Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 30

La felicidad de Sarah se ensombreció de golpe cuando a media mañana del sábado llegaron sus padres en el coche de Carlos. Lo que debió ser un hermoso reencuentro, se tornó en un momento incómodo para ella, debiendo disimular frente a todos lo poco bienvenida que era su presencia. Carlos le gustaba, se llevaban bien, pero no le había advertido de su viaje y ni siquiera estaba invitado. ¿Por qué aparecerse así?

—Hola, amor —le dijo dándole un breve beso en los labios—, ¡quise darte la sorpresa! ¿Qué te parece?

Sarah no respondió, fingiendo estar distraída con sus padres a quien también quería saludar.

—Carlos nos ofreció su coche cuando supo que teníamos intenciones de venir hasta acá, y nos pareció una idea estupenda —añadió su madre con una sonrisa.

Sarah tampoco contestó. Sus padres conocían a Carlos, pero en dos meses de relación que llevaban tampoco habían compartido mucho, más que nada porque Sarah era algo hermética con su vida privada. Sin embargo, Carlos había sabido conquistar sobre todo el afecto de su suegra, y el resultado estaba ahí, en sus narices.

No demoraron la charla mucho más para entrar a la vivienda. Esperanza se alegró de ver a su hija y yerno, pero se sorprendió mucho de conocer a Carlos en esas circunstancias. Su hija no había tenido la delicadeza de informárselo. El más sorprendido de todos fue Atilio, quien no tenía conocimiento de aquella relación, por lo que dudaba que Fernando también estuviese al corriente. No obstante, siguiendo las normas más elementales de educación, la pareja de ancianos recibió a Carlos con delicadeza. Incluso cuando el chico mencionó que iría a buscar alojamiento a un hotel, Esperanza le dijo que podía contar con una de las habitaciones de la planta superior.

—No será la habitación de un hotel, pero estarás bien instalado —concluyó la mujer.

—¡Muchas gracias! Es usted muy amable y me alegra mucho poder conocerla al fin. Sarah habla mucho de usted.

Esperanza quiso poder decir lo mismo, pero en verdad Sarah hablaba poco de Carlos y aquello no era un buen síntoma. Los invitados subieron la escalera rumbo a las habitaciones. Los padres de Sarah no dudaron en retirarse un rato para descansar, mientras Sarah conducía a Carlos a otra habitación.

—Pensé que sería la tuya —dijo él con una sonrisa de medio lado.

—No comenzaremos a hacer en Castellón lo que no hacemos en Barcelona, mucho menos bajo el techo de mi abuela.

—¡Perdón! —se excusó dándole un abrazo—. Creí que te alegraría verme.

—Hubiese preferido que me lo dijeras antes de emprender el viaje —Sarah se separó.

—¿Estás molesta? —frunció el ceño—. ¡Te noto tan rara!

—Estoy bien, solo iré a buscar ropa limpia para tu cama, ya que no contábamos con tener otro huésped —diciendo esto salió de la habitación y cerró la puerta.

Fernando tenía el corazón a mil luego de su cita con Sarah. ¡Se habían vuelto a besar y la sensación era maravillosa! No podía explicar cómo era posible que, a pesar del tiempo transcurrido, las emociones se sintieran como el primer día... El amor estaba incólume, a pesar de todo; tal vez pasó años dormido, pero bastó con verse para retomar aquello que una vez los hizo tan felices.

Desayunó en casa de sus padres, con su hija y hermanos. Supo que la habían pasado muy bien los tres juntos como ya era costumbre, y estaban muy alegres.

—Recuerda que mañana domingo serán todo tuyos. Los tres —le recordó su madre con una sonrisa. Habían llegado a ese acuerdo: el viernes en casa de los padres de Fernando, y el domingo con Fer y los abuelos.

—Sí, mamá, no te preocupes: no lo he olvidado.

Fernando se distrajo mirando a través de la ventana cómo los niños ayudaban a su padre a regar las plantas del jardín.

—Por cierto, no me has dicho que tal la cita de ayer...

La voz de su madre lo hizo salir de su ensoñación.

—¿Cómo sabes eso?

—Es imposible que tus abuelos se mantuvieran callados sobre eso —contestó Lulú riendo—. Los dos estaban muy emocionados de saber que fuiste a cenar con Sarah. Además, Atilio les contó el acuerdo al cual habían llegado.

—Conspiran todos a mis espaldas.

—Estamos felices de que verte tan alegre, Fern. Desde que me confesaste hace unos años lo que sucedió entre Sarah y tú siento que se merecían ambos una oportunidad. Este es el momento de luchar por ustedes dos, hijo.

—Fue muy difícil dejar ir a la mujer que quiero para casarme con otra —confesó con amargura—. No me arrepiento en lo más mínimo de Pilar, que es la luz de mis ojos, pero siempre me ha hecho falta Sarah.

—Es muy bonito cuando a pesar de la juventud se tiene esa certeza sobre los sentimientos.

—Cuando regresó me di cuenta de que seis años no bastaron para olvidarla, y después de anoche creo que ella tampoco me ha olvidado.

Lucrecia sonrió complacida con lo que escuchaba.

—¡Esas son excelentes noticias, Fern!

—Pero tengo miedo —añadió—, miedo de que salgamos más lastimados después de esto si algo sucediera. Recuerda que Vivi...

—Vivi está lejos y no le importa su hija. El matrimonio de ustedes dos es una formalidad y Sarah sabe eso. Hay momentos en la vida que son decisivos, Fernando, y este es uno de ellos. Si de verdad estás enamorado de Sarah y quieres intentarlo, no permitas que nada te detenga, ni siquiera Pilar. Ella es tu hija y es una prioridad, pero tú también eres una persona que merece realizarse en todos los espacios de la vida, eso incluye la vida en pareja. No basta que seas un buen padre, si no eres capaz de amar con libertad a la mujer que quieres.

—Pero aún no soy un hombre libre. Sarah conoce mis razones, y las ha entendido.

—Lo sé, y me alegra que haya sido así —prosiguió su madre—, y no quisiera asustarte, pero creo que llegado un momento tendrás que tomar una decisión. La situación no podrá continuar así indefinidamente y en algún momento Viviana pondrá fin a este matrimonio, si no lo haces tú. Y por supuesto, habrá que decidir la custodia de Pilar, pero confío en que todo se resuelva a tu favor. De cualquier forma, debes estar preparado para dar pelea.

—Me asustas, mamá.

—Te estoy siendo sincera, Fern —respondió—. No puedes temerle a los cambios, tienes que ser fuerte. Sarah tampoco se merecería pasar años a tu lado mientras tú continúas casado. Tal vez ahora lo comprenda, ¿pero después?

—Nos estamos adelantando mucho, por el momento no hay divorcio ni discusión de custodia.

—Muy bien, pues entonces hazle saber que la quieres, a pesar de las circunstancias, y haz todo lo posible por construir con Sarah algo que valga la pena.

Fernando asintió, le dio un beso en la cabeza de su madre y salió al jardín con su padre y los niños. Luego de regar las flores jugaron con un balón por espacio de media hora, hasta que finalmente Fern se despidió, llevando a su hija consigo.

—Nos vemos mañana, cuando recoja a los chicos —su padre asintió.

—Hasta pronto, Fern.

El pelirrojo se marchó pensando en Sarah y en lo que su madre le había dicho. Quería verla y cuando le preguntó a su hija si le apetecía pasarse por casa de la tía Esperanza, los ojos se le iluminaron, quería ver a los ancianos pero también a su nueva amiga.

Fernando estaba feliz por eso, le agradaba ver la simpatía natural que había crecido entre ellas, lo cual le haría las cosas más fácil. Quería que Pilar aceptara a Sarah, cosa que no dudó que haría pues su hija tenía un muy buen corazón, y Sarah era también maravillosa.

Su sonrisa se desvaneció en el acto cuando se encontró en el porche de la casa a un hombre de unos treinta años, de pelo oscuro, inmerso en su laptop, trabajando en la mesa de hierro que allí había. No lo conocía de nada, pero su sola presencia disparó sus alarmas. ¿Qué estaba haciendo allí? Intentó relajarse y subió los peldaños de madera del portal de la mano de Pilar. El hombre estaba tan concentrado en lo que hacía que no levantó la mirada del ordenador hasta que los tuvo a su lado.

—Hola —fue Pilar quien primero saludó.
Carlos bajó la mirada hasta toparse con el rostro pequeño que lo miraba de forma interrogante.

—¿Quién eres? —prosiguió la niña.

—¿Quién eres tú? —rio Carlos, al notar la autoridad con la que se expresaba.

—Hola, soy Fernando y ella es mi hija Pilar —Fern decidió tomar cartas en el asunto.

Carlos entonces se puso de pie y le dio la mano.

—Soy Carlos, el novio de Sarah —respondió con tranquilidad.

Fernando se quedó lívido con aquellas palabras, iba a responder cuando en ese instante apareció ella con un plato y una taza que olía a café.

—Te traje el... —se interrumpió de golpe al presenciar la escena. Iba a advertirle a Fernando sobre lo sucedido, pero no había tenido tiempo (tampoco valor) y las cosas se le habían ido de control.

Sarah estuvo a punto de dejar caer la taza hirviente, pero Carlos se la quitó de las manos y así evitó el inminente accidente.

—Hola —saludó Sarah con voz baja. Pilar se le abrazó y le rodeó la cintura con sus bracitos.

—¿Es tu novio? —preguntó la niña mirándola con sus ojazos azules.

Sarah no contestó, pues Carlos se echó a reír, inocente de lo que en verdad sucedía, y le dio unas palmaditas a la niña en la cabeza, para luego rodear a Sarah con un brazo.

—¡Qué niña tan encantadora! —exclamó.

—Gracias —Fernando se encontraba muy incómodo—. He venido a ver a mi tío y a Esperanza. ¿Puedo pasar?

—Sí, claro... —la voz le temblaba a Sarah. Luego de aquel beso que habían compartido no se imaginó que el siguiente encuentro fuera en esas circunstancias. La culpa era toda suya.

Fernando tomó a Pilar de la mano y entró a la casa. En el salón saludó a los padres de Sarah, que hacía tiempo que no veía e intercambió par de palabras con su tío y Esperanza, y luego se marchó. Estuvo apenas unos cinco minutos de visita, y cuando salió al porche volvió a toparse con la pareja feliz. Sarah quiso decirle algo, pero frente a Carlos y la niña era difícil, así que optó por permanecer callada. Fernando se despidió brevemente, Pilar se acercó para darle par de besos, y finalmente salieron a la calle.

—Así que es el sobrino de Atilio, ¿no? —Carlos habló tras ella—. No me habías hablado de él...

—No te he hablado de muchas personas, Carlos —contestó evasiva—. En dos meses no esperes que conocer a todo el mundo que es importante para mí.

—Entonces ellos son importantes para ti... —dedujo. Luego se quedó unos instantes en silencio y cayó en cuenta de algo—. Espera un momento... ¿Ese chico es la pareja de Viviana, la actriz?

—¿Cómo sabes eso?

—¿No recuerdas? ¿Aquel día que vimos un capítulo de una serie en la que ella aparecía? Me dijiste que la conocías, y que era la esposa de un pariente de Atilio, creo recordar del sobrino.

—¿Ves? Entonces sí te he hablado de Fernando —Sarah se sentó en una silla, con los nervios a flor de piel.

—Prácticamente nada. Lo que sí me dijiste fue que no te agradaba esa actriz, ¿por qué?

Sarah se encogió de hombros. ¿Qué le diría?

—Es un poco egocéntrica, narcisista, mala madre... —pensar en Vivi la volvía loca.

—¿Mala madre? ¿Quieres decir que el tal Fernando y su hija están solos?

—Algo así —no debía haber hablado tanto.

—Está bien, olvidemos eso. Sabes que tengo que regresar mañana a Barcelona porque tengo una junta bien temprano el lunes —Carlos trabajaba para una empresa de informática y tecnología. Era ingeniero en jefe de una de las áreas.

—Sí, lo sé.

—Mi viaje a Castellón será muy corto, pero no quería dejar de venir a verte, ya te echaba de menos. Me preguntaba si querrías salir esta noche conmigo. Es la primera vez que vengo, podrías llevarme al lugar que más te guste.

La idea no sonaba nada mal, pero Sarah no quería darle esperanzas, debía resolver las cosas antes de que se volvieran más complicadas. Por otra parte, qué desagradable era viajar tantos kilómetros para ser rechazado... Sarah pensaba hablar claro con él el domingo, antes de partir, pero ahora sentía que debía ser sincera.

—La verdad es que no me apetece, Carlos.

—¿Por qué? —frunció el ceño.

—Carlos, yo hubiese preferido que me hubieses avisado del viaje, y lamento mucho tener que decirte esto, pero lo nuestro no tiene futuro.

—¿Qué dices? —Sarah sintió pena, no lo había visto tan descolocado en mucho tiempo.

—Eso. Lo he estado pensando y voy a establecerme en Valencia, a ejercer como abogada. No quiero continuar en Barcelona.

—¿Y me lo dices así?

—¿Cómo quieres que te lo diga? He sido sincera contigo, ni siquiera mis padres lo saben aún, pero no pienso cambiar de decisión. Lo siento mucho, pero así son las cosas.

—Pero podríamos tener una relación a distancia y vernos los fines de semana...

Sarah tomó la mano de Carlos por encima de la mesa, antes de responder.

—Es mejor que no —respondió con firmeza—. Eres una gran persona, pero yo no me siento todo lo bien que debería en esta relación. Mereces a alguien que te ame, sin condiciones, y esa persona no soy yo. Lo siento por decírtelo así, hubiese querido evitarte el mal rato, pero las cosas han sucedido de esta manera.

Carlos estaba perplejo, sin duda no se lo esperaba.

—¿Esto es por alguien más? —no pudo evitar pensar en el pelirrojo que había visto antes.

—Esto es por mí —respondió. Y era verdad. Su relación con Carlos había sido un error, en todos los sentidos.

Él se puso de pie y tomó la laptop en las manos.

—Iré a recoger mis cosas.

—Por favor, Carlos, no es necesario —le suplicó—. Eres bienvenido en esta casa, acepta nuestra hospitalidad hasta mañana que te marchas.

—Te lo agradezco, pero no podría, no después de que me has dicho todo eso.

—Perdóname, no quería mentirte ni puedo seguir con esto.

—Lo comprendo.

—¿A dónde vas a ir? —preguntó ella, apenada.

—Pasaré una noche en Valencia y mañana temprano me regreso a Barcelona.

Y sin más, Carlos cerró la puerta y Sarah se quedó en silencio en el porche, sabiendo que era el fin. Lo más importante ahora era Fernando, y temía que, luego de lo sucedido, fuera la parte más difícil.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro