular que gracias al cielo tenía una notificación sin responder.
Seth [18:58pm]: Hola, te hablo luego. Estaré algo ocupado, por cierto, no creo poder volver a casa antes de diciembre.
¿Cómo dice? Para diciembre faltan como dos semanas, o sea que no lo vería en todo este tiempo. Que carajo pasaba que ni siquiera se tomó dos segundos para felicitarme.
June [19:24pm]: ¿No se te olvidó algo como por ejemplo decirme que te irías de la ciudad y que no estarías para mi cumpleaños el cual te hable desde hace meses y te recordé hace una semana?
No quería ser de esas novias que les reprochaban a sus novios, pero es que no me parecía justo. Su respuesta llegó de inmediato:
Seth [19:25pm]: Lo siento, es que esto salió de imprevisto y además, no todo debo de decírtelo, eres mi novia no mi madre.
June [19:25pm]: Se perfectamente lo que soy y que no por eso debería saber todo lo que haces y que no, pero Seth, sabías de mi cumpleaños y de lo mucho que me apetecía salir contigo.
Seth [19:31pm]: Mira June, estás ahora con tus amigos, ¿no? Así que no creo estar perdiéndome de mucho, no lo hagas en grande June.
June [19:31pm]: Idiota. Gracias, vete a la mierda entonces.
En todo el tiempo en el que llevamos juntos, nunca me había hablado de tal forma. A lo mejor era porque llevaba un mal día o yo que se, pero no debía ser así, yo no hice nada. Y no es que esté hablando de mi cumpleaños, eso me importa una mierda, pero que no esté aquí es tan jodido. Ahora quería dejar de sentirme un Cardigan como Taylor lo menciona en su canción. Sentí el remordimiento de haberle contestado así, fue entonces que me dejé de mensajitos y le marqué pasado un tiempo, mientras esperaba a que contestara miré el cielo ya oscuro y silencioso.
—¿Aló? —Una voz femenina respondió y me quede totalmente muda y confundida —. ¿Hooola?
—Hum... ¿Llamo al celular de Seth?
—Sí, Seth está en... la piscina justo ahora, ¿quieres que le dé un mensaje de tu parte?
—Perdona, pero ¿quién eres?
—Louisa y supongo que tu debes ser...
—June, la no...
—¡Tú eres esa June! Que emoción conocerte, bueno tu voz. Pero da igual, como te decía Seth está indispuesto ahora mismo, quizás quieras llamarlo mañana o tal vez él te busque, ¿de acuerdo? Bueno adiós. —Y cortó la llamada sin siquiera dejarme hablar.
Indispuesto. Esa palabra se repetía en mi mente constantemente, que tan ocupado debía estar que ni siquiera se tomó un minuto para hablar conmigo. Y quien carajos era Louisa. Ni siquiera quería pensar en que me era infiel... no podía con eso en mi vida.
June [00:22am]: ¿Louisa?
June[00:22am]: Al menos uno de los dos la pasa bien en mi cumpleaños.
June [00:32am]: ¿Ya no me respondes?
June [00:34am]: Disfruta de sus tetas.
June [00:37am]: Olvida ese mensaje, no quiero que disfrutes de otras tetas que no sean las mías. Por favor responde. Al menos para saber que estamos bien.
June [00:56am]: Me iré a dormir, ya no puedo seguir comiéndome la cabeza. Te amo.
Y feliz cumpleaños a mí, pensé. Me dejé caer a un lado de la fogata mirando boca arriba, mis amigos seguían en su rollo que ni se dieron cuenta de que lloraba con una botella de tequila que llevaba a mis labios de vez en cuando.
Seth:
Faltaban dos días para el cumpleaños de June y no sabía qué hacer. Aunque ya le había comprado su obsequio que consistía de un anillo de promesa de oro rosado y al centro un zafiro en forma de gota. Verdaderamente relucía y se vería precioso en su dedo. Elegí esta piedra ya que a June no le gustaban las cosas ostentosas que llamasen la atención, y mi propósito con este anillo era prometer que estaría con ella para todo momento y hasta que nuestro amor llegue a su fin.
Ese pensamiento intentaba luchar con el mayor dilema de mi vida. Ahora mismo estaba sentado en el sofá con los codos sobre mis muslos mirando fijamente el diminuto estuche en el que aguarda el anillo, y tal vez estando ahí sentado esperaba que una jodida señal apareciera indicándome la decisión que debo tomar. No dudaba del amor que sentía por June, créanme que la amo como solo un hombre lo puede hacer con la mujer correcta, pero por el amor que le tenía debía hacer fuera lo que fuera por protegerla.
Agobiado me levanté empuñando el anillo guardándolo en el interior del cajón superior de la cómoda, miré unos segundos más aquel estuche negro y fue entonces que cerré el cajón con más fuerza de la necesaria, yacía en la profundidad mi futuro con el amor de mi vida. Tal vez en otra vida ella y yo consigamos tener ese futuro juntos sin nada que nos intente separar.
Marqué el número de mi padre cuando logré parar de llorar, las manos seguían temblándome a causa del episodio ansioso que me derrumbó, me parecía ridículo como ese objeto tan delicado puede parecerme algo tan doloroso.
—Harrow —contestó con la voz fría y directa que lo representa.
—Soy yo, papá...
—¿Qué pasa, hijo? —El tono con el que me contestó era totalmente a este, era lleno de preocupación. Un padre. Eso fue lo que siempre quise y ahora lo tenía —. ¿Seth?
—Te hablo para decirte que acepto la propuesta. —Sorbí la nariz, evitando que las lágrimas volvieran a salir por la decisión que tomé.
—¿Qué hay de June? ¿La llevarás contigo?
—No. Ella se quedará. Dile a Patricia que vaya viendo departamentos en la ciudad, ya me reuniré con ella mañana por la tarde.
—De acuerdo, pero hijo...¿estás seguro de lo que harás?
—No, pero es lo mejor.
—Hijo sé que no me corresponde a mi decirte, pero...
—Adiós papá. Envíame el contrato o lo que sea necesario que mi abogado revise.
Corté la llamada, lo que tuviera que decir mi papá era algo que no le incumbía, era mi vida y conmigo bastaba para comerme la cabeza. Agotado me tiré a la cama, dudando de mi propia existencia.
—
Después de que encontráramos a June, mi padre me ofreció el puesto como director ejecutivo de la nueva sede de la disquera que abrirá en Corea, precisamente en Seúl. El mundo del K-pop y los artistas coreanos habían estado llegando a las oficinas de Lightning Records LA, y fue entonces que la junta decidió expandirnos al otro lado del mundo.
Mi padre esperaba que tomase el puesto principal, me contempló desde el inicio porque se sabe que aunque quisiera no podría tomar ambas riendas, Janice no dejaría que le quitara sus horas en familia. Mi respuesta a todo esto fueron varios noes, quería enfocarme en la recuperación de June y no la dejaría sola. Ahora que la situación ha cambiado y es necesario apartarla que mejor que esto para hacerlo, debo aceptar que irme a miles de kilómetros representa a un Seth cobarde.
Hoy, dieciocho de noviembre era su cumpleaños. Su maldito cumpleaños y yo me estaba conteniendo las ganas de levantarme del asiento de primera clase del avión y abrir una de las seis puerta, saltar con un paracaídas y correr hasta su casa. Lo sé, mucha ciencia ficción y poca realidad.
Ella era de las que se emocionaba por celebrar su cumpleaños, últimamente la había estado evitando con la excusa del trabajo, una total mierda de excusa. Y un mierda de novio que va en camino a Londres para firmar estúpidos documentos para mudarme a Seúl en vez de estar con ella.
Londres, una de mis ciudades favoritas. Me enamora su arquitectura con un toque de estilo gótico, sus puentes y grandes edificios. Hasta la realeza me llegaba a parecer interesante aunque me genera nauseas de tan solo pensar en todos aquellos secretos que guarda la familia real.
Al aterrizar no dudé en llamar a Louisa, que vive aquí mientras Pam, seguía en California.
—¿Aló? —Dijo sonoramente agitada.
—Supongo que es un mal momento.
—No, no, para nada tonto. Estoy trotando en el parque, que alegría y gran sorpresa que me llames.
—Estoy en Londres y tengo el día libre a partir de las cinco, ¿vamos a tomar algo?
—¿Has traído a mi chica contigo?
—Sabes que no, pero estoy yo. —Ella soltó una risita divertida porque sabe que su novia y yo tenemos ciertas indiferencias —. Vamos Lou, solo vayamos a beber que de verdad lo necesito.
—Bien, nos vemos en Soho a las seis y treinta, y lleva tu cartera que pagarás la cuenta.
—Eres la mejor Lou, nos vemos —colgué subiendo al auto que esperaba por mí a las afueras del aeropuerto.
El trayecto al hotel fue más corto de lo que esperaba, el clima estaba húmedo así que tendría que mantenerme abrigado. El hotel era de lujo y con el estilo británico hasta en las baldosas, la recepcionista fue amable llevándome hasta la suite en la que me quedaría por algunos días, me gustaba pensar en esto como una vacaciones y en que no tenía nada allá fuera por lo cual regresar, pero claro que había alguien que me esperaba. Tenía que hablar con ella en persona, no podía simplemente desaparecer.
