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Busqueda imposible

Al llegar a casa, Javier estaba demasiado exhausto, así que durmió inmediatamente para descansar y al día siguiente ir a buscar al que parecía ser el amor de su vida, algo que no debía dejar escapar.

Pero su madre se lo impidió, deberían ordenar las maletas, lavar la ropa sucia, hacer el que hacer de la casa. Básicamente una joda para él.

Se apuró lo más rápido que pudo barriendo y trapeando el piso de mármol blanco que estaba por toda su casa. Pasando la escoba por su escalera de madera de color caramelo sin descanso alguno.

También sacudió los barrotes color regaliz de madera que estaba en su escalera.

Sorprendentemente termino más cansado de lo que esperaba, por lo cual termino durmiéndose un rato.

Dieron las 5 cuando despertó, dando un enorme salto en su cama para ponerse su chamarra de color rojo, el color que le traía tantos buenos recuerdos como tantas estrellas hay en la galaxia.

Él vivía del otro lado de la ciudad en donde estaba la famosa dirección que la chica le había dado.

Tomo varios autobuses para llegar a su destino, los asientos de plástico le parecían incomodos, llevaba incluso con él un ramo de rosas que pensaba obsequiarle a su amor de verano.

El autobús tambaleaba y hacia saltar un poco a Javier mientras recorría las calles llenas de baches por donde pasaba.

Sin duda era una aventura, pero tenía que soportarlo para reencontrarse con esa chica.

Cuando llego al mercado de abastos de la ciudad, bajo lo más rápido que pudo del autobús. Tenía tanta prisa que incluso ignoro el puente peatonal que había.

Poco le importo que los autos pasaran por la ajetreada carretera.

Un auto casi lo atropella por ser tan insensato de pasar así como si nada, pero él estaba decidido a no perder ni un solo segundo para poder ver a su chica lo más rápido que pudiera.

Llego a Lomas de Morelia, ahora solo tenía que buscar la referencia que tenia de donde vivía la chica.

Para su fortuna, vio el campanario de la iglesia. Ya sabía a donde ir, solo le faltaba emprender la marcha.

No pasó mucho tiempo para ver la escuela, estaba cerca, muy cerca.

Las calles asfaltadas podían sentir sus pasos decididos e impacientes por llegar a la casa de su amada.

La buscaría por su nombre, solo así podía encontrarla, preguntando por su nombre.

Pero había algo raro. Las calles estaban llenas de polvo, algo que es común en toda la ciudad...pero esta vez era demasiado el polvo que estaba en la calle.

-No...

Ella dijo que vivía en la esquina de la calle en donde había una iglesia, la cual estaba enfrente de una escuela.

Pero en esa esquina había varios materiales de construcción además de un plástico negro sujeto a una alambrada que rodeaba el terreno de la esquina.

-Ella...¿ella me mintió?...¿o su casa está por ser construida aquí? –Pensó él.

Había varias personas pasando por la calle, así que preguntaría para saber que paso.

-Disculpe, ¿usted sabe que le paso a la casa que estaba aquí?

-Sí, el dueño se cambió de casa, la demolieron hace unas horas apenas.

-¡¿Sabe a dónde se cambió el dueño?! –Preguntó Javier desesperado.

-No...no sabría decirte a donde se fue.

Javier estaba tan impactado que sentía que el cuerpo se le derrumbaba en pedazos, por lo cual lentamente se sentó a la mitad de la calle ya que sentía que estaba por desmayarse.

El hombre no le dio más importancia así que mejor se fue, dejándolo solo.

Javier estaba atónito. El amor de su vida estaba en Morelia, pero podía ser en cualquier parte de la ciudad. Y aunque no era muy grande, sería casi imposible dar con ella.

Su peor pesadilla se había hecho realidad.

Había dos palabras en las que él creía "milagro" y "fortuna".

"Él creía" ya que dejo de hacerlo, esas palabras se borraron de su lenguaje ya que para él, eso había sido demolido junto con la casa.

Pero no estaba dispuesto a rendirse tan fácil, preguntaría en toda casa, en todo lugar cercano con tal de encontrarla.

Pero la respuesta siempre fue la misma: "Ella no vive aquí".

Estaba comenzando a llover como era costumbre en esa época del año, y como ya era algo tarde, el ocaso también se estaba haciendo presente.

El cielo se tornó negro al igual que su corazón porque se podía decir...que él nunca más vería a su amada.

Totalmente derrotado fue a tomar el autobús, pero la lluvia enfureció y comenzó a caer tal aguacero que parecía que el cielo se iba a romper.

Ya sin ganas de vivir, Javier paso por un puente que estaba arriba de las vías del tren, el camino al lado de la carretera era lodoso por la lluvia.

Los autos pasaban junto a él como las personas que pasaron junto a Javier cuando era su último día en el hotel, ese que le había dejado hermosos recuerdos junto con la chica que siempre fue misteriosa.

Cuando estaba por llegar del otro lado, un enorme tráiler paso a un lado de Javier, encandilando sus ojos con la fuerte luz que emanaban sus faros.

Quedo completamente cegado, tanto así que resbalo por el lodo, cayéndose por el acantilado hacia las vías del tren.

Rodó por la pequeña subida de tierra que existía para llegar a la carretera, llenándose de lodo y golpeándose varias veces la cabeza contra el suelo.

Como cuando cayó por la pista de correr en la montaña, solo que ahora lo detendrían las vías del tren.

Quedo tendido boca arriba, desmayado, mientras las gotas de agua golpeaban su rostro.

-¿El hilo rojo del destino? –Preguntó Javier.

Estaba afuera de la casa de campaña durante la última noche que compartió con su amada.

-Si...el hilo rojo del destino entrelaza a dos personas que están destinadas a ser pareja, de ahí su nombre.

Él no creía en cuentos ni en supersticiones de amor, pero debía reconocer que el relato del emperador y de la hija de la campesina era muy conmovedor.

-Yo creo...yo creo que nosotros estamos unidos por ese hilo, Javier...estamos destinados a encontrarnos siempre que nos separemos...no importa que ahora digamos adiós, confió en que algún día nos volveremos a ver.

Ella abrazo a Javier mientras él miraba los relámpagos dibujarse en el cielo nocturno, mientras la brisa helada acariciaba su rostro.

-Espero...espero que tengas razón.

Javier entreabrió los ojos, los cuales estaban llorosos. Un sentimiento de desamparo latió en su corazón.

Era tanta su tristeza y su sentimiento de desamparo que no lo soportó más y se soltó a llorar inconsolablemente.

El amor de su vida estaba en su ciudad, ¿en qué parte exactamente? Javier estaba más que seguro que ni Dios sabia la respuesta.

Se levantó con la cara y ropa llena de lodo, limpiándose únicamente el lodo que ensuciaba su cara.

Él estaba en esas vías del tren buscando algo...pero ya no recordaba que era, los golpes en la cabeza hicieron que lo olvidara.

-Ya...ya no me acuerdo de su nombre. –Javier continúo llorando, como si tuviera la intención de quedarse sin lágrimas.

-¡¿Cuál era su nombre?! –Continuó preguntándose mientras aun lloraba.

Ya no se podía aguantar más. Pego un enorme grito en el cielo para liberar su frustración y su furia, solo quedaba polvo de la única pista que tenía, al igual que la casa en donde ella vivía.

Miró a Lomas de Morelia para tratar de recordar que era lo que buscaba con desesperación de otro mundo, mientras que hilo rojo en su meñique se encaminaba del lado contrario a donde él miraba.

Dejando el ramo de rosas que tenía en mano, caminó por las vías del tren, abatido, cabizbajo, esas vías estaban relativamente cerca de su casa, por lo cual solo tenía que seguirlas para llegar hasta allá.

No paro de llorar hasta que olvido la razón para hacerlo. Toda pista que tenia de la chica se fue con el agua que le cayó encima.

Cuando estuvo cerca de su casa, dejo de seguir las vías del tren. Paso por una tienda en donde compró un cigarro para tratar de recordar lo que estaba buscando.

Pero no logro hacerlo.

La noche era tan obscura para él que podía ver como la braza del cigarro color anaranjado se quemaba poco a poco. Por más bocanadas que le dio siguió sin recordar que era lo que buscaba ahí.

Ella estaba en su mente, solo quedaba el olor a otoño de su perfume, nada más que eso y los bellos recuerdos que compartieron por poco menos de tres semanas.

El destino le había saqueado el corazón, como si se lo hubieran robado sin intención alguna de devolverlo en el futuro...estaba ya sin razón de seguir viviendo.

-Ese maldito hilo que nos unía a ambos... ¡ese maldito hilo jamás existió!
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Vale la pena poner este video :'v
Nos vemos el viernes para ya casi pasar a la segunda parte del libro.

-Arturo

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