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Jillian Hayle
Actualidad
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—Entonces si viene un cliente, no tiene razón, es una mierda de persona y no merece mi respeto aun así debo tratarlo bien por el simple hecho de ser el cliente, ¿cierto? —miro hacia James, su expresión es confusa y se ve que no le gusta lo que le estoy enseñando sobre la trata de los clientes. Suspiro y asiento —. No me parece justo.
—Yo no hice las reglas —me volteo y arreglo unos pinceles que están en el mostrador.
—Lo se pero es un poco injusto, si alguien me trata como la basura yo también lo tratare así.
—Pero no puedes, así que quédate callado y muestra tu mejor cara.
—Y ¿la loca está de acuerdo con esto? —sonrío al escuchar ese apodo. Su relación, por lo que he visto en el horario de trabajo, se basa en pelear por cualquier tontería además de decirse sus apodos "loca" y "niño". Pero se quieren, creo, no lo demuestran con abrazos o besos en las mejillas, pero se nota cuando se ríen después de cada charla o se miran con un brillo de cariño y diversión.
—Victoria debe obedecer estas reglas no escritas aunque no le gusten, si no perdería clientes —encuentro un desperfecto en los pinceles que usamos para mostrar los productos, debo lavarlo.
—Mhmm —camino hacia el cuarto de baño.
—No hay mucho que puedas hacer, James —me giro y le sonrío, el solo me mira y me da una pequeña sonrisa de boca cerrada— .Iré a limpiar este pincel —se lo enseño y el asiente, aun pensativo —, ya vengo, cuida la tienda.
Lavo el pincel hasta que queda sedoso y pulcro, perfecto para exhibirlo. Cuando llego otra vez al mostrador me encuentro a James atendiendo a una chica morena y con un una camisa rosa deslumbrante.
—¿Pintura acrílica Arteza? ¿Y un lienzo Exerz? —le pregunta James mientras va saliendo de la barra para ir a los estantes.
—Sí —responde la chica—, de 11 x 14.
James empieza a buscar entre estantes hasta encontrar lo que desea y llevarlo a la mesa de cristal. Me acerco a él y le doy mi sonrisa mas amable a la chica. La chica paga para después salir de la tienda con una bolsa de tela y una sonrisa emocionada.
Comienzo a arreglar el pincel para que todo quede perfecto. Y mi mente divaga. He dormido mucho mejor desde lo de Lana, la culpa que me abrumó ya va desapareciendo y ya no me voy sintiendo como ese monstruo sin corazón. Ahora me siento mas como un mendigo que robó mucho pan e hizo sufrir a la familia panadera. Si, eso para mi es hacer un avance.
—Y ¿hoy que harás? —la voz de James me desvía de mis pensamientos sobre mendigos y pan. ¿Qué preguntó?
—¿Disculpa?—me paro y lo miro. El sonríe un poco ¿nervioso? y se rasca la nuca. ¿Esta nervioso?
Probablemente.
Y ¿por qué?
Espera y verás.
—Te pregunté sobre que harás hoy —¿hoy qué hago? Es viernes, el profesor está enfermo hace dos días, y tengo una serie que terminar.
—Iré a la casa para ver una serie hasta morir, ¿por qué?
—Bueno, te quería preguntar si quieres salir con esta belleza—se señala y carcajeo por su ego tan inflado y niego. Sus ojos brillan al decir cada palabra, brillan tal vez con un deseo lejano.
— ¿Juntos?
Claro que si, pendeja.
Un poco de respeto, cara de mono.
—Ehh si —y se vuelve a rascar la nuca. De verdad está nervioso. Cuando se rasca la nuca es porque o está mintiendo o nervioso. Mhmm, interesante, es una herramienta que nos ayudara mas tarde.
—¿Cómo una cita? —no hace mal preguntar. Se queda pasmado mientras me mira.
—Si tu quieres, las bellezas deben permanecer unidas.
—¿Me estas diciendo bella? —admito que me siento mas halagada de lo que debería.
Ughh, solo cállate.
—Es un poco estúpido que no lo supieras hasta hoy, pero si, como una cita —lo miro de arriba hacia abajo mientras estiro mis comisuras con un toque pícaro.
—Esta belleza no puede aceptar una propuesta como esa, es muy simple.
—¿Qué? —su cara se vuelve con un terror y yo me muerdo el labio para no reír.
—Digo que debes darme una propuesta mas inolvidable.
—¿De que estás hablando, Jil? No me compliques la vida —sus labios se hacen una línea recta mientras yo trato de no soltar unas carcajadas escandalosas.
—¿Quieres salir conmigo si o no?
—Sí —dice ansioso.
—Entonces hagamos un trato.
—Me voy a arrepentir de esto pero todo por salir contigo.
—Pero que hombre tan decidido.
—Así nací—se encoge de hombros con una despreocupación chistosa.
—Quiero que te pongas un vestido —al decirlo no aguanto la risa y echo a reír de manera desvergonzada. Y rio mas al ver su cara llena de terror.
—¡¿Qué?!
—Si te pones un vestido de Victoria saldré contigo.
—¿Por qué me harías eso?
—No quiero salir con un hombre con masculinidad frágil —me mira antes de suspirar y va hacia la oficina de Victoria. No puedo creer que lo este haciendo.
—¿Un vestido de la loca?
—Sí, el que desees.
—Pero que considerada.
Espero minutos mientras escucho cajas siendo rebuscadas, movimientos de pantalones yendo hacia el suelo y mal sonantes siendo tiradas de manera rápida. ¿De verdad aceptaré una cita con James? Apenas lo conozco además es el sobrino de Victoria y primo de Lana. Un escalofrió me recorre el cuerpo. Ya todo esta bien con ella, tranquila.
¿De verdad lo haré?
Está bueno y es buena gente, yo digo que si.
Mhmmm, no puedo argumentar nada ante esa lógica, digo ¿qué? Da igual, si de verdad se pone ese vestido ya veremos, aunque dudo que lo haga.
Los sonidos por allá atrás dicen otra cosa.
¿Y si me gusta? ¿Y si lo beso a mitad de la cena y terminamos en mi casa (o en la suya) con el frenesí de hace minutos y una incomodidad legendaria? ¿Y si todo sale mal y no podemos volver a trabajar juntos? No puedo permitirme el lujo de buscar otro empleo.
Este paga bien, mi jefa es Victoria y los horarios no podrían ser mejor. No puedo cambiar trabajo solo por una tontería de adolescente. Mejor le digo que no. ¿Y si hiero sus sentimientos? Se está poniendo un vestido, está haciendo algo para ponerle picante a su simple propuesta.
Nadie nunca se había preocupado tanto por nosotras.
¿Y si es mi alma gemela, mi futuro esposo y el futuro padre de mis hijos?
Como desearía poder hablar de esto con una amiga.
Saco el teléfono de mi bolsillo y busco los contactos de Hil y Frey. Los tengo porque de casualidad nos hicimos amigos y ahora tenemos un chat entre todos. Fue así porque una vez que estaba aburrida los invité a la casa y ahí nació una amistad algo bonito. Peleamos, pero a los minutos nos abrazamos, claramente obligando a frey.
—¿Bueno, Jil? —contesta Hil.
—¿Qué deseas? —me dice Frey.
—Hola, perdón por interrumpirlos pero necesito su ayuda —escucho unos sonidos y unas voces lejanas. Me quedo en silencio.
—Perdón, estaba saliendo de la cafetería. Tomaré mi receso para esto así que espero que sea bueno. Tienes 15 minutos antes de que deba regresar a mi tortura.
—Ehh yo aun debo trabajar —se mete Frey.
—Calla, tu trabaja y yo tomo el receso —. Frey no cuelga la llamada—. Bueno. Jil, escúpelo—tomo una respiración antes de decirle que hay un chico en mi trabajo que me acaba de invitar a una cena y no sé si decirle que si o que no. No me interrumpen en ningún momento. Hil es la primera en hablar:
—Pero, ¿te gusta?
—No sé, me atrae y siempre me hace reír pero ¿qué tal si la cago y todo termina con incomodidad? Ese es mi miedo —respondo.
—Si te invitó fue por algo —interrumpe Frey.
—No tiene porque terminar con incomodidad, Jil. Así que no te estreses por eso. Es una cita donde todo podría terminar bien o mal pero mantengamos las esperanzas hacia arriba. Solo tienes que aceptar esta cita, si es lo que quieres y si dices que te hace reír entonces mejor si aceptala. Una salida de amigos no tan amigos. Te pones bonita y pasas un buen tiempo con él. Y ya.
—Esta bien, le diré que si.
—Hasta Jil tiene mas vida amorosa que yo, es deprimente —bromea Frey
—Eso es porque nunca sales, aguafiestas.
—No me gusta la gente.
—Nosotras te caemos bien —le digo y la risa masculina que suena confirma que nos adora, este muchacho.
—¿Puedo ser la dama de honor? —pregunta Hil después de un tiempo.
—Si quieres vestirte con un vestido color melocotón eres bienvenida.
—O puedo vestirme de blanco y traer conmoción al evento —reímos por unos momentos y siento la confianza con ellos. Una confianza que me va gustando.
—Gracias por ayudarme y darme tu receso, Hil. Frey, gracias por la ayuda también.
—Si no dije nada.
—No hay de que, para eso son las amigos —amigos—, ahora vete a esa linda boda tuya y cuéntanos todos los detalles para hoy esta noche o mañana a primera hora.
—Sí, general —me cuelga al momento que una voz masculina, Frey, interrumpe todo y le ordena que debe trabajar. Hil también le grita de regreso, pero corto antes de yo poder escuchar mas. Esta parejita. Mis amigos, hace un tiempo no tenia amigos. Vuelvo a guardar mi celular y revoloteo mis dedos. ¿Por qué se tarda tanto?
—¿Te moriste, James? —le grito.
—Ya va, intranquila.
—Llevo mas de 40 minutos esperando.
—Llevas 20 minutos.
—Lo mismo, hasta hice una llamada telefónica. Tardas mucho.
—La belleza lleva tiempo. Estoy quedando hermoso así que si no aceptas a esta cita no se que pasará.
—Podrías salir con tu gran ego —se carcajea con fuerza. Me gusta hacerlo reír, me hace sentir poderosa, especial. Me gusta su risa. Es escandalosa, fuerte. Y después de reír te da una sonrisa torcida que te dan ganas de ponerle el mundo a sus pies. Esa sonrisa torcida que te da picardía y diversión. Esa sonrisa torcida que me encanta.
Tu no caíste, tu te lanzaste y sin paracaídas.
—Mi ego no es tan grande.
—Claro que no, solo es mas grande que Rusia.
—Tengo otra cosa mas grande —su tono de voz se vuelve mas profundo, mas coqueto.
—Ughh, pervertido, nadie te preguntó.
—No se de que hablas, Jillian, yo solo decía que tengo una casa mas grande que mi ego, ¿qué pensaste, pequeña pervertida? —enrojezco con fiereza. Mierda. Muy bien hecho, Jillian. Increíble.
—N-nada, no estaba pensando en nada, señor ego —contrataco con otro apodo. Vamos a recuperar esa dignidad.
—Mhmm, yo creo que si estabas pensando en algo en especifico, pequeña pervertida. Y ese apodo, señor ego, me calienta, ya me podrías decir señor en otra situación.
— Uno, no soy pequeña, solo me ganas por 2 centímetros. Dos, en otra situación no te diría necesariamente señor.
¿Desde cuando soy tan atrevida?
Desde que tienes a un bombón como ese a tus pies.
—Uno, eres mas pequeña que yo, no importa cuanto. Dos, ¿cómo me dirías?
—Uno, cállate. Dos, ¿por qué quieres saber? —estoy nerviosa, roja y alegre. Me gustan las platicas con James, de alguna forma siempre ponemos una pequeña parte de nosotros en cada palabra. Nunca faltan las risas, las peleas. Nunca faltan las mariposas que siento en mi estomago.
—Uno, mi ego te dice que tu no tienes ningún poder para callarme. Dos, curiosidad, simple curiosidad.
