Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

C18

Seth:

Suelen decir que Las Vegas es la ciudad que nunca duerme. ¿Qué hay de Tokio, Sídney, México y Londres? No hay que discriminar al resto del mundo.

El resto de la noche la pasé dentro de la habitación de hotel, mientras engullía alimentos nada saludables, pero es que el pollo a la naranja de Panda Express era mi verdadera perdición culinaria. Que sí, parecía uno de esos amargados que se la pasaban encerrados en vez de estar embelesados por la maravilla de ciudad allá afuera. No era como si me importara mucho, he estado en la ciudad antes y realmente mucho no ha cambiado. La cama se hunde bajo mi peso, es como estar flotando en nubes acolchonadas, el aire acondicionado refrescaba todo el interior.

He de admitir que a lo largo de mi estancia he comprado algunas cosas que me convierten otro consumidor de la cadena. Cuando caminaba vi una tiendita de souvenirs que de inmediato me llamó a comprar algo para June, le encantaba coleccionar cositas así, ahora tendría un letrero con la emblemática frase de la ciudad.

Mañana estaba planeado tomar un vuelo desde temprano para regresar a la ciudad, tener que estar desde las cinco de la mañana para no perderlo debido a la distancia. Estaba pensando en cometer una locura, pero una de amor.

Ahg, que cursi me estoy haciendo. Qué me haces, Juni de mi vida.

June:

—Un minuto de descanso —dije.

Estaba respirando como un maldito pez fuera del agua. Y solo habían sido dos malditas vueltas corriendo alrededor de la cancha.

Al ser domingo, en las calles principales se podía andar en bicicleta o trotar sin el temor de que te un auto te arrollara en plan desastre. Ayer por la noche habíamos salido como familia a un restaurante pequeñito en el que había música en vivo, muy al estilo México. Mi abuelita bailaba al son de las canciones con su esposo, verdaderamente eran una preciosa pareja. Sus manos estaban entrelazadas y ambos tenían una gran sonrisa plasmada en su cara ya manchada y arrugada por la edad, él seguía diciéndole lo mucho que la amaba y la mujer solo se sonrojaba como una chiquilla.

Bueno, como decía. Esta mañana salí con Miguel, salimos a la vía recreativa con las bicicletas de él y su hermano, me convenció cuando me dijo que me invitaría a desayunar tacos. Llegamos a un parque que tiene una cancha de básquetbol cercada.

—Corre June, que te juro que si no sigues, tú pagarás el desayuno —pasó corriendo a mi lado botando el maldito balón que se encontró.

—Ya no puedo, tú eres más rápido y ágil para esto, además de que eres medio metro más alto que yo, por lo que significa que tienes piernas largas —que tarea más difícil eso de hablar y respirar a la vez —. No alcanzo el maldito aro de la canasta y cuando doy dos pasos, tu das cinco. ¡Renuncio!

Con el perfecto dramatismo me tiré al pavimento, estaba caliente, solo esperaba que no me salieran ronchas en la piel.

—Que poco aguante tienes, no puedo creer como es que tu increíble novio se apiada de ti y tu pésimo ritmo. Iré por agua, pareces un pasita. Necesitas hidratarte.

Dicho eso se marchó, alejándose del parquecito. Me senté en el suelo para mirar mi móvil, tenía una llamada perdida de un número telefónico desconocido, así que lo remarque.

—¿Hola? —nada —. ¿Holaaa? Mira, tengo una llamada perdida de este número.

—Corderito, cuanto tiempo... ¿Qué tal está tu abuelita? Espero que te estés divirtiendo en Guadalajara, es una ciudad muy bella, estoy pensando en ir y pasar unos días por allá.

—¿Ahora qué carajo quieres? —espeté molesta.

—Quiero decirte que aproveches de tus vacaciones, no sabemos si puedan ser las últimas. Ya sabes, el futuro es incierto cuando se trata de nuestro señor Dios.

Cómo osaba en usar a Dios en su asquerosa boca, incluso siquiera pensarlo. Profanaba con su nombre. Tuve esa extraña sensación de nuevo, tuve esa necesidad de revisar a mi alrededor, había niños, madres, algunos jóvenes, pero me sentía observada.

—¿Acaso me buscas? —me paralicé en ese segundo —, descuida, no estoy allá. Puedes volver a respirar, ya nos veremos y espero que cuando sea así, tengas esa misma reacción, si no me decepcionaría. Voy a ser directo, te deseo corderito, no tienes idea de cuanto lo hago. Mataría para tenerte bajo mi cuerpo, frágil y expuesta.

Dicho eso cortó con la llamada, como las veces anteriores. Mis manos comenzaron a temblar sin poder controlarlo, las lágrimas corrían como un rio, estaba alterada y desesperada. Quería irme y sentirme protegida, no vulnerable. En riesgo. Estaba en riesgo y mi familia también. Podía sentir su respiración contra mi nuca, estaba cerca de atraparme.

