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Capítulo 8

Un ruido logró colarse a mi primera fase no rem de sueño, me senté en la cama para prestar mas atención.
La puerta principal se había abierto, ese ruido que escuché, era el rechinar tan único que sonaba cada vez que se abría.

Tomé mi arma de balas de goma que eran duras como el corcho pero sólo eran capaz de causar dolor y unos cuantos hematomas en quien las recibía, siempre escondía un arma de estas entre el colchón y el respaldar de la cama.
No me juzguen, nunca se sabe cuando se podía llegar a necesitar, además no es un arma real.
Obviamente no iba a estar tan tranquila durmiendo en una casa en la que mi novio protector, que justamente no estaba siendo tan protector me dejo sola.

Salí de mi habitación, intentando ser muy silenciosa, me apresuré a llegar a los escalones, cuando llegué a la mitad donde cambiaban de rumbo intenté notar algo en medio de la oscuridad, pero no se veía nada extraño.
De pronto se escucharon pasos que iban por el comedor, quien sea que haya entrado, no estaba siendo muy silencioso.

Termine de bajar los escalones llegué hasta el comedor y logre divisar la figura de un hombre que estaba de espaldas, pero la poca luz de la luna que entraba por las ventanas no era suficiente para lograr percibir de quien se trataba.

Levanté el arma para apuntarlo y logré formular una frase a pesar que mis piernas estaban temblando.

—¿Quien eres y por qué estás aquí?

La figura se volteó y empezó a caminar hacia mí, yo dí pasos hacia atrás temerosa.

—Si sigues caminando no dudaré en disparar.

Lo sé, no era un arma real pero él no lo sabía.

Parece que mis palabras lo asustaron porque el tipo se detuvo. Un hecho que solo duró unos segundos porque decidió seguir acortando la distancia entre nosotros.

Asi que la única opción que quedaba era poner en práctica lo aprendido.

Apunté en la dirección de sus bolas, pero no sabía si debía dejar estéril al malechor, asi que elegí un nuevo blanco: el interruptor para encender la luz, el que tenía una pequeña lucecita que lo hacía ser visible en la oscuridad, y le dí con éxito, la luz se encendió y dejó al descubierto al tipo al que ahora le estaba apuntando.

—¿En serio me ibas a disparar? Vaya, creí que el enojo de esta tarde ya se te había pasado.

Solté el aire de mis pulmones, mientras baje el arma.

—¡Mierda! ¿Por que no dijiste que eras tú?

Ví como Enrique recogió la bala de goma del suelo y la analizó con la mirada, volteó al interruptor el que estaba hundido por el impacto.

—¿Donde aprendiste a hacer eso?

—¡Ah! Pues Carlos me enseñó —dije encogiendome de hombros.

—Si que eres buena. —Puso la bala sobre la mesa y añadió:— Pero eres una paranoica, ¿quien mas entraría a casa? Está es una residencial privada. No cualquiera podría entrar.

Debo admitir que desde la tarde estaba un poco paranoica, Carlos golpeado, Aby morada de su pómulo y yo sola en esta casa. Cualquier cosa podría pasar.

—Creí que no vendrías.

—Creí que sabías que vivo aquí.

Puse los ojos en blanco y deje el arma sobre la mesa junto a la bala de goma que Enrique puso ahí, él la miró, juntó sus cejas y volteó de nuevo a mí.

—Eres todo un misterio Natalia.

—¿Ahora soy un misterio por saber disparar un arma falsa?

Enrique negó con la cabeza mientras sonreía.

—¿Por qué llegas tan tarde?

—Estuve en la tienda de víveres de mis padres, como te dije volverán dentro de una semana y he estado ayudando al chico de confianza que mi padre dejo encargado. —Se giró caminando a la cocina y yo lo seguí, él pareció notarlo porque prosiguió—. Era un enorme camión de mercadería el que descargamos.

—Wow, un joven muy trabajador —dije con cierto sarcasmo en mi voz.

Él solo puso los ojos en blanco.

—¿Aby ya no ayuda en la tienda? —pregunté

—¿Aby? —Enrique rió de una forma burlona, como si lo que pregunté había sido una gran estupidez—. Aby ahora es multimillonaria, bueno su esposo lo es, lo que quiere decir que ella igual. —Se encogió de hombros—. Ya no necesita nada de esa tienda.

