Capítulo 9: La despedida
Salt se separó de golpe de ella, con el corazón latiéndole a mil por hora. Anais seguía mirándolo fijamente, preocupada.
- Estoy... -carraspeó al ver que la voz le temblaba levemente- Estoy bien.
Anais asintió, aunque en sus ojos se veía que desconfiaba levemente. Ella le conocía mejor que nadie, no podría engañarla, pero ella lo dejó pasar.
- Bueno, me voy a dormir. Y recuerda lo que te he dicho. No te rompas la cabeza con ese tema. Lo hecho hecho está -Anais le acarició la mejilla suavemente, mirándolo con cariño. Después se marchó, dejando a Salt confundido y con el corazón a punto de salirle del pecho.
La mente de Salt era un hervidero de ideas. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Por qué se sentía tan idiota cuando Anais estaba cerca? ¿Qué había cambiado en esos días en los que Anais estuvo apresada?
Nunca lo admitiría, pero cuando vio aquel bote de pimienta en el suelo, no sólo sintió rabia por lo que Pepper había hecho, sintió un dolor y una angustia que no sentía desde la muerte de Jannisse-san. El dolor y la angustia de creer que había perdido a un ser querido... otra vez. En ese momento, sintió que se hundía en la más profunda desesperación, y esa vez no estaba Pepper para sacarlo de la depresión. Pero rememoró el rostro de Anais, su sonrisa, como se molestaban mutuamente, la seriedad con la que afrontaba sus misiones. Recordó todo lo que hacía a Anais única. Y esos recuerdos lo sacaron del agujero.
No había sido la primera vez que perdía a un subordinado durante una misión, pero jamás le había dolido tanto. Jamás se había sentido tan solo. Jamás le había dado tantas fuerzas el recuerdo de esa persona. No servía de nada engañarse a sí mismo; sabía que, de haber sido otra persona y no Anais, no habría ido a rescatarla. Habría llorado su muerte, tal vez, pero no habría removido tierra y cielo para encontrarla, no se habría separado del Ejército Revolucionario, no les habría pedido ayuda a unos piratas a los que no conocía. Eso sólo lo había conseguido Anais.
Se apoyó en la baranda y alzó la cabeza al cielo, observando las estrellas y la luna, como si ellas pudieran darle las respuestas que buscaba, aunque sabía que no serviría de nada. Para saber la verdad no debía mirar en el cielo, debía mirar en su interior.
No sabía cuanto tiempo pasó ahí, con los ojos cerrados, pensando en todo y en nada al mismo tiempo. Su mente saltaba de un recuerdo a otro sin un orden concreto, pero se dio cuenta de algo: su mente siempre lo dirigía a recuerdos sobre Anais. Cuando la conoció, cuando accedió a unirse al Ejército Revolucionario, las distintas misiones que había completado juntos. Las heridas que Pepper le había causado. Sacudió la cabeza, para evitar a pensar en Pepper. Debía hacer caso a Anais, sólo recordar los buenos recuerdos de la infancia.
Ya despuntaba el sol cuando se dio cuenta de la verdad. En sí, se había dado cuenta mucho antes, pero no había querido aceptarlo. Pero, mientras los primeros rayos del sol le calentaban el rostro, con una sonrisa resignada, aceptó la verdad. Aceptó sus sentimientos.
- Estoy enamorado de Anais -susurró, antes de pasarse una mano por el rostro.
Se echó a reír suavemente, mientras una sensación cálida y agradable empezaba a recorrerle el cuerpo.
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Pasaron varios días, mientras las heridas de Anais terminaban de curarse. Por suerte, no le quedarían secuelas, aunque sí unas cuantas cicatrices, pero eso a ella no le importaba. Llevaba años conviviendo con algunas, unas cuantas más no le molestarían.
Dos semanas después de que Salt descubriera sus sentimientos por Anais, una isla apareció en el horizonte. Estaban escasos de provisiones, por lo que, sin duda alguna, se dirigieron ahí. Nada más verla, Anais sintió que la tristeza embargaba su corazón. No podían atrasarlo más, Salt y ella debían marcharse. Sus heridas ya estaban lo suficientemente curadas, y llevaban demasiado tiempo fuera de los revolucionarios. El deber llamaba.
Anais deseaba que el momento de desembarcar no llegara nunca, porque sería el momento de las despedidas. Sabía que Salt también sabía que aquella sería su última parada antes de volver con los revolucionarios; se lo había notado en la mirada. También sabía que Salt deseaba volver a la acción, además de que, aunque se llevaba bien con todos los Sombreros de Paja, la relación entre el joven y Luffy era un poco tensa. Anais sabía que, en el fondo, Luffy culpaba a Salt de que la hubiesen apresado, lo veía en sus ojos cada vez que miraba sus vendajes, una chispa de rabia oscura que sólo le vio cuando luchó contra Didrieg después de que la disparara.
Luffy no le había dicho nada sobre su relación, y era lo mejor. Además, si le hubiera dicho algo, no sabría qué le habría contestado. En esas dos semanas, Anais había tenido tiempo de analizar lo que sentía por Luffy. Lo quería, de eso estaba segura, pero no de la manera que lo quería antes de separarse. Se sentía bien, cómoda, feliz cuando estaba a su lado, pero no sentía mariposas en el estómago cuando la miraba fijamente con esos grandes ojos oscuros, ni sentía que la piel le hormiguease donde la tocaba. Lo quería, sí, pero no estaba enamorada de él. Ambos habían cambiado en esos dos años, aunque él pareciera el mismo. Ambos habían vivido experiencias que los habían hecho cambiar, habían hecho cambiar su forma de ver el mundo, sus sentimientos. La vida traía consigo cambios, eso Anais lo había aprendido muchos años atrás, pero no eran malos. Eran cambios, simplemente, cambios que tenían que pasar.
Mientras estaba sumida en sus pensamientos, llegaron al puerto. Tras cruzar una mirada con Salt, que asintió levemente, Anais miró fijamente a sus antiguos nakamas.
- Esta es la despedida -dijo, intentando que no le temblara la voz-. Mis heridas ya están curadas, y Salt y yo debemos volver a nuestras misiones.
Todo se quedó en silencio un momento, y después, comenzaron las despedidas.
Abrazó a Nami, y a Robin con fuerza. Le hizo prometer a Zoro que la próxima vez le contaría la historia de como perdió el ojo. Prometió a Sanji que se alimentaría bien, y a Chopper de que se cuidaría las heridas. Le comentó a Usopp que algún día debería empezar a escribir sus alocadas historias. Se despidió de Franky y de Brook, y les dijo que se alegraba de que estuvieran en la banda, que se lo merecían.
Y llegó el momento de despedirse de Luffy.
- Adiós, Luffy -susurró, mirándolo tristemente a los ojos. Se puso de puntillas para acercarse a su rostro, y Luffy cerró los ojos, pero los abrió de golpe al sentir un leve beso de Anais en la frente.
Se miraron intensamente, y Luffy confirmó lo que se había temido durante esas pocas semanas. Anais ya no sentía lo mismo por él. Los ojos de Anais se lo dijeron sin rodeos.
Sin decir nada más, Anais y Salt dieron media vuelta y bajaron de un salto al puerto. Salt estaba atento a las reacciones de Anais, pero sólo pudo ver que se sentía triste. Ignoró los celos que aparecieron al pensar que estaba tan triste por no volver a ver a Luffy, y también el nerviosismo que lo invadió de pronto, y le rodeó los hombros con su brazo. Aunque dejara atrás a sus nakamas, mientras él estuviera vivo, nunca estaría sola.
- ¡Eh! ¡Salt! -los dos revolucionarios se dieron la vuelta para observar a Luffy, que había bajado del barco y gritaba con las manos alrededor de la boca-. ¡Asegúrate de protegerla bien esta vez! -sonrió ampliamente, y todos supieron que ya no culpaba a Salt de las heridas de Anais.
Salt le devolvió la sonrisa.
- ¡Te lo prometo!
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Habían pasado varias semanas desde que se despidieron de los Sombrero de Paja, y Anais estaba metiendo sus escasas pertenencias dentro de una bolsa. Observó las paredes de la habitación que había considerado suya desde que se unió al Ejército Revolucionario. En esa habitación había recabado toda la información sobre los piratas esclavistas del Grand Line y, obviamente, había recabado información sobre los Sombreros de Paja. Se le hacía raro pensar que la iba a dejar atrás, que no sería su habitación en muchísimo tiempo.
Poco después de que ella y Salt volvieran, les avisaron que los iban a destinar al West Blue, pues al parecer el esclavismo había aumentado mucho más de lo que esperaban, y los revolucionarios de ahí necesitaban refuerzos. Además, Salt, ella y su brigada tenían muy buena fama entre los revolucionarios. Ninguno de los dos se quejó, aunque sabía que Salt había visto la tristeza de sus ojos tras salir de la habitación en la que los habían informado del cambio. No tenía nada fuera del Grand Line. Su familia estaba en Greattree, en la primera mitad del Grand Line, y los Sombreros de Paja estaban en el Nuevo Mundo. Si se marchaba, no los vería en años. Pero entonces, Salt la abrazó firmemente, y le susurró unas palabras que jamás olvidaría:
- Mientras estés conmigo, nunca estarás sola. Y si aún así te sientes sola, te prometo que te ayudaré a buscarlos.
Después se marchó, dejándola confusa y sonrojada en mitad del pasillo. Salt era un chico muy amable, pero no era cariñoso, y nunca la había abrazado... no así.
Después, no lo había vuelto a ver. Según había oído, se marchó un par de días después. Al ser el Capitán de la Brigada, había ido antes que el resto para evaluar la situación y luego enviar un informe a Baltigo, para saber si la Brigada Antiesclavista era necesaria. Durante esos días en los que no estuvo, se sintió sola, lo echó de menos. Finalmente, el informe llegó hacía dos días, aunque a los que o recibieron les costó un día entero descifrarlo. Al final, tuvieron que llamar a Anais, que era la única que entendía más o menos la letra de Salt. Por lo que leyó en el informe, Salt decía que los revolucionarios del West Blue deberían haber avisado mucho antes, que la situación era extrema, y que enviasen refuerzos de inmediato. Por eso, Anais estaba haciendo la maleta apresuradamente y sin mucho cuidado. La estaban esperando en un barco.
Tras meter todo, se la echó al hombro y echó a correr, despidiéndose de la gente con la que se encontraba de camino, que le deseaba buena suerte en su misión.
Cuando llegó al puerto, todos sus compañeros habían subido ya al barco de la marina robado. A los pies de la pasarela, paró para recobrar el aliento, con las manos en las rodillas. De repente, sintió que algo le golpeaba en la cabeza. Miró a su alrededor, para descubrir un periódico en el suelo a su lado, y a un sonriente Salt mirándola desde lo alto de la pasarela.
- ¡Mira quién ha vuelto sin avisar! -se cruzó de brazos y le devolvió la sonrisa. La única razón por la que deseaba ir al West Blue era porque volvería a ver a Salt. Un miedo se le instaló de pronto en el corazón, y dejó de sonreír-. ¿¡No me digas que ahora tu vuelves a Baltigo, cuando yo me voy!?
Salt se echó a reír.
- No, sólo venía a buscaros, me vuelvo al West Blue con vosotros. Anda, sube ya, que te estamos esperando. ¡Ah! Y coge el periódico.
Anais negó con la cabeza, sonriendo, cogió el periódico y subió corriendo la pasarela. Al llegar a la cubierta, Salt se le acercó, mientras el barco empezaba a alejarse del puerto.
- ¿Lo has leído ya?
- ¿Leer el qué? -respondió Anais extrañada.
- ¡El periódico! Por algo te lo he tirado -Salt le sonrió burlón, y ella le sacó la lengua, antes de ponerse a leer.
Cada noticia le sorprendió más que la anterior. En primera plana, apareció la foto de un Ouka Schichibukai, Donquixote Doflamingo. Al parecer, había dimitido. En la siguiente página, aparecía la alianza de tres Supernovas de la generación de Luffy: Eustass Kid, Scratchmen Apoo y Basil Hawkins.
- ¿Cuándo vas a ver la noticia que yo quiero que veas? -dijo Salt impaciente, mientras pasaba a la siguiente página sin dejarle leer la anterior noticia.
Anais iba a decirle que quería leerla, pero al ver la siguiente página, se quedó muda. Leyó el título varias veces, para asegurarse, pero no cabía duda, lo había leído bien.
"ALIANZA ENTRE LOS SOMBREROS DE PAJA Y LOS PIRATAS HEART"
Estudió atentamente las imágenes. En un lado, estaba la imagen que aparecía en los carteles de "Se Busca" de Luffy, y no pudo evitar sonreír al verlo. Parecía tan feliz en esa foto... Al otro lado, estaba el capitán de los Piratas Heart, Trafalgar Law. Era un hombre moreno, con perilla, aros en las orejas y ojeras bajo los ojos grises. Sonreía altivo a la cámara, desafiante. Había oído hablar de él, era un Schichibukai. Frunció el ceño. Como todos los revolucionarios, no se fiaba de los Schichibukais, a los que muchas veces llamaban despectivamente "perros del gobierno". Pero al instante se relajó. Luffy sabía lo que se hacía... o eso esperaba.
- ¡Y mira esto! -Salt le volvió la página, y le enseñó otra noticia.
La isla en la que estuvo apresada, tras la muerte de Wilhelm III, se había revelado contra el Gobierno Mundial y contra la monarquía, y había establecido una república democrática. Anais se alegró sinceramente. Aquel era el primer paso para conseguir un mundo mejor.
Salt parecía radiante de felicidad, y vio como sus ojos, brillantes de orgullo, releían una y otra vez la noticia. Debía ser genial ver que por fin, su isla natal sería justa. Anais esperaba que esa alegría que sentía no se fuera jamás. A pesar de la conversación que habían tenido en el barco de los Sombreros de Paja, a veces lo había pillado con la mirada triste, aunque cuando veía que lo estaba mirando se esforzaba en ocultarlo. Aunque otras, veces, era ella el que lo pillaba mirándola fijamente, aunque siempre apartaba la mirada a tal velocidad que ni siquiera estaba segura de que estuviera mirándola o no.
En ese momento, Anais vio que Salt tenía una miga del desayuno en la mejilla, así que, con una suave caricia, se la quitó. Salt se sonrojó y la miró confuso.
- ¡¿Qué haces?! -Anais jamás lo había visto tan rojo.
- Tenías una miga en la mejilla -dijo, mostrándosela, pues se le había quedado pegada a la mano.
- Ah... Vale -Salt se sonrojó todavía más, si es que era posible, se dio media vuelta y se fue.
Anais se echó a reír. Su capitán era, sin duda alguna, un hombre extraño. Anais se acercó a la baranda, y tiró el periódico al aire. Mientras veía que el periódico se elevaba más y más gracias a una corriente de aire. Deseaba que Luffy hubiera elegido bien a sus aliados, que estuviera bien, y que no se metiera en líos demasiado gordos, aunque lo dudaba. Su querido Luffy era un imán para los problemas.
Mientras observaba como el periódico se elevaba, sintió la presencia de Salt a su lado.
- ¿Qué? ¿Pensando en tu novio? -le dijo, burlón. Al parecer, se había tranquilzado y quería devolverle la jugarreta de haberle avergonzado.
- ¿Novio? ¿Qué novio? -le respondió ella, sin inmutarse y sin mirarlo.
- ¿Quién va a ser? ¡Luffy!
- Luffy no es mi novio.
- Oh... ¿Rompisteis al despediros? -su voz seguía siendo burlona, y sabía que, si lo miraba, estaría sonriendo de oreja a oreja.
- Sabes que no pasó nada entre nosotros, idiota -Anais decidió jugar un poco con él-. Estaba pensando en otra persona... En la persona que ahora mismo ocupa mi corazón.
- ¿Lo conozco? -la voz de Salt había perdido el tono burlón.
- La conoces muy bien -Anais se volvió hacia él, y lo miró fijamente. Él le devolvió la mirada, aguantando la respiración. Cuando Anais veía que estaba a punto de ahogarse, le guiñó el ojo, insinuante.
Salt soltó el aire de golpe, y volvió a sonrojarse. Entonces Anais se echó a reír, y él frunció el ceño.
- ¡Maldita sea! ¡Me has vuelto a engañar! -exclamó, mientras su cara recuperaba un tono más o menos normal.
Se marchó de ahí, todavía más molesto que antes, mientras Anais seguía riéndose. Sabía que no le duraría mucho. Lo observó marchar, con aquella manera de andar suya tan digna y el castaño pelo brillando con reflejos dorados al sol.
En sí, no lo había engañado del todo. Salt tenía una parte de su corazón. Lo había echado muchísimo de menos mientras había estado fuera, y se había sentido emocionada y nerviosa al saber que volvería a verlo pronto, por lo hablar de la inmensa felicidad que había sentido al verlo en la cubierta. No estaba segura de lo que sentía por él, pero era más que amistad, o simple cariño. Sonrió levemente, mientras lo veía observar el horizonte en la proa, con el pelo agitándose a la brisa marina.
Tal vez, sólo tal vez, fuera amor.
¡¡¡Se acaba el mundo!!! ¡¡¡Escondeos debajo de las mesas!!! ¡¡¡Dama ha subido capítulo cuando dijo que lo haría!!! Vale, creo que me paso, pero es que me ha hecho ilusión haber subido cuando dije... Dije a primeros de septiembre, y aquí estoy, publicando el uno de septiembre. Me siento tan pro B)
Bueno, el mundo no se acaba, pero esta historia sí. Es el último capítulo de la historia en sí, luego sólo quedarán dos especiales y los agradecimientos, así que no os agradeceré aquí el haber leído toda esta historia... Esperad un par de semanas xD
Que conste que podéis seguir haciendo preguntas para el especial "preguntas y respuestas", pues supongo que igual algunos/as de vosotros/as tenéis alguna duda sobre como termina la historia, así que podéis seguir preguntando, y también después del primer especial, que os gustará muchísimo (o eso espero, al menos xD). Dejaré una semana de margen después de ese primer especial, y después subiré el de preguntas y respuestas, y los agradecimientos.
Bueno, espero que hayáis disfrutado leyendo esta historia como yo he disfrutado escribiéndola, y no temáis, que seguiré escribiendo. Por ahora, tengo en mente dos fanfics y medio de One Piece completamente paralelos a este (lo de y medio se refiere a que tengo que ver como sigue el manga y el anime antes de desarrollarlo bien), y algún día subiré historias completamente originales. No os preocupéis, os avisaré cuando lo haga :D
Y eso es todo. Un montón de besos, no dudéis en votar y comentar, y muchísimas gracias por todo.
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