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C30


June:

Estaba harta de estar postrada a la cama, apenas me dejaban sola un momento y no duda en pararme a dar vueltas a lo largo y ancho de la habitación, me quedaba minutos mirando la ciudad desde la ventana que me protegía del mundo. A veces me preguntaba qué sería de mi si todo lo que sucedió no hubiera pasado, tal vez nada o tal vez mucho.

Los médicos y enfermeras iban y venían observando el cambio de mis heridas, limpiándolas y asegurándose de que mi salud fuera para arriba. Mi cabeza estaba sanando con éxito, la hemorragia fue detenida y salí de peligro. Sin embargo, el torso es algo de lo que todavía no me recuperaba del todo, las costillas me mantenían alerta en cada movimiento, como si fuesen el recordatorio de que no me encontraba bien todavía. Cuando me iba a dormir tenían que darme analgésicos debido a las jaquecas que me pegaban, eran soportables, aunque me incomodaban al grado de no lograr pegar ojo por la noche.

Al estudiar en la carrera de nutrición, estaba al margen del tipo de dietas establecidas para pacientes selectivos y la mía no estaba del todo mal, aunque le faltaba un poco de sazón. Por las mañanas me servían un tazón de avena con leche y canela, un plátano con yogurt y nueces en trocitos azucarados y lo mejor, me dejaban elegir entre emparedado de atún a la plancha con verduras o un filete sellado con papas al horno. Eso sí que era algo bueno de este hospital.

Respecto a las visitas prefería evitarlas fingiendo estar dormida, a la única persona que toleraba en el mismo espacio era a mi novio, porque me siento cómoda a su lado. He visto que cuando alguien es víctima de abuso o lo fue, busca alejarse de todo humano, tal vez por ese miedo a ser lastimado de nuevo, lo entendía, sin embargo yo no quería alejarme de Seth, no quiero dejar de sentir su tacto.

Mi madre no me forzaba a pasar tiempo con ella, la he visto unas cuantas veces y en todas ellas terminamos llorando. Se que ella quiere cuidar de mí y no la culpo, soy su hija. Me duele sentirme asfixiada con la mujer que tanto amo.

Es deprimente. Honestamente lo es.

—¿Algo nuevo? —Orly, la enfermera de piso entró al cuarto y se acercó a mi para ponerme una manta —. Hace frío, todavía debes recuperar aquello que nos protege del cambio de temperaturas, como los osos.

—No me había percatado de la baja temperatura de hoy. Y no, siguen pasando autos por la avenida, la ambulancia hace demasiado ruido y las gaviotas vuelan a la costa.

—Vaya, chica, pareces aburrida. Ya me gustaría a mi pasar al menos diez minutos con esta vista, en cambio debo ir a atender a chicas deprimidas y a ancianos que defecan como niños —comenzó a reír, por lo que le seguí. Me gustaba que no tuviera ese tacto minucioso como si fuese un vaso de cristal frágil—. Yo sí que tengo algo nuevo, te vas. Tu alta ha sido firmada, mañana estarás en casa.

—¿Por qué hoy no?

—La segunda prueba de embarazo —asentí con tristeza, realmente no quería un hijo. No de él al menos. Me negué a tomar la píldora porque ya habían pasado algunos días y sabía que las probabilidades no iban a ser altas, no quería más cambios en mi cuerpo, así que opté por las pruebas sanguíneas —. La primera salió negativa, ya verás que esta también.

—¿Y si no? No quiero un niño de ese asqueroso hombre, jamás lo aceptaría y no por él bebé, sino la manera en la que fue concebido; sería parte de una atrocidad de la que no tuve escapatoria.

—En ese caso puedes abortar, puedes hacerlo si así lo quieres. Además, no estás sola June.

—Lo estuve por días, Orly.

Ella me abrazó, se lo permití mientras lloraba.

Metí mi pequeña mochila amarilla antes de cerrar la puerta, me despedí de Orly, quien desde la puerta del hospital agitaba su mano despidiéndose de mí. Mientras el auto avanzaba para incorporarse a la calle principal, aproveché para olerme el cabello por tercera vez esta mañana, era la primera vez que me duchaba en semanas y de nuevo podía detectar el olor cítrico del champú en las hebras húmedas de mi cabello. Me encantaba el olor a limpio, aunque el de los fármacos y productos de limpieza del hospital me desagradaban bastante.

Todos íbamos en completo silencio, como si fuese un maldito funeral. Seth conducía con la vista fija en los carros delanteros, mi madre se encontraba en el asiento trasero mirándome sin disimular, yo miraba la ventanilla desde el asiento del copiloto con mil y un pensamientos en la mente.

—Mamá, deja ya de observarme tanto, juro que me harás un agujero en la nuca —giré el cuello para verle y la encontré llorando en silencio —. Vamos mamá, deja ya las lágrimas, se supone que debo seguir adelante y con tanta tristeza tuya no podré. Por favor.

—Lo lamento nena, es solo que no puedo ni siquiera mirarte sin pensar en aquel infierno que tuviste que vivir, mi niñita... —y más llanto.

Me di por vencida quedándome callada, supongo que es duro tener que ver a tu hija de esa manera, pero también lo es vivirlo. Ya no había nada por reprochar, regresé mi mirada a la ventana recurriendo al silencio, Seth pareció captar mi bajón de ánimo porque sujetó mi mano depositando un beso sobre el dorso.

Unos minutos después llegamos a casa, esta seguía igual, extrañaba ver las flores de la jardinera que le daban vida al exterior, mi habitación estaba como la había dejado, con el maquillaje regado por el buró, al igual que los pendientes fuera del alhajero. Me reí al ver mi peluche en el suelo, a este ya le faltaba un ojo, pero era un guerrero.

Estaba en casa. Estaba de nuevo a salvo.

Ellos dejaron que me diera de nuevo otra ducha, el agua calentita recorría mi piel deshaciéndose de la tensión que había acumulado en las últimas horas. Restregar el jabón por las zonas en las que me había tocado se me dificultó, era como revivir ese momento en el que su tacto invadía mi ser una y otra vez.

Aquella sensación no se marchaba a pesar de que la barra de jabón pasara por el lugar afectado, podría estar limpia por fuera, pero mi mente seguía sucia. Estaba contaminada por él.

Me vestí con mi piyama de panda y un par de calcetas de gatitos, al mirarme al espejo quise asegurarme de que seguía siendo yo y así era, seguía teniendo ojos color ámbar, mi cabello tenía el mismo color castaño, mi piel seguía siendo dorada, pero lo que no estaba era aquel brillo de vida en mis ojos, además de que estaban adornados por un par de medialunas purpuras bajo ellos y, mi cuerpo estaba más delgado de lo que nunca había estado. Era yo, pero a la vez no me sentía yo.

Salí a la sala de estar, me senté al lado de Seth que miraba un partido de beisbol en el televisor, me gustaba que cuando se concentraba en la jugada no pestañeaba tan seguido, fruncía el ceño y a la vez mordía el interior de su labio. Esos eran los pequeños detalles que cualquier persona pasaría desapercibido si no estaba locamente enamorada.

—¿Quieres pizza para comer? —preguntó mirándome.

—De cuatro quesos y albaca, por favor —contesté jugueteando con mis dedos ansiosa.

El miró mis movimientos con cautela, frunció de nuevo el ceño y con su preciosa mirada me preguntó si podía tomar mis manos, lo cual acepté con la cabeza. Envolvió mis dedos con los suyos y los llevó a sus labios, dejando besos suaves y dulces en cada uno. Desde mis nudillos hasta la punta.

—¿Cómo te encuentras? ¿Ya has tomado tus medicamentos? —su preocupación y la manera en la que me cuidaba me reconfortaba en corazón —: June, debes hacerlo a la misma hora —dijo cuando no respondí.

—Lo olvidé, con todo lo que traigo ahora mismo en la cabeza no las he tomado —suspiré, dejando salir el aire que había estado guardando —. No sé con certeza como me encuentro, me siento extraña, perdida, como si ya no perteneciera a mi cuerpo. No sabes lo que es querer ver a mis amigos y no poder hacerlo porque el contacto físico ya no es tan sencillo para mí. Me alegra saber que no tendré que preocuparme por una creación de ese malnacido, no sé qué hubiese pasado si esa prueba era positiva en vez de negativa.

—¿Te molesta que te toque? —su mirada mostraba lo lastimado que estaba —. Porque si es así, puedo dejar de hacerlo, créeme que lo último que quiero es que te sientas incómoda por mi culpa, y-yo... yo podría tal v-ez...

—Seth, tranquilo —se estaba alterando y no quería que eso sucediera —. No tienes que hacer nada, no me haces daño y mucho menos me haces sentir incómoda, de hecho es todo lo contrario. Contigo me siento a salvo.

—Prométeme que en cualquier momento si sientes que algo no va bien me lo harás saber.

—Lo prometo, mi amado Pitufo gruñón.

Cuarenta minutos después la pizza llegó humeante con la mezcla de queso derretida, comimos en mi habitación mientras veíamos en la laptop Spiderman Homecoming ya que le di la oportunidad al hombrecillo guapo que usa spandex. Debo admitir que no me desagradó del todo la peli, además de que Tom "papi" Holland, es un buenorro de primera. Me han encantado todas las escenas de acción, y la cosa morada que brillaba era preciosa, aunque Seth dijo que eran peligrosas como para usarlas de aretes.

Llegando la noche él se marchó, no quería que se fuera, pero debía entender que su vida seguía ahí y yo no debía depender de él para estar bien. No era lo más sano. Pensé en que no estaba siendo justa con mamá ya que había sido algo mala con ella, solo se preocupaba por mí. Tomé mi manta y fue hasta su cuarto, como cuando era un niña.

—¿Puedo entrar? —dije, pegando la boca a la madera de la puerta.

—Claro, pasa cariño —ella estaba sentada en su cama con un libro abierto, sus ojos se veían rojizos —. ¿Qué sucede?

—Quisiera dormir contigo, tal vez podríamos ver una novela y comer algo como palomitas con salsa picante, ¿te apetece?

—Como en los viejos tiempos —sonrió con nostalgia —. Me encantaría nena, ven acá.

Entonces di un saltito de canguro a pesar de que alcanzaba la cama, me tumbé a su lado. Hace años que no hacíamos esto y de verdad que lo extrañaba. Mamá fue a hacer las palomitas de maíz mientras yo elegia la novela de hoy, no estaba segura si elegir Amores verdaderos o En nombre del amor, ambas me gustaban mucho desde que era una cría.

Ella llegó unos minutos después con unas gaseosas de naranja y un enorme tazón con chuches, le di play al primer capítulo de En nombre del amor debido a que me gustaba más la canción del inicio que le pertenecía a Laura Pausini. Era un temazo dramático.

—Emiliano sí que es un pedazo de cuero —se expresó mi madre viendo atenta la pantalla.

Reí por sus palabras tan de antaño.

—Mamá, hoy nadie usa esos términos, pero sí, Emiliano es guapo. Aunque a veces me caía mal, la apuesta que hizo me pareció de lo más bajo, esa que decía que Paloma debía acostarse con él —ella me miró entre dándome la razón y buscando algo —. ¿Qué sucede?

—Tu nunca harías eso solo por una apuesta, ¿verdad? —la miré confundida metiéndome un puño de palomitas a la boca —: Hija, sé que no es momento de que lo diga por lo que acabas de atravesar, pero debes mantener una relación tranquila con Seth y con tranquila me refiero a que no tengan sexo todavía. Búsquense como personas primero.

Oh no, mi madre seguía pensado que antes de todo yo era la purísima concepción o cualquier estampita religiosa. Madre mía. Si ella se enteraba de todo lo que había hecho desde que Seth llegó a mi vida, estaba segurísima de que a ella le daba por infartarse y de paso llamar al Vaticano entero para que me hicieran una clase de exorcismo virginal.

—Vale mami, perdóname por lo que diré, pero no era del todo virgen o bueno no era nada virgen cuando me... —no pude ni siquiera terminar la frase debido al asco que me producía formular siquiera la palabra violación —: A lo que voy es que Seth y yo mantenemos una buena y segura relación, y sí, es todo lo que debes saber. Ya no estamos en el siglo pasado, ya somos más liberales y aceptamos que nuestra vida sexual es importante para cada uno.

—Pues vaya, que mi hija andaba de zorrilla y yo ni en cuenta —me reí más que ofenderme porque ella tomó mi mano y guiño el ojo —. Ya sabrás lo que haces con tu vida June, eres mayor y sabes que pase lo que pase yo estoy contigo. —Tomó mi brazo y yo me tensé ante su tacto, ella pareció darse cuenta de la tensión y se apartó un poco de mí —. Saldremos juntas de todos estos baches.

—Perdón mami. De verdad lo lamento. —Cabizbaja dejé que un par de lágrimas salieran.

—No tienes por qué pedir perdón, nunca lo vuelvas a decir. No es fácil ni para ti ni para mí, pero que sepas que estaré contigo en el proceso, día y noche tu mamá estará contigo si así lo quieres. ¿De acuerdo?

—Sí.

—Bueno, pues ahora calla que no me dejas escuchar a Emiliano.

—Ten, esto es para ti.

—¿Tus padres no se enojarán contigo?

—No, anda llévatelos. Con ellos le darás vida a Ariel y a todo el océano.

Después de que el niño me regalase sus colores, esa misma noche coloree a Ariel y a otras princesas de mi libro, mamá no me dejaba quedármelos ya que pensaba que no era correcto aceptar cosas de extraños.

Ese niño me había parecido de lo más lindo, sus ojos azules brillaban muchísimo, nunca había visto un ser humano tan bonito como lo era él. Mi mente olvidó su nombre, pero sus ojos se marcaron bajo mente.

Desperté y vi que todavía estaba oscuro allá afuera, la noche era silenciosa. Miré a mamá que dormitaba profundamente, la idea de aquellos ojos no me dejaba tranquila, por lo que tenía que obtener una respuesta y ella debía saberla.

—Mamá —la removí del hombre —, mamá.

—Mmm... —se giró y siguió durmiendo.

—Oye, anda que necesito que me respondas algo. Tuve un sueño, pero creo que es más un recuerdo que lo otro. Despierta.

—June, más te vale que sea importante, tengo sueño.

—Hace años, recuerdo que tuviste que llevar unos postres a una casa muy grande, el cumpleaños era de un niño, uno muy lindo, ¿recuerdas algo?

—Hija, he hecho cientos de postres para niños, se más específica.

—Casa con un jardín inmenso, globos rojos y azules, es todo lo que recuerdo. —Dije con sinceridad, omitiendo los ojos azules que me invadían.

—Ah, creo que hablas de la casa de Mar, una señora muy amable que nos pagó más de lo que era, gracias a ella pude comprar tus tenis con luces, ¿los recuerdas?

—Mamá, ese es el nombre de la madre de Seth, o sea que ya conocía a Seth desde mil años atrás. Que gracioso, mi novio yo nos conocimos siendo unos mocosos y no lo recordaba —reí —. Eso es genial, no puedo esperar para contárselo. Aunque creo que él fue quien me contó algo relacionado a ese día...

—Bien, eso significa que puedo volver a dormir. Recuerda que tenemos cita con el doctor King al medio día.

Ella se recostó y le di un beso en la frente. Estaba asombrada por el hecho de que conocí a Seth cuando era niña y no lo recordaba. Admito que el primer día que lo vi en el transporte público, sus ojos fueron lo que más me atrajo, hasta ahora había olvidado que también de pequeña fue lo primero en lo que me fijé. Una vez que la emoción se calmó pude volver a conciliar el sueño, dormí con la manta hasta el cuello a pesar del calor que se formaba dentro de casa, era mi manera de protegerme del exterior.

Seth:

June estaba avanzando con su recuperación y es que se veía el empeño que ponía en cada cita con el médico y también con el terapeuta al que le designaron. Han sido días complicados para todos, pero sobre todo para ella quien tiene que hacer ciertos ejercicios a diario para volver a confiar en sí misma y en las personas que la rodean.

Gracias al cielo las dos pruebas de embarazo habían sido negativas, al igual que el test de ETS, eso pareció tranquilizarla y admito me también a mí. Por otro lado, yo no he querido llevar las cosas más allá debido a que no quiero traerle recuerdos y desestabilizar su paz mental. No quiero joder el avance que lleva.

El otro día mientras veíamos una peli en mi casa, me contó que me conoció por primera vez en mi cumpleaños, me describió tal cual. Y me dio risa, porque yo fui quien le contó ese recuerdo cuando estaba al borde de la muerte, yo nunca olvidé a esa niña de ojos vidriosos, ya que desde entonces nunca había encontrado esa conexión hasta que me tope con Juni y su ruidosa personalidad. Y es que era la misma chica. Ju era June, y hasta ahora puedo relacionar la cara de la pequeña con la de la chica de mi vida. Estábamos destinados a estar juntos. Y pensar que nuestra historia no había comenzado en ese cruce de miradas dentro del vagón, sino en mi patio trasero cuando ambos éramos unos niños.

Esta tarde June debía acudir con la terapeuta por la cita acordada, ella me pidió que la acompañara ya que el tema de hoy sería difícil y no quería estar sola. No mencionó de que se trataba, la dejé ser y pasé el día sin obligarla. Eran temas que no me incumbían.

Mientras manejaba por la avenida me llegó un mensaje el cual chequé hasta que el semáforo cambió a rojo. Me consideraba un conductor prudente y más si llevaba a mi novia dentro del auto.

Desconocido [16:47pm]: Es culpa tuya, si no la hubieras traído a este mundo se habría evitado ese infierno. Déjala ir, mucho daño ya le has provocado.

El mensaje era de un número desconocido, no lo reconocía y aquellas palabras me confundían. Obviamente intente mantener la calma, no quería alterarme frente a ella y preocuparla.

Seth [16:50pm]: ¿Quién eres?

Desconocido [16:50pm]: Para ti nadie, solo deja a June, no merece tus mierdas. Le harás más daño.

Seth [16:51pm]: Vete a la mierda, no alejaré a June por una amenaza tan estúpida de alguien que no muestra su cara.

Tuve que dejar el celular debido a que me tocaron la bocina, el carro de atrás parecía traer prisa así que lo dejé pasar. June me miró sonriendo ya que seguía muy metida en la letra de sus canciones favoritas de Taylor y el paisaje.

Desconocido [16:53pm]: Eso solías pensar de Cameron y mira a donde la llevó. Será mejor que me hagas caso, es por su bien, ¿no crees?

Ignoré el mensaje y seguí conduciendo hasta llegar a la clínica de atención mental, ella bajó dando un brinquito, mi mente seguía tan dispersa que no sentí su mano enroscar la mía. El idiota estaba haciéndome dudar, que desgraciado.

—¿Te pasa algo? —preguntó entonces para que la mirara a los ojos.

—No amor, todo está bien. Solo pienso en el juego de ayer, sabes que me pongo algo pesado cuando los Dodgers pierden —me incliné para darle un beso en la frente —, ¿te sientes tu bien?

—Oh no pasa nada, ya verás que en el siguiente se recuperan con una de esas jugadas cardiacas. Había pensado en que podemos asistir al próximo juego, además, se acerca mi cumpleaños y me encantaría pasarlo contigo.

—Vale, ¿qué quieres hacer ese día?

—Hum... no lo sé, hablemos de eso luego. Ahora vayamos adentro que la psicóloga es un poco pesada con los horarios —tomó mi mano y entramos a la clínica —. ¿Quieres entrar en esta sesión?

—¿Quieres que entre? —asintió —. Pues vamos, tomaré tu mano si lo necesitas.

Nos sentamos en un sillón de dos plazas. La psicóloga se llamaba Amelia Hoffman, tendría unos treinta y pico, llevaba el cabello rubio en un moño bien peinado, a su lado estaba un hurón blanco dormitando. Charló con June sobre las cosas que hizo esta semana, me gustó escuchar sus sentimientos sin necesidad de yo ser quien le pidiera abrirse conmigo.

—Bueno, ahora si comencemos... ¿Qué fue lo que viste en esos "sueños"? —le dijo la psicóloga mientras cargaba en sus brazos al animalillo.

—A mi padre —al escucharla me giré a ella, acaparando toda mi atención — y a mí, en todo momento solo estamos él y yo solos. Sin nadie más.

—¿Y qué es lo que hacían?

—Él... él estaba sobre mí, es muy poco lo que alcanzo a percibir porque siento mi cuerpo rígido y mi cara mojada por las lágrimas. Los ruidos que gesticulaba desde su interior me provocaban esas ganas de vomitar, sus manos se restregaban en mi piel... ahora sé que él realmente hizo todas esa cosas cuando mi madre no estaba.

—Hijo de puta —solté sin más, no podía creer que su padre le hubiera hecho eso a su propia hija. June era tan solo una niña. Ambas mujeres me miraron al escuchar mi expresión, estaba enojado, muy enojado —. Lo siento.

—Seth, si no quieres quedarte más puedes marcharte, no quiero que te sientas obligado.

—Descuida Juni, me quedo aquí. Disculpe, ¿puedo cargar al animalito?

June sonrió cuando tuve al hurón en mis brazos, este se acomodó muy fácil entre ellos y se volvió a quedar dormido. Eran tan liviano y tierno.

—Bien, prosigamos June. ¿Quieres aceptar lo que tu padre te hizo? ¿Quieres decirlo en voz alta?

—Quiero hacerlo, pero me cuesta mucho decirlo.

—Inténtalo.

Noté la tensión y la ansiedad debido a que su pierna se movía mucho y sus dedos se jalaban entre sí. Como había prometido, tomé su mano dándole un ligero apretón.

—Mi padre... él abu... él me vio... ¡No puedo! —comenzó a llorar.

La mujer cambio de tema, dándole un poco de tiempo para que se calmara, su mano dejó de temblar hasta que salimos de la clínica. No había dicho nada más, ni siquiera cuando la dejé en su casa porque quería cambiarse de ropa para salir con sus amigos. Que por cierto, me parecía una buena idea, siempre y cuando ella estuviera bien y con las personas que la cuidaran.

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