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C21

Nota de autor: Este capítulo contiene secuestro de una persona.  ⚠️ Sean respetuosos.


June:

Se dice que algunas personas llegan a presentir lo que está por sucederles, lo conocen como un sexto sentido, tercer ojo o solo intuición. Sienten esa punzada de inquietud. A veces las cosas que suceden llegan a ser buenas, otras sobrepasan la tragedia. Nadie sabe que depara el futuro.

Cuando yo la sentí dejé pasarlo como si nada estuviera haciéndome frente en mi mente, pero cuando fue demasiado tarde ya no había vuelta atrás. Me sentía un corderito asustadizo siendo acorralado por su presa, en este caso era un león hambriento. Mi vida como la conocía estaba por desaparecer, todo aquello cambiaria y no sabía si yo saldría viva de esto. Pero eso sí, ilesa no lo haría. Él no me dejaría hasta culminar lo que se propuso desde un inicio.

Siempre he envidiado a las aves por aquella libertad que tienen para volar, lo hacen cuando quieren y también por mera necesidad. Me parecía maravilloso como abrían sus alas, la extensión a la que llegaban y ese saltito para emprender su vuelo. A comparación de ellas, yo me sentía prisionera de mi propia prisión, yo sola me encadenaba para evitar volar; Sin embargo poco a poco fue saliendo y cuando estaba por dar ese saltito, mi vida dejó de pertenecerme. Me encerraron en una verdadera prisión sucia y remota, lejos del sol, de la brisa del aire y de los colores. Cortaron mis alas. Cortaron todo.

¿Qué es un ave sin sus alas?

Una presa más.

16 horas antes.

Abrí los ojos con dificultad. La vida fitness verdaderamente no era para mí, no sé ni porque me he inscrito al gimnasio y cada vez que me levanto pienso lo mismo. A pesar de la pereza que me consumía me he levantado para vestirme con la ropa deportiva y beberme un licuado de frutos y semillas, necesitaba energía para este día. Los pantaloncitos cortos de algodón se había vuelto mi mejor compañero, eran suavecitos y cómodos para entrenar.

Me até el cabello con una goma y ajusté bien la coleta alta. Al fina daba igual cuanto la ajustase, siempre se salían los mechones de su lugar. Me gustaba ir andando para aprovechar las vistas del cielo y el silencio que brindaba ir tan temprano.

Comencé calentando en la caminadora con los cascos inalámbricos a todo volumen, me concentraba más de esta manera que escuchando el ruido estresante de mi alrededor. Cada cuatro minutos aumentaba el nivel de velocidad hasta que terminaba trotando a un paso moderado, mientras todo eso sucedía yo veía como llegaban hombres con músculos por todas parte y chicas guapa con su cuerpo tonificado que fácilmente pasarían como diosas de la mitología griega.

Antes me hubiese desanimado al compararme con ellas, pero ya dejé de sentirme opacada por sus cuerpos, aunque sí que fue un proceso duro eso de amarse, poco a poco lo hice y me sentía genial. Además, mi novio recalcaba lo bella que era cada que le venía oportunidad.

—June, que alegría verte de nuevo —Marisa se acercó a mí con su gran sonrisa y su piel roja por el esfuerzo.

—Lo mismo digo. Te ves genial.

—Te lo agradezco, eso de cuidar a un par de mellizos de meses es cosa de locos. Hago lo mejor que puedo.

—Lo haces muy bien, esos pequeños tienen a una buena mamá. Y que bueno verte porque necesito otra rutina para brazo, quiero bajar esta grasita.

—Con gusto. Vayamos por músculo. ¿Te apetece ir a desayunar después?

—Me encantaría, sin embargo ya tengo planes para el desayuno. Tal vez en otra ocasión, amaría ver a esos dos pequeños ángeles.

—Vale, entonces comencemos.

Le seguí al área de máquinas gigantescas con pesas. Marisa era una mujer de unos treinta y pico, comencé a hablar con ella cuando en la primera visita al gimnasio se acercó a mi para pedirme que le ayudase a cerrar su sostén de maternidad. Ahí me enteré de que tuvo a dos preciosos bebés mellizos, me mostró un foto de ellos y ambos tenían la piel rosada con rollitos por todo su cuerpo. Eran tan lindos y achuchables.

