VIII
Cuando Yami cerró el grifo de la ducha y se colocó la toalla al cuello para que las gotas frías no lo molestaran, el sonido de la risa de Mana llegó a sus oídos de forma tan meolodiosa como extraña.
Sus cejas se fruncieron en un acto inconsciente y observó la puerta que tenía que cruzar para llegar a su habitación, ¿de qué se reía Mana?
Rápidamente se puso los pantalones holgados de su pijama y salió del baño. Sus pasos fueron a una velocidad media, pero segura, y una vez estuvo frente a la puerta de su habitación, la voz de Yūgi también pudo ser oída claramente.
—... Y entonces, ¡él sólo dijo «hola»! ¡Como si nada hubiese pasado segundos atrás! —dijo su hermano rememorando una anécdota del verano pasado.
Oyó a Mana soltar una risilla.
—¿En serio? ¡Nunca me había contado eso!
Relajó los hombros, claro, solo se trataba de Yūgi hablando con Mana...
Un momento, Yami abrió los ojos cuando apenas los cerraba para exhalar. Ignoró el hecho de sentirse aliviado e ingresó a la habitación sin previo aviso.
La conversación estaba siendo muy fluida, demasiado como para ser de un solo sentido, y además...
Ambos, que estaban cara a cara, de pronto giraron en su dirección, algo sorprendidos solo para después sonreír.
Mana flotó a su lado con una inusual emoción.
—¡Adivina qué! ¡Yūgi ahora puede verme! —exclamó como si fuera lo más normal del mundo.
Por un momento, Yami solo pudo inclinar la cabeza y boquear sin llegar a decir ninguna palabra realmente y, ante su confusión, Yūgi rió.
—Ella es exactamente cómo la describiste —comentó.
Aún estupefacto, Yami quiso saber.
—Pero... ¿Cómo?
—Creo que se debe a esto —contestó Yūgi levantando el Rompecabezas del Milenio de su cuello.
—¿En serio? —Yami frunció los ojos y se acercó a su hermano —. ¿Por qué no lo habíamos pensado antes?
Yūgi se encogió de hombros.
—No lo sé. Desde que me contaste el evento antes de completarlo, lo había querido intentar, pero no se dio la oportunidad y con el tiempo se me olvidó —confesó.
—Y no fue hasta que nos encontramos con esa anciana que lo recordaste, ¿no? —agregó Mana haciéndose partícipe de la conversación antes de acercarse al más bajo de los tres —. ¡Wou, es genial poder hablar contigo al fin!
—Opino lo mismo —Yūgi sonrió y volvió la mirada a Yami, un poco más serio que antes —, pero, a diferencia de ti, si me lo quito, Mana desaparece de pronto. Extraño, ¿no?
Yami metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Como todo lo que nos rodea —contestó tras suspirar —. ¿Crees que también funcione con el abuelo?
—Hum... No tengo ni idea. ¿Probamos?
Antes de que Yami pudiera responder, Mana se adelantó con un entusiasta «¡Sí!» y salió de la habitación siendo seguida por Yūgi. Ambos se metieron en una conversación, entonces, en la que Mana mencionaba lo mucho que quería conversar con su abuelo acerca de la historia.
Yami sonrió ligeramente al ver el ánimo de Mana por las nubes otra vez antes de detenerse un par de segundos en el pasillo con el entrecejo fruncido.
Estaba feliz, ¿no es así? Compartir el misterio de Mana con Yūgi le agradaba, pero...
¿Por qué de pronto se encontraba conflictuado?
—¿Estás bien? —Mana lo sacó de su meditación inclinando la cabeza muy cerca de la suya.
Yami dio medio paso hacia atrás, sorprendido, y tragó saliva.
—S-Sí —se atragantó con sus propias palabras, así que carraspeó un poco —. Lo estoy.
Mana le sonrió antes de volver al lado de Yūgi, inclinándose un poco hacia él y jugueteando a su alrededor demasiado entusiasmada y curiosa como para quedarse quieta.
Yami se obligó a inhalar y exhalar seguidas veces para volver en sí.
¿Y ahora qué le sucedía?
~°~
Con un poco de convicción, no fue difícil hacer que su abuelo se pusiera el Rompecabezas como colgante en el medio de la tienda, sin embargo, a diferencia de Yūgi, no hubo cambio en lo que veía a su alrededor.
Lo bueno era que, con ese descubrimiento, otro salió a la luz y ahora Mana podía moverse más libremente entre quienes podían verla. Por supuesto, para esto, Yūgi debía estar usando el Rompecabezas y Yami, no.