Tuve tan solo dos horas para descansar antes de reunirme con el abogado, habíamos quedado a cierta hora y ya habían pasado quince minutos, si algo me molestaba era la impuntualidad. Me jodía que no fueran responsables por el tiempo del otro.
—Lamento la tardanza señor Harrow, el tráfico —dijo el hombre calvo entrando a la sala de juntas que había reservado dentro del hotel.
—Se hubiera tomado el tiempo de avisar así como yo me tomé el tiempo de esperarle o, en todos los casos salir antes de casa —le sonreí falsamente y le estreché la mano una vez de pie.
—No volverá a suceder, señor Harrow.
—Eso mismo espero, ahora por favor le pido que comencemos con esto.
Básicamente en todo el monto de hojas había clausula blablablá, cantidad correspondiente blablablá, prospectos y talentos blablablá y más blablablá del que me aburrí. Muchas letras, poca acción.
Firmé en donde iba mi firma, leí las letras pequeñas y también las que estaban entre líneas sin tinta: Dejarla en el país. Lejos de mí. Al mirar el reloj que brillaba en mi muñeca vi que había pasado las últimas dos horas y media metido en este maldito lugar con un calvo y cientos de hojas. Pero todo sea por ese maldito puesto y la nueva maldita vida a la que tendré que aferrarme.
Tomé el auto que rentaron para mí y mi facilidad en traslado por la ciudad, fui directo a Soho porque ya no tenía tiempo de ir a cambiarme o darme una ducha; el lugar sí que tenía lo que un londinense podría necesitar, también se llegaba a conocer a Soho por ser el centro de la comunidad LGBT+ y ahora veía cual era el motivo. Tenía lugares increíbles para ir de fiesta con amigos y liarte con ellos esa noche.
Al hablar por llamada con Louisa, me dijo que se encontraba bajo el gran letrero de Carnaby street, andar por ahí se convirtió en un martirio debido al mar de persona que había, pero la visualicé justo donde dijo, con su sonrisa egocéntrica y la mirada desafiante.
—Seth, el muchacho de papá —se burló y de paso me dio un abrazo corto —. Qué bueno es verte, la última vez no quedamos en buenas condiciones.
—Eso quedó en el pasado, soy un hombre reinventado. Ahora vayamos a beber que nos espera una gran noche en Soho.
—Andando, chico hetero —me jalonea del brazo para llevarme al primer bar.
Al llegar le había dicho a June que ya tendríamos tiempo de hablar debido a mi corto tiempo. Pasado un par de horas el celular vibro un par de veces y supe que era ella, le contestaba cortante lo que ocasionó que ambos nos lastimáramos a través de palabras. Al final mejor apagué los datos móviles para dejar de decir estupideces, estoy aquí para tomar un poco y olvidarme de ella.
Error. El alcohol no debería ser tu método de escape.
Error. No debes hacerle caso a tu conciencia cuando quieres olvidar hasta tu nombre.
Error. Hazle caso a tu conciencia, por algo se llama así.
Error. Seguiré bebiendo y dejaré a un lado a mi conciencia.
¿Ubican a esos personajes de serie para adolescente que beben hasta el agua del florero y no sucede nada? Pues que sepan que yo no formo parte de esos seres humanos, o más bien ya pasé esa etapa en la que mis sistema digería el alcohol como agua.
Parecía que hace mil años que no bebía, al menos de forma desenfrenada. Al inicio del primer bar nos recibieron con un caballito de tequila, luego en la barra ordenábamos bebidas y cocteles al estilo: No me importa la resaca. Solo denme fuego líquido. En el segundo club ya íbamos felices con muchas eses, Lou reía de cualquier bobada o tonteaba con chicos que no sabían que era una total chica lesbiana, y yo, me dedicaba a mirar mis tenis blancos que ahora llevaban unas manchitas verdes.
¿Qué es eso? Me preguntaba mentalmente.
Dentro del club la música era más fuerte, en la barra solo pedimos cerveza, a nuestro lado unos chicos competían a quien se bebía más shots y como somos unos alcohólicos de clóset despechados, nos incluimos a la competición. Bebimos hasta que la garganta se nos durmió.
Bailé con mujeres y hombres, para ellas no fui el centro de atención, sin embargo, para ellos sí que fui de su agrado porque no paraban de vitorearme, siempre respetando mi espacio personal y mis preferencias. Me encantaba su ambiente, se sentían tan libres y despreocupados, de vez en cuando me hacían bulla por ser heterosexual, y yo me vengué diciéndoles que podría caminar en tacones mejor que todos ellos.
Mala idea. Nunca debí de abrir la boca con semejante mentira, porque un minuto después estaba usando unas altas plataformas del número diez —o sea veintiocho centímetros—, era como andar en un campo de espinas y piedras que te inestabilizaban. Me caí un par de veces sin importar las risas, cuando me los quité claramente derrotado, tuve que pagar una ronda de chupitos.
Por la medianoche regresamos al hotel ya bastante borrachos, en plan tomadísimos o más bien yo estoy así y ella solo borracha feliz. La habitación me pareció más bonita que cuando llegué, había una piscina cuadrada en el balcón que más bien era una terraza sofisticada.
—¡Al agua pato! —Grité al lanzarme en calzoncillos al agua —. ¡Que se joda el mundo! ¡Que se joda Seúl, California y ese idiota! —Escuché la risa Louisa y fue entonces que grité por última vez —. ¡Que me joda June y sus labios apetecibles!
—Seth, ¿qué mierda haces? —todavía reía a carcajadas arrastradas.
La pregunta de Louisa me hizo recordar el vídeo de Nicky Minaj y Ariana Grande, con su: Ariana, what are you doing? Y su icónica carcajada.
—Metete al agua, está aclimatada a comparación del frío de mierda que hay —le contesté eufórico.
Ella estaba por hacerlo cuando un timbre de llamada la interrumpió, supe que era mío por la cancioncita de Sam's Town , quería que siguiera sonando para cantar no para responder.
—Seth, te está llamando un tal Tontín —me mostró la pantalla del celular.
—No puedo responderle en este estado, diré tonterías... Olvídalo, mejor si pásamela y así le diré que se case conmigo ya mismo y tengamos dos hijos, seamos esa pareja jodidamente perfecta y que a los treinta nos la viviremos en una casa en Grecia.
—Bien, está claro que no quiero que hagas una estupidez, ya lo hago yo —deslizó a la derecha para aceptar la llamada —. ¿Aló?
—
Seguí recibiendo mensajes por parte de June y mi padre, intenté ignorarlos toda esa mañana a causa de la cruda masiva que me martilleaba la cabeza. Louisa se había marchado a su apartamento hace ya una hora, desayunamos juntos y luego Pam le llamó, estuve a un segundo de vomitar cuando esta le decía palabras cariñosas a través del teléfono.
Me di una ducha fría para alejar toda clase de flojera y aminorar el dolor de cabeza, me miré al espejo una vez que terminé y fue entonces que vi el reflejo de alguien extraño. Ya no me reconocía, estaba perdiendo la chispa que tenía antes de siquiera pensar en dejar a June. Mierda, de verdad necesitaba de ella.
Mi padre llamó por quinta vez, tan solo llamaba para saber si estaba bien y si necesitaba de alguna mudanza o algo para viajar, pero no sería necesario ya que no planeaba llevar nada de mobiliaria conmigo. Además de eso, le he avisado que no planeaba tomar un vuelo de regreso hasta dentro de un par de semanas, aprovechando las vacaciones que no había tenido desde que me involucré en la disquera.
Esperaba que Londres lograra mantenerme sereno antes de adentrarme a la tormenta que caería sobre mí y June, una tormenta en la cual no quería ahogarme, porque si lo hacía, estaría completamente perdido. En mi mente se formaba un remolino de emociones, todas ellas chocaban entre sí, mi lado sensato estaba necio a que lo mejor para ella era dejarla ir sin importar cuanto daño le ocasionaría, si tomamos en cuenta todo el infierno por el que pasó, no creo que pueda compararse con eso. El otro lado —el sentimental— me decía que no la dejara ir, que ella era mi presente y mi futuro, y que no debería ocasionarle más tortura.
Suelen decir que el amor puede con todo, pero... ¿es verdad?
¿Qué estarías dispuesto a hacer por amor?
Yo la dejaría ir por ese inmenso amor que le tengo, y es que solo el amor podría hacerte cometer tales tonterías. Porque sí, lo que estaba haciendo era una completa tontería o algo mucho peor, dejar ir a una chica tan maravillosa como Juni era estúpido. Pero definitivamente era lo mejor para ella.
O bueno, eso me repetía mil veces en la mente para intentar convencerme de que no la cagaba solo por cagarla. Este sería el fin, ya podía olerlo.
Dee Unglaub Silverthorn, autor del libro Human Physiology.
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