Capítulo 2
Fernando estaba muy avergonzado por el comportamiento de su novia. ¡Se había portado como una completa idiota frente a Sarah! “Sarah” —suspiró al recordar su encuentro—. La había vuelto a ver. Era su amiga de la infancia, su compañera de colegio, nieta de una amiga de sus abuelos; una chica que había visto crecer… “Un poco” —sonrió—, pues era algo baja de estatura, pero su sonrisa y sus luminosos ojos oscuros, la hacían una chica muy hermosa. Además, Sarah era una muchacha brillante: siempre fue de las mejores de su clase, y tenía el corazón más grande y bondadoso que hubiese conocido…
—Ya llegamos —la voz de Viviana lo hizo salir de sus pensamientos.
Estaban frente a la estación Joaquín Sorolla, justo a tiempo para que Viviana tomara el AVE de regreso a Madrid. Fernando pagó el taxi y ayudó a Viviana con su pequeño equipaje. La chica tenía los ojos llenos de lágrimas por despedirse de él y se sujetaba con fuerza a su brazo.
—Fernando… ¿qué sucede? ¡No has hablado desde que salimos del café!
Fernando miró el reloj de pulsera que llevaba, todavía tenían algo de tiempo, así que suspiró y llevó a Viviana a una esquina. Colocó ambas manos sobre sus hombros y la miró a los ojos. Ella era hermosa: su cabellera rubia, sus ojos verdes, aquella boca diminuta de un rosa natural… Lo había vuelto loco a sus diecisiete años, pero al cabo de un año, él podía ver las cosas con mayor claridad.
—Vivi, te agradezco que hayas insistido en venir a Valencia conmigo, pero ambos sabemos que esto es una despedida…
—¿Qué quieres decir? —Viviana estaba a punto de llorar.
Fernando le dio un beso en la frente y la estrechó en sus brazos.
—Te he querido mucho, eres muy especial para mí, pero la relación no va bien… Al menos yo no siento lo mismo, y no quiero engañarte, mucho menos cuando estaremos separados.
Viviana se apartó y lo miró a los ojos. Las lágrimas que intentaba contener resbalaron por sus mejillas.
—¡Hay muchas relaciones a distancia que sí funcionan! —objetó—. Te prometo que vendré más seguido y…
—No es eso, Vivi —replicó él, enjugándole las lágrimas. No soportaba a una mujer llorar, mucho menos por su causa—. Puede que existan relaciones a distancia que sí funcionen, pero yo no estoy dispuesto a continuar. Las cosas entre nosotros no están bien, y es mejor dejarlo ahora.
—¿Es por lo que pasó con esa chica en el café?
Fernando suspiró.
—Hace tiempo que lo vengo pensando, pero es cierto que no te comportaste bien con ella. Sarah es mi amiga, y la hiciste sentir menos delante de mí.
—¿No viste la manera en la que te miraba? —repuso ella indignada.
Fernando se quedó un poco confundido. ¿De qué manera lo había mirado Sarah?
—Me miró como se mira a un amigo que hace mucho tiempo que no ves —contestó él—. Te estás haciendo muchas ideas, apenas la acabas de conocer.
—Puede ser —reconoció—, pero las mujeres tenemos un sexto sentido para eso…
—Vivi, no sigamos por ahí —sin duda aquella rubia sabía cómo exasperarlo—. Siempre podrás contar conmigo y mantendremos el contacto, pero no podemos seguir juntos. Por favor, compréndelo y no hagas esto más difícil. No me gusta verte sufrir, pero solo estaría postergando tu dolor si te dejo marchar y no soy sincero. Lo siento, Viviana, pero ya conoces lo que siento.
Ella terminó de limpiarse el rostro y se apartó un poco de él.
—Muy bien, no necesitas rechazarme dos veces. Si algo sobran en Madrid, son chicos.
Ahí estaba el lado inmaduro de Viviana que tanto le sacaba de sus casillas, pero no dijo nada.
—Te desearé siempre lo mejor, Vivi.
—Tú no eres lo mejor, sin duda —contestó con amargura.
—Puede que tengas razón, pero sería mucho peor que te engañara o no te quisiera como te mereces. Prefiero desilusionarte ahora, que después.
—Como digas —masculló Viviana dirigiéndose a la entrada de la estación.
—Que tengas buen viaje —le deseó Fernando, pero ya la rubia le había dado la espalda, y no le respondió.
Fernando salió a la calle, no se sentía bien por lo que había hecho, pero era necesario. Llevaba poco más de un mes retrasando lo inevitable, pero lo cierto es que no le complacía la compañía de Viviana; era presumida, egocéntrica, no tenía una conversación agradable, cuando quería era ruda y poco empática, y aquellos defectos de su personalidad le molestaban cada vez con más frecuencia. Incluso el sexo, que al comienzo había sido muy bueno, había dejado de compensar las otras cosas que le irritaban de ella. Se estaba convirtiendo en el tipo de hombre que despreciaba: aquel que solo utilizaba a las mujeres para su conveniencia. Y aunque llevaban una relación estable de casi un año, ya no podía más.
