Capítulo 37
Viviana les abrió la puerta y de inmediato se agachó para darle un abrazo a su hija; los bracitos de Pilar la rodearon y escondió la cabeza en su cuello. Fernando no pudo negar que la escena llegó a su corazón. Hacía seis meses que no se veían, y aunque las ocasionales videollamadas aliviaban un poco la distancia, nada se comparaba a la cercanía de una madre.
—¡Cielos! —exclamó Vivi—. ¡Cómo has crecido!
Pilar sonrió tímidamente. Quería a su madre, pero se sentía cohibida ahora que le tenía frente a ella. Seis meses en la vida de un niño de cinco años es mucho tiempo, y si a eso se suman los dos años que llevaba Vivi fuera de casa, sin duda hacían de su separación un período bastante grande.
—Hola, Vivi —saludó Fern.
Ella le echó una ojeada y le sonrió.
—Hola, ¿no vino tu noviecita?
Fernando notó el tono empleado, y le molestó al instante, sin embargo, frente a Pilar no era bueno tener peleas.
—Sarah no pudo venir —contestó lacónico.
—Está bien, pasen.
La casa no había cambiado mucho en su interior, salvo por los retratos de Vivi en su nueva faceta de artista. Intentó encontrar alguno de Pilar, pero no halló ninguno. ¿Por qué no tendría ella una foto de su hija? Pilar se sentó al lado de Fernando en el sofá, como si no quisiera separarse de él.
—Lamento no haberlos visto antes —continuó Vivi—, pero tuve un compromiso impostergable. Ya saben como es este trabajo...
—No, no lo sé —contestó Fernando, con cierta sequedad. No pudo evitarlo.
—Espero que la hayan pasado bien, ¿qué hicieron en mi ausencia?
—Ayer fuimos al parque —respondió Pilar en voz baja.
—Al Parque Warner —explicó su padre—. La pasamos muy bien, y esta mañana hemos ido a El Retiro.
—¡Qué bien! Pilar, ¿quieres ir a tu habitación?
—¿Tengo una habitación? —la niña apenas la recordaba.
—Esta era la casa de tu abuelo, quien ya murió. Cuando eras pequeñita veníamos a esta casa, y tu abuelo mandó a alistar una habitación para ti. Yo mandé a limpiarla y he comprado algunos juguetes para ti que espero que te gusten.
Los ojos de Pilar brillaron. "Punto para Vivi" —pensó Fernando, pero se sintió mal de pensar así. A fin de cuentas, Viviana estaba intentando ser una buena madre, aunque todo en la vida no eran juguetes.
—¿Puedo ir, papá? —Pilar lo miró con sus ojazos azules.
—Sí, por supuesto, cariño.
Viviana se levantó y tomó de la mano a Pilar para encaminarse por un corredor. Fernando los siguió, conocía la habitación en cuestión, y la verdad es que Vivi la había dejado muy bonita.
La antigua cuna había sido sustituida por una cama pequeña; la alfombra era rosa, las paredes blancas con listas de diversos colores. En una esquina una casa de muñecas, varios peluches gigantes, y otras cajas con juguetes. Pilar entró y se sentó sonriente sobre la cama, con una muñeca en las manos. A Fernando se le encogió el corazón al pensar que Pilar se quedara allí, que algún día saliera de su cuidado porque le otorgaran la custodia a Viviana. No podría soportarlo.
—Vendré por ella a las siete, ¿está bien? —Vivi asintió.
—¿No quieres quedarte con nosotras?
—No, no puedo. Sarah me está esperando.
Fernando se acercó a Pilar, le dio par de besos.
—Vendré más tarde por ti, mi amor. Pórtate bien con mamá y cualquier problema puedes llamarme, estaré atento.
—Sí, papá.
La niña se quedó tranquila, jugando en su nueva habitación y Vivi lo escoltó al salón.
—Bien podría quedarse conmigo a dormir —insinuó la mujer.
—No te lo aconsejo, Pilar no está habituada a ti y puede no salir bien. ¿Vas a salir con ella a algún sitio? —le preguntó.
—No, nos quedaremos en casa.
—Está bien, pero si cambiaran de idea no dejes de decirme...
—Fernando, no puedo salir con Pilar —le contestó con severidad.
—¿Por qué? —la respuesta lo dejó desconcertado.
—Nadie sabe que tengo una hija, ni que estoy casada contigo. La prensa no puede enterarse de su existencia o arruinarían mi vida...
—¡No puedo creer que te avergüences de tu hija! —Fernando estaba atónito.
