XIV
—¿Qué? —preguntó Yami medianamente sorprendido.
—No quiero ir al hospital —repitió Mana con seguridad antes de fijar su vista en Yūgi y sonreír.
Mana volvió a separar los labios para agregar algo más, pero Yūgi la interrumpió sin querer.
—¿Eh? ¿Dijo algo? —cuestionó Yūgi moviendo los ojos de un lado al otro, quizás buscándola.
Sin embargo pronto se detuvo con un encogimiento de hombros y un leve suspiro.
Yami recordó, entonces, que Yūgi no podía verla ni escucharla sin el Rompecabezas colgando de su cuello.
Relajando los hombros y a un paso moderado, Yami caminó hasta el velador al lado de su cama y tomó el objeto milenario entre sus manos. Y, aunque todavía se sintiera dudoso respecto a los sentimientos de Yūgi, no lo pensó más cuando le arrojó el Rompecabezas directo a las manos.
Como pudo y reaccionando de forma sorprendida, Yūgi atrapó el colgante solo de la cadena y observó directamente a Yami. Este, a su vez, sólo pudo asentir al mismo tiempo que Mana flotaba a su lado y luego de regreso al lado de Yūgi.
—¿Por qué no quieres ir? —preguntó Yūgi una vez hubo escuchado toda la historia por ambas partes.
Yūgi había tomado asiento sobre la cama mientras que Yami decidió utilizar la silla de su escritorio; Mana, por otro lado, se mantuvo alarmantemente distante y con el cuerpo apoyado —si es que se podía decir así —en el alféizar mirando hacia el exterior.
Ella se tomó su tiempo para responder, con el entrecejo fruncido y mordiéndose el labio inferior como si estuviera buscando las palabras exactas que pudieran describir con precisión sus pensamientos y emociones.
Entonces, después de lo que parecieron ser horas de silencio, mas no fueron más que segundos distraídos, Mana tomó aire y luego exhaló.
—Todo es... Confuso —dijo apenas audible y pausado. Posteriormente se llevó las manos a la cabeza y evitó mirarlos —. Todo. Todo es dolorosamente confuso. Hasta ahora he podido recordar la mayor parte de las cosas. Sobre mi familia, sobre mis estudios, mis pasiones y mi pasado, pero hay algo... Obstruido. Sí. Algo que no quiere desbloquearse no importa cuánto lo intente.
—Algo como... ¿Qué? —se aventuró a preguntar Yami, levantándose lentamente de su silla y acercándose con un brazo extendido hacia Mana, sin embargo nunca se animó a tocarla.
Mana alzó su verdosa mirada hacia él. Sus ojos no estaban acuosos ni atormentados, pero parecía lo suficientemente angustiada como para estallar en cualquier momento próximo.
Tragó saliva y sus manos, anteriormente posadas sobre su cabello, bajaron hacia sus brazos. Abrazándose a sí misma y volviendo a mirar a la nada, como si no estuviera acompañada por ambos hermanos.
Sintiéndose sola, notó Yami en cierto segundo que compartió una mirada con Yūgi.
—El accidente... —confesó al cabo de un rato en silencio —. Hablaste sobre un accidente, pero yo no recuerdo nada de eso. Lo último... Lo último que sé es que estaba en el conservatorio de artes, buscando a alguien, encontrándome con esa persona y entonces... Y entonces... —negó con la cabeza y lo miró —. Y entonces todo es borroso y confuso. Como una niebla que impide que vea a más de un metro de mi nariz.
—Mana... —ambos hermanos intentaron detenerla, pero ella pareció metida en un mundo ajeno a ellos.
—... Y sé... Solo sé que si me encuentro a mí misma... Que si vuelvo a ser la «yo» viva, de carne y hueso, seguiré como estoy... Confusa y sin memorias de lo ocurrido —alzó la vista hacia Yūgi y luego la volvió hacia Yami —. También sé... Dios mío, también sé que no fue solo un «accidente».
Yami frunció el entrecejo y miró a su hermano mellizo menor con la misma expresión de incomprensión en el rostro. Por supuesto, ambos habían sospechado que no fue un simple accidente. Las cosas eran demasiado complicadas como para que todo se tratase de un torpe tropiezo, pero ninguno tenía una certeza como para comentárselo a Mana tan a la ligera.
Y entonces ella simplemente lo dijo.
—Yo nunca voy de un lado al otro con todos mis lienzos en los brazos —explicó ella —. Sobretodo porque no tenía razón para hacerlo. Los lienzos se quedan en el mismo salón en el que estás para que no se arruinen y son tratados con sumo cuidado al ser trasladados de un lugar a otro. ¿No creen que sería tonto e imprudente de mi parte ir y venir con tantos lienzos encima? ¡¿Cómo podría cargar con toda la colección que presentaría en la exhibición?! ¡Ni siquiera estaban completos!
—Pero, según Yami, a tu hermano no le pareció raro que cayeras, si ese fue el caso —objetó Yūgi poniéndose del lado de las casualidades.
Mana agitó la cabeza.
—Apuesto a que mi hermano e Ishizu solo están diciendo lo mismo para que nadie sospeche de nada. Si pudiéramos hablar con ellos-...
—Podemos —la interrumpió Yami con seguridad —. Mi abuelo debe saber cómo llamarlos, además parece que se interesaron en nosotros desde que dijimos que te conocimos durante el invierno. Pero...
—¿Pero? —Yūgi lo miró.
Yami llevó una mano a su barbilla y la frotó descuidadamente.
—Ellos creen que sólo nos interesamos por lo de ese tal Atem —analizó en voz alta —. Sería raro de pronto llegar y preguntar por Mana sabiendo el estado en el que está.
—Sería raro si fuéramos nosotros, huh...
—Solo que no tenemos que ser «nosotros» —mencionó Yūgi tras pensarlo unos segundos.
Tanto Yami como Mana lo miraron con confusión. ¿Quién más, aparte de ellos, podía ir?
—¿Yūgi? —Yami quiso saber.
Yūgi le sonrió amargamente y sacó su celular del bolsillo antes de encenderlo.
Raro, pensaron Mana y Yami a la vez. Era raro que estuviera apagado siendo la hora que era.
En silencio, Yūgi marcó algo en el dispositivo móvil y luego este volvió a sonar y vibrar repetidas veces, como si el emisor de los mensajes fuese una persona insistente y desesperada.
Yūgi sólo suspiró en respuesta antes de mostrar la pantalla a ambos expectadores.
Eran muchos, muchos mensajes de Téa seguidos uno tras otro aunque fueran solo una frase de dos palabras tras dos palabras más.
La mayoría tenía que ver con Mana y su relación con ambos mellizos. O quién era Mana. O por qué Mana.
En resumen, Téa estaba buscando las respuestas a sus interrogantes en Yūgi.
—Yūgi, no tienes que-... —comenzó Mana sabiendo lo que la idea supondría.
Yūgi agitó la mano despectivamente.
—No te molestes —la interrumpió —. Ha estado tratando de comunicarse conmigo desde que, bueno..., ya saben. No puedo ignorarla por siempre.
—Yūgi... —esta vez fue Yami quien lo intentó —. ¿Estás seguro? Téa es...
—¿Un poco inestable? Probablemente, pero esta es la solución más efectiva que se me ocurre. Además, tarde o temprano tendríamos que vernos a la cara y ella ni siquiera sabe qué es lo que sucede.
—Pero ella-...
—Iré con ella y haré que deje su celular en modo de llamada para poder oír lo que dicen. Le explicaré las circunstancias superficialmente y ella hará el resto —sonrió —. No está loca, chicos, es una buena persona completamente enamorada.
El tono que utilizó supuso que estaba bromeando, pero tanto Mana como Yami notaron que sólo era una fachada. Que era difícil para Yūgi encarar todo tan rápido.
Y ellos no tenían la fuerza para oponerse a su valor.
Mana le lanzó una mirada desesperada a Yami para que detuviera a su hermano. No era justo que, por ella, tuviera que hacer las cosas de ese modo: tan apresuradas y directas, pero Yami solo negó con la cabeza consciente de la fachada de su hermano que, lejos de ser solo una fachada, trataba de mostrar que no necesitaba ser protegido. Que él también podía proteger.
Quería que confiaran en él.
—Te lo encargamos, entonces.