La ducha había sido relajante, una dosis de agua casi hirviendo era la perfeta medicina para la tensión que tenía en el cuerpo. No había tenido conversación con mi novio desde hace horas, lo extrañaba y lo necesitaba más que nunca. Se supone que ya debía estar en su casa, a lo mejor se encontraba ocupado.

Justo cuando iba a tumbarme sobre la cama con el piyama puesto, mi abuela me llamó desde las escalera de abajo, básicamente con un: Niña, baja que ha llegado una entrega y yo no puedo recibirlo.

Me puse mis pantuflas arrastrándolas contra el suelo de piedra, arrastraba ruidosamente los pies. ¿Quién demonios hacia entregas a estas horas? De seguro algún idiota que lo olvidó durante el día.

Vi la puerta emparejada y la abrí con cuidado sin dejar de pensar en las mínimas probabilidades de que un asesino en serie eligiera esta casa y me apuñalara con un cuchi...

—¡¿Qué demonios haces aquí?!

—He traído un paquete, ¿no te lo dijo tu abuela? —la sonrisa del muy idiota me dejó verdaderamente embelesada —. Vaya, esperaba otra reacción después de haber volado por horas.

Lo abracé del cuello tan fuerte que lo escuché protestar y como saben, me vale dos hectáreas de pepino. Extrañaba su olor, el único que me daba calma y removía mi vientre bajo. Mi chico de ojos azules estaba aquí, conmigo. Y no, no era otro de mis sueños.

—Dios, no puedo creer que estés justo en este lugar. Creí que ya estarías en la sala de tu apartamento bebiendo vino mientras miras alguna estupidez en la tele.

—No es lo mismo ese lugar sin ti, además, me hacías falta.

Me hice a la izquierda para que pasara, justo después de que mi abuela apareciera y comenzara a regañarme por dejar al pobre chico en el portal. La escena más tierna fue cuando ella lo recibió con un gran agrazo, como si fuera uno más de sus nietos; Seth, la abrazo de vuelta sonriendo, luego le dio un beso en la mejilla arrugada, mencionando lo linda que era.

Lo lleve a conocer todo el interior de la casa, incluido el patio con las macetas coloridas y la gran jaula con canarios que dormitaban. Horas más tarde estábamos reunidos en un restaurante que quedaba en la plaza de la colonia, fue algo improvisado, mis tías vacilaban a Seth diciéndole cosas que su español chueco no le permitía entender, luego ellas también decían una que otra palabra en inglés para hacerse las interesantes con él. Él pobre chico estaba que irradiaba felicidad, las traía a risa y risa, como un grupo de comadres que tenían meses sin verse. Daniel, que estaba más serio de lo normal, criticaba el acento americano que prevalecía mientras hablaba, tuve que darle un par de miradas y una patada en el empeine para que se relajara y lo hiciera sentir en casa.

Veía la escena a detalle, mi familia se llevaba bien con mi novio. Mi novio, se integró a la mecánica familiar, a pesar de que a veces podían llegar a ser muy pesados con las bromas, de todos modos él se las tomaba con tranquilidad. Es inexplicable la sensación que tengo en este momento, ver a mis personas favoritas juntas es todo lo que quería.

Seth:

La música inundaba todo el interior del lugar, era un espacio no tan grande, con mesitas cuadradas de madera y decorado con velas y tapetes al estilo de México. Las risas eran audibles en cualquier rincón, decían algunas groserías que me daban risa.

June, tenía las mejillas sonrosadas por el alcohol que ha estado tomando, estoy seguro de que si ahora mismo pruebo sus labios brillosos, encontraría la mezcla deliciosas de tequila, limón y sal.

Me acerqué a su oído y le susurré lo preciosa y apetecible que se veía en este momento, ella con su mano debajo de la mesa hizo un camino tortuoso de mi rodilla hasta la zona de combate. Me tentaba. Listilla.

—¿Quieres bailar? —salió de su boca.

—Podría bailar toda la vida contigo y nunca me cansaría de ser tu pareja.

Su primo Miguel —que estaba muy atento frente a nosotros — comenzó a vitorear y a tomarnos el pelo, lo deje pasar porque en ese momento solo me interesaba la chica que tenía a mi lado. La tomé de la cintura, uniéndola a mi cuerpo, la música no era tan lenta, pero sabía que la letra era preciosa. Me gustaría saber el nombre de esa canción.

—Quieres saber cómo se llama, ¿verdad? —asentí, depositó un beso en mis labios confirmando que ese sabor era el mismo que había imaginado —. Arrullo De Estrellas, es de mis canciones favoritas de Zoé. Tal vez sea mi turno de enseñarte sobre música.

