Especial (Parte 2): Shanks
El sonido de unas campanilla cruzó el aire, señal de que un cliente había entrado. Lyzbeth, que hasta ese momento había estado regando las plantas que tenía en la parte trasera de la tienda, entró a la tienda, secándose las manos en un trapo y con una sonrisa servicial, que se quedó congelada al ver quien era el cliente.
El trapo se le cayó de las manos, y se agachó a recogerlo a toda prisa, al igual que el hombre ante ella, haciendo que sus frentes chocaran. Lyzbeth, cayó hacia atrás, llevándose una mano a la frente. El hombre ante ella se levantó y le tendió la mano, que ella aceptó tras un segundo de duda.
- Siento eso -se disculpó el hombre, con una media sonrisa-. ¿Estás bien?
- Shanks... has vuelto -fue lo único que pudo susurrar Lyzbeth.
- Sí... -Shanks apartó la mirada, clavándola en las macetas que había por toda la tienda-. Sé que tu hermano nos echó a mi y a mi banda, pero tenía que darte algo.
Le tendió una bolsita, que ella aceptó dudosa. Lo abrió lentamente, y un intenso aroma la golpeó. Eran semillas, y no tuvo que esperar a que germinaran para saber de que planta eran. Eran semillas de Bailarina Blanca.
- ¿Cómo...? ¿Dónde...? -Lyzbeth era incapaz de formular una frase con sentido.
- Por casualidad, pasamos por la isla de las que son originarias y... bueno, me acordé de ti, y decidí comprarte unas cuantas semillas. ¿Crees que podrás hacer que germinen?
Lyzbeth, sonrió radiante, y asintió con fuerza. Al ver aquella amplia y luminosa sonrisa, Shanks sintió que se le paraba el corazón. Jamás había visto una sonrisa tan hermosa. Apartó la mirada de nuevo, sintiéndose avergonzado por alguna razón que no lograba comprender.
- Bueno, yo y mis nakamas nos vamos ahora... No queremos problemas con las autoridades de la isla. Sólo hemos venido para traerte las semillas -se dio media vuelta para marcharse, pero Lyzbeth le agarró del brazo, deteniéndole.
- ¡Espera! Espera -repitió un poco más suave-. Seguro que estáis cansados... Yo hablaré con mi hermano y con el alcalde, y seguro que os dejarán quedaros unos días, si los convezco de vuestra buena voluntad. Con una condición -se puso seria de repente.
- ¿Qué condición?
- Si me prometes que no tienes a ningún... viejo amigo, digamos... persiguiéndote -Lyzbeth volvió a sonreír, y Shanks le devolvió la sonrisa.
- Te lo prometo.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Finalmente, los Piratas del Pelirrojo se quedaron varias semanas. No hubo ningún problema, ni ningún visitante inesperado, y todos en el pueblo les cogieron cariño a aquellos singulares piratas. Incluso Hank, aunque no le gustaba relacionarse demasiado con ellos, parecía haber olvidado que Shanks rompió las macetas de las flores de su madre después de que Lyzbeth le contara que le había traído semillas de su isla originaria.
Aquellos piratas cambiaron los esquemas que los habitantes tenían sobre los piratas. Lyzbeth ni siquiera sabía como definirlos. Cuando los conoció, los clasificó como "aventureros", pero no le parecía que aquella fuera la forma correcta de llamarlos. Vivían aventuras, sí, pero no lo hacían por los tesoros, como los otros piratas que conocían, lo hacían por viajar. Por vivir sus sueños. Por ser libres. Y entonces, al darse cuenta de eso, descubrió que los piratas eran los pájaros de la sociedad humana. Eran libres, volaban por el mar sin rumbo fijo, sobrevivían con lo que encontraban, y mantenían la mirada fija en su meta. ¿Cual era? Lyzbeth jamás se lo había preguntado, ni le importaba. Sólo sabía que eran libres, más libres que cualquier otra persona en todo el mundo. Y los admiró por ello.
A veces, cuando se sentaba en la playa al atardecer para ver como el sol se hundía en el horizonte, Shanks se sentaba a su lado y la acompañaba. Shanks le hablaba de los mares por los que había navegado, de las aventuras que había vivido y de las personas que había conocido. Lyzbeth lo escuchaba atentamente, ansiosa de escuchar qué era lo que había más allá del horizonte. Durante aquellos atardeceres, Lyzbeth a veces olvidaba como murieron sus padres, y Shanks se sentía como si estuviera en casa... Por primera vez en mucho tiempo.
