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Capítulo 8

Sarah se equivocó: cuando llegó a su habitación encontró a Mercy acostada en la cama con expresión sonámbula.

—Hola —saludó Sarah, escondiendo su decepción.

––Hola ––le dijo la chica de pelo oscuro y corto––, no sabía que tenías novio.

––¿De qué hablas? ––Sarah se sentó en su cama, desconcertada por el comentario.

––Estaba en el salón de juegos cuando te vi pasar con un chico; intuyo que fueron a su habitación, porque cuando subí no estabas aquí…

––Es mi mejor amigo, no mi novio ––aludió en su defensa.

––Pero estabas en su habitación…

––Pasé un momento, pero no te hagas ideas que no son…

––Me alegro, porque Fern está saliendo con una amiga mía ––soltó.

––¿Qué? ––Sarah no pudo evitar mostrar su sorpresa. Fern no le había dicho nada.

––Lo conocí ayer en la fiesta y nos presentaron, por eso sé su nombre ––se explicó Mercy––. Mi amiga Ruth, quien daba la fiesta, se enrolló con él. Creo que estudian juntos Arquitectura.

––¿Y Ruth es tu amiga?

––Muy amiga, estudiamos juntas en el colegio y también su hermana. De hecho, yo me quedé a dormir en el sofá de su casa, por eso no aparecí anoche. Fui testigo de cuando tu amigo y Ruth se fueron juntos a su cuarto y no salieron de allí hasta bien temprano en la mañana.

Sarah sintió como si recibiera un golpe en el estómago, pero intentó no manifestarlo.

––Puedes estar tranquila, Fern es mi mejor amigo. Nos conocemos desde siempre, y no existe nada entre nosotros.

––Mejor así ––sonrió su compañera––, no quisiera que te rompiera el corazón. Ahora, si me disculpas, voy a acostarme a dormir porque estoy agotada…

Sin más, Mercy se colocó un antifaz para evitar la luz, y se giró hacia la pared de la habitación.

Sarah se sentía como una completa estúpida, soñando con alguien que jamás la miraría a ella como algo más que su amiga. ¡Tenía que olvidarlo y comenzar a pensar más en sí misma que en él!

A Fern le extrañó que, al día siguiente, Sarah no apareciera para desayunar con él, como era costumbre. A veces creía que ella… No, era una locura lo que estaba pensando, así que desechó la idea. Su pensamiento le pareció cada vez más descabellado cuando en los subsiguientes días apenas la vio. Cuando la llamaba, estaba ocupada; no habían vuelto a coincidir en los horarios de comida y se sentía como tonto por querer verla y serle tan difícil.

Al menos las cosas con Ruth estaban algo más calmadas. Había hecho nuevos amigos durante la semana, y prefirió sentarse con ellos en lugar de con Ruth y Marco. Al menos Cristóbal había resultado un chico más sano que aquel par, y Lucas era una polilla, pero tan divertido que no entraba a la clasificación del típico nerd.

A quien echaba de menos era a Sarah; pensaba que estaba algo extraña, pero desechó la idea… ¿Qué podría sucederle? Recordó la conversación tan íntima que sostuvieron en su habitación, pero no sabía qué pensar de ella.

Aquel viernes en la tarde Fern estaba saliendo de la Politécnica con sus amigos, cuando recibió una llamada: era Gustavo, quien estaba a las afueras del Café Periplo, con intenciones de entrar para tomar un café y hablar con Sarah. Para ello necesitaba del apoyo de Fernando pues llegar solo sería sospechoso… Fern intentó negarse pero sus amigos, quienes escucharon parte de la charla y conocían a Gustavo de la propia Facultad, se animaron a ir y a brindarle su apoyo moral.

Una parte de Fernando quería ver a Sarah, pero la otra se sentía incómoda, conociendo las intenciones de Gustavo. ¿Y por qué estaba tan malhumorado? Él mismo le había dicho que Sarah era solo una amiga y así era… No podía confundir las cosas o por su egoísmo echaría por tierra una amistad de tantos años.

Sarah se sorprendió cuando vio aparecer a los cuatro jóvenes: Fernando, Gustavo, y a dos más que no conocía; se acercó a la mesa que ocupaban para saludarlos, y fue Gustavo quien le presentó a Lucas y a Cristóbal. El primero, un chico larguirucho, de pecas y lentes de pasta; el segundo, un fornido joven moreno, de ojos verdes.

––¡Hola, Sarah! ¿Cómo has estado? ––Gustavo le sonrió.

––Hola ––dijo ella.

El resto también saludó, pero Fern estaba perdido en la pantalla de su teléfono, al parecer le había llegado un mensaje.

Sarah tomó los pedidos: cappuccino para Fern; cerveza para Lucas y Cristóbal, y una horchata para Gustavo, pues todavía hacía calor.

––¿No ibas a invitarla a salir? ––se burló Lucas de él cuando Sarah se marchó.

Gustavo se encogió de hombros. Con tanta experiencia que tenía en el área de mujeres, no sabía por qué se sentía intimidado por aquella chica de 1.55 cm de estatura y hermosos ojos oscuros.

––Más tarde ––farfulló.

Al cabo de unos minutos, Sarah regresó con el pedido; Gustavo intentó decirle algo e incluso hizo un comentario banal, pero la chica se marchó de inmediato dejándolo en las mismas. Cristóbal se burló de él, y Fern continuó perdido en su celular como si no le importara en lo absoluto.

––Es tu hermana ––le explicó un par de minutos después, justificando su vista perdida frente a la pantalla de su iPhone––. Me ha invitado a una copa, pero le he dicho que estoy contigo.

Gustavo frunció el ceño y tomó su teléfono: justo le había llegado un mensaje de Gigi no solo para confirmar lo dicho por su mejor amigo, sino para preguntarle en dónde estaban y pasarse.

––Quiere venir…

––¡Pues dile dónde estamos! ––respondió Cristóbal––. No la conozco, pero si es guapa…

––¡Más respeto! ¡Es mi hermana!

––Y mi ex ––apuntó Fern con una sonrisa de medio lado antes de llevar su café a los labios.

Cristóbal se encogió de hombros y también sonrió. Continuaron con su plática hasta que unos diez minutos después apareció Gigi, quien estaba cerca de allí. Llevaba un jean ajustado y una blusa blanca; el cabello alto en una coleta caía sobre su espalda, y el ligero maquillaje dejaba ver su belleza al natural… Lucas carraspeó cuando la vio llegar, pocas veces se había sentido tan deslumbrado por alguien a primera vista. A pesar de la instantánea atracción que sintió por ella, intentó mantenerse tranquilo ya que tal vez existieran cosas aún por resolver entre su reciente amigo y aquella hermosa chica.

––¡Hola! ––saludó ella.

Sarah, en la distancia, la vio llegar. Nunca fueron amigas, pero tampoco le desgradaba. Reconocía que Gigi era una chica preciosa e inteligente. La seguía por Wattpad y leía sus historias de fantasía, aunque era probable que la chica no lo supiera pues utilizaba un nombre falso y un avatar para su cuenta.

Sarah no había incursionado mucho en Wattpad, aunque había comenzado a subir a la plataforma algunos de sus poemas, que ya comenzaban a alcanzar algunas vistas. Escribía bajo pseudónimo, así se sentía más protegida sabiendo que era improbable que Fernando la descubriera.

––Hola, Gigi ––le dijo.

––¡Hola, Sarah! ––exclamó la castaña con amabilidad––. ¿Qué tal estás?

––Todo bien, muchas gracias. ¿Gustas de beber alguna cosa?

––Depende ––soltó ella con una risita––. Depende de si Fern me complace en ir a por una copa fuera de aquí…

El aludido la miró un poco incómodo, sin saber qué responder.

––Vamos, Fern, ¡me lo prometiste! ––insistió la chica.

––Sarah, en lo que mi hermana y Fernando se deciden, me gustaría preguntarte algo ––soltó Gustavo aclarándose la garganta y llenándose de valor––. Ya sé que estás ocupada, pero ¿podrías acompañarme un momento afuera?

Sarah lo miró extrañada, pero no tuvo cómo rehusarse; antes de acompañarlo le pidió a Paty que la cubriera por unos minutos. Su amiga no tuvo el menor problema en hacerlo. Cuando salió al exterior, advirtió que Fernando se despedía de Gustavo y se dirigía con Gigi hasta su auto. Al parecer, lo había convencido de tomar aquella copa.

––Querías hablar conmigo…

La voz de Sarah hizo salir a Gustavo de sus pensamientos, quien se giró hacia ella con una sonrisa.

––Me estaba despidiendo de esos dos.

Sarah guardó su curiosidad; era un poco raro que Fernando accediera a salir con Gigi si estaba viendo a la tal Ruth, su compañera de clase. Tal vez no fuera nada serio ninguna de las dos cosas, de lo cual no sabía si alegrarse o terminar de decepcionarse de él.

––Gustavo, disculpa, pero no tengo mucho tiempo y…

––Me preguntaba si querrías salir conmigo mañana ––dijo atropelladamente––. Podemos ir al cine o a cenar, ¿qué dices? ¿Unas copas tal vez?

Sarah se sintió halagada, y un tanto asombrada por la proposición. No pudo evitar sonreír, porque jamás había visto a Gustavo tan nervioso.

––Gracias por la invitación y por pensar en mí, pero mañana me iré a Castellón a pasar el fin de semana con mi abuela. Me está esperando y he quedado con ella.

––Claro, lo entiendo ––su rostro reflejaba su decepción––. En otra ocasión entonces, ¿verdad?

––En otra ocasión ––afirmó ella.

A Sarah no le gustaba dar falsas esperanzas, pero tampoco veía mal salir en un futuro con Gustavo. ¿Se suponía que esperara toda la vida por Fernando? Necesitaba algo de tiempo para sanar su corazón, pero tal vez dentro de un tiempo estuviera lista para dar el siguiente paso con alguien, incluso si esa persona era el mejor amigo de Fern.

Cuando sus amigos vieron la expresión de disgusto de Gustavo no demoraron mucho en pagar la cuenta y marcharse, pues era evidente que Gus no tenía ánimos para seguir viendo a Sarah trabajar; aunque no lo había rechazado de plano, su posición era difícil. Por un momento pensó en invitarla a salir en Castellón, pero no estaba convencido de ello. Para Sarah era muy importante el tiempo con su abuela, y él no quería forzar nada.

––¿Qué ha sido todo eso? ––le preguntó Paty cuando los chicos se marcharon.

Sarah soltó el aire que venía conteniendo y se desahogó, contándole de la invitación y que lo había rechazado.

––Es cierto que me voy a Castellón mañana, pero…

––Pero no es él quien te gusta sino el otro, ¿verdad? ––dedujo la mujer––. Me refiero a tu mejor amigo, al que estaba con la rubia y hoy se marchó con la castaña…

––Siempre he estado enamorada de él ––confesó con un hilo de voz––, pero nunca se ha fijado en mí. La muchacha de hoy fue su novia por muchos años, y yo siempre he sido su amiga… Últimamente he sentido que tal vez pueda sentir algo por mí, pero creo que ha sido un delirio de mi cabeza y lo mejor es que lo deje así…

––Creo que te estás equivocando Sarah; si estás segura de tus sentimientos lo mejor es que abras el juego… Tal vez te sorprendas. Si te quedas sentada esperando a que él de el primer paso, es probable que termines perdiéndolo. ¿Quién ha dicho que las mujeres no podemos enamorar? ––se cuestionó animada––. ¡Claro que podemos! ¡Llénate de ánimos, mujer, y a conquistarlo!

Sarah se rio, pero le parecía una ridiculez. Dejó el mandil en su gancho y se despidió de Paty, todavía con una sonrisa en los labios por aquella sugerencia. ¡Enamorar a Fernando! ¡Le parecía muy descabellado! Sin embargo, ¿sería capaz?

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