Esto sin duda seguía siendo un misterio. Pues no había una razón lógica para que solo los mellizos Mutō pudieran ver a Mana, pero, como con el resto de las cosas ilógicas que los rodeaban, pronto olvidaron buscarle un porqué y simplemente se enfocaron en seguir buscando respuestas sobre la protagonista del enigma.
Fue así como a Yami, quien estaba solitario por el momento, se le ocurrió algo.
Domino High no era una escuela extraña. De hecho, era una de las más reconocidas —si no la más —dentro de su ciudad. Era grande y espaciosa, llena de alumnos talentosos como otros del montón.
Yami se consideraba a sí mismo uno de los que no destacaban por nada más que su apariencia. No era el top en las notas ni en los deportes, o en las artes, pero conocía a quienes lo eran y ellos debían conocer a otros más.
Observando en silencio los lienzos dentro de la sala, Yami recorrió el club de arte que la escuela tenía. Cada pintura, cada trazo y cada color eran buenos. Llamativos y originales en su mayoría, pero...
No había ninguno como el de la galería.
—Tú eres... —escuchó a sus espaldas —Yami Mutō de la clase 1, ¿no es así?
Giró lentamente intentando no tumbar nada y asintió, frente a él, una mujer de edad media, con el cabello recogido en un moño desordenado y un mandil blanco salpicado de distintos colores, estaba parada al lado del pizarrón.
Sus ojos cubiertos por lentes lo observaron unos segundos, él volvió su atención a las pinturas. En particular a una que era exactamente igual a un cielo nublado.
—¿Te gusta el arte? —continuó la profesora haciendo sonar sus zapatos mientras se ubicaba a su lado.
Yami negó.
—No en particular, pero hay una chica... —se aclaró la garganta al notar cómo sonaba lo que decía —. Hay una chica a la que sí le gusta y, pues..., me gustaría saber si usted la conoce.
La profesora lo observó con las cejas en alto y la cabeza inclinada, pareciendo ligeramente sorprendida ante los dicho.
—¡Vaya!, a primera vista no pareces ser de esa clase de chicos —ella comentó con una risilla.
Yami se sonrojó. Por supuesto que no lo era, pero la situación lo ameritaba. Por suerte ni Mana ni Yūgi estaban con él en ese momento, no podría soportar sus burlas en pareja.
Cruzándose de brazos y dejando la risilla solo en una sonrisa comprensiva, la profesora de artes continuó.
—Entonces, ¿algo que me facilite saber quién es?
—Hum... Su nombre es «Mana» —contestó sin demora, inseguro de si estaba bien lo que decía.
La mujer lo miró unos segundos en silencio.
—¿Sólo «Mana»? ¿No tiene apellidos?
—Yo le pregunté lo mismo —se le escapó rodando los ojos en un acto inconsciente y, al escuchar otra risilla por parte de la mujer, se sonrojó ligeramente y desvió la mirada otra vez —. Bueno, por eso-...
—Por eso estás aquí —la mujer asintió caminando hacia su escritorio para, después, sacar un archivo con muchos papeles dentro —. Así que solo sabes su nombre... Va a ser un poco difícil si no estudia aquí, pero haré lo que pueda.
—Hum... Gracias.
La mujer agitó una mano restándole importancia.
—Oh, no te preocupes, es muy dulce de tu parte interesarte en el arte por la chica que te gusta —Yami no tuvo tiempo de negar nada cuando la profesora solo continuó —, pero no te centres solo en su arte, ¿está bien? Hay muchos talentos por ahí. Es más, deberías intentarlo tú también, hay un chico-...
Yami interrumpió la divagación de la profesora con una gentil negación de cabeza. La última vez que había pintado fue cuando iba a primaria y sus dibujos no eran lo que uno llamaría «arte» exactamente.
—Gracias, pero me conformo con mirar.
—¡Ah, así que también eres de ese tipo! —la profesora se burló con fingida inocencia antes de asentir —. Está bien, está bien. Vuelve mañana a la misma hora, después de los exámenes, ¿bien?
Con un asentimiento y con el timbre de cambio de hora sonando, Yami se despidió para ir casi corriendo a su clase, encontrándose con Yūgi y Mana en el camino.
—¿En dónde estabas? —le preguntó Yūgi apenas lo vio.
—Averiguando algo —contestó con simpleza.
Debido al tiempo, su hermano no insistió más y cruzó el pasillo para ir a su respectivo salón. Mana se quedó a su lado esta vez.
—¿Y averiguaste lo que querías saber? —Mana quiso saber.
Yami le sonrió.
—Puede que mañana.
—Como tu examen de literatura.
—No me lo recuerdes.
Mana rió y ambos se encaminaron al salón de Yami. Ninguno se percató de que los problemas, muy aparte de los exámenes, recién empezaban.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro