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¿Quién eres?

Ya era el para nada esperado día del regreso a clases. Javier no había dejado de pensar en la chica que había dejado atrás.

Suspiraba mientras se arreglaba la corbata de su uniforme, mientras hacia el nudo con la corbata color azul marino que nunca le gusto usar.

Sus pantalones nuevos estaban planchados y estaban relucientes, al igual que sus zapatos estilo Derby. Que, aunque un poco desgastados, estaban tan bien boleados que parecían nuevos.

Su camisa blanca de gala con las mangas remangadas hasta los antebrazos, siempre vestía de esa manera que era raro ver algo diferente en él.

Lo único que tenia de "raro" ahora es que estaba siempre melancólico, ¿y cómo no?, después de básicamente haberlo tenido todo para que después se lo arrebataran de una manera tan violenta y sin previo aviso.

-Hasta luego, ma. –Dijo Javier mientras se ponía la mochila.

-Regresa pronto, cabroncito. –Amenazó ella.

Cuando fue a la escuela tenía en sus ojos una sensación de estar apagado, sin vida alguna.

Prácticamente parecía un muñeco gigante, casi como un títere en una estantería llena de polvo en espera a que alguien lo usara o que por lo menos le dieran un pequeño jalón de sus hilos.

Por no fijarse en la calle casi lo atropellan varias veces, aunque se disculpaba, la verdad era que se cagaba en la madre de los conductores por no atropellarlo.

Pero incluso ya no sabía el por qué estaba así de triste. Era por una mujer que conoció en un hotel durante las vacaciones de verano...¿pero qué más?

Su olor estaba presente en su nariz cada que recordaba los momentos que paso junto a ella, pero nada más.

Cada que recordaba su rostro este se difuminaba. Si seguía a ese ritmo seguramente ese rostro seria cubierto por una tela que no lo dejaría ver.

Aquella sonrisa se borraría de los recuerdos de Javier cuando él incluso había jurado con su vida nunca, pero nunca de los nuncas olvidarlo.

La mañana era despejada y clara con los rayos de sol, los cuales estaban tan calientes como una tetera, por eso era que hacía algo de calor aunque fuera temprano.

-Hasta luego Mari Tere. –Dijo un chico que se despedía de alguien. -¿Javier?...

Javier había pasado junto a ese chico como si nada, aunque el parecía conocerlo de años atrás.

-Cabrón, ¿Qué no saludas o qué? –Preguntó el chico.

-¿He? –Exclamo Javier como si no conociera a aquel chico.

-No me digas que te olvidaste de tu viejo amigo Raúl. –Dijo él mientras extendía los brazos.

-Raúl...Raúl, ¡es verdad, ya me acorde de ti! –Javier le dio un abrazo a Raúl para no dejarlo con los brazos extendidos.

-¿Quieres una Pepsi? –Pregunto Raúl.

-¿Por qué no?

Ambos fueron a la máquina de refrescos de la escuela, pidiendo una Pepsi para cada uno.

-Ya acabaron las lluvias, estoy que me muero de sed. –Exclamo Raúl mientras abría la lata.

Al escuchar el "clic" de la lata, Javier dio un jadeo, como si recordara un proyecto con calificación del 80% el día antes de su entrega.

-¿Qué paso? –Preguntó Raúl.

Javier dejo la lata en el suelo, fue corriendo al baño lo más rápido que pudo mientras Raúl hacia una mueca extrañado de lo que había pasado.

No sabía por qué, pero ese "Clic" le trajo un recuerdo rápido.

Cuando él y la chica misteriosa estaban viendo películas en la sala de estar del segundo piso del hotel, una nostalgia y un sentimiento de frustración lo invadieron.

Literalmente fue al baño a llorar, mordiéndose la lengua para no hacer ruidos de que lloraba. Solo estaba ahí encerrado, soltando lagrimas mientras su rostro se enrojecía.

Lo hacía sentir mucha tristeza el hecho de que esos momentos desaparecerían de su memoria, aunque él no quisiera aceptarlo, el rostro de la chica se hacía más borroso cuando trataba de recordarlo.

De ahí era su enorme tristeza, el saber que olvidara al amor de su vida ya fuera tarde o temprano.

Lo único que se le ocurría era escribir en una libreta todas sus vivencias antes de que se volvieran más borrosas de lo que ya eran. Como un vidrio empañado que no te deja ver del otro lado de la ventana.