—Puedes enseñarme todo lo que quieras, amor, y yo seré el mismo ser humano enamorado infinitamente de ti. Somos un arrullo de estrellas juntos.

—Me gusta.

—¿Qué te gusta? —indagué, embelesado en el brillo de sus ojos chispeantes.

—Ser una estrella. Me gusta ser una estrella contigo.

Después de la linda velada en familia, su abuela me permitió dormir con June en la misma habitación, siempre y cuando le prometiese que no le metería mano, luego cuando vio que mi rostro palideció comenzó a reír, diciendo que más me valía llevar algo de un gorrito a la fiesta y no interrumpir su sueño, ¿qué? Se marchó como si la plática no me dejara atónito y con la cara roja de vergüenza.

Cuando entré al pequeño cuarto con olor a humedad, June me atacó como un maldito depredador. Sus labios se unieron a los míos en una guerra húmeda llena de deseo, estaba embriagándome con su sabor tan único y especial. Las palabras no fueron necesarias, bastaba con seguir besándonos y tocándonos, en ello nos decíamos más que mil palabras, mostrábamos el deseo mutuo y lo mucho que nos habíamos echado de menos.

Su delgada mano se coló por debajo de mi camisa, sentí como mi piel se erizaba cuando su toque contrastó con mi temperatura, me hacía sentir hambriento de ella. Mi boca atacó su cuello y clavícula que estaban al descubierto por la camiseta de tirantes que llevaba; apreté su trasero pegándola más a mí, ambos sintiendo lo necesitados que estábamos del otro. Ella suplicaba entre susurros, yo no me negaría a complacerla como se merece, la desvestí con parsimonia, tomándome el tiempo de apreciarla como la mujer que es.

—Tengo un lugar en el que quiero hacerlo —musitó con la mirada oscura —. ¿Lo has hecho al aire libre?

Se cubrió con una sábana y tomó unas cuantas mantas, se marchó riendo para que fuera tras de ella. La seguí como un canino que va detrás de su chica olfateando su aroma. Estaba cachondo, me llevó al final del pasillo en el que daba con una puerta de hierro pintado de azul grisáceo, cuando la abrió con dificultad me dejó ver el exterior, se trataba de una azotea sin nada alrededor, había una que otra cosa tirada por el lugar.

—Aquí miro las estrellas. Hace tan solo una noche deseé que estuvieras conmigo, para así poder admirarlas juntos.

—Al parecer te escucharon.

Asintió, desperdigando las cobijas en el suelo. Dio un paso para quedar sobre una de ellas, me miró con esa llama de calor en sus ojos y luego dejó caer la sábana que un segundo antes cubría su anatomía. La luz plata de la luna se proyectaba en su piel canela, su cabello caía en ondas marcadas hasta sus ante brazos, sus pezones estaban erectos. June no tenía el físico de una modelo, ni tenía las medidas establecidas por la sociedad. Su piel era piel. Sus marcas eran marcas. Su peso era solo eso. Ella era perfecta porque era ella.

—¿Pasa algo? —se abrazó a ella misma cuando vio que me quedé mirándola. Parecía de nuevo insegura.

—Sí. Pasa que no puedo dejar de admirar a la mujer que tengo frente a mí. Eres preciosa. Solo quiero marcar todo tu cuerpo en mi memoria para no olvidarlo nunca.

—Tal vez si no tuviera barriga o brazos bofos tendrías una mejor imagen para tu memoria.

—Si no tuvieras todo eso entonces no querría esa imagen. Si la tienes o no la tienes me da igual June —acerqué a ella tomándola de la barbilla —, lo increíble de ser humanos es que estamos hechos a base de prueba y error, además de que todos somos diferentes. Que pereza que todos tuviéramos el mismo tipo de cuerpo o de mentalidad, ¿no crees?

—Sí, sería aburrido.

—Entonces amate a ti misma, aunque mientras lo haces yo puedo amarte el doble.

Nos fundimos en un beso lleno de sentimiento. Me encargué de besar cada recoveco, cada cicatriz, cada imperfección, cada parte de ella. Sus gemidos eran suaves y su sonrisa era lo más sensual de ella.

Esta noche la llevaría a tocar cada una de esas estrellas.

Era martes y la casa permanecía vacía y en silencio. Sus primos estaban en la escuela, sus tías en el trabajo o en sus respectivas casas. La abuela de June había salido con su marido de compras al mercado local, me ofrecí a acompañarlos, pero ambos insistieron en que debíamos pasar tiempo a solas, marcando la última palabra y giñando un ojo.

