C2
June:
¡Maldito día!
¡Malditos hombres!
¡Maldita vida!
—¡Te odio, hijo del señor Harrow! —Grité cubriéndome con la almohada.
Había llegado a casa, el rímel estaba corrido y parecía un mapache —claramente no de los bonitos—. Me dolía demasiado la cabeza, jamás alguien me había tratado así, no entendía por qué se comportaba tan malo conmigo cuando anteriormente ni siquiera nos habíamos visto. Por su culpa me podía quedar sin empleo y de verdad lo necesitaba. Tenía que pagar la matrícula de la universidad y digamos que mi madre no ganaba el dinero suficiente. Es por eso que Parker, mi amable amigo, se había ofrecido a prestarme el dinero; sin embargo, yo no quería eso, quería ganarme mis propios ingresos.
Después de que el chico rubio me dijera que me fuera, tomé mis cosas y caminé al baño de mujeres. Estaba claro que no me iría, es mi empleo y debo ser responsable. Claramente pasar por aquel filtro en recursos humanos no fue tan sencillo.
Cuando supimos del puesto por primera vez, ambos estábamos en una cafetería nueva cerca de ahí, escuchamos a un hombre hablar con un grupo de personas acerca del personal que estaban contratando en el momento. Instantes después ya teníamos una cita para entregar nuestro currículum y fue todo un éxito.
Parker estaba nervioso aquella tarde, la corbata estaba mal hecha que tuve que acomodársela un par de veces. Él tenía muy buena recomendación por parte de su cuñado, que tenía una compañía que llevaba a cabo la logística de marcas de paquetería. Yo, por otro lado, tenía el respaldo de los diplomados que había tomado en mis tiempos libres de manejo de redes sociales, relaciones públicas y tenía mi certificado que aprobaba mi nivel de fluidez en tres idiomas: Español, que era la lengua natal de mi madre. Inglés, mi lengua de nacimiento. Y Vietnamita, lengua de mi padre. Este último ha sido el más complicado, sigo sin entender del todo el idioma, pero supongo que lo básico lo comprendo.
Había tenido éxito, todo se encontraba bien. Claro, lo había sido antes de conocer a ese tipejo de quinta.
Uno muy atractivo y sexy.
¿Por qué la mayoría de las veces los chicos guapos son los más idiotas?
De verdad, siempre son los capullos e imbéciles los que te tratan como si no tuvieras sentimientos y que no vales nada. Odio a los chicos como esos, la realidad es que ellos no serían nada sin las mujeres. Son unos idiotas.
Mi madre estaba preparando la comida cuando me vio entrar por la puerta, su cara estaba manchada por los efectos del sol, aun así se podía ver lo bella que era y esos ojos verdes eran preciosos, yo los comparaba con las esmeraldas o con los prados verdes llenos de vida.
—¿Temprano en casa? —preguntó confusa.
—Algunos contratiempos, ya te contaré. Por ahora iré a darme otra ducha con agua caliente y a hundirme bajo mis sábanas —le di un beso en la sien —. Guapa.
Dicho eso caminé perezosa hasta el cuarto de baño, estaba quitándome la ropa cuando caí en cuenta de que no llevaba mi diadema, ese accesorio me lo había obsequiado mi padre un domingo saliendo de la iglesia, recuerdo que él decía que era un simple objeto, pero para mí significaba mucho. Cuando era pequeña no éramos una familia adinerada como los del vecindario, papá trabaja largas horas de jornadas de trabajo y rara vez lo veía. Mamá tenía su negocio de pasteles y galletas, no ganaba mucho, pero era lo suficiente para tener comida en la mesa. Cuando papá tuvo un empleo mejor, nuestra calidad de vida mejoró y con ello subimos de estatus social. Así que siempre he valorado todo lo que tengo, porque recuerdo lo que ellos pasaron para que yo fuera una niña sana y feliz.
Después de comer me dispuse a estudiar un poco sobre la célula, en unas semanas tendría mi examen del primer parcial y estaba acarreada. Con tantos trabajos por entregar me he revuelto, llegué a entregar tarea de otra materia y al final tenía que implorar para volver a enviar la correcta.
"Los seres humanos nos creamos a base de dos células y estás forman lo que somos, un cuerpo compuesto de tejidos, órganos, músculos, etc."
Mis párpados comenzaban a pesar, era realmente gracioso como podía leer libros de hasta quinientas páginas sin quejarme y cuando se trata de algo relacionado con la escuela me quedo dormida con apenas diez páginas. Soy todo un caso.
