Capítulo 39
Dos meses después
Septiembre había llegado lleno de buenas noticias y de cambios positivos. Luego de un maravilloso verano juntos —en el cual habían sabido poco de Vivi—, Sarah y Fernando comenzaron a vivir juntos en la casa de él. Pilar estaba feliz con su presencia en el hogar y estaban cada día más unidas. La niña y los hermanos de Fern comenzaron la escuela a finales de agosto, y estaban muy felices en un salón y con su nueva profesora. Cada día aprendían más y eran un encanto los tres juntos.
Sarah realizó su examen de habilitación y obtuvo un excelente resultado, lo cual le permitió obtener el título para ejercer como abogada. Decidió afiliarse al Colegio de Abogados de Castellón y logró un empleo en un bufete especializado en materias de Derecho Civil y Familiar. Estaba muy feliz con ese logro, y pronto comenzaría a trabajar allí.
Esperanza estaba muy bien. Le retiraron la escayola y tuvo seis semanas de fisioterapia. Caminaba sin dificultad, salvo por un bastón que le otorgaba un poco más de estabilidad. Una vez que tuvieron listos los documentos necesarios, Atilio y ella se dirigieron una mañana al Ayuntamiento y se dieron el sí quiero frente a la familia más estricta. Sarah les estaba ayudando a preparar una celebración en casa, para que el acontecimiento no pasara por alto. Entre ella, Antonia y el propio Fern, prepararon varios bocadillos, y otros los encargaron a un servicio de cáterin cercano.
—¿Qué te parece esto? —Fernando le dio a probar a Sarah una pasta hecha a base de jamón serrano y aceitunas, con la cual estaba aderezando unos canapés.
—Está estupenda —respondió ella relamiéndose luego de probarla. Fernando se inclinó y le dio un beso en los labios.
—Tienes razón, está estupenda —y se refería a su boca, no a la pasta.
—¡Hey, chicos! —Antonia interrumpió el momento—. Recuerden que el pastel de manzana se está refrescando, después deben ponerlo en la nevera.
Los jóvenes asintieron y continuaron con su labor. Sarah estaba preparando unas bolitas de queso, que tenían un excelente aspecto.
—Eso se ve muy rico —le elogió Fern.
Los niños llegaron a la cocina y los interrumpieron, estaban curiosos por lo que se estaba celebrando, ya que ellos no habían asistido al Ayuntamiento.
—¿De verdad es una boda? —preguntó Nanda.
Fernando la levantó en sus brazos a su hermana pequeña y la sentó en una de las sillas altas de la cocina. Hizo lo mismo después con Pilar y Froilán, que también se acomodaron en la isla de la cocina, observando la preparación.
—Sí, corazón —le respondió—. Es una boda.
—¿Y las personas no se casan cuando son jóvenes? —cuestionó Froilán.
—Tía Esperanza y tío Atilio son viejitos —apoyó Pilar, muy pensativa.
Sarah se echó a reír con su comentario.
—¡Qué no te escuchen decirlo! —le advirtió—. Ellos se sienten muy jóvenes y no les darán más dulces si les dicen viejos.
—Las personas cuando se quieren pueden casarse a cualquier edad —explicó Fernando.
—Nuestros padres se quieren y están casados —comentó Nanda—. Yo he visto las fotografías.
—Así es, mamá y papá sí se casaron muy jóvenes. Luego nací yo y mucho tiempo después ustedes —rio Fern.
—Yo no he visto fotos de tu boda con mamá, papá —las palabras de Pilar lo tomaron desprevenido.
Fern notó que la bolita de queso que Sarah tenía en sus manos se desfiguraba un poco ante la tensión del momento. No tenía dudas de que Pilar la quería muchísimo, pero Vivi siempre estaba ahí, y aunque la niña la había aceptado con mucho amor, ese tipo de preguntas era inevitable.
—Papá y mamá tuvieron una boda muy sencilla —respondió Fern—. Hay algunas fotos, pero es probable que las tenga mamá en Madrid. Tal vez yo tenga alguna copia, pero no estoy seguro.
—¿Sarah y tú se van a casar? —segunda pregunta de la niña.
Los tres pequeños lo miraban con interés. Esperaba que en esta ocasión no hubiesen hecho una apuesta al respecto.
—Sí, eso queremos, mi amor —le dijo con sinceridad—, pero hay que esperar un poco todavía. ¿Recuerdas que te expliqué que Sarah y yo nos queremos mucho?
—Y mamá y tú ya no se quieren... —susurró la niña.
Sarah se sentía un poco incómoda, su rostro estaba enrojecido.
—Lo hemos conversado otras veces, pequeña. Mamá y papá se tienen mucho cariño y siempre será así, porque te tenemos a ti, pero ahora solo nos queremos como dos buenos amigos —no era exactamente así, pero no podía hablarle de los defectos de Vivi—. Sarah y yo nos queremos de otra manera. Como mismo se quieren tus abuelos, o los bisa, o Esperanza y Atilio.
La niña asintió, complacida con la explicación.
—¿Qué piensas, Pilar?
—La madre de Rita se casó otra vez y Rita fue con un hermoso vestido, y flores en una cesta. Llevó la foto al colegio. ¿Yo también voy a tener flores y vestido en la boda? ¡Quiero uno!
Sarah soltó el aire que venía conteniendo a causa de la tensión. Se limpió las manos en el mandil que llevaba y sonrió.
—¡Claro que sí! Vestido de princesa y todas las flores que quieras —contestó, dándole un beso.
—¡Yo también quiero! —lloriqueó Nanda—. Quiero vestir como Rita.
—Las dos podrán —le aseguró Fern riendo también, luego de un momento incómodo. Las bodas traían esas cosas y generaban preguntas en los chicos.
—Yo no quiero vestido ni me gustan las bodas —protestó Froilán.
—No has ido a ninguna aún, hermanito, pero a la nuestra tendrás que ir, vestir de traje y llevar los anillos.
Froilán sacó la lengua, aquello no le gustaba nada.
—¿Puedo ayudar, Sarah? —le preguntó Pilar mirando la masa de harina y queso.
—¡Por supuesto, cariño! Mira, toma un poquito de esta masa, haces una bolita, luego la pasas por el huevo, y por último por el pan rallado. ¿De acuerdo?
—¡Nosotros también queremos ayudar! —pidió Nanda.
—Muy bien, Pilar y yo hacemos las bolitas; Nanda, tú te encargas del huevo, que queden bien mojaditas, y cuando termines se la pasas a Froilán para que la empanice. ¿Todo el mundo entendió?
Los tres pequeños asintieron, y con mucha concentración asumieron su trabajo. En general quedaron bien, algunas bolitas más grandes que otras, pero tenían su encanto, ya que habían participado los niños y eso las hacía invaluables.
La celebración en casa de los ancianos recién casados estaba quedando muy bonita. Habían invitado a muchos viejos amigos y conocidos, por lo que la edad general de los presentes sumaba varias centurias... Los padres de Sarah habían viajado desde Barcelona, como prometieron, y la charla entre la terraza, el salón y el jardín era muy agradable.
Los niños jugaban en el césped, bajo la atenta mirada de Francisco y Lucrecia, mientras la pareja más joven disfrutaba de una copa de vino, luego de una tarde algo animada en la cocina. No habían hablado de lo sucedido, pero Fernando sabía que debía hacerlo. Abrazó a Sarah junto a la barandilla de la terraza, y le dio un beso en la mejilla.
—No te preocupes, es normal que haga preguntas —comenzó. Sarah sabía a qué se refería.
—Sé que es difícil para ella.
—No tanto, es más difícil de comprender que de aceptar. Los niños saben poco de divorcios y peleas, apenas van aprendiendo e incluso algunas cosas las aprenden con sus compañeros de colegio. Pilar te quiere muchísimo, te ha aceptado muy bien en la casa y están muy unidas.
—Lo sé, yo también la quiero mucho, solo no quisiera que creyera que soy la causa de tu divorcio.
—No lo creerá, puedes estar tranquila —Fern le dio otro beso en la mejilla.
Un grito de: "¡Vivan los novios!" los separó. Los recién casados aparecieron en el salón. Esperanza se veía muy bonita con un vestido de seda de color crema, y Atilio muy elegante con su traje. La pareja habló con varios de los invitados, hasta que finalmente se acercaron a Fernando y a Sarah.
—Tío, cuando sea la hora de partir, me dices —le recordó Fern.
—¿De partir? —Esperanza no sabía nada.
—¿De qué hablas, Fern? —Sarah también estaba ajena al asunto.
Los caballeros intercambiaron una mirada cómplice, y se rieron.
—Mi amor —intervino Atilio—, una boda está incompleta sin luna de miel. Mi sobrino y yo hemos estado conspirando al respecto y nos llevará a pasar el fin de semana fuera. Nuestra maleta la preparé yo mismo.
—¡Oh! —exclamó Esperanza, y le dio un abrazo a su esposo—. ¡Qué sorpresa tan maravillosa! ¿A dónde vamos?
—A Morella —esta vez fue Fern quien respondió.
A Sarah el corazón le dio un vuelco cuando escuchó que mencionaba a aquel lugar, donde se entregó a Fern por primera vez...
—Fern, qué bonito, ¡me trae tantos recuerdos de los dos! —Sarah le dio un beso—. Sé que la pasarán tan bien como nosotros en aquella ocasión.
