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Capítulo 14

Se encontraron a la hora del desayuno, y se sentaron juntos. Fernando se brindó para tostar su pan, y prepararlo tal y como a ella le gustaba, con tomate. Él prefirió algo de mantequilla, junto con su café.

—Gracias —Sarah le sonrió cuando le tendió la taza y el plato con el pan recién tostado.

—Por nada. ¿Cómo dormiste en la nueva habitación?

––Bien. Tiene sus ventajas estar solo ––afirmó.

––Es mejor que estar rodeado de malas compañías…

Fernando dejó en el aire su comentario, no quería arruinar su buen humor recordando las palabras que intercambió con Mercy. Todavía le quedaba pendiente enfrentarse a Ruth, pero ese era otro asunto.

––¿Irás este fin de semana a Castellón? ––le preguntó ella.

––La verdad es que no. Mis padres me han llamado en la mañana diciéndome que me han sacado un billete en el AVE del viernes para irme a Madrid con ellos el fin de semana. Bueno, en realidad debo regresar el lunes.

––Te echarán de menos y querrás que pases algo de tiempo con ellos.

––Tal vez, pero he notado a mamá algo nerviosa al teléfono, lo cual me ha alarmado un poco.

––No te preocupes, quizás no sea nada ––le tranquilizó ella.

––Eso espero. ¿Tienes trabajo hoy?

––No, hoy no. Es mi día libre.

––Estaba pensando que podríamos ir al cine esta noche y comer en el centro, ¿qué dices?

Sarah estuvo a punto de atragantarse con un pedazo de pan, sin embargo, intentó esconder su sorpresa.

––Me parece bien ––respondió con una sonrisa.

Parecía una cita, pero ninguno de los dos dijo nada al respecto. Terminaron el desayuno en silencio y se fueron juntos hacia sus respectivas Universidades.

Fernando llegó temprano a la Politécnica; tenía una sonrisa en los labios pensando en la cita que tendría con Sarah. ¿Qué había hecho? Ni siquiera lo había meditado, tan solo lo sintió y se lo pidió… Se sentía tan emocionado como si fuera un crío, pero sus ánimos se fueron por completo al suelo cuando vio a Ruth. Su rostro se ensombreció y sin pensarlo dos veces se acercó a ella.

Ruth no se apartó de él, todo lo contrario: le retó con la mirada.

––¿Qué quieres? ––fue su recibimiento.

Fernando sonrió, pero se notaba muy alterado.

––Ya lo descubrí todo. Imagino que tu amiguita de fechorías te lo haya dicho.

––No sé de qué hablas…

––¡No seas cínica, Ruth! ¡Intentaste engañarme! ¡Te hiciste pasar por otra persona!

––No vayas a decirme que esa chica te gusta más que yo, Fernando. ¡Por favor! No la conozco, pero Mercy dice que…

Fernando se acercó mucho más a ella y le amenazó con el dedo:

––¡No vuelvas a hablar de Sarah! Y no te acerques más a mí…

Creyó que las cosas habrían terminado allí, cuando un iracundo Marco se aproximó a él para golpearlo. Había visto de lejos el encuentro y Ruth le había dicho antes que no quería nada con Fernando, que él se había propasado con ella la noche que salieron juntos.

Fue Marco quien lanzó el primer puño; después Fernando contraatacó, aunque el enfrentamiento no duró mucho tiempo, ya que Lucas y Cristóbal los separaron. A Marco le sangraba la nariz y a Fernando le dolía la mano derecha. Un profesor también intervino en el asunto, y los llevó a la Dirección. Como resultado, fueron suspendidos por lo que quedaba de semana.

Cuando Fernando salió de la Politécnica se encontró con que Marco lo estaba esperando fuera, con cara de pocos amigos.

––¿Quieres terminar lo que empezaste?  ––le retó.

––No pretendo ensuciar mis manos contigo, Fernando, pero te advierto que dejes en paz a Ruth. Ella me confesó ayer que intentaste forzarla en tu coche después de cenar…

Fernando por un momento no entendió sus palabras, pero luego cayó en cuenta de que Ruth le había mentido a Marco para justificar el disgusto que notaría entre los dos una vez que se vieran en la Universidad.

––Ya veo que a ti también te ha mentido ––dijo Fernando en voz baja.

––¿Qué dices? ––Marco estaba desconcertado.

––No forcé a Ruth, de hecho, no quiero nada con ella y si me conocieras mejor sabrías que jamás he forzado a una mujer en mi vida. Ruth me ha estado mintiendo, haciéndose pasar por otra persona.

––¡Eso que estás diciendo no tiene ningún sentido!

––He estado recibiendo mensajes de una chica a mi correo. Ruth deliberadamente me hizo creer que era ella, cuando sabía muy bien que era otra persona. La noche que salimos a cenar la invité para aclarar las cosas, pues ya imaginaba que se trataba de un engaño… No busco que me creas, pero debes saber la verdad. La próxima vez que golpees a alguien, estate convencido de que la persona a la que defiendes, lo merece.

Sin decir nada más, cruzó la avenida Blasco Ibáñez y se dirigió hacia el Colegio Mayor. Debía ponerse algo de hielo en la mano, antes de que se le hinchara más.

Sarah se sorprendió de ver a Fernando a la hora de la comida, ya que por lo general solía comerse un bocadillo en la escuela. La chica tomó su bandeja y se sentó a su lado. Esa tarde habían preparado fideuá, un delicioso plato parecido a la paella, pero con fideos. A los dos les gustaba mucho.

Ella notó de inmediato que tenía la mano algo inflamada y frunció el ceño. Fern tan solo le sonrió para aliviar un poco la tensión del momento.

––¿Qué te sucedió?

––Me peleé con el mejor amigo de Ruth… Fue un malentendido, pero no tienes por qué preocuparte.

––¡Claro que me preocupo! ¿Has ido al médico?

––No es nada serio, te lo aseguro. Me he puesto bastante hielo y estoy mejorando.

––Debes hacer mucho reposo entonces…

––¿Lo dices por la cita? ¡No te preocupes! Esto no es nada y en la noche estaré casi bien.

Fernando habló de manera despreocupada, pero Sarah notó que él había dicho la palabra “cita”. Ella se ruborizó un poco y Fernando se percató de lo que sucedió, sonrió y guardó silencio, dispuesto a disfrutar de su fideuá. 

Sarah regresó a su habitación; estaba bastante nerviosa, pues Fernando estaba distinto con ella. No había vuelto a hablar de la chica de los poemas, y tampoco le había escrito a Pilar Hernández. Las cosas con ella, en cambio, estaban muy bien e incluso la había invitado a salir… ¿Habría descubierto que era ella la chica de las poesías? Tampoco había vuelto a hablar de Gigi, pero lo cierto es que Fern no parecía ser el mismo.

Intentó alejar sus inseguridades y se puso a estudiar. Quedó con Fernando en estar lista a las siete. Luego irían al cine y después a comer algo. Logró hacer sus tareas pendientes y estudiar un poco; a las cinco y media de la tarde se dio un baño y luego invirtió casi una hora en decidir qué usar. No quería ir ni demasiado elegante ni vestir como lo hacía para ir a la Universidad… ¡Vaya dilema! Llamó a Elisa y ella le dio par de consejos.

Finalmente se decidió por un jump-suit que la hacía ver más delgada y acentuaba su figura. Era de un color crema muy bonito. Se colocó unas alpargatas altas que la elevaban un poco, sin parecer tampoco demasiado formal. Estiró su cabello, se maquilló muy ligeramente con tonos pasteles y estuvo lista a la hora justa.

Su corazón se quería salir cuando tocaron a la puerta. Sarah abrió, llena de dudas. Por un momento temió que se hubiese arreglado demasiado, pero ya no tendría tiempo de cambiarse.

––¡Hola! ––Fern le sonrió––. ¡Qué bonita!

En verdad se veía preciosa, pero el comentario hizo que Sarah se ruborizara. Fernando también se veía muy guapo, vestido de azul marino.

––Gracias, Fern.

––¿Nos vamos? ––ella asintió.

––¿Cómo sigue tu mano? ––le preguntó.

––Está mucho mejor ––contestó él, aunque según Sarah pudo observar, continuaba inflamada.

Bajaron juntos en el ascensor. En la portería se cruzaron con Mercy, quien no pudo esconder su sorpresa de verlos salir juntos. La pareja la ignoró por completo, esa noche nada ni nadie podría arruinar aquel momento de felicidad.

Se dirigieron al cine Lys, que se encontraba en el centro de Valencia. Era un cine bonito, de precios adecuados y con buena afluencia de público a pesar de tratarse de un día entre semana. Se pusieron de acuerdo en qué película ver; había varios estrenos, pero de común acuerdo decidieron ver el live action de Disney, Aladdín.

––¿No te resultará muy infantil? ––le advirtió Sarah antes de que él pagara por las entradas.

––De verdad me hace ilusión verlo; Aladdín es una de las películas más bonitas de mi infancia, ¿qué mejor que verla contigo que me conoces desde entonces?

––Es cierto, desde niños…

––Y aquí estamos juntos, luego de tantos años… ––fue un simple comentario, pero Sarah se estremeció con la palabra “juntos”.

Fern pagó y compró también dos enormes cubos de palomitas y dos vasos de Coca-Cola. La sala que le correspondía estaba en la planta baja; dos tercios del cine estaba vacío, así que decidieron ubicarse en el centro. Se acomodaron en sus asientos e hicieron algo de tiempo mientras comían sus palomitas.

––Entonces te vas el viernes a Madrid ––recordó Sarah.

––Sí, y regreso el lunes; nos mantendremos en contacto. Sigo pensando que mis padres tienen algo que decirme y no saben cómo, espero que no sea nada serio.

––No te preocupes por adelantado, Fern. Si fuese algo en verdad grave ya te lo hubieran dicho.

––En eso tienes razón ––concordó él.

––¿Cómo van tus indagaciones respecto a la identidad de esa chica? ––Sarah no pudo evitar preguntar. Necesitaba saber, estar segura de que él no pensaba en nadie más…

Fernando agradecía estar en penumbras, para que no pudiera ver su expresión de sorpresa, que lo delataría.

––He dejado las cosas así ––fue su respuesta––; prefiero concentrarme en el ahora, ¿no te parece?

––Tienes razón ––Sarah suspiró y luego tomó un sorbo de su refresco para aliviar la sequedad de su garganta––. Nunca creí que te decidieras a ver una película como esta…

Fern se rio.

––¡De verdad me encanta! Y la música es preciosa. ¿Por qué te asombra?

––No deja de ser una película sobre una princesa… ¿No preferías mejor algo de acción o suspenso?

––La verdad es que no; prefiero la historia de la princesa… ––contestó él con voz queda––. ¿Sabes que Sarah significa princesa en hebreo?

Ella se ruborizó de que lo supiera.

––Yo lo sé, pero me asombra que lo conozcas tú…

––Conozco todo de ti ––repuso él con una sonrisa, que ella pudo distinguir en la oscuridad.

¿Ya Fernando sabría la verdad? El corazón le latía aprisa, y no podía saberlo con certeza. A pesar de sus dudas, aquella estaba siendo la mejor cita de su vida. Las luces se apagaron y comenzaron con los anuncios; la peli no demoró en iniciar también.

Desde el comienzo les gustó; la actuación de Will Smith como el Genio les pareció soberbia, aunque echaban de menos la voz de Robin Williams que fue el Genio en la versión animada en inglés. Entre sonrisas, sobresaltos, y miradas cómplices, se terminaron casi todas las palomitas. Fern liberó a Sarah y a él mismo de sus respectivos cuencos para que estar más cómodos, y los colocó en el asiento de al lado que estaba vacío.

Una melodía conocida comenzó a sonar: era Un mundo ideal. La pareja de protagonistas subió a la alfombra, y en aquel icónico metraje de amor e ilusión, se dejaron llevar por lo que ellos sentían. Fernando rodeó a Sarah con su brazo y ella, luego del sobresalto inicial de su corazón, dejó caer su cabeza sobre el hombro de él. La música les inundó, y por un momento, ambos creyeron que la canción había sido escrita para ellos…

Yo te quiero enseñar,
Este mundo espléndido,
Ven, princesa, y deja a tu corazón soñar…
(…)

Juntos en un mundo ideal, tú y yo…
Un mundo ideal, que compartir,
que alcanzar, que contemplar,
tú junto a mí…

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