Seth:
La vi marcharse, me sentía como una mierda por haber pagado mi enojo con ella, no se lo merecía. Me dejé caer en el sillón de la sala de mi departamento, el sol traspasaba las cortinas de la ventana, estaba aburrido y la rubia no me contestaba. Tendría que buscar otra nueva conquista para saciar este aburrimiento, llamé a Holly, una chica morena, alta y con la que me acosté dos meses atrás. Yo tenía una regla y era que no volvía a contactarme con las mujeres con las que me acostaba, pero tenía una mucho más importante, la regla de oro; la regla era que no lo hacía en mi departamento, mucho menos en mi cama. Holly era la única que aún tenía agregada entre mis contactos, por lo cual fue la elegida.
—¡Seth cariño! —Su voz chillona contestó en seguida por lo que aparte la oreja del aparato—. Sabía que querrías más de mí, te extraño mucho y... ¿sabes quién te echa más de menos? —hizo una pausa esperando mi respuesta la cual no llegó —: Mis pechos.
Sentí como el bulto de mi entrepierna comenzaba a endurecer, ya no había marcha atrás.
—En veinte, quítate todo. No quiero perder tiempo.
—Te dejaré la puerta abierta.
Colgué y me puse los tenis que me había quitado hace un rato, no me apetecía tomar el metro así que fui andando. Al fin y al cabo no quedaba tan lejos desde mi punto, me caería bien caminar un rato y pensar acerca de que estoy haciendo de mi vida.
Como lo había recalcado, Holly estaba desnuda, solo con un collar de corazón plata que se escondía entre sus enormes pechos; me pegué a ella besándola con desesperación, mi bulto dolía y ella no ayudaba. Su mano tocó el botón del pantalón para luego bajarlos con todo y el bóxer, ella se agachó y metió mi pene dentro de su boca, dando unas buenas mamadas.
Estaba a punto de correrme cuando la mirada lastimada de la chica del metro llegó a mi mente, esos ojos tan brillosos y hermosos...
Negué con la cabeza intentando apartar esos pensamientos de la mente. Tomé a Holly y la senté bruscamente a horcajadas sobre mi regazo, entrando en ella sin aviso y dándole lo más duro que podía, mis manos estrujaban con fuerza sus pezones erectos. Jadeante ante mi presión comenzó a mover con velocidad sus caderas y eso me ponía aún más duro. Ella se estremecía ante mis estocadas, puse mi mano en su clítoris dando movimientos cíclicos, mordí su pezón ya rojizo y de inmediato sentí como se apretaba a mi alrededor. Cuando ella terminó yo lo hice unos segundos después, sacando mi miembro de su interior. Al terminar me fui al baño, me quité el preservativo y lo tiré para evitar que derramara mi semen, tener sexo molesto es mejor porque la liberación es exquisita.
—
Por mera curiosidad fui a la disquera, quería saber si esa chica había hecho lo correcto. Entré sin saludar ni nada de eso, la pequeña oficina tenía dos escritorios y uno de ellos estaba vacío, el otro se encontraba ocupado por un hombre con audífonos muy atento a la pantalla. Fruncí el ceño y sonreí victorioso, al parecer había ganado esta guerra sin hacer nada. Bien por mí.
Decidí ir a la sala de descanso en la que había una máquina de capuchino y café, el día merecía un capuchino de vainilla y tal vez unas galletas.
Al cruzar la puerta mi sonrisa se desvaneció, la ruidosa estaba ahí muy campante con una coleta alta y una revista de chismes.
—¿Qué haces aquí? —Dije, gruñón.
—Trabajo aquí, no sé si no te enteraste ayer, pero mi jefe es tu padre, no tú. Así que deja de ser un completo idiota o lleva tus idioteces a otra parte. Estoy teniendo un buen día como para que lo jodas.
—Así que un buen día... —me burlé —. ¿Acaso ya te cogieron y por eso andas así? Qué desafortunado es cualquier chico que pusiera una mano sobre ti y decidiera tener sexo contigo — hice una mueca de asco —. Hugh no, hasta imaginarlo da náuseas.
—Vete a la mierda.
