Capítulo 1: La Isla Dorada
El sol brillaba con fuerza en el cielo, de un intenso azul. Las nubes apenas lo ensombrecían. Anais alzó una mano y tapó el sol con la palma. Una mancha le quedó en la visión, pero parpadeó un par de veces y se disolvió.
Estaba tumbada sobre la cubierta del Going Merry, al cálido sol veraniego. Hacía dos semanas que habían salido de Greattree, y todavía no habían llegado a la siguiente isla. Anais estaba sorprendida de lo relajada que se sentía mientras los días se sucedían. No tenía nada que hacer aparte de ayudar en el barco, por lo que se pasaba la mayor parte del tiempo tumbada sobre la cubierta, disfrutando del sol, con los ojos cerrados, y la mente vagando entre recuerdos.
Oyó risas tras ella, y no pudo evitar sonreír. Luffy, Usopp y Chopper estaban decidiendo quien se la iba a quedar jugando al pilla pilla. Oyó a Chopper y a Usopp reír mientras Luffy comenzaba a contar en voz alta. Oyó como gritaba el número diez y como sus pasos corrían por la cubierta. De pronto, notó que alguien se interponía entre ella y el sol. Abrió un ojo, perezosa, y se encontró con un sonriente Luffy.
- Te la quedas -dijo simplemente, ensanchando su sonrisa.
- No estoy jugando con vosotros -le respondió Anais, volviendo a cerrar los ojos.
- Venga, no es divertido con solo tres personas-gimió él.
- ¿No hay nadie más disponible?
- No. Zoro está durmiendo, Sanji está preparando la comida, Nami está dibujando mapas y Robin está leyendo y nunca juega.
Aun con los ojos cerrados, Anais suspiró. En el fondo, le apetecía jugar de la manera divertida e inocente en la que ellos lo hacían. Hacía mucho que no jugaba a nada, desde hacía tres años.
- ¿Hasta cuanto tengo que contar?
- ¡Bien! ¡Cuenta hasta diez con los ojos cerrados! -echó a correr-. ¡¡¡Chicos, se la queda Anais!!!
Anais comenzó a contar en voz alta, mientras oía a los chicos corriendo de un lado a otro. Cuando terminó de contar, se levantó lentamente. Observó atentamente la cubierta, cuando de pronto vio una nariz saliendo de los mandarinos de Nami. Silenciosamente, corrió hasta la nariz y la tocó levemente.
- Te la quedas -dijo sonriendo al molesto Usopp que salía de entre las hojas. Echó a correr mientras gritaba- ¡¡¡Se la queda Usopp!!!
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Apenas llevaban un par de horas jugando cuando, de pronto, algo dorado captó la atención de Anais. Estaba huyendo de Chopper cuando se detuvo de golpe, haciendo que el reno se chocara contra ella.
- Anais, ¿por qué te has detenido tan de repente? -preguntó, frotándose la dolorida frente.
- ¿Qué es eso? -preguntó ella, mirando al horizonte. Algo dorado brillaba con fuerza sobre el mar, tan brillante que casi cegaba- ¿Una isla?
Usopp corrió adonde Nami. Cuando llegó, miró su Log Pose y asintió.
- Es la siguiente isla, pero ¿por qué brilla tanto?
Anais se quedó pensando. Una isla dorada... una isla dorada... ¿de qué le sonaba tanto?
- Es la Isla Dorada -dijo al recordar-. Es tan dorada porque su economía se centra en la extracción de oro de sus minas y el cultivo de cereales. El brillo que vemos es de los adornos de oro típicos y de los cereales que ya están a punto de ser cosechados -explicó, como si estuviera recitando la información de un libro. Ante la mirada curiosa de los demás, se encogió de hombros-. Antes de irme de Greattree me interesé por la geografía de la zona, y algunos detalles se me han quedado.
- La Isla Dorada... suena interesante -dijo Luffy, con una amplia sonrisa.
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Desembarcaron en una playa de arena dorada. El sol brillaba en lo alto con fuerza, haciendo que el suelo brillase como oro.
La isla no era muy grande. Era una única colina con una gran ciudad en lo alto. En las laderas se veían agujeros, minas, de las que cada día se extraían kilos de oro, y en la parte más baja de la isla se extendían los campos de cultivo, llenas de doradas espigas de trigo y centeno.
Caminaron por los caminos que dividían los campos, dirigiéndose a la ciudad. Cuando llegaron, se quedaron sorprendidos.
Cada edificio de la ciudad tenía adornos de oro. Cada ventana, cada puerta, cada tejado, era dorado, y habían abundantes estatuas de todos los tamaños imagunables que representaban una especie de pájaro. Anais se acercó a una tienda que las vendía y acarició una de ellas con las puntas de los dedos. Tenía las alas extendidas, y el oro estaba modelado de manera que parecía que el pájaro estaba en llamas.
- Es un fénix -dijo Robin, poniéndose a su lado y observando a su vez la estatua-. Tengo entendido que en algunas civilizaciones los veneraban como a dioses.
Anais asintió con la cabeza. Conocía muchas leyendas sobre los fénix, los pájaros míticos de fuego que al morir resurgían de sus cenizas.
- Nosotros no sólo los veneramos como dioses -dijo una voz grave. Una anciana salió de entre las sombras de la tienda mientras el resto de los Sombrero de Paja se acercaban interesados-. Nuestro gobernador es un fénix que vive en ese torreón de ahí arriba -señaló una torre construida completamente de oro que se alzaba sobre los demás edificios- y nos hace saber sus deseos a través de los Sacerdotes del Fénix. Además, cada año marca la llegada del Año Nuevo consumiéndose y volviendo a renacer.
- ¿Tenéis un fénix en esta isla? -Luffy abrió mucho los ojos- ¡Genial! ¡ Tenemos que verlo!
Echó a correr hacia la torre sin esperar a nadie.
- ¡Luffy espera! -gritó Nami, agitándo una mano.
- ¡Ese monstruo te devorará, Luffy! -gritó Usopp.
- Ese idiota... -dijo Zoro, golpeándose en la frente.
Anais sonrió levemente y negó con la cabeza.
- Este capitán... Bueno, ya que Luffy va a crear un escándalo y tendremos que huir de la isla... ¿por qué no aprovechamos y vemos un fénix?
Anais también echó a correr tras Luffy.
- Esta chica... Se le ha pegado la imprudencia de Luffy... -dijo Nami, llevándose una mano a la frente, mientras Robin reía suavemente.
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Cuando Anais llegó al pie de la torre, Luffy ya estaba estirándose para alcanzar la gigantesca ventana del alto de la torre, que de cerca parecía más un campanario. Lo llamó gritando, y consiguió que la esperara. Mientras recogía el brazo, le preguntó:
- ¿Qué, Anais?
- Yo también quiero ver al fénix -respondió ella con una amplia sonrisa.
- Entonces, agárrate fuerte.
Anais se abrazó a él con fuerza, mientras él echaba el brazo derecho lo más atrás que pudo. Cuando lanzó el brazo hacia el cielo y agarró el borde de la repisa, Anais se preparó para ser lanzada por los aires. Mantuvo los ojos cerrados hasta que sintió el oro de la repisa de la gigantesca ventana bajo los pies.
Abrió los ojos lentamente, con la cabeza aún recostada contra el pecho de Luffy. Lo miró y él le devolvió la mirada dulcemente, mientras le colocaba un mechón alborotado por el vuelo detrás de la oreja. Anais, sonrojada, se puso de puntillas y lo besó suavemente.
Apenas habían tenido tiempo para estar solos durante las últimas semanas, pues en un barco pequeño como el Merry era casi imposible tener un momento "romántico". No lo habían hablado, pero sin palabras habían decidido no decirles a los demás que estaban juntos. Ambos parecían querer que fuera algo íntimo, sólo ellos dos. Nadie más tenía por qué saberlo, aunque a Anais no le extrañaría que alguien comenzara a sospechar. Le sorprendía que Luffy no hubiera dicho nada, pues era normal en él soltar lo que se le pasaba por la cabeza en cada momento. De algún modo, había sido capaz de no soltarlo a los cuatro vientos, aunque a veces Anais se preguntaba si tal vez no decía nada porque tal vez no se acordaba de ella cuando estaban junto a los demás.
Se separaron y miraron a su alrededor. Se encontraban en una habitación enorme y dorada, vacía excepto por la gigantesca jaula que descansaba en el centro.
Y en la jaula, había un enorme fénix.
Anais se acercó a la enorme ave. Descansaba la cabeza en el suelo de la jaula, con la mirada clavada en la pared, triste, vacía. Luffy se le acercó e intentó llamar su atención, pero Anais se quedó quieta mirando la criatura. ¿Por qué parecía tan triste?
Al final Luffy consiguió llamar la atención del fénix. La criatura alzó ligeramente la cabeza y se acercó a ellos. Anais, en silencio, acarició el oscuro pico del ave y lo miró a los ojos. Había oído que los ojos de los fénix brillaban como hogueras, pero los de aquel permanecían oscuros y apagados como un pozo. Anais conocía esa mirada. La había visto docenas de veces cuando viajaba por los mares liberando esclavos. Era la mirada de alguien que suplicaba por la libertad.
Sin decir una palabra, Anais alcanzó la bolsita de colorante que le colgaba del cinturón. Con dedos firmes, se pintó la sonrisa.
Y asi termina el primer capítulo de "La chica del sueño imposible"!!! No he tardado tanto como esperaba poque he descubierto que mi padre me puede dar wifi con su movil. Bieeeeen!!! La relación de Anais y Luffy sigue aunque un poco inactiva... Espero que os haya gustado este primer capitulo ;) Como en la novela anterior, aquí viene la pregunta *redoble de tambor* (si, vuelve el redoble!!!):
¿Cual es vuestra Jolly Roger (bandera) favorita? Yo, sinceramente, no tengo ni idea. La mayoría son geniales. La de los Mugiwara, la de Shanks, la de Law... y todos los demás son geniales :)
Bueno, gracias por leer y os agradecería un muchi-montón (toma palabro) que votarais y comentarais :) Besos <3
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