Habían pasado solo dos años desde que esos mellizos habían salido de mi vida, y todo había cambiado demasiado.
Ya no sabía absolutamente nada de la vida de la chica que había sido mi mejor amiga durante años y quería decirle a Enrique lo que había pasado por la tarde, pero aún no sabía por donde empezar.

—¿Sabes? Me encantaría poder visitarla.

—Claro con gusto te doy su nueva dirección.

—¿Crees que le agrade mi presencia? Aún sigo creyendo que Aby se alejo por tomarme el atrevimiento de creer que podía estar con su hermano.

Enrique puso una sonrisa de labios cerrados y nego con la cabeza, mientras me observaba.

—Sabes bien que Aby no es asi.

—Pues tal vez no sea necesario ir por ella, tal vez un dia decida pasar a visitarte y se encuentre con la sorpresa de mi presencia —Le sonreí.

—Creo que eso no pasará, Aby no sabe que estoy viviendo aquí

¿Qué?

—Pero bueno es mi hermana mayor, aunque sea solo por unos minutos pero lo es y aunque no se lo he dicho, seguramente se imagina donde estoy. Pero veo que sigues creyendo que Aby estaba en desacuerdo con nuestra relación.

—Claro, nunca me considero lo suficientemente buena para su hermano —ironice.

Enrique rió por lo que dije.

—Estas muy equivocada, Natalia más bien, Aby nunca me considero bueno para ti.

—¿Qué me quieres decir con eso?

Enrique aparto su mirada de mí, y llevó su mano hasta su frente para rascarla.

—¿Quieres que te diga porque Aby se alejo de ti? —dijo regresando su mirada a mi.

—Es lo que siempre he querido.

—Te lo diré, solo si prometes no enojarte conmigo.

Aquello olía como cuando a Carlos se le daba por cocinar algo: demasiado mal, ¿por qué habría de enojarme con Enrique?

—Habla ya Enrique —dije en un tono firme.

Él puso los ojos en blanco y dijo:
—Siempre tan dulce Natalia.

Empezó a caminar pasando a mi lado, yo lo observe con detenimiento, el idiota no me iba a decir nada. Lo tomé por el brazo, él se giro y llevo su mirada a mi mano que sostenía su bicep.

—Tu ganas, prometo no enojarme. -Solte su brazo.

—Verás —dijo mientras se giro para seguir caminando, asi que yo lo seguí—, Aby y yo teníamos un tonto pacto, en el que yo no debía ligarme a ninguna de sus amigas. Pero yo no soy muy bueno siguiendo reglas o cumpliendo códigos
Si lo sabre yo—, y a pesar de eso lo había hecho. —Se detuvo cuando llegamos a la sala—. Hasta que apareciste tú.

—¿Y yo me enojaría por?

—Porque Aby, creyo que te rompería el corazón y tu terminarías alejándote de ella por esa misma razón, asi que lo hizo ella primero.

Habia dicho aquello a toda velocidad que me fue difícil procesarlo.

—Fue demasiado tonto seguir ese pacto que formulamos a los catorce. —Enrique resoplo riendo—. Debí pararlo y decirle cuando me di cuenta que me enamore de ti.

En ese momento se me olvido mi misión de mencionarle a su hermana golpeada, porque me enfade, mis orejas se pusieron calientes y no precisamente porque descubrí que por culpa de ese tonto habia perdido a mi mejor amiga, Enrique estaba diciendo que se había enamorado de mí. A caso estaba esperando que me creyera esa patética mentira.

—¿Es en serio Enrique? —pregunté enojada—. Pretendes que me crea esa estupidez y me derrita porque el idiota que rompió mi corazón después de dos años me ha confesado que estuvo enamorado de mí.

Decidí ir a mi habitación dejándolo ahí parado. Cuando subí dos escalones un agarre fuerte sostuvo mi brazo girándome y haciéndome perder el equilibrio. ¡Si! Enrique me había llevado hacia él y ahora nuestras caras estaban a la misma altura haciendo que nuestras narices casi se rosaran, ya que la diferencia de estatura la compensaba el hecho que yo estuviera un escalón más arriba que él.

Soltó mi brazo e inmediatamente llevo sus brazos a mi cintura rodeandola, los vellos de mi piel se erizaron y podía sentir como su respiración tocaba mis labios.
Yo observaba sus ojos miel, pero los de él no hacían lo mismo, viajaban por todo mi rostro observando mis lunares hasta terminar con su mirada en mi boca, yo lo seguí llevando la mia hasta sus labios y él los relamio de una forma sexy y casi insitadora.

Yo odiaba a ese tipo. Él habia roto mi corazón, por culpa de él habia perdido a mi mejor amiga, bueno siendo honesta yo también habia contribuido en esa parte, poniendo mis ojos en él, pero si odiaba a ese tipo, porque justo en ese momento cada gota de sangre que mi corazón bombeaba hasta mi cerebro llevaba un único mensaje: Bésalo.

Lo siguiente que hice, fue una cosa de esas que haces cuando no estás pensando con la cabeza sino con el estúpido corazón o con la adrenalina que corre por tus venas, porque lo besé.

Nuestros labios se juntaron y se acoplaron perfectamente al ritmo. Nadie estaba guiando a nadie, era una sensación de hacerlo porque sabíamos que era asi, como si nuestras mentes se habían hecho una y nos dictaran cada movimiento que nuestros labios debían seguir y encajaban muy bien, como dos piezas de rompe cabeza que habían esperado toda la eternidad para juntarse y por fin estar completas.

Estaba de mas decir que nuestros labios ya se conocían demasiado bien, el tiempo no habia pasado para ellos.

Bajó sus manos a través de mis caderas hasta llegar a mis piernas, las tomó y las levantó, para que yo las entrelazara a su cintura, empezó a subir los escales, sin apartar sus labios de los mios hasta llegar a su habitación.

Se detuvo conmigo aún enlazada a su fuerte torso, nuestros ojos se encontraron, pero él los cerro de nuevo, y entreabrió sus labios esperando por los mios, yo acepté su pedido. Nuestras bocas se juntaron de nuevo, pero esta vez el ritmo del beso ya no era suave, sus labios me pedían mas en medio de pequeñas mordidas y unas succiones exquisitas en mi labio inferior, las cuales enviaban electroshocks para que mis células despertaran y llenarán de éxtasis mi cuerpo.

Se inclinó para ponerme sobre la cama y él se dejo caer suevemente entre mis piernas, mis dedos viajaron de su cuello hasta su cabello castaño, y lo tomé de una forma firme contraminando su cabeza más a mí, agregandole intensidad a nuestro beso, nuestras respiraciones eran agitadas y ya no se sabía cual boca dejaba los besos mas húmedos, sus manos que estaban en mi cintura la apretaron, como si de tanto deseo quisieran agarrar mi piel, junto su pelvis mas a mi entrepierna y fui consciente de lo que estaba provocando en él.

Su boca dejo mi boca, y empezó a bajar por mi cuello, dejando besos húmedos, provocando sensaciones de placer.
Quizas Enrique no debio hacer eso, porque abrí mis ojos saliendo del trance al que me llevaban mis deseos y vagos pensamientos por estar embelesada con él.
Caí en cuenta que estaba en la casa de Carlos, ¡de mi novio! y tenía a su mejor amigo sobre mí, el mismo idiota que había jugado conmigo.

Él intento poner su boca sobre la mía, pero yo giré mi cabeza a un lado, provocando que su frente cayera sobre mi clavícula, él respiro profundamente y solto el aire de forma cansada.

—No me hagas esto Natalia.

—No le hagamos esto a Carlos.

Creo que mi pedido lo hizo sentirse culpable porque se levanto de forma apresurada de encima de mí, sentándose en la orilla de la cama.

Él llevo sus manos a su cara y las restrego en ella, quizás por el arrepentimiento.

—Natalia, debes terminarle a Carlos —dijo Enrique.

Me senté apresuradamente a su lado y lo observé para buscar alguna señal de broma en su rostro, pero no había ninguna.

—Yo sé que no lo amas, Natalia y no puedes decir que sí después de esto.

Escuche sus palabras pero todo parecía tan irreal, sentía como si la chica que había permitido que Enrique llegará hasta ese punto, no era yo.

