10. Feliz cumpleaños, mi océano
MARINA
Habían pasado dos semanas desde que nació
Azahara, me sentía extraña, aún esa sensación no se iba de mi; temía qué cosas malas pasasen pero sin embargo, haría que hija fuese feliz sea como sea.
Con la ayuda de Laura, quien estuvo pocos días aquí, estuve desplazándome por el departamento; al ser duplex bajaba las escaleras con cuidado de no tropezar o algo que me lastime. Ezra se mantenía trabajando ya que todo el último mes de mi embarazo lo pidió libre, y como recién había ingresado hace dos días estaba exhausto. En mi trabajo de medio tiempo había pedido permiso y fueron muy comprensivos, además que debía acostumbrarme más al idioma de ellos.
Azahara dormía plácidamente en su cuna, la cual estaba al costado de nuestra cama; por el momento ella dormía con nosotros y ya de ahí dormiría en su habitación. Se acaba de dormir, y aproveché ello para ir por algo de beber.
En lo que bajó las escaleras, observo los cuadros que Laura mandó a hacer sobre nuestra boda y fotos familiares, además de una con Azahara en brazos cuando estábamos en la clínica.
Ya en la cocina, me sirvo un vaso con jugo de la nevera, me apoyo en la encimera de la cocina para beber con tranquilidad; hasta oír mi teléfono sonar en la planta de arriba, me apresuro con cuidado dejando el vaso en el lavabo.
Entro en la habitación, escuchando el quejido de mi hija empezando a levantarse, cojo el teléfono para contestar mientras meso su cuna con cuidado para arrullarla nuevamente.
-Hola amor.- murmuro al oír la voz de Ezra del otro lado-. ¿Ya saliste del restaurante?
-Si, todo bien; ya estoy llegando.- lo escucho algo agitado-. ¿Y Gia?
-Azahara.- le corrijo, él se ríe-. Se despertó por tu llamada, cuando vengas la haces dormir; parece que solo contigo duerme.
-Ay mi princesa...- suspira-. Amor, responde rápido; ¿torta helada o tres leches?
-Tres leches.- digo, luego caigo en cuenta-. Ay amor... pensé que lo habías olvidado...
-Feliz cumpleaños, mi océano.- me hace sonreír con su dulce voz-. Ya llego hermosa, lamentablemente Lau no podrá estar hoy por el trabajo pero yo si. Te prometí que lo pasaríamos en familia.
-Está bien amor, yo te espero.- murmuro, aún con una sonrisa boba en mis labios-. Te amo, Ezzie.
-Te amo, Mar.
Cuelgo la llamada, enfocando mi atención en Azahara. Sus labios tan pequeños emiten sonidos balbuceantes, sus enormes ojos son tan penetrantes; preciosa como su padre. La cargo para subirme la camiseta y darle de amamantar, como si su vida dependiera de ello pone su manita en mi pecho.
Al cabo de un rato, la puerta principal es abierta y el sonido de la llave se oye ser colgada, unos pasos caminan por todo el primer piso y finalmente cierran la puerta.
-Llegó papá, cariño.- le digo a la pequeña en mis brazos, quien ya conocía a la perfección la voz de su padre-. Recuerda que estás tomando leche, no te alteres.
Sabía que no me entendía, pero aún así no estaba de más empezar a decirle las cosas, su pequeño y frágil cuerpo en mis brazos me daban la sensación de protegerla, cuidarla, amarla cada día más. Azahara era y será parte de mi para siempre. Mi niña, mi vida.
-¿Y la cumpleañera más hermosa?- escucho la voz de Ezra entrar por la puerta, Azahara se remueve en mis brazos con torpeza.
Al voltear para ver a Ezra, este traía un ramo de girasoles enorme, una caja con bombones de mi sabor favorito y una cajita con contenido misterioso. Sin duda él sabía cómo hacerme feliz, Ezra con cada día que pasaba y a pesar de las pequeñas peleas o discusiones que teníamos, aún se las arreglaba para hacerme la mujer más feliz de mi vida.
-Por este, y muchos años mi bella esposa.- se acerca a darme un beso en los labios, de ahí baja su mirada a nuestra hija-. Y un beso para la princesa del hogar.
Le da un delicado beso en la frente, con cuidado quito a Azahara de mi pecho para cubrirlo y que su padre la cargue, mientras la mece caminando por toda la habitación yo me dedico a ver los regalos que me trajo.
-Mi amor, ve a alistarte, hoy tendremos un día espectacular.- no evito reír al ver cómo Azahara se aferra al cabello de Ezra-. Ouch, bueno amor ve.
-Ok mi vida.- me levanto con el ramo de girasoles y me acerco a él para darle un corto beso que me es correspondido-. Te amo.
-Yo te amo antes.- me dice devuelta.
Salgo de la habitación para ir al primer piso y dejar el ramo en un jarrón en la mesada de la sala, casi todo el departamento llevaba girasoles, tulipanes y rosas blancas. Huelo una vez más los girasoles y suspiro feliz, puedo decir que ahora si lo soy.
Estoy casada con el amor de mi vida, con el chico que me enseñó que lo bueno tarda pero es duradero, tenemos una familia preciosa y se que en un futuro habrá otro bebé, después de tantos intentos por fin tuvimos una bebé hermosa y pronto pueda venir su hermanito.