El taxi ya se había marchado, así que decidió tomar el metro hasta casa de su amigo Gustavo. Él era dos años mayor que él, pero siempre se llevaron bien, pese a que Fernando estuvo de novio de su hermana Gigi por algún tiempo. Gustavo no se inmiscuyó en aquella relación, aunque era sobreprotector con Gigi. Cuando el noviazgo se rompió —básicamente porque Fernando se mudó a Madrid—, la amistad con Gustavo se preservó. El chico iba a tercero de Arquitectura, por lo que prometió copiarle en una USB bastante información de los primeros años de la carrera que podría serle útil.
Fue así que se apareció sin avisar en el piso de la familia, y para su sorpresa fue su ex, Gigi, quien le abrió la puerta.
—¡Ya se había de tu regreso, pero nunca pensé que aparecerías tan pronto! —exclamó la castaña.
Fernando se alegró de verla, le dio par de besos y la miró con detenimiento. Tenía la misma lozanía que tres años atrás, pero se notaba más madura y tenía un cuerpo más desarrollado… Mejor dicho, un cuerpo excelente. “Mierda” —pensó—. No habían pasado ni dos segundos y se estaba dejando envolver por el atractivo de su ex.
—¡Hola! ¡Me alegra verte!
—Pasa adelante, Fern.
La chica lo llevó hasta el salón de la casa y se sentó a su lado en el diván. Estaban algo próximos el uno del otro, compartiendo una sonrisa.
—¿Estás sola?
—¿Por qué? ¿Tienes miedo? —rio.
—No —respondió él, agitando su cabellera rojiza—. Es que tu hermano quedó en copiarme información de la carrera.
—Si ese es tu único propósito para visitarnos, debiste haber llamado antes. Mi hermano salió y no creo que vuelva temprano. Iba a por unas copas con los chicos. Es sábado, y eso es lo que se hace a esta hora. Y sí, estoy sola —prosiguió con una sonrisa coqueta—, mis padres han salido a cenar y yo me que he quedado a solas.
—¿No fuiste a cenar con ellos?
—Preferí quedarme en casa escribiendo…
—Cierto, tenemos a una escritora en la familia.
La muchacha sonrió complacida. Era conocido que ella escribía, se había decantado por la fantasía y le gustaba. También agregaba algunos elementos de romance. Aunque era muy joven, y todavía no había publicado ningún libro en físico, tenía una cuenta en Wattpad, con varios seguidores, y escribía mucho. Además, había comenzado la carrera de Literatura en la Universidad.
—Estoy creciendo poco a poco, cariño —le respondió.
—Todavía recuerdo los concursos en el colegio. Siempre ganabas…
—Ya, pero esos concursos son pueriles, te lo aseguro. Ahora quiero aprender, para escribir mejor.
—A veces leo algo tuyo, siempre que tengo tiempo —confesó él.
—Honor que me haces, Fern —dijo agradecida, y poniéndose de pie—. Siempre me ponen feliz tus votos y comentarios. Te lo agradezco. ¿Quieres tomar algo? ¿Un poco de vino?
Fernando iba a rehusarse, pero finalmente accedió. Al cabo de unos minutos, la castaña —que iba con un vestido algo corto—, regresaba con par de copas y una botella.
La conversación fue agradable. Hicieron muchas historias de la escuela, y Fern y ella bajaron media botella en una hora. El efecto del vino los hizo relajarse, y se comenzaron a reír de cualquier tontería. Gigi fue quien recordó, de manera deliberada, su primer beso… En aquel entonces Fernando estaba más nervioso que ella, y le sudaban las manos.
—¡No es cierto! —se defendió, aunque sabía que las acusaciones eran ciertas.
—¡Claro que sí! ¡Te morías de miedo!
—Tu hermano en aquella época me sacaba una cuarta de estatura. Créeme, me estaba arriesgando nada más que de ponerte una mano encima. Bueno, en este caso los labios encima…
—Pero después sí me pusiste las manos… —rememoró ella, acariciándole la mejilla.
Fernando se estremeció. Gigi era hermosa, y tenían una historia juntos muy bonita. Ella fue su primer beso, su primera vez, y ahora la tenía delante, muy cerca de sus labios, muy próximo a cometer el mismo desliz.
—Hey —susurró apartándose—, es mejor que me vaya.
Reaccionó a tiempo y se levantó del sofá. No quería dar un paso en falso, mucho menos cuando se acaba de separar de Viviana. Esta vez quería hacer bien las cosas y no precipitarse.
—¡La estábamos pasando tan bien! —se quejó Gigi incorporándose también.
—Es verdad, pero es peligroso hablar del pasado cuando se tiene una amistad como la que tenemos nosotros.
—La amistad en nuestro caso es frágil, Fern —le avisó.
Él lo sabía, por lo que decidió dirigirse hacia la puerta, darle un beso en la cabeza y desaparecer. Se dirigió a la entrada del metro, pero antes de llegar, un chaparrón lo tomó por completo desprevenido. Tal vez fuera algo bueno pues así se libraba de la calentura que llevaba encima.
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