Cuarenta minutos y tres repeticiones de cada ejercicio después, por fin estoy limpia. Me duché en casa ya que en nada tenía que salir de nuevo.

Cuando le hablé a Marisa sobre el desayuno no mentía, debía ir al Cara Cara, lugar en el que se llevaría el primer evento del día en honor al aniversario de la disquera. Se trataba de un desayuno con la temática internacional, habría chefs de varias locaciones del mundo, platillos exóticos. Me emocionaba comer salchichas alemanas —sin albur—.

Delicioso. No. Exquisito. Esa era la palabra que definía el plato que tenía frente a mí se llamaba Kseäspätzle, que consistía de macarrones con queso suizo emmental y cebollas gratinadas. Olía de maravilla. Si algún día llego a viajar a Alemania, juro que esto comeré la mayor parte de la estadía.

Seth estaba a mi lado, concentrado en su plato tradicional turco que llevaba una variedad de alimentos los cuales aborrecía, como las aceitunas. Tan solo de verlo disfrutar de esa extraña cultura culinaria se me quitaron las ganas de besarlo.

—No te voy a besar. —Le dije sin apartar la mirada de la aceituna que acababa de engullir. El me miró extrañado.

—¿Por? —miró su platillo y luego sonrió burlesco —. Ya lo veremos.

Me tomó con agilidad de la mandíbula y me plantó un beso sonoro y luego sentí la punta de su lengua en mis labios. Sentí de inmediato el sabor de la aceituna. Ese horrendo sabor del vinagre.

—¡Seth Harrow! —lo reñí —. Te juro que me las vas a pagar. Es asqueroso. Tú —lo señalé — eres asqueroso.

Se regodeó en su ego volviendo a enfocarse en los mini tazones de comida que formaban una rueda. Yo me levante por una pieza de pretzel gigante, era demasiada harina, pero valía la pena. Saludé a mis compañeros de trabajo, a los superiores y hasta al personal que atendía la zona, me sentía de gran humor esta mañana.

Y pensar que tan solo era el comienzo de la celebración, por la noche se llevaría a cabo una fiesta para personal más privado como inversionistas, socios, la mesa directiva y algunos artistas con la que la marca ha firmado.

Había comprado un precioso vestido color olivo con una larga apertura lateral, tirantes delgados y un escote delicado. Seth ni siquiera lo ha visto ya que me encargué de visitar la Boutique de Janice el finde, ella tuvo razón en que me enamoraría de las prendas que guardaba en el interior del local. Tenía ropa interior de alta gama, cocido hilo por hilo para darle un detalle único; vestidos como el que había elegido y más. Que orgullo debe sentir cuando ve todo lo que ha logrado construir.

—June, vayamos al cine antes de la gala, ¿te apetece? —Seth se limpió la comisura de su boca mientras me miraba atento.

—Claro, me encantaría. Vi que estarán en cartelera algunos clásicos de romances y entre ella está Diario de una pasión.

—¿De nuevo? —Asentí —. La vimos hace no tanto en tu computadora y te la pasaste llorando después de terminarla. Mejor veamos Minios, Ivy dice que está divertida. Creo que es la segunda.

—¡Sí! —chillé como una pequeña —. Tengo una debilidad por Bob y su peluchito de oso, dan ganas de abrazarlo por siempre.

—¿Me cambiarias por un mono animado amarillo? —Dijo imitando una mueca de dolor.

—Pues claro que no, bobo —me acerqué a su rostro agarrando sus cachetes como cuando una abuela te toma de ellos —, solo digo que posiblemente si fueses así de tierno te querría mucho más.

—Auch. No sé si me dolió más mi falta de ternura o que mis cachetes fueran atacados por ti. Creo que si sigues haciéndolo quedaré como un perro Bulldog con los cachetes caídos y flácidos.

—No creo, hasta los Bulldogs son tiernos, querido.

Ya nos encontrábamos en la fila para entrar a la sala. Después de muchos mimos logramos comprar los boletos y algo de aperitivos, tan solo yo ordené un granizado de cereza con frambuesa, unas gomitas de gusano y un palito de carne sazonada, en cambio Seth se conformó con un bote de palomitas y una soda de lima-limón.