Miro mi anillo con admiración en lo que subo las escaleras para ir a la habitación, Ezra miraba la televisión con Azahara en su pecho, se había dormido nuevamente, nos miramos unos segundos y no evito sonreír.
-Quiero que abras la caja después de bañarte y arreglarte, es para ti.- me dice, mi ansiedad por saber qué hay allí aumentan-. Ve amor, yo la cuido.
Asiento entrando al baño, empezando con la rutina de aseo. Luego de un rato salgo de la ducha con la toalla envuelta en mi cuerpo y exprimiendo el agua restante de mi cabello. Salgo del baño, dándome cuenta que Ezra se quedó dormido así que apago la televisión y aprovecho en cambiarme despacio para no despertarlo.
Se ve hermoso, con algunos cabellos canosos pero casi no se veían, ligeras arrugas en los costados de sus ojos, un hombre muy guapo sin duda, mi hombre guapo. Ezra mantenía esa forma física que me encantaba, aún sin ir al gimnasio me sorprendía como se mantenía fan formado.
Me observo en el espejo, llevaba un vestido beige largo y algo ceñido al cuerpo, mi cabello al natural y solo faltaban mis sandalias. Me las pongo con cuidado. Aproveché con rapidez buscar que le pondría a Azahara, casi siempre llevaba vestidos y medias, pero en esta ocasión unos zapatitos no le vendrían mal.
-¿Marina...?- susurra Ezra, haciendo que lo mire-. Ay mi amor, te ves hermosa...
-Gracias amor.- sonrío para acercarme a él y cargo a Azahara con cuidado-. Ahora ve tú.
Se levanta con cansancio y besa mi sien, le sonrío enternecida y una vez que se mete al baño, me acuesto yo con cuidado en la cama y dejo a mi hija sobre mi pecho, quien se acomoda a su gusto y sigue durmiendo.
***
Tuvimos una tarde increíble, paseamos por la plaza, Azahara se despertó y se la pasó en los brazos de su padre, observando todo con curiosidad aunque se cansó a los diez minutos y se volvió a dormir. Quisiera esa vida.
Tal vez, volver a cuando era una bebé, dormir todo el día y sin preocupaciones. Llegamos a un restaurante, donde por suerte nuestra nos hicieron pasar rápido por tener a la bebé en brazos. Nos sentamos en el segundo piso, con una vista a la ciudad muy hermosa.
-Amor... ¿Esa no es la torre Eiffel?- pregunto, viendo casi difuminada un palito-. Si lo es, desde aquí se ve algo.
Ezra ríe por lo bajo y trata de ver lo que veo pero no lo consigue, bufando al no lograr su cometido.
-Tienes ojo de halcón.- yo ruedo los ojos divertida-. Algún día te llevaré para allá, cuando Azahara esté más grande.
-Me encanta esa idea.- sonrío feliz, París era una de mis ciudades favoritas y siempre quise visitarla-. ¿Que pediremos?
-¿Que se te antoja amor?- pregunta, echándole un ojo a la carta que tenía yo.
-Yo quiero tallarines en salsa verde.- él bufa, sabía que las odiaba pero yo las amaba-. ¿Quieres carne?
-Si, eso se me antoja.- asiente y yo llamo al mesero para hacer el pedido.
La noche empieza a caer y nosotros seguimos en el restaurante, nos tomamos nuestro tiempo conversando, riéndonos de cosas y turnándonos para cargar a nuestra hija y poder comer.
-Amor, quiero aprovechar que tengo las manos libres.- saca de su chaqueta la cajita que vi-. Te la olvidaste.
-Oh mi amor.- me sonrojo de la vergüenza, salí tan metida en mis pensamientos al cargar a mi hija luego de cambiarla que no me fijé en la cajita-. Perdóname amor, en verdad.
-No pasa nada preciosa, está bien.- Se levanta y se acerca a mi, abriendo la cajita-. ¿Te gusta?
-Dios mío...- susurro, viendo una cadenita de oro-. Mi amor esto es... no puedo, es...
-No tienes que decir nada amor.- Saca la cadenita y me acomoda el cabello a un lado para colocarla en mi cuello-. Te ves como una reina.
-Es hermoso.- mis ojos se empañan de lágrimas-. Mi amor es hermoso.
-Feliz cumpleaños mi vida.- besa mi frente y lo atraigo a mis labios-. Te amo.
-Te amo antes.- susurro contra sus labios.
Al regresar al departamento, le entrego a nuestra hija unos segundos, ya que yo iba a comprar algo en un Oxxo que vi cerca y me llamó la atención.
Me dirijo allí para comprarme unos dulces que tenía de antojo, últimamente comía mucho dulce y aunque me controlaba, a veces el deseo me ganaba. Saliendo de allí comiendo una barrita de Snickers, siento algo detrás mío, por lo cual volteo insegura y confusa.
No había nadie.
Pero al voltear mi vista al frente, había un hombre frente a mi, uno que conocía a la perfección.
-No puedes ser tu...- susurro, retrocediendo unos pasos-. No...
-Lo siento Marina.- es lo último que escucho antes de que alguien más me tome de sorpresa y de golpe me hace ver todo negro.
Nota de autora: Los comentarios son pasados, disculpen los spoilers.
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