A Lyzbeth no se le pasaban desapercibidas las miradas reprobatorias que le dedicaba Hanks cuando la veía volver al pueblo al lado de Shanks, hablando y riendo, pero no le dijo nada. Lyzbeth sabía que no le gustaba, pero sabía también que no se metería en su vida. Hank sabía que era lo suficientemente mayorcita como para elegir con quien andaba y con quien no.
Cada día que pasaba, Lyzbeth se sentía más cómoda con Shanks, más cercana. Y al mismo tiempo, empezó a sentirse extraña a su lado. Cuando la miraba fijamente sentía como todo su rostro ardía, y cuando sus manos se rozaban por alguna razón, sentía como si hubiera electricidad entre ellos. Le llevó semanas darse cuenta de lo que le ocurría. Se dio cuenta mientras leía el diario de su madre, el que escribía cuando era joven. Se dio cuenta de que su madre sintió lo mismo una vez... Y fue con su padre. Fue entonces cuando se dio cuenta de que se había enamorado perdidamente de Shanks.
Ni siquiera estaba segura de si era algo bueno o malo. Aquel sentimiento era maravilloso pero, ¿qué ocurriría le día que Shanks se marchara? Porque aquel día llegaría tarde o temprano, y no quería que le rompieran el corazón. No le importaba si Shanks no sentía lo mismo, lo único que quería era estar junto a él. Pero sabía que no duraría.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Cuando el temido día llegó, Lyzbeth no fue a la playa a despedirse, como la mayoría de los habitantes. No sería capaz de ver como el hombre al que amaba partía para no volver jamás. Dentro de la tienda, se dedicaba a recolocar todo por tercera vez aquel día, en un vano intento de olvidarse de la partida de Shanks. Sabía que se habían marchado al mediodía, y hacía rato que el sol había empezado a bajar. A esas horas, ya estarían en mar abierto.
La campanilla de la puerta sonó, y Lyzbeth alzó la cabeza, intentando formar una sonrisa forzada, sin conseguirlo. Se le abrieron los ojos como platos al ver quién era.
- Shanks... Creía... Creía que ya os habríais marchado -murmuró, apartando la mirada. Se había sentido fatal por no haber ido a despedirse, pero hubiese sido demasiado.
Shanks la miró fijamente, más serio de lo que jamás le hubiese visto.
- Quería despedirme de ti antes de irme, y como no venías... He decidido venir yo.
- Yo... -Lyzbeth no sabía qué decir. Dijera lo que dijera, seria una excusa barata.
- ¿Por qué nos has venido? -Shanks se acercó a ella y, agarrándola de la barbilla, hizo que alzara la cabeza, haciendo que se miraran a los ojos. Lyzbeth sintió que la cara le ardía-. Creía que éramos amigos -los ojos de Shanks se llenaron de decepción, y la soltó suavemente.
Se alejó de ella, y se dio media vuelta, dispuesto a marcharse de la tienda. Dispuesto a marcharse de la isla. Y a no volver jamás. Lyzbeth no podía soportarlo. Debía hacer algo. Aunque luego se arrepintiera.
- No he ido -empezó, haciendo que Shanks se parara, pero sin darse la vuelta-, porque no podía soportar verte marchar. Significas demasiado para mi, y nunca me han gustado las despedidas -apartó la mirada, sonrojada hasta las orejas, por lo que no vio que Shanks se acercaba a ella a grandes pasos.
- Entonces, que sea un hasta luego.
Shanks le agarró el rostro con ambas manos, y se la lazó de nuevo, para que sus miradas se volvieran a encontrar. Petrificada, Lyzbeth vio como los labios de Shanks se acercaban a los suyos, pero cuando se unieron, se dejó llevar y cerró los ojos. Aquello era lo que había estado deseando todas aquellas semanas y, aunque ella no lo supiera, también había sido lo que Shanks había deseado, desde que la vio sonreír cuando el entregó las semillas de Bailarina Blanca.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Tres meses más tarde, un barco atracó en la roja arena de Firesand. Una curiosa multitud se había congregado, ansiosa de ver quienes eran los que atracaban. Un hombre con cabello rojo y un sombrero de paja fue el primero en bajar, pero nadie tuvo demasiado tiempo para fijarse en su rostro, pues una figura con un delantal de jardinería salió corriendo de entre la multitud y se le echó encima, haciendo que ambos cayeran al suelo.
Lyzbeth besó a Shanks con dulzura, mientras éste reía.
- ¿Ves como ha sido un hasta luego? -dijo Shanks, mientras le ponía con cariño un mechón castaño tras la oreja.
