C12
N/A: Solo aclararé que el título no es que algún personaje lo pensó, es más bien porque la escritora (o sea yop) lo sintió y creyó que era buena idea quemarme. Disfruten. 🔥
June:
—¿Podríamos adoptar a un animalito? Ya sabes, ser padres de un bello cachorro, ¡mira ese, es muy lindo! —chillé emocionada mirando las caritas de los caninos.
Esta mañana acudimos al centro de cuidados de animales en situaciones deplorables, aquí solían llegar los pequeños en situación de calle. Un amigo de Seth era el que se encargaba de todas estas atribuciones y me parecía un movimiento genial. Mi hermoso novio daba donativos y suele involucrarse en campañas de adopción. De verdad, era perfecto.
—Probablemente, pero ahora no es el mejor momento. No tenemos el tiempo de cuidar un perro y menos un cachorro que necesita atención, recuerda que son bebés.
—Hum hablando de bebés, ¿quieres tener hijos? —Lo bocaza formaba parte de mí, pero la lengua me picaba con ese tema tan polémico —. Quiero decir...ejem... no digo que tú y yo... ya sabes... hum...
Mis mejillas se coloraron de inmediato, el calor subía hasta la punta de mis orejas, no sabía cuándo era mejor dejar de hablar. De ser un momento tierno pasó a ser uno bochornoso en el que yo solita metí la pata. Seth soltó una carcajada sin el mínimo intento de disimularla.
—Por Dios June, respira con normalidad porque siento que en cualquier momento explotaras. Respondiéndote, pequeña entrometida, me encantaría tener hijos, aunque no creo que sea el momento para eso —curvó su espalda quedando frente a mí a la misma altura —. Imagina una pequeña bebé con tus ojos brillantes y tu cabello hecho un desastre, no estaría nada mal.
Hijos juntos. Un sueño bonito, apresurado y tentador. Tan solo al cerrar los ojos podía ver aquella imagen, Seth y yo formando una familia y dando amor a personitas producto de nosotros. La mañana de Navidad sentados frente al gran árbol navideño, abriendo los obsequios mientras bebemos chocolate caliente, vistiendo piyamas a juego. En ese preciso segundo pude haberle dicho que era lo que todo quería, aceptar, sin embargo, mi lado sensato respondió:
—Apenas estamos viviendo, es muy pronto para siquiera pensar en que haremos el fin de semana. ¡Mira ese gatito de allá! —Chillé jalando de su muñeca arrastrándolo hasta el otro extremo del pasillo —. ¿No es tan tierno? Sus bigotitos resaltan de entre su pelaje negro.
—Lo es, pero tú eres más tierna —comenzó a besar mi cuello lentamente —. Hueles delicioso.
Cerré los ojos dejando salir el aire que guardaba en mi interior. Mi piel se erizo al paso de su tacto, sus besos exploraron zonas sensibles y él lo sabía ya que lograba mandar mi punto de seriedad a la mierda. Trataba de mantenerme recta a pesar de que las hormonas adicionadas a mi cuerpo a causa de los anticonceptivos me traicionaban, no podía resistirme a mi hombre, era como ser un adicto a la azúcar en una tienda de dulces y no correr directo a los chocolates de colores.
—Seth, no podemos hacerlo aquí —dije con dificultad.
—Podemos, tal vez Ted mencionó que no vendrá hasta dentro de una hora.
—Bendito Ted.
Mandé a la mierda la línea de autocontrol y ataqué su boca como un depredador necesitado, su lengua bailaba en conjunto con la mía, mis dedos tiraban de las hebras de su cabello.
Llegamos hasta una puerta que dejaba una sala prudente con un comedor al centro y una cocineta al extremo. Me alzó sentándome en la orilla de la mesa color caoba, de inmediato me despojó de mis prendas y yo hice lo mismo con las suyas. Con desesperación succioné una parte de su cuello provocándole una marca colorada que ambos sabíamos que no se quitaría hasta dentro de unos días, sus grandes manos cubrieron mis pechos expuestos apretujando el pezón necesitado de atención, con un gemido respondí y eso pareció excitarlo tanto, que su mirada se oscureció, siendo nublado por el deseo y la lujuria. En un intercambio su boca lamia el hinchado y rojizo pezón.
—Eres mía —dijo con la voz ronca, mordiendo mi piel —. Mía —volvió a morder —. Mía, mía, toda mía. ¿Quedó claro?
—Muy claro. Completamente tuya.
Con dificultad me incorporé incitándolo a que tomara asiento, cuando lo hizo me puse de rodillas tomando su falo erecto, la sangre fluía por las venas que se hinchaban. Ese poder tenía sobre él. Pase mi pulgar por la punta, esparciendo el líquido preseminal, una vez que en sus ojos podía notar el completo deseo sonreí, dándole un apretón al cual respondió con un quejido.
—No juegues con fuego si no te quieres quemar.
—¿Qué pasa si así quiero jugar?
