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Capítulo 42

La familia de Fernando quedó atónita cuando descubrió la presencia de la nueva huésped. Antonia y Alberto eran demasiado educados como para echarla de su casa, pero no les agradaba en lo más mínimo que estuviera allí. Sin embargo, todos hicieron un esfuerzo por el bien de Pilar, quien estaba muy contenta con la llegada de su madre.

Sarah era quien llevaba la peor parte, pues estaba muy incómoda. Hasta el momento Vivi se había comportado de manera muy amable con ella, pero desconfiaba de cada movimiento y paso de la rubia. Supo por Fern de sus intenciones de establecerse en Castellón, y aunque eso fuera bueno para Pilar, había algo que no le cerraba del todo.

—Tienes que tener cuidado —le advirtió—. Dudo mucho que ella esté preocupada por Pilar. Lo siento, pero no le tengo confianza. Estoy convencida de que no habla en serio cuando dice de establecerse aquí y solicitar la custodia compartida.

—Yo también creo que es raro —reconoció Fern—, ¿pero por qué engañarnos?

—Para limpiar su imagen, ganar tiempo respecto al divorcio y utilizar a la niña a su favor. Ahora que se ha descubierto de su existencia, Vivi hará todo lo posible para sacarle provecho a la niña.

Fernando negó con la cabeza.

—Ella sabe que no puede hacer eso —negó con la cabeza—. Pilar no es noticia ni puede valerse de ella para publicidad.

—Espero que tengas razón, Fern, pero esto está muy extraño...

Se interrumpieron cuando sintieron que tocaban a la puerta: era Vivi. Fernando frunció el ceño cuando atendió a la puerta y notó que era ella.

—Hola —sonrió Vivi—, solo tenía curiosidad por conocer esta habitación. He notado que has hecho cambios en la planta alta, pero aquí no había estado antes. ¿Interrumpo?

Fernando no contestó, pero abrió la puerta más ampliamente. Vivi echó una ojeada. Sarah estaba sentada en la cama frente a ella.

—Está muy bonita, pero es más pequeña —hizo notar la rubia—. Nuestra antigua habitación era más amplia y cómoda. ¿Recuerdas que mandaste a comprar una cama imperial para mí? ¡Estaba tan incómoda con el embarazo que necesitaba de mucho espacio! Sé que fue un gasto grande, pero no escatimaste en ello.

—¡Cómo escatimar! Mientras más espacio hubiera entre tú y yo, mejor. Sarah y yo estamos perfectamente bien instalados en nuestra cama, no necesitamos de espacio extra. Ahora, si me disculpas, estábamos ocupados...

—¡Perdón! —dijo Vivi llevándose una mano al corazón—. No lo dije por mal. Solo quería saber qué habías hecho con nuestra cama y si todavía existía, ver la posibilidad de ponerla en la habitación de huéspedes. Sé que quedaría algo más justa, pero es más cómoda.

Fernando estaba a punto de perder la paciencia.

—La cama la doné cuando hice la remodelación de la planta superior. Vas a tener que acostumbrarte a la habitación de huéspedes tal y como está. Si crees que estarás incómoda, eres libre de mudarte a un hotel.

—¡No hay problema! ¡Me quedo aquí! No quisiera hacer grandes gastos ni llamar demasiado la atención... Además, quiero estar cerca de mi hija.

—Estupendo, nos vemos luego —Fernando le cerró la puerta en las narices.

Sarah respiró hondo y se acostó.

—Esto está apenas comenzando, Fern. Prepárate para la artillería pesada. No estoy segura de que pueda soportar esto...

—No digas eso, Sarah. Solo será por unos días. Yo te necesito a mi lado para mantener la calma. Viviana me saca de mis casillas, pero es la madre de Pilar. Por primera vez en mucho tiempo la niña tiene a sus dos padres bajo el mismo techo. Cuando Vivi se marchó era muy pequeña y apenas tiene recuerdos de nuestra convivencia. No quiero que esta estancia de Vivi sea en mitad de una guerra, no me parece justo para Pilar.

—Tampoco es justo para mí, Fern —le hizo saber, mientras se incorporaba en la cama—. Hace seis años tuve que dejarte ir e hice un sacrificio enorme.

—También lo fue para mí, Sarah, que no se te olvide. Yo también te amaba entonces, y te amo ahora.

—Pero tuviste a Pilar, que era una responsabilidad y una alegría también...

—Amor, no vamos a comparar quién hizo o no los mayores sacrificios. No es fácil ser padre joven y llevar a la par los estudios de una carrera como la mía con las responsabilidades de la paternidad. Tampoco es fácil suplir la ausencia de una madre. Creo que estamos de acuerdo es que los dos sacrificamos mucho y que hemos tenido que esperar bastante para estar juntos. Si eso es lo que quieres decirme, pues estoy de acuerdo.

—No es solo eso, Fern. Eres demasiado ingenuo y no te percatas de que la presencia de Vivi puede traernos problemas, no solo a nosotros como pareja, sino a Pilar, a ti...

—Lo sé, Sarah —resopló—. Nadie conoce mejor a Vivi que yo. Sé cómo es, pero tampoco puedo sacar a la calle a la madre de mi hija, cuando Pilar me pide que ella se quede. No es fácil mirar a mi hija y decirle que Vivi tiene que irse. No lo entendería, y puede incluso ser contraproducente para los dos, porque Vivi puede utilizarlo a su favor. Perdóname, sé que la situación es difícil, pero no tengo de otra. La casa de mis padres es más pequeña, no puedo pedirle a Vivi que se vaya para allá ni nosotros mudarnos tampoco. Para serte honesto, no quisiera dejarla cerca de mi hija, tengo que estar presente. Lo único que deseo es que ella llegue pronto a un esclarecimiento, decida regresar a Madrid, y nos divorciemos.

—Yo también deseo eso —Sarah se acercó y le dio un abrazo.

Permanecieron así por unos minutos, en silencio, uno junto al otro, pensando en el momento en el que pudieran amarse libremente otra vez. Por el momento, parecía bastante distante porque Vivi había vuelto a sus vidas o, mejor aún, no se había ido nunca.

El domingo amaneció con aparente calma. Como era costumbre, Fern se encargaría de los tres niños. Sarah les había prometido llevarlos al Jardín Encantado, un hermoso lugar con flores y esculturas de personajes fantásticos: hadas, duendes, también había árboles con rostros que eran parlanchines, y algunos espectáculos de interés para los infantes. Los niños ya lo sabían desde hacía unos días y estaban muy animados.

Sin embargo, a la hora del desayuno, Sarah se percató de que Pilar estaba algo callada, y no entendía por qué. Pensaba que le hacía ilusión ir, pero cuando le preguntaron, la pequeña dijo la verdad:

—Mamá me prometió que iríamos hoy a ver las ballenas y delfines en el Ografic.

—En el Oceanografic será —le corrigió Fernando, aunque se quedó muy sorprendido de descubrir ese plan.

El Oceanografic era uno de los acuarios más grandes de Europa, llevaba tiempo planeando ir con los niños, pero por un motivo u otro no lo habían hecho aún. La principal dificultad era que estaba en Valencia, así que debían conducir o tomar el tren de cercanías para llegar.

—Mamá no me ha dicho nada sobre eso, cariño, y ya hoy teníamos planes. ¿Recuerdas que dijimos que iríamos al Jardín Encantado?

—Es que... —Pilar tenía dudas—, mamá me dijo de ir hoy... y yo quiero ir.

—Yo hablaré con ella —Fernando se puso de pie, decidido a hablar con Vivi.

Tocó a la puerta de su habitación. La rubia aún estaba dormida, pero se levantó de todas maneras. Cuando le abrió la puerta a Fern estaba vestida con una camisola de seda de color rosa, corta y fina.

—¿Qué sucede? —dijo ahogando un bostezo.

—Sarah y yo vamos a salir con los niños, pero Pilar alega que tiene planes contigo, ¿es cierto?

—Es verdad, dentro de un rato viene el chofer que contraté para llevarnos a Valencia. Vamos al Oceanografic. Ella siempre ha querido ir y ahora se dio la oportunidad...

—Ya —Fernando estaba molesto—, pero no puedes hacer eso sin decirme.

—Fernando, es mi hija, tengo tanto derecho como tú a hacer planes con ella... —replicó.

—Pilar y mis hermanos pasan los domingos juntos.

—Puedo llevarme a los niños conmigo, si quieres —dijo la rubia encogiéndose de hombros.

Fernando meditó sus opciones. No quería dividir a los pequeños. Pilar deseaba ir al Oceanografic, pero tampoco era justo que ella fuera y sus hermanos no.

—Hablaré con mis padres y los llevaré yo a los tres al Oceanografic.

—¡Qué va, Fern! ¡No van a ir sin mí!

—No voy a poner a mi hija en el coche y bajo la responsabilidad de un chofer que no conozco; a mis hermanos tampoco. Conduzco yo y los llevo, puedes ir con tu chofer si quieres...

—¡Iré con ustedes!

—No hay suficiente espacio para ti, pues Sarah va conmigo...

Vivi se echó a reír. Iba a poner alguna objeción cuando apareció Sarah. La puerta estaba abierta, pero la imagen de Fern junto a Viviana semidesnuda no le agradó ni un poquito.

—¿Han llegado a un acuerdo? —preguntó—. ¿Podemos ir al Jardín Encantado?

—No, preciosa —respondió Vivi—, iremos al Oceanografic. Fernando nos llevará a todos en su coche, así que sobras tú...

—¡Vivi! —exclamó Fern airado.

Sarah dio media vuelta y se marchó, ofendida como estaba. El plan de ir al Jardín Encantado era suyo, los niños habían estado muy contentos con él y lo peor no era cambiarlo, sino saber que todo se debía a la intervención de Vivi.

Fernando fue tras Sarah, y entraron a su habitación. Ella tenía el rostro encendido, estaba muy molesta.

—¿Cómo le permites que me hable así? —dijo con lágrimas en los ojos.

—No se lo permito, Sarah. Le he reñido. Ella que vaya a Valencia con su chofer, nosotros nos vamos con los niños.

—A Valencia, donde ella dijo...

Fernando la tomó por los hombros y la obligó a mirarlo.

—Esto no es una competencia, mi amor. Una vez más los intereses de los niños están en juego. No quiero dejarla a solas con Pilar ni tampoco privar a mis hermanos de un paseo que anhelan desde hace tiempo. Puedo imponerme con Vivi, pero Pilar quiere ir al Oceanografic. ¿Quieres que haga valer mi criterio y de paso eche por tierra las ilusiones de mi hija?

—¡Vivi no se puede salir siempre con la suya, Fern! —exclamó—. Vive en esta casa para no hacer daño a Pilar; cambia nuestros planes sin previo aviso y además me dice que estorbo, que estoy demás y tú se lo permites...

—No se lo permito, Sarah. Iremos nosotros con los niños, ella no.

—Pero irá también de algún modo —repuso—, y yo no puedo con tantas humillaciones. Puedes llevarla en tu coche, yo no voy.

—Sarah, no hagas esto... —Fernando intentó tomarla del brazo, pero ella se zafó de su agarre.

—No voy a ir, Fern. Este es el plan de Vivi para el domingo, no es mío. Además, no hay espacio para mí en el coche.

—No estás razonando con la cabeza...

Sarah iba a contestarle cuando Pilar tocó a la puerta, estaba llorando porque se había quedado sola en mitad del desayuno, además de que escuchó las voces exaltadas. Niña al fin, creía que lo que sucedía era su culpa.

—¿Papá?

Fernando no tuvo más remedio que abrir la puerta y dejar la charla inconclusa, lo cual era pésimo.

—¿Están peleando?

—No, mi amor —Fernando la tomó en brazos, pero Sarah tenía el rostro rojo y estaba llorando.

—¿Es por mí causa?

Sarah se giró para limpiar su rostro y se acercó a la niña después para darle un beso, forzando la mejor de sus sonrisas.

—No, cariño, no estamos peleando, mucho menos por tu causa. Me han llamado del trabajo para algo urgente por lo que no voy a poder salir con ustedes como había prometido. Entonces papá y mamá los llevarán al Oceanografic.

—Pero quiero que vayas tú también... —susurró Pilar.

Aquella frase rompió el corazón de Sarah, pero negó con la cabeza.

—No puedo, cariño. En verdad me necesitan en el trabajo. Pásenla bien ustedes y luego me cuentas, ¿está bien?

Pilar asintió, Fernando todavía la tenía en brazos. Sarah se inclinó para darle otro beso y desapareció.

—Hasta luego.

Fernando quiso detenerla para preguntarle a dónde se dirigía, pues era evidente que lo dicho no era cierto, pero no logró alcanzarla. En el porche estaba su padre con los mellizos y ya Sarah se había ido.

—¿Qué sucedió? —le preguntó Francisco—. Vi salir a Sarah con mucha prisa, algo le sucedía.

Fernando suspiró.

—Después te explico. Hemos tenido un malentendido. Por cierto, voy a llevar a los niños al Oceanografic. ¿Tienes algún inconveniente?

Los mellizos se miraron encantados, ellos tenían muchos deseos de ir, pero aguardaron en silencio por la autorización de su padre.

—Ningún inconveniente, solo conduce con cuidado. Sin embargo, creí que irían hoy al Jardín Encantado.

—Hubo un cambio de planes. Vivi insistió en llevar a Pilar, así que iremos todos.

—Menos Sarah —apuntó Francisco frunciendo el ceño.

Fernando asintió.

—Luego hablamos, hijo, pero las cosas se están saliendo de control.

Francisco no habló mucho más pues estaban los niños frente a ellos, y no era correcto charlar de ese tipo de asuntos tan personales. Se despidió de sus tres hijos y luego se marchó. Lulú y él pasaría un domingo relajado, pero dudaba que con su hijo fuera igual.

Cuando Fernando subió, se encontró a Vivi quien llevaba un llamativo vestido color amarillo y unas gafas oscuras. A su lado estaba la niña, a quien ella misma había vestido de una tonalidad semejante para combinar.

—¡Ya estoy lista y Pilar también! —exclamó alegre.

—Iré a cambiarme y bajo enseguida. Luego tendremos que conversar, Vivi —le advirtió.

La aludida se encogió de hombros. Ya había logrado lo más importante, que era destruirle los planes a Sarah y salir sin ella.

Sarah llegó a casa de su abuela con el corazón en un puño. Estaba muy molesta. Sabía que el hecho en sí no era de extrema gravedad, pero el ambiente era demasiado tenso y Vivi la exasperaba mucho. Se sentía impotente frente a ella y Fernando en cierta manera también, pues con el argumento de proteger a Pilar cedía ante los deseos de su ex.

—Mi amor, ¿estás bien? —su abuela fue a verla a su antigua habitación. Desde que llegó supo que algo sucedía, pero cuando no quiso comer con ellos unas horas después, comprendió que el asunto era realmente delicado.

Sarah se incorporó sobre la cama y le contó lo sucedido, y cómo se sentía desde que Viviana había llegado.

—¿Quieres mi consejo? —le preguntó Esperanza con tacto.

—Sí, por favor. Ahora mismo no sé si lo que siento es exagerado o estoy sobredimensionando la situación... ¿Crees que estoy equivocada?

—Creo que debes irte de esa casa, Sarah —dijo Esperanza al fin—. Cuanto antes.

—¡Abuela! —no se lo esperaba.

—Sabes que quiero a Fern, pero debes marcharte de allí hasta que la situación entre ellos se defina. Viviana legalmente es su esposa, la madre de su hija, tú no tienes autoridad legal frente a Pilar ni puedes exigirle nada más a Fernando. Es él quien tiene que colocar a Vivi en su sitio y decidirse a pedir el divorcio, que es lo más justo para ti. No tengo dudas de que Fernando te ama; tampoco tengo dudas de que desprecia a Vivi, pero creo que tu posición en esa casa es muy difícil, y que lo único que harás es sufrir. Hasta que la situación de Fern no cambie, creo que lo mejor es que tomes distancia de ellos.

Sarah permaneció en silencio, escuchando a su abuela. Tal vez tuviera razón. Ella se sentía muy mal allí, y lo cierto es que Fernando continuaba sin decidirse a solicitar el divorcio. Le había pedido unos días, pero los dos que llevaba conviviendo con Vivi habían sido un infierno.

—Viviana vivió en esa casa por mucho tiempo —continuó su abuela—. Allí tuvo a su hija y allí vivió con Fern como su mujer. Me duele muchísimo que estés con ellos asumiendo un papel que no te corresponde, cuando tienes tu hogar. Atilio y yo pensamos que debes regresar a esta casa hasta que la situación se solucione.

Sarah no respondió de inmediato, solo asintió con la cabeza. Sabía que su abuela tenía razón, pero era muy difícil marcharse sin más... Era dejar a Fernando en las manos de Vivi, y aunque confiara en él, Viviana había demostrado ser muy peligrosa.

Al final de la tarde, un hecho resultó definitorio para Sarah: Elisa la llamó para hablarle de unas fotos que habían salido en un sitio de noticias. Su amiga le envió el link, muy apenada, pero consideraba que Sarah debía saberlo.

La joven quedó asombrada cuando vio fotos de Fernando y Vivi juntos, de paseo con los niños en el Oceanografic. Ninguna imagen era comprometedora, y aunque estaban tomadas a cierta distancia, se notaban muy familiares y armoniosos. El titular de la noticia rezaba: "Vivi y su esposo. Fotos de su hermoso paseo este domingo en Valencia". Sintió una punzada de dolor al leerlo, pero supo entonces que su abuela tenía razón y que su convivencia con ellos se había tornado insostenible.

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