—¿Y cuándo fueron ustedes a Morella? —Esperanza aquello no lo sabía, pues en su momento Sarah se escapó con Fernando sin decirle a nadie.
La joven se ruborizó por completo. Había llegado el momento de hablar de aquella escapada romántica maravillosa.
—Fue hace seis años —admitió—, nuestro comienzo y nuestra despedida.
—Hasta ahora que ya estamos juntos, mi amor, y la sorpresa es que también he reservado un departamento para nosotros allí. El mismo de aquella ocasión, para ser exactos.
—¡Qué pillos son! —exclamó Esperanza riendo—. ¿Quiénes están de luna de miel? ¿Nosotros o ustedes?
—Las dos parejas, amada mía —le dijo Atilio—, porque el amor no tiene edad y cualquier momento es bueno para celebrarlo, ¿verdad?
Sarah estaba muy feliz, Fernando había planeado todo con sumo detalle: la reservación de los departamentos para su abuela y Atilio y para ellos dos; Lulú se encargaría de cuidar a Pilar en su ausencia, y aquel viaje sería la celebración perfecta de muchas cosas: su título de abogada, el nuevo trabajo, y su próximo cumpleaños, para el que faltaban unos pocos días. Fern también había preparado una pequeña maleta con las cosas de Sarah para emprender el viaje.
—Ahora entiendo por qué tenía ropa extraviada —Sarah rio.
—Es que debíamos volver a Morella por tu cumpleaños, amor mío —susurró Fern en su oído—. Es la primera vez en seis años que estaremos solos, y debemos disfrutar cada momento.
—Yo disfruto cada momento contigo, Fern, aunque estemos rodeados de niños. Somos una familia, y eso es lo más importante. Sin duda este viaje será maravilloso, porque traerá muchos recuerdos que estaban atesorados.
Llegaron a Morella antes de anochecer. Esperanza y Atilio se dirigieron a su respectivo departamento, y Fernando y Sarah ocuparon el suyo. No más entrar volvieron los recuerdos, el lugar no había cambiado mucho, mantenía la esencia de seis años atrás, entre el espíritu antiguo y lo útil de la modernidad.
—Es hermoso estar aquí de nuevo —reconoció Sarah.
Fernando le dio un beso largo y despacio.
—Tengo una idea —él sonrió con malicia y corrió a la tina para ponerla a llenar.
—Recuerdo todo de ese día... —Sarah también se acercó.
—¿Adivina qué? —Fernando no dejaba de sonreír—. Como yo mismo empaqué tu ropa te puedo asegurar que no hay en ese maletín ningún traje de baño. Lo siento, mi amor, pero esta vez no lo vas a poder usar...
Sarah se ruborizó por completo, recordando su pudor de entonces. Las cosas habían cambiado mucho, pero de imaginarse el cúmulo de sensaciones que los esperaban en esa bañera, el corazón le latía a un ritmo trepidante.
—¿Qué propones? —le dijo ella seductora.
Fernando se acercó a ella y comenzó a desnudarla, mientras la bañera se llenaba.
—Tengo varias ideas, y todas son buenas...
Esa noche, mientras Sarah dormía junto a Fernando, tuvo un sueño tormentoso. Se encontraba vestida de blanco, buscando al amor de su vida, pero no lo hallaba... ¿Quién era? ¿Por qué no podía verlo? De pronto en sueños vio el rostro de Fern, y despertó empapada en sudor... Ahí estaba él, lo tenía a su lado y eso no cambiaría. Su amor era sólido, y ya no tenía que seguir buscando más.
Un tanto desvelada, invirtió el tiempo en escribir una poesía, con una tenue luz. Al día siguiente, aquellos versos escritos sobre una simple hoja de papel, le dieron los buenos días a Fern.
Soñé que buscaba a un hombre
en las tinieblas de mi soledad,
en la amargura de la ausencia.
Desespero sentía por hallarlo,
por probar sus labios,
por llenarme de toda su presencia.
Y en mi sueño seguía buscando
a ese ser que cambiara mi rutina
por otra sublime con sus besos,
por un amor que el corazón supone
y que el cuerpo anhelante se imagina.
Buscaba a un hombre en sueños,
a un compañero para compartir la vida:
hombre de ojos brillantes,
de brazos de fuego,
de manos de ángel,
y labios risueños...
Buscaba a un hombre en mi sueño,
mas no veía el camino a recorrer.
¡Cuánta necesidad de encontrarlo!
¡Cuánto miedo por no poderlo ver!
Buscaba a un hombre perfecto, profundo...
que me hiciera sentir enamorada.
Y cuando desperté en tus brazos en la noche,
recordé que mi búsqueda tortuosa
hacía tiempo que estaba terminada.
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