—Tendrás que aguantar las llamas.
—Hazlo, quémame.
—Lo que ordenes, nena.
Dejé que tomara el control. Sujeto con fuerza mi cabeza dirigiéndola a su miembro, sin llegar a la brusquedad empujó hasta que la punta tocó mi campanilla, las lágrimas salían de mis ojos y la humedad de mi anatomía crecía con cada segundo, deseando tenerlo dentro de mí. Seguí chupando hasta que sentí como el líquido espeso y caliente llenó mi boca, su orden fue que lo tragara y yo gustosa lo hice sin reprochar.
—¿Me deseas? —su mirada se ensombreció más, era mirar un océano profundo, lleno de oscuridad, la sonrisa maligna se presentó en su rostro —. Tu cuerpo responde por ti Juni, la humedad te delata.
Se bajo de la mesa de un movimiento, lentamente fue bajando, formando un camino de besos en mi piel, llegando al muslo lo alzó exponiendo mi vagina y la humedad que tratada de huir. Lamió ese pequeño camino haciendo un sonido de satisfacción.
—Deliciosa como siempre. Me encanta tu sabor, es tan diferente. —Volví a sonrojarme sintiendo la pena en todo mi ser —. Nunca te avergüences, no frente a mí.
Me tomó de la cintura exponiéndome por completa, su lengua tocó mi centro, lamiendo y haciendo movimientos circulares precisos. Mi respiración se hacía cada vez más pausada y pesada, el placer que me provocaba era indescriptible. Solté un grito sonoro cuando succionó mi clítoris erecto y sensible.
—Dios mío Seth, si sigues haciendo eso terminaré muy rápido —refunfuñé.
—Puedo hacerte venir las veces que quieras, tu solo encárgate de disfrutar.
Repitiendo su movimientos me dejé llevar, no detuve cuando con su mano palpó mi centro y sus dedos jugueteaba con mis pliegues, en consecuencia arquee la espalda en busca de más, con más fuerza de la necesaria apretuje el hombro que fácilmente se puso rojo.
—Más —supliqué.
Con el pulgar hizo los movimientos aleatorios que eran clave de la magia para llevarme al cielo y bajarme directo al infierno, los gemidos eran imparables por más que trababa de callarlos con mi mano, no podía, Seth no me dejaba.
—Me gusta escuchar cómo te vuelvo loca con tan solo tocarte.
Su voz grave me excito más, me volvía loca verlo hincado ante mí con su cara hundida entre mis piernas.
Seth:
La puerta seguía siendo tocada con brusquedad y la manija intentaba forzarse. Con rapidez nos vestimos, June estaba tan avergonzada que deseaba salir de aquí por una ventana, yo no podía dejar de reír ante la situación tan rara por la que estábamos pasando.
—¡Maldita sea Seth, ahí comemos! —Gritó mi amigo del otro lado —. ¡No quiero tu mierda esparcida!
Ted había llegado a interrumpir en el momento preciso en el que ella y yo estábamos en plena faena.
—Deja de reírte, tu amigo nos descubrió —susurró June enojada.
Cuando estuvimos los dos vestidos nos acercamos a la puerta y antes de salir le di un beso en la punta de la nariz a Juni para que se tranquilizarla, su cabello estaba enmarañado y seguramente yo estaba igual de desastroso, pero la diferencia entre ella y yo es que a mí no me importaba salir así. Me enorgullecía que vieran que mi novia me había dado un increíble orgasmo.
—Ahí tienes, yo que ustedes me aseguraría de limpiar con desinfectante la mesa —reí y salí con June tomatina frente a mí.
—¡Cabrón! —Gritó mi amigo.
—
La noche estaba por caer, realmente me encontraba agotado después de pasar un día con mi novia. Al llegar a casa me ejercité con música de fondo. Mientras lo hacía, me puse a pensar en que cada segundo que pasaba con June era significativo, quería pasar todo mi tiempo libre con ella, mirando su cara y cada gesto que gesticulaba, tomando sus manos suaves, delgadas y delicadas, besar sus labios agrietados y mordisqueados, pero sobre todo respirar a profundidad aquel aroma que desprendía, ese que me daba la calma que necesitaba.
Calma. Una palabra con un significado profundo. Calma es la sensación que desde hace mucho tiempo no sentía, casi creí que había olvidado aquello; lo sentía cuando los brazos de mi madre me rodeaban cuando por las noches sollozaba. Y fue entonces, que en los brazos de la chica de la que enamoré encontré la sensación que tanto anhelaba.
Antes de dormir opté por ir un momento al cementerio, últimamente frecuentaba ese lugar, tan solo me sentaba frente a su lapida y le contaba lo que hacía y por supuesto, todos mis sentimientos. Recordaba aquellos viejos días cuando llegaba del colegio y nos sentábamos en el césped bajo el sol de la primavera, ella me hablaba de su transcurso del día mientras bebíamos un batido de frutas, al final terminábamos con la cara roja por no usar bloqueador solar. Su rubia cabellera brillaba como hebras de oro, tan libre y salvaje a través de la corriente del viento. Ella siempre tan sonriente y hermosa.
—Bro, de verdad tienes que dejar de hacerlo en lugares así. Tuve que limpiar con cloro la mesa, tuviste suerte de que no hay cámaras en esa área —dijo Ted sentándose a mi lado.
—No me voy a disculpar, solo diré que tuve que haberlo hecho en otro lugar más cómodo, me duele justo el sacro.
—¿Sacro? ¿Qué es eso?
—Es un hueso, June me lo enseñó cuando estudiaba para su clase de anatomía —Ted comenzó a vitorear —. Calla tonto, de verdad le ayudo. Su profesor es un pesado y le hace examen en cada clase. Además, ten un poco de decencia que estamos en un cementerio.
—Uy, una disculpa a todos los muertitos —susurró —. Tú la quieres demasiado y no lo puedes negar.
—La amo, Ted.
Y no mentía, mis sentimientos por ella eran intensos, había cosas que jamás había sentido, cosas que nunca creí que una sola persona te podía hacer experimentar. Llámenme cursi, pero al carajo, con ella puedo serlo y no me siento asqueado por hacerlo.
—
El miércoles llegó, era el día en el que June presentaba su tema, estaba nerviosa hasta la punta del pie. Exponer sobre un órgano es algo que yo jamás haría, obvio que soy capaz, pero simplemente no me llama la atención. Días atrás ella se la pasaba frente al computador leyendo artículos científicos y videos sobre el funcionamiento del sistema cardiovascular. Sus ojos brillaban a causa del reflejo y mostraban un cansancio infernal. Las ojeras violetas, el rosáceo de su piel se desvanecía y dejaba una piel seca y, sus labios estaban mordisqueados hasta que la sangre brotaba; la ansiedad la atacaba.
No quería esperar tres horas fuera del campus, podía irme a casa y ver una de esas tantas series que tengo pendientes, pero como soy un gran novio, decliné la comodidad de mi cama y opté por caminar unas calles a la redonda sin alejarme mucho. El día estaba soleado y el viento caluroso, me bebí un batido de frutas que de inmediato me refrescó.
Mientras caminaba veía algunos aparadores de ropa, libros y una infinidad de baratijas, era sumamente interesante ver lo que uno podía encontrar en una calle así. Entré a una pequeña cafetería esquinera, la fachada era color beige con verde, se veía horrible. Una señora que pasaba los sesenta o setenta años estaba tras la barra con una cafetera en mano, le sonreía bobamente al televisor que mostraba dibujos animados.
—Buenas tardes jovencito, ¿café? —dijo amablemente la mujer.
—Mejor una rebanada de ese delicioso pastel de naranja que tiene ahí —le sonreí mientras avanzaba a uno de los taburetes —. ¿Tiene jarabe de maple?
—Claro que sí querido, en un momento te la trigo.
Mi gusto culposo. El jarabe de maple siempre será lo mejor de esta tierra, es tan deliciosamente semiamargo que podría bañarme en ella. Soy un rarito con una extraña fantasía.
La mujer sirvió una rebanada en un pequeño plato redondo blanco, aun lado dejó una jarrilla con el líquido ámbar. El olor a naranja de inmediato llegó a mi nariz y lo aspiré profundamente. Con el tenedor en mano lo inserté en el esponjoso bizcocho, su sabor era hogareño.
—Delicioso —dije sin darme cuenta.
—Qué curioso, me hiciste recordar a una hermosa chica que llegó aquí hace un añito. Cuando dio el primer bocado, sus ojos brillaron y dijo lo mismo que tú. ¿Qué te trae por aquí? ¿Estudias en la universidad?
La mujer comenzaba con el interrogatorio sin mala intención. Era divertido.
—Yo no estudio, vine con mi novia que sí estudia en el campus. Justo ahora debe estar presentando su examen o algo así.
—¿Puedo saber quién es esa linda chica? Tal vez la conozca, todos esos niños son como mis hijos —sonrió para sí misma.
—Por supuesto, su nombre es June Garrido, una chica bajita con cabello castaño, ojos melosos y tiene un lunar en la barbilla y otro en...
—¡June, mi pequeña niña! Claro que la conozco, esa niña es especial. Me extraña que no me contase de ti o al menos de que salía con un chico tan guapetón, es raro. Justo de ella te hablaba, se enamoró de mi pastel y desde entonces no sale de este lugar. Siempre se la pasa leyendo algún libro, bebiendo chocolate, con una rebanada de bizcocho y sus gafas color lila. Una preciosidad.
¿Gafas lila? No tenía idea de que usara gafas, sabía que utilizaba lentillas para su vista. Ya tendré ese pequeña charla, no quiero perderme de lo sensual que debe verse con el armazón lila.
Una idea se me vino a la mente.
—Señora, si no es molestia, ¿podría ayudarme en algo?
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