~°~
Una vez acordada la improvisada idea de Yūgi, vino lo más difícil para el menor de los Mutō después de enterarse de lo de Yami y Téa.
Y eso era llamarla.
No tenía tanta fuerza como aparentaba y realmente estaba aterrado de entrar en una crisis nerviosa de solo verla u oírla, pero supo que no estaba tan loco después de medio calmarse con un par de respiraciones profundas.
Tomó el celular entre sus manos y observó la pantalla unos segundos antes de presionar el botón necesario para efectuar la llamada.
Timbró solo una vez antes de que la afinada voz de Téa contestara.
—¿Hola? ¿Yūgi? —ella dijo al otro lado de la línea.
Tomó aire otra vez y lo expulsó por la nariz.
—Hola, Téa —saludó con una media sonrisa sin relevancia —. Dime, ¿te importaría ayudarme con algo?
Y entonces le explicó lo que harían.
~°~
Mientras tanto, Yami y Mana solo pudieron esperar sentados en el comedor. Los dedos de Yami tamborileaban rítmicamente contra la mesa al mismo tiempo que Mana guardaba un silencio sepulcral.
Los ojos amatistas de Yami se posaron sobre la meditabunda Mana un par de segundos antes de desviar la mirada, pues recordó lo que Yūgi le había dicho:
«Me alegro de que te guste.»
Por el momento, su mente había sido ocupada por otras cosas que opacaban el romance juvenil, pero ahora, en silencio y estando los dos solos sin nada especial en la mente —por lo menos de su parte —, se había vuelto terriblemente consciente de la presencia de la chica de cabello desordenado.
Ella, en su momento, reparó en su mirada cuando alzó la barbilla hacia él. Sus ojos verdosos lo estudiaron también, en silencio, con un especial brillo de agradecimiento y algo más que no supo distinguir.
—Oye, Yami —lo llamó después de un rato.
—¿Hmm?
—Es probable que yo-... Que nosotros no podamos vernos por un tiempo —dijo sin más haciéndolo alzar la mirada —. Me refiero a cuando todo esto termine. Cuando esté en mi cuerpo y, bueno..., ya entiendes.
—¿Por qué? —fue lo único que atinó a preguntar.
Mana se lo pensó unos segundos.
—Porque yo... —tragó saliva y continuó tras exhalar —. Porque es probable que ahora solo estés viendo la mejor parte de mí. Porque puede que, cuando despierte, ni siquiera pueda hablar o moverme. Mi cuerpo ha estado en coma por casi un año entero, no quiero que me vean ese estado.
—Mana...
—Además —ella desvió sus ojos hacia la palma de su mano —, creo que hay algo raro conmigo ahora mismo.
Yami inclinó la cabeza con el entrecejo fruncido en confusión. Colocó las palmas sobre la mesa y se levantó de prisa, preocupado de pronto.
—¿Algo raro? ¿No te sientes bien? —él cuestionó.
Sin embargo Mana sólo negó.
—No, no es eso, es solo que, cuando veo mi reflejo, no me veo a mí misma, ¿sabes? Como si fuera una versión diferente a mí, pero yo de todas maneras. No sé cómo explicarlo, pero yo-... —lo volvió a mirar —. Solo... Prométeme que nos volveremos a ver después de todo esto. Que saldremos los tres juntos otra vez. Solo... —Mana se acercó lo suficiente a él para juntar sus manos y mirarlo cara a cara —. Solo espera a que yo te encuentre, ¿sí?
«... Te encuentre», repitió Yami en su mente. Era singular. Se refería solo a él.
Y él sólo hablaba con ella.
La intensidad de sus ojos le impidió mirar hacia otro lado y le quitó el habla por unos segundos, limitándose a asentir en una promesa silenciosa.
Ella le sonrió y, lentamente, fue soltando sus manos.
Yami de pronto se encontró vacío sin ellas.
¿Acaso eso era...?
No lo sabía, pero sabía que ya lo había experimentado antes. Como un recuerdo lejano. Uno inalcanzable.
Sonrió suavemente.
Un recuerdo inalcanzable que más parecía un sueño que otra cosa.
Un sueño sobre el pasado. Una rara sensación.
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