Capítulo 22
Era viernes, su cumpleaños. ¡Dieciocho años ya! ¿Por qué se sentía tan miserable? Fácil: no había tenido noticias de Fernando en toda la semana, desde aquel fatídico sábado en el que supo que estaba con Vivi. Aunque intentó seguir los consejos de su mejor amiga e intentar no crearse historias en su cabeza, era imposible que no pensara que algo estaba mal. Lo corroboró cuando pasaron las horas sin tener si quiera un mensaje de felicitación de él… ¿Lo habría olvidado? Parecía otra vida desde que Fern le prometió que harían algo juntos ese fin de semana. Atrás habían quedado todos sus planes, y a una semana del primer beso, el panorama no podía ser más desalentador.
Sarah tomó el tren de cercanías en la tarde, para irse a Castellón. Sus padres la habían llamado para felicitarla, pero lamentablemente tenían un importante compromiso de trabajo y no podrían verla hasta el siguiente fin de semana…
No podía estar más triste, aunque intentaría levantar su ánimo frente a su abuela. Era lo mínimo que podía hacer, ya que la anciana le iba a preparar una cena por su cumpleaños.
Durante el trayecto a casa no pudo evitar pensar en Fern. Tenía el corazón oprimido, y ni siquiera había recibido de él una palabra… Sin pensarlo mucho comenzó a escribir y plasmó sus emociones en una poesía. Dudó si publicarla, pero necesitaba desahogarse de alguna manera, así que lo hizo… No sabía si Fernando tendría interés aún en sus letras, pero aquello era algo que hacía para sí misma, no para él.
Los padres de Fern insistieron mucho en que él se quedara con ellos ese fin de semana, o al menos hasta el domingo; sin embargo, él estaba decidido a partir de regreso a Valencia ese mismo día, luego del examen en la clínica. Estaba nervioso por el resultado, que tardaría una semana, pero al menos sentía el corazón más tranquilo. A sus padres les dijo que prefería viajar para ponerse al día con las materias de la escuela; aunque aquello fuera verdad en parte, lo cierto es que necesitaba ver a Sarah. Era su cumpleaños, y no quería arruinárselo, pero tampoco podía seguir ausente. Ella se merecía una explicación y había llegado el momento de dar la cara.
Fern viajó en autobús a Valencia, lo cual era más demorado, pero más barato. Al llegar a la cuidad tomó un baño en la residencia, buscó su auto y se dirigió a casa de Lucas para recoger los apuntes. Imaginaba que Sarah estaría ya en Castellón con su abuela. No le había advertido que estaba de regreso, pues prefería darle la sorpresa. No sabía si sería una buena sorpresa…
Llegó a casa de Lucas, también sin avisar. De sus dos amigos, el chico de gafas de pastas era el cerebrito, así que sus apuntes eran muy buenos. Al tocar el timbre de su casa, su amigo lo recibió con sorpresa, pero también con alegría.
—¡Qué bueno verte, Fern! ¿Por qué desapareciste? ¡Nos tenías muy preocupados!
Fern pasó al salón. Lucas merecía la verdad, pero Sarah debía conocerla primero.
—He tenido que ocuparme de algunos asuntos familiares —explicó—. Mi madre está embarazada de gemelos…
––¡Oh! ¡Eso sí que es una noticia grande!
––También he tenido otros inconvenientes, pero prometo que te contaré más tarde. He venido a pedirte que me prestes tus apuntes y a que me expliques qué tal han ido las clases esta semana. ¿Han orientado alguna tarea?
Lucas estuvo casi una hora explicándole algunas cosas sobre la escuela, más tiempo del que Fernando hubiese esperado. No podía quejarse, Lucas era un buen amigo y lo hacía con gusto. Al final le prestó los cuadernos y le copió en la USB información que la haría falta.
––Trabajos para entregar no tenemos, así que puedes estar tranquilo.
––Muchas gracias, Lucas, me siento más aliviado luego de tu explicación. La verdad es que no tengo mucha cabeza ahora mismo para hacer nada de la Universidad.
––Espero que pase pronto este momento, amigo. ¿Estás así por la chica de las poesías? ––preguntó.
––¿Cómo sabes eso? ––Fernando no lo había compartido con los chicos.
––Marco me lo contó esta semana. Ruth finalmente le confesó lo que había hecho y él quería disculparse contigo personalmente. Le dije que no sabía cuándo regresarías, pero que estaba convencido de que pondrían una piedra sobre este asunto.
––Eso quiero yo también ––repuso Fern.
––¿Es Gigi la chica que te escribe? ––Lucas no pudo evitar preguntarlo, desde que la había conocido no había dejado de pensar en ella.
––No, no es Gigi. ¿Por qué?
––Durante la semana me encontré con ella en la Politécnica, pues fue a ver a Gustavo. He charlado un poco con ella y la verdad es que me agrada mucho…
Fern no pudo evitar sonreír al escucharlo. Lucas se había puesto muy colorado al confesarlo, y estaba nervioso.
––¿Te gusta Gigi? ––era muy evidente.
––Fern, sé que ella fue tu novia y no quisiera que pensaras mal de mí… No he querido invitarla a salir sin antes consultarte.
––Por mí está bien, Lucas. De hecho, me parece una idea excelente. Los dos son grandes personas y me gustaría verlos juntos.
––Gracias, amigo ––contestó Lucas con una amplia sonrisa––. ¿Algo que me recomiendes?
––Créate una cuenta en Wattpad y lee sus historias, más tarde te pasaré su usuario. A Gigi le encanta escribir, y no hay nada mejor en el amor que admirar a la persona que quieres y conocer lo que le apasiona. ¡Buena suerte!
Lucas tomó nota de sus consejos y luego lo despidió en la puerta de su casa. Fernando bajó al auto, recordando a Sarah... Estuvo tentado de escribirle, pero en su lugar abrió la app: ella había actualizado su libro de poesías, y la última de ellas, Recuerdo, le rompió el corazón:
No sé por cuál camino he de encontrarte,
o tal vez es tu ausencia sin regreso,
la que indica que debo de olvidarte,
después que nos unimos en un beso.
No te puedo olvidar tan fácilmente,
sigue intacto y constante tu recuerdo,
pues no puedo sacarte de mi mente,
ni pensar tan siquiera que te pierdo.
Tú no guardas memoria de aquel día:
se convirtió tu corazón en roca,
sin importante cuánto te quería.
En cambio yo parece que estoy loca,
pues subsiste en mis labios todavía,
el recuerdo imborrable de tu boca.
Sarah estaba junto a su abuela en la mesa del comedor, luego de cenar. La dama había preparado una paella exquisita, y de postre una tarta de tiramisú. Los ánimos no eran los mejores, aunque Esperanza intentaba mostrarse alegre, como siempre era ella.
––Debiste haber invitado a Atilio a comer con nosotras ––comentó la joven, recogiendo la loza.
––Tal vez venga mañana, hoy era nuestro día.
––¿Qué te sucede, abuela? Te noto algo rara.
Esperanza no respondió de inmediato. Tenía un nudo en la garganta desde el día anterior, que no sabía cómo deshacer.
––¿Has sabido algo de Fernando? ––preguntó a su vez.
Sarah se dejó caer sobre una silla y negó con la cabeza. La expresión del rostro le había cambiado por completo en un instante.
––¿Sabes algo tú, abuela? ¿Es por eso que estás así?
La dama asintió.
––No pensaba decírtelo hoy, es tu cumpleaños…
––Por favor, dime ––le pidió ella angustiada––. Me dejas muy preocupada, abuela. ¿Le sucedió algo a Fern?
––No, él está bien.
––¿Entonces?
––Sarah, yo creo que es mejor que te olvides de Fern ––sentenció––. Sé que será difícil para ti, pero es lo mejor para los dos.
Sarah se quedó por unos instantes pensativa.
––¿Sabes algo de él? No he tenido noticias en toda la semana. Sé que algo sucede, pero no lo he llamado… Ahora con lo que me dices me quedo más alarmada aún. ¿Qué es lo que está pasando?
––Su novia está embarazada ––dijo por fin la abuela, bajando la cabeza.
––¿Qué? ––Sarah no podía creerlo––. ¡No puede ser!
––Es la verdad, Atilio no tiene por qué mentirme. Alberto se le dijo. Fernando lo descubrió en Madrid cuando se encontró con su novia… Al parecer la chica decidió seguir adelante con su embarazo. Alberto y Antonia les ofrecieron su hogar para vivir, luego de que se casen…
––¿Casarse? ––Sarah no salía de su estado de shock.
––Sí, Sarah, es lo que se hace en estos casos: casarse. Fernando no ha decidido bien qué va a hacer, pero es probable que se muden para acá. Él quiere continuar sus estudios en Valencia, y como los padres de Fernando están esperando gemelos, el mejor lugar donde pueden residir es aquí. Sé que Antonia y Alberto les proporcionarán el apoyo necesario en las actuales circunstancias…
Sarah sentía como si le hubiesen dado un golpe en el estómago. Ahora entendía los términos del mensaje de Fernando esa noche; ahora comprendía por qué no había querido hablar con ella… ¡Aquello era demasiado duro!
––Sarah ––su abuela le tomó la mano––, no quería decírtelo, pero me temo que postergar la noticia solo hará que alimentes tus ilusiones con ese muchacho, y eso no es correcto. Lo más sensato es que mantengas la distancia. Si él se va a casar…
––Lo entiendo, abuela, por favor, no digas más ––Sarah la interrumpió y se puso de pie.
––¿A dónde vas? ––le preguntó su abuela preocupada al verla.
––Voy a mi habitación, necesito estar sola…
Esperanza no quiso detenerla, comprendía lo que estaba sintiendo y debía respetar eso. Tal vez no hubiese actuado bien al contarle todo de golpe, pero continuar callando le parecía demasiado inadecuado. ¡Ojalá Atilio no le hubiese dicho nada! Aunque quizás fuera lo mejor. Permanecer ignorantes a lo que sucedía no era bueno para ninguna de las dos.
Sarah estuvo dos horas llorando en su habitación; cuando ya no tuvo más lágrimas, sintió la boca reseca, por lo que decidió bajar la escalera y dirigirse a la cocina. Ya había oscurecido, y su abuela dormía en su habitación. Ignoraba qué hora sería, pero no debía ser más de las diez. Se sentía triste, desanimada, herida… Tenía demasiados pensamientos en su cabeza, pero había uno que se repetía con frecuencia: “lo has perdido para siempre”. Ya no importaba si le gustaba a Fernando o no; ya no importaba lo que había sucedido entre ellos, pues Fernando iba a tener un hijo y se iba a casar con Vivi… Contra eso no podía competir. ¿Qué sentiría él? ¿Estaría satisfecho con eso? ¿Querría en verdad casarse con ella? ¿La echaría de menos? Todas las preguntas se iban clavando en su corazón, sin ninguna respuesta.
Sarah abrió la puerta de la nevera y tomó un poco de agua. Tenía la garganta seca y le ardían los ojos de llorar… Cuando iba a regresar a su habitación, sintió que tocaban a la puerta. Se apresuró a atender para que el sonido del timbre no despertara a su abuela, aunque por lo general tenía el sueño pesado. Pensó que se trataría de Atilio, pero quedó muy sorprendida cuando en su lugar halló a alguien distinto.
––Fern… ––susurró cuando lo vio.
No esperaba verlo. No sabía que estaba en Castellón de regreso, pues su abuela no se lo había dicho. Sin embargo, allí estaba: su cabello rojizo, su barba de hacía tres días, sus ojos azules más cansados que de costumbre…
Sarah quiso decir algo más, pero las palabras no le salían de los labios. Fern tampoco se veía en condiciones de decirle nada. La falta de elocuencia la sustituyeron por algo más poderoso y explícito: un abrazo. Sarah suspiró cuando sintió que sus brazos se cerraban sobre su cuerpo, y por instinto ella también lo rodeó con los suyos. Fernando, al fin, estaba de vuelta...
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