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Jillian Hayle

Actualidad

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Son las 10 en punto de la mañana. El clima sigue siendo nublado y el señor del clima avisó que podría seguir habiendo lluvias. Estamos a 2 grados. Odio esta ciudad y su clima de mierda. Y me odio a mi misma por nunca traer un suéter. Entro a la tienda y dejo mi chamarra marrón en un sujetador pegado a la pared. El calor que hace en la tienda es suficiente para quitarme la chamarra. Reviso el termómetro también pegado a la pared y este señala que adentro esta 23 grados. Bendito calentador. El calentador en esta tienda es potente, puede calentarte de una manera reconfortante o puede asarte hasta morir.

Frente esta Victoria revisando unas notas mientras mastica un chicle, probablemente de sandia, sus favoritos. Me acerco a la barra.

— Hola, afuera hace un frio de muerte. Te recomiendo usar una chaqueta gruesa por si vas a salir— le digo mientras rodeo el lugar y me posiciono junto a ella. No me mira. Sigue hojeando el cuaderno desgastado de color oscuro. Cuando voy a revisar la caja registradora me habla abruptamente en un tono seco.

—¿Por qué traicionaste a Lana de esa forma? — la pregunta es fría y directa. Me quedo parada, dando mi espalda hacia ella. Me giro y observo el piso mientras agarro mis manos. No me atrevo a mirarla. No a ella, no cuando me dio un trabajo sin ninguna experiencia, no cuando la sentí como una segunda madre cuando la mía me gritaba que todo era mi culpa. No podía mirarla sin ver esos ojos verdosos y recordar las noches que después de trabajo me abrazó con amor maternal y me susurró que todo estaría bien. No podía. — Ella te quería mucho. — Lo se, yo también la quería, la quiero. Es mi mejor amiga, era. Y a pesar de todo no tuve el valor de sentir una culpa ahogante o irle y decirle.

— No lo se. — Siento su mirada en mi, pero sigo observando el piso como si fuera lo mas interesante. — No lo se Victoria y tengo miedo de nunca saberlo. — Mis mejillas

comienzan a empaparse y la miró porque quiero ver su rostro decepcionado, su rostro diciéndome lo mal que esta, y tal vez de esa forma obtener mas culpa de la que tengo.

Sus ojos brillan y no reconozco ese sentimiento que expresan con ferocidad.

— Estaba muy dolida, lloró por una semana seguida. — El corazón me duele. — Pero después comenzó a escaparse de la casa y no me decía a donde iba. No me decía porque estaba tan decaída, porque lloraba tanto, porque se había ido a vivir conmigo, porque Martin o tu no venían con ella. — Para y respira fuertemente. Busca las palabras en su cabeza y vuelve a hablar.

— Hasta que ayer en la noche le pregunte que le pasaba. Al principio creí que era por su padre o que había ido a visitar a su madre, pero me dijo lo que había descubierto, lo horrible que eras y lo maldito que era Martin. Y te odie por un momento, dios Jil, pienso de ti como una segunda hija, pero la traicionaste, la lastimaste y se que es injusto no preguntarte porque lo hiciste así que te pregunto ¿por qué lo hiciste? Ya no puedo detenerme, no después de escuchar todo lo que paso Lana. Y la tan esperada culpa ahogante por fin llega. Siento mi pecho oprimirse y mis ojos ya no pueden dejar de llorar. La siento al escuchar lo que mi mejor amiga pasó. Y se que debo enmendarlo. Pero no se como. La culpa que me faltaba llega tan abruptamente que no me deja pensar. No me deja hacer algo.

¿Sigo siendo un monstruo aún cuando ya siento culpa?

— No quiero hacerte sentir mal, solo quiero preguntarte ¿Qué hace cuando sale de casa? Estoy preocupada de ella, no logró imaginar que podría pasarle. Tal vez con quien se junta y quien sabe si le harán daño, no podría perderla a ella también. ¿Ella esta saliendo de casa? ¿Por qué saldría sin decirle a Victoria? No se que pensar, ni que decir. Claramente no se la respuesta. No se nada de ella en el momento que descubrió lo que hicimos. La miraba en los pasillos de la escuela, en las clases y en la cafetería, observaba su postura y los amigos con quien se juntaba. Sabia de sus miradas llenas de odio y los comentarios burlones que les decía a las personas a su alrededor para hacerlos reír, para recordarme lo poco que valía. Eso lo sabia. Pero no sabia porque después de un tiempo había parado. Porque después no me lanzaba esas miradas o tiraba esas frases para darme culpa. De una manera casi repentina paró y dejó de recordarme que era insignificante.

Sigo mirando a Victoria sin saber que decir. Abro los labios, pero no tengo palabras después del recuerdo que llega, pestañeo, pero no se borra, cierro los ojos con fuerza y con las uñas me lastimo la palma de la mano, lo hago con fuerza, pero nada anula el momento que emerge en mi cabeza para mostrarme las palabras que tanto daño me hicieron.

Creí que eras mi amiga, mi mejor amiga. Creí que detrás de esa cara solo había bondad y comprensión, simpatía y amor. Pero descubrí que no y agradezco darme cuenta antes y mostrarle a los demás tu verdadero yo. Eres esa muchacha que escapó de casa por egoísmo, esa estudiante que eligió trabajo social para sentirse mejor consigo misma, esa amiga que engaña a su mejor amiga con su novio, esa mal pagada niñera que llega tarde a su trabajo, esa chica que no logra conseguir un trabajo por si sola, eres alguien horrible, alguien que destruye todo lo que toca, eres alguien que no vale nada, eres un monstruo y siempre lo serás.Tal vez ella me destruyó psicológicamente, pero tenia razón en algo, yo soy un monstruo.

— Jillian — abro los ojos y la vuelvo a ver.

— Perdón, no se donde puede ir, lo siento — me seco las lagrimas y miro mis manos, no puedo volver a ver esa decepción, no de ella, no otra vez.

— Esta bien, hablare con ella — asiento y sigo mirando mis manos, la derecha roja y con marcas por las uñas — Jil— no miro —. Está bien, solo creo que podrías ir a pedirle disculpas, pero solo si quieres, corazón — va y me abraza —. Te quiero mucho — en sus brazos encuentro la seguridad que tanto buscaba en una madre, la que tanta falta me hace. Nos quedamos así unos minutos hasta que el sonido de unas botas me hace abrir los ojos.

¿Qué?

— Que lindo es el amor, pero tenga una duda ¿me veo muy guapo o increíblemente guapo? — Dice una voz masculina, ¿qué? Victoria se separa de mi y me mira para después sonreír con cansancio. Me volteo hacia donde proviene la voz que es detrás de la tienda y lo veo. Mierda.

Un chico joven, tal vez de 21, nos mira con una gran sonrisa. Sus ojos son de un café solido y amarillezco, su caballo es de un rubio claro y su ceja derecha tiene un corte en la punta de abajo. Lleva puesto unas botas negras, unos vaqueros del mismo color, camisa blanca manga larga y una chamarra de aviador azul. Victoria suspira con pesar.

— Querida, el es James, mi sobrino, James ella es Jil — lo veo a los ojos y le sonrío con pena —. Estarás con este pesado por un tiempo ya que trabajaran juntos porque James esta castigado porque fue atrapad-

— Porque soy el mas guapo de la familia y mis padres estaban celosos así que me castigaron y me llevaron a trabajar con esta loca. — Interrumpe a Victoria para decir eso. Dejo de sonreír para asentir y mirar a Victoria.

— Lo que digas, niño, pero no estoy loca, el loco aquí eres tu al pensar que eres medianamente guapo— ledice y se voltea.

— No soy un niño, tengo 22 años —le reclama, pero cuando termina la oración Victoria no está — Mierda — me mira y extiende su mano, la acepto — Bueno como ya sabes soy James, sobrino de esa loca.

—¡No estoy loca y si lo vuelves a decir, niño ya veras! — le grita Victoria desde su oficina. James ríe.

— ¡Te dejare de decir loca cuando no me digas niño! — Suelto su mano, incomoda. — Perdón.

— Tienen una relación un poco rara.

— Si, bueno, pero nos queremos —medita unos micro segundos — Pero no le digas eso. Y bueno Jil, ¿pondrás el aviso de abierto o deberé hacerlo yo? — sonríe con ¿emoción?

— Bueno, hazlo tu, no me importa—el va y lo pone como si estuviera emocionado, creo que lo esta.

— ¿Cuántos años tienes? No, espera, déjame adivinar ¿20? — me pregunta de espaldas a mi. Rio.

— No, pero gracias, tengo 22.

— Igual que yo —regresa a donde estoy parada y nos sentamos en las sillas que hay en el mostrador — Chócalas —levanta su mano y carcajeo al ver ese acto tan infantil, de verdad parece un niño. Igual levanto mi mano y las choco con el. Nos quedamos en un silencio cómodo, como si el hielo que hubiera que romper se destruyo al chocar las manos. Sonrió y lo miro, el también me mira y cuando creo que va a decir algo el sonido de la llegada de alguien nos desconcentra.

— Hola, vengo a entregar unos pinceles que venían rotos —dice un chavo con un pelo largo. Le digo que pase conmigo y mientras lo atiendo y reviso el daño de la compra también le enseño a James sobre lo que tiene que hacer en momentos así. Cuando he checado que en verdad tiene un daño y que viene de fabrica le pido el recibo y finalmente le regreso el dinero. Me agradece y se va. Le sigo explicando un poco a James sobre el sistema de cajas, los productos que vendemos, como manejar a ciertos clientes, que hacer en algunas situaciones y otras cosas que se ven siendo interrumpidas cada que un cliente o clientes llega.

— Pues muchas gracias por enseñarme todo, eres una excelente maestra —me dice cuando mi horario ha terminado y yo debo irme.

— En la escuela me decían que explicaba muy mal. De hecho, siempre que quería ayudarlos decían que yo no porque nunca me entendían. Malagradecidos ellos por no querer mis servicios —agarro mi chamarra y me la pongo.

— Bueno —murmura.

—¿Qué? ¿Me explique muy mal? —pregunto preocupada. Que mala impresión debe de haberse llevado de mi.

— No, o sea te entendí, o eso creo — se rasca la nuca.

— Mentiroso.

—¿Y si mejor te vas a donde sea que debas irte?

— Cobarde—le susurro y salgo después de escuchar una fuerte carcajada. El frio aire y el calígine ambiente me hace temblar, apenas logro distinguir a las personas entre la grisácea neblina. Camino y trato de no chocar con alguien. Puta ciudad de mierda. ¿Quién me mandó a vivir aquí? Nadie. Muy bien Jillian. Eres tan inteligente que no revisaste el clima. Y choco con alguien. Que bien.

—¿Jillian? —mierda. Puta mierda. Mierda. Odio mi vida. Puta mierda, mierda, odio mi vida.

— Martin.

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Y aquí conocemos a James, mi niño preciado. 

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