Ella se marchó molesta, pero más molesto estaba yo al volver a verla, esa chica tan torpe que ya comenzaba a detestar. Jamás había detestado tanto a una persona sin conocerla. Me quedé esperando a la hora en la que ella saliera, algo no me dejaba marcharme y era estúpido que me quedara, solo por el hecho de que ninguno de los dos se soportaba. Había podido evitar a mi padre todo el tiempo, cuando la escuchaba solamente me daba la vuelta y entraba a cualquier otra habitación que estuviera disponible.
June:
¿Saben lo que es tener una piedra minúscula metida en tu zapato? Pues así es como compararía cada vez que veo al señorito Harrow, es tan horriblemente guapo y encantadoramente estúpido, él tiene la habilidad de joder un momento tranquilo. Parker me aconsejaba no hacerle caso, ignorarlo y pasar de él, pero de verdad que me era difícil. Los últimos días ha estado aquí, me lo encuentro a la hora de entrada y salida, casi podría decir que me lo encuentro metido hasta en mi taza de té. El muy imbécil siempre tiene algo malo que decir sobre mí.
Esta mañana me dijo que tenía el cabello hecho un asco, que prácticamente ahí podría vivir una familia de aves y yo ni en cuenta. Yo obviamente no me quedé callada y le dije que su playera parecía una total basura, muy aniñada y con una feísima mancha que probablemente podría ser de café o pasta dental. «Vaya profesionalismo señor perfección», le había gritado.
—June, podrías venir a mi oficina. — El señor Harrow tocó la puerta sacándome de mis cavilaciones.
—Claro señor, en seguida voy.
—No demores, es importante.
Él salió cerrando la puerta, mi amigo me miraba con recelo y miedo. Sea lo que sea, no creo que sea nada bueno, digo, que tu jefe te mandé a llamar a su oficina por algo importante debe asustar.
Me encaminé con la cabeza en alto y entré tocando la puerta de madera. La oficina era grande, con una gran ventana que mostraba la mejor vista de la ciudad. Era silenciosa, clara y con un aire acogedor y cálido. Me gustaba.
—Siéntate June, solo esperaré a que llegue. ¿Quieres un café o algo?
—No, señor, muchas gracias, qué amable. — Dije con cortesía.
—Sé que ya llevas unas semanas aquí y no he tenido la oportunidad de acercarme a ustedes dos para preguntar cómo se sienten. Me interesa saberlo — sus largas piernas salían del escritorio —. ¿Parker y tú se han acoplado?
—Si me permite, señor Harrow, debo admitir que esto es totalmente nuevo para mí, estar metida en el mundo artístico es impresionante y, a la vez cansado. Respondiendo a su pregunta, sí, nos hemos acomodado muy bien, se me facilita llegar, el horario es flexible y puedo continuar con mis estudios. Definitivamente me gusta.
—Me alegra escuchar eso porque... —en ese momento la puerta se abrió dejando a la vista a su hijo —. Mira nada más, llegas diez minutos tarde. Hiciste esperar a June y le quitaste tiempo.
—Lo siento, pero aquí el único que quita tiempo eres tú. ¿Para qué me has llamado?
—June, te presento a mi hijo Seth. Seth te presento a June Garrido, es la chica de la que te hablé.
—Mucho gusto, June Garrido. — Extendió su mano para estrecharla, lo cual no hice y volví a dirigirme a mi jefe.
—Perdone, pero ¿a qué se debe que esté aquí?
—Cierto, he hablado con el departamento de recursos humanos para saber quién de mi personal sería el más capacitado para ir en representación mía a una cena y reunión importante. Quiero que ustedes dos vayan, irán varios artistas con los que la disquera ha firmado. Yo no puedo ir, ya que tengo otro asunto pendiente y nada mejor que mi hijo y tú para que vayan entendiendo esto.
—Padre, yo te he dicho que no...
—Nada de peros —interrumpió a su hijo —, partirán mañana por la tarde y regresarán hasta el domingo. June ya he hablado con tus profesores, no tienes de que preocuparte. Solo mantén las tareas y trabajos al margen. Las faltas estarán justificadas.
¿Cómo sabía en donde estudiaba?
No podía y por obvias razones mucho menos quería ir, no era nada agradable pasar el fin de semana con Seth y sus odiosos comentarios ofensivos hacia mí.
Después de su charla me retiré y fui al baño, tendría que hablar con mamá para avisarle. Una parte de mí estaba emocionada, sería un evento con personas famosas y yo estaría ahí. No obstante, el otro lado quería darse de golpes en la cara por no haber dicho que no podría ir.
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