Cuando ya supo que hacer, decidió dejar de llorar, se levantó y se limpió la cara para salir del baño, era hora de afrontar la realidad por más dura que esta fuera.

No fueron ni diez metros recorridos cuando otro de sus buenos amigos lo saludo, pero lo este lo noto un poco extraño.

-¿Qué traes Javier?, ¿no querías venir o qué? –Preguntó.

-Pues lógicamente que no, ¿a quién le va a gustar venir? –Contestó Javier en tono un poco molesto.

¿Y ya viste al joto de Raúl?

-Sí, está allá, ahora lárgate de aquí Beto.

-Ándale pues.

Gilberto, o Beto como le decían Raúl y Javier era otro de sus buenos amigos, aunque muy molesto y hablador, no dejaba de ser un buen amigo.

Raúl por su parte era una muy buena persona, irresponsable eso sí, pero buena persona al fin y al cabo. Siempre buscaba ayudar a los demás de manera desinteresada en lo absoluto.

Sin duda ellos dos eran personas que podían ayudar a Javier a no sentirse tan miserable.

Pero lógico, se los tenía que comentar, ¿Cuándo sería un buen momento para sacar el tema?

Muy fácil, los maestros de las áreas sociales siempre preguntaban que hacían en sus vacaciones, ¿si habían viajado? En caso de que si ¿A dónde habían viajado? Aunque por otro lado si se habían quedado en la ciudad, ¿Qué habían hecho?

Así que ese sería un buen momento para Javier sacar el tema.

Cuando iba con dirección a su nuevo salón de clase vio algo, algo que le llamo mucho la atención.

Era la figura de una chica que estaba de espaldas. Algo en ella le llamaba mucho la atención a Javier, no sabía el por qué...solamente lo sabía.

-Oye wey, apúrate, no quiero llegar tarde a la primera clase. –Insistió Beto mientras tiraba del brazo de Javier.

El solo miro atrás para ver esa figura que se le hacía familiar por alguna extraña razón mientras avanzaba a su salón de clase.

Una vez adentro se sentó en donde pudo, como había sido de los últimos en legar al salón, pues todos los lugares estaban ocupados.

El salón de clase era chico, pues su grupo era solo de 20 personas, pero se sentía muy a gusto así.

Aunque solo tuviera como amigos a Raúl y a Beto, él le hablaba casi todo el salón.

Pero había un grupito: "los tres perdedores". Como el solía llamarlos.

¿Por qué "los tres perdedores"? pues simple, Javier los llamaba así porque eran las tres personas más ineptas e idiotas del salón.

Las tonterías que los tres perdedores solían decir sacaban de quicio a Javier y a Beto, que tampoco soportaba a ese tipo de personas.

Raúl era una buena persona, pero un mal estudiante así que de no ser por su personalidad, en vez de 3 serian 4 perdedores.

Las bancas eran de color gris perla. Muy brillantes, tanto así que parecían recién fabricadas, Pero la verdad es que muchas tenían cosa de poco más de 6 años, solo una capa de pintura nueva y estaban como salidas del horno.

El salón de clases era el típico de ladrillos pintados de un amarillo grisáceos, con las separaciones entre ladrillo de color anaranjado fuerte.

El piso también era de un tipo de imitación de mármol, era lindo pero se veía que no era mármol de verdad o en su defecto era un mármol igual de barato que las papas cuando es temporada de cosecha.

Los ventiladores eran viejas por igual, todos daban una impresión de que era cosa de segundos de que estos cayeran encima. Lo único rescatable de ese regulero salón de clases era que tenía grandes ventanales que daban una vista al patio de la escuela, adornado con jardineras con bellas plantas pequeñas y algunos cipreses grandes y medianos en ellos.

Algunos de esos cipreses le daban un aire a los famosos cedros que estaban en la montaña a donde había ido.

Como era protocolo todos se presentarían con el nuevo profesor de Historia de México el cual ya había trabajado en el turno vespertino de la escuela.

Cuando llego momento de que Javier contara sus aventuras durante las vacaciones, meneo su cabeza ala izquierda un poco.

-Y entonces Javier, ¿Qué hiciste durante las vacaciones?

-Pues...pues vi a un hotel en la montaña con mi familia, había muchas cosas por hacer: estaba el lago, salir a caminar, escalar, acampar...pero creo que lo más importante es que conocí a una chica durante esa época...nos hicimos novios aunque fue por poco tiempo.

Todas las mujeres, (como son seres que se conmueven muy fácilmente), soltaron un "Aww", mientras que los hombres lanzaban chiflidos o susurraban "Pinche mentiroso".

-Ah, el amor de verano, cuando tenía su edad me sucedió tres veces, una de esas chicas vivía en España, sin duda fue algo muy bonito. –El profesor levantó la mirada como recordando. –Si mal no recuerdo su nombre era Susana. –Continuó.

-¿Y cómo se llamaba tu novia? –Pregunto una chica que se sentaba a un lado de Javier.

Pero Javier frunció el entrecejo...como recordando algo que no podía, y melancólicamente dijo:

-En realidad...no recuerdo su nombre.

Todos, hombres y mujeres, (incluido el profesor), repitieron el "Aww" pero esta vez no fue por que estuvieran conmovidos, lo soltaron con mucha tristeza y lastima en su voz.

-Que mal que no lo recuerdes Javier, luego nos cuentas el resto de la historia. Ahora sigamos con los que faltan.

Ahí fue cuando Javier se sentó para pensar en lo que había dicho, "En realidad...no recuerdo su nombre", era verdad. Aquel pobre diablo había olvidado el nombre del amor de su vida.

Y eso le amargo el resto de las clases hasta entrado el receso.

Beto y Raúl notaron esto sin problemas, veían a Javier decaído y triste, cuando él solía ser una persona muy alegre y divertida que le gustaba gastar bromas a las chicas.

¿Pero qué paso con él en las vacaciones?, ¿Qué fue lo que hizo que cambiara tanto?

-Oye wey, ¿te sientes bien? –Preguntó Beto.

-Si...solo estoy cansado. –Contestó Javier mientras se limpiaba unas lágrimas.

-No me digas que estas llorando, maricón. –Se burló Beto.

-No lo molestes, nomás está cansado. –Defendió Raúl. -¿Qué tal si vamos a ver a las de primero? –Continuó.

-¿Y qué me arresten?, no gracias. –Respondió Beto.

Javier soltó una risa del comentario que hizo Beto.

-Pinche Raúl, estas bien enfermo, tienes 18 años y aun piensas en mocosas de 14 o 15. –Dijo Javier.

-Oh bueno ¿qué tiene? Son mis gustos, no les afectan.

-Si pues pinche enfermo.

Al notar que Javier estaba sonriendo, Raúl y Beto se dieron por muy bien servidos.

-Pues yo voy por una torta, ¿me acompañan? -Preguntó Raúl.

-No tengo ganas de caminar, además tampoco tengo dinero. –Contestó Javier.

-Si vienes te invito algo de 10 pesos.

-Trato hecho. –Raúl extendió la mano a Javier para levantarlo y así encaminarse a la cafetería.

La fila era larga, larga, larga, larga. Una fila que parecía para recibir un trasplante de riñón.

Pero en realidad solo era para comprar cualquier botana o comida rápida para calmar el hambre de la mañana.

Porque eran casi las 11 y ellos no habían desayunado. A lo mucho Beto se había tomado una buena taza de café y una pieza de pan.

Pero Javier detestaba el café y con el pan tenía problemas de digestión...por lo cual muchas veces no comía nada en su casa más que un poco de fruta.

El detalle era que Javier olvido su dinero en la casa, ya que tenía la mente en otras cosas.

La noche anterior había tenido un sueño fugaz con aquella chica, un simple beso y un abrazo que ellos se habían dado.

Con lo que Raúl le había invitado decidió comprarse otra Pepsi, ya que la que se había comprado en la entrada pues fue abandonada junto a la máquina expendedora, pero ahora la lata estaba desparramada por el suelo.

Al sonar el "Clic" de la lata, los recuerdos lo invadieron de nuevo, pero esta vez los olvidó pronto ya que estaban Beto y Raúl.

Ambos estaban mirando por los grandes ventanales con barrotes negros que protegían las ventanas, observaban el patio.

Era de cemento gris con varias grietas en el mismo, pintura amarrilla desgastada y una línea blanca que apenas se alcanzaba a notar si uno entrecerraba los ojos y forzaba la vista.

Su escuela estaba cerca del bosque, y mientras se sumergía en la soda él pensaba lo hermoso que sería ir tomado de la mano de su amor mientras paseaban por el bosque.

-Esto es una mierda. –Susurró.

-¿Qué paso?, ¿no te gusto el chesco?

-No, no es eso...lo que pasa es que recordé que olvide la cartera.

-Eso ya lo sabíamos Javier. –Dijo Beto mientras sacaba de la maquina otra Pepsi. –Estas bien zorra.

Javier solo oculto su cara dándole un sorbo a su lata, en realidad sus amigos trataban de ayudarlo, pero no sabían cómo ya que Javier no les decía lo que pasaba con él.

-Oh vamos, sé que es una joda regresar a clases. Pero no es para que tengas esa cara larga. –Trató de ayudar Raúl.

Chesco: forma de llamar al refresco aquí en México.

-No es tanto por eso...son cosas personales. –Exclamo Javier dando un suspiro melancólico.

-¿Cosas tan personales que tus amigos no pueden saberlas? –Preguntó Beto.

-Pinche mal amigo. –Añadió Raúl.

-No lo entenderían, me dirían que soy bien joto y no sé qué y no sé cuánto. –Balbuceó Javier más desanimado todavía.

-Está bien, puede que tengas razón.

-De hecho la tiene.

-Chinga Beto, déjame terminar. El punto, al menos yo prometo no burlarme.

-Yo no juro nada.

-Está bien les digo...es por lo de la chica que conté en clase.

-¿Estas triste porque ya no vas a poder verla?

Ahí fue cuando Javier le dio otro trago a su frio refresco, lo cual estaba perfecto para el abrasador calor de la mañana.

Cuando estaba por hablar, uno chico de nuevo ingreso paso corriendo empujando a Raúl. No fue sino hasta que se cagaron en la madre del chico, que retomaron la plática.

-En realidad...ella vive en Morelia. –Dijo Javier.

-Oh que bien, ¿y por qué tan triste entonces? –Preguntó Raúl.

-Lo que pasa es que no sé dónde vive...no recuerdo su nombre...y se me está olvidando como era su cara. –Explicó.

-Joder...tu estas mal, ¿importa si ayudamos a buscarla? –Preguntó Raúl.

-No creo que puedan encontrarla.

-Ah vamos, existe Facebook, Twitter e Instagram, de que la vamos a encontrar la vamos a encontrar. –Alegró Beto.

-Wey me dijo que a duras penas le hablaba a la gente...es casi imposible que ponga una foto suya en Facebook.

Ese era otro problema que Javier había contemplado...ella al no ser muy sociable seguramente ponía como foto alguna de los típicos dibujitos del 2005, o una foto de un personaje de anime.

Por eso es que Javier no se había tomado la molestia de buscarla por las redes. Además, ¿Qué es lo primero que pones al buscar un perfil de Facebook?, ¡Exacto!, pones su nombre.

Y él no tenía ni eso. Las redes sociales en vez de aumentar sus probabilidades de victoria eran un recurso completamente inútil.

Al ya haber acabado el receso, los chicos entraron a clase pasando junto a los tres perdedores que se empujaban entre sí.

Uno de ellos choco con Javier y lo tumbo al suelo, ellos en vez de ayudarlo a levantarse y pedir disculpas, se rieron como animales.

Algo que hizo que a Javier, (que si de por sí ya tenía un humor de perros), le hirviera la sangre.

-¡¿Cuál carajos es tu problema conmigo?! –Grito Javier mientras se levantaba para tomar el cuello de la camisa al sujeto que lo había derribado, estampándolo contra la pared.

-¡He tranquilo vaquero! –Calmaron los otros dos perdedores junto con Raúl.

Javier estaba tan enojado que hasta los brazos se le habían trabado, como pitbull al morder se le traba la mandíbula por la fuerza con la que lo hace, lo mismo pasaba con Javier.

No fue hasta que sus brazos se relajaron que soltó al pobre infeliz que había azotado contra la pared.

Los tres perdedores solo se fueron calladamente al salón de clase. Raúl y Beto miraban extrañados a Javier.

-¿Qué traes, cabrón? –Preguntó Beto sujetando el brazo de su amigo.

Pero Javier no dijo nada, solo suspiro como sacando el veneno que le quedaba adentro.

El resto del día pasó como si nada, prestando atención a clase mientras esperaba que sonara el timbre de salida.

Pero al tomar una lata y media de refresco, algo en su organismo le pidió salir.

-Profesora, ¿puedo ir al baño? –Expresó Javier.

-Claro, solo que no te tardes.

Fue corriendo al baño ya que no aguantaba más, al caminar por el pasillo vio a una chica, que paso junto a él.

Esa chica tenía algo extrañamente familiar en su rostro, era tanto el parecido que directamente le recordó a su amor.

Javier volteó rápidamente pero la silueta de la chica desapareció, sin duda esa figura le resultaba familiar.

-No...no puede ser posible.

Javier se lo pensó un rato, antaño ella le había dicho que vivía en la misma ciudad. Algo que era un golpe de suerte por si mismo, ¿ahora le darían un gancho noqueador de tanta suerte que tenía?

Si ella iba en la escuela era totalmente posible, había tantas probabilidades como granos de arena en el desierto.

Sería como encontrar una aguja en un pajar, no es imposible, pero sí muy difícil.

Y es que el contemplar aquella situación en donde ambos se reencontraran era algo maravilloso, tanto así que Javier fue tras de esa silueta que se había desvanecido.

Pero al no encontrar nada, mejor simplemente se fue por su rumbo.

No fue sino hasta la salida que busco con toda su determinación a esa chica que le recordaba tanto a su novia.

Sin embargo, no encontró nada más que caras desconocidas.

Ahí estaba la probabilidad, al día siguiente durante el receso buscaría incansablemente para saber si solo fue un producto de su imaginación, o ella efectivamente estaba de regreso.

Cuando llego a su casa, él estaba exhausto, tenía que hacer tarea así que adelanto un poco de lo que tenía.

El cuarto de hotel que tenía era mucho mejor que el suyo...su cuarto solo medía 3 metros de largo y unos 5 de ancho.

Su cuarto estaba pintado de blanco y no tenía ningún gran adorno. Solamente posters de videojuegos, su escritorio, su computadora y sus muebles y cajones donde guardaba su ropa

Por el contrario, Luis tenía un cuarto de mismas dimensiones, pero su cama era enorme, (Javier tenía una individual), con cabecera de madera negra y un gran tocador donde guardaba sus pertenencias, él no tenía una cajonera como Javier, Luis poseía muchos más lujos que su hermano.

Cuando termino suficiente tarea decidió dormir, pero como si no lo hubiera hecho en muchos, muchos años.

Cayo tan profundamente dormido que tuvo un sueño que difícilmente se lo podría arrancar de la cabeza y de su memoria.

Estaba en la playa, algo que le resultó extraño ya que él no frecuentaba ese lugar.

Las olas bailaban al ir y venir de la orilla, sus pies se sentían mojados, el agua no estaba fría como él siempre la sentía...estaba templada.

De la nada un sentimiento le invadió el corazón de una manera violenta y desesperada, como si su corazón reclamara a gritos salir de su pecho.

-Javier...Javier. –Repetía una singular voz débilmente.

Cuando el miró atrás para ver de qué se trataba, efectivamente el corazón casi se le escapa del pecho.

-T-tu. –Exclamo Javier estupefacto.

Ella estaba ahí, sonriéndole, mientras lo saludaba con una mano.

-Te extraño...no sabes cuanta falta me haces. –Dijo Javier tratando de no llorar.

-También te extraño Javier, por favor...nunca olvides lo que prometimos, búscame Javier, por favor búscame.

-¡Te lo juro, lo hare, te buscare hasta que haya recorrido todas las calles, hasta que haya recorrido todas las casas!...nunca nadie me detendrá.

-Espero que cumplas tu promesa Javier...por favor.

Entonces, corrió para abrazarla con todas sus fuerzas, pero...en el último segundo antes de darle el abrazo ella se hizo arena.

Javier vio sus manos...la arena estaba recorriendo sus manos y ahí se percató que en su meñique izquierdo estaba aquel hilo rojo apuntando detrás de él.

Despertó con tanta violencia que incluso se cayó de la cama, estaba empapado en sudor...había vuelto a verla junto con ese famoso hilo rojo que ella le contó que los conectaba.

Fue ahí cuando supo que la chica que le resultaba más que familiar era la que estaba buscando, estaba seguro. Todo apuntaba a que era ella, solo era cuestión de buscarla en el receso y no parar hasta hacerlo...finalmente se reencontraría con el amor de su vida que pensó haber perdido.

Nunca antes había estado tan ansioso y desesperado de ir a la escuela, pero ya quería, quería con toda la fuerza de su corazón verla de una vez.

-si no llegaras a encontrarme...al menos recuérdame con cariño, por favor. –Recordó que le dijo una vez.

Estaba ya desesperado, la buscaría antes de entrar a la primera clase.

Y ahí estaba él, recorriendo las calles de manera vigorizante y decidida.

Para darle un buen regalo para celebrar su reencuentro, compró unos aretes con una piedra azul claro en el centro de los mismos. Esos se los daría a la mujer de su vida.

El poco o nada se podía creer que la suerte le había sonriendo de una manera que parecía que jamás tendría a tener suerte de nuevo.

Pero al llegar a la escuela busco por todo el patio...pero solo encontró a Beto y a Raúl.

Los dos se percataron que Javier tenía una energía positiva, ¿Por qué había cambiado tan de repente cuando el día de ayer estuvo casi por agarrarse a golpes con uno de los tres perdedores?

La respuesta no la encontrarían a base de lógica y razonamiento.

Lo notaban sumamente ansioso, no dejaba de mover arriba y abajo su pie izquierdo, se veía muy desesperado.

-¿Tomaste café hoy? –Preguntó Beto completamente desconcertado.

-No...lo que pasa es que estoy esperando a alguien muy importante.

Su corazón estaba latiendo muy rápido, era como si hubiera estado corriendo a máxima velocidad, simplemente no se podían explicar que le pasaba a su viejo amigo.

-Wey te ves muy nervioso, ¿seguro no tienes nada?

-Estoy bien, Raúl, no es nada...solo estoy un poco preocupado.

Existía lógicamente la probabilidad de que ella faltara a la escuela por X o Y razón. El asunto es que lógicamente él estaba casi por explotar de la impacienta de ver a su amada una vez más.

Podía sentir en lo más profundo de su corazón que ese hilo rojo que los unía estaba cerca nuevamente, tan cerca que hasta se podía llegar a enredar entre los dos.

El problema era que ya era hora de entrar a clase, tendría que esperar hasta receso.

Javier no dejaba de ver su reloj cada 5 minutos, 5 minutos que le parecían dos largas e interminables horas.

El pobre hombre estaba al borde de explotar por la impaciencia que sentía de no poder hacer nada más que esperar y esperar.

Cuando sonó el timbre para salir al receso, poco o nada le importó que aun quedara parte de dictado para la clase de literatura, simplemente salió disparado a buscar a su chica.

Corrió por los pasillos casi chocando con las personas de administración que llevaban algunos documentos en brazos.

Al salir al patio, busco con ojos de tigre toda aquella silueta que se le hiciera conocida, ¡pero no encontraba nada! lo cual lo hizo entrar en desesperación.

Él sabía que ella podía haber faltado ese día, idea que lo carcomía por dentro.

No fue hasta que la vio, la vio haciendo su cabello a un lado mientras se sentaba en una banca observando su celular.

Sus pies se movieron en automático, casi como si él fuera un autómata con la única orden de ir con esa chica que estaba sentada en la banca color rojo opaco, descarapelada de algunas partes y un poco de óxido en las patas de la banca.

Se fue acercando hasta que ella empezó a notar su presencia, pero había algo raro...su peinado era diferente además de un cierto gesto de confusión en el semblante de la chica.

¿Ella estaba confundida de pensar que ese fuera Javier?

-¿Cu-cuál es tu nombre? –Preguntó Javier al estar a una distancia prudente.

Pero la chica hizo un gesto de desagrado y desaprobación.

La respuesta que Javier recibió fue con un tono de desprecio, repudio y desagrado.

-¿Para qué quieres saberlo?

Esa respuesta que fue escupida por ella fue recibida por Javier como un gancho al hígado durante el último round de una pelea de campeonato.

-Pu-pues...¿no me recuerdas?...soy yo: Javier.

-Lo siento, no te recuerdo haber visto antes.

Esa palabra hizo que Javier sintiera que le habían arrancado el corazón de raíz.

-¿De verdad no te acuerdas?

-No, ¿enserio te conozco? –Dijo ella con tono tan despreciable que hizo que Javier sintiera ganas de morir.

-Sí, soy Javier...fuimos novios este verano, salíamos juntos, veíamos películas juntos...dijiste que estábamos unidos por el hilo rojo del des... –Javier se vio interrumpido.

-No, estas mal, yo no salí de vacaciones. Además, ¿Qué esa estupidez del hilo que nos une?, me estas confundiendo con alguien más.

La respuesta fue definitiva...ella no sabía de la existencia de Javier.

-Al menos...¿al menos me puedes decir tu nombre? –Preguntó de nuevo.

Ella replico: "¿Para qué lo quieres?".

-Para nada...olvídalo mejor...perdón.

Decir que Javier estaba destrozado era nada, como preguntar que hay en el vacío del universo...nada simplemente.

Lo que más le dolió no fue la respuesta tan desvergonzada que recibió, lo que hizo que todo su corazón se muriera fue el haber sido tan estúpido, imbécil, animal, simio, crédulo y bestia para creer que había reencontrad a su chica.

Fue ahí cuando se percató que ella seguramente no vivía más que en sus sueños. Pobre Javier, solo pudo encontrar refugio en el baño, donde se puso a llorar como una magdalena sin remedio, todo lo que podía darle esperanza se desmorono como un pequeño mazapán.

Solo salió de ahí hasta que escucho el timbre para entrar a clase, se limpió las lágrimas que pudo, (aun así no se detuvieron), y fue al salón de clases, cabizbajo.

Estaba viendo al pizarrón como si fuera una estatua, no se movía, ni movía los ojos. En realidad era difícil decir si estaba respirando.

Solo caían las lágrimas de sus mejillas machando su libreta de cuadros ya que era la clase de matemáticas.

No fue sino hasta que la profesora se percató que estaba llorando.

-Javier, ¿estás bien? –Preguntó preocupada.

En ese momento, salió de ese limbo, dejo de mirar al pizarrón como si su vida dependiera de ello.

Se sacudió un poco la cabeza y se limpió los ojos.

-Snif, snif...solo se me metió algo al ojo, estoy bien.

No es necesario decir que nadie le creyó, pero igualmente nadie se atrevió a preguntar qué era lo que podía estar agobiando a Javier por miedo a que rompiera en un llanto tan desgarrador que le rompería el corazón al hombre más fuerte.

Raúl estaba más que preocupado, como siempre, el sentía una responsabilidad si se hablaba de que Beto o Javier estaba pasando por un mal momento.

Pero Beto decidió no meter las manos al fuego ya que eso podía hacer que Javier se molestara con él.

-Yo digo que no es buena idea. –Dijo.

-Javier está muy raro desde que entramos a clases, solo acuérdate como era en segundo semestre, el cabrón está mal...solo es cosa de preguntarle. –Persuadió Javier.

-Hazlo tú, yo solo me quedare viendo a ver qué pasa. –En cierta parte Beto estaba siendo precavido.

Esperaron hasta la salida para preguntarle de buena manera a Javier que pasaba con él, lógicamente, Raúl estaba preocupado...Beto también se sentía mal por él pero prefirió no meterse en donde no le llamaban.

Javier caminaba rápido, como si tratara de evitar a toda la gente.

Pero fue detenido en seco por Raúl que lo sostuvo del brazo.

Su mano se transformó en un puño, uno que apretó tan fuerte que incluso temblaba de esa enorme fuerza que se concentraba en él.

Justo antes de que Javier soltara el golpe, vio que Raúl era el que lo había tomado del brazo, fue ahí cuando deshizo su puño.

-Ra-Raúl. –Estaba confundido de por qué su amigo lo tomo por sorpresa.

-¿Qué te pasa, Javier? –Preguntó de forma preocupada, casi compadeciéndose de su amigo.

-Ven, vamos a la tienda.

Los tres se encaminaron a la tienda, Beto y Javier compraron un cigarro, Raúl no fumaba así que solo compro un refresco.

Dándole unas bocanadas su cigarro para prenderlo bien, Javier se sentó en la banqueta que estaba a unas calles de la escuela en donde solía fumar con sus amigos.

-Bien, cuenta Javier, ¿Qué traes o qué? –Preguntó Beto con cierta preocupación.

-¿Recuerdan que les dije que tuve una novia durante el verano?

Raúl se mordió la lengua para no reírse, ¿enserio eso lo tenía tan infeliz?

-¿Estas triste porque no la vas a poder ver ora vez? -Preguntó Beto.

Javier solo dio una risa melancolía, tano así que parecía falsa.

-Quisiera que eso fuera...pero me da la impresión de que la voy a ver todos los días. –Dijo.

Eso confundió a Raúl y a Beto...¿Por qué estaba tan triste si su novia estaba con él en la escuela?

-¿Y eso es malo? –Cuestionó Raúl.

-Pues yo creo que no tendría por qué ser malo, ¿se pelearon o algo así? –Agregó Beto.

-Ella no se acuerda de mí. –De los ojos de Javier brotaron lágrimas, mientras fumaba su cigarro poco a poco.

Los tres tenían la costumbre de fumar lento, pero ahora Javier estaba como tortuga, Beto había terminado el suyo.

-¿Cómo que no se acuerda?, eso no tiene lógica. –Raúl expreso su desagrado.

-Ya lo sé...pero no se acuerda...la promesa que los dos hicimos no existe para ella, me preguntó quién era yo...si me conocía. –Explicó.

-¿Estás seguro de que es ella?, no vayas a estar equivocado de mujer y tu sufriendo como pendejo. –Raúl tenía toda razón.

-Estoy seguro que es ella...es idéntica, su voz es igual...todo es igual en ella menos su actitud.

Raúl dio un suspiro ya que no sabía cómo ayudar a Javier, simplemente no había manera humana de hacerlo.

-¿Qué le paso a esa chica después del verano que pasaron juntos?, ¿tienes alguna idea? –Beto ya estaba intrigado.

-Me dio una referencia de su casa, pero cuando la encontré...solo quedaba un puto lote baldío.

-¿No crees que haya pasado como en las películas?, tal vez su casa se derrumbó y algo le paso a ella y perdió la memoria y por eso no se acuerda de ti.

La idea de Raúl era absurda...pero no le quedaba de otra más que creer lo que le dijeran a fin de no pensar lo peor.

Javier acabo su cigarro, se despidió de sus amigos y se marchó a casa, mientras caminaba por la calzada Fray Antonio, observando lo que él llamaba "el glorioso acueducto".

Estaba perdido en sus pensamientos, no se podía sacar de la cabeza la idea de que su amada novia no lo reconociera y se comportara de una forma tan impropia.

Fue tal su descuido que una bicicleta, (con un conductor un poco torpe), lo atropello haciéndolo caer boca abajo mirando del lado contrario a donde caminaba.

Se quedó adormitado unos segundos, mareado, tratando de recobrar la conciencia.

Con los ojos entrecerrados vio algo, miro hacia adelante de él y vio el hilo rojo atado a su apreciada joya que no podía alcanzar.

Solo estiro la mano izquierda tratando de alcanzarla, viendo hacia las Tarascas observando también el hilo atado a su meñique.

Quizá todo ese tiempo esa chica era nada más que una alucinación, un mísero sueño que jamás fue verdad.

Se levantó del suelo con dolor en todo el cuerpo por el contundente golpe que se había dado contra el piso, sin siquiera esperar alguna respuesta se marchó como si nada hubiera pasado.

Estuvo toda la noche pensando una cosa nada más...el hecho de que su "novia" fuera un simple producto de su imaginación. Quizá el hotel estaba maldito y seguramente el fantasma había usado la imagen de alguna antigua huésped para engañar a los incautos.

Esa idea era loca...pero en realidad hay muchas leyendas que hablan de fantasmas o demonios que toman forma de bellas mujeres que usan esa belleza para saciar su hambre de carne humana.

Seguramente había pasado por algo similar en su estadía en el hotel...o esa era la idea que más lo convencía.

Teorías se formuló decenas, tratando de responder a la cuestión del porque ella no lo recordaba y por qué lo había tratado peor que a un perro.

Puede que simplemente se haya equivocado de mujer ya que ella jamás lo trataría de semejante manera tan bárbara.

Se dice que hay 7 personas iguales en el mundo...puede que dos de ellas vivan casualmente en la misma ciudad...y que el haya conocido a esas dos personas.

Pero algo era 100% seguro, que la chica de sus sueños era solo eso...un sueño el cual quería volver a tener.

Javier daría lo que fuera con tal de volverla a ver, o ni siquiera eso. Vendería su alma con tal de recordar su nombre y buscarla como le había prometido antes de dar el adiós.

Adiós que podía ser definitivo... por cómo estaban marchando las cosas.

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Pues esta es la segunda parte del libro y espero les haya gustado
Nos vemos en un semana, (el capitulo estuvo largo)

-Arturo

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