Capítulo 9: El Revolucionario
A pesar de que todo parecía ir bien, Anais no podía evitar sentirse inquieta. Aquellas intuitivas palabras de Luffy la habían preocupado. ¿Se estaba preocupando sin motivo o Luffy había tenido razón? ¿Todo estaba a punto de cambiar? Esa inquietud la perseguía día a día, y no hizo más que aumentar al ver la silueta de una isla en el horizonte.
Atracaron en el puerto, sin que nadie los mirara raro. No era el único barco pirata atracado, y se oía el sonido de los negocios. Tarde o temprano, todas las islas del Grand Line eran punto de paso de piratas, y la mayoría ya estaban acostumbradas. A pesar de la aparente calma, vio muchos guardias en el puerto, seguramente asegurándose de que no hubiese ninguna pelea entre los mercaderes y los piratas.
Los Sombrero de Paja bajaron también, dejando a Zoro y a Anais al cuidado del Merry. La joven se sentía más segura entre los paneles de madera. Despidió a los demás mientras se alejaban del barco en dirección al mercado, con Sanji a la cabeza. Luffy, sonriente, se dio la vuelta y siguió saludándola mientras caminaba hacia atrás. Anais le devolvió el saludo con una sonrisa nerviosa. ¿Acaso había olvidado sus palabras del otro día? ¿Acaso él no tenía esa horrible sensación oprimiéndole el pecho?
Tratando de alejar esos pensamientos, se metió en la cabina y se puso a catalogar unas flores que había cogido en islas anteriores para llevarselas a Lucy cuando volviera a Greattree, mientras Zoro dormía en la cubierta. Iba a catalogar la segunda de ellas cuando oyó un jaleo en el exterior.
Salió a cubierta y observó bien el puerto. Todo parecía seguir igual que antes: los soldados pululando por ahi y por allá, observándolo todo; los mercaderes vendiendo sus productos, mientras se frotaban las manos con avaricia; piratas comprando alimentos para continuar su aventura por el Grand Line. Aguzó la vista: no se había imaginado ese ruido.
Estuvo varios minutos completamente inmóvil, oteando el exterior. Esperando volver a escuchar ese inimitable sonido. Su espera fue recompensada: al rato, lo volvió a oír.
- ¡¡¡Suéltame!!! ¡¡¡Ayuda!!! -gritó una voz masculina.
Anais inmediatamente dirigió la mirada a donde provenía el sonido, a tiempo de ver como un forzudo hombre con una cicatriz en el rostro arrastraba a otro a la oscuridad de un callejón. La víctima llevaba un saco en la cabeza, pero sus gritos se oían perfectamente, y pataleaba, intentando zafarse de su fuerte secuestrador. Por un momento, le pareció que el hombre de la cicatriz le miraba directamente a ella y le sonreía siniestramente, pero se dijo a sí misma que serían imaginaciones suyas. Sin despertar a Zoro siquiera, Anais bajó corriendo del barco. Esquivando productos y empujando a mercaderes, consiguió llegar al callejón. Estaba vacío, pero todavía se oían los gritos del hombre. Corrió por varias calles semivacías, guiada por el sonido de los gritos de aquel pobre hombre. Llegó a un callejón sin salida, y ahí vio al hombre y a su secuestrador. El hombre le sonrió.
Sin dudarlo, Anais sacó sus dagas y se puso en posición. No se pintaría la sonrisa; no había tiempo. Con su antigua frialdad, dijo:
- Suelta al hombre.
Para su sorpresa, el hombre soltó a su víctima.
- De acuerdo, la soltaré -su sonrisa era cada vez más siniestra.
La víctima se quitó la capucha, mostrando un rostro delgado y casi demoníaco. Sus ojos brillaron con locura, y sacó una navaja de uno de sus bolsillos. Para desconcierto de Anais, rió y se situó al lado de su secuestrador. Entonces lo comprendió.
Era una trampa.
No tuvo que mirar atrás para sentir como más de una persona le cerraban su camino de huida. Estaba rodeada, pero no se lo dejaría fácil. Atenta al más mínimo movimiento, se quedó completamente quieta. Uno de sus agresores a su espalda trató de atacarla, pero ella le esquivó con soltura y le golpeó en la espalda, causando que se cayera al suelo. Era un hombre de rostro barbudo y redondo, que se levantó instantaneamente, preparado para seguir atacando.
Sin previo aviso, los cuatro empezaron a atacarla simultáneamente. Anais los esquivaba uno tras otro y trataba de alcanzarles, pero eran demasiados para ella sola. Si hubiera tenido su arco a mano, estaba segura de que habría logrado derrotarlos, pues se le daba mejor disparar flechas que pelear cuerpo a cuerpo, pero lo había olvidado en el barco. Inevitablemente, los primeros cortes superficiales empezaron a adornar su piel. Tarde o temprano, alguno de ellos acertaría en algún punto importante y ella moriría. A pesar de estar luchando, no podía evitar preguntarse el porqué de ese ataque premeditado, de esa trampa. ¿Querían usarla para hacer daño a Luffy? ¿Subordinados de algún pirata al que derrotó tiempo atrás? Era imposible saberlo, y probablemente moriría sin saberlo.
Finalmente, el tan odiado momento llegó. Una de las dagas de sus atacantes le perforó el hombro izquierdo, justo en el mismo punto en el que Didrieg le disparó unas semanas atrás. Una de sus dagas cayó al suelo. Siguió esquivando los ataques, pero sentía su fin cada vez más cerca. Cuando creía que todo había terminado, cuando veía la daga de uno de sus atacantes clavada en su pecho, una figura encapuchada cayó de uno de los tejado y paró el golpe. Los atacantes parecían confundidos.
- ¿Pepper? ¿Qué haces aquí? -preguntó uno de ellos, confuso.
- No soy Pepper -dijo el encapuchado, con la voz rezumando odio.
En apenas un minuto, derrotó a los hombres, dejándoles inconscientes o algo peor, Anais no estaba segura. No sabía si era un aliado o un enemigo, pero le había salvado la vida. Antes de que pudiera decir nada, el encapuchado echó a correr, alejándose de ahí. Negándose a dejar escapar a su salvador sin una explicación, Anais echó a correr tras él.
Lo siguió durante varias calles, observando como corría velozmente sobre los tejados, apenas una sombra negra. De pronto, mientras se acercaban al borde de la ciudad, Anais lo perdió de vista. Observó hacia todo los lados, frustrada. No llevaba corriendo media hora para que, de repente, aquel extraño hombre encapuchado desapareciese. Se fijo que la mayoría de las casas, si no todas, estaban vacías, con tablones tapiando las ventanas y las puertas firmemente cerradas. Caminó lentamente entre las casas, atenta al mínimo sonido y movimiento. Tenía paciencia; ese hombre no escaparía fácilmente de ella. De pronto, se paró delante de una casa. A diferencia de las otras, aunque parecía deshabitada, no había tablones en las ventanas, sino que unas simples cortinas cubría los cristales. Le pareció ver una sombra tras ellas, y su instinto le dijo que ahí estaba el hombre al que buscaba. Abrió la puerta cuidadosamente, pero no pudo evitar que las viejas visagras chirriaran de un modo escalofríante. Nada más entrar, abrió las cortinas de la ventana por la que había visto la sombra, lanzando una polvareda al aire, que brillaron a la luz del sol que empezó a entrar a raudales.
Era una habitación sencilla, un salón de estar. Una chimenea, un sofá, un par de sillones y una mesa rodeada de cuatro sillas. Sobre la repisa de la chimenea, estaba la foto de una pareja, un hombre y una mujer, jóvenes y felices. El cabello del hombre era rubio y un poco largo, enmarcando un rostro sereno y amable. La mujer era ligeramente más baja, y tenía un rostro dulce enmarcado por una larga melena castaña. Los ojos de ambos, azules los de ella, negros los de él, bajaban a las criaturas que ambos tenían en brazos, llenos de amor y dulzura. Los dos bebés eran idénticos. Uno de ellos, alzaba el puñito hacia el rostro de su padre, como demostrando su existencia en el mundo; el otro, en cambio, se recostaba contra el pecho de su madre, dormido.
Paseó la mirada por la habitación: no parecía haber nadie. Se disponía a salir de ella y cruzar una puerta cuando un detalle llamó su atención. Había un periódico sobre la mesa. Se acercó curiosa. Miró la fecha: era de hace dos días, por lo que alguien había estado viviendo ahí. Estaba abierto por una página concreta. Leyó el título: "Ejecutan a peligrosa banda pirata al completo". La noticia no le importó demasiado, no sería la primera vez que la Marina ejecutaba a una banda pirata. Pero entonces miró la foto. Era una foto desagradable: aparecían marines apuntando hacía varias personas qe esperaban aterrorirazadas su fin. La pared detrás suyo estaba teñida de sangre, y en el borde de la foto, se veía una mano en el suelo, seguramente de alguno de los piratas ejecutados. Pero, de pronto, la vio. Había una niña entre los futuros ejecutados, una niña de apenas diez años, que miraba al rifle que le apuntaba con lágrimas de los ojos. Ya era bastante impactante ver a una niña a la espera de su muerte, pero lo peor para Anais era que ella conocía a esa niña. Había salvado la vida a esa niña.
Era la niña que había confundido con Lucy cuando habían ido a la guarida de Didrieg.
Sintió una presencia tras ella, pero estaba demasiado afectada como para sentirse amenazada. Las lágrimas comenzaron a resbalar por su rostro, cálidas y amargas.
- Era sólo una niña... Una niña que ha vivido cosas que nadie debería vivir... Ella no se merecía eso... -susurró, con la voz débil y temblorosa por las lágrimas.
- No sólo ella fue ejecutada. Todas las personas que liberaste de la guarida de Didrieg fueron ejecutadas, falsamente culpables de piratería.
- ¿Por qué? -los sollozos convulsionaron sus hombros, y se dio media vuelta, encarando a aquel hombre.
Era el encapuchado, sólo que se había bajado la capucha. Era un joven de unos veinte años, con el pelo corto castaño y ojos azules. Era bastante más alto que ella, y la miraba con una mezcla de compasión y determinación.
- Después de que los salvastes, viajaron a una isla, donde pidieron permiso para quedarse a vivir y tener una vida normal. Los gobernantes de la isla dijeron que sí, pero en realidad, los obligaron a trabajar casi como si fueran esclavos. Ellos se negaron, decidieron partir, no querían volver a ser esclavos, pero... los gobernantes no lo aceptaron. Los acusaron de piratería, llamaron a la Marina y estos, sin pedir pruebas, los condenaron a muerte a todos.
Anais no podía creer lo que estaba escuchando, no quería creerlo. Las lágrimas caían sin cesar por su rostro, empapándolo por completo.
- ¿Por qué todo es tan... injusto? -preguntó Anais entre sollozos.
- No lo sé... -respondió el hombre, suspirando pesadamente-. Pero no dejaremos que esto siga así.
- ¿Dejaremos? ¿Tú y quiénes? -preguntó Anais, comenzando a calmarse y sintiendo curiosidad por aquel joven y, por primera vez desde que vio la noticia, recordando el porqué estaba en esa casa.
- El Ejercito Revolucionario.
Anais alzó las cejas. El Ejército Revolucionario... había escuchado sobre él, pero jamás se había encontrado con ninguno de ellos.
- ¿Quién eres? ¿Por qué me has salvado antes? -Anais quería respuestas.
- Mi nombre es Salt, y soy el capitán de la Brigada Antiesclavista del Ejército Revolucionario. Llevamos un tiempo escuchando sobre tus acciones contra piratas esclavistas y, cuando nos enteramos que un gobierno quería eliminarte, decidimos...
- ¿Qué? -le interrumpió Anais, sin poder creérselo-. Un gobierno... ¿quiere eliminarme? ¿Por qué?
- Sí, el Gobierno de este país desea borrarte del mapa. No les hizo gracia que fueras la causa por la que Didrieg dejara de venderles esclavos, y tienen miedo de que hagas lo mismo con sus demás proveedores. Un espía descubrió como uno de los capitanes de la guardia real se encontraba con esa panda de criminales que han intentado matarte.
- ¿Y por qué queréis ayudarme? El Ejército Revolucionario no me debe nada -Anais frunció el ceño, no se fiaba nada de ese hombre.
- Queremos que te unas a nosotros.
- Yo ya tengo nakamas -se cruzó de brazos.
- Eso ya lo sabemos -Salt también se cruzó de brazos-. Pero aún así, te ofrecemos la opción de unirte a nosotros. No te pedimos que los traiciones.
- ¿Por qué debería unirme a vosotros? Soy leal a mi capitán. Él salvó a mi pueblo, y fue él quien derrotó a Didrieg y me salvó la vida, no el Ejército Revolucionario. Los revolucionarios no hicieron nada para ayudarnos.
- ¿Podría al menos intentar convencerte? -Salt hizo una media sonrisa y Anais bufó.- ¿Cual es tu meta en la vida?
- Liberar a todos los inocentes. ¿A dónde demonios querías llegar con esto?
- ¿Y a quién te tendrás a enfrentar?
- Esto parece un interrogatorio.
- Responde a mi pregunta.
- Pues no sé... A los esclavistas, claro está... A algún marine sobornado de vez en cuando...
- Y a los Tenryubitos.
Anais se quedó de piedra, nunca había pensado en eso. Los tenryuubitos eran básicamente los dioses del mundo, y los seres que más apoyaban el esclavismo. Siempre los había despreciado, pero jamás había pensado en que tendría que enfrentarse a ellos directamente. Enfrentarse a ellos era lo mismo que enfrentarse a todo el Gobierno Mundial, más la Marina. Y eso sin tener en cuenta que, si le tocabas un pelo a un Tenryubito, uno de los tres almirantes aparecía casi instantaneamente para matarte.
- ¿No habías pensado en eso, verdad? -Salt formó una sonrisa de suficiencia en sus labios al haberla dejado sin palabras, y Anais sintió ganas de golpearlo-. Nosotros, el Ejército Revolucionario, somos la única organización del mundo en contra del Gobierno Mundial. Si te unes a nosotros, seremos los únicos que te defiendan, que se unan a ti, contra los Tenryubito. Nadie más te ayudará -Salt alzó los brazos, remarcando sus palabras-. Sabes que tengo razón, Anais -dijo en un tono más bajo, dejando caer los brazos, diciendo por primera vez su nombre.
La mente de Anais trabajaba a toda velocidad. ¿Cómo no había podido darse cuenta? Tarde o temprano, para cumplir su sueño, tendría que enfrentarse al Gobierno Mundial, y con ellos, al mundo entero.
No podía dejar de pensar en Luffy y los demás. Cuando se unió a ellos, aparte de la amistad y cariño que sentía por ellos, fue porque, viajando con ellos en el camino de Luffy para convertirse en el Rey de los Piratas, podría seguir cumpliendo su sueño, poco a poco, pero jamás pensó que eso podría dañarles. Si ella se enfrentaba al Gobierno Mundial, estaba segura de que Luffy también lo haría, y con él, los demás. No quería involucrar a las personas a las que quería en su misión suicida.
Tal vez Salt tenía razón. Tal vez su única opción era abandonar a los Sombrero de Paja y unirse a los revolucionarios. Nunca había sentido cariño alguno hacia el Gobierno Mundial, que permitía que el esclavismo perdurara y que apenas hacía nada por ayudar a los pueblos que morían de hambruna y de guerras, pero jamás pensó que realmente se plantearía unirse al Ejército Revolucionario.
¿Aquello era lo que Luffy había presentido? ¿Aquella sensación de que todo iba a cambiar?
- Tengo que... Tengo que pensármelo -susurró Anais, tragándose su orgullo.
- Mañana, al mediodía, estaré aquí mismo. Si decides unirte a nosotros ven aquí entonces y nos marcharemos. Si no estás aquí... supondré que has decidido quedarte con tu banda.
Anais asintió debilmente, sintiéndose mareada. Salió de la casa tambaleándose ligeramente, sujetándose el hombro herido, sin mirar al joven que la observaba con rostro serio. Éste, después de que la muchacha se perdiera entre las casas abandonadas, se dio la vuelta y observó la foto de la chimenea. En un par de pasos, cruzó la habitación y bajó la foto, incapaz de aguantar aquellos ojos muertos.
Y he vuelto!!! Ahora sí que soy yo, y dudo que vuelva a dejar a mi hermana escribir un capítulo de mi historia... al menos hasta que acabe las clases. Ya lo puso ella, lo puse yo en los comentarios, pero lo repito: Siento muchiiiiiisimo la demora de los capítulos. Y también siento haber tardado bastante con este ^_^" De ahora en adelante, si los exámenes me lo permiten, intentaré actualizar cada dos semanas. Al menos así sabréis cuando tenéis que matarme por atrasarme XD Bueno, eso si sobrevivo después de haber publicado este capítulo XD
También quería avisar que, el día de San Juan de 2014, eché al fuego el deseo de conseguir llegar a los 1050 votos en mi cuenta de wattpad antes del siguiente San Juan. Y lo he conseguido... en seis meses!!! Esto es gracias a vosotros, y os quiero un montón tan grande como el castillo Cair Paravel de Narnia!!!
Y la pregunta de este cap es... *redoble de tambores*:
¿Cuál es vuestro anime favorito? El mío es Diabolik Lovers... Que va, era broma XD Aunque sí que fue el primer anime que vi sabiendo que era anime... -_- No hay palabras para ese anime... solo diré que es el drama más divertido que he visto en mi vida... me pasé toda la serie riéndome XD Os dejo libres para comentar si la habéis visto. Obviamente, mi anime favorito es One Piece... Y manga y serie y tema de estudio (mientras intentaba estudiar se me iba el santo al cielo del Grand Line...) XD
Bueno, sois libres de comentar, votar y de matarme... bueno, eso último no ^_^" Responded a la pregunta y comentad qué os ha parecido el cap y el nuevo personaje!!! Besos :-*
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro