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Zawsze in love

Zawsze: del polaco "siempre", "Te amare por siempre".

Ambos se sujetaban de la mano mientras estaban sentados en un viejo cedro, posiblemente uno de los más viejos del enorme bosque que rodeaba el gran hotel.

Los acompañaban algunas hojas secas del cedro, además de algunas ramas y pequeñas nuececillas que estaban rodeándolos mientras tenían las manos sujetas.

Su cabeza estaba en el hombro de Javier, aquel hombre que era su primer novio y que le había dado su primer beso. Esos momentos juraba que los recordada por siempre y para siempre.

La caída que sufrió Javier esa ocasión ya había pasado, se podría decir que el amor lo curo de alguna u otra rara manera.

Los cabellos de los ella estaban sobre la madera del cedro, mientras veía hacia el horizonte, perdida en sus pensamientos.

No fue hasta quevolteó a ver a Javier que lo encontró dormido, y con mucha razón. Los dos se lahabían pasado hablando toda la noche. 

-¿Y cuál es tu música favorita? –Preguntó ella, llena de curiosidad.

Javier se llevó la mano a la barbilla y miro al cielo como pensando en una respuesta.

-Hmm. Pues tal vez Mago de oz, ese tipo de música me gusta mucho. –Respondió Javier mientras parecía que buscaba un poco más en sus bancos de memoria.

Ella puso un gesto de impaciencia, mientras fruncía el ceño y entrecerraba los ojos amenazadoramente. Como apresurándolo.

-Y tal vez un poco de rock en alemán. –Termino de pensar de una vez por todas.

-¿Y qué es lo de mago de oz?, suena como música para niños. –Contestó ella con una sonrisa de oreja a oreja.

Javier dio un jadeo de sorpresa. Medio sorprendido y medio jugando.

-Mago de oz es un subgénero del metal...si mal no recuerdo. –Dijo mientras se brotaba el cabello.

Ella puso unos ojos como diciéndole "no te creo". Pero al final decidió creerle a Javier.

-¿Y qué música te gusta a ti?

Esa fue su plática en la sala de estar del segundo piso del hotel. Lo único que los alumbraba y muy a medias era una pequeña vela decorativa que prefirieron encender.

Antes de dormir esa noche, la chica tomo del antebrazo a Javier, quien parecía estaba por levantarse.

-Espera, quiero que hagamos un trato. –Dijo ella.

-¿Un trato? –Pensó él. Eso se le hacía un poco raro.

Y es que la palabra "trato" en un noviazgo no es algo que se escuche todos los días.

-¿Y que es ese "trato"?

La respuesta fue parcialmente contestada ya que la chica le dio un pequeño collar, con lo que parecía ser una placa de identificación con un hoyo en forma de corazón.

No llevaban ni dos días de novios pero ambos estaban, no seguros. Convencidos de que podrían llegar a quererse por mucho, mucho tiempo. Incluso quizá más tiempo del que se pueda contar.

-¿Un collar?, este es más un regalo que un trato. –Dijo él de manera confundida.

-Espera, aun no termino.

De la nada, ella metió su mano en el bolsillo de su chamarra, era de noche y lógicamente hacia frio. El punto es que cuando su mano salió del bolsillo, de su palma apareció un anillo, uno en forma de corazón.

Javier lo tomó en sus dedos, y al calzarlo con la placa de metal, encajaba perfectamente bien.

-El trato es: cuando nos volvamos a ver juntaremos estas partes. –Sentencio ella mientras le quitaba el anillo a Javier para ponérselo en el anular de la mano izquierda, y después. Ponerle el collar a Javier.

Cuando juntaron la mano de la chica y el cuello de Javier, se completó la placa. Y como estaban cerca, se dieron un beso "de piquito".

-Trato hecho. –Sentenció Javier.

Ahora estaban de regreso a ese cedro con las hojas caídas, rodeados de las nuececillas caídas y con el pasto como cojines.           

-Oye...oye despierta. –Dijo ella mientras meneaba a Javier para que abriera los ojos.

-¿Hum? –Javier pronto se despertó y se fijó que los ojos de su novia estaban relucientes como la luna cuando está llena y el cielo despejado.

Contemplaba sus ojos con mucha alegría, miraba como la pupila negra se dilataba, dando cuenta que ella se aceleraba al verlo.

Miraba el avellana claro con un toque verde en ellos de igual forma. Eran hermosos que no quería dejar de verlos.

-¿Aun estas dormido? –Fue lo que lo saco de su trance.

-No...o bueno, en realidad no lo sé, ¿Qué me dices tú? –Empino su cabeza para darle un beso, lo cual dejo a su novia con los ojos bien abiertos y a Javier con los ojos bien cerrados.

Entre ellos dos no había más que risas y alegrías, los días se pasarían rápido para su mala suerte. Las tres semanas solo quedaron reducidas a no más de dos días cuando llego su última actividad juntos "hasta nuevo aviso".

Javier estaba en su cuarto después de bañarse, se podía decir que estaba listo para el último día con su compañera.

-No puedo creer que siempre olvide preguntar su nombre. ¿Por qué soy tan idiota?

Aunque no quisiera, Javier tenía una pésima memoria. Con suerte no se le olvidaba donde demonios dejaba su cabeza ya que para su suerte la tenía pegada al cuerpo.

Y es que eso lo hacía sentir bastante estúpido, y la verdad no estaba muy lejos de esa afirmación.

De todas formas, no importaba que no supiera el nombre de la chica, ella eventualmente se lo tendría que decir.

Estaba secándose el cabello con la toalla blanca y de líneas azules, ¿o era azul con rayas blancas?, de repente esa duda lo asalto.

No fue que su curiosidad de saber de qué color era la toalla se desvaneció al momento de entrar su hermano.

-¡Idiota, al menos toca antes de entrar! –Regaño Javier a lo que Luis contesto con un gesto de desaprobación.

-Ya sé que putas has estado haciendo cuando no estas, ¿acaso creíste que no me iba a dar cuenta? –Preguntó retadoramente

-Creo que eso no te interesa en lo más mínimo. –Respondió Javier dando una "sonrisa pública"

-No, no me interesa en lo más mínimo...pero quizá a mamá sí.

-Diles. Solo faltan dos días...dos días. –Repitió Javier melancólicamente.

-¡Eres patético! –Agredió Luis. –No puedo creer que tú y ella, agh, no quiero ni imaginarlo.

Javier no espero un solo segundo más. Arrogo la toalla y empujando a Luis, lo saco de cuarto.

El solo se dio la vuelta y se derrumbó sobre sí mismo. Dos días, dos días era todo el tiempo que le quedaba hasta que el adiós lo abrumara por completo.

Tal vez vivieran en la misma ciudad, pero a él le preocupaba no encontrarla de nuevo. Ese era un temor más allá de la muerte.

El esperaba con toda la desesperación de su corazón volver a verla después de esas tres semanas que pasaron juntos.

Recordar que se la paso evitándola tanto tiempo le dolía, le dolía en su corazón desesperado. Fue cuando se vistió que tomó un refresco tibio entre sus manos y miró por la ventana.

Veía el cielo un poco nublado, parecía ser que lloviera por última vez, cosa común en los locos veranos de México.

En ese refresco tibio estaban todos sus deseos de volver a ver a aquella compañera después de decir "Adiós" y quería que cuando la distancia doliera, pudieran crear un universo con un pequeño mundo donde estuvieran solamente ellos dos en aquel bosque para no tener que separarse nunca.

Y es que el adiós no era lo que ardía, lo que ardía como chile y limón en la herida era la distancia que los separaba...estaban tan cerca pero tan lejos, como si vivieran en continentes separados.

Y es que el temor de no volverse a ver no solo azotaba a Javier, también a la chica le golpeaba el corazón esa idea.

Pero tenía que ser fuerte, fuerte como nunca lo había sido para resistir aquel golpe de mala suerte que hubo.

Pronto se dieron cuenta que si no se volvían a ver, aquel trato quedaría anulado.

Lo malo es que Javier probablemente sería el único hombre de verdad importante en su vida. Podía haber otro, lógicamente, pero esto podía tardar años.

Pero eso no le importaba, lo que le importaba era Javier, ella sentía una necesidad abrasadora de estar junto a él. Como si ambos corazones existirán en un solo cuerpo conformado por ellos dos.

Y ahí estaba ese terror, el solo pensar que existía la probabilidad, (muy alta por cierto), de que no se vieran otra vez hacía sentir que se moría.

Esa felicidad que Javier y ella tenían sería cruelmente arrancada por la distancia, teniendo esta, como cómplice al tiempo.

Al caer la noche, ambos prepararon una casa de campaña que Javier había saqueado del hotel junto con algunas colchas para el frio. Repetían lo mismo que hicieron al momento del picnic.

Seguramente llovería ya que últimamente durante la madrugada sucedía de manera regular.

El camino era obscuro, siendo alumbrado únicamente por las linternas que la chica tenía cuando salía de noche con su familia y otros huéspedes.

Afortunadamente, llegaron a una zona donde estaría bien en caso de que lloviera, todo tranquilo sin duda.

Ambos comenzaron a armar la casa de campaña, con lo que parecía ser melancolía en sus cabezas y tristeza y vacío en sus corazones.

Había pasado tan pero tan rápido el tiempo que parecía una estrella fugaz escapando de sus pequeñas y débiles manos, que comparadas con el enorme astro, eran insignificantes.

-Oye Javier. –Rompió el silencio.

-¿Qué sucede? –Preguntó.

-Quiero que hagamos una promesa, ¿tú que dices?

.-La que sea...hare lo que me pidas. –Afirmo Javier con certeza.

-Quiero que nos volvamos a ver, que nos esforcemos para volver a encontrarnos...debemos encontrarnos Javier, si no nos podemos contactar no me quedare de brazos cruzados...te buscare Javier, te buscare hasta que haya recorrido todo Morelia, no me importa tardar meses, quiero encontrarte fuera del hotel. –Ella trato de contener unas lágrimas, pero fue en vano.

-Sé...sé... ¡Sé que te buscare y te encontrare, aunque sea lo último que haga te encontrare! –Dijo él en un llanto amargo y con rabia.

Al no poder soportar en sus corazones el peso que ese adiós dejaba caer sobre ellos, se abrazaron, lloraron desconsoladamente.

-Quiero saber dónde vives. –Pidió Javier.

-No lo sé. –Contestó ella, derramando un mar de lágrimas.

-¿Cómo que no sabes?, no me digas eso...por favor. Tú eres la luz de mi vida, tú eres mi resplandor, tus eres la que llena de colores mi miserable vida.

-Entonces dime tú. –Suplicó, aún en su llanto de Magdalena.

-Yo...yo, ¡Yo tampoco me acuerdo!

Ambos se miraron con los corazones completamente rotos, vivían en la misma ciudad, ¿Pero eso les garantizaba que se volverían a ver?

-Dime algún sitio en donde pueda buscar, una pista o lo que sea...por favor.

-Lomas...lomas de Morelia...por una iglesia...una primaria, ¡vivo en la esquina de esa intersección! –Dijo ella, victoriosa.

-¡Te buscare ahí entonces!, te juro que no descansare hasta encontrarte...hasta poder verte otra vez, será ahí cuando descanse de buscarte.

-Está bien Javier...gracias, de verdad muchas gracias, no sabes cómo alivia escuchar eso, de ser necesario yo también te buscare hasta el fin del mundo.

Ambos se abrazaron, comenzaba a tronar en los alrededores, se podía decir que estaban a prácticamente un paso del temporal "Adiós".

Prácticamente solo quedaba esa noche, al día siguiente todo el hotel seria vaciado por completo.

"Dos días" eso era nada prácticamente.

Rompieron el abrazo y se tomaron de la mano, prácticamente se podía sentir su sangre bombear a través de estas, con una gran presión debido a que sus corazones estaban acelerados, pero pronto esa presión desapareció. Ya no se sentía el cómo bombeaba la sangre a través de la palma de sus manos.

Sus corazones desaceleraron ya que estaban en paz, en paz porque prácticamente se volverían a ver tarde o temprano.

Pero ambos deseaban que fuera lo más temprano posible, ya que el no verse sin duda les dolía en el corazón. Como si los golpearan con un picahielos en esa parte tan frágil de ambos.

Tan frágil que ella soltó a llorar, la felicidad la ínvida, pero también un poco de tristeza, ya que era como arrogar una moneda al aire. Tanto como se podían ver, como no.

Pero lo importante ahora, era disfrutar ese último momento que ambos tenían, antes de soltar sus manos y tomar caminos separados.

Su novia le contó una historia, que tiene que ver con el destino, emperadores, campesinas y un hombre que vive en la luna que todas las noches sale a tejer.

La historia era un poco curiosa, ya que Javier no creía en supersticiones. Pero en esta ocasión, haría una excepción ya que quería escuchar la dulce voz de su amada, la cual no escucharía tal vez en unos días, en unas semanas...o en unos meses.

Como no estaba lloviendo, ambos salieron de la casa de campaña, hecha de lona naranja con algunas líneas grises y detalles, (como el techo), de color negro.

Las cobijas que llevaban eran blancas, bastante viejas, pero cálidas como la piel de un oso. Un oso que los abrigaría a ambos en la que sería su última noche juntos.

Salieron, y notaron que había nubes en el cielo, las cuales empezaron a descargar rayos violentamente.

Era como un lienzo en negro con pequeñas rayas blancas que se pintaban en el lienzo, pero las cuales se desvanecían en cosa de un segundo.

Eran como las ramas de un árbol, un árbol milenario con muchas ramas, de todos tamaños, ya fueran grandes y gruesas o grandes pero delgadas.

Les recordaba al árbol en el que estaban sentados hace unas horas, en la total tranquilidad del bosque.

Ahora se había tornado salvaje, indomable e impredecible, como lo era el destino de aquellos dos amantes que deseaban ardiente y profundamente volver a verse.

Les llegaba el olor a tierra mojada del otro lado de la montaña, ahí estaba lloviendo salvajemente.

Pero ellos tenían la suerte de ver los rayos caer del otro lado de la montaña, el ruido de estos no era fuerte, pero hacia acto de presencia.

-Sabes una cosa... -Dijo él tímidamente.

-¿Qué cosa, Javier? –Respondido ella volteando a verlo.

-No se tu nombre.

-Ah, es cierto, nunca te lo había dicho. –Dijo entre risas. –Pero ese incluso no fue impedimento para que sucediera todo lo que ha pasado.

-Pero estoy desesperado por saberlo, ¿Cuál es tu nombre?

-Mi nombre es... -Su nombre no fue audible para Javier ya que cayó un trueno en aquel momento.

Solo miro con cara de confusión, ella le regreso ese gesto con una sonrisa divertida, como si fuera una antesala a una gran risotada.

-¿De verdad tengo un nombre tan raro? –Preguntó ella, naturalmente.

-No...no bueno, es que yo no. –Otro relámpago cayó.

Ambos voltearon a ver en donde había caído ese enorme y estruendoso relámpago que pego un grito en el cielo.

Pudieron apreciar nuevamente ese lienzo negro mientras el pincel blanco dibujaba rayas en él para que despareciera rápidamente.

Dando un buen bostezo, ella enredo sus brazos en el cuello de Javier y se refugió en su pecho, mientras cerraba sus ojos.

-Vamos a dormir...tengo sueño.

Javier abrazo la cintura de su amada, mientras ponía su mejilla sobre la cabeza de ella.

Ambos se fueron a dormir con gusto y satisfacción.

-Oye... -Susurro Javier.

-¿Si? –Contestó ella.

-Te amare por siempre.

-Te diría lo típico..."yo también", pero confórmate con que eso ya lo sabía.

Javier solo soltó un suspiro de gracia. El comentario no lo esperaba para nada.

-Pero de todas formas yo también, Javier.

El perfume de la chica era algo otoñal: Manzanas, albaricoques, uvas y ciruelas, un buen olor al fin y al cabo. Y vestía un suéter rojo, del cual a partir de ahora, sería el color favorito de Javier.

Ambos se acostaron, él en las almohadas, y ella sobre el pecho de Javier.

La inocencia de la chica la hizo dormirse rápidamente, mientras Javier la miraba y jugaba con su cabello, respirando aquel perfume otoñal que se quedaría impregnado en su mente.

-Jamás olvidare ese olor...siempre lo recordare...te lo juro. –Susurro mientras cerraba sus ojos mientras se quedaba dormido.

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Pues no subí capítulo el viernes por que no me jodas, 6000 palabras, es el capítulo más largo que haya hecho de todos mis libros, pero aquí esta. 

Solo los que les guste el anime de romance me podrán decir de donde sale el "Zawsze in love", me parece que es de dos animes pero con que me digan uno me doy por bien servido.

nos vemos el próximo martes, (este capítulo también estuvo largo)

-Arturo

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