No quería estar encerrado, quería conocer más de la ciudad de la que provenía mi chica, así que tomé la iniciativa de salir. Nos metimos al subterráneo que nos llevaría al centro de la ciudad. La gente era amable, nos daban un saludo matutino sin siquiera conocernos. Me comenzaba a emocionar esto de andar a pata de perro —palabras que me enseñó el señor Garrido —. Ella me hablaba de lo que hacía antes cuando venían a pasar las fiestas, por ejemplo, la pista municipal de hielo que suelen poner para que la disfruten, estaba también el espectáculo con luces y música, algo muy concurrido por la noche. Aquí todo parecía tener vida.

—Mira, una vez en esa inmensa iglesia me perdí, se llama Catedral y por dentro es hermosa, mi madre me encontró bajo el altar.

—Ah, entonces siempre has sido un dolor de cabeza, me agrada eso. Yo me perdí la primera vez que fuimos a Dinamarca, mi madre estaba vuelta loca y yo estaba sentado en una juguetería. Qué tiempos aquellos, Dinamarca es bellísimo.

—¿Dinamarca? —asentí —. Vaya, bueno... supongo que después de haber estado en Dinamarca esto debe parecerte una total mierda.

El tono de voz que utilizó tenía decepción, como si de verdad creyera que esto podría parecer menos. La abracé por detrás dándole un beso sonoro en su mejilla.

—A la mierda el mundo June, mientras estés tú, es genial. Y amo México, me haría mexicano. ¡Ah huevo!

Esa expresión me la enseño el buen Miguelin, también me dijo otras como el "No mames" o el típico "Ni pedo", que no terminaba de entender.

—Aunque admito que me excita que digas palabras muy mexicanas, debes de dejar de influenciarte por Miguel y su vocabularios. —Dejó un beso en mis labios, me robó los lentes de sol que llevaba puestos y luego siguió el recorrido meneando sus caderas.

June:

Tiempo de partir. Tiempo de dejar este pequeño espacio de paz.

No quería dejar a mis abuelos de nuevo, ellos eran todo para mí. Los extrañaría cada segundo que pasaré sin ellos cerca. Los días aquí fueron cortos que me hubiera encantado tener más días disponibles.

Seth, quedó satisfecho con lo que conoció, sin embargo prometió a mi anciana favorita que vendría de nuevo y esta vez no sería tan exprés su visita. Ella encantada le apretó las mejillas, diciendo que esa sería su casa aunque no me llevara con él.

Ya vamos quedando fuera del testamento, buju.

El aeropuerto estaba casi vacío a pesar de ser de día, mi madre lloriqueaba mientras abrazaba a su hermana, yo solo me encargaba de apretujar el asa de mochila con fuerza para disipar las ganas de llorar. Los tres intentamos seguir adelante sin mirar atrás, pero no lo logré, justo antes de pasar por las puertas que llevan a la zona de espera, corrí en dirección contraria. Abracé a mi abuelo con todas las fuerzas del mundo que tenía en ese momento, le dije lo mucho que lo amaba. Nunca lo había hecho y se sentía increíble, además de decirle el gran hombre que era.

—Yo también te amo mi niñita, pero es tiempo de regresar a tu vida. Cuídate de lo que te rodea y recuerda que nadie vale más que tú. —Con esas palabras y un beso me dejó ir.

Mi corazón quería salir y quedarse aquí, donde pertenecía, pero yo tenía un vida y un trabajo al cual debo asistir mañana.

Mi mano estaba enroscada en la de Seth que dormitaba desde hace un buen tiempo, yo no podía apartar la mirada de su cara. Se veía lindo, las pecas eran casi invisibles, pero si te acercabas las veías, tiene largas pestañas color dorado, me daba envidia que el las tuviera tan tupidas. No era justo que los chicos tuviesen pestañas más largas que las mujeres, si tan solo las tuviéramos, nos ahorraríamos una fortuna en mascara de pestañas o pestañas postizas.

Esta situación me provocó recordar la primera vez que viajamos juntos, ese viaje a Milán lo cambió todo. Ese vuelo fue el inicio de nuestra historia. Y hablando de recuerdos, tengo algo pendiente, mi venganza.

—¡Seth! —moví su cuerpo con brusquedad —. ¡Dios mío, Seth, vamos a morir. El avión se está cayendo!

Grades efectos especiales de mi parte, muajajaja.

Se despertó con una cara de espanto somnolienta, su mano se aferró a mi pierna y yo no paraba de reír a carcajadas.

—June, ¡no es gracioso, con estas cosas no se juegan! —exclamó muy molesto.

—Es mi venganza, Spanky, así que aguanta niño, porque a mí me lo hiciste, además, el piloto anunció que estamos por aterrizar —tomé su mano —. Te amo, Pitufo gruñón.

—Te amo, mi dulce y vengativa, Tontín. 

———
Les presento un poco de mi ciudad. Quería meter mis raíces, mi lugar de nacimiento y espero que les guste. 🇲🇽

La canción es muy bella, cada que la escucho pienso en ello y me debati si dejar esa o meter otra de Siddartha.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro