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Capítulo 19

Fernando demoró unos minutos en asimilar aquellas palabras: “Yo también estoy embarazada”. Sintió como si se quedara sin aire… La preocupación que albergaba por el nacimiento de sus hermanos no era nada comparada con la repercusión que podría tener para su vida el hecho de convertirse en padre. Miró a Vivi, intentando buscar algún indicio de que fuera una mentira, pero en sus ojos se advertía tanto temor que de inmediato supo que era verdad.

—¿Embarazada? —articuló.

––Sí, lo siento; para mí tampoco ha sido fácil... ––tenía la voz apagada.

––¿Cómo la sabes?

––Llevo unos días de retraso, y justamente hoy me hice una prueba casera.

––Quizás no sea así, puede ser un falso positivo ––era la única esperanza que le quedaba.

––Llevo algún tiempo vomitando el desayuno, Fern. Me temo que es verdad…

Fernando se levantó de inmediato del sofá y comenzó a dar vueltas por la estancia, intentando pensar con claridad.

––¿Se lo has dicho a alguien? ––preguntó.

––¿Estás loco? ––exclamó ella, espantada––. Mi padre me mata si se entera y sabes que con mi madre hablo muy poco.

El padre de Viviana era un hombre mayor, General de la Guardia Civil, una persona muy estricta. Tenía el corazón roto luego que la madre de Vivi ––mucho menor que él––, lo abandonara por un amante, yéndose a vivir al extranjero. Vivi prefirió quedarse a vivir con su padre, para no perder su status, aunque en realidad el hombre era demasiado duro con todos, incluso con ella.

––¿Qué vamos a hacer? ––le preguntó Vivi.

Fernando se volvió a sentar a su lado.

––Lo primero es repetirte la prueba; si diera positivo, ya veremos. La decisión de continuar o no el embarazo es tuya. Yo pienso que ninguno de los dos estamos preparados para ser padres, menos ahora que estamos separados, pero no te dejaré sola sea cual sea tu decisión. La responsabilidad es de los dos y no pienso huir de ella. Cuando yo nací, mis padres también eran muy jóvenes, y todo salió bien.

Viviana respiró, aliviada. Fern era un gran chico, eso lo sabía, pero sentía tranquilidad de escucharlo hablar así.

––Gracias, Fern.

Él se puso de pie y tomó las llaves que estaban sobre la mesa.

––¿Qué vas a hacer?

––En la esquina hay una farmacia de 24 horas ––contestó él––. Iré a comprar una prueba para salir de dudas.

––Compra dos ––precisó ella.

––¿Por qué?

––Porque las pruebas son más eficaces en las mañanas, no en la noche, por la concentración de la hormona en orina. En caso de que ahora diera negativa, habría que repetirla en la mañana.

Él asintió.

––Muy bien, compraré dos entonces.

––Fern, ¿puedo quedarme esta noche aquí? ––le dijo ella con voz suplicante.

––¿Aquí? ––aquello tampoco se lo esperaba.

––Para salir de casa le dije a papá que me quedaría con Sol, mi mejor amiga, pero ella fue a casa de sus abuelos en Caralbeche. No tendría excusa para regresar a casa, menos a esta hora… He traído algo de ropa conmigo ––añadió mientras señalaba el bolso de piel negra que estaba a su lado.

––Está bien, puedes quedarte en mi habitación. Yo dormiré en el sofá ––el departamento era pequeño, tan solo de dos habitaciones, para evitar rentas tan altas.

––Puedes dormir conmigo… ––insinuó ella.

––Preferiría que no ––respondió él con firmeza––. Puedes acomodarte en mi habitación si lo deseas, ya conoces el camino. Si te encontrases con mi padre por favor, no le digas nada aún. No quisiera preocuparlos con esto ahora, bastante tienen con el embarazo de mamá.

––Entiendo, no te preocupes. No les diré nada ––afirmó ella.

Fernando volvió a asentir y salió del departamento, rumbo a la farmacia.
Viviana se dirigió a la habitación de él, y se tumbó en la cama. Se alegraba de verlo, pero no en aquellas circunstancias. Estaba agobiada por lo que estaba sucediendo, pero lo mejor era haber abierto el juego con Fern. Estaba perdida en sus pensamientos cuando sintió que un teléfono vibraba a su lado: era el móvil de Fern, quien lo había dejado olvidado con las prisas.

En la pantalla aparecía la foto de Sarah y su nombre. Vivi de inmediato la reconoció, dudó si contestar, pero finalmente lo hizo.

––¿Fern? ––le escuchó decir a la chica del bar.

––Hola, es su novia, Viviana. Creo que nos conocimos, ¿verdad?

Sarah se quedó por unos segundos sin habla, no podía creerlo, pero reconoció la voz de ella, y se paralizó.

––¿Hola? ¿Estás ahí?

––Sí, estoy aquí ––dijo Sarah por fin––. Perdón, es que quería hablar con Fernando. Estábamos escribiéndonos, pero se interrumpió…

––Es probable que en ese momento llegara yo ––se explicó la chica, lo cual hasta cierto punto era verdad––. Disculpa, Sarah, pero no puedo ponerte a Fern. Él fue un momento a la farmacia. ¿Le digo que te llame cuando regrese?

Viviana rebosaba amabilidad, pero aquellas palabras se encajaban en el corazón de Sarah, como si fueran puñales.

––No te preocupes, no era nada importante. No quisiera molestar y ya es algo tarde. Buenas noches, Viviana.

––Muchas gracias, querida ––la rubia colgó y después de eso borró el registro de la llamada entrante. Estuvo tentada de revisar el teléfono de Fern más a fondo, pero desistió. No quería que él la sorprendiera, así que decidió dejarlo donde estaba e ir a la cocina en busca de un poco de agua.

Fernando estaba muy aturdido, ¡Vivi no podía estar embarazada! Siempre se habían protegido, pero al parecer había fallado algo… “No, tal vez solo es un susto” ––se decía, mientras entraba a la farmacia. La chica del local se compadeció de él cuando lo notó tan nervioso y le pidió dos pruebas de embarazo. Se le dificultó incluso encontrar su cartera en el bolsillo y tomar el dinero. Él se enorgullecía de ser ecuánime, objetivo, pero aquella situación lo superaba.

A los diez minutos regresó al departamento y se encontró a Vivi de nuevo en el sofá. Él le tendió de inmediato una de las dos pruebas, y le pidió que se la repitiera. Ella accedió, entró al baño de Fern y así lo hizo. Esperaron juntos por el resultado, y a los pocos minutos las dos rayas del positivo reafirmaron los temores de ambos.

––Te lo dije.

Fernando suspiró y se llevó las manos a la cabeza.

––Dios… ––se sentó en la cama, derrumbado. No quería ser padre, eso lo tenía claro, pero no podía dejarla sola. Como le había dicho antes, era un asunto de los dos.

––¿Y ahora? ––Vivi colocó su cabeza en el hombro de Fern.

––Ahora debemos descansar un poco, tú sobre todo. Piensa bien en qué deseas hacer, y mañana hablaré con mi papá para concertar una cita con un médico. Creo que debes decírselo también a tu papá…

––¡No! ––exclamó ella––. Mi padre me matará.

––No lo hará, es peor que no se lo digas y lo termine descubriendo de alguna manera.

––¿Cuándo regresas a Valencia? ––quiso saber ella.

––El lunes regresaba, pero ya no podré hacerlo, al menos por el momento. No te dejaré sola, Vivi.

Ella asintió, agradecida. Fern entonces tomó algo de ropa para dormir, así como su teléfono y salió de la habitación.

Sarah no podía creer lo que estaba sucediendo: Fernando estaba con Viviana, un sábado en la noche. Por más que quería buscarle una explicación al asunto, no la hallaba. Fern había interrumpido su conversación por WhatsApp con ella para estar con Viviana. ¿Qué estaría sucediendo entre ellos? ¿Saldrían? ¿Tendrían un romance recordando los viejos tiempos, no tan viejos? ¿Habría ido a la farmacia en busca de protección? Su corazón estaba por completo angustiado, y no sabía qué hacer.

Tentada estuvo de pasarle un nuevo mensaje, pero se arrepintió en el acto. Él no le había dado explicación alguna ante su silencio; tampoco eran novios, apenas se habían besado ayer… De lo que sí estaba convencida era de que no volvería a confiar en él. Era preferible decepcionarse ahora, que entregarse a alguien que no la merecía.

Sarah lloró en silencio en su habitación; lloró de dolor, de frustración, de desengaño… Se imaginó muchos escenarios en su cabeza, pero ninguno era bueno. Tenía el corazón roto, porque había confiado en él, y Fern la había traicionado.

Al cabo de un par de horas, luego de muchas lágrimas, recibió un mensaje de él. Las manos le temblaban cuando sujetó el teléfono en sus manos, y necesitó leerlo dos veces, para comprender su contenido:

“Sarah, ha sucedido algo que no puedo explicarte ahora mismo, pero que me impedirá regresar a Valencia el día que tenía previsto. No sé cuántos días tarde, y es probable que no pueda escribirte hasta que sepa bien qué decirte y cómo explicarte. Perdóname”.

Sarah no entendía ni una palabra, quiso contestar, pero prefirió dejar el mensaje en visto. Era evidente que se trataba de una despedida, que se estaba justificando con ella, pero, ¿por qué? Solo una explicación le pareció lógica: Fern había vuelto con Viviana, y lo sucedido el día anterior no había significado nada para él. Si había albergado alguna duda, algún hilo de esperanza, la acababa de perder con aquel mensaje que había recibido.

Sarah escribió solo para ella unos versos que expresaban su dolor y decepción:

Qué hacer con el amor que me acompaña,/
con esta ausencia que provoca hastío. /
Dime qué hacer cuando mi ser extraña, /
el roce de tu cuerpo con el mío.

Qué hacer con esos besos que la mente, /
me reproduce en vano recordando. /
Aquello que en verdad en el presente, /
se puede revivir solo besando.

Qué hacer con ese abrazo tan distante, /
que lucha por vencer ante el olvido. /
Cómo hacer de mi amigo: novio, amante, /
el hombre al que esperé y al que he querido.

Qué hacer para matar esta añoranza, /
para hallar en tu ausencia algún motivo, /
qué hacer si he de esperar sin esperanza, /
si tu adiós es por fin definitivo.

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