V
Con unos pantalones cortos de color rosa y un top amarillo, Téa apareció frente a la tienda de juegos de la familia Mutō. Su cuello era adornado por una gargantilla rosa y sus muñecas llevaban unas cuantas pulseras junto un pequeño reloj, al cual observó para saber la hora.
No habían especificado nada, pero el pensamiento de estar demasiado temprano la estuvo carcomiendo incluso desde que salió de su hogar. No quería parecer desesperada ni mucho menos, se veían seguido en la escuela e incluso conversaban cada vez que se veían.
Conversaciones cortas y de un solo sentido, suspiró, pero conversaciones al fin al cabo.
Se detuvo antes de abrir la puerta de madera, pues sabía que la campanilla anunciaría su llegada ni bien pusiera un pie dentro, y todavía no estaba preparada.
Ni siquiera sabía por qué estaba nerviosa en primer lugar. Era una salida grupal, y el mismo Yūgi la había invitado —lo cual fue muy sorprendente —, pero el simple hecho de pasar una tarde con Yami —más Yūgi —la emocionaba tanto hasta el punto de tener que respirar hondo para calmar su corazón.
Estaba mal. Lo sabía. Habían terminado en un punto medio sin retorno, su amistad no era la misma por más que ella intentara lo posible por recuperarla, mas parecía no ser el caso.
Pero, se dijo con una sonrisa. Si Yami había accedido a que ella fuera, entonces había una posibilidad, ¿no?
Una posibilidad para muchas cosas.
La campanilla de pronto sonó, sorprendiéndola y haciendo que retrocediera un par de pasos, mas no fue ella quien la activó.
En su lugar y con una ceja en alto, estaba Yami observándola curioso.
Sintió sus mejillas calentarse.
—¿Qué haces ahí parada desde hace rato? —cuestionó.
No había burla ni curiosidad en su pregunta, pero bastó para que Téa tartamudeara de vergüenza al responder.
—B-Bueno, yo... Ya sabes... Estaba pensando en si ya estaban listos —contestó sonriendo.
Yami suspiró.
—Yo sí, pero Yūgi se está vistiendo —se hizo a un lado y se quedó en silencio. Téa lo miró con curiosidad y él hizo un gesto con la cabeza —. Uhm... ¿Adelante?
Abrió muchos los ojos, reaccionando tardíamente.
—¡Oh, sí, claro!
¡¿Qué me sucede?!
Una vez estuvo dentro, Yami cerró la puerta tras de sí y la guió hacia adentro por más que ya supiera el camino. El señor Solomon la saludó con su animosa personalidad de siempre y pronto ambos estuvieron en la sala de estar.
El silencio era demasiado mortal e incómodo, pero lo aprovechó para observar un poco a Yami.
Si bien estaba con ella, era bastante obvio que su mente estaba en otro lado. Sus ojos no la miraban, pero no parecía ser a propósito. En cambio, parecía que estaba siguiendo algún punto que, aunque se esforzara, ella no podía localizar.
Por un momento pareció que iba a decir algo, pero luego se detuvo.
¿Estará tratando de iniciar una conversación?
No podía asegurarlo.
Así que ella lo hizo.
—Uhm... ¿Has estado estudiando para los exámenes? —quiso saber.
Él asintió.
—Sí —dijo, pero luego se dio cuenta de que había sido muy cortante y agregó: —. Sobretodo literatura e historia. No soy muy bueno con tanta información.
Téa sonrió.
—¡Oh, a mi no se me complican esos cursos! Si quieres puedo venir y ayudarlos a ti y a Yūgi —ofreció dando un par de pasos hacia el hermano mayor de los Mutō.
Yami le devolvió el gesto con una ligera curva en los labios, pero negó con la cabeza.
—Lo siento, ya tengo a alguien —denegó su oferta.
—¿Quién? —ella preguntó con un poco de brusquedad. Fue sin querer. Se aclaró la garganta y agitó la cabeza —. Quiero decir, quizá podamos invitar a esa persona y mientras más, mejor, ¿o no?
Yami rodó los ojos. ¿Había razón para hacerlo? ¿Estaba siendo demasiado insistente? ¿Lo estaba molestando? Porque, de hecho, parecía algo fastidiado. ¿Era por ella? ¿Se había equivocado?
Sin embargo, tan rápido como todas esas preguntas aparecieron en su mente, se esfumaron al ver a Yami reír. Reír de pronto. Como si ella hubiese dicho una broma aunque no fuera así.
Con una sonrisa que intentó disimular, él continuó:
—Lo siento —se disculpó sin razón aparente antes de asentir un par de veces —. Sí, se lo diré, aunque no creo que quiera unirse. Es un poco tímida.
¿Tímida?, aunque Téa se había dejado contagiar por la sonrisa, ya no estaba feliz. Apretó los puños con disimulo.
Una vez más, él pareció reírse en silencio de algo. Lo supo por la mirada en sus ojos, aunque también supo que no estaba dirigido hacia ella, o con ella. Un «algo» y un «alguien» que ella desconocía.
—¿Sabes?, Yūgi se está tardando, iré a buscarlo —mencionó Yami pasando cerca de ella con dirección a las escaleras.
Ella se quedó ahí.
~°~
Yami tuvo que respirar hondo un par de veces una vez llegó al segundo piso.
Gracias a Mana, su conversación con Téa había sido medianamente más llevadera que las que últimamente habían estado teniendo, pero de todas maneras agradeció cuando la chica a su lado le mencionó sobre la tardanza de Yūgi.
—¿Crees que se haya enfermado del estómago? —comentó Mana echando un vistazo a la puerta entreabierta del baño —. Sería muy conveniente.
—Sería muy incómodo —contestó él ingresando a la habitación del baño.
Estaba vacío.
Suspiró y cambió de dirección hacia el dormitorio de su hermano. Mana lo siguió en silencio mientras daba miradas curiosas alrededor. Casi nunca pasaban por esa parte de la casa, por lo que ella siempre aprovechaba cada oportunidad que tenía para estudiar todo de más cerca.
Al entrar a la habitación, ambos encontraron a Yūgi inclinado dentro de su armario con medio cuerpo desnudo.
—Uhm... ¿Yūgi? Téa ya está abajo..., ¿qué haces? —quiso saber estirando un poco el cuello.
Mana, a su lado, solo rió. No se fijó mucho a los alrededores, pues la distribución de los objetos y muebles era bastante similar a la de la habitación de Yami.
—Lo siento, hermano, no encuentro la camiseta negra que quería ponerme hoy —comentó antes de suspirar —. No importa, me pondré otra.
Yami alzó una ceja. ¿Había tardado tanto buscando una simple camiseta para luego decir que no importaba? A veces realmente no entendía a su hermano.
Agitando una mano frente a su rostro, Mana llamó su atención y señaló hacia la mesa del escritorio a un lado de su cama. Unas cuantas camisetas y playeras estaban dobladas en orden, seguramente ya lavadas y planchadas por su madre.
Inhaló y exhaló una sola vez y se apoyó sobre su pierna derecha mientras cruzaba los brazos frente a su pecho.
—Yūgi, rélajate —le dijo —. No estás yendo a ninguna prueba. Además, conoces a Téa incluso desde antes que yo, ¿cuál es el problema?
Dándose cuenta de lo que pasaba, Yūgi frunció el entrecejo y se sentó sobre la cama suspirando. Ya tenía puesta una camiseta de color negro y algunos accesorios, como siempre con su estilo llamativo.
—Ya lo sé —asintió —, pero aunque tú y Mana estén ahí, al mismo tiempo van a estar en su propio asunto, lo que me dejaría solo con Téa —Yami alzó una ceja, insistente. No era la primera vez que saldría solo con Téa —. ¿Sabes?, no es algo que espero que entiendas. Solo no quiero que sea incómodo. Es mi mejor amiga, después de todo.
—Huh...
Yami pensó que Mana quería abrazar a Yūgi en ese instante, pues ella se movió hasta quedar frente a él inclinando la cabeza y con una expresión conflictuada.
—Y ayer estabas tan confiado. ¡Vamos, no dudes! ¡Lo estás haciendo por mí, ¿o no? —Mana animó aunque sabía que Yūgi no la escuchaba.
Por lo que, en su lugar, Yami se acercó un par de pasos y estiró su brazo para darle un par de palmadas en la espalda.
—Tienes razón, no lo entiendo —concordó —, pero definitivamente será incómodo si solo Téa, Mana y yo salimos desde que tú fuiste el que la invitó. Así que mueve tu trasero de una vez si no quieres que te arrastre con nosotros.
Yūgi lo miró anonadado unos segundos antes de empezar a reír.
—Esto de reconfortar no es lo tuyo —comentó entre cada toma de aire antes de levantarse y asentir —. Lo entiendo. Mana y tú deberán descubrir algo hoy, entonces.
—Trato —Yami sonrió y se dispuso a seguir a Yūgi antes de detenerse en las escaleras.
Observó cómo su hermano y Téa interactuaban antes de oír a Mana a su lado.
—Entiendo por qué quieres protegerlo —dijo ella —. Es un chico muy adorable, como un niño.
—¿Por eso no te escandalizaste al verlo medio desnudo? —Yami bromeó con una ceja en alto.
Mana rió.
—¡Por favor! —negó con la cabeza antes de volver a una expresión seria mientras dirigía su mirada a Téa —. Y también comprendo por qué dudas de ella.
Yami escudriñó su rostro.
—Ayer dijiste que ella no era ese tipo de chica.
Mana asintió.
—No digo que sea mala, pero... —movió la cabeza de un lado al otro como si analizara sus palabras —. ¿Cómo decirlo? ¿"Intuición femenina"?
Yami terminó por quedarse en silencio. Mana también era incomprensible en muchos sentidos, pero ya lo quiso seguir preguntando al respecto.
Sabía que, aunque quisiera proteger a Yūgi, no podía tratarlo como a un niño. Tenían la misma edad, después de todo.
~°~
Al salir de su hogar, lo primero que hizo Mana fue preguntar hacia dónde se dirigían y, como ella no era escuchada por nadie aparte de Yami, él tuvo que repetir la pregunta en voz alta.
Yūgi, quien quiso tomar la respuesta, se tomó unos segundos para pensarlo mientras cruzaban la calle.
—Primero vayamos al centro comercial —sugirió —. De ahí podemos decidir.
Ninguno tuvo objeción y, mientras Yūgi y Téa se metían en una conversación, Yami se demoró un poco más para poder hablar con Mana.
—¿Domino City es grande? —ella quiso saber.
Yami se encogió de hombros y, dando una mirada a su alrededor, contestó:
—No es pequeño —dijo —, pero desde el centro se puede llegar a todos lados.
—Hm...
Ambos dejaron de mirarse en ese momento, no era incómodo ni nada, pero tampoco era que supieran exactamente qué hacer. Yami sabía, por experiencia propia, que las citas eran para conocerse mejor —lo que iba bien para Yūgi y Téa en ese momento, aunque se conocieran desde siempre —, ¿pero cómo conocer mejor a alguien que ni siquiera se conocía a sí misma?
Mana era un libro abierto de misterio.
Estando a un par de calles del centro comercial, Mana de pronto detuvo su avance quedándose a observar un edificio que llevaba siendo construido incluso desde antes de que se conocieran. Habían algunas telas grises y blancas que impedían ver el avance, así como montones de arena y cemento a un lado.
—Este lugar...
Tenía el entrecejo fruncido y la cabeza inclinada. Su atención estaba muy fija en ese punto.
—¡Ah! Ese es el museo, ¿no? —comentó Téa notando la distracción de Yami.
Retrocediendo los metros que habían avanzado, Yūgi y Téa se detuvieron a su lado.
—¿Un museo? —Yūgi preguntó interesado al mismo tiempo que Mana volvía a prestarles atención.
Téa asintió.
—Sí, creo que lo abrirán antes del verano —explicó y se llevó el dedo índice a la barbilla como si pensara en algo —. Hum... Creo que se trata de un museo de cultura egipcia. No recuerdo bien.
Yūgi chocó su puño izquierdo sobre su palma derecha.
—¡Claro, por eso la visita del profesor Hawkins! —exclamó y señaló el Rompecabezas del Milenio —. ¿Crees que inviten al abuelo?
Se encogió de hombros.
—Es una probabilidad.
Yami le indicó con una mirada a Yūgi que se quedaría atrás y, comenzando una conversación para distraer a Téa, su hermano mellizo empezó a avanzar.
Suspirando volvió la mirada a Mana. Ella había regresado su atención al museo.
—¿Estás bien? —quiso saber —. ¿Se te hace familiar, o algo así?
Mana reaccionó.
—Yo... No lo sé —contestó con un puño sobre el pecho —. Es... Es una sensación distinta, pero no sé si "familiar", o "conocido" sean las palabras para describirla.
Yami metió las manos en su pantalón mirando alrededor. El lugar escogido para el museo era bastante concurrido, pues habían distintos caminos que, dependiendo cuál uno escogiera, podían llevar hacia cualquier lugar de Domino City.
Lugares como la avenida principal, la estación de trenes, el hospital e incluso la escuela superior o la calle universitaria.
—Huh... Es un lugar bastante conveniente para poner una atracción —comentó.
—Sí, seguramente quien lo planeó es alguien inteligente —bromeó Mana antes de sonreírle —. La gente te está mirando, deberíamos seguir a Yūgi y a Téa de una vez.
Recién notando las miradas de soslayo y los murmullos a su alrededor, Yami se encogió de vergüenza y sólo continuó su camino alcanzando a Yūgi justo para comprar entradas al cine.
Oyó a su hermano burlarse un poco de él antes de preguntar, con disimulo, sobre Mana. Él sólo negó. No parecía haber sido muy importante, pero...
Volvió a mirar a Mana.
Ella tenía una expresión que decía todo lo contrario.
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