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Capítulo Veintidós

A pesar de lo mucho que prometía esa noche, Marcus me recordó que quería ir lento y yo me fui refunfuñando porque estaba lista para mi noche de pasión. No tan lista porque no estaba perfectamente depilada como me gustaría, pero con el tiempo me había dado cuenta de que a los hombres poco les importaba aquello.

—Lento no significa no pasarla bien —me quejé mientras estábamos en el ascensor de su departamento, todavía encaprichada como una niña sabiendo que Marcus me estaba echando—. Podemos ir lento... pero rápido en otras cosas.

—Eso no es ir lento, señorita Elizabeth —comentó él haciéndome reír un poco por su expresión. A pesar de no tener nuestra noche soñada estaba contenta que las bromitas y las tonterías volvían. Veía en su rostro una energía totalmente diferente, como si tuviera una luz nueva y me encantaba mucho—. Dame un poco de tiempo para tranquilizarme un poco... y retomar en donde dejé mi vida hasta que la locura de Portia y mi padre comenzó... necesito tiempo.

Asentí, no del todo convencida al escucharlo decir aquello, y para molestarlo, bajé un poco mi abrigo haciendo que mi hombro quedara descubierto. Marcus se rio por mi insinuación, porque estaba siendo muy obvia, pero tampoco me importaba. ¡Era Marcus del que estábamos hablando! Él dio unos pasos hacia mí y yo ya podía dar saltitos emocionada. Sin embargo, solo me besó la piel desnuda y se alejó, aunque su beso logró darme escalofríos y de los buenos.

—¿Puedes respetarme y ser más digna, Elizabeth?

Me entró la risita de cerdo y no pude evitar taparme el rostro ante sus comentarios tontos. No me interesaba ser más digna cuando se trataba de Marcus, era obvio que nos conocíamos lo suficiente para que fuéramos un libro abierto. Mi Uber estaba esperando y no podíamos decirle adiós para volver al cuarto, pero cuando Marcus me besó antes de subirme no tuve muchas quejas. Tomó mi rostro entre sus manos y me dejó uno de esos besos de película que hacían temblar a cualquiera. Incluso dentro del auto, lejos de él, todavía podía sentirlo.



Al día siguiente decidí que iba a seguir provocando hasta que cayera en mis trampas, así que me vestí para matar una vez más. Aunque esta vez realmente parecía que estaba intentando. Me puse un vestido negro corto y medias a juego, incluso unos zapatos altos que me hacían el doble de alta. Entré a la editorial sintiéndome la diosa del momento y me encantó esa sensación en mí. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan segura de mi misma y me senté en mi nueva escritorio dispuesta a escribir.

Luego de todo lo sucedido con Marcus, había comenzado a escribir una novela después de tanto tiempo. Su historia de vida y la manipulación de su padre me había inspirado para crear una historia parecida. Esa mañana llegué y no paré de escribir hasta la tarde, aprovechando un lugar vacío de la editorial en donde me pude sacar los zapatos (que me estaban matando) y escribir todo lo que deseaba. Me sorprendió que nadie vino a molestarme, ni siquiera Portia que se suponía que era mi editora.

Aburrida como estaba decidí enviarle mensajes a Marcus para seguir con mi plan de conquistarlo, aunque esta vez físicamente. Ya tenía su corazón, ahora iba en busca de otra cosa.

Primero le envié mil emojis de berenjena y de duraznos.

No respondió nada, pero veía como aparecía las dos tildes celestes y eso significaba que había visto el mensaje. ¿Iba a jugar a hacerse el duro? Bueno, yo iba a jugar mucho más.

Lo segundo que hice fue empezar a escribir las cosas que le haría. Sí, me había vuelto un poco más pervertida con el paso del tiempo y luego de haber escrito tantas novelas eróticas en mis tiempos libres. Por lo tanto, comencé toda una explicación de lo que haría si fuera a su despacho, arriba del escritorio, sobre la alfombra, en la mesa de reuniones en la que habíamos tenido algo años atrás y, para rematar la situación, le envié una fotografía miedo sugerente mostrando un poco el escote.

La puerta de la sala se abrió de par en par y apareció una Suni jadeando, demostrando que había corrido para llegar ahí. Mi estómago se estremeció porque temí lo peor, la chica estaba más pálida de lo normal y me miró como si estuviera completamente loca. Ay, no. Por favor no.

—¡Elizabeth, Marcus está compartiendo pantalla en una reunión!

Dios me libre.



—¿Qué tan enojado estás conmigo?

El sol caía en la ventana y el horario de trabajo lentamente se iba terminando en la editorial. Algunos se estaban marchando y otros, como Marcus, recién se sentaban luego de un día agitado. Me había escondido en la cafetería toda la tarde, incapaz de decir algo y solamente había visto a Declan que se había reído en voz alta de mí, aunque Suni luego lo fulminó con la mirada por su atrevimiento.

Marcus me miró con una expresión rendida en su rostro, porque los dos sabíamos que yo a veces era un caso perdido. ¿A veces? Casi la mayoría del tiempo. Marcus dio unas palmaditas en su regazo, invitándome a sentarme ahí.

—Te voy a aplastar...

—No digas tonterías —se quejó y me tomó la mano para obligarme a sentarme en su regazo. Lo hice a regañadientes porque no me sentía del todo cómoda aplastando a alguien, pero Marcus no soltó ninguna queja. Supuse que el ejercicio le había ayudado a soportar mi peso, aunque traté de no pensar en esas cosas cuando las había afrontado hacía mucho tiempo. O eso quería creer—. ¿Qué estás tratando de hacer? ¿Seducirme?

—¿Es muy obvio? —pregunté con inocencia y levanté un poco mi vestido para que viera la liga que mantenía a mis medias. Ese truco lo había hecho Blair con Chuck, tenía que funcionar. No me juzguen por ver tantas series y creer que formo parte de ella.

Sus ojos fueron hacia ahí y suspiró, negando con la cabeza como si fuera un caso perdido. Apoyó su mano sobre la piel descubierta, en donde no llegaba la media y acarició suavemente, aunque al segundo volvió a poner el vestido en su lugar como si nada hubiera pasado. Yo ahí estaba jadeando como una vaca emocionada por la acción que Marcus me había apagado.

—Te pedí tiempo —comentó con voz seria, pero había una pequeña sonrisa en su rostro. Puse los ojos en blanco porque yo no era ese tipo de personas que le gustaba esperar, pero acepté lo que me decía. Hice un pequeño puchero, sabiendo que eso iba a lograr algo y me gané un beso dulce de Marcus en mis labios. Algo era algo—. ¿Cómo ha sido tu día?

Me gustó esa nueva interacción entre nosotros y me apoyé en su pecho, jugando con su corbata. Él dejó su mano en mi rodilla, haciendo círculos invisibles sobre mi piel y me di cuenta de que podía vivir así eternamente. Con charlas en su despacho sobre cómo nos fue a cada uno en nuestro trabajo, besos furtivos y sexo en el escritorio. Aunque eso último me iba a costar conseguirlo. Sentía que Marcus era la virgen de la historia ahora.

—Normal, estoy escribiendo algo nuevo y estuve todo el día haciendo eso —le conté y luego recapacité—. Bueno, la mayoría del tiempo estuve mirando YouTube, en Pinterest y tonteando... pero estuve escribiendo bastante. ¿Tu día?

—Normal. Un par de reuniones, peleas con Declan por lo mal que lleva su puesto, que antes era mío, y la ausencia de Portia me está empezando a poner nervioso —me explicó con tranquilidad aunque con la voz realmente cansada—. No solo me preocupa como amigo... sino porque la necesito para muchas cosas de editora que solo alguien capacitado sabe.

—¿Y Suni no puede?

—Suni ha dejado de ser pasante de editora para ser asistente de Declan —me contó algo que yo no recordaba y asentí, aunque con tristeza porque dudaba que ella quisiera hacer eso en aquel momento—. Fue un manotazo de ahogado de mi padre cuando Declan subió de puesto. No creo que a Suni le guste ser la niñera de mi hermano, pero ya sabes como es... no ha dicho nada ni se ha quejado. Pero creo que quiere ser editora.

—¿Y si te doy una mano?

—¿Seguimos hablando sexualmente?

Me reí al escucharlo y levanté una de mis cejas, encantada por como Marcus iba cayendo de a poco y me moví un poco sobre su regazo. Me regañó frunciendo el ceño y yo le dejé un beso suave sobre los labios como quien no quiere la cosa. La vida normal se me estaba haciendo fácil con Marcus comportándose de ese modo.

—No, tonto, puedo ayudarte como editora.

—No me parece mala idea, pero temo que... ya sabes, cómo quedes frente a todos. Portia se va y llegas tú que me mandas nudes en público y tomas su puesto —me explicó haciéndome reír un poco, pero admití que era verdad y que estábamos jugando un poco con los sentimientos de una persona a la que todavía no habíamos enfrentado. Me acarició la mejilla con su nariz y yo me quedé pegada a él, contenta de tenerlo para mí finalmente y como quería—. Dejame hablar con ella, ¿si?

Asentí y me quise levantar, pero Marcus no me dejó hacerlo tan fácilmente. Lo miré con duda, porque no entendía qué era lo que quería hacer hasta que me besó y no fue como los besos anteriores. Ese beso logró incendiarnos a los dos y fue como si lanzaran gasolina a una llama, porque al instante nos perdimos por completo. Se notaba que ambos estábamos deseando tenernos y que con cualquier mínima acción terminamos de ese modo.

—Bueno, por un momento pensé que estaba viendo una porno...

Me alejé de él y miré a Declan en la puerta del despacho de Marcus. ¿No sabía tocar? Una vez que finalmente lograba tener al chico y llegaba el hermano que no sabía tocar las puertas a arruinar el momento. Me puse de pie bajándome el vestido, fulminando al chico con la mirada, aunque Declan se mostró un poco frío conmigo y no me devolvió el gesto, más bien no me miró.

—Las invitaciones al evento de mañana, Marcus. Portia ha cancelado —dijo el chico y yo miré a Marcus tratando de entender que estaba sucediendo con esa chica—. Me parece genial que hayan vuelto y me pone muy feliz por ti, Marcus... pero hay una persona en medio y me parece que está en problemas.

Marcus tomó la tarjeta de invitación mirando hacia la nada de manera pensativa y luego a nosotros dos. No quería decir lo que pensaba, pero lo vi en los ojos de Marcus. Vi esos ojos claros que tanto me gustaban mostrarse realmente preocupados por lo que pasaba. Nos miramos y fue como hablarnos de un modo extraño. Los dos temíamos lo peor de Portia.

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