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Capítulo 32

Coramora, 23 de Octubre del 2018

Jane no supo que decir, en su mente pasaron mil formas en las que ella y Axel tocarían ese tema pero no esperó a que fuese tan rápido, tampoco esperaba que fuese tarde, sólo quizás no sabía cuándo sería el momento indicado para hacerlo, ¿pero cómo saberlo? El momento sólo sucedía; así, sin previo aviso, sin ninguna notificación para estar preparada.

Axel la miró con la esperanza de que ella hablase y pudiese explicarle, pero Jane no sabía por dónde empezar.

¿Debía hablar sobre ella conociendo a Eric? ¿O sobre cómo se dio cuenta que quería estar con Eric siempre?

Podía iniciar con una disculpa: no esperaba que esto llegase lejos para ti.

O quizás un: He sido una idiota por jugar con tus sentimientos.

Otra vez.

Y otra vez.

— ¿Cuándo pensabas decirme que te ibas a casar? —le preguntó Axel sabiendo que ella no hablaría, Jane lo miró y sintió un dolor en su pecho, parecido al dolor que sintió cuando se vio obligada a dejarlo.

—No pensaba llegar a este momento contigo—dijo—. No esperaba volver a verte.

—Pero nos vimos, Jane—dijo—. ¿Por qué en vez de decirme que no debíamos estar juntos, me dijiste que estabas comprometida? El final sería mucho mejor que este.

Para Jane la sola idea de acabar con todo le provocaba un malestar en el cuerpo, sabía que era lo mejor, sabía que era lo que ambos necesitaban, pero ella no quería alejarse de Axel. No quería tenerlo como algo romántico, pero era la única forma que conocía.

— ¿Qué iba a pasar cuando te casaras? —preguntó Axel con la mirada fija en ella, Jane volteó su cabeza y la dirigió hacia su estantería—. ¿Ibas a invitarme a la boda como una forma de confesar que te casarías?

Jane se concentró en la edición 34 de la revista que se encontraba en la estantería.

— ¿Puedes al menos responder? —ella no dijo nada, Axel se levantó y se acercó a ella, la tomó del brazo captando su atención, su mirada se clavó en sus ojos—. Me siento tan decepcionado de ti, Jane Sanders. ¿Él lo sabe? Que es tu apellido, ¿o le mentiste diciendo que eras Jane Mell?

—No, él lo sabe—respondió y se soltó de su agarre—. Entre nosotros no hay mentiras.

—Oh claro, entonces imagino que se tomó muy bien que hayas tenido sexo conmigo—dijo con un tono molesto para Jane. Habría deseado que Eric lo supiera, no soportaba todo lo que estaba sucediendo.

Axel se separó y mantuvo distancia de ella, sacó de su bolsillo una hoja doblada y la abrió para ver la carta que había escrito.

— ¿Por qué no me dijiste lo de Howie? —preguntó.

—Era peor así—él negó.

— ¿Para quién? ¿Para ti que sabías la verdad o para mí que vivió nueve años en la incertidumbre? —se cruzó de brazos—. No sé quién es Jane Mell, pero Jane Sanders no era así de egoísta.

—Las personas cambian, Axel Trail.

—Las personas cambian, es cierto, normalmente lo hacen para bien, no para volverse alguien irreconocible—dijo y ella sintió un golpe en su pecho, era la decepción en las palabras de Axel que la hacían sentirse de esa forma—. No puedo creer que hayas sido así de egoísta, conmigo, contigo misma—le dijo—. Te privaste tú misma de la libertad.

—Axel, no espero que me entiendas.

—No puedo entenderte si nunca me has explicado—dijo calmado, regresó a la silla y Jane se sentó en la silla que estaba a su lado, se volteó para poder tenerlo frente a él.

—Tenía miedo—confesó—. Cuando Howie apareció y me dijo que yo podría ser la culpable de que tú no lograras tus sueños, sentí que no podía vivir con esa idea, ni siquiera aunque lograran superar lo que Howie decía, estando a tu lado siempre habría la posibilidad de arruinarlo todo.

»No te dije nada porque te conocía tan bien que sabía que si llegase a hablar, tú dejarías todo. Ese era tu defecto, Axel. Ponías a todos antes de ti, no pensabas que quizás eso podía arruinar lo que tú desearas, y yo no iba a obligarte a escoger entre un amor adolescente y tu sueño de toda la vida; por eso sólo huí, y sé que fue un error. Quizás si me hubiese sentado y te hubiese dicho que no quería estar contigo, de la forma en que uno normalmente termina un relación, no habría sucedido nada de esto, pero sólo me escondí y huí, mostrando lo inmadura que podía llegar a ser.

»No sabes cuántas veces quise ir a buscarte y decirte la verdad, pero Howie siempre aparecía, nunca lo hacía directamente, pero lograba encontrar una forma para que yo supiese que él estaba observando. Frases subliminales que decía en las entrevistas, alguna valla publicitaria cerca de mi casa, incluso en la misma televisión; sabía que era él, sólo que no sabía cómo podía estar cerca sin estarlo físicamente. Hubo mucho tiempo que no apareció, hasta que volví a verte y se llegó a mi casa; creí que lo sabía, que me habías visto, pero luego de varias semanas, apareció pidiéndome que volviera a entrar a tu vida, aunque yo ya había entrado desde hace mucho...o quizás nunca me fui.

— ¿No te dijo cómo podría acabarnos?—ella negó.

—La primera vez que escuché Canciones para Jane, me sentí la peor persona de este mundo.

—Lo fuiste un tiempo en mi cabeza—Jane sonrió, un poco triste, parecía más bien una mueca.

—Lo siento, Axel—dijo—. Jamás quise que eso sucediese entre nosotros.

—Yo tampoco—dijo y le enseñó la hoja de papel que tenía entre sus manos—. Escúchame, escribí esto para que no se me escapara nada—dijo y miró la carta para leer—. Eres la chica que ha dejado una marca en mí, todos lo saben y por mucho que quiera cambiarlo, eso no sucederá; pero a pesar de que no pueda cambiarlo, puedo avanzar y continuar con mi vida, sabiendo que tú exististe en algún punto de la historia.

»Te conocí como Jane Sanders, ahora tienes otro apellido y en unos meses conseguirás uno nuevo; si te soy sincero, sé que es lo mejor para ambos. En las historias de amor los protagonistas no siempre deben estar juntos, o quizás no seamos los protagonistas de ella y seamos los protagonistas en nuestra propia historia, en donde conseguiremos cada uno por igual a su persona indicada. Me gusta creer que es así.

»Cuando me pedían describir el amor, siempre decía que llevaba el cabello oscuro, olía siempre a café y tenía una sonrisa que no podías olvidar ni porque pasaran años, nueve años para ser exactos; pero el amor es tan abstracto y por ser abstracto cambia a cada momento, quizás ayer esa era mi descripción, pero hoy puedo decir que no lo es, aunque confieso que todavía no conozco como se ve.

»Lo que quiero decir con todo esto, Jane, es que a veces nos aferramos a las personas sin saber qué es eso lo que nos hace daño. Yo soy el primero en hacerlo, pero trabajo siempre en cambiarlo, porque debo colocarme por un momento, de primero en mi vida. Así que espero que con o sin Eric, seas feliz, porque te mereces escoger y tomar tus propias decisiones; yo me dedicaré a serlo por mi propia cuenta. He estado tan aferrado a ideas que no son reales que la simple realidad me ha dado un golpe para conocerme a mí mismo y conocer lo que necesito- y sin más nada que decir, te dejo libre de todo, espero que tú también lo hagas conmigo.

Leyó y luego la miró. Jane sonrió dulce aunque realmente su mirada decía que necesitaba llorar.

— ¿Te...te puedo abrazar? —preguntó, Axel asintió y ambos se levantaron de la silla.

Él extendió sus brazos y Jane se acercó para abrazarlo, fue un abrazo de esos que sabes que luego nada será igual y te aferras lo más que puedas para que no se acabe tan rápido, de esos abrazos que necesitas para agarrar fuerzas para iniciar el día, de esos que sabes que no se repiten dos veces, porque ya no será con la misma persona, ni con el mismo sentimiento de la primera vez.

Axel Trail fue su primer amor, pero no significaba que debía ser el último.

Se alejó de él y lo miró con una sonrisa, limpió las lágrimas que estaban en su cara y se fijó nuevamente en él, en su cabello, en sus ojos, en su rostro...ese era el Axel Trail que todos conocían y amaban, aunque ella podía decir que tuvo la suerte de conocerlo cuando sólo era Axel, sin fama, sin nueve años de carrera, sólo un chico aspirante a la Escuela de Leyes, cuyo sueño realmente era viajar por todo el mundo tocando junto a sus amigos las canciones que componían.

Ese era Axel, el chico risueño, un poco inseguro y nervioso, que sufría en sus clases de canto y solía desobedecer lo que su profesora le proponía. Se quedaría con ese recuerdo, a pesar de que el chico que tenía al frente, era todo lo contrario al que solía conocer.

—¿Tendré una canción en este álbum? —dijo ella intentando romper la tensión que había en la habitación, Axel rió.

—Tienes dos canciones, te tocará adivinar cuáles son. Ya no puedo ponértelo tan fácil—respondió y ella sonrió—. Chao Jane—le dijo—. Espero que podamos vernos pronto.

Ella asintió esperando lo mismo.

—Chao Axel—dijo—. Espero que sí podamos hacerlo. Cuídate.

—Tú igual—suspiró y caminó hacia la puerta, volteó a verla y le dio una sonrisa para luego despedirse con la mano y salir de la oficina.

Todos voltearon a verlo, él les dio una sonrisa amable, aunque sabía que lo miraban queriendo saber qué había sucedido. Pero nadie lo sabría, eso era algo que sólo podrían entender él y Jane.

Era sólo el final de un capítulo.

La historia todavía tenía mucho que contar.

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