—No sé, ni por que carajos hice esto y ahora quieres que termine con Carlos —dije en tono frustrado.

Me puse de pie para salir de ahí, pero Enrique hizo lo que mejor sabia hacer desde que lo volvi a encontrar: Hacerme cuestionar si aún sentía algo por él.

—Vamos Natalia, dime que no quieres estar conmigo, dime que no deseas besarme cada vez que me ves, porque cuando yo te veo es lo único que deseo hacer.

No quite mi mirada del piso, si la regresaba a él, sentía que iba a descoserme y decirle que yo también deseaba eso cada vez que lo veía.
Entonces se paró y bruscamente me pego a su cuerpo, el idiota sabía que yo no lograría resistirme a él.

—Dime que no quieres estar conmigo, dimelo Natalia y jamás te volveré a molestar.

Asi que tome valor, levante mi cara, mis ojos se encontraron con los de él, que estaban a la espera de una respuesta.

—No puedo terminar con Carlos -dije decidida.

No dije no quiero, dije no puedo terminar con él, y era verdad, mi alma cobarde no sabía como terminarle al dulce Carlos.

El soltó mi cintura y dejo caer los brazos en forma de derrota, su mirada busco otra dirección y cerro los ojos negando con la cabeza.
No sé si era tristeza lo que percibía de su parte, pero de alguna forma el sentimiento que lo invadió en ese momento logro colarse hasta mis entrañas y me sentí mal, como si el corazón de él y el mío se habían roto al mismo tiempo.

—Descansa Enrique —me despedí.

Queria salir de esa habitación y sentirme feliz porque le había dado un golpe bajo al tonto que jugó conmigo, pero yo solo quería que él tomará mi mano de nuevo, me detuviera y me volviera a besar con la intensidad que lo había hecho minutos antes, pero ni siquiera se movio, asi que decidí empezar a caminar.

—Natalia espera.

Agradecí internamente al escuchar su voz.

Me gire, y su atractiva cara junto con su cabello castaño que estaba despeinado cayendo sobre su frente hacían una combinación exquisita.

—Quedate esta noche aquí. —su mirada como la de un niño triste provoco una sensación de ternura en mí—. Duerme conmigo hoy por primera y última vez, prometo que mañana solo seré el mejor amigo de tu novio.

Sus palabras ardían dentro de mi pecho, yo no quería eso, yo quería estar con él.

Estiró su mano para que yo la tomará y lo hice, me dirigió hasta la cama nos recostamos frente a frente.
Si alguno de los dos hubiera hablado en ese momento, no hubiera sido perfecto. Él y yo estabamos en calma, con nuestras respiraciones sincronizadas, tomados de las manos. Las palabras hubieran sobrado en un momento así.

Mi corazón estaba tan en paz que mis ojos se empezaron a dejar vencer por el sueño.

—No te duermas Natalia.

—¿Por qué no?

—No quiero que esta noche acabé nunca.

—¿Por qué? —repetí casi dormida.

—Porque hoy eres mía y mañana volverás a ser la novia de Carlos Sandoval.

Mi alma cobarde y mis pensamientos entorpecidos por el sueño se llenaron de valor.

—Mañana quiero seguir siendo tuya Enrique. —Respire profundo—. Le terminaré a Carlos —Susurré.

***

Me desperté con la imagen de Enrique saliendo de la habitación y el sonido del timbre que sonaba una y otra vez me hizo reaccionar.

—¡Mierda! Debe ser Aby de nuevo.

Fui a mi habitación, tomé una sudadera y me la puse, corrí escalones abajo, deteniendome justo a la mitad para evitar que la persona parada en la puerta notará mi presencia.
Era la voz de una mujer la que sonaba y no era la de Aby.

—No te alegras de verme Enrique —le dijo, Enrique no soltó palabra alguna, pero ella siguió—. Fue una odisea encontrarte, pero sé que te hará muy feliz lo que tengo que decirte.

Hubo silencio, Enrique seguía sin decir nada, y yo seguía sin entender lo que estaba pasando.

—Estoy embarazada mi amor —soltó la chica—, seremos padres —dijo en un tono feliz.

Y Ahí estaba mi corazón rompiéndose de nuevo.

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