La escena me pareció de lo más cómica ya que Seth mide lo que un semáforo y yo tan solo rebaso a un Oompa Loompa tal vez por tres centímetros, el me llevaba tomada de la mano mientras cada uno sorbia de su bebida, este hombre iba serio y yo sonriendo emocionada. ¿Se lo imaginan? Las personas nos veían a lo mejor porque no sabían diferenciar entre si éramos ambos adultos o Seth cometía una clase de delito por besarme en la boca.

La peli sí que estaba divertida al final, me divertían tanto los Minions con su corto vocabulario y sus mini overoles. Aunque honestamente le dejamos de prestar atención a la pantalla a los treinta minutos por la culpa de Seth que estaba provocándome con sus besos en mi cuello. Aunque yo también tuve la culpa de andar con los roces provocativos. Ya saben, una cosa llegó a la otra y, la otra a la otra y la otra a otra y así hasta terminar masturbándonos el uno al otro ahogando los gemidos.

—Deberíamos tener esta clase de citas más seguido, ¿no crees? —apenas y logré hablar sin que la oración se me cortara.

—Acepto, pero debemos elegir otra película en la que no tenga que escuchar balbuceos de hombrecitos amarillos de un ojo.

—Podríamos ir a una de esas pelis de superhéroes que son aburridísimas —bromeé.

—Estoy pensando en terminar contigo.

—Es brooooma cariñito de mi vida, la próxima mejor te quito la ropa en tu auto y te monto tanto como te gusta.

—Me fascina esa idea y tu cabecita perversa.

Me besó con intensidad de nuevo, si seguíamos de esta manera estaba segura de que nos sacarían de aquí con la ropa desacomodada y probablemente arrestados por dar un espectáculo en un lugar público.

Me miré por última vez. El espejo de medio cuerpo empotrado en mi habitación esta vez no distorsionaba mi cuerpo, ahora me podía mirar sin sentir una alteración de mí. Y me veía hermosa. El vestido caía recto por mis piernas y la apertura dejaba ver solo lo necesario, el escote no mostraba mucho y eso me gustaba. Me hice un maquillaje sencillo y elegante cargando el color café y negro en mis ojos, un poco de glitter en los parpados y mi labial favorito color rojo.

Mi madre casi llora al verme salir y con eso yo no podía no derramar lágrimas. Me sentía feliz de tener las oportunidades que tengo ahora, de sentirme bien conmigo misma y ya no sentir tanto ese vacío en mi interior que tanto me eclipsaba.

El taxi me dejó fuera del establecimiento, era precioso y el sol ya estaba metiéndose por lo que quedaba perfecto para todas esas luces que ya formaban parte del recinto.

—Te ves de maravilla —Parker se acercó a mí dejando un beso en mi mejilla izquierda —. Ojalá no fuésemos amigos para llevarte a mi auto.

—Que lastima, somos muy amigos y además, nada te asegura que te haga caso. Digamos que mis gustos van más a los chicos que se la pasan odiando todo y refunfuñando hasta por el cambio climático —en ese momento mis ojos viajaron a Seth que charlaba con un par de hombres seguramente accionistas —. Sí, esa es mi clase de hombre.

Sonreí mientras Parker repetía lo de siempre: El jefe es un buenorro y su hijo parece un bombón incomible. Aunque yo ya me lo he comido y es delicioso. Fuimos hasta la barra para refrescar la garganta, él se pidió un Martini seco y yo un Daiquiri, no planeaba beber demasiado ya que no me apetece. Tan solo serán un par de copas.

La música de fondo dejó de ser movida y cambió por algo más lento —una balada, creo —, en cuanto las notas de Golden Hour conectaron con mi cerebro, entendí lo importante que era esa canción. Seth llegó unos segundos después como si también lo sintiera, me tendió su mano para llevarme al centro de la pista y así bailar juntos. Me sentía parte de una película de romance.

Olfatee con ganas su cuello cuando me acerqué a recargar mi cabeza en su pecho; olía a colonia de Calvin Klein tan varonil que me embriagaba al olerlo. Mi droga favorita.

—Creo que se apoderó un sabueso de mi novia —susurró sin romper nuestro baile que iba a un son lento.

—Solo quiero memorizar el olor de mi novio. No la cambies, es deliciosa.

—No tendrías por qué memorizarla, podrías olerla el resto de tu vida. Soy tuyo hasta el fin de los tiempos.

—No digas eso. No prometas un futuro. —Separé mi rostro para mirarlo. No sonreía.

—¿Por qué? Eso quiero. Verte de blanco, llegando a mí y declarándote mi esposa. Un par de hijos, un perro y vacaciones en las Maldivas.

—Ya tienes todo un itinerario —sonreí —. ¿Y la luna de miel?

—Roma, Vaticano y, posiblemente Países Bajos.

—Acepto. ¿Podré conservar mi apellido o lo cambiarias a Harrow?

—Como lo desees. Amaría llamarte: Señora Harrow.

En algún punto de nuestros lentos pasos la música volvió a cambiar por uno alegre y movido, los invitados estaban haciendo un grupo de bailarines desincronizados. Definitivamente el alma juvenil seguía aquí.

Parker, que no conocía el concepto de vergüenza sacó sus pasos llenos de obscenidades y bueno, soy una gran amiga y por ende le seguí la corriente dejando el perreo en la pista. ¿Sabían que Seth sabe mover el trasero y la pelvis fuera de la cama? Pues yo tampoco tenía idea hasta que hace unos minutos estaba tras de mí haciéndolo y vaya que lo movía de maravilla.

El traje de mi novio era de un color azul marino que contrastaba con la rosácea piel, era ajustado por los músculos trabajados, le quedaba como una segunda piel. Los vítores para nosotros tres cada vez eran más ruidosos.

—Sin ropa —Parker, ya en la línea de la alegría extrema se quitó el saco y entonces supe que esa era mi llamada para intervenir de que el público lo viera como Dios lo trajo al mundo y todavía más porque su jefe estaba ahí también —. No, déjame, Julieta.

—No soy Julieta, vamos a tomar un poco de aire en el que no tengamos personas alrededor.

Una corta punzada erizó mi piel. Pero la dejé pasar.

—¿Intentas alejarme de toda esta gente para aprovecharte de mí?

—Demonios Park, acabas de arruinar mi plan de llevarte a mi cama.

—Sabía que morías por mí, miaw. —Tenía una sonrisa bobalónica en su cara.

Seth me miró y me susurró si quería que me acompañara, pero yo negué. Yo podía manejar esto. Salimos del lugar y la calle era todo lo contrario a lo de allá arriba, estaba oscuro y solitario, tal vez debido a la hora. Caminamos un par de metros antes de sentarnos en la banqueta. Al parecer Parker era más gracioso con unas copas encima y su sentido del humor era más negro de lo normal.

La noche era fría, el viento golpeteaba contra nuestras pieles erizándola a su paso. Mi mente iba de un lado a otro escuchando las bobadas de mi amigo. Que si mi novio esto, que si su ex esto y que si su ligue de hace dos meses ya tenía a otro. Pues vaya, yo estaba riéndome de sus tragedias.

El ruido de unas llantas derrapar fue lo que despertó mi modo alerta. Una camioneta apareció por nuestro campo de visión, bloqueándonos. A partir de ahí todo sucedió en cámara lenta.

Con torpeza nos pusimos de pie. El primer hombre salió por detrás de Parker tomándolo con fuerza, le hizo una extraña y dolorosa maniobra en su brazo y lo supe porque su gritó fue más un aullido de dolor. Un segundo hombre se acercó mirando a los lados, sus ojos conectaron con los míos que estaban llenos de temor, sentí que conocía aquel par de ojos verdosos, pero ignoré el pensamiento cuando trató de forcejear conmigo. Le di un tremendo pisotón con el tacón de aguja que llevaba, se tambaleó en un pie y entonces lo tomé como la oportunidad para correr.

Huir era lo que normalmente te enseñaban para alejarte del riesgo. Era huir o pelear. Yo era un mujer escuálida, no tenía fuerza. Me romperían como una varita de madera. Así que intenté correr a pesar de los zapatos que me lo impedían, levantaba el vestido para no tropezar con este. Pero todo mi esfuerzo fue en vano en cuanto reapareció con su mano en mi cabello, al dar el jalón sentía un recorrido de dolor por todo mi cuerpo.

Ambos terminamos en el pavimento, forcejeando. Mis uñas se enterraban en su piel, golpee y arañé, estaba dando guerra. Aquí no había damisela en apuros.

Sin darme cuenta tomó una roca y con ella golpeó mi cabeza desconcertándome en segundos, sin embargo logré avanzar a gatas tratando de huir. Me arrastré sin saber a dónde, el pánico me estaba consumiendo, el corazón me martilleaba al igual que el punzante y agudo dolor que tenía en la cabeza. Los pulmones me ardían y las diminutas piedras se encajaban en mis rodillas y manos.

Estaba en un infierno.

Cuando conseguí aire para gritar y pedir ayuda, un tercer hombre se paró frente a mí. Este era más robusto, casi juraba que llegaba a los dos metros sin duda. En su mano llevaba una de esas varillas de metal color naranja, deduje lo que haría al instante en que levantó su brazo para tomar impulso.

El primer golpe con el metal no fue directo a mi cara sino al costado de mi tórax sacándome el aire por completo, este era un dolor asfixiante que hacía mi cuerpo más vulnerable; el tipo volvió a levantar la varilla y sin piedad alguna la dejó caer con fuerza en mi cabeza. Antes de cerrar los ojos escuché gritos y suplicas, y no distinguí si eran de Parker o míos.

Luego fue todo negro.

Un negro lleno de soledad, frialdad e incertidumbre.

Ahora.

Desperté. A pesar del dolor infernal de cabeza logré divisar que me encontraba en una habitación, esta era fría y con olor a humedad, las náuseas se formaron en mi vientre. Había una pequeña ventana en la pared frente a mí, era tan alta que no la alcanzaría ni en mis mejores sueños. Mi tobillo estaba encadenado y mi cuello era adornado por un extraño collar de metal grueso.

Estaba sola.

Quería llorar, pero no podía. Quería gritar, pero dolía mi alma. Sentía un enorme vacío en mi vientre y una opresión en el pecho que me aterraba. Me sentía dentro de una botella de cristal sin oxígeno.

Seth:

Parker entró con una herida sangrante en el labio, lloraba y sus manos temblaban. Estaba desorientado y no había rastro de June por ninguna lado. Y fue entonces que supe que algo andaba mal. Me alarmé. Mi sonrisa se había marchado y corrí hasta el chico que repetía cientos de veces que sentía no haber podido hacer nada para ayudarla.

—¿Qué sucedió? ¿Dónde está June? —Este no reaccionaba por lo que le di un bofetón en su mejilla —. ¡Parker!

—S-se la l-llevaron. Hombres. Capuchas. Sangre. Ella gritó y ellos la golpearon. No sé si está viva.

"Se la llevaron. Sangre. No sé si está viva."

Mi corazón se paró, mi cuerpo quería derrumbarse. Se supone que había seguridad, que era una zona segura. Se supone que ella debía regresar y seguir bailando conmigo ridículas canciones que tanto adoraba.

Y ahora no estaba aquí.

—La policía viene en camino, hay cámaras instaladas en las afuera del establecimiento, las revisaremos —escuché a lo lejos la voz de mi padre, pero yo estaba ya perdido.

Salí del lugar para llegar a la calle en la que mi Juni fue llevaba en contra de su voluntad. Las lágrimas salieron cuando miré el collar de estrella tirado en el suelo y manchado de sangre. Ese collar le pertenecía, se lo regalé la noche en la que regresamos de México. Recuerdo lo deslumbrante que estaba esa vez:

Dejé mi maleta en la sala mientras que June se daba un baño después del viaje. En Nevada había comprado un collar de oro de una estrella, cuando lo vi en la vitrina supe que era para ella y lo linda que se vería.

Saqué una tableta de chocolate para hacerla con leche, tomé dos tazas de la repisa y me senté en la isla esperando a que saliera June del baño. Unos minutos más tarde apareció.

—Perdona, pero ¿acaso lo que huele delicioso es chocolate caliente?

Llevaba un piyama enorme a comparación de su cuerpo miniatura. Era un bóxer con una playera blanca.

—Sí, y tengo una gran taza para ti, ven acá porque se enfría.

Ella corrió dando saltitos de felicidad, dejó un beso en mi mejilla y luego se sentó a mi lado.

—Tengo un pequeñísimo regalo para ti, Tontín, espero que te guste.

Saqué la caja miniatura que tenía una lazo color azul celeste, se la di con delicadeza. Ella lo recibió gustosa como con todo, cuando lo abrió sus ojos brillaron.

—Es una estrella... Y es muy linda.

—Tu eres mi estrella, June.

—¿Tu estrella? —asentí —. ¿Soy tu estrella?

—Sí, nena. ¿Conoces una estrella llamada Albireo? —ella negó frunciendo el ceño —. Albireo es una estrella doble que pertenece a la constelación Cisne.

»Por muchos años se ha cuestionado si era o no una estrella binaria. Albireo es la segunda estrella más brillante de la constelación Cisne, esa por cierto, es mi constelación favorita. Es preciosa. La estrella también es conocida como Cruz del norte, a simple vista solo se ve una estrella, pero si te tomas el tiempo de mirarla con un telescopio podrás notar que son dos. La principal es de un tono amarillento y su vecina de un color más azulado luminoso.

»Se que no tienes ni la mínima idea del porque te hablo de una de mis estrellas favoritas desde que era niño, esa razón es simple y esa eres tú. Tú eres mi Albireo. Brillas tanto por ti misma que yo soy solo aquella luz azulada que te cubre la espalda, dándote mi cariño incondicional. Te amo June, eres mi constelación entera.

Esa noche me prometí que haría lo que fuera por ella, por su bienestar y seguridad. Recuerdo todavía la sonrisa que llevaba esa noche mientras veíamos el cielo con el telescopio de la sala, se reía de lo que creía que podrían pensar los planeta de nosotros. Solo ella entendía sus manías, ella era única en su clase. A June le gustaba mirar el cielo, ya fuera de día, noche o estuviera soleado, nublado o estrellado. Ella conectaba.

La desesperación y la impotencia me comían por dentro. Caí de rodillas rendido en medio de la calle solitaria, las lágrimas brotaban de mis ojos sin importar quien estuviera viéndome. Dejé salir un grito llenó de dolor, un grito lleno de tormento.

¿Dónde estás, estrella mía?

Los brazos de mi padre me tomaron por detrás, dándome un poco de consuelo que en ese momento lo necesitaba, sin embargo no quería que viniera de nadie más que no fuese los brazos de mi novia. Pensé en alejarlo, pero no tenía las fuerzas de mover un dedo. Me dejé caer a sus brazos como un niño pequeño buscando refugio.

—La encontraremos hijo, ella es fuerte.

No dudaba de su fortaleza, ella tenía un temperamento que era de tener cuidado. Me preocupaba el tipo de personas que la tenían cautiva, estamos en un mundo en el que la vida humana no tiene valor alguno, en la que una mujer puede ser privada de su libertad con una facilidad que asusta.

En un mundo así, ser mujer significaba llevar una diana en la cabeza. Y ojalá no tuviese que ser así.

—Tenemos que buscarla y no parar hasta dar con ella. Tenemos que...—la voz se me rompió, logré ponerme de pie con torpeza para ir hasta mi auto.

La velocidad a la que iba no era la adecuada para estar por las calles de Los Ángeles, a la mierda, tenía que buscar por cada maldito rincón de esta ciudad. Miré por la ventana y la noche era oscura y nublada —como mi alma en este momento— y aun así se lograban ver un poco de las titilantes estrellas.

—Te voy a encontrar Juni, lo prometo. —Susurré. 

————
💫Capítulo 21💫 publicado un día tarde jeje

De nuevo, me costó demasiado reescribirlo. La primera versión era más implícita, por lo que esta me da un poco de miedo publicarlo. Es un tema fuerte, personal y delicado; si alguien de aquí lo ha vivido lo lamento mucho, es algo que nadie debería de vivir y como lo dice Seth: "Ser mujer es llevar una diana en la cabeza." Ojalá el mundo llegara a cambiar y él ser mujer solamente sea eso.

Gracias por leer. De verdad. Los siguientes capítulos serán un poco fuertes. Si quieren llegar hasta aquí, lo entiendo. Pero ojalá se tomen el tiempo de llegar al final de esta historia. 🌑

Con amor, Vane.

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