—No es eso, —recapacitó—, la adoro y es una cosita encantadora, pero en este mundo es mejor no tener hijos. Me harían preguntas, se entrometerían en mi vida privada, y lo mejor es mantenerlo como está. Créeme, la estoy protegiendo.
—Te estás protegiendo a ti misma, Vivi —le espetó molesto—. No quiero a mi hija de portada de las revistas, pero jamás imaginé que la esconderías o que no podrías salir con ella por temor a que la prensa critique el tipo de madre que has sido y que sigues siendo.
—No me ofendas, Fern. A Pilar no le ha faltado nada. Sabes que cada mes te envío dinero y estamos en contacto...
—Ya —asintió él—, pero no todo es dinero, y yo también gano el mío. Todo el dinero que le envías está en una cuenta, yo no he tocado un centavo. Cuando sea mayor, que decida qué hacer con él, si lo utiliza para la Universidad o sus gastos.
—No es necesario que hagas eso, no quiero que pase estrecheces.
—A Pilar no le falta nada, salvo tu amor y atención.
Fernando respiró hondo, y se decidió a tocar un tema bastante delicado, que no pensó que abordaría.
—Hay algo que me gustaría hablar contigo —prosiguió—. Nuestro matrimonio hace tiempo que no existe, pero continuamos casados. Creo que es momento de hablar de nuestro divorcio.
Viviana asintió.
—No hay mucho que hablar, nos casamos con separación de bienes, así que la liquidación debe ser muy sencilla —continuó—. Pacey y yo llevamos poco tiempo juntos, pero él quiere casarse conmigo...
—¿Sabe que estás casada? ¿Qué tienes una hija?
—No, no lo sabe —reconoció.
—Lo más importante en nuestro divorcio es la custodia de Pilar —asumió él tema con valor—, imagino que no tengas inconveniente en que el juez me la otorgue a mí. A fin de cuentas, desde que nació, Pilar ha estado bajo mi cuidado y tú por tu carrera no puedes darte el lujo de cambiar las cosas.
Viviana no se esperaba que tocase ese tema, pero se quedó pensativa.
—¿Te vas a casar con Sarah? ¿Es por eso que me estás hablando de divorcio?
—Te estoy hablando de divorcio porque hace dos años que te fuiste de casa, y antes de eso nuestro matrimonio ya era un fracaso. Es mejor dejar las cosas claras, tanto para que sigas con tu vida como yo con la mía. Y sí, mi vida será con Sarah, pero no estoy haciendo esto por ella, lo hago sobre todo por Pilar.
—¿Y qué sucede con mis derechos como madre? —inquirió.
—Nadie cuestiona tus derechos como madre, Vivi. Nadie te estará privando de la patria potestad, ni de tus derechos de visita, comunicación e incluso de vacaciones junto a Pilar. Estamos hablando de la guarda y cuidado, de la custodia, de la obligación que tiene el progenitor de cuidar y velar por el niño, en todos los aspectos de la vida: llevarla a la escuela, cuidar de su ropa, su alimentación, consultas al médico, en fin, de todo. Ese es un rol que he asumido yo, me parece que lo más justo es que legalmente se me otorgue por derecho lo que ya he venido ejerciendo de hecho.
Ante aquellas palabras lapidarias, Viviana volvió a enmudecer. Por supuesto que con su carrera, su vida privada y social, tener una hija a su cuidado no era la mejor de las opciones. A ella le bastaba con verla con cierta frecuencia, e incluso pasar unas vacaciones, pero ocuparse de Pilar a tiempo completo le parecía demasiado tedioso y duro.
—Está bien, lo voy a pensar y hablaré con mi abogado, pero creo que podemos llegar a ese arreglo —dijo por fin—. Yo iría a verla a Castellón y ella podría venir a Madrid en parte de sus vacaciones de verano. El resto del tiempo estará bajo tu cuidado.
—Entonces tenemos un acuerdo —Fernando no podía creerlo, pero intentó esconder su sorpresa y tranquilidad.
—Sí, pero debo hablar con mi abogado primero, y sacar el tiempo para ir a Castellón. No me presiones, por favor, que tengo bastante trabajo este verano, pero también me interesa el divorcio.
Fernando asintió. Quien espera lo mucho, espera lo poco. Al menos Vivi había aceptado que él se quedara con la custodia y no podía creerlo. ¡Sería una victoria! Sin embargo, escondió su alegría y se despidió de ella.
—Está bien, no tenemos que correr —le respondió—, pero ya tenemos un acuerdo, ¿verdad?
—Así es.
—Nos vemos en la noche, Vivi. Hasta luego.
—Hasta luego, Fern —ella lo acompañó hasta la puerta.
Fernando llegó casi corriendo al hotel, había preferido caminar para liberar su energía. ¡No podía creerlo! Había reunido el valor necesario para enfrentar a Vivi, pedirle el divorcio y hablar de la custodia de Pilar. ¡Vivi estaba de acuerdo con que él la tuviera! Aquello debía festejarlo, y se le ocurrió que solo había una persona con la cual valía la pena compartir su alegría: Sarah.
Entró a la habitación y la halló mirando la tele, ella se levantó en cuando lo vio llegar... Se veía feliz, pero, ¿por qué lo estaba luego de reencontrarse con su ex? Sus temores y preocupaciones se borraron en el acto cuando Fernando la abrazó:
—Le he hablado del divorcio y ha aceptado que tenga la custodia de Pilar.
Sarah estaba emocionadísima.
—¡Oh, Fern! —exclamó ella—. ¡Esa es una noticia maravillosa!
—Lo sé, no puedo creerlo. Me ha pedido algo de tiempo, por su trabajo, pero creo que tenemos un acuerdo. Me duele decirlo, pero a Vivi no le interesa su hija y prefiere su trabajo. ¿Sabes que no saldrán de casa para que no la vean con ella? Al parecer su maternidad es un secreto muy bien guardado.
—Eso explica por qué va poco a Castellón. Mientras más conocida sea, más lejos estará de su hija. Es una pena realmente, Fern, pero al menos podrás tener a Pilar bajo tu cuidado legalmente, como debe ser.
Fernando se acercó y le dio un beso en los labios, la abrazó contra su cuerpo y abrió los botones delanteros de su vestido.
—¿Qué haces? —rio ella, al sentir las manos de Fern sobre su piel. Una mínima caricia bastaba para estremecerla por completo.
—Estamos solos... —Fern tenía un brillo especial en la mirada—. Y te amo.
—Yo también te amo, Fern.
—Sabes que en cuanto firme el divorcio me caso contigo, ¿verdad?
—¿Lo dices en serio? —Sarah estaba por completo ruborizada, y el vestido acababa de caer al suelo, dejándola prácticamente desnuda.
—Muy en serio. Nos casaremos, por lo civil y por la Iglesia.
—Creí que... —Sarah no terminó la frase, pero Fernando la comprendió. Ella no sabía el detalle de que su matrimonio fue solo por el civil.
—No me casé por la Iglesia, me opuse, pensando en que ese paso solo lo daría contigo.
—¡Fern! —ella lo abrazó, y se puso de puntillas para darle un beso.
—Aún no me has respondido —le recordó él, contra sus labios—. ¿Te casarías conmigo?
—Una y mil veces sí.
Fernando volvió a besarla y ella se rindió por completo a él, sus besos tenían el poder de hacerla perder la cordura, y ahí estaba, sintiendo como él besaba cada milímetro de su figura, con la promesa de una boda y de una vida juntos.
—¿Qué escribes? —le preguntó Fernando después.
Estaban juntos, uno al lado del otro, luego de haber hecho el amor.
—Tus besos me inspiraron —respondió ella enigmática.
—¿Puedo leerlo? —Fernando estaba a punto de quitarle el teléfono para leer la nota.
Sarah se echó a reír con su impaciencia.
—Espera un poco —le pidió.
—¡No puedo!
—No seas tan desesperado. Es más, me iré a dar una ducha y me llevaré el teléfono conmigo.
Fernando no pudo evitar que Sarah desapareciera de sus brazos, sin embargo, para su gran dicha, al cabo de unos minutos un correo de la conocida Pilar Hernández, con una poesía que se titulaba "Poder".
I
Vuela el anhelo, un beso se adelanta...
y rompe con audacia las barreras.
La distancia se acorta, se elimina,
ha llegado a su fin, la mutua espera...
Y ese beso de amor se multiplica
con deslizantes labios por mi cuerpo,
en un descenso febril que me fatiga.
No me tardo en saber lo que sucede:
a tu lado constato que estoy viva,
y que tu amor por mí todo lo puede...
II
Refugio permanente hallo en tus labios
Cada vez que tu boca en travesía
Busca la mía con franco desenfado...
Mas luego de besarme se desvía
—¡traviesa boca de hombre enamorado!—,
Llegando a otros lugares que quería...
No le bastan mis labios a ese niño,
él conquista de mí lo que desea...
con la fuerza de todo su cariño,
consigue que su amor todo lo pueda...
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