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16 Una verdad y el dolor

Úrsula llega a la casa de Nova, quién no sale a recibirla, mientras que yo de un salto me le monto encima para llenarla de besos. Entramos y hay bocadillos en la mesa, Nova la saluda distante, ni siquiera se acerca.

—Cambiaste los muebles del living.

—También el colchón, la cama, tiré todos los cuadros y las sábanas.

—Conservaste la planta que te regalé para tu cumpleaños.

—Llévatela si quieres, ya que estás acá. Digo la última vez que estuviste en esta choza te llevaste mucho más que una planta y no fue nada material.

El clima de pronto se pone demasiado tenso, la dinámica entre ellas no se parece en nada a la que vivimos en la mansión, Nova conserva la distancia y aunque Úrsula quiere acercarse no se arrima. Entonces decido intervenir.

—¿Pueden por favor plantar una tregua? No quiero que si se ven, quieran matarse.

—Yo no quiero matarla —dice la rubia.

—Yo tengo que irme al restaurante, quédense el tiempo que quieran, hay comida en la heladera. Pero no te pongas muy cómoda —le dice a Úrsula, me besa y se va.

—¿Qué fue todo eso?

—Ella me odia y con razón, no puedo culparla y no debes presionarla. Prométeme que no vas a presionarla, por favor.

—No te odia, he visto cómo se ven ¿Qué fue lo que pasó?

—Yo le fui infiel una noche, cuatro meses antes de nuestra boda. La lastimé Alex y si ella quiere odiarme por el resto de su vida está en su derecho

—¿Tú? Pensé que...

—¿Qué fue ella la que hizo algo? —ve la botella de cerveza, la toma y guarda en la heladera, sacando un vaso y llenándolo de agua— yo era una alcohólica, lo soy, pero ahora llevó dos años sobria desde ese día. Habíamos discutido, ni siquiera recuerdo porqué —toma aire y se apoya en la mesada, llevándose una mano a la boca con la mirada pérdida—, yo salí a beber cómo siempre lo hacía, pero esa noche no sé que se me cruzó por la cabeza, me acosté con un tipo, que ni siquiera recuerdo cómo era, cogí con él, con mi vestido de novia puesto —se tapa la cara con una mano y sus ojos se le llenan de lágrimas—. Ella fue a mi casa, sabía cómo me ponía cada vez que tenía esos arranques, así que iba y limpiaba mi vómito, me bañaba, y me deja dormir, pero ese día no pudo esperar hasta la mañana y llegó en la noche, entró con su llave y nos vio, a él desnudo, y a mí vestida de novia borracha y... escuché sus gritos y vi sus lágrimas, en ese momento se me pasó lo ebria en dos segundos, corrí tras ella traté de que no se fuera, la alcance y caímos al piso, rompí el vestido y mi relación, la rompí a ella. Me dijo que me odiaba, cómo pudo se quitó de encima y me lo tiró el, este anillo —saca del bolsillo con una cadena un anillo—. Al día siguiente canceló la boda, me mandó con un camión de mudanza todas mis cosas o la mayoría, la casa que habíamos comprado a medias la vendimos. Y desde ese día nunca más volví a verla, hasta hace unos meses, por ti.

No supe que decir, así que me tomé un momento para buscar las palabras exactas. Esta misma mujer que me había dado tanto amor, la misma que es capaz de mirarnos con amor y ternura, la misma que me abraza y me besa suavemente. Había sido capaz de hacer semejante cosa a quién más amaba, y quizás de alguna manera, fue mejor en cierta medida que Nova hubiera ido esa noche, y se hubiera enterado, aunque fue más doloroso la manera en la que fueron las cosas ¿Cómo habrían seguido juntas? ¿Qué hubiera sido de ese matrimonio?

—Pero has cambiado, no eres la misma que hace dos años.

—No lo soy, pero la yo de hace dos años fue quién la lastimó tanto. No te das una idea del amor que da Novalí, ella cómo le puso su padre, es una supernova, explota de amor, lo que toca lo transforma, lo llena de vida. Pero yo, la del pasado, le había sacado hasta eso, ya no reía en las fotos, estaba triste y pensé que si nos casábamos podría cambiar para mejor. Quizás lo mejor fue que no se casara conmigo en ese entonces.

—Lo lamento —me acerco y la abrazo— se que aún la amas.

—La amaré toda mi vida. Pero por eso si tienes que elegir, elígela a ella.

—No quiero elegir, las quiero a las dos.

—Yo espero que no tengas que hacerlo —seca sus lágrimas—. Cambiando de tema encontré a Margot, bueno yo no, alguien lo hizo por mi —me toma de las manos— escucha amor, ella no es la misma que era cuándo dejó la mansión. Podemos ir a verla, él me mandó fotos, pero si vamos iremos las tres juntas con protección. Ay sonó cómo la invitación a una orgía —la miro con los ojos grandes—, ay lo dije en voz alta.

Pone las fotos sobre la mesa —para cambiar  de tema— y ahora entiendo a lo que se refiere, Margot que hace tan solo dos semanas no veo, se ve de la cagada. Pero yo no pienso abandonarla, no la dejaré así, no ahora, no nunca.

Le llamo a Nova y en menos de media hora está lista en casa para irnos a buscarla tomando un avión, cómo Úrsula ni siquiera llegó a su hotel sino que vino directo a la casa de Nova desde el aeropuerto, tiene aún sus maletas armadas. Volamos en primera clase, volé yo que nunca antes me había subido a un avión.

Nos dirigimos al lugar donde estaba el último rastro de ella, un edificio abandonado, lleno de personas sin hogar deambulando o durmiendo, algunos reunidos al rededor de un fogón en un tacho, ellas intentan detenerme para que yo no corra hacía Margot, pero me suelto. Aquí estoy corriendo hacia ella, sin pensar mi, ni medir el peligro.

La volteo para verla ¿Siempre había estado tan delgada? Su piel no se veía así. Se ve débil y frágil, pequeña cómo es y con la ropa grande cómo le queda, parece una niña desnutrida, pero es una adulta, una mujer adulta que ha perdido su brillo. Esta no se parece en nada a la Margot de la mansión tan curiosa y activa, tengo que mirarla dos veces, y voltear su cuello para conformar que es ella por una marca de nacimiento en forma de corazón abajo de su oreja izquierda.

Lo primero que sale de su boca y mirada desorientada me deja en shock, entonces volteo a verlas a ellas, quién leyendo mi mirada se acercan, sin importarles la sugerencia de los dos hombres que nos están cuidando.

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