—Deja de molestar y sal de una vez de ahí que me estoy desesperando. Da las gracias que no ha llegado alguien.
—Debería venir mas gente para que se enamoren de mí.
—Vente ya, señor ego.
—Eso se puede tomar como una propuesta indecente, pequeña pervertida —me quedo callada porque no me atrevo a decir algo —. ¿Estas lista?
—¿Para qué?
—Para quedarte ciega por tanta belleza.
—Solo sal de ahí.
Y James sale de ahí. Con una voz de presentador tan falsa que te dan ganas de reír muestra su hermoso vestuario (nótese el sarcasmo).
—¡Y CON USTEDES EL INIGUALABLE JAMES EL HOMBRE MAS GUAPO DE ESTE PLANETA! ¡QUE DIGO DE ESTE PLANETA, DE ESTE UNIVERSO! —lo miro y solo puedo carcajear de manera ruidosa y estrepitosa.
No puedo parar. Me empieza a doler la panza, pero aun así no me callo.
Su vestimenta consiste en un largo vestido naranja con una tela fina. Tiene diferentes flores de diferentes tonos de naranja. Sus mangas son cortas y vaporosas. Es un lindo vestido. Los zapatos son unos tacones color coral de lo mas feo, perdón, Victoria. Un gran sombrero color rojo con una pluma igual de grande pintada de amarillo mostaza reposa en sus rubios cabellos con estilo. Pero la mejor parte es su maquillaje. Una base completamente blanca (ya que es para maquillaje artístico) esta embarrada por toda de su cara de una manera claramente no uniforme, sus ojos tienen un gran delineado que va de la punta interior de sus ojos hasta casi la oreja, claramente no están derechos y logro ver lugares donde faltó tinta negra, sus labios, antes delgados, ahora están pintados con un fuerte labial color rosa de una manera exagerada. Ahora ya no los quiero besar.
Digo, ¿qué?
Y sus mejillas tiene grandes parches de colorete. Parece un payaso, con unos tacones feos, un vestido vaporoso y hermoso y un sombrero chillante y desentonado. No me dejo de reír y cuando logro calmarme James me mira con una sonrisa de boca cerrada.
—¿A que me veo increíble?
—Te ves fabuloso.
—Gracias, gracias. Esos 20 minutos valieron la pena.
—Sí que lo hicieron —él se acerca y el mero hecho de tenerlo casi tocándome me pone nerviosa. Lo miro a los ojos. Los dos lo hacemos. Sueño que juntos vamos caminando en los colores del otro, sueño que le gustan mis esferas marrones, sueño que le gusto yo. Porque eso creo que es lo que deseo. Ya me invitó a cenar, ya se puso un vestido y se maquilló, eso debería ser suficiente, eso ya debería gritar que le gusto. Solo sueño que le guste de la misma forma que a mi me gusta, con mariposas en su estomago.
Tranquilicemos estas hormonas.
—Entonces, ¿si vas a una cita conmigo? —lo miro y sonrío de una manera simpática. Me pierdo un momento en esos ojos que me miran con alegría.
—Claro que sí, si es de esta forma es difícil decir que no.
—¡VAMOS! ¡Hoy tendré una cita con una chica linda! Mi ego se infla —me pongo roja por el chica linda -dos halagos seguidos el día de hoy, puedo acostumbrarme- así que pongo mi vista en la puerta para que él no lo note. Cuando voy a responder algo inteligente la campanilla suena y un grupo de 5 personas entra. Todos miran atónitos a James antes de ponerse a reír de la misma manera que yo. Me vuelvo a fijar en el que sonríe incomodo y nervioso.
—¿Qué onda, hombre? ¿Qué hace usted con ese vestuario tan reluciente? —le pregunta un tipo bajito y canoso.
—Ya sabes, aquí proponiendo una cita.
—Eso, muchachos, es determinación. Hay que aspirar a algo así, no se queden con menos—mira a sus al parecer alumnos y ellos asienten y siguen riendo. Entonces también me vuelvo a carcajear.
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Bueno, Jamesito, que genial que no tienes masculinidad frágil.
Y ya hay cita de Jil y James, *se emociona*
¿Cómo irá?
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