Lyzbeth se levantó y le tendió la mano a Shanks para ayudarlo a levantarse, ante las miradas divertidas de los habitantes de Greattree. Hank se acercó imponente hasta donde su hermana y el pirata, y la sonrisa se les congeló en el rostro. Lyzbeth no le había contado a su hermano lo que había ocurrido el día en el que los piratas se marcharon, pero sabía que no le iba a hacer ni pizca de gracia. Con expresión solemne, Hank extendió la mano hacia Shanks, que éste apretó tras un segundo de duda.
- Bienvenido a la familia -dijo, adoptando una amplia sonrisa de pronto, y atrajo a Shanks para darle un gran abrazo. Cuando se separaron, su amplia sonrisa cambió a una mirada de advertencia-. Más te vale cuidar bien de mi hermanita.
- Sí, te lo prometo -respondió Shanks, masajeándose el brazo, que se la había quedado dormido después del abrazo de oso de Hank. Lyzbeth se echó a reír.
Decidieron hacer una fiesta para celebrar la vuelta de aquellos piratas que tanto les habían cambiado los esquemas. Duró hasta la madrugada, y Lyzbeth ya empezaba a cabecear tras tantas horas de bailar y cantar. De pronto, Shanks, que se había sentado a su lado en el suelo, se levantó y le tendió la mano.
- Vamos. Te acompaño a tu casa.
- Estoy bien -respondió Lyzbeth, haciendo un mohín, mientras se frotaba un ojo.
- Lyzbeth... -insistió Shanks, mirándola con dulzura.
- De acuerdo... -Lyzbeth suspiró, y aceptó la mano que Shanks le tendía.
Caminaron en silencio, dados de la mano, hasta la casa de Lyzbeth, una pequeña casa de un sólo piso rodeada por un gran y cuidado jardín. Al llegar a la puerta, Shanks besó suavemente a Lyzbeth en la mejilla.
- Supongo que tendré que volver a la pensión. Parece que la fiesta se está terminando -comentó, fijándose en que la música ya no se escuchaba sobre los árboles.
- ¿Por qué...? -Lyzbeth paró y respiró hondo, completamente sonrojada-. ¿Por qué no te quedas a dormir? -le mantuvo la mirada a Shanks, que la miraba con los ojos como platos.
- ¿Estás segura? -ambos sabía qué estaba implícito en aquella propuesta.
- Sí.
- En ese caso, me encantaría.
Lyzbeth abrió la puerta y entró a la oscuridad de su casa. Sin decir una palabra más, Shanks la siguió.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Los siguientes meses fueron todos así. Shanks siempre se marchaba, pero siempre volvía al cabo de unos meses, con semillas de plantas extrañas que encontraba en las distintas islas que visitaba en sus asombrosos viajes a modo de regalo.
Durante aquellos momentos en los que él estaba en la isla, Lyzbeth se sentía la mujer más feliz del mundo. Los días se llenaban de relatos de aventuras y de paseos por la playa, y las noches de caricias furtivas y besos en la oscuridad.
Pero un día, la felicidad se terminó.
Lyzbeth sentía que Shanks se estaba alejando más de ella últimamente. Intentó hablarlo con él, pero se cerraba en banda y sólo respondía con evasivas. Cuando al final le contó la razón, Lyzbeth deseó no haberlo sabido.
- ¿Cómo que te vas? -esbozó una sonrisa nerviosa. No era la primera vez que Shanks le decía que se marchaba, pero sentía, sabía, que aquella vez era diferente.
- Tengo que ir al East Blue por algunos asuntos... Y no sé cuando volveré -Shanks era incapaz de mirarla. Se sentía miserable.
- Bueno, no me importa. Tu siempre dices hasta luego. Siempre vuelves. No me importa cuanto tiempo tardes, te esperaré -intentó cogerle de la mano, pero él la apartó. La miró, con el dolor impregnando su mirada.
- Lyzbeth, pueden pasar años. ¿Dices que me esperaras? Tú mereces algo mejor que no saber siquiera si volveré. Mereces un marido bueno, estable y que pueda estar cuando lo necesites. Soy un pirata, Lyzbeth. Podría morir en cualquier momento. No quiero que me esperes... Vive la vida que te mereces.
- Tú no morirás, Shanks. Siempre vuelves, y sé que volverás esta vez también. No me importa si pasa un año, o dos, o tres, o diez. Te seguiré esperando.
-Lyzbeth -suspiró Shanks, apoyando su frente contra la de ella. Con el dorso de la mano, le secó suavemente las lágrimas que, sin que se hubiese dado cuenta, habían resbalado por sus mejillas.
- Te esperaré, como siempre, al atardecer en la playa. No me importa cuantos atardeceres hagan falta, sé que volverás. Y cuando vuelvas, yo estaré esperándote donde siempre.
- Lyzbeth... No lo hagas más difícil -susurró Shanks, intentando que no se le rompiera la voz-. Podré irme si sé que estarás bien, con alguien que te merezca.
- Me merezco alguien como tú, ¿es que no lo entiendes? Estaré bien, mientras sepa que volverás. Prométemelo, Shanks. Prométeme que volverás.
- Vente conmigo -susurró él, como último recurso, pero ella se apartó suavemente y esbozó una sonrisa triste.
- Sabes que no puedo, Shanks. Tengo todo aquí. Todos mis seres queridos. Y sólo sería una molestia para ti. No sé navegar, no sé pelear, sólo se plantar. El mar no es para mí.
- Sabía que responderías eso -Shanks también sonrió con tristeza-, pero debía intentarlo una última vez.
- Prométeme que volverás. Dime que esto es un hasta luego -repitió Lyzbeth, apoyando su cabeza en el pecho de Shanks, mientras lo rodeaba con sus brazos.
- Te lo prometo.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Lyzbeth estaba sentada a la mesa de la casa de su hermano, con su sobrino Nick, de casi tres años, sentado en su regazo. El niño, de alegres ojos verdes y claro cabello, reía, intentando agarrar el pelo de su tía con sus regordetas manos. Hank y su esposa, Matilde, los observaban sonrientes. Tras la marcha de Shanks, Lyzbeth había estado muy taciturna durante un par de semanas, pero ahora volvía a ser la chica risueña que conocían y querían.
Tras probar un poco de su guiso, Matilde agarró la gran cazuela y las puso en la mesa. Al abrir la tapa, el sabroso olor se repartió inmediatamente por toda la habitación. Sin entender la razón, Lyzbeth sintió nauseas de pronto. Con urgencia, dejó a Nick en brazos de su padre, y echó a correr hacia el baño tapándose la boca con la mano. Preocupada, Matilde echó a correr tras ella. Al otro lado de la puerta cerrada del baño, se podían escuchar perfectamente las arcadas que estaba sufriendo Lyzbeth. Matilde tocó la puerta con delicadeza.
- Lyzbeth, cielo, ¿estás bien?
La puerta se abrió al instante, mostrando a Lyzbeth, pálida y con una leve capa de sudor.
- Sí, estoy bien -respondió con una leve sonrisa tranquilizadora-. Debo haber comido algo en mal estado, sólo es eso. Llevo unos días sintiéndome igual, no te preocupes.
Un brillo de alarma apareció en la mirada de Matilde.
- Lyzbeth, dime, ¿cuándo fue la última vez que tuviste la menstruación?
- Matilde, que tiene que ver eso con... -de pronto, Lyzbeth se puso más pálida todavía-. No estarás insinuando que...
- Respondeme, ¿cuánto tiempo?
Lyzbeth lo pensó unos minutos, contando con los dedos. Al final, la respuesta la dejó casi sin respiración.
- Demasiado tiempo, Matilde... Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez.
- ¡Tenemos que ir al médico ahora mismo! Hank, ¡cuida de Nick! -exclamó Matilde, entusiasmada arrastrando de su cuñada hacia la puerta.
- ¿Qué ocurre? ¿Es grave? -la mirada de Hank estaba llena de preocupación.
- No, no es grave... ¡Sólo vas a ser tío!
Lyzbeth empezó a reír suavemente, todavía sin hacerse a la idea, mientras se acariciaba el vientre. Iba a tener un bebé... Un hijo de Shanks.
Bueeeeeeno, y lo dejo aquí, que sino me sale el capítulo muuuy largo. En sí mi intención era seguir escribiendo en este capítulo, pero es que se me ocurren cada vez más ideas y claro, a lo tonto, van a salir más largos los especiales que la historia en sí XD Bueno, siento mucho la demora, pero ya sabéis como es el colegio y los exámenes... Quitan tiempo para todo!!! Por cierto, me he dado cuenta de una cosa, y quería comentarlo a modo de curiosidad... Os habéis dado cuenta de Hank es igual que Shanks si le quitas las eses? Me di cuenta mientras escribía estos especiales, y me ha parecido una coincidencia muy curiosa xD Y os habéis dado cuenta también de que este capítulo es como si hubiera cogido un montón de capítulos cortos y los hubiera pegado a base de ---------- xD Bale, se me va la olla, y debería irme a dormir xD
Bueno, podéis seguir haciendo preguntas para el especial, porque bueno, hasta que suba el siguiente capítulo... pueden pasar siglos xD Lo sé, soy una pésima escritora ^-^"
Y nada más, mis ponycornios!!! Votad y comentad, que es gratis y además bueno para la salud. Que no os lo creéis?? Pues lo ha dicho un estudio de la Universidad de Cair Paravel!!